Dólares de arena

Dólares de arena fue la película que abrió el Festival de Cine Funglode Dominicano 2014. Ambientada en el escenario turístico de Las Terrenas, la película presenta la ambigua relación amorosa que mantiene la extranjera Anne con Noeli, una joven dominicana de clase baja a la que Anne debe llevar unos cincuenta años. Digo que se trata de una relación ambigua, ya que aunque el amor de Anne por Noeli existe, ambas están conscientes de que lo que las ha mantenido juntas es el dinero. Noeli tiene un novio, un músico desempleado llamado Yeremi. Ambos engañan a Anne haciéndole creer que son hermanos. El guión trabaja de manera delicada y efectiva este triángulo, especialmente la relación entre Anne y Noeli, logrando atrapar e intrigar al espectador y al mismo tiempo despejando cualquier debate moral que entorpezca la historia y la aparte de su verdadera esencia.

Dólares de arena es la cuarta producción de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas. En esta ocasión han decidido adaptar la novela homónima del francés Jean-Noel Pancrazi, publicada en Francia por Gallimard y en el país por el sello Ediciones de a Poco.

La historia avanza de manera sutil. Anne –interpretada por Geraldine Chaplin–, quizás con la intención de olvidar un pasado turbulento, busca deleite y esparcimiento en los brazos de Noeli. Poco a poco la relación se transforma en amorosa, y Anne ve en los brazos de Noeli un refugio ante el mundo y el pasado que la atormenta. Con sus grandes dotes de actriz dramática, Chaplin nos presenta al desnudo las fragilidades emocionales de Anne. Fue interesante observar como estos cineastas, que en la mayoría de sus proyectos han trabajado con actores noveles, se enfrentaron al reto de dirigir a una actriz veterana que ha participado en clásicos como Doctor Zhivago, Nashville y Welcome To L.A.

Por otro lado, Noeli, interpretada por Yanet Mojica, no esconde su interés por el dinero de Anne ni su plan de viajar al extranjero, cumpliendo así el sueño de muchos dominicanos. Aunque aparenta ser fuerte, sus emociones salen de tanto en tanto a flote, mostrándola frágil e insegura. Uno de los logros de esta historia es que busca borrar los estereotipos tanto de los extranjeros como de los dominicanos y dotar a los personajes de una dimensión más profunda y más humana. 

Hay un sentimiento íntimo en cada detalle de la película. El diálogo se caracteriza por su naturalidad, lo que se debe al modus operandi de estos jóvenes directores, que aprovechan en gran medida la espontaneidad y las improvisaciones de los actores. La dirección fotográfica compartida entre Jaime Guerra e Israel Cárdenas filtra una realidad sin embellecerla demasiado. Se nota el fantástico uso de la luz natural y el predominio de los planos cerrados, enfocados en las expresiones de los intérpretes más que en los escenarios. El lente de la cámara es una ventana que nos presenta a escondidas esta intimidad entre los personajes: estamos cerca, escuchamos, y a pesar de eso, aún no lo comprendemos y aprehendemos todo. Y la edición va al ritmo de una bachata suave, fluyendo de escena a escena sin apresurar la historia.

Desde el inicio de la película podemos darnos cuenta de que los creadores no tienen la intención de provocar una respuesta o moralizar, sino que buscan que la audiencia llegue a sus propias conclusiones. En mi opinión algo queda claro: no se trata de una historia de amor convencional, no pretende serlo, aunque baile alrededor de las fantasías melancólicas y los anhelos de amores no correspondidos.

La bachata «La causa de mi muerte», de Ramón Cordero, sirve para definir y ambientar la historia de la película. Entre el dembow, la bachata y las escenas de baile, descubrimos un trasfondo impregnado de ilusiones. Además, el uso de la música permite contrapuntear las escenas más dramáticas y crear un contraste con el silencio y la soledad de cada uno de los personajes.
Dólares de arena tiene un optimismo que resalta en todos sus personajes, una historia que refleja una realidad donde todos luchan por conseguir lo mejor, viviendo el día a día con la esperanza de que las arenas arrastren al mar el dolor y la soledad que llevamos dentro.