En la “era virtual”, las nuevas relaciones mundiales han develado la complejidad creciente de la sociedad global. Así, fenómenos contradictorios conviven en interacción dialéctica, generando realidades impredecibles: al tiempo que surgen oportunidades, se profundizan brechas y dicotomías. Esta realidad hace del presente un espacio de retos e incertidumbres. La equidad –en todos los órdenes– sigue siendo el mayor desafío. Hoy, descifrar nuevas secuencias para el desarrollo humano, de la sociedad y de sus organizaciones, es objeto de estudio impostergable de las Ciencias. El desarrollo social está condicionado por la satisfacción de las necesidades humanas en un contexto de carácter sostenible. En lo particular, este desarrollo va a depender del grado de oportunidades, competencia y libertad de cada ser humano para transformar sus circunstancias (Amartya Sen, 2000), construir una nueva realidad que satisfaga sus necesidades y compartir ese conocimiento con otras personas y comunidades.
Para esto, el hombre toma la cultura 1 como medio, a fin de operar desde ella, sobre ella y en ella, construyéndola y construyéndose. Trasmitir, resguardar y desarrollar ese saber universal, catalizador principal del desarrollo, es misión fundamental de la Universidad. Como fenómeno social, esta organización reproduce los sistemas complejos de la sociedad, caracterizados por ser sistemas abiertos. Está compuesta por múltiples elementos objetivos y subjetivos, que al combinarse en forma intencional o aleatoria, definen su naturaleza. Al mismo tiempo, está sometida a la influencia constante de las necesidades sociales y a la dinámica propia del mundo contemporáneo. Desde la perspectiva de la Complejidad 2, esta reflexión pretende una aproximación propositiva a los fenómenos sociales en general y a la Universidad en particular, analizando sus procesos intrínsecos de evolución, su interacción con el entorno, así como su impacto actual y potencial en el desarrollo humano.
La complejidad: una nueva visión
Para comprender y transformar la multidimensionalidad de la realidad universitaria, resulta útil interpretarla a partir de paradigmas inherentes a los sistemas complejos y el caos 3 que los acompaña. Investigaciones como las de Ilya Prigogine –Premio Nóbel 1977– propician un marco teórico para este análisis. Estos estudios han develado que el mundo del determinismo es tan común como el mundo del indeterminismo. La inestabilidad reina en la naturaleza y en la sociedad como referente de su estabilidad. Caos y homeostasis, entropía y autopoiesis, son factores transversales al desarrollo de los sistemas naturales y sociales, a sus procesos y organizaciones. La Universidad, en tanto sistema social, comparte similares características, condicionantes y dinámicas (Portuondo, 2003). De acuerdo al segundo principio de la termodinámica, en todo sistema aislado –donde no entra ni sale materia ni energía– la entropía5 tiende a un máximo, hasta alcanzar el equilibrio termodinámico 6. Sin embargo, en el Universo, sistemas heterogéneos sobreviven, conviven y se desarrollan. ¿Qué hace factible trascender el juego de la entropía? Hay sistemas capaces de auto-organizarse, manteniéndose alejados del equilibrio termodinámico: las estructuras biológicas, sociales y psicológicas. Esto es posible porque no son estructuras aisladas, son sistemas abiertos que se desarrollan gracias a su constante intercambio con el medio.
El ser humano, la sociedad y sus organizaciones se comportan como sistemas abiertos: mantienen intercambio de materia, energía e información con el entorno, construyendo permanentemente sistemas de comunicación basados en redes. Prigogine y Stengers explican el proceso de autoorganización: en circunstancias particulares, ocurre una leve excitación en la estructura y organización del sistema, la cual se amplifica, originando una gran 76 fluctuación (fenómeno no lineal), que se estabiliza por los intercambios con el entorno. Estas pequeñas desviaciones aparecen en puntos denominados críticos o de bifurcación, alterando la uniformidad del sistema y determinando su evolución (Prigogine y Stengers, 1990; Prigogine, 1993). En estos puntos el sistema se comporta caóticamente, entendiendo el caos no como lo antagónico del orden –que corresponde al desorden–, sino como la negociación del orden (Munné, 1994). Al tratarse de fenómenos no lineales, el caos presente no es absoluto, lo que hace posible el reordenamiento del sistema. Se experimenta un desarrollo a partir de la secuencia orden-ciclos-caos-orden, que prepara las condiciones óptimas para su auto-transformación y autoorganización: “La aparición espontánea de nuevas estructuras y de nuevos modos de comportamiento en sistemas lejos del equilibrio”(Capra, 1996). Visto de este modo, el hombre, los fenómenos sociales, las instituciones y organizaciones, evolucionan a partir interacciones dinámicas dadas por contradicciones generadas al interior del sistema mismo y su relación e intercambio con el entorno. Virtualmente, existe una infinidad de soluciones posibles para su estabilización, pero el sistema privilegia un grupo reducido y en torno a ellas se estabiliza: los atractores.
Prigogine advierte que en los puntos críticos (donde el caos se genera) también suelen aparecer los llamados atractores extraños (Sanz B, 2002). Estos presentan una forma geométrica extremadamente compleja, normalmente fractal. Descubiertos por el matemático Benoit Mandelbrot, los fractales7 son figuras de forma irregular, interrumpida o fragmentada, que presentan la misma morfología cualquiera que sea el nivel de 77 Fractal basado en la formula de Mandelbrot. La imagen anterior es un acercamiento y las tres posteriores son alejamientos del misma fractal. Página anterior, fractal basado en la formula de Mandel. análisis con que sean observados (Mandelbrot, 1987). En el contexto social, pueden corresponderse con realidades sistémicas, cuya naturaleza y características se reproducen en todas las escalas del fenómeno, tales como la cultura, el conocimiento y la propia sociedad. El conocimiento: atractor fundamental La vida es un proceso continuo de aprender y de aprender a aprender. Esta realidad conduce el desarrollo humano a través de la Historia. Al observar el devenir del hombre como fenómeno complejo, se hace posible identificar el “atractor dominante” en la auto-organización progresiva de los sistemas sociales. Hace unos 400,000 años, entre las especies en evolución se verificó una diferenciación esencial en determinados organismos: su capacidad de aprender, transformar su entorno y transferir el conocimiento construido.
La Antigüedad conoció fenómenos fundamentados en saberes compartidos y difundidos a lo largo y ancho de la tierra conocida: el mundo helénico, el mundo romano. La Edad Media engendró la “Universitas”, expresión primigenia del saber universal organizado. La búsqueda sostenida del hombre moderno redimensiona los límites del planeta, revoluciona los esquemas de relaciones y pensamiento, estableciendo el culto a la ciencia y la razón. La post-modernidad teoriza la impermanencia y la construcción del conocimiento como paradigma transversal a la dinámica económica, social y cultural. En todos los casos, un binomio común hilvana el desarrollo de las sociedades a lo largo de siglos: el conocimiento8 compartido como base de la cultura universal y el carácter universal de la cultura. Los grandes aciertos y desaciertos de la humanidad se han caracterizado por su naturaleza global y su vínculo con el conocimiento. Esta realidad evidencia el atractor dominante de la organización humana: el conocimiento objetivo y consciente –sus manifestaciones y aplicaciones en los distintos órdenes de la vida–, que impulsa el desarrollo del ser, de la cultura, de la sociedad. Son hechos de carácter cognitivo, espontáneos o inducidos, los que alteran la uniformidad de un sistema social, dando origen a su 78 79 proceso de auto-transformación. En su intercambio con un entorno plural (local, regional, global), el sistema se estabiliza en un nuevo estadio de realización, generando saberes que propiciarán futuros desarrollos. Así, el conjunto “conocimiento-cultura” en el hombre, la organización, la comunidad local, la sociedad global, las generaciones, representan una circularidad ascendente, con características de fractal analizado a diferentes niveles de su morfología. La Universidad, por su origen y misión, se inscribe dentro de esa espiral, como organización social con capacidad de autoorganización, auto-desarrollo y perpetuación a partir del conocimiento y la cultura. Sistemas sociales complejos Para completar una visión de los sistemas sociales desde la perspectiva de la complejidad, conviene conocer los resultados de estudios realizados por Humberto Maturana y Francisco Varela. En su obra De máquinas y seres vivos (1994), explican la autopoiesis como la cualidad propia de sistemas abiertos cuya función esencial es la de reproducirse a sí mismos de forma recurrente (comportamiento fractal). Esta teoría refiere exclusivamente fenómenos de la naturaleza viva, mas resulta interesante observar la realidad social a partir de sus principios. Los sistemas autopoiéticos, por su carácter abierto y homeostático, cuando se encuentran alejados del equilibrio maximizan su capacidad de procesar información, auto-organizándose. Mantienen su individualidad, autonomía y autogobierno respecto al entorno, al tiempo que utilizan sus redes de intercambio de información para recibir las señales externas e identificar regularidades. Así orientan favorablemente sus procesos de cambio, creando modelos de actuación sobre el mundo real en forma endógena y proactiva. Si realizan cambios conservativos, sólo se modifican las relaciones entre sus componentes. Si son innovadores, cambian los componentes y la forma de auto-reproducción, verificándose la evolución (Diegoli, 2003). Como resultado de una historia de interacciones recurrentes, el sistema se desarrolla en forma congruente con su medio como fenómeno complejo adaptativo, logrando su “acoplamiento estructural” (Maturana y Varela, 1994). Podría decirse que no sólo el ser humano, también los grupos, organizaciones e instituciones sociales se comportan como sistemas con propiedades autopoiéticas y auto-organizativas, con potencial de auto-producción, auto-transformación y autodestrucción. Lo significativo es que, al ser sistemas creados de forma artificial, resultaría necesario definir e imponer desde el exterior restricciones de no-equilibrio que incidan sobre la estructura y la organización del sistema y permitan su acoplamiento estructural (Portuondo, 2003). De este modo puede inducirse una transformación orientada por criterios que propicien el desarrollo a todos los niveles. En el caso particular de la Universidad, las restricciones de no-equilibrio que permitan actualizar su potencial transformador, precisan como referentes tanto su propia misión histórica, como las tendencias y desafíos del entorno.
De lo local y lo global
En este recorrido a través del paradigma de la complejidad se han extrapolado cualidades propias de sistemas complejos autopoiéticos a los fenómenos sociales. Desde este punto de vista, la Universidad sería entendida como una red de interacciones sociales que se producen y reproducen (fractal) a través del tiempo y el espacio, evolucionando y generando evolución (atractor). Resultaría necesario, entonces, comprender la configuración interna de la Universidad, la complejidad de sus relaciones, e identificar el elemento que en su reproducción permanente la caracteriza, confiriéndole cualidad de atractor potencial del desarrollo. Durante mucho tiempo el aprendizaje ha sido considerado como factor clave en este proceso. Pero el aprendizaje no requiere necesariamente de la construcción de conocimiento, sino más bien de su reproducción. Los procesos básicamente reproductivos tienen escasa relación con el desarrollo. La evolución de las sociedades y las organizaciones tiene que ver con la capacidad del ser humano de comprender y apropiarse de la naturaleza, de su realidad, y transformarla, a la vez que se transforma a sí mismo. Por lo tanto, una “sociedad del conocimiento” se construye con algo más que aprendizajes: es necesaria la producción de saberes compartidos. Producir saberes significa penetrar la esencia de la realidad objetiva, convertirla en un modelo abstracto de carácter semiótico y hermenéutico, creando nueva cultura. Esta acción describe una de las funciones sustantivas de la Universidad: la investigación, la cual se articula a la docencia y la extensión, a fin de transmitir y dar aplicación práctica al saber construido. Estos procesos se particularizan en tres sujetos dinámicos: profesores, estudiantes y administrativos, quienes interactúan entre sí y con el entorno, en un constante aprender y enseñar.
La complejidad del sistema, sus relaciones internas y externas, así como los recursos que precisa para su funcionamiento, requieren considerar como función primordial una gestión innovadora. Este conjunto de componentes e interacciones en convivencia dialéctica y evolutiva definen la configuración de la Universidad como sistema complejo autopoiético. Como señalan los teóricos de la complejidad, un sistema autopiético, en este caso la Universidad, aprehende cualidades vida-vida tales como inteligencia, intencionalidad, auto-corrección y auto-preservación, y admite condicionamientos externos que guían su desarrollo, generan cambios y oportunidades. Este potencial transformador sólo se hace efectivo cuando, de manera intencional, la institución universitaria define y orienta su configuración interna y sus relaciones con el entorno, tomando en cuenta criterios de pertinencia, equidad y calidad, de cara a la excelencia. Dados los desafíos del presente y el rol potencial de la Universidad en su resolución, se impone analizar las condiciones que presenta la Universidad dominicana y su contexto actual.
Entropía
En este país, al igual que en otros de la región, los sistemas universitarios presentan características entrópicas: la gestión reducida a funciones administrativas, investigación científica escasa o nula y una actividad estudiantil memorística, con ausencia de creación de saberes. El docente privilegia el conocimiento de la ciencia que imparte, con frecuencia obsoleto, y el trabajo metodológico de los aprendizajes es obviado: no se le enseña al estudiante a aprender. La atención a las relaciones y la comunicación entre los actores es mínima y la vinculación universidad-sociedad se pierde 81 de, debido a una práctica de extensión poco articulada y una pertinencia cuestionable. Existe, además, una alta resistencia al cambio y las acciones innovadoras y proactivas son poco frecuentes. Desde el punto de vista de la Teoría de Fractales, la problemática de la Universidad dominicana es una representación a escala de debilidades fundamentales en su sociedad. Estudios recientes resumen las actuales condiciones socioeconómicas, resaltando su crisis generalizada. Entre otros factores, un creciente nivel de desempleo, escasas posibilidades de generación de ingresos, la devaluación de la moneda, la inflación, las consecuencias transversales del decrecimiento económico y una deuda externa amplificada, matizan la atmósfera del país. Se destaca la pérdida de competitividad de la República Dominicana a nivel mundial en distintos renglones. Se acentúa el efecto de la entrada de competidores extranjeros intra y extra región, o el impacto de la crisis internacional (Martínez, 2004). Mientras tanto, la realidad devela la ausencia de planes mixtos, colaborativos, integradores y estratégicos para organizar el desarrollo general y establecer focos de excelencia. La atención habría de centrarse en renglones clave de la economía, que garanticen el posicionamiento en áreas de fortaleza, eleven el nivel de “competencias-país” y propicien el Estado de Bienestar. Estos factores del entorno inciden en el desarrollo de la Universidad y ésta, a su vez, dinamiza la autoorganización y el desarrollo social, en virtud de sus competencias y cualidades como sistema complejo autopoiético. Si el entorno carece de elementos que enriquezcan y estimulen el desarrollo del sistema Universidad, su dinámica autorreguladora mantendrá un carácter conservador: no habrá cambio. Esto se agudiza ante un claro vacío de restricciones externas dirigidas a liberar intencionalmente su potencial transformador. En una perspectiva ampliada, la Universidad del Siglo XXI recibe la influencia de un contexto geográfico y cultural que integra y trasciende el espacio local: la aldea global.
Esta condición incide en sus procesos de autopoiesis con intensidad creciente, imponiendo nuevas regularidades. La actual estructura mundial está regulada por las leyes de un mercado desigual, donde el concepto “Sociedad del Conocimiento” destaca como signo de los nuevos tiempos. En su carácter auto-reproductor, el conocimiento y su universalidad se redescubren como “atractor dominante” del desarrollo, asumido con frecuencia en calidad de mercancía. Este escenario presenta nuevas condiciones a las universidades: la redefinición de las fronteras del planeta; el valor económico otorgado al conocimiento, la ciencia y la tecnología (capital humano); el desarrollo de las 82 comunicaciones y la información; nuevos modelos de producción basados en las “nuevas tecnologías”, y el fuerte impacto del desarrollo sobre el medio ambiente. Son también significativos los cambios cualitativos y cuantitativos del panorama demográfico mundial, las nuevas relaciones de género y la reestructuración de las relaciones entre los países, originando la internacionalización de la justicia, de la economía, de la guerra y el terrorismo, el “mercado mundial del conocimiento y la información”, lo que conlleva la internacionalización de la educación y la cooperación. El “paradigma de la globalización” pretende generalizar la expresión de estos factores en todos los continentes. La realidad es su impacto desigual en países de distinto nivel de desarrollo y entornos culturales diferentes. Estas particularidades se expresan en los ámbitos político, social, económico, cultural y educativo. Se espera que los países periféricos se inserten con cierto éxito en el mundo globalizado, que sus poblaciones accionen en entornos complejos y diversos, que sean más que consumidores dependientes de la aldea global y alcancen nuevos niveles de desarrollo.
Una nueva reflexión
La Universidad juega un papel fundamental en ese proceso y para ello precisa reorientar sus valores y modos de actuación. Esto requiere una nueva reflexión, una visión integradora de su compromiso con el desarrollo nacional, dentro de una perspectiva global. Su responsabilidad con los sujetos sociales exige impulsar procesos formativos –a lo largo de toda la vida– que propicien competencias profesionales y humanas, que favorezcan la criticidad y la tolerancia, la creatividad y la investigación, la flexibilidad y la capacidad de adaptación, el emprendedurismo y la autogestión, la habilidad para aprender a aprender y también Fractal basado en la fórmula de Karl Geigl. 83 la posibilidad de resolver problemas, condiciones imprescindibles en el presente. La necesidad de cambios llega hasta la forma en que la Universidad asume su misión histórica y realiza su oferta de servicios. Es fundamental la transformación de los esquemas institucionales hacia modelos flexibles, adaptables, tanto en la gestión como en la currícula, la incorporación de las tecnologías de información y comunicación a sus funciones y el incremento de los niveles científicos y la producción de conocimiento que favorezca el desarrollo. De igual modo, la manera en que se comunica la Universidad al interior y con el entorno requiere de innovaciones que generen comunidades y redes, alianzas, liderazgos, procesos de colaboración y sinérgicos en todas direcciones. Las restricciones que impone el entorno actual suponen desafíos complejos para los países en desarrollo: ¿está preparada la Universidad dominicana para dar respuesta a este reto? La Universidad es un sistema capaz de auto-reproducir la cultura y el desarrollo, de auto-organizarse y contribuir a la auto-organización social. Esto acontece en un contexto dicotómico –lo local y lo global– en espacios concretos y abstractos –lo real y lo virtual–, y en sociedades contradictorias y complementarias –el mundo central y el periférico–. En todos los casos, existen oportunidades, capacidades y competencias que, estratégicamente articuladas, favorecen el cambio. En general, el sistema universitario dominicano requiere una mayor conciencia y nuevas competencias para poder actuar eficaz y eficientemente como atractor del desarrollo. El entorno global y la realidad nacional han impuesto restricciones que obligan a las instituciones de Educación Superior a realizar transformaciones. Se han identificado las principales deficiencias de la Universidad Otro fractal basado en la fórmula de Karl Geigl. 84 en el ámbito local y mundial. La globalización, en su proceso de divulgación de principios y “neovalores”, demostró la eficacia de las TIC en los procesos de información y formación. Sus dicotomías han permitido transparentar la brecha del desarrollo. Se ha humanizado su concepto y promovido la cooperación local, regional e internacional. Como respuesta a los procesos globales, las universidades en el mundo han desarrollado mecanismos de internacionalización y cooperación interinstitucional.
Esto ha permitido a las instituciones y países hacer uso de una globalización solidaria y, desde lo local, apropiarse de las competencias que le permitan desplazarse desde un paradigma educativo centrado tradicionalmente en intereses nacionales a uno contemplando la sociedad mundial. El Sistema de Educación Superior Dominicano cuenta con un organismo y un marco regulador que permite su organización. Se dispone de instituciones de educación superior públicas y privadas ubicadas en todo el territorio nacional y el país posee una joven población de estudiantes, docentes y administrativos universitarios, con experiencias para compartir y un gran potencial de desarrollo. Esta reflexión ha pretendido validar la importancia del conocimiento y la cultura en el desarrollo humano, así como papel fundamental que en ello juega la Universidad. Para lograr una trasformación del sistema social, sería preciso introducir cambios sustantivos en la educación dominicana, cuya discusión sería objeto de otro análisis. En lo que respecta a la Educación Superior, sería oportuno llevar a cabo –tanto en el sistema en general como en las universidades en particular– acciones que operen como restricciones de no-equilibrio que impulsen:
• El avance de la integración vertical del Sistema Educativo Nacional, propiciando una mayor sinergia. Las universidades precisan implicarse en este desafío, tomar iniciativas y ofrecer soluciones.
• La profundización del compromiso estatal con la Educación Superior como sistema universitario, propiciando su desarrollo colectivo y el de las instituciones. Las universidades requieren un mayor respaldo técnico y financiero.
• El fortalecimiento del rol del la Secretaría de Estado de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, como organismo promotor del desarrollo del Sistema Nacional de Educación Superior, con énfasis en la investigación, la apropiación de la Ciencia y la Tecnología, la gestión del conocimiento, así como la creación y mantenimiento de una cultura de colaboración, innovación, pertinencia y calidad. Para esto es importante la implementación de planes y proyectos en forma organizada, sistemática e inclusiva.
• Una nueva actitud de las universidades, reconociendo su rol en el proceso de desarrollo y conciliando intereses individuales con los de la sociedad en general. Se impone la reconceptualización de la misión histórica de la Universidad, armonizada con las misiones particulares de las instituciones.
• La transformación del discurso y la práctica centrada en la competitividad de las instituciones que componen el Sistema Nacional de Educación Superior, evolucionando hacia prácticas que propicien la elegibilidad y acciones colaborativas, que articulen las fortalezas propias y del conjunto, y permitan un desempeño superior, más calidad y un mayor impacto en el desarrollo nacional e internacional.
• La formulación de proyectos pedagógicos institucionales, orientados a la pertinencia, la calidad, la equidad y la inclusión, con enfoque local, regional y global de la realidad educativa y profesional.
• El desarrollo de focos y centros de excelencia, grupos de reflexión y equipos de desarrollo al interior de las universidades y proyectos de cambio. Las universidades necesitan identificar sus fortalezas y recursos (tecnológicos, humanos y de conocimiento) y articularlos para el desarrollo de mejores prácticas compartibles.
• La incorporación de la dimensión internacional (internacionalización), la cooperación y las relaciones interinstitucionales en la práctica universitaria. Es esta estrategia la que garantiza la integración de las universidades en la dinámica global, participar de redes y fondos para el desarrollo, a la vez que recibe y transfiere experiencia y conocimiento.
• El establecimiento de la investigación como un eje transversal del proceso educativo y como parte de su misión, enfatizando las áreas fundamentales en la dinámica nacional (por ejemplo, Educación, Salud, Turismo, Telecomunicaciones). Esto implica el mejoramiento de la infraestructura tecnológica. 85
• La integración de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), los entornos y comunidades virtuales, a la vida institucional, académica, administrativa y de servicios, privilegiando los procesos, no los medios. Es recomendable, además, una aproximación a los métodos de Educación a Distancia, para favorecer la cobertura, la equidad y la inclusión de poblaciones en condiciones especiales.
• La implantación de procesos de capacitación docente, fundamentados en la cooperación, el uso de las TIC y el componente investigativo, operando como atractor del proceso evolutivo institucional.
• La redefinición de los sistemas de gestión, incorporando nuevas competencias y reordenamientos estructurales y de organización que permitan la óptima apropiación de los procesos de desarrollo institucional. Esto incluye la autogestión y el trabajo colaborativo.
• La creación de sistemas de calidad dentro de las instituciones.
• El desarrollo de nuevas relaciones y formas de comunicación e intercambio con los estudiantes, los egresados, el entorno local, regional e internacional.
La Universidad, “ayuntamiento de maestros y escolares que es fecho en algún lugar con voluntad e entendimiento de crear saberes” (Alfonso X, El Sabio, Siglo XIII), expresa una dimensión particular y única del fractal clave de la autoorganización social: el conocimiento; y el presente reclama comunidades de saberes orientadas a la excelencia humana, capaces de equilibrar el caos y de trascender la entropía: universidades para el desarrollo humano en un entorno global.
Bibliografía
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