El desarrollo de la nanotecnología ha impactado en diversos campos que van desde la ciencia médica hasta las relaciones entre individuos. En la última década la comunicación a través de aparatos de telefonía móvil ha tenido grandes repercusiones. Hoy en día incluso existe la idea generalizada de que las nuevas generaciones están privilegiando la interacción mediática sobre las relaciones cara a cara. Ello tiene dimensiones todavía desconocidas, y se han abierto nuevos campos de investigación para las ciencias sociales y la cibernética.
Los dispositivos electrónicos que llamamos teléfonos celulares o móviles son aparatos complejos que pueden realizar muchas operaciones. Conversar, escribir, visualizar y enviar mensajes son las principales acciones que se realizan con ellos. Pero, además, permiten la captura de imágenes fijas o en movimiento y su envío a diferentes plataformas, llamadas genéricamente redes sociales. En la práctica esto ha significado que cada usuario se ha transformado en un emisor de mensajes multitextuales. En un paseo rápido por dichas redes sociales, se aprecia que las preferencias de los usuarios en cuanto a imágenes van desde los autorretratos o selfies, las celebraciones familiares, los paisajes relacionados con viajes, la imaginería religiosa, las mascotas y la comida. Las imágenes de comida, a su vez, pueden ir desde el simple registro de la convivencia social en torno a la mesa, hasta el primer plano de un plato de alta cocina.
El auge de la gastronomía en los medios de comunicación a nivel mundial y las relaciones entre culinaria y redes sociales han producido un fenómeno de doble impacto a gran escala. Por un lado, la culinaria estimula a los usuarios, y por otro, cocineros y restaurantes constantemente están subiendo información a las plataformas electrónicas. Hoy en día cualquier establecimiento que se precie tiene una gestión dinámica de redes sociales, donde la imagen por excelencia es la del plato terminado a punto de servir o degustar. En este artículo pasaremos revista a las implicaciones estéticas que están detrás de la imagen de un plato de comida y tocaremos algunas de las dimensiones que ha adquirido este fenómeno social, tratando de descifrar algunas de sus claves.
Desde la perspectiva de las ciencias sociales, lo primero que salta a la vista en esta relación entre tecnología y consumidores es la propiedad de los medios tecnológicos. Las plataformas digitales a través de las cuales se establece la relación interactiva son propiedad de grandes consorcios que se sostienen sobre enormes inversiones en equipamiento electrónico sofisticado, capaces de soportar un altísimo tráfico de datos. Si bien casi todas nacieron como emprendimientos de personas jóvenes con una buena idea, hoy son compañías que cotizan en bolsa de valores y generan millones de dólares en beneficios, si atendemos a los periódicos reportes que esas empresas ponen en circulación. Entre ellas están Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest, posiblemente las más activas en esta zona del planeta. Por su parte, los fabricantes de dispositivos móviles no son muchos y también están en manos de grandes corporaciones como Apple, Samsung, LG, Nokia, Blackberry, Sony, entre otras.
Pero un tercero hace viable la relación entre móviles y redes sociales, el sector de las telecomunicaciones, específicamente las empresas de telefonía celular. Redes, telefonía y fabricantes de móviles se apoyan y potencian generando ingresos más que elevados. Esta relación industrial marca una de las características del presente siglo. Otra faceta que une al tipo de empresas señaladas es la promoción de sus servicios a muy bajo costo, cuando no de modo aparentemente gratuito. En verdad, el usuario paga un alto precio, ya que, además del servicio, proporciona acceso a sus datos, tras los cuales van estos grandes complejos, ya que el verdadero negocio no está en los aparatos o dispositivos, sino en los contratos de telefonía o datos y en el manejo de la información que genera el tráfico. También es relevante la potencialidad de llegar a cada usuario con publicidad y ofertas de servicios de todo tipo, basados en la información que el propio usuario proporciona, las más de las veces sin saberlo.
Para que un usuario envíe una imagen de un plato de comida desde su casa o desde un restaurante a las redes sociales, se necesitan entonces tres elementos de tipo económico: teléfono celular, un contrato o servicio de telefonía y una cuenta en alguna red social.
La culinaria actual está fuertemente influenciada por las artes plásticas y su estética de la imagen. En especial, la pintura contemporánea ha sido fuente de inspiración para los cocineros de las llamadas nuevas cocinas, surgidas en Europa hacia fines de los años 50 del siglo pasado, donde los principios de la imagen pictórica y fotográfica empiezan a influir en el emplatado. Es en esa época cuando la fotografía se masifica y, con ella, los elementos de la composición visual van extendiéndose paulatinamente. Hoy en día se asumen con naturalidad las proporciones de las pantallas de los teléfonos móviles y dispositivos audiovisuales, pero no siempre fue así. Las proporciones del encuadre han evolucionado a lo largo de la historia. Es durante la Edad Media cuando la pintura se desplaza desde las paredes de las iglesias y palacios a un formato más reducido, y en el Renacimiento el cuadro adquiere ciertas dimensiones y proporciones que hasta hoy más o menos se mantienen. Posteriormente, el desarrollo de la fotografía y el cine propició una nueva etapa en la era industrial. Durante la década del 60 se genera la estandarización de los formatos. Así, luego de años de batallas comerciales y varias escaramuzas en torno a patentes y derechos, la proporción 4/3 en el encuadre se asume para la fotografía, el cine y también la televisión. No fue un proceso sencillo; por ejemplo, los formatos utilizados por los rusos soviéticos y sus aliados eran diferentes, y hasta hace relativamente poco tiempo era un problema para los festivales de cine de América proyectar copias de películas rusas y cubanas, entre otras.
Pero faltaba otra etapa de desarrollo, y hacia 1990 la industria electrónica, previendo los alcances de la digitalización de todo lo proyectable y transmitible, emplea una proporción de 16/9 para las nuevas pantallas. Esto finalmente se transfiere a las pantallas de los teléfonos móviles a inicios de este siglo. Más allá de las cuestiones meramente técnicas de la industria, para el arte lo importante son dos cosas. En primer lugar, no es lo mismo componer una imagen para un encuadre de 4/3 que para uno de 16/9. En segundo lugar, dada la globalidad de las operaciones multimedia a través de los teléfonos móviles, podemos afirmar que caminamos hacia una estandarización en la forma de ver el mundo. De hecho, ya no es raro encontrar en periódicos on line videos hechos por aficionados con sus teléfonos móviles, ya no solo en posición horizontal sino también vertical, lo cual evidencia un nuevo cambio en la estética de la imagen.
Otro aspecto tecnológico que ha evolucionado e impactado en las formas de generación de imágenes es el progresivo desarrollo de la capacidad de resolución de la imagen. Antes de la digitalización, la tecnología fotográfica funcionaba, grosso modo, de la siguiente manera: mientras más grande era el área a imprimir por luz, mayor era la resolución o calidad de la imagen. Si bien en los inicios de la era digital mientras más grande era el chip, mayor era la resolución, ahora esto ha evolucionado gracias a la nanotecnología. Los nuevos modelos de aparatos móviles vienen con cámaras, ópticas y sensores de alta calidad que permiten capturar imágenes cada vez mejores. Si bien no pueden compararse con lo que logra una cámara de fotografía profesional, de cine o de video, los usuarios disponen hoy en día de tecnologías sofisticadas, literalmente en la palma de la mano.
A mediados de los años 80 en las ciencias sociales se empieza a introducir el concepto de democratización de los medios de comunicación a partir de la aparición del video en formato VHS, que permitía grabar, editar y copiar de manera similar a la televisión. En nuestro continente la emisión de contenidos «alternativos» a la comunicación oficial de las dictaduras latinoamericanas jugó un rol importante en la recuperación de la democracia. En Brasil, Argentina y Chile la televisión alternativa logró crear espacios de opinión diferentes. Más tarde, y ya institucionalizada la economía de mercado en el continente, se introducen masivamente aparatos de televisión y dispositivos electrónicos de variado uso que generan una nueva dinámica. En los años 90 todo indicaba que caminábamos hacia una integración multimedia que tendría como base el televisor en la sala del hogar. No obstante, llegado el fin de siglo, la integración multimedia se desplazó desde el gran aparato de televisión al dispositivo móvil. Ello ha significado, además de lo ya indicado, una verdadera democratización de los medios electrónicos de comunicación. No en vano los regímenes totalitarios tienden a limitar y censurar abiertamente internet y las redes sociales. El poder de la comunicación en las manos de ciudadanos informados es un verdadero peligro para las dictaduras de cualquier signo.
La imagen de la culinaria también ha evolucionado. Desde los cuadros tipo bodegón de los pintores maestros del claroscuro hasta el plato de un restaurante tres estrellas Michelín hay un verdadero salto cuántico. En todo ese período, en términos de contenido en el encuadre, se ha ido reduciendo paulatinamente la escena. En la pintura la evolución ha sido desde la abundancia al minimalismo. De los murales con orgías de los palacios de Roma, se pasó a las escenas de banquetes medievales. Más tarde fue representativa la imagen alegórica de la cornucopia en cuadros renacentistas como los de Rubens, hasta llegar a la lata de sopa Campbells de Andy Warhol. Un poco más cerca en el tiempo, algo similar ocurrió en el mundo de la fotografía: se ha transitado desde la mesa del banquete de hotel con muchas fuentes, platos y copas de los años 50, hasta el primer plano de un plato de alta cocina, diseñado hasta su más mínimo detalle. En este período, además, ocurre otro fenómeno industrial: la estandarización y promoción de la cocina precocinada o congelada, la cual surge en medio de las sociedades urbanas que demandaban mayor atención al trabajo, en desmedro de una alimentación saludable. Cinco décadas después, la humanidad vive las consecuencias sanitarias de una alimentación con aditivos de todo tipo.
Durante esa etapa de industrialización de la comida surge un concepto ligado a la publicidad, nos referimos al estilismo de platos o food styling, en inglés. Para ofertar cualquier comida a través de los medios de comunicación es necesario crear imágenes que transmitan sensaciones relacionadas con el gusto y el olfato. Por ello, en la construcción de una imagen publicitaria de un alimento se utilizan variadas técnicas para provocar la sensación de realidad. Una imagen bien hecha debe estimular a nivel neurológico y disparar las ondas electromagnéticas que generan la salivación y el apetito. Para lograrlo se requiere de un tipo de profesional especializado, el estilista de platos, que habitualmente proviene del mundo de la fotografía publicitaria, y a veces de la cocina o de una combinación de ambos.
Si bien es cierto que hoy existen fotógrafos y estilistas de la imagen que prefieren trabajar con elementos reales, la mayoría de los anuncios que vemos en las carreteras, en las revistas, en el cine, en la televisión y ahora en internet, no son posibles sin alterar la realidad.
Algunos de los trucos más conocidos son el uso de químicos para generar vapor, la adición de líquidos o siropes para simular frescura, la pintura de las carnes con colorantes para hacerlas más apetecibles, cubos de hielo falsos y aditivos para refrescos con más burbujas de las que realmente tienen; también, helados hechos de pasta plástica o puré de papas para que no se derritan durante la sesión fotográfica. Estamos hablando entonces de una estética para el consumo, una especie de relato fantástico que guarda características similares a las de la pornografía y la ciencia ficción cinematográfica. Lo relevante para este artículo es que muchos usuarios intentan reproducir con sus aparatos móviles aquello que está hecho por profesionales, sin saber que muchas imágenes publicitarias de alimentos y platos son montajes de ficción.
Mientras la mayoría de los mercados decrece ante las últimas crisis económicas, el sector de alimentos y bebidas crece a tasas porcentuales sostenidas que rondan el 5% anual. Las previsiones son que seguirá en alza hasta el año 2020. La zona Caribe-Centroamérica es una de las regiones con uso más intenso y constante de redes sociales, lo cual ha cambiado el panorama de la inversión publicitaria, entre otras cosas. Hoy en día los medios tradicionales están siendo afectados notoriamente por la dinámica entre empresas, agencias, redes sociales y consumidores. Se estima que al menos un 32% de la inversión se ha dirigido hacia los nuevos medios y las redes sociales. La tendencia es hacia la creación de comunidades en torno a productos y servicios. Así, las empresas tratan de suscitar fidelidad a través de la generación de mensajes horizontales entre consumidores.
La verticalidad de la antigua publicidad, donde unos ejecutivos pedían a unos creativos la creación de mensajes que se enviaban a través de los medios masivos de comunicación, está haciendo crisis. Por otro lado, la tendencia hacia una alimentación más saludable se apoya firmemente en las redes sociales y no pasa día en que no lleguen a nuestros móviles mensajes y campañas relacionadas con los cambios de hábitos en el consumo de productos. Desde el veganismo hasta las vedas de mariscos son hoy tema habitual en la red. De acuerdo a algunas encuestas de mercado, la relación entre nuevas tecnologías y comida tiene varias facetas. Según AdWeek, un 89% de sus encuestados busca recetas en internet. Un 29% de los usuarios de redes sociales comparte fotografías de su comida. Un 32% se acompaña de las redes sociales a la hora de comer solo. Pero más allá de los resultados de las encuestas, que pueden variar por diversas razones, las marcas de productos y servicios alimenticios van detrás de consumidores que valoran más la información espontánea o cercana de sus pares que la publicidad oficial. El boca a oído es relevante en este mercado.
Cierto es que las tecnologías han avanzado y que los dispositivos han bajado de precio, como dijimos al comienzo de este artículo, pero no todo el mundo tiene acceso a un Smartphone o teléfono inteligente con una buena cámara de fotografía. Si a ello sumamos que solo algunos pueden disfrutar de manera habitual del mundo de los restaurantes y que son menos los que pueden o saben preparar un plato visualmente atractivo en su casa, llegamos rápidamente a la conclusión de que es una élite la que está haciendo uso de las redes sociales con fines estético-culinarios. Hasta hace algunos años la ceremonia del almuerzo o de la cena tenía como centro la comida y sus modos de preparación. Las personas hablaban en torno a la mesa acerca de lo degustado y de otras experiencias similares, y los más aficionados a la cocina hacían alusión a las recetas familiares, a las que podían haber visto en programas de televisión o leído en un periódico. Hoy en día se ha agregado el interés por comunicar lo que se está degustando a través de las redes sociales. Los comensales también buscan referencias acerca de productos, chefs conocidos o recetas. Vivir «la experiencia» es lo que hoy suena en boca de los aficionados a la comida y las redes sociales. Y, por supuesto, transmitir esa experiencia con imágenes y palabras propias es el summum. Pero ¿cuáles son las razones que llevan a las personas a fotografiar alimentos y enviarlos al espacio virtual? Pueden encontrarse varias, según sea la óptica desde la cual se analice el fenómeno del comer y sus extensiones posmodernas. Trataremos aquí de construir algunas categorías. Porque soy fan de la comida: Miles son los llamados «foodies», adjetivo con el que se intenta definir a quien tiene preferencias por degustar de todo un poco y comunicarlo a través de las redes. El fanático de la comida suele no tener sus criterios definidos ni tampoco un buen paladar; para la mayoría toda comida retratada es buena y recomendable. No debe confundirse con los blogueros o periodistas especializados en culinaria, que también existen gracias a las nuevas tecnologías. Porque quiero provocar emociones: Algunos de los bloggers especializados en culinaria, personas interesadas en comunicar a sus seguidores sus pensamientos y opiniones, se inclinan por la provocación de emociones. Una fotografía debería ser capaz de producir –por sí misma– sensaciones a favor o en contra. Se trata entonces de generar empatía con la mirada del bloguero(a). Quien publica desde este punto de vista quiere que, al transmitir sus gustos, lo recuerden y que asocien su comentario a las emociones transmitidas.
Es vital entonces el punto de vista personalizado. Porque soy un profesional: Algunas personas lo hacen por razones profesionales. Los que pertenecen al mundo de la cocina, los restaurantes, la hotelería y el turismo han encontrado en las redes sociales grandes aliados para dar a conocer su trabajo. Aquí se encuentran también los periodistas especializados que quieren promover determinados productos o servicios; también los críticos gastronómicos que intentan generar opinión acerca de cocineros, productos y restaurantes. Por supuesto, los fotógrafos especializados también pertenecen a este grupo. Por estatus social: También está quien se deja llevar por la tecnología y sus tendencias de moda. Sus pares lo hacen, así que él o ella, también. Puede que de cocina o de comida no sepa absolutamente nada, pero si tiene un teléfono inteligente lo hará por razones de pertenencia a un determinado grupo social. A modo de síntesis podemos concluir que la culinaria seguirá siendo tendencia en las redes sociales en la medida que expresa experiencias en esferas sociales a las que se quiere pertenecer. El fenómeno de lo «aspiracional» también se refleja en la relación entre cocina y medios. Pero también es un discurso estético multitextual que tiene sus propias claves. Composición, color, encuadre, historia del arte, pueden encontrarse en la fotografía de un plato bien montado. Si tomamos en cuenta que la alta cocina es consecuencia de la civilización y que la calidad de su alimentación refleja la cultura de un pueblo, podremos ver en esas imágenes aparentemente banales de un plato de comida indicios de su forma de ser y la impronta de su espíritu.
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