El 30 de junio de 1909 nació en La Vega Juan Emilio Bosch Gaviño. Nadie habría podido imaginar entonces que jugaría un papel cimero en la política dominicana, y hemisférica en general, durante varias décadas. Dotado de talento natural y a fuerza de una formación autodidacta que no cesó hasta su muerte, el primero de noviembre del 2001, a los 92 años, Bosch fue partícipe o protagonista, de una u otra manera, de varios de los acontecimientos más relevantes de su nación en diversos ámbitos.
Escritor de renombre continental, fundador de dos de los partidos de mayor alcance en su patria en las últimas ocho décadas, primer presidente electo democráticamente tras el ajusticiamiento del dictador Rafael Leonidas Trujillo, víctima de un golpe de Estado el 25 de septiembre de 1963, tras solo siete meses en el Gobierno (resultado de la conspiración entre sectores oligárquicos, los altos mandos militares, la jerarquía eclesiástica y la Embajada de Estados Unidos en Santo Domingo), son algunas de las facetas fundamentales de su prolífica vida. El propósito de estas líneas, justo en el 110 aniversario de su natalicio, es realizar un acercamiento preliminar a una de las tantas temáticas que continúa despertando intenso debate en relación con su figura y que, al mismo tiempo, ha sido insuficientemente estudiada: la manera en que asimiló el marxismo. Es útil remarcar que, como confesó en innumerables ocasiones, asumir dicho instrumental transformó el modo en que analizó la sociedad, dotándolo de una comprensión más integral sobre la historia y las diversas alternativas a desarrollar en aras de la emancipación social.
La asimilación del marxismo desde mediados de la década del 60
Algunos detractores de la obra de Bosch le critican que no empleara con toda precisión el andamiaje categorial relacionado con el marxismo clásico. Sustentan esa idea a partir de que la llegada a su vida del referido ideal ocurrió de manera relativamente tardía. Años más tarde, en una mirada retrospectiva, el propio Bosch se encargó de revelar cómo se desató ese proceso de asimilación teórica.
Durante décadas se ha instaurado la matriz de que Bosch tuvo —a lo largo de su prolongado exilio de 24 años y, en general, hasta que se produjeron el golpe de Estado de 1963, la ocupación militar estadounidense de Santo Domingo tras la Revolución de Abril, en 1965, y la guerra de Vietnam— grandes prejuicios contra el marxismo y los partidos comunistas. Es muy probable que en la percepción que desarrolló durante décadas sobre el comunismo desempeñarán notable influencia —además de su acendrada creencia en el ideal demócrata, desde una perspectiva en buena medida idílica— las personas y amigos de todo el continente con los que se rodeó.
Ese grupo, asociado con la socialdemocracia en sentido amplio, era portador de una marcada antipatía por las ideas de la lucha de clases y la instauración de regímenes no acordes con la visión liberal burguesa de la democracia representativa. 1 Si bien no es irreal plantear que sus estrechas relaciones con diversas figuras relevantes de la socialdemocracia latinoamericana todas ellas con una visión muy crítica sobre la edificación socialista en la URSS bajo el mando de Stalin, así como sobre la proyección de este país en la región, esencialmente a través de férreas indicaciones emitidas a los partidos comunistas locales desde la mirada rígida de Moscú, y no centradas en la realidad y las especificidades latinoamericanas y caribeñas influyeron en su predisposición hacia estas ideas, tampoco debe afirmarse categóricamente que las despreció.
Un hombre de la cultura y nivel de raciocinio de Bosch (amigo también de varios de los más destacados intelectuales defensores del marxismo en Cuba, donde residió 19 años, como Juan Marinello, Nicolás Guillén y Raúl Roa) no pudo ignorar de cuajo esa cosmovisión, más allá de que en esa etapa no tenía ni el conocimiento ni la madurez política suficientes para aquilatarla en toda su hondura.
Esto es importante pues, aunque los hechos citados a partir de su asunción como presidente dominicano, el 27 de febrero de 1963, actuaron como detonantes que lo obligaron a replantearse muchos de sus enfoques —y ello catalizó su adhesión al marxismo, en tanto lo identificó como la teoría más abarcadora para comprender la naturaleza de lo que había sucedido, en la medida en que aclaraba sus valoraciones—, esa asimilación no partió de la nada sino que, por el contrario, se produjo en una mente en que eso era viable.
Con relación a esto, Roberto Cassá destaca el prólogo que Bosch realizó al libro de Juan Isidro Jimenes Grullón, La República Dominicana. Análisis de su pasado y su presente, de 1940: «Es interesante al respecto mencionar la introducción a esta obra escrita por el profesor Juan Bosch, en la cual legitima las influencias intelectuales de Jimenes Grullón, entre ellas la del marxismo, se plantea los objetivos de la revolución dominicana y postula por la creación de un partido revolucionario (que sería el PRD, poco después fundado), al igual que el autor»
undado), al igual que el autor».2 No en balde Fidel Castro, quien lo conocía desde hacía veinte años, al denunciar la intervención de Estados Unidos en suelo quisqueyano en 1965, expresó con claridad tanto la idea de que Bosch no había sido comunista en el pasado como la de que esos acontecimientos podían transformar su interpretación de la realidad internacional. A todas luces el estadista cubano no habría pronunciado estas palabras, premonitorias en verdad, sin tener la certeza de que en un hombre como Bosch se conjugaban diversos factores, no solo del presente, para que se produjera una radicalización en su pensamiento. Dicha modificación, a tenor de las circunstancias globales, era probable que se inclinara, en elevada cuantía, hacia los cauces del marxismo. En un discurso en el que analizó en detalle los acontecimientos ocurridos en Santo Domingo, se preguntó: «[…] nosotros sabemos que Juan Bosch nunca ha sido, y posiblemente nunca será, comunista. Decimos esto, que posiblemente, porque quién sabe si después de todo lo que le han hecho algún día empieza a pensar de una manera distinta de la que piensa hoy».
Fidel, por cierto, siempre tuvo elevado respeto por la investigación histórica y el quehacer de los historiadores en general.4 Llama la atención que, cuando esos hechos concretos lo llevaron a emprender el recorrido por dicha teoría, este se produjo, desde la arrancada, de una manera original. Esa peculiaridad actuó como garante, al mismo tiempo, de que tanto los puntos de asimilación como los desencuentros no estuvieran contaminados por interpretaciones vulgares, sino por el tamiz de su cultura y apreciación de los procesos. Como limitación, está el hecho de que no examinó trabajos de gran valía de diversos autores, los cuales, distantes del marxismo refocilado que se instauró en varios puntos de la geografía planetaria desde una visión manualesca, realizaron importantes aportes, en múltiples direcciones, a las ideas centrales planteadas por los fundadores de esta doctrina. Ello no fue obstáculo para que, al igual que sucedió antes en su obra con relación a la manera de abordar disímiles figuras y acontecimientos, Bosch encontrara cierta convergencia empírica —en buena medida estimulada por su probada capacidad intuitiva— con algunos de los principales razonamientos formulados por estos intelectuales.
En realidad, el contacto de Bosch con textos marxistas se concentró, en lo fundamental, en el estudio de los principales libros de Marx y Engels y, en menor medida, de Lenin y Rosa Luxemburgo. No hay en su profusa obra, prácticamente, referencias a otros autores de esta formación como, por ejemplo, Antonio Gramsci, Louis Althusser, George Lukács, o los historiadores André Gunder Frank, Erick Hobsbawn y Perry Anderson y, en el caso latinoamericano, Aníbal Ponce y José Carlos Mariátegui. Sus alusiones a Julio Antonio Mella están marcadas, ante todo, por la conexión entre la República Dominicana y Cuba, pues este líder estudiantil marxista de proyección continental, asesinado por órdenes de Gerardo Machado en Ciudad de México el 10 de enero de 1929, era nieto de Matías Ramón Mella, quien, junto con Juan Pablo Duarte y Francisco del Rosario Sánchez, constituye uno de los próceres fundadores de la nación dominicana. En diálogo con un destacado periodista, Bosch relató lo que sucedió al llegar a Europa a mediados de la década del 60 de la centuria pasada: «Fue en París donde compré libros marxistas […] En ellos empecé a estudiar a esos dos padres del socialismo científico llamados Carlos Marx y Federico Engels. Leyéndolos directamente, no a través de intérpretes suyos que a veces dicen tantas tonterías, me di cuenta de que la verdad era la de ellos y yo era el equivocado».
Bosch, en resumen, no tuvo un contacto precoz con el marxismo, sino que, por el contrario, la asimilación de su instrumental se produjo en su sexta década de vida. Es, desde esa óptica, uno de los casos en que una personalidad se radicaliza en sus análisis con el paso de los años.
Aunque desde mucho antes de que se concretara esta incorporación a su arsenal era ya un analista profundo, lo cierto es que desde el instante en que sumó a su peculiar forma de incursionar en el pasado, y escrutar el presente, la enorme riqueza de la teoría marxista, se produjo, como él mismo reconoció, una transformación integral en su vida. Al estudiar el pensamiento de los fundadores de esta teoría —y aplicar sus postulados fundamentales de una manera creadora en el examen de la historia y la realidad latinoamericana y caribeña—, legó obras de gran valor y vigencia. Llegó incluso a teorizar sobre la historia, si bien ese no fue el objetivo central de sus indagaciones.
A Bosch lo distinguió siempre una gran honestidad intelectual. Esa premisa permite comprender lo mismo su exaltación de las formas de participación occidentales en una etapa, que la escritura de un relato como «La mancha indeleble» (inspirado en la repulsión que le produjo alguien de quien fue amigo, al renegar de sus vínculos en el pasado con el comunismo); o que confesara sin ambages, en otro período crucial de su vida, que el marxismo lo había transformado: «Pero los que tienen la razón son los comunistas. Yo he sido hasta ahora un equivocado y no me pasó por la cabeza ni siquiera la idea de que los yanquis iban a invadir este país o cualquier otro de la América Latina; eso era algo que no concebía. […] leyendo a Marx y a Engels me di cuenta de que el marxismo era la verdad histórica, la verdad filosófica, la verdad teórica, y en fin la verdad universal»
Años más tarde, en ocasión de una visita a la mayor de las Antillas, ratificó esta idea al pronunciarse sobre un acontecimiento que estremecía a todo el hemisferio: «[…] por experiencia propia conozco cómo es la reacción de los pueblos ante estas agresiones, como sucedió cuando la intervención imperialista de 1965 en Santo Domingo, la cual me llevó al marxismo. A partir de entonces dejé de creer en la diplomacia representativa; la situación de las Malvinas y su triste epílogo producirá hechos análogos en otros hombres y pueblos»
Ello no implica, en relación con sus investigaciones, que abandonara del todo los análisis comparativos sustentados en enfoques multicausales. Tampoco que prescindiera de la impronta que dejó en él —desde que se enroló en el trabajo de preparar su obras completas en Puerto Rico, en 1938, y en La Habana, un año más tarde— la figura magnética de Eugenio María de Hostos. En la fusión que logra en sus trabajos desde ese momento, en las antípodas del reduccionismo mecanicista que aspira a explicar todos los procesos y fenómenos a partir de un acontecimiento único, descansa una de sus contribuciones no solo sobre la interpretación de la historia de la República Dominicana, sino de América Latina en general. En ese sentido es válido consignar el boschismo como doctrina propia de análisis en la cual toman cuerpo, con autenticidad, diversas corrientes de pensamiento.
En verdad, aplicó de manera creativa las enseñanzas que incorporó del marxismo, si bien en algunos textos es perceptible que dicha asunción no era el resultado de un estudio totalmente acabado de la materia. En ese sentido tiene puntos de coincidencia con otras figuras de la región, entre ellas el prestigioso intelectual guatemalteco Manuel Galich, quien, luego de ser derrocado el presidente Jacobo Arbenz, realizó una impresionante labor académica, primero en la entonces Escuela de Historia (y luego en la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana) y en la Casa de las Américas. 10 Bosch no asimiló los postulados marxistas para superponerlos de manera esquemática sobre la realidad latinoamericana, sino que estos sirvieron como apoyatura integral para llevar adelante sus indagaciones. En buena medida el marxismo no solo le brindó instrumentos analíticos superiores para el análisis global, contribuyendo a que aclarara en su mente aspectos hasta esos momentos imprecisos, sino que, al mismo tiempo, complementó varias de las apropiaciones a las que, de manera empírica, había arribado sobre numerosas cuestiones en los años precedentes. En otras palabras, se dio principalmente a la tarea de rastrear si en algún tramo de la historia quisqueyana existió, con toda exactitud, una burguesía bien definida en todos sus contornos. No la encontró, al menos en el sentido con que ella aparece en otras latitudes.
En un ejemplo de la forma en que se apropió del instrumental marxista, señala: «Si no es expuesta desde el punto de vista de la lucha de clases se hace muy difícil comprender la historia de un país como la República Dominicana. […] Debido a que la sociedad dominicana era una cosa en la forma y otra en la realidad, el pueblo se comportaba en todos los aspectos de manera inestable».11 Sus trabajos, a todas luces, están marcados por la necesidad de explicarse con amplitud lo contemporáneo desde una interpretación rigurosa y creativa de lo que sucedió antes.
En el conjunto de su obra dedicada a las evaluaciones económicas, sociales y políticas, es perceptible la inclinación a utilizar disímiles conceptos mediante los cuales se aproxima a calificar la división de la sociedad en grupos o estratos sociales. Este es un rasgo que emerge desde sus comienzos en estos menesteres
Es importante, de igual manera, consignar que, en el período que antecede a la asimilación del marxismo donde la influencia de Hostos, como ya hemos dicho, está presente en todos los órdenes, lo distintivo en él fue la utilización de la sociedad dividida en castas, y no en clases sociales. Años más tarde, al avanzar hacia el manejo teórico y metodológico del marxismo, Bosch, en lugar de continuar haciendo referencia a las castas, empezó a hacer énfasis en la existencia de un sistema de fragmentación de la sociedad en clases sociales. Uno de sus principales discípulos, el presidente Leonel Fernández, considera al respecto: «En oposición a la dictadura del proletariado, que en su tiempo propuso Marx, Bosch elaboró la tesis de la dictadura con respaldo popular […] Para muchos marxistas dominicanos de sus años, el fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con sus ideas, parecía, más bien, antimarxista. Pero, en verdad, era todo lo contrario»
Más que fabular sobre determinados hechos, Bosch se dedicó entonces a la faena de interpretar-reinterpretar acontecimientos y procesos. No escapa aquí del influjo de que cada tiempo histórico «reactualiza» la producción que le precede, en buena medida bajo la idea de que la historia es la manera espiritual que tiene la sociedad de rendirse cuentas sobre su pasado. Ello no implica que comulgue con la tesis de que la verdad es todo aquello con lo que me sienta cómodo. Para él hay un profundo entrecruzamiento entre lo objetivo y lo subjetivo a la hora de examinar el pasado. No cae, en ese sentido, en la trampa de esquemas rígidos donde uno determina al otro sino que, en una muestra del peso que fue adquiriendo el enfoque dialéctico, los integra como parte de la esencia de los nexos que distinguen a un pueblo, o las relaciones entre naciones con un tronco común.14 Hay aquí una muestra elevada del papel de la cultura dentro su visión integral del devenir humano: «Esos valores culturales pueden parecer subjetivos, pero son objetivos; tanto lo son que en el caso de la danza podemos verla y en el de la música podemos oírla. Subjetivos son, sin embargo, los hechos históricos a pesar de que sabemos que sucedieron y, por tanto, fueron objetivos en el momento en que eran ejecutados».15 En su retina la historia no es lineal, sino sinuosa, plagada de avances y retrocesos, pero es ante todo coherente. Esa conceptualización, «la historia como coherencia», como «unidad histórica», es uno de los planos fundamentales sobre los que se asientan sus investigaciones. En esa línea considera en el espíritu que asume la dialéctica como «ciencia de la concatenación universal» que la historia se repite, aunque no siempre la redición asuma el mismo formato.
Un ejemplo lo podemos encontrar cuando interrelaciona lo sucedido en Playa Girón y lo que ocurrió antes, durante la Revolución haitiana: «El ataque aéreo a La Habana, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba había tenido el mismo efecto que el de los ingleses y españoles a Haití en 1793. El 16 de abril de 1961, Fidel Castro había actuado como lo había hecho Sonthonax el 29 de agosto de aquel año, cuando decretó la libertad de los esclavos haitianos. La historia del Caribe tenía una coherencia; seguía una ley que se hallaba inscrita en lo más profundo de sus raíces».16 Desde esta apoyatura marxista se acentuó en Bosch, en última instancia, la certeza, planteada antes por otros expertos de varias latitudes, de que no se trata solo de constatar los hechos históricos, sino también de su valoración. 17 En esa misma línea es importante consignar que al adoptar Bosch un sistema de examen desde la apoyatura del materialismo histórico, impulsó en sus predios una nueva concepción sobre la teoría y práctica político-educativa, forjadora a la vez de una conciencia crítica del pueblo.
Otros rasgos distintivos
Bosch es enemigo de los que aprecian la historia como algo superfluo, en buena medida porque con sus tesis desmontan procesos complejos, presentándolos como cuestiones estáticas e inconexas.19 Otro atributo que lo distingue es la búsqueda del origen de hechos, procesos y fenómenos como punto de partida para la comprensión de su representación actual. Para él la historia, aun cuando el acontecimiento se haya producido cerca en el tiempo, brinda lecciones en diferentes ámbitos que no deben desconocerse. A la hora de inquirir acerca de hechos cuya inmediatez podría obnubilar el juicio adecuado sobre ellos,20 propone como metodología la disección minuciosa para examinar cada componente desde una óptica global, otorgándole papel protagónico a la simiente sobre la que germinó el suceso que ahora despierta el interés del público. Busca en las raíces porque hay que comprender, pero, fundamentalmente, porque hay que prever situaciones que ponen en peligro la especie humana. En el intento de resolución de dicha ecuación descansa uno de sus aportes en la articulación entre historia y política. Al contrario de lo que algunos esperarían de alguien que constantemente «viaja» hacia el pasado, Bosch reconoce y respeta las diversas etapas históricas de la humanidad. Ello no es óbice para que, en ocasiones, se aprecie cierto voluntarismo en algunas explicaciones, sin llegar a cometer el error de extrapolar ideas superponiendo una sobre otra, como amasijo sin forma. Tiene, en lo esencial, «sentido del momento histórico», independientemente de los paralelogramos epocales que establece con el objetivo de enriquecer sus valoraciones.
Ello, de igual manera, no le impide desarrollar evaluaciones en las que no se ciñe de manera exacta a períodos determinados, sino que el «tiempo histórico» se presenta con originalidad dentro de una propuesta analítica abarcadora y, en no pocas oportunidades, trasgresora de los cánones tradicionales. Eso sucede, por ejemplo, al afirmar: «Evidentemente, la guerra mundial segunda hizo pasar a la humanidad, en términos históricos, del siglo XX al siglo XXI; de la edad de la dinamita a la edad atómica y nuclear; […] del avión terrestre al satélite espacial. […] Y ese salto, asombrosamente violento si lo vemos desde el punto de vista del corto tiempo en que se produjo, debía reflejarse en grandes cambios sociales y políticos en todo el mundo».21 Si bien la creación en 1973 del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) fue el proyecto de mayor alcance en la esfera política en el que se enroló, en la segunda etapa de su vida, lo cierto es que la tarea permanente a la cual se consagró fue la de sondear el alma histórica latinoamericana y caribeña como requisito sine qua non para la lucha ideológica que sobrevendría. La elección de ese camino le granjeó fuertes críticas, incluso dentro de la izquierda, que le exigía que se dedicara por entero a la lucha frontal.
Uno de esos dirigentes, de indudable prestigio, escribió: «Tras conocerse la intención de Bosch de dejar el país, por lo menos durante tres meses, tanto su Partido como la opinión pública expresó su rechazo absoluto».22 Es válido subrayar que, durante toda su vida, Bosch fue una figura polémica en disímiles órdenes, incluyendo el quehacer político. Conviene dejar claro, sin embargo, que dichos rasgos permiten entender su comportamiento en diversos contextos y, de alguna manera, acentúan su proyección, en ocasiones contradictoria.
Sobre ello, uno de sus continuadores plantea: «El perfil de Bosch lo retrataría como un ser orgulloso que no se molesta en conquistar a otros y entiende que por sus atributos será buscado por los demás. […] Le gustan las competencias y los concursos. Busca siempre la ocasión de obtener un premio, un diploma o una medalla. Es un perfeccionista nato. Toma en cuenta rápidamente todos los detalles, aunque a veces sus ideas sean mejores en la teoría que en la realidad». 23 El embajador estadounidense en el momento en que se llevó a cabo la asonada golpista que sacó a Bosch de la presidencia John Bartlow Martin, quien en 1966 publicó su libro Overtaken by Events, en el cual se refiere con amplitud a múltiples sucesos, texto que Bosch llevó consigo en su periplo por Europa y estudió y anotó en detalle en sus propias páginas resaltó sobre él: «Sus rasgos parecían tallados. Tenía una gran dignidad. […] Tenía el aire de alguien nacido para gobernar […]. Tenía fluctuaciones que iban de la euforia más grande a la desesperación más profunda»
Con independencia de esto, se entregó después de aquellos hechos, hasta el momento de su muerte, a la tarea de adiestrar a sus seguidores en el terreno de las ideas. Proceso del cual salió él mismo fortalecido, no solo en sus posiciones políticoideológicas sino en su quehacer como historiador e intelectual.25 Bosch considera que, a lo largo de las luchas históricas de nuestras naciones, las masas han sido invariablemente dirigidas, en una u otra dirección. Desentrañar cómo se ha producido en cada caso ese proceso, qué actores ocuparon puestos delanteros y el matiz ideológico que adquirió cada desplazamiento es también una idea que moviliza su inteligencia.
El conocimiento histórico significa en su mirada una piedra angular a la hora de incursionar en la esfera política. Esta, por su parte, es para él síntesis entre la teoría y la acción. Cada vez que aborda la representación política de un hecho histórico, y más especialmente si se trata de observar a las personalidades conducentes del mismo, Bosch lo hace moviéndose en ambos campos, ya que considera que uno fortalece y redondea al otro, o, lo que es igual, que es imposible concebirlo de manera separada, al menos en su representación ideal, debido a que el fracaso de muchos procesos ha sido precisamente por la fragmentación entre los dos ámbitos. La historia le sirve aquí para ilustrar cómo se han presentado esas relaciones en diferentes circunstancias. En uno de esos ejemplos escribe: «En el título de esta revista hay un contenido aleccionador; o para decirlo de manera más simple, un contenido que ofrece lecciones, y la principal de ellas se resume diciendo que en la actividad política, además del estudio de las teorías hay que hacer el aprendizaje de las acciones en que pueden verse envueltos los políticos, sobre todo los que cargan con la responsabilidad de dirigir fuerzas partidistas que se mueven llevadas y traídas por acontecimientos de todo tipo» No es un barniz espontáneo acerca de lo que ocurrió el arma que necesita para su lucha, sino que es el más profundo razonamiento sobre lo acecido, con sus inevitables ramificaciones internas y externas, lo que permitirá la comprensión de hechos y fenómenos y, especialmente, la extracción de lecciones para no repetir errores o inspirarse en aquellas que siguen demostrando valía. Convencido de que los procesos históricos son reveladores de una profunda carga ideológica, dedica esfuerzos sustanciales a develar qué tipo de corriente, o posición, actúa como pivote de un evento significativo y el peso que tiene la misma en el derrotero ulterior.28 Para Bosch, en resumen, la historia (comprendida en su flujo incesante en el tiempo) no es evasión, escape ni rehuir una realidad concreta. Es, ante todo, fuente de inspiración para la transformación social.
Notas, citas y referencias bibliográficas
1 Eliades Acosta Matos: Un debate de vida o muerte. Juan Bosch versus Láutico García, Fundación Juan Bosch, Colección Juan Bosch Vive, n.o 22, Soto Castillo Impresores, Santo Domingo, 2018, p. 148. 2 Roberto Cassá: Capitalismo y dictadura, Alfa y Omega, Santo Domingo, 1982, pp. 15-16. 3 Fidel Castro Ruz: «Discurso pronunciado en la conmemoración del Día Internacional del Trabajo, celebrado en la Plaza de la Revolución, el 1.o de mayo de 1965», . 4 «La investigación histórica puede descubrir y precisar hechos mejor aún que los propios protagonistas; es decir, creo en la investigación histórica, en métodos de investigación y comprobación: en los documentos, testimonios, hechos, en las huellas que puedan haber dejado. […] La investigación histórica es una ciencia, una técnica, y permite indagar y comprobar lo que la memoria no puede retener. Considero insoslayable desconfiar, incluso, del testimonio de los protagonistas, y la historia debe realizar investigaciones». Katiuska Blanco Castiñeira: Fidel Castro Ruz. Guerrillero del tiempo, Casa Editora Abril, La Habana, 2011, pp. 232-235. 5 Víctor Grimaldi: Juan Bosch y García Márquez (Entrevistas), Editora Corripio, Santo Domingo, 2009, pp. 112-117. 6 Pablo A. Maríñez: «En torno a De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial», en Juan Bosch: Obras completas en 40 tomos, tomo XII, Historia del Caribe, edición dirigida por Guillermo Piña-Contreras, Comisión Permanente de Efemérides Patrias en ocasión del Centenario de Juan Bosch 2009, Serigraf, Santo Domingo, 2009, p. XXXVII. 7 Víctor Grimaldi: Juan Bosch y García Márquez (Entrevistas), ob. cit., pp. 118-120. 8 «Declaraciones de Juan Bosch», periódico Granma, jueves 8 de julio de 1982, tercera edición, p. 5. 9 Desde el punto de vista político el PLD asume, de manera oficial, la teoría boschista. 10 Ver en: Hassan Pérez Casabona: «La independencia es resultado de dramáticos sacrificios humanos» (Entrevista al Dr. Sergio Guerra Vilaboy, presidente de la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe, ADHILAC), Trabajadores, edición impresa del 5 de febrero del 2018, p. 3, . 76 11 Juan Bosch: La pequeña burguesía en la historia de la República Dominicana, Colección Bosch para Todos, Impresora Soto Castillo, Santo Domingo, 2012, pp. 83-85. 12 Ver en: Hassan Pérez Casabona: «El Caribe es, ante todo, un sentimiento identitario indestructible» (Entrevista al Dr. Pablo A. Maríñez), La Jiribilla Revista de la Cultura Cubana, 2 de julio, . 13 Ver en: Leonel Fernández: «Marx y Bosch», Listín Diario, 9 de julio del 2018, . El presidente Fernández, en diálogo que sostuvimos primero en la Conferencia de Ciencias Políticas efectuada en La Habana, en marzo del 2018, y que ampliamos en la biblioteca de Funglode, el 18 de junio del 2019, considera que Mariátegui y Bosch son dos de los pensadores latinoamericanos que asimilaron y aplicaron con mayor originalidad el marxismo en nuestra región. 14 «Hay varias maneras de entrar en un capítulo histórico de la humanidad o de un pueblo. Uno de ellos es lo que llamaríamos la forma objetiva de aproximarnos al episodio histórico que vamos a estudiar». Juan Bosch: Tres conferencias sobre el feudalismo, en Obras completas, en 12 tomos, tomo VI, Textos Histórico-Social, Editora Corripio, Santo Domingo, 1991, p. 409. 15 Juan Bosch: «Una lección de la Historia: la unidad de los pueblos centroamericanos», en Temas Internacionales, Fundación Juan Bosch, Santo Domingo, 2006, pp. 214-215. 16 Juan Bosch: «La invasión de Playa Girón», ibídem, pp. 254-255. 17 L. Kozak; D. Kranzalov y otros: Fundamentos de la historia, Editorial Universitaria, La Habana, pp. 2-4. 18 Ángel R. Villarini Jusino: Revolución es creación. Reflexiones en torno a la práctica político-educativa de Juan Bosch, Fundación Juan Bosch, Colección Bosch Vive, n.o 11, Impresora Soto Castillo, segunda edición, Santo Domingo, 2015, p. 268. 19 «Los que ven los grandes acontecimientos históricos de manera superficial no pueden explicarse que la muerte de un príncipe a manos de un anarquista fuera razón bastante para desatar una guerra mundial». Juan Bosch: «Causas de la crisis política mundial», en Temas Internacionales, ob. cit., pp. 285-286. 20 Leonor Amaro Cano. Ver en: Mesa Redonda «Por qué la Historia», Contracorriente. Una Revista Cubana de Pensamiento, año 4, n.o 11/14, enero/diciembre, 1998, pp. 184-206. 21 Juan Bosch: «La ilusión de las Guerras Limitadas», en Viaje a las antípodas, Editora Alfa y Omega, sexta edición, Santo Domingo, 2000, p. 9. 22 Ver en: Hamlet Herman: Caamaño. Biografía de una época, Editora Búho, Santo Domingo, 2013, p. 285.
Con relación a su desempeño como presidente, por otro lado, Cassá escribió: «Es cierto que los grupos izquierdistas captaban en parte la significación del enfrentamiento que se estaba produciendo en los últimos meses del Gobierno de Bosch, y plantearon el apoyo al orden constitucional, pero no desplegaron las movilizaciones necesarias para impedir la materialización del golpe de Estado militar derechista». Roberto Cassá: Modo de producción, clases sociales y luchas políticas (República Dominicana, siglo XX), Alfa y Omega, Santo Domingo, 1980, p. 92. 23 Joaquín Gerónimo: En el nombre de Bosch [Traspaso de antorcha], Editora Búho, tercera edición, Santo Domingo, 2008, pp. 33-34. 24 Leonel Fernández: Ideas en conflicto. Diálogo póstumo entre Juan Bosch y John Bartlow Martin, Editorial Funglode, primera reimpresión, Santo Domingo, 2019, pp. 148-151. 25 Una muestra de ello es la manera en que concibió, desde su fundación, el trabajo del PLD y sus miembros. Ibídem, p. 118. 26 Sobre esto puede consultarse: Juan Bosch: «Los sucesos de Granada ofrecen un cúmulo de lecciones políticas», publicado originalmente en Vanguardia del Pueblo, 2, 9, 16 y 30 de noviembre de 1983, Ver en Temas Internacionales, ob. cit., pp. 307-308. 27 Juan Bosch: «Lenin, defensor de esos agentes secretos», publicado originalmente en: Política: Teoría y Acción, año 7, n.o 75-76, junio y julio de 1986, ibídem, p. 421. 28 Juan Bosch: «La influencia capitalista en la independencia de Norteamérica», publicado originalmente en: Política: Teoría y Acción, año 6, n.o 68, noviembre de 1985, ibídem, pp. 400-401. 29 Ver en: Carlos Marx y Federico Engels: La ideología alemana. Artículos, borradores y anotaciones destinados: I. Feuerbach, Editorial de Ciencias Sociales (Biblioteca Marxista), La Habana, 2014, p. 177
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