Revista GLOBAL

Bases estructurales, coyuntura económica e inserción internacional de los países del Caribe. Principales desafíos.

por Rosajilda Vélez
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La autora focaliza su an.lisis, fundamentalmente econ.mico, en el espacio que ocupa el Caribe antillano y la parte continental que abarcan Belice, Guyana y Surinam, en una diversidad que comprende: 13 pa.ses y 5 territorios angloparlantes; un pa.s, 3 departamentos y 2 colectividades franc.fonas; 4 pa.ses de habla holandesa, y 3 pa.ses hispanoparlantes.

El presente análisis aborda la condición de vulnerabilidad estructural que caracteriza las economías del Caribe, exportadoras de bienes primarios, manufactura de tecnología baja y actividades del turismo como importante fuente de ingresos, con una alta dependencia de flujos financieros externos, lo cual determina una economía muy sensible a las fluctuaciones de los precios internacionales y a las crisis globales. La condición se retroalimenta de la fragilidad natural de una zona que recibe el alto impacto del cambio climático y es frecuentemente azotada por fenómenos atmosféricos que destruyen infraestructuras y ocasionan pérdidas de producción.

Se conceptualiza a partir de la heterogénea estructura económica de países con una inserción internacional de baja composición tecnológica, cuyo nivel de competitividad deteriora los términos del intercambio y merma la capacidad para generar economías de escala e inversiones en áreas clave para el desarrollo. El limitado alcance de los procesos de integración económica resta oportunidades de comercio e inversión, en una situación de desempleo abierto y alta informalidad laboral que destaca la subregión como una zona expulsora de capital humano.

Se describe el nivel de la actividad económica y balance comercial, en correspondencia con la dinámica sectorial y la capacidad exportadora de las economías, a través de indicadores económicos generales que destacan el nivel de desarrollo relativo del Caribe respecto al resto de los países de América Latina. En ese tenor, se puntualiza sobre las diferencias de la base productiva de los países ―productores de petróleo y/o manufactura ligera, y pequeñas economías dependientes solo del turismo―, con disrupción del desarrollo tecnológico como factor condicionante del empleo precario y altas tasas de pobreza y desigualdad social. El análisis deriva en los efectos económicos de la coyuntura geopolítica, que evidencia déficits de la balanza comercial, aumento de la deuda pública y reducción de la cooperación internacional, y señala algunos de los desafíos que presenta la vulnerabilidad estructural respecto a la baja inserción en la economía global y los límites en el alcance del crecimiento y el desarrollo sostenible.

Bases estructurales

El Caribe insular ocupa 2,754,000 km² ―el 2.3 % de la superficie terrestre― en una longitud aproximada de 3,510 km, y contiene una gran diversidad biológica y una variedad de recursos mineros: oro, bauxita, níquel, depósitos de petróleo, gas natural y otros minerales. La población de la zona alcanza cerca de 44 millones de habitantes, de los cuales el 89.6 % se encuentra en las Antillas Mayores ―Cuba, República Dominicana, Jamaica y Puerto Rico―, con una densidad de 194 hab./km².

La evolución económica del Caribe se estructura con rasgos homogéneos de la división socialterritorial del trabajo en el marco de la rivalidad imperial de dominio británico que caracteriza la coyuntura geopolítica de 1875- 1945, período en que se articula al mercado mundial como exportador de productos primarios (zona bananera, azucarera, minera) a través de las metrópolis capitalistas. El período estuvo marcado por transformaciones económicas, sociales y políticas con la primera ola de independencia que da fin al colonialismo para algunos países, en una coyuntura de guerra en que Estados Unidos fortalece su control militar en el Caribe.

En el orden geopolítico de la Guerra Fría (1945-1990), que marca el inicio de la descolonización y el surgimiento de movimientos nacionalistas, el Caribe transita a nuevas formas de dominación con jerarquía de funcionamiento de Estados Unidos como centro económico. El auge del turismo y el aumento de los flujos de comercio generados por empresas estadounidenses localizadas en el espacio insular redefine la correlación de fuerzas económica, y se consolida la posición de Estados Unidos como socio principal de los países del Caribe.

La estrategia de posicionamiento fue apoyada con la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (ICC), un programa económico de medidas arancelarias y de comercio con acceso preferencial al mercado estadounidense, implementado a partir de la Ley de Recuperación Económica de la Cuenca del Caribe, de 1983. Para Puerto Rico se aplica la sección 936 del Código de Rentas Internas de los Estados Unidos a partir de 1976, que concede a las subsidiarias de corporaciones multinacionales estadounidenses operar repatriando ganancias sin pagar la contribución federal sobre el ingreso; la iniciativa impulsa el desarrollo de la industria farmacéutica, que soporta el auge económico, hasta que se deroga en 1997 a raíz de la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), lo que repercute en el derrumbe de su economía.

Estructura de las economías

En correspondencia con la dinámica del circuito económico a nivel global, el proceso de acumulación de las economías del Caribe está sectorialmente determinado por las actividades de servicios, y solo una pequeña proporción de los países alcanza el nivel de viabilidad económica en sectores de la producción material. La República Dominicana, Puerto Rico y Cuba son las economías más grandes, con el 76 % del PIB global de la subregión en 2022, ya que a partir de este año se estima que, dado el crecimiento exponencial que ha tenido Guyana ―cerca del 80 % en 2024―, este país podría convertirse en la economía más grande del Caribe y representar el 25 % del PIB. Siguen en tamaño económico Trinidad y Tobago, Jamaica, Bahamas, Surinam y Barbados, con el 22 %. Las pequeñas economías de Aruba, Belice, Santa Lucía, Antigua y Barbuda, Granada, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, y Dominica, totalmente dependientes del turismo, representan el 3 %.

Dentro de una generalidad que particulariza a productores de commodities, economías afincadas en actividades de turismo y economías que alcanzan niveles medios de industrialización, en las actividades económicas prevalece el peso sectorial promedio de los servicios, incluyendo el turismo, que representa el 83.3 % del PIB y más del 50 % del empleo; le sigue la industria manufacturera de tecnología media y baja, con un aporte del 13.4 % promedio, y la agropecuaria, con un promedio del 4.3 %.

El turismo destaca como la actividad sectorial de mayor relevancia en el Caribe, aunque la base productiva varía significativamente entre los países y territorios, con actividades de comercio, manufactura, agricultura y la extracción de recursos naturales. Los Estados más pequeños dependen totalmente del turismo, y algunas de las economías más diversificadas como Bahamas, Barbados, República Dominicana, Jamaica y Aruba están altamente orientadas al turismo internacional, en un proceso inicial de diversificación hacia el ecoturismo y el turismo sostenible. La composición sectorial revela que los servicios representan por lo menos el 60 % del PIB de los países, y de este, el turismo alcanza un aporte directo que va del 11 % al 26 % del PIB según el país, porcentaje que se duplica cuando se agrega la contribuciónin directa de la actividad. El aporte del sector industria oscila entre un 30 % y un 20 %. El 27 % en Trinidad y Tobago, Puerto Rico y Surinam, el 25 % en la República Dominicana y el 20 % en Cuba. En el sector agropecuario destaca la agricultura de subsistencia de Haití (22 % del PIB), Guyana (20 %) y Belice (13 %).

En lo que respecta al comercio y las actividades financieras en general, la actividad marítima es una pieza clave en la posición estratégica del Caribe, en medio de las rutas comerciales entre América, Europa y Asia, y para el turismo de cruceros, que incentivan el desarrollo de infraestructura moderna en los puertos con capacidad para manejar grandes volúmenes de carga y de pasajeros, como en Jamaica, Bahamas, la República Dominicana y Puerto Rico. La banca comercial ha tenido un desarrollo significativo ―banca digital y pagos electrónicos con plataformas de acceso que facilitan los flujos financieros por remesas―; y los territorios de las Islas Caimán y las Islas Vírgenes Británicas son importantes centros financieros offshore.

El sector agropecuario, de producción limitada por la baja disponibilidad de tierras fértiles, especialmente en las pequeñas islas, ha perdido peso en las últimas décadas a causa de los cambios en los mercados internacionales que han elevado el costo de los insumos importados y de las pérdidas de cultivos asociadas a las inundaciones, sequías y huracanes que el efecto del cambio climático ha acelerado. El sector se mantiene con destacado aporte al PIB en la República Dominicana, Jamaica, Puerto Rico y Haití, con base en la producción tradicional de la caña de azúcar, banano orgánico, cacao, tabaco, café, frutas y hortalizas para el consumo interno y la exportación, y en la producción ganadera, que se centra en la cría de ganado bovino, porcino y aves.

En el sector industrial, las actividades más desarrolladas tienen como base la producción manufacturera de tecnología media y baja, que genera productos farmacéuticos, dispositivos médicos y textiles, en el caso de la República Dominicana, Puerto Rico y, en menor medida, Cuba. Integrada a la agricultura, se procesa la producción de caña de azúcar, café, cacao y tabaco en la República Dominicana, Cuba y Jamaica. La industria extractiva se sustenta en la producción de gas natural licuado (GNL) en el caso de Trinidad y Tobago, una limitada producción de bauxita y aluminio en Jamaica, y la producción minera de Guyana, que amplía horizontes con el descubrimiento reciente de cuantiosos yacimientos petroleros que le ha generado a ese país el mayor crecimiento económico del mundo en los dos últimos años.

El desarrollo industrial del Caribe es menor que el promedio de América Latina. Existen renglones con alto potencial de desarrollo como la manufactura especializada, la energía renovable y la tecnología, que impulsan la diversificación económica. Algunos países están promoviendo zonas francas y parques tecnológicos para atraer inversiones en áreas de producción de software y comercio, como es el caso de la República Dominicana, que destaca como referente en el sector de las telecomunicaciones, con el desarrollo de una robusta infraestructura de internet y servicios digitales, y de Barbados y Jamaica, que han desarrollado centros de servicios financieros y outsourcing como call centers y soporte técnico.

El desempeño económico

En un entorno internacional de mucha inestabilidad e impacto de los desequilibrios provocados por la pandemia, se estima un crecimiento económico moderado para la zona del Caribe del 2.6 % en 2024, con diferencias marcadas entre países y sin incluir el excepcional crecimiento de Guyana. Se destaca la posición de liderazgo de la República Dominicana, con un crecimiento del 5.2 %; en cambio, para Haití se estima una contracción del -3 % (CEPAL, 2024).

El Caribe mantiene la misma dinámica de bajo crecimiento que el resto de la región de América Latina y Centroamérica, aunque muestra recuperación tras la contracción inducida por la pandemia en 2020. En 2024, el Caribe crece un 2.6 %; Suramérica, un 1.4 %, y Centroamérica y México, un 2.7 %, con desaceleración en la creación de empleo y persistencia de la informalidad y de las brechas de género. El panorama social de América Latina y el Caribe que analiza la CEPAL puntualiza el impacto en el empleo de la contracción de la actividad económica, en un proceso de movilidad descendente que ha afectado a las familias de los estratos medio y bajo, aumentando la pobreza y la desigualdad, con una tasa de pobreza del 33.7 % y de pobreza extrema del 12.5 %.

El desempeño económico del Caribe se ve limitado por la condición estructural de dependencia de las importaciones de alimentos y otros bienes de consumo, cuyas variaciones de los precios afectan la capacidad de compra y derivan en presiones inflacionarias que aumentan el costo de la canasta e introducen riegos de seguridad alimentaria. En el período pospandemia y en el contexto internacional convulso, la volatilidad de los precios de los alimentos ha sido mayor que en otras regiones; la tasa de inflación interanual promedio aumentó del 3.1 % en 2019 al 11.1 % en 2023, sin incluir a Haití, que enfrentó una inflación del 44.2 % en 2023. En términos porcentuales, la prevalencia del hambre en el Caribe (17.2 %) triplica la registrada en América del Sur (5.2 %) y en Centroamérica y México (5.8 %), golpeando de manera significativa a las mujeres adultas y a la población rural. El costo de acceder a una dieta saludable es especialmente alto en el Caribe: 5.16 dólares PPA diarios por persona, lo que sobrepasa en un 30 % el promedio mundial, en comparación con el 26 % en América del Sur, Centroamérica y México.

El efecto de contención social de las remesas es significativo para los países del Caribe por el peso que tienen en el consumo de los hogares de ingresos bajos, con una importante contribución al PIB. Los mayores receptores son Haití (33 %), Jamaica (16 %), Dominica (9 %), Guyana (9 %) y República Dominicana (8 %). Estados Unidos concentra el mayor volumen de los emigrantes caribeños, en su mayoría ocupados en actividades de baja remuneración: el 40 % en la industria de la comida y el 30 % en aseo y limpieza y trabajo doméstico; tienen baja cobertura de salud y un alto número no cuenta con seguro, por falta de documentación migratoria regular (The Dialogue, 2020).

El comercio exterior

En el escenario de la geopolítica regional que genera el proceso de globalización de la economía mundial a partir de la década de 1990, los países del Caribe deterioran su posición comercial y profundizan la dependencia del comercio internacional, dada su estructura de consumo altamente dependiente de las importaciones, los desafíos comunes respecto a la capacidad para generar excedentes y la propensión a desastres naturales acelerados por los efectos del cambio climático. El comercio internacional de los países tiene como referente la ubicación estratégica de confluencia entre el norte y el sur que define la cuenca del Caribe, extendida en la costa caribeña de América Central y América del Sur, México y Estados Unidos; y se basa en la producción de bienes de bajo valor agregado cuyo nivel de competitividad deteriora los términos del intercambio y retroalimenta la situación de déficit comercial que presentan las economías.

Las principales exportaciones del Caribe incluyen bienes agrícolas ―azúcar, café, cacao, tabaco, banano―, productos del mar ―pescados y mariscos― y minerales y energía; se trata de una estructura de exportaciones moderadamente concentrada de 0.12 en 2021 (según el índice de Herfindahl – Hirschman). La oferta externa se compone de 245 productos, básicamente primarios, con una leve tendencia hacia la diversificación, que en muchos casos se trata de reexportación.

La coyuntura del comercio internacional se muestra favorable para la región de América Latina y el Caribe, que se recupera de la caída sufrida en 2023, y los mayores aumentos de valores exportados los registran el Caribe y América del Sur; el valor de las exportaciones de bienes de la región en conjunto crece un 4 %, en una combinación de la expansión del 5 % del volumen exportado y una caída del 1 % del precio de las importaciones. Las exportaciones del Caribe impactan con un crecimiento del 24 %, impulsado por el notable aumento del volumen de los envíos de Guyana (77 %) y Surinam (18 %); aunque Cuba registra un descenso del 15 % por la caída de la producción de azúcar de caña y melaza y el desplome del precio del níquel; Belice, del 17 %, con la caída de las exportaciones de alimentos y productos químicos, y Trinidad y Tobago, del 20 %, asociado a la debilidad del sector energético.

En general, la coyuntura del comercio es favorable, las exportaciones regionales de servicios crecen a tasas de dos dígitos por cuarto año consecutivo y los países del Caribe destacan entre los principales receptores. Igualmente, el intercambio comercial se favorece por el lado de las compras de los países importadores netos de hidrocarburos y alimentos, con la sustantiva caída del precio internacional que registran estos productos (Cepal, informe económico preliminar 2024). Sin embargo, el Caribe pierde importancia geoestratégica en el contexto del multilateralismo. Por un lado, aunque Estados Unidos mantiene su posición como mayor socio comercial, el intercambio decrece sin que el aumento de otros socios compense la caída, aun con la creciente participación comercial de China como destino de las exportaciones y origen de importaciones. Se agrega el bajo contenido tecnológico de las exportaciones, con el 48.0 % de la matriz exportadora compuesta por manufacturas basadas en recursos naturales y productos primarios, y apenas el 10.1 % es manufactura de alto componente tecnológico. Un factor que resta competitividad es el nivel de la logística y conectividad marítima entre las islas; pese a que el 70 % de las transacciones se realizan por la vía marítima, solo unos pocos países han aprovechado su ubicación estratégica para desarrollar puertos de trasbordo que manejen grandes cargas con destino a otras regiones. Salvo el caso de Bahamas, Jamaica, Puerto Rico y la República Dominicana, la mayoría dependen del turismo de cruceros, con puertos adaptados para recibir esos flujos de pasajeros.

Pese a esas limitaciones, el Caribe registra un avance en la expansión del acceso a internet, especialmente en las economías más grandes o de mayor crecimiento en los últimos años, como la República Dominicana, Puerto Rico y Guyana, con la implantación de redes 5G e iniciativas para reducir las brechas digitales en pequeñas ciudades y comunidades rurales. Sin embargo, la penetración de internet fijo de alta velocidad está mayormente destinada al consumo; la incorporación a servicios productivos todavía es muy limitada.

Inversión extranjera directa (IED)

La geopolítica y la seguridad nacional se han convertido en criterios centrales en la política de las principales economías del mundo, con repercusión en las reglas del comercio y la inversión, y oscilaciones de los flujos financieros a nivel mundial que han afectado la IED.

La IED recibida por el Caribe en 2023, proveniente principalmente de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, España, Francia y Noruega, fue destinada al turismo, la industria extractiva y las telecomunicaciones, y la República Dominicana capta más del 50 % de los flujos. La totalidad recibida por Bahamas, Barbados, Belice y Dominica se destinó a turismo; Cuba focaliza los flujos en el turismo y la infraestructura; Trinidad y Tobago, en el sector de los hidrocarburos; Surinam, en la extracción y producción de bauxita y petróleo; Guyana, en el sector minero y las telecomunicaciones; y Puerto Rico, con una reducción sustantiva, en la industria farmacéutica y la energía renovable.

Retos principales

1) El alto nivel de endeudamiento de los Gobiernos es un factor que reduce el margen de incidencia del gasto público para el desarrollo social. El promedio de la deuda sobrepasa el 60 % del PIB considerado aceptable para los países en desarrollo. La proporción de la deuda alcanzó el 77.3 % del PIB en 2023, con mayor porcentaje en Barbados (110.8 %) seguido de Dominica (96.5 %) y Surinam (90.3 %).

2) El impacto del cambio climático ha agudizado la condición de riesgo natural característica del Caribe. Se han incrementado la temperatura y el nivel del mar, generando erosión de las zonas costeras, intrusión de aguas salinas, destrucción de infraestructuras costeras, alteración del ciclo de las precipitaciones, e inundaciones y largas sequías. La mayoría de los países presenta escasez de agua. Antigua y Barbuda, Barbados, Dominica, Jamaica, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, y Trinidad y Tobago registran un estrés hídrico de más del 80 % del agua disponible.

Las pérdidas económicas periódicas asociadas con el clima y el medio ambiente, que son fuentes de riesgo financiero, debilitan las iniciativas de inversión para el desarrollo, retroalimentando la baja capacidad de resiliencia de las economías. En los últimos 23 años, las pérdidas acumuladas en el Caribe han alcanzado US$139,000 millones, afectado a 40.6 millones de personas y provocado 9,542 muertes.

3) La disminución de la ayuda oficial al desarrollo, que se determina por la reducción de los fondos de cooperación internacional y la no elegibilidad de los países del Caribe por el criterio de ingreso medio y alto, ha afectado el apoyo oficial a sectores de producción rezagados y a la población que vive en condiciones de pobreza extrema. Asimismo, ha repercutido en la atención al colapso climático en curso, que aumenta los riesgos para la supervivencia de la zona. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en los próximos nueve años podrían perderse 80 millones de empleos a causa del colapso climático, y son los países periféricos los que experimentarán mayores consecuencias sociales, económicas y climáticas.

La cooperación de Estados Unidos tiene carácter bilateral con un alto número de países mediante acuerdos de seguridad y cooperación contra el terrorismo, el narcotráfico y crimen organizado, y actividades de apoyo institucional. Por su parte, la cooperación de la Unión Europea (UE), que ha reducido sustancialmente el financiamiento, se enmarca en el Acuerdo de Asociación Económica UE-CARIFORUM, cuya estrategia estructura y regula un marco de diálogo político y cooperación en áreas acordadas como prioritarias. La cooperación técnica de China fue definida en el Foro China-CELAC en Beijing, en 2015, con un plan de acción para los países, y también avanza en cooperación solidaria bilateral con acciones específicas, como fue el Caso de las vacunas anti-COVID.

4) El nivel de integración de las economías del Caribe es reducido, y aunque existen esfuerzos de integración y cooperación regional, las diferencias de tamaño económico, niveles de desarrollo y políticas internas dificultan el potencial de crecimiento y resiliencia que puede ofrecer a los países. Las experiencias de creación de mecanismos de integración económica han buscado fortalecer la cooperación, mejorar el comercio y aumentar la competitividad con alcance limitado, aunque se interponen diferencias en los niveles de desarrollo e influencia de actores externos.

El principal mecanismo de integración es la Comunidad del Caribe (CARICOM), creada en 1973. Integra el Caribe anglófono y algunos pases hispanohablantes; ha promovido, a través del acuerdo denominado Mercado Único y Economía de la Comunidad del Caribe, la libre circulación de bienes, servicios, capital y personas, pero su implementación ha sido parcial. Por su parte, las pequeñas islas del Caribe oriental ―San Vicente y las Granadinas, Granada, Dominica, entre otras― están agrupadas en la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO), creada en 1981, que muestra avances en la integración del espacio económico común y el uso de una moneda única: el dólar del Caribe Oriental (XCD).

Entre otros organismos de incidencia, se encuentra la Asociación de Estados del Caribe (AEC), creada en 1994, que incluye tanto el Caribe insular como algunos países continentales con costas en el mar Caribe, pero es de alcance limitado por no ser un bloque económico con un mercado común. También incide el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), que incluye a la República Dominicana, que ha fortalecido su comercio a través del Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y Estados Unidos (CAFTA-DR), y a Belice, que le posibilita acceso al mercado centroamericano.

Algunas conclusiones y recomendaciones

Las condiciones del crecimiento económico y la sostenibilidad del desarrollo de los países del Caribe parecen indicar que la clave para fortalecer las economías y depender menos del exterior es la de diversificar los sectores de actividad que tienen mayor incidencia en reducir las diferencias económicas y mejorar la conectividad. Al respecto se ponen sobre el tapete dos órdenes de desafíos en materia de política de desarrollo. Un primer orden se refiere a una mayor presencia del Estado con políticas fiscales que incidan en el déficit público, el ahorro interno y el desarrollo del mercado de capitales, y, consecuentemente, la implementación de políticas de desarrollo productivo que atiendan la vulnerabilidad estructural, apuntando a romper el ciclo de endeudamiento y crear capacidad de resiliencia. De manera concreta, políticas industriales que amplíen la capacidad de retención del excedente que genera el turismo, y acciones que propicien el nicho de la industria cultural y creativa, ente otras.

Un segundo orden se refiere a la necesidad de establecer alianzas estratégicas que fortalezcan la interrelación regional entre los países de la zona. El desafío demanda un diálogo de nuevo tipo con los viejos y nuevos actores regionales y mundiales, y gestionar mecanismos de integración en áreas básicas de ciencia y tecnología que propicien el desarrollo tecnológico y un mejor posicionamiento regional. La estrategia precisa afianzar el marco de actuación multilateral desde la región de América Latina y entre la subregión (Nearshoring) aunque se mantengan relaciones extrarregionales particulares; entre otras, podría ser factible la creación de cadenas de producción regional en áreas como minería metalmecánica y siderurgia, energía eléctrica, petroquímica y farmacéutica; y atender el comercio insular, que se muestra como un espacio propicio para crear conexiones de comercio con redes de transporte, distribución y almacenamiento.


1 comment

Conrad mayo 23, 2025 - 3:28 am

70918248

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