Los profesores Pedro José Ortega y Pedro Luis Sotolongo Codina establecen un amplio diálogo centrado en el cambio de época que se está operando globalmente y las ciencias sociales dentro de este contexto, enfatizando, desde luego, el proceso sociohumano en el contexto pandémico que todos sufrimos. Una mirada a fondo sobre el mundo actual y el cambio que se nos viene encima desde las perspectivas de dos filósofos y sociólogos.
Pocas veces podemos servirnos de un diálogo de expertos donde uno de ellos, con un destacado ejercicio como pensador de alto relieve, ofrece una vision de visión los modos de producción y de la riqueza acumulada, advirtiendo sobre una nueva crisis global que obligue a una reconceptualización e implementación práctica de múltiples tópicos y circunstancias referidas a la vida social contemporánea.
«Ver el momento actual como un “cambio de época” sería para muchos una simple metáfora, pero para otros sé que podría constituirse en un punto de apoyo desde el cual mirar los detalles que pueden inusitadamente cobrar forma de fenómenos complejos. Y si lo tomamos desde este punto de vista, entonces es posible encontrar en esta noción un componente práctico y movilizador que nos lleve a reflexionar sobre el sentido de la ética imperante en nuestros tiempos y el ejercicio crítico necesario para la reforma».
I. Acerca del actual cambio de época y el estado de las ciencias sociales
PJO. Profesor Sotolongo, me alegra que podamos sostener este diálogo. Lo digo por la amistad que nos une, por los recuerdos imborrables que llevo en mi memoria, ligados al privilegio de compartir con usted proyectos académicos, espacios de debate crítico y autocrítico en diversos países, y por la afortunada posibilidad de continuar haciéndolo desde nuestros escritos y desde nuestros asientos de trabajo en el Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales, la Universidad Autónoma de Santo Domingo y la Asociación Latinoamericana de Sociología, entre otras instituciones.
Como hemos previsto, en esta conversación abordaremos lo que usted y diversos autores latinoamericanos convienen en llamar «un cambio de época», apelando con esto a la idea de que no estamos inmersos hoy en un proceso de meras transformaciones relativas y parciales, sino en el contexto de un cambio total. Como usted sabe, persigo proponer el diálogo como una vía para explicar la realidad social y como una forma de ejercer la crítica. La conversación devuelve el carácter indagador, interrogador y, a veces, por qué no, inquisitivo, que permite redescubrir los hechos mediante la espontaneidad de la creatividad científica y filosófica que permite abordarlos. En este sentido, reflexionando sobre las transformaciones sociales, políticas, culturales y humanas que experimentamos hoy en día, me gustaría saber su diagnóstico y su caracterización del estado actual de la dinámica y de la lógica inherente a lo que, a partir de Immanuel Wallerstein, llamamos sistema mundo: ¿cuál es su visión en el contexto de esta modernidad?
PLSC. Mi diagnóstico actual es el de un agotamiento epocal de la dinámica y la lógica inherente al sistema mundo, así como del patrón de poder que sustenta la modernidad. Mi caracterización de dicho agotamiento abarca: 1) un agotamiento epocal de las prácticas y de su estructuración institucional para producir, intercambiar, distribuir y consumir bienes materiales (del modo de producción de objetividades); 2) un agotamiento epocal de las prácticas para generar bienes culturales y de la arquetipización institucional de mentalidades (del modo de producción de subjetividades) y 3) un agotamiento epocal de las prácticas de la convivencia humana y de la interacción con la naturaleza (del modo de producción de inter-subjetividades e inter-objetividades).
PJO. Considerando estos tres aspectos que menciona, ¿podría darme su valoración acerca de las manifestaciones que emergen como resultado de las crisis globales que se observan actualmente y de la gravedad que comportan?
PLSC. Mi valoración es que ese aludido agotamiento de época de la dinámica y la lógica inherentes al sistema mundo de la modernidad, así como del patrón de poder que sustenta precisamente lo que se manifiesta en la serie de situaciones o de crisis globales que se constatan hoy en día, podría resumirse de la siguiente manera: 1) el estado de la distribución de la riqueza: 30 países muy desarrollados y más de 150 con escaso desarrollo, y la brecha entre los más ricos y los más pobres aumenta; 2) la situación financiera y económica por la voracidad irresponsable, especulativa, del capital financiero improductivo predominante ante la disminución de la tasa de ganancia; 3) la situación ambiental y de depredación, asimismo irresponsable, de la naturaleza y de sus recursos, que tributa a una construcción cultural del ser humano como «amo-de-la-naturaleza»; 4) la situación energética ante el aumento desmedido de la demanda y extracción de combustibles fósiles no renovables; 5) la situación alimentaria, por la especulación de los precios y la derivación de superficies de cultivo de alimentos tradicionales para producir combustible para automóviles; 6) la situación de la política y sus partidos politicos ante su creciente corrupción y el agotamiento epocal de la democracia «representativa» indirecta que los hizo surgir y el consecuente auge de los más diversos movimientos sociales que propugnan una democracia más participativa y directa; 7) la cuestión de la ética y de los valores humanísticos ante el predominio de una «racionalidad instrumental» de medios y fines que jerarquiza valores como la competitividad, la rentabilidad y la eficiencia —legítimos en ámbitos restringidos, pero no totalizados—, y ajena a los efectos acumulados indirectos no intencionales pero nocivos de las acciones directas fragmentadas intencionales, por considerarlos solo como externalidades de una ética del mercado totalizado; y 8) las condiciones de la convivencia humana mediante el consumo y tráfico de drogas, el crimen organizado y el sicariato, las migraciones masivas y el tráfico de personas, el lavado de dinero mal habido y la corrupción concomitante, y la proliferación del VIH-sida, un mal transmisible por los humanos, con poblaciones que alcanzan porcientos significativos de niños con dicha enfermedad, lo que amenaza, en algunos Estados, su reproducción como países. Vista así, tal globalización de las crisis, y no solo de lo demás que se nos dice «que se está globalizando», puede ser metaforizada como los pedazos de hielo desprendidos del témpano hacia el cual se dirige nuestro «Titanic planetario» si es que no cambia el rumbo, lo que plasmaría no una «época de cambio», lo cual no está mal, sino un auténtico cambio de época.
PJO. En el marco de su diagnóstico y de la caracterización de la globalización que usted expone, ¿cuál es su apreciación de la dinámica experimentada desde el último tercio del siglo XX, considerando que ostentaron una gran influencia política, económica, humana y cultural a lo largo de este periodo, como lo fue el caso de los Estados Unidos, especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial?
PLSC. Se aprecia un declive, comenzando en la década de los 70, de la dinámica de dominación hegemónica total de los Estados Unidos, vigente a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, dentro del sistema mundo capitalista en el ámbito económico, en el ámbito político, en lo civilizatorio. Dentro de ese mundo moderno se observa un agotamiento, pero manteniendo aún esa dominación, aunque sometida a crecientes contradicciones y resistencias, en el ámbito militar. Más de 90 bases militares distribuidas por todo el planeta y el ambiente cultural-mediático, ya que posee las principales cadenas mundiales de medios de comunicación masiva, que divulgan las informaciones y silencian otras, de acuerdo con los intereses de ese país dentro de ese sistema mundo.
PJO. Pensando en este tiempo que describe, ¿cuál es su consideración sobre el actual proceso de recomposición geopolítica que se observa como una especie de transición hacia un mundo cada vez más multipolar e interdependiente, muy especialmente desde el último tercio del siglo XX?
PLSC. En efecto, tal como señalas, se evidencia cada vez con mayor nitidez el emerger de otros centros o polos de poder alternativos al de los Estados Unidos, como son los países «BRICS» (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), el de la región latinoamericana y caribeña integrándose en la CELAC y el de la Unión Europea (aunque Europa aún se subordina en demasía a los intereses estadounidenses), y que van conformándose en un proceso no exento de contradicciones, de avances y retrocesos. Son los gérmenes de un mundo más multipolar.
PJO. Como he leído algunos de sus ensayos sobre este tema, me gustaría que se remontara a estos para abordar aquí al menos una síntesis de su caracterización sobre el resultado de los desarrollos científicos y técnicos del segundo tercio del recién finalizado siglo. A mi juicio, es importante abordar el impacto de esta revolución en los procesos de producción y de oferta de servicios, en lo que ha sido denominado «revolución de alta tecnología» o «reconversión industrial». Y me gustaría que me dijera cómo aprecia usted el impacto que esto tiene sobre el trabajo humano que, de alguna forma, nos induce a reflexionar la relación entre modernidad y modernización.
PLSC. Indudablemente, Pedro, como resultado del desarrollo de la máquina, herramienta automatizada, y de los robots, por la revolución científico-técnica del segundo tercio del recién finalizado siglo, introducidos cada vez más masivamente en los procesos de producción y de servicios, está emergiendo un modo tecnológico de producción cualitativamente nuevo con relación al fabril-mecanizado de la Revolución industrial, que es el modo tecnológico flexible-automatizado-robotizado. Este nuevo modo tecnológico de producción, a diferencia del anterior fabrilmecanizado —que incluía cada vez más puestos de trabajo con los trabajadores que los ocupaban, por requerirlo así su llamada «economía de escala»—, ahora los expulsa o elimina de la producción y los servicios, pues cada vez necesita menos empleados. Y el proceso solo comienza epocalmente por su denominada «economía de rango», basada en el aprovechamiento a través de la denominada «reingeniería industrial y empresarial» de la automatización, la robotización y de las llamadas TIC, que van acompañadas de un gran salto en el trabajo productivo y de servicios. En este sentido, la máquina automatizada y robotizada por vez primera permite traspasar a los medios técnicos las funciones productivas lógicas, hasta ahora privativas del ser humano trabajador. Tales medios técnicos, incorporados a las técnicas productivas y de servicios en el nuevo modo tecnológico flexible-automatizado-robotizado de producción, están requiriendo, como todo modo tecnológico de producción que se renueva, ser articulados con nuevas relaciones de organización del trabajo adecuadas a su aludido uso masivo.
PJO. ¿Y qué puede preverse ante el auge de este nuevo esquema?
PLSC. Las características y los requerimientos aludidos del nuevo modo tecnológico de producción emergente permiten prever que nos abocamos a una nueva crisis global, tan grave o mayor que las ya mencionadas: la crisis de las modalidades del trabajo que hemos observado desde la modernidad, así como de la combinación social de la producción tradicional para esa modernidad. Esta ya previsible crisis —si es que ya no está entre nosotros— requerirá, entre otras cosas indispensables, de una heurística que lleve a la reconceptualización e implementación práctica de múltiples tópicos y circunstancias referidas a la vida social contemporánea.
PJO. En efecto, si nos posicionamos de frente al siglo XXI, a partir de sus respuestas anteriores cabe reflexionar también en una necesaria reconceptualización teórica y práctica de tópicos y circunstancias que usted ha venido describiendo.
PLSC. Así es. De lo caracterizado se desprende toda una agenda para la reflexión y la aprehensión científico-sociales, así como para su implementación práctica en los hechos sociales. De todo esto nos surgen una serie de interrogantes sobre las que sé que debes estar reflexionando en estos momentos, pensando en las diversas conversaciones personales que hemos sostenido en diversos momentos sobre estos temas: ¿Cómo hacerle frente a lo previsible en cuanto al ámbito del trabajo humano, y cómo hacerlo de un modo que propicie el mejoramiento —y eventual solución— de las crisis globales ya presentes, y no su agravamiento o el emerger de una nueva? ¿Incidirá esto en el tipo de propiedad prevaleciente actualmente y en la forma en que esta orienta las sociedades hoy? ¿Cómo impactará ello en la correlación trabajo-capital y la correlación sociedad-trabajo? En función de lo anterior, ¿hacia cuál tipo prevaleciente de propiedad deben orientarse las sociedades sin eliminar o satanizar a las otras? ¿Incidirá ello, asimismo, en la correlación Estado-capital prevaleciente actualmente y en la correlación de los intereses del Estado, del mercado y de la sociedad como un todo? Y, entonces, ¿hacia cuál correlación de intereses del Estado, del mercado e intereses de la sociedad como un todo debe orientarse sin eliminar o satanizar a ninguno de ellos? ¿Tendrá esto incidencia, además, en la actual correlación prevaleciente de intereses entre la sociedad civil y el Estado? ¿Incidirá todo esto en el tipo de ética prevaleciente en la actualidad, de manera que se pueda propiciar la sustentabilidad de las condiciones necesarias para la supervivencia humana y de la naturaleza? ¿Hacia cuál clase de ética debe orientarse para que esta se propicie? ¿Incidirá todo ello en el tipo de racionalidad prevaleciente actualmente para propiciar y concientizar sobre los efectos indirectos acumulativos no intencionales, pero perjudiciales para la humanidad, de las acciones directas entre medios y fines intencionales y legítimos pero fragmentadas? ¿Hacia cuál tipo de racionalidad debe orientarse para que se propicien tales efectos indirectos como interioridades relevantes, posibilitando así que sus resultados acumulativos no continúen agravando las crisis globales ya mencionadas? Si la aludida reconceptualización teórica resulta necesaria, ¿hacia cuáles nuevos campos del saber debe orientarse para que la previsible reconceptualización sea capaz de propiciar la necesaria creatividad y profundidad heurística imprescindibles que requiere y necesita esa renovada indagación social contemporánea? Y en función de lo anterior, ¿a cuál clase de pensamiento orientarse para no limitarnos a explicar lo que ya ha ocurrido y por qué ocurrió, sino que también seamos capaces de prever la implicación de lo que hagamos o dejemos de hacer ahora para que ocurra lo que deseamos o deje de ocurrir lo que no deseamos?
PJO. Ciertamente, el lector de nuestra conversación deberá deducir rápidamente que cualquier cambio de época genera más interrogantes que respuestas ―y esto es así con relación a este al que nos referimos como con respecto a los del pasado histórico―. Partiendo de nuestras específicas realidades, ¿cuáles prioridades económicas, políticas, ideológicas, culturales y civilizatorias nos condicionan según su criterio?
PLSC. Esa prioridad, para mí, es la de adoptar siempre un posicionamiento epistemológico desde un horizonte de sentido propio, es decir, desde nuestra identidad o, dicho de otra manera, desde nuestras realidades como caribeños, como latinoamericanos, como sureños. Esto condiciona, asimismo, en mi criterio, la necesidad de estudiar los desarrollos y contribuir a ellos en la medida de nuestras posibilidades, pues se van conformando corrientes de pensamiento que precisamente reivindican ese horizonte de sentido. Entre otras, la descolonialidad del poder, la del transmodernismo, las de la educación popular, la de la investigación-acción participativa, la de la teología de la liberación. A todas ellas han contribuido en grado sumo nuestros pensadores latinoamericanos.
PJO. Retomemos el punto inicial sobre el actual cambio de época. No voy a preguntarle si estamos en un cambio de época o en una época de cambios porque ambos coincidimos en la idea de ver el momento actual como una especie de cambio total, o cambio epocal, en el que las cosmovisiones, las formas de producir el conocimiento, el poder, el deseo se trastocan y cambian, o tienden real y efectivamente a hacerlo, en la vida de las personas. Pensándolo desde este punto de vista, y reflexionando sobre lo que usted ha mostrado en algunos de sus escritos, ¿hacia qué tipo de socialidad nos estará conduciendo este cambio de época?
PLSC. Así es, es muy difícil no admitir la valoración de que estamos abocándonos a un verdadero cambio de época, que requerirá un nuevo tipo de socialidad que necesite y ejerza la independencia y no ejerza —por no necesitarlas ni su dinámica ni su lógica inherente— hegemonías que impliquen la supeditación de unos países ante otros. Dicho escuetamente: un mundo multipolar e interdependiente es hacia donde debemos apuntar, tal como señalabas en tu pregunta inicial, en el cual ninguno de sus «polos» necesite ser hegemónico.
PJO. Para cerrar este primer apartado de nuestra reflexión sobre el actual cambio de época, quisiera preguntarle: ¿cómo considera que el pensamiento filosófico que florece en la región y las ciencias sociales pueden facilitar esa transición si la misma resulta prácticamente inevitable? ¿Cuáles otras alternativas, mejores o peores, pueden ser previstas por ese pensamiento y esas ciencias sociales? Hago estas preguntas porque sé que muchos lectores estarán interesados en saber su respuesta sobre este punto, como un reconocimiento a su lugar bien ganado en el campo de la complejidad, muy especialmente en Cuba y en República Dominicana, donde usted ha realizado una labor pionera y, claro está́, en América Latina pues es el espacio regional al que tributan sus trabajos.
PLSC. Gracias, Pedro, por tus palabras. Nuestras ciencias sociales necesitan, entre otras circunstancias, como las ya aludidas más arriba, desarrollar un pensamiento que reivindique nuestro horizonte de sentido pertinentemente. Deben asimilar esa nueva manera de hacer ciencia que constituyen el pensamiento complejo y las ciencias de la complejidad, armándose así con las nuevas estrategias de indagación dinámico-procesuales de este saber emergente, una auténtica y novedosa ventana abierta en el seno de la cultura contemporánea, capaz de proporcionar nuevas estrategias de indagación para la aprehensión holística (no solamente analítica), no-lineal (no solamente lineal) y organizada desde una perspectiva transdisciplinar —y no compartimentada en disciplinas— de las sociedades como sistemas complejos, con una dinámica adaptativa y evolutiva. Como sabes, se trata de una dinámica siempre abierta a un entorno y contextualizada epocalmente y en ese entorno. Y, aprehendiendo mediante tales estrategias de indagación la peculiar articulación social sistémico-compleja entre lo local y lo global, todo ello asimismo articulado, en el mismo tiempo, en tres temporalidades: 1) la más efímera, la contemporánea, 2) la del mediano plazo de los decenios precedentes y 3) la de la larga data o temporalidad profunda en que toda sociedad siempre se construye en la historia. Tales estrategias de indagación pueden contribuir mucho, por su fuerza heurística, a la reivindicación de nuestro horizonte de sentido propio.
II. Transición epocal, crisis global y pandemia del covid-19
PJO. Profesor Sotolongo, hemos compartido casi 10 años de amistad que nos han permitido llevar a cabo diversas iniciativas científicas y embarcarnos en aventuras académicas e intelectuales también variadas, como la que emprendimos en 2012, ligados a la Asociación Latinoamericana de Sociología, con la finalidad de conquistar el congreso internacional de esta institución y traerlo a la República Dominicana, o la iniciativa de crear el Comité Científico del Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales conjuntamente con el profesor Leopoldo Artiles. O las inmensas discusiones que nos sobrecogían a los tres abordando con detalle el nacimiento de nuevos saberes o el reposicionamiento de ciertas corrientes de pensamiento social, filosófico, que han venido resurgiendo y que ahora adquieren un nuevo estatuto para la vida y para la coexistencia pacífica de los seres humanos. En fin, pensando en todo esto, me gustaría saber qué está creando usted en este tiempo, hacia dónde apuntan sus intereses intelectuales y científicos.
PLSC. He estado reflexionando acerca del periodo de transición o «cambio de época». Acerca de los requisitos sociales necesarios y suficientes para que una manera de organizar la sociedad transite a otra. Las condiciones que requiere su avance. Los diversos autores que han escrito sobre esto no se han extendido mucho en los pormenores de cómo sería el camino concreto de «construcción» de una sociedad que ya es catalogada de post a otra que aún está en proceso de definición. Especialmente sabiendo que esto se da después de llevada a cabo la revolución sociopolítica en uno u otro país, me inquieta saber qué cambiará cualitativamente, orientándolas hacia esa transición, en sus relaciones sociales de producción. Pero sí se ha delineado la formulación, harto conocida como la «ley» de la evolución de las sociedades, a partir de la correspondencia entre sus relaciones de producción y el nivel y carácter de las fuerzas productivas del momento. Y es este uno de los desarrollos, a juicio nuestro, en el que aún hay «tela por donde cortar». Y he venido reflexionando sobre esto. Sobre el término «construcción», que apela a un tipo de socialidad en específico, y ante las evidentes dificultades que enfrentamos hoy en día, me pregunto si realmente se podrá «construir» una sociedad poscapitalista. En primer lugar, hemos entrecomillado más arriba el término «ley» porque, siendo como fue «hijo de su época», Marx y otros no «podían correr más que su sombra». Para decirlo coloquialmente: en aquella época, para que una aseveración pudiera ser avalada como auténticamente científica, debía revestirse con las características del concepto «ley». No olvidemos que el afán de esos pensadores era argumentar cómo para la Sociedad se podía sostener una reflexión y caracterización de la misma índole que las aceptadas como científicas con relación a la Naturaleza. Y así ha sido manejado por la mayoría de los autores que hablan de «ley», aun cuando hoy en día sabemos que, en la sociedad, por sus características comportamentales, sistémico-complejas, no es dable formular «leyes», porque las mismas (las llamadas leyes) obedecen a dinámicas complejas siempre abiertas, y no a procesos lineales de cambio y de transformación. De hecho, los ya aludidos cambios y transformaciones sociales presentan características sistémico-complejas que implican la presencia de una «gama de alternativas» (amplias o estrechas, pero nunca únicas ni definitivas).
Es más, cuando tal gama de alternativas queda transformada (o mejor sería decir: aherrojada), de manera que al proceso social no le queda más que una única manera de cambiar y transformarse, ya dicho proceso ha dejado de comportarse de manera sistémico-compleja y entonces es formulable esta única alternativa como «ley». Así nos lo ha hecho comprender ese nuevo e importante campo del saber contemporáneo, emergido en el último tercio del recién finalizado siglo XX, que ha dado en denominarse pensamiento complejo y ciencias de la complejidad (o también conocido, en el ámbito geocultural anglosajón, como teoría del caos, aunque cabe precisar aquí que no existe tal «caos», sino un cambiar y transformarse «complejos»). Por lo argumentado, he llegado a la conclusión de que sería más adecuado referirse a la idea de «tendencia» que a una «ley» de la correspondencia entre las fuerzas productivas (según el nivel y carácter de estas) y las relaciones de producción. No obstante, con frecuencia muchos estudiosos de tales procesos (afortunadamente no todos y cada vez menos numerosos) continúan refiriéndose al concepto de «ley» de correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, así como a otras «leyes» sociales, mostrando con esto ser contemporáneos cronológicos de su época (lo que es inevitable), pero no contemporáneos culturales de la misma.
PJO. Claro, profesor Sotolongo, el rechazo al concepto «ley» se deriva de la transición que experimentamos hacia un nuevo modelo de pensamiento. Puede decirse que casi todos los conceptos que daban forma a la ciencia positiva (al positivismo) hoy se tornan frágiles, sobre todo si se observa la variedad de nuevos problemas de investigación y campos de saber que nacen como producto de las deficiencias del sistema capitalista de dar respuesta a las crecientes necesidades económicas, sociales y humanas.
PLSC. En efecto, no ha sido ese (el de una «ley») el único. Hay otros, así como hay también interpretaciones que podríamos señalar como incorrectas a la hora de pensar en los procesos sociales. Quiero referirme a uno en específico: la «cosificación» o desmedida «objetivación» de la noción de fuerzas productivas del trabajo humano (como puede constatarse en el primer tomo de El capital, de Karl Marx). En cuanto a esto, se observa un tratamiento reduccionista y asistémico de dichas fuerzas productivas, reduciéndose las más de las veces a lo que la ciencia instrumental llama «factores» de desarrollo de la fuerza productiva del trabajo humano o de los medios de producción, dejando fuera a los propios productores y su habilidad productiva.
Con esto se pone en evidencia una falta de correspondencia entre el análisis de las fuerzas productivas y el de las relaciones sociales de producción. Cuando pienso en esto, percibo cuatro etapas presentes en todo periodo de transición entre maneras cualitativamente diferentes de organizar la sociedad o los sistemas sociales. Me gustaría aprovechar para describirlas al menos sucintamente. Estas son:
Etapa 1: las relaciones de producción se renuevan cualitativamente en algún o algunos países, y se ponen ya en correspondencia e incluso se adelantan (en los países que primero realizan su revolución social), por ello mismo, al nivel o al carácter de las fuerzas productivas existentes entonces.
Etapa 2: las fuerzas productivas se desarrollan (en términos técnicos) de manera cualitativa ulteriormente (sobre todo gracias a la «competencia» que les plantean las nuevas relaciones de producción, en ciertos países, a las anteriores predominantemente existentes).
Etapa 3: las fuerzas productivas de la época se renuevan cualitativamente y «alcanzan» a las relaciones de producción más avanzadas ya en ciertos países.
Etapa 4: las relaciones de producción renovadas y las fuerzas productivas renovadas también sitúan en «el adyacente posible» el tránsito hacia una socialidad diferente o hacia mejores formas de convivencia entre los humanos, y entre los humanos y la naturaleza.
PJO. He tenido oportunidad de leer algunos de sus trabajos sobre este tema y creo que sería valioso describir al menos brevemente en qué consisten estas etapas y su plasmación social.
PLSC. Gracias, Pedro, por esta pregunta. Ciertamente, en particular, en el recién terminado siglo XX, las circunstancias atinentes a la primera y la segunda etapa (de las mencionadas) estuvieron presentes desde finales de su segundo decenio hasta el entorno de los años 80, lo que condicionó que países en los cuales las relaciones de producción habían adquirido ya —como resultado de las correspondientes revoluciones sociopolíticas— un carácter social más progresista que en muchos otros países tuvieran que conformarse con un desarrollo insuficiente aún de las fuerzas productivas del trabajo humano, inferior a aquel para el cual tenían ya la potencialidad de aprovechar sus relaciones de producción renovadas cualitativamente y, por tanto, de índole más avanzada. Esto no es nada trivial y permite darnos cuenta de por qué́ en tales periodos en que aún los factores del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo humano no han alcanzado una nueva cualidad con relación a la que hizo posible el florecimiento del anterior «proyecto civilizatorio» (o manera de organizar la sociedad) se hace necesario apelar al denominado «factor subjetivo». Esto no solo para llevar a cabo el cambio cualitativo de las relaciones sociales mediante la correspondiente revolución sociopolítica, sino también para impulsar y consolidar ulteriormente el proceso de cambio social que ha sobrevenido gracias a ese proceso revolucionario sociopolítico en algunos países, así como para evitar las graves consecuencias que para tales procesos reviste el que tal factor subjetivo se aparte de un actuar ético. Así se explica el papel de un Vladimir Uliánov (Lenin) en la Rusia de los primeros años, después de 1917, y el precio que pagó ese país, devenido ya en Unión Soviética, con las deformaciones del culto a la personalidad de un Iósif Stalin; así como la relevancia que tuvieron para sus países Mao TseTung (República Popular China), Kim II-sung (Corea del Norte), Fidel Castro (Cuba) o Hô Chí Minh (Vietnam). También esto ayuda a comprender por qué́ los mismos, a pesar de sus logros alcanzados, no pudieron llegar a cotas de desarrollo que los entonces actuantes factores del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo humano no posibilitaban en ese periodo de tiempo (hasta el entorno de los años 80), por mucho ímpetu que les proporcionaran a sus respectivos procesos los mencionados líderes.
Y al mismo tiempo, durante el periodo que va de los años 70 a los 90, cuando estaba iniciándose el actual cambio de época, encontramos la tercera etapa con el proceso de conformación de un nuevo modo tecnológico de producción: el flexible-automatizado-robotizado, que trasciende al modo fabril mecanizado que llevó al florecimiento del capitalismo y que significa la posibilidad real necesaria, aunque no suficiente en términos sociales, para articular cualitativamente las nuevas relaciones de producción ya existentes en algunos países. Esta etapa pone en cuestión el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo humano, pues, por el contrario, tiende a la desaparición de dichas relaciones al implosionar el modelo de sistema socialista de la Europa del Este. Podríamos decir que ha sido una suerte histórica (no teleológica) muy bien aprovechada a su favor por la fuerza social adversaria y cuyas consecuencias estamos aún viviendo. Por otro lado, esto es crucial para entender cómo uno de los países mencionados, la República Popular China, ha podido, a partir de ese entorno de los años 80 —cuando aún era un país con relativo atraso económico—, aprovechar el nuevo nivel y carácter cualitativos alcanzados por los factores del desarrollo de la fuerza de trabajo humano, apoyándose en sus ya renovadas relaciones sociales y fuerzas productivas. Y ha sabido adecuar a estos elementos su modelo de un nuevo tipo de sistema social socialista, tan renovado y creativo que muchos no lo consideran ya, erróneamente, un modelo de ese «sistema», y que ha convertido a ese país en la segunda economía del mundo actual.
PJO. Profesor Sotolongo, ciertamente las trasformaciones sociopolíticas de nuestro tiempo se tornan cada vez más intensas: las relaciones sociales, los hechos e inclusive la vida misma parecen tornarse ante nosotros desechables o carentes de valor. Como producto de esto, el pensamiento complejo y la ciencia de la complejidad encuentran nuevos retos como parte de su campo de estudio de trabajo. Un ejemplo de esto es el efecto planetario que ha tenido la pandemia del covid-19, lo vulnerable que hace sentir a la humanidad y el sentimiento de riesgo generalizado que habita anticipadamente en el contacto entre los humanos, y entre los humanos y la naturaleza.
PLSC. En realidad, pienso que va a poner en evidencia (como si hiciera falta) la necesidad de articulación de los procesos sociales (el cambio de época) con procesos de otra índole (biológicos, en este caso), obligando a acelerar nuestro entendimiento sobre los primeros. Pienso que, en este caso, seremos testigos de un aceleramiento (como bien has dicho y como sé que también lo has tratado antes). Por la evidente necesidad de una mayor solidaridad y un mayor humanismo, rasgos sobresalientes del lugar adonde se dirige el cambio ¿cuál es la actual situación internacional con el covid-19? Esto es algo que debemos observar como parte de esta cuestión. El covid-19 se extiende por África y continúa en nuestra región latinoamericana aumentando la crisis pandémica. Todo ocurre en el marco del agravamiento de la pandemia en diversas regiones: América del Norte es el epicentro del coronavirus en el presente, con Estados Unidos de América encabezando los registros de infección y muerte, y con un creciente protagonismo de la región latinoamericana. En la América del Sur, Brasil se destaca detrás de aquella nación, es el segundo en infectados y fallecidos; pero Perú y Chile, aunque con menor población, ocupan los primeros lugares en cuanto a cantidad de infectados, mientras México sobresale en casos de fallecidos. Entre los 15 países con mayor cantidad de fallecidos por el covid-19, de cada 100,000 habitantes, siete son americanos: Estados Unidos (41.15), Chile (36.21), Perú (35.95), Brasil (33.61), Ecuador (29.45), México (27.09) y Canadá (23.8). Uruguay y Cuba son «la excepción que confirma la regla» en este caso. En el mundo, encabezan el listado: Bélgica, Reino Unido, España, Italia, Suecia y Francia. La situación que se nos viene encima (a todos los países) después de controlada la pandemia, que como sabemos aún no lo está́, no merece otra denominación que la de una situación problémica compleja. Y ¿qué es un problema complejo? Sobre ello se ha reflexionado desde el ya mencionado nuevo campo del saber contemporáneo, emergido desde el último tercio del siglo XX, y que constituye una nueva manera de estudiar la realidad. Como lo he dicho en otros momentos, se trata de un saber que es: holístico, que no desmiembra las globalidades; no-lineal: cuyas consecuencias resultantes no siempre son proporcionales a las circunstancias que las originaron; y transdisciplinar o transversal a los puntos de vista disciplinares, ya que articula a varios de ellos en la búsqueda para solucionar los problemas bajo estudio. Una u otra situación problémica como la que nos ocupa se plantea cuando unas circunstancias, que nos desagradan o no, comprendemos que necesitan ser abordadas desde diversos puntos de vista (transdisciplinarmente e interdisciplinarmente) que conjuguen dimensiones cognitivas, éticas y praxeológicas, y que conciernen tanto al pasado como al presente y al futuro.
PJO. La actual pandemia reúne estas condiciones, por lo que nos permite formularnos preguntas desafiantes sobre las relaciones sociales, pero también estos rasgos podrían estar presentes en un escenario poscovid-19.
PLSC. Veamos entonces la situación poscovid-19 como problema complejo. Evidentemente, la situación desagradable que nos ocupa reúne el primero de tales rasgos, por consiguiente, necesita ser abordada desde diversos puntos de vista — transdisciplinarmente e interdisciplinarmente—: el punto de vista de la biología (virología, epidemiología), el de la economía (recursos necesarios y consecuencias económicas posteriores), el de la complejidad, el de la sociología (circunstancias sociológicos anormales, específicas y pertinentes), el de la política (decisiones de políticas públicas a tomar), el de la cultura (costumbres culturales a variar y nuevas costumbres); esto para mencionar solo algunas perspectivas en general. Por supuesto, lo esencial de todos estos puntos de vista debe ser la protección de la vida humana (siempre social) y el bien común, algo que siempre está en riesgo en nuestro tiempo dominado por el sistema de economía de mercado. En otras palabras, nos referimos a la existencia de puntos de vista múltiples a partir de diferentes sistemas observadores. Este concepto de «sistema observador» es utilizado precisamente para hacer referencia a los diferentes actores de salud, económicos, sociológicos, políticos, entre otros, que forman parte de esta situación y de sus escenarios futuros. El segundo de esos rasgos conjuga dimensiones cognitivas, éticas y praxeológicas, y es, a mi modo de ver, menos evidente, pero igualmente necesario si se desea lidiar adecuadamente con esa situación pospandemia. Y hay una nueva situación que aprehender de todo esto. Me refiero al aspecto cognitivo. Es imprescindible valorarlo teniendo presente, ante todo, el sentido y significado de la vida humana. Igual podríamos afirmar con relación a la dimensión ética, pues se necesita hacer todo eso proactivamente, transformando la vida cotidiana presente siempre tomando en cuenta el bien común (dimensión praxeológica). Y esto concierne tanto a la situación que antecede a la pandemia como al presente, cómo lidiar con la propia pandemia, y al futuro, cómo afrontar lo que ha venido a denominarse la «nueva normalidad» en que se transformará la vida cotidiana futura. Este es el tercero de esos rasgos, por lo que concluimos que, efectivamente, la situación poscovid-19 es un «problema complejo». Debemos tener bien presente, para comprender ante qué nos hallamos, cómo se comportan tales situaciones, los «finales abiertos», como les llamamos a partir del pensamiento complejo y las ciencias de la complejidad. Las situaciones que califican como problemas complejos tienen siempre una gama de alternativas. Más estrecha o amplia puede ser esta gama, pero nunca es una sola. Es a esa circunstancia a la que se hace referencia cuando se dice que estamos ante una situación con final o finales abiertos. En otras palabras, como suelo repetir a mis alumnas y alumnos, «esas múltiples alternativas pueden dar lugar a un mundo mejor posible, y por él nos esforzamos, pero un mundo peor también es siempre posible». Es más, cuando esa gama se reduce a una única manera o posibilidad significa que la misma ha cesado de comportarse de forma compleja y ha pasado a comportarse de forma «simple», pudiendo esa única manera de comportamiento ser formulada en lo futuro como una «ley», volviendo, claro está, a lo que decía hace un momento al referirme a la versión tradicional de la ciencia lineal y mono causal. Por esto, en verdad creo que nadie —debemos tenerlo muy presente— puede decirnos qué va a suceder después del covid-19, pues estamos ante una situación que se comporta de forma compleja. En estos casos, el pronóstico no es muy claro con relación al futuro. Sabes que de alguna forma estoy aludiendo a una de las principales tareas de la ciencia tradicional, la de pronosticar o intentar anticipar el porvenir. Recordemos que un «problema complejo» presenta tres características generales, tanto por la conjugación de diversos puntos de vista como por la aprehensión de sus dimensiones cognitivas, ética y praxeológica, y también en lo concerniente al tiempo: al pasado, al presente y al futuro.
PJO. Entonces, ¿qué sucede cuando no se observan tales características? Por ejemplo, cuando al dilucidar el problema complejo que nos ocupa, la situación poscovid-19, se establece una dicotomía errónea entre la salud y la economía.
PLSC. Pero el problema a dilucidar no consiste en dar respuesta a esta supuesta dicotomía. Es necesario, además, una consideración crítica del modelo productivo y de desarrollo actual que llevó a desatender en muchos países (no en todos) los sistemas de salud. El deterioro de la salud responde a procesos de destrucción del derecho a la salud desde una concepción que privilegió, por décadas, el negocio de la salud por la vía de su privatización y mercantilización. Así, ha sido el modelo productivo el que llevó a que muchos países eludieran atender como es debido sus sistemas de salud pública. Es en este sentido que digo que ese modelo productivo y de desarrollo debe orientarse hacia otro rumbo, de modo que, intentando superar la coyuntura de miseria e incertidumbre que deja esta pandemia en una parte importante de la sociedad, pueda encaminarse la situación pospandemia hacia un nuevo camino de organización socioeconómica que tenga en cuenta el mejoramiento de los sistemas de salud.
PJO. Pero, agregaría profesor Sotolongo, que hay algunas cosas que podemos anticipar: la ciencia e inclusive el pensamiento complejo nos ayudan a comprender mejor los escenarios futuros dentro de los que pueden tomar curso las mejores decisiones.
PLSC. En efecto, los resultados en uno u otro país dependerán de la manera de lidiar con la pandemia, del efecto gradual de las políticas públicas con relación a los sistemas de salud que posibiliten medidas de prevención y control que ayuden a reducir el número de infectados y de muertes, poniendo así otra vez en evidencia el nexo salud-economía-política-cultura. Quizás algunas de las personas que nos leen piensen que tales nexos son ilusorios y que no hay que preocuparse por ellos y que, por tanto, todos pierden con esta situación pandémica. Para quienes así lo estiman, vaya este «botón de muestra»: la Coca Cola ganó 4,554 millones (sí, millones) en el primer semestre del 2020, en medio de esta pandemia: un 6% más de ganancia que sin pandemia. Y así podríamos rebuscar entre las cifras de muchas otras multinacionales famosas. En el mismo marco, encontramos a la Reserva Federal de los Estados Unidos jugando un rol crucial en la integración de la producción global y de las finanzas internacionales. La intervención de la Reserva Federal en el mercado financiero a mediados de marzo, al inicio de la pandemia en el país, buscó absorber los distintos activos con problemas y así logró detener la debacle en el mercado de acciones. Por consiguiente, en medio de esta pandemia, un reducido grupo de mil millonarios (sí, no millonarios, «multimillonarios», ha aumentado su fortuna en 434,000 millones de dólares. En los primeros puestos se destacan los propietarios de las principales corporaciones tecnológicas. En otras palabras, no todos han perdido en esta pandemia. Esta entidad que acabo de mencionar, la Reserva Federal, es un sistema constituido por 12 reservas federales o bancos regionales ubicados en las principales ciudades de Estados Unidos y un comité de 7 gobernadores (Board of Governors) elegidos por el presidente de esa nación y confirmados por el Senado. O sea, no son elegidos por el voto popular. Cada uno de los bancos regionales funciona como una corporación privada, compuesta, a su vez, por los bancos comerciales de su respectiva región. Actualmente, solo hay cinco gobernadores en actividad que controlan una hoja de balance de 6.9 trillones de dólares. Esto equivale al 28% de los 25.3 trillones de dólares de la deuda del Gobierno norteamericano. La Reserva Federal de Nueva York, la más poderosa de todos los bancos regionales, está constituida por un puñado de megabancos, entre los que se encuentran el JP Morgan Chase, Citigroup, Goldman Sachs y Morgan Stanley. Esta Reserva, a su vez, responde por el 56% del total de la hoja de balance del conjunto de las 12 reservas federales. Esto da una idea de la preponderancia de un puñado de grandes bancos privados sobre el conjunto del sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos.
PJO. Estamos hablando de un poder político y económico excesivo en manos de muy pocas personas que no han sido escogidas por el voto popular o democráticamente, pero sí dentro de un sistema democrático que los legitima tanto automática como implícitamente.
PLSC. Así es. Se trata de una esfera controlada por cinco personas que no han sido elegidas por el voto popular. Este sistema de la Reserva Federal tiene capacidad para crear dinero apretando un botón electrónico. Los ciudadanos de a pie responden con sus impuestos por, prácticamente, la totalidad de las pérdidas en que pueda incurrir este sistema, que es como si habláramos del sistema capitalista en sí mismo. De esta manera, se amplió la brecha entre el precio de las acciones de las cinco grandes corporaciones tecnológicas y el resto de las empresas que conforman el S&P 500. En mayo, las acciones de estas cinco empresas respondían por el 22% de la capitalización de mercado del S&P 500, algo nunca visto hasta ahora. Esto dio lugar a una rápida acumulación de riqueza por parte de un número muy reducido de personas. Pero pensemos en los escenarios posibles poscovid-19, como expresáramos antes. No es posible pronosticar lo que sucederá con la situación poscovid-19. Depende de lo que hagamos o no hagamos ahora. No obstante, es deseable alguna orientación de hacia dónde encaminarnos. Lo más que podemos hacer es describir uno u otro escenario posible: un escenario mejor, a propiciar, y un escenario peor, aunque también posible, que debemos evitar. Y, de hecho, las publicaciones del momento y las redes sociales están llenas de alusiones a tales escenarios. Tantos son que en ocasiones tiene uno que dejar de leerlos por la medida en que agobian. Sin embargo, acá van algunos de esos escenarios, como, en primer lugar, el de unas sociedades estatalizadas —es decir, en las cuales el Estado tiene una presencia notable en sus actividades— y, por lo mismo, apreciablemente centralizadas, orientadas a lo social. Y, en segundo lugar, un escenario de sociedades descentralizadas con abundante presencia de actos de solidaridad humana colectiva.
PJO. ¿Qué podríamos esperar de esta pareja de escenarios que unas veces se nos representan separados y otras traslapados?
PLSC. Esperaría que se plasme más bien una combinación de cada uno de estos dos «escenarios-pareja». Es decir, una combinación de sociedades de un estatismo socialmente orientado con sociedades no estatalizadas solidarias. Sería el escenario-pareja que preferiríamos. O, por el contrario, una combinación de sociedades de un estatismo individualista, con sociedades igualmente individualistas pero descentralizadas. Para mí, este vendría a ser «el peor de los mundos posibles». Pero, con seguridad, algunos de nuestros receptores pensarán distinto a partir de las experiencias sacadas de lo acaecido en esta pandemia. En todo caso, debemos reconocer en primer término que la naturaleza nos está enviando señales de una creciente interacción con los seres humanos (esto que señalamos anteriormente). Debemos, por lo tanto, «hacer caso» a la naturaleza. Cuidar más nuestra interacción con ella y hacerlo con urgencia. No es necesario esperar a la próxima pandemia. Por otra parte, los sistemas de salud han sido descuidados en muchos países. Esto trajo desestabilización a la hora de gestionar el virus. Es bueno señalar que nadie esperaba la magnitud de contagiados y fallecimientos que hemos observado hasta ahora, pero, de haber tenido una mejor atención a la salud, no tendríamos que lamentar tantas muertes. Y atención a los sistemas de salud pública, del «pueblo», de los «ciudadanos de a pie», como suele decirse en nuestros países a la mayoría de las personas trabajadoras de estratos socioeconómicos pobres o muy pobres. Digo esto porque es conocido que los hospitales y clínicas del sistema privado de salud suelen tener mejores equipos, que están fuera del alcance de un alto porcentaje de personas obligadas por la necesidad a usar los servicios públicos de salud. Digo esto también porque es notorio el desigual desempeño de ambos tipos de instituciones de la salud al lidiar con esta pandemia, y no es lo mismo ser parte de los millones de personas que demandan servicios de emergencia bajo las limitaciones del servicio público de salud, que ser parte de la selecta cúpula de demandantes de servicios privados. Ha sido también notoria la falta de higiene a nivel mundial, de donde se concluye que es necesario dar mayor importancia a la limpieza de los espacios públicos en los que coexistimos cotidianamente: las calles, las aceras, los vehículos del transporte público, los comedores públicos, los espacios de recreación, entre otros. También se impone la necesidad de atender con más dedicación la recogida regular de basura y desperdicios. Y, en general, el imperativo de mantener una mejor y más adecuada higiene. Si bien todo tiene una dimensión política, es conveniente no politizar lo que no pertenece a esa dimensión en la salud, con o sin pandemia, como ha ocurrido en más de un país. Desde mi punto de vista, la salud de los pueblos debe ser de suma importancia para todos los Gobiernos. Se debe escuchar atentamente a los países que van saliendo de la pandemia y tomar sus experiencias para hacer análogamente. Se debe enviar jóvenes a esos países para que puedan aprender de cómo lo hicieron.
PJO. Profesor Sotolongo, estoy muy agradecido y seguro de que sus respuestas representarán un valioso aporte para quienes buscan profundizar en la comprensión de la condición humana y social actual. Ver el momento actual como un «cambio de época» sería para muchos una simple metáfora, pero para otros sé que podría constituirse en un punto de apoyo desde el cual mirar los detalles que pueden, inusitadamente, cobrar forma de fenómenos complejos. Y si lo tomamos desde este punto de vista, entonces es posible encontrar en esta noción un componente práctico y movilizador que nos lleve a reflexionar sobre el sentido de la ética imperante en nuestros tiempos y el ejercicio crítico necesario para la reforma. Haciendo síntesis de sus respuestas, creo que es posible interrogar el significado que adquiere el poder para pensar las reformas indispensables de las prácticas políticas que se dan en los distintos órdenes de nuestras vidas, más allá del significado que solemos darle al comprender el poder como un mero dato empírico de la realidad social. Es vital para nuestro tiempo crear la orfebrería científica y filosófica que permita formular las interrogantes que lleven a comprender las propensiones del deseo humano en sus diversas manifestaciones, la forma que este impregna al uso de la técnica y de las tecnologías y cómo estas lo impregnan a su vez, consecuentemente, en la estructura social. En fin, sirva esta breve síntesis solo como un punto de partida para continuar reflexionando, para seguir construyendo a partir de la crítica un mundo posible y mejor para todos y todas. Profesor Sotolongo, espero que encontremos pronto otra oportunidad como esta. Muchas gracias.
Pedro Luis Sotolongo Codina es doctor en Filosofía. Fundador, investigador titular y presidente de la Cátedra de Complejidad de la Universidad de La Habana (2001-2008). Organizador de los Seminarios Bienales Internacionales de Complejidad de La Habana (2002, 2004, 2006 y 2008), así como de los Talleres Cubanos Bienales de Complejidad (2003, 2005 y 2007). Profesor invitado del Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales de República Dominicana, donde es coordinador pro tempore del «Capítulo Complejidad-RD». Ha formado en Pensamiento y Ciencias de la Complejidad a diversos grupos de profesionales de varios países de Centro y Sudamérica. Posee las órdenes J. T. Roig (por 25 años ininterrumpidos en el sector de la ciencia en Cuba) y C. J. Finlay, la más alta distinción concedida a científicos cubanos por su obra de vida.
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