El uso del Internet y otras vías de comunicación electrónica forman parte de la cotidianidad contemporánea. Un gran porcentaje de personas en el mundo utiliza la Red, tanto en naciones desarrolladas como en países en vías de desarrollo. Por ejemplo, de acuerdo al portal www.internetworldstats.com, tienen una base de usuarios significativa países como Alemania (83%), Estados Unidos (78.6%), República Dominicana (45.6%) y Taiwán (75.4%), por mencionar algunos. Las redes sociales como Facebook, Google+ y Twitter han contribuido a la popularización de Internet como fuente de entretenimiento y conexión social. En el caso de Facebook, la proporción de usuarios de esta red social es reveladora: fluctúa entre uno y dos por cada cuatro habitantes (por ejemplo, 31.2% en Alemania, 52.9% en Estados Unidos, 27.4% en la República Dominicana y 57% en Taiwán).
Por su parte, los teléfonos celulares tienen un número extraordinario de usuarios. Tal es la adopción de dicha tecnología que en países como Panamá, Italia, Brasil, África del Sur, Francia y Corea del Sur existen más teléfonos celulares activos que habitantes. Considerando las ventajas que ofrecen Internet, los teléfonos celulares y otras formas de comunicación electrónica (como el acceso inmediato a contenido y a personas en todo el mundo), no debe sorprender la rápida tasa de adopción de estos servicios. Sin embargo, al igual que con otras innovaciones, los medios electrónicos pueden utilizarse para beneficio o perjuicio de la sociedad. Una desventaja de Internet y de los medios electrónicos que experimentan con frecuencia estados psicológicos negativos, que van desde problemas relativamente simples como un incremento en los niveles de ansiedad, hasta dificultades más complejas como pensamientos suicidas recurrentes.
¿Qué es el cyber-bullying? Robin Kowalski, profesora investigadora de la Universidad de Clemson y experta en el tema, lo define como: «agresión que es intencional y repetidamente perpetrada en contextos electrónicos (incluyendo correo electrónico, mensajes de textos, chat rooms, redes sociales, etc.), en contra de personas que no pueden defenderse a sí mismas con facilidad» (por ejemplo, por falta de conocimiento de la identidad de los perpetradores). Se trata de un fenómeno complejo, puesto que ocurre a través de múltiples medios electrónicos y se manifiesta de distintas formas. Una taxonomía útil, propuesta por la escritora Nancy Willard, clasifica estos actos en varios tipos: a) acoso (harassment), o envío repetitivo de mensajes ofensivos o amenazantes; b) engaño (trickery), o solicitud de información privada que luego se comparte públicamente sin consentimiento del dueño; c) suplantación (impersonation), o apropiación, sin autorización, de la cuenta de correo o red social de un individuo para enviar contenido negativo; d) denigración (denigration), o publicación (por ejemplo, en blogs) de información despectiva y falsa sobre otros individuos, y e) sexting, o divulgación sin consentimiento de fotos de otros individuos desnudos.
áctica? Existe relativamente poca documentación acerca de la frecuencia con la que las personas son perpetradoras o víctimas de ella. Sin embargo, debido a reportes recientes de casos extremos (como el suicidio de adolescentes), estos actos de agresión virtual han acaparado mayor atención en los últimos años. En el 2004 el portal educativo www. isafe.org realizó una entrevista con 1,500 niños (entre los niveles educativos de cuarto a octavo de primaria) en los Estados Unidos. Los resultados indicaron que el 42% de los entrevistados había sido ofendido por otros individuos al menos una vez mientras interactuaba a través de Internet, pese a que solo el 25% había sido víctima en más de una ocasión. Por su parte, el Centro de Investigación de Cyber-bullying de los Estados Unidos ofrece cifras similares: el 34.6% de los niños entrevistados en el 2014 confesó haber sido víctima de cyber-bullying en alguna etapa de su vida. Y la agencia británica de asistencia infantil Childline indicó en su informe del año 2013 que 4,500 niños contactaron a sus orientadores para notificar ataques personales a través de redes sociales, chat rooms y teléfonos celulares –un incremento de 87% comparado con la cantidad de niños ingleses que reportaron ataques virtuales durante el año anterior–. En los países de Latinoamérica las cifras también son comparables a los datos de las agencias inglesas y estadounidenses. Por ejemplo, la compañía de seguridad virtual Eset realizó en su portal latinoamericano una encuesta según la cual el 30.7% de los encuestados afirmó haber sido víctima de agresión virtual, y la mayoría de sus usuarios (82.7%) reportó haber recibido ofensas a través de redes sociales como Facebook, Twitter, y Google+. Según estas encuestas internacionales, aproximadamente uno de cada tres usuarios de servicios en línea ha experimentado algún acto de agresión virtual
El estudio y prevención del cyber-bullying es fundamental, ya que tanto el perpetrador como la víctima han sido asociados con comportamientos y estados mentales perjudiciales. Recientemente, la profesora investigadora Kowalski y sus colegas realizaron un metaanálisis evaluando 131 estudios académicos para determinar los factores relacionados con el cyber-bullying. De acuerdo al estudio, los individuos que notifican ser víctimas de agresión electrónica con frecuencia también tienen altos niveles de estrés, pensamientos suicidas, depresión, ansiedad o soledad. En menor medida, las víctimas frecuentes también consumen drogas o alcohol, y experimentan una reducción de su autoestima y de la satisfacción con su vida. Por otro lado, los que se identifican como perpetradores frecuentes tienden a reportar niveles intermedios de consumo de alcohol y drogas, y, en menor medida, manifiestan baja satisfacción con su vida y baja autoestima, así como estados de ansiedad y depresión.
De acuerdo a estudios recientes, existen factores que están asociados regularmente con una mayor probabilidad de verse involucrado en algún acto de agresión electrónica. Por ejemplo, según Kowalski, hay un conjunto de características que forman parte del perfil psicológico del perpetrador o de la víctima de cyber-bullying. Respecto a los perpetradores potenciales, las personas que cometen actos de agresión cara a cara consideran que comportarse agresivamente es apropiado y aceptable, se consideran a sí mismas narcisistas y se enfadan con frecuencia. También quienes pasan mucho tiempo en Internet son especialmente proclives a cometer estos actos. Asombrosamente, uno de los factores que está asociado a perpetrarlos es el haber experimentado un ataque de esa naturaleza. Es posible explicar esta última asociación mediante una de las ventajas que ofrece la comunicación electrónica frente a la interacción cara a cara. Mientras que una persona ofendida cara a cara debe preocuparse por factores como posibles diferencias de tamaño entre víctima y perpetrador, estos elementos pierden importancia utilizando medios como Internet. Por tanto, un individuo que es víctima en un ambiente virtual tiene potencialmente mayor posibilidad de reciprocar una agresión sin experimentar el tipo de consecuencias que conllevan las confrontaciones cara a cara. Respecto a las víctimas, la probabilidad aumenta si la persona ya es víctima de ataques cara a cara, si pasa mucho tiempo en Internet, y si demuestra con frecuencia enfado, ansiedad social o hiperactividad, entre otros.
El anonimato en el mundo virtual Como fue descrito anteriormente, estos actos pueden ocurrir a partir de correos electrónicos, páginas web, blogs, redes sociales y mensajes de texto. A diferencia de los comportamientos agresivos que se cometen cara a cara, los perpetradores de cyber-bullying se benefician de las propiedades únicas de las comunicaciones electrónicas. Una de estas es el anonimato. Cuando una persona es identificada y reconocida como perpetradora de actos agresivos cara a cara, puede evitarse el contacto con ella (por ejemplo, dejando de visitar los lugares que esta persona frecuenta). Gracias a la facilidad con la que se crean cuentas falsas de correos electrónicos o perfiles en redes sociales, los perpetradores pueden agredir a sus víctimas sin preocuparse por ser identificados, y por tanto evitados.
Un mecanismo psicológico que está relacionado con el anonimato, y que ejerce influencia en los actos de cyber-bullying se denomina «deindividuación». Mientras el proceso de «individuación» se refiere al autoconocimiento, el proceso de «de-individuación» sugiere una reducción de la autoobservación, ya sea debido a que se forma parte de un grupo o porque el ambiente permite esconder la identidad y permanecer en el anonimato. De acuerdo al profesor investigador Philip Zimbardo, de la Universidad de Stanford, cuando la identidad de las personas está protegida (por ejemplo, al formar parte del colectivo, o mediante otras formas de anonimato), su preocupación por ser evaluados disminuye drásticamente. Esta reducción desinhibe los controles mentales que pudieran surgir, derivados de la culpa, la vergüenza, el miedo o el compromiso social. A su vez, esto motiva a los individuos a comportarse de forma antisocial, lo que nunca harían en caso de que sus identidades no estuviesen protegidas. Debido a la facilidad con la que Internet y otros medios de comunicación permiten a sus usuarios permanecer en el anonimato, el comportamiento ofensivo y agresivo no conlleva los mismos riesgos que la interacción cara a cara (por ejemplo, el ser juzgado negativamente por las personas que presencian el acto de agresión).
Otra característica importante, desde una perspectiva psicológica, es la falta de reactividad emocional de las comunicaciones electrónicas. Cuando se conversa cara a cara, las personas tienden a incorporar de manera inconsciente el lenguaje no verbal para expresar emoción. Este lenguaje es útil, porque usualmente indica al emisor si su mensaje ha sido ofensivo (y, dependiendo de su intención, efectivo). Este tipo de señales no verbales (como fruncir el ceño) puede crear suficiente empatía o satisfacción en el perpetrador para hacer que este interrumpa su conducta agresiva. Sin embargo, en las comunicaciones electrónicas esta retroalimentación emocional no está presente, reduciéndose la probabilidad de que la agresión culmine.
Además de las propiedades de relevancia psicológica ya descritas, los medios electrónicos ofrecen las siguientes ventajas para los actos de agresión: accesibilidad, reproductibilidad y permanencia relativa. Respecto a la primera ventaja, un perpetrador solo puede agredir cara a cara cuando se encuentra en el mismo lugar que la potencial víctima. En contraste, los medios electrónicos ofrecen disponibilidad 24 horas al día, y siete días a la semana. Por tanto, la probabilidad de agredir a otros individuos aumenta significativamente. Respecto a la reproductibilidad, la ventaja frente a la interacción cara a cara es que se puede compartir electrónicamente información ofensiva sobre una víctima con decenas, cientos o miles de personas, presionando un botón. Esto permite que los actos de agresión virtual se propaguen rápida y repetidamente. Por último, la información que se transmite electrónicamente tiende a poseer mayor permanencia. Es decir, cuando se publica un mensaje (por ejemplo, en un blog o en el mural de una red social), este permanece visible hasta que sea eliminado. Por tanto, la ofensa es observada no solo por quienes estaban presentes en el momento en que tuvo lugar, sino por otros individuos, y puede durar días, meses y años después de su publicación. Cada una de estas características de las comunicaciones electrónicas puede explicar por qué los actos de cyber-bullying se están incrementando.
Medidas para reducir el cyber-bullying El tema es relativamente difícil de abordar, puesto que los actos de agresión electrónica pueden ocurrir de forma variada, y a través de varios medios de comunicación. Ante la complejidad del tema, no hay fórmulas universales que puedan aplicarse a cada uno de los escenarios posibles. Sin embargo, existen recomendaciones que, a nivel general, pueden contribuir con la prevención de este fenómeno. De acuerdo al metaanálisis realizado por Kowalski y colegas, hay destrezas sociocognitivas y factores contextuales que están asociados con la probabilidad de que sucedan estos actos. Estos elementos pueden desmotivar al perpetrador o proteger a potenciales víctimas. Entre las destrezas sociocognitivas que influyen en los potenciales perpetradores está el nivel de empatía que puedan sentir por sus víctimas. Mientras mayor sea la capacidad de un individuo de situarse en el lugar de otros, menor es su probabilidad de que cometa cyberbullying. Respecto a las destrezas que benefician a las potenciales víctimas está el qué tan apoyadas socialmente se sientan. Específicamente, cuanto más apoyado se siente un individuo, menor es la probabilidad de que se convierta en el receptor de una agresión virtual repetida. Basándose en estos dos elementos, sería posible diseñar intervenciones psicológicas cuyo objetivo sea, por un lado, crear un mayor sentimiento de empatía, y por otro, un mayor sentimiento de apoyo social.
Las destrezas específicas de un individuo no son el único factor que puede propiciar estas conductas. También pueden contribuir positivamente los factores contextuales, como el clima organizacional (por ejemplo, en las escuelas) y la supervisión parental. En este contexto, el clima organizacional se refiere a las cualidades positivas mostradas por el personal de una institución. De acuerdo a las investigaciones académicas realizadas con estudiantes en los Estados Unidos, los individuos que describen al personal de su escuela como justo, respetuoso y amable tienden a sufrir con menor frecuencia actos de agresión virtual. En el caso de la supervisión parental, esta puede manifestarse de varias formas: preguntando activamente a sus hijos sobre los portales que visitan en Internet, e imponiendo límites razonables al tiempo que pasan estos navegando y mostrando una actitud de apertura. Por otro lado, es importante no culpar a los hijos que han sido víctimas de un acto de agresión virtual ni amenazarlos con quitarles los privilegios de utilizar dicha tecnología. Este último punto es vital, puesto que los victimarios pudieran dejar de informar a sus padres de cualquier acto de agresión por temor a perder el acceso a la Red. En fin, cuanto más involucrados estén los padres en el uso de tecnología de los hijos, menor es la probabilidad de que estos perpetren o sean víctimas de actos de agresión virtual.
Otras recomendaciones más generales también pueden ser de utilidad, tanto para padres y profesores que buscan educar a sus hijos y estudiantes como para los adultos que desean prevenir actos de agresión electrónica. Por ejemplo, nunca se deben compartir claves personales con otras personas, ni apuntarlas en lugares a los que otros puedan acceder. Una medida relacionada con la anterior es no compartir a través de Internet mensajes del teléfono celular u otros medios electrónicos cualquier ítem o información que no se desee que llegue al público en general (como las fotos sensuales). Al usar los medios de comunicación electrónica, siempre existe la posibilidad de que individuos desconocidos puedan suplantar la identidad de otros (por ejemplo, obteniendo sin consentimiento su clave personal). Por tanto, la forma más segura de evitar que la información confidencial caiga en las manos incorrectas es no compartirla mediante esas vías. Otra recomendación es educarse sobre los distintos métodos de bloquear a los perpetradores de actos agresivos. La mayoría de los servicios virtuales, incluidos los correos electrónicos, las redes sociales y los mensajes a través de teléfonos celulares, permiten al usuario bloquear el contacto con otros usuarios. Si el método tradicional de bloqueo no resulta efectivo (por ejemplo, a causa de un agresor insistente), es aconsejable tomar medidas extremas como adquirir un nuevo número de teléfono celular o una nueva cuenta de correo electrónico.
En esta era tecnológica, tanto el acceso como la transmisión de información han avanzado de manera extraordinaria. Los distintos medios electrónicos han sido adoptados con los brazos abiertos por la mayoría de las naciones del mundo. Y esta integración de las comunicaciones electrónicas en la cotidianidad ha producido un sinnúmero de beneficios para la sociedad. Por ejemplo, las transacciones sociales que en su momento requerían de una interacción cara a cara han sido sustituidas por sesiones de comunicación virtual. En este siglo ya es común cerrar acuerdos de negocios con agentes internacionales, comunicarse con seres queridos sin importar la distancia física, y adquirir todo tipo de habilidades a partir de videos y manuales en línea. Sin embargo, así como cada vez más personas utilizan Internet y otros medios para fines educativos, recreativos y de negocios, también aumenta el número de individuos que recurren a ellos para descargar sus frustraciones. El fenómeno de cyber-bullying o agresión electrónica es producto de esa adopción tecnológica.
En este artículo se han abordado los posibles motivadores, los mecanismos psicológicos y las medidas que pueden contribuir con la comprensión y prevención de este fenómeno. Entre las iniciativas futuras que pudieran tener un impacto positivo se encuentran la realización de más estudios en distintos países del mundo y la organización de campañas educativas que permitan prevenir actos de agresión electrónica, antes de que estos se conviertan en un problema inmanejable.
Bolívar Reyes Jáquez es candidato a doctor en Psicología del Desarrollo en la Universidad de Texas, en Austin. Ha publicado artículos sobre desarrollo sociocognitivo infantil en diversas revistas académicas de prestigio internacional. Ha presentado resultados de sus investigaciones en conferencias realizadas en los Estados Unidos, Canadá y Alemania. Obtuvo una beca Fulbright del Departamento de Estado de los Estados Unidos para realizar investigaciones académicas en el transcurso de su doctorado.
Bibliografía
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