A pesar de que se ha vuelto un argumento reiterativo afirmar que la República Dominicana, como sociedad, se piensa y proyecta ajena al ámbito caribeño, especialmente en relación con el Caribe anglófono y francófono, cada vez más políticos, intelectuales y empresarios dominicanos integran la temática caribeña en sus discursos y acciones. Desde el año 1996, en el campo diplomático, la Cancillería dominicana ha desarrollado una amplia gama de intervenciones con varias naciones y Estados caribeños, destacándose el restablecimiento de plenas relaciones con la República de Cuba y la participación del país en todos los foros caribeños.
Desde un punto de vista económico, el país participa de un tratado de libre comercio con la Unión Europea como parte de los países del Caribe, lo que abre de manera ventajosa los mercados de Europa y del resto de las naciones caribeñas a los productos y servicios dominicanos. La actividad cultural más importante del país, la Feria Internacional del Libro, en su xi edición, fue dedicada a la Asociación de Estados del Caribe. En resumen, vivimos el momento de mayor integración de nuestro país al Caribe.
En la historiografía dominicana, el primer gran esfuerzo por articular una historia del Caribe lo realizó Juan Bosch en 1969 cuando publicó De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe frontera imperial. Esta obra es muy valorada en los círculos intelectuales del Caribe, Estados Unidos y Europa. Por curiosa coincidencia, ese mismo año, Eric Williams, destacado intelectual y antiguo primer ministro de Trinidad, publicó From Columbus to Castro: The History of the Caribbean 1492-1969. Williams, al igual que Bosch y como posteriormente veremos en Moya Pons, destaca el azúcar y la esclavitud como dos factores importantes que unificaron la historia del Caribe más allá de la lengua de los conquistadores y colonizadores europeos. Pasados 39 años de la publicación del texto de Bosch sobre el Caribe, Frank Moya Pons, el historiador dominicano más conocido en la actualidad, publica Historia del Caribe.
Estos dos libros son únicos en la bibliografía Dominicana; no existen otros semejantes. Ambas obras son de gran volumen y están escritas para el gran público, aunque la de Bosch al inicio y al final, y la de Moya Pons al final, presentan los recursos bibliográficos que les sirven de sustento. Bosch formula explícitamente esa decisión al comienzo del texto, donde afirma que “al gran público no le gusta leer libros con notas, y éste ha sido escrito para él, no para eruditos” (Bosch: 7). Moya Pons se refiere a su libro como “enfocado a estudiar las continuidades económicas estructurales de las sociedades caribeñas” (Moya Pons: 14), pero en el párrafo siguiente reconoce el carácter narrativo del texto.
La opción de escribir un texto narrativo para el gran público no les quita rigor en cuanto a las fuentes consultadas, ni a Bosch, ni a Moya Pons. Es un hecho que el mercado dominicano y, en sentido general el latinoamericano, no acumula suficiente demanda de textos académicos especializados, por lo que publicarlos es un fracaso editorial. Bosch y Moya Pons pueden ser considerados como expertos en el género pedagógico de las ciencias sociales si examinamos la bibliografía de cada uno y el destino de sus escritos en dicha disciplina; el primero con vocación social muy amplia, el segundo orientado a estudiantes de educación media, universitarios y público culto.
Igual perfil
Ambos también han publicado sendos volúmenes explicativos de la historia dominicana con igual perfil editorial que sus historias del Caribe. Bosch publicó Composición social dominicana al mismo tiempo que De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe frontera imperial, y Frank Moya Pons Manual de historia dominicana en 1977. Ambos estudios históricos han conocido muchas tiradas y son de las obras más populares en la enseñanza de la historia dominicana, junto a los dos tomos de Roberto Cassá.
De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe frontera imperial se ubica en un momento crítico del pensamiento de Bosch. Luego de las experiencias del golpe de Estado contra su gobierno (1963), la invasión norteamericana para ahogar la revolución constitucionalista que buscaba reponerlo en el poder (1965) y su participación en unas elecciones fraudulentas a las que asistió para facilitar la retirada de las tropas invasoras (1966), Bosch marchó a España y Francia por espacio de tres años. Ese tiempo le fue muy fructífero para estudiar y analizar los acontecimientos y formular una interpretación de la historia dominicana y caribeña que le posibilitaba, a su entender, comprender mejor la realidad histórica y geopolítica del Caribe y la República Dominicana, y una mayor efectividad en la acción política.
Fruto de esa experiencia en Europa produjo cuatro grandes textos: Composición social dominicana, Tesis de la dictadura con respaldo popular, El pentagonismo, sustituto del imperialismo y el texto que comentamos: De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe frontera imperial. A pesar de que estas obras representan un giro profundo en su interpretación de la evolución histórica del pueblo dominicano, la situación geopolítica del Caribe y las acciones políticas que el momento demandaba, las cuatro obras son herederas a su vez de grandes intuiciones que se expresan en sus obras anteriores, como Poker de espanto en el Caribe (1955), Trujillo: Causa de una tiranía sin ejemplo (1959) y Crisis de la democracia de América en la República Dominicana (1964).
En el caso específico del Caribe, en su obra titulada Poker de espanto en el Caribe –que tuvo el extraño destino de ser completada en 1955 y publicada por primera vez en 1988–, Bosch señala al imperialismo como uno de los factores que explican algunas de las dictaduras del Caribe, pero no todas. En Poker de espanto en el Caribe Bosch analiza cuatro dictaduras (la de Somoza en Nicaragua, Batista en Cuba, Pérez Jiménez en Venezuela y Trujillo en la República Dominicana). Catorce años más tarde, en De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe frontera imperial, el autor centrará el eje interpretativo de su perspectiva histórica del área en la voluntad imperial de las diversas potencias que han dominado el Caribe.
Brillante síntesis
El primer capítulo, titulado “Una frontera de cinco siglos”, es una brillante síntesis de los resultados de la obra en su totalidad. Bosch enfatiza la unidad del Caribe: “[…] no debe verse a ningún país del Caribe aislado de los demás. Todos surgieron a la vida histórica occidental debido a una misma y sola causa, y todos han sido arrastrados a lo largo de los siglos por una misma y sola fuerza, aunque en ciertas tierras esa fuerza hablara inglés y en otras francés y en otras español […] Todos los países del Caribe son hijos de un mismo acontecimiento histórico, y hay que verlos unidos en su origen y en su destino” (Bosch: 13).
Y esa fuerza no es otra que la vocación imperial de las diversas potencias europeas entres los siglos xv al xix, a las que luego se añadió Estados Unidos en la segunda mitad del siglo xix. La tesis fundamental de Bosch de que el Caribe se define como frontera imperial atraviesa los cinco siglos de dominio occidental sobre estas tierras. “El Caribe comenzó a ser frontera imperial cuando llegó a las costas de La Española la primera expedición conquistadora, que correspondió al segundo viaje de Colón. Eso sucedió el 27 de noviembre de 1493. El Caribe seguía siendo frontera imperial cuando llegó a las costas de la antigua Española la última expedición militar extranjera, la norteamericana que desembarcó en Santo Domingo el 28 de abril de 1965”. (Bosch: 19).
El concepto de Caribe que Bosch maneja en su obra abarca todo el arco antillano, pero incluye la península de Yucatán, toda Centroamérica, Panamá, las costas de Colombia que dan al mar Caribe y Venezuela. El análisis de Bosch descansa con fuerza en el complejo entramado político de la conquista y dominio del Caribe por parte de las potencias europeas y su trasfondo social y económico. Por eso el autor se esmera en detallar los procesos que determinaron cambios en el poder de cada una de las regiones caribeñas, las acciones militares y las consecuencias que unas y otras tuvieron sobre la vida de quienes vivían en dichos territorios, fueran blancos, mulatos, indígenas o negros, disfrutaran de libertad o estuvieran sometido a la esclavitud. Para dar a entender el origen de muchas de esas acciones, Bosch nos remite constantemente al escenario europeo y a las rivalidades entre los imperios que tenían presencia en el Caribe o recibían beneficios procedentes de las tierras caribeñas.
En los capítulos finales de De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe frontera imperial, Bosch demuestra su profundo conocimiento de la historia cubana centrando en gran parte su análisis del Caribe en torno a la historia de esa república, que conocerá a partir de 1959 el triunfo de una revolución que conduciría a la creación de un régimen socialista con la profunda vocación política de emanciparse del control político de Estados Unidos y cerrar, por primera vez, la frontera imperial en un territorio caribeño. En sintonía con su nueva perspectiva política e ideológica, Bosch considera la revolución de Castro como el primer triunfo de una sociedad del Caribe frente a los dominios imperiales que dieron forma a la región y sometieron sus pueblos.
Largo proceso
La obra de Moya Pons, tal como se señala en el prefacio, es producto de un largo proceso de estudio y sistematización de información impulsado por su labor como docente en varias universidades de Estados Unidos, lo que le llevó a sintetizar una gran cantidad de estudios y libros sobre diversos aspectos de la historia del Caribe (Moya Pons: 14-15).
Las aproximadamente ochenta páginas de bibliografía comentada y ordenada por temáticas dan testimonio de la disciplina del autor y, a su vez, son una invitación a buscar y consultar las referencias expuestas. El libro está dividido en 19 capítulos y un epílogo. Moya Pons persigue con rigor la secuencia histórica, pasando de un capítulo al otro a lo largo de los 400 años que cubre su texto, usualmente en bloques de 50 años, y distinguiendo en grandes síntesis los procesos seguidos por las colonias británicas, francesas y españolas, hasta que al finalizar el siglo xix la presencia de Estados Unidos se hace dominante en el Caribe y desplaza paulatinamente a las potencias europeas. Tanto Bosch como Moya Pons integran la participación de otras potencias en el escenario caribeño, pero las más relevantes son las cuatro mencionadas.
Límites
Los límites de la obra de Moya Pons son, en el plano temporal, desde la llegada de los europeos al finalizar el siglo xvi hasta las primeras décadas del siglo xx, concretamente hasta la gran crisis financiera de 1929; en el plano geográfico, el Caribe que estudia Moya Pons es el gran arco insular que, partiendo desde Cuba, se cierra en Trinidad y Tobago y un poco más allá, hasta las Guyanas. Las breves referencias al Caribe centroamericano siempre están relacionadas con hechos y consecuencias procedentes del Caribe insular o con acciones de las potencias que integraban zonas de control comunes. En este aspecto, el “Caribe” de Frank Moya Pons es más limitado que el “Caribe” de Juan Bosch, lo cual es común en los debates sobre el tema.
El azúcar es el eje central de todo su estudio y, a partir del azúcar, la constitución del modelo de explotación conocido como plantación. Cada una de las potencias europeas que intervino en el Caribe dedicó gran parte de sus territorios a la siembra de la caña de azúcar y la producción de azúcar, melaza y aguardiente. Es la producción de azúcar de caña lo que motivó la importación en condición de esclavos de miles y miles de africanos. Moya Pons detalla de manera meticulosa la evolución permanente de los precios de los azúcares y de los esclavos, las diversas formas de financiación de las empresas azucareras del Caribe y la constante competencia entre los sectores inversionistas de las metrópolis y los sectores políticos.
Este autor presenta de manera precisa el tamaño de las tierras dedicadas al cultivo y las tecnologías empleadas en el procesamiento del azúcar. En todo momento queda claro que los territorios caribeños eran dirigidos en función de los intereses de los grandes mercaderes y los intereses de Estado de las potencias, sin importar las consecuencias sobre las sociedades que se articulaban en las diferentes islas del Caribe. Incluso la decisión de prohibir la trata de esclavos en el siglo XIX y la posterior abolición de la esclavitud misma fueron decididas por las metrópolis, con oposición de los propietarios de las plantaciones.
Pero Moya Pons no estudia solamente el rastro de la evolución del azúcar en el Caribe. La economía caribeña tuvo su momento inicial de búsqueda de oro y, junto con el azúcar, o en su lugar, se cultivó café, tabaco, cacao, jengibre, plátanos, yuca y ñame, entre otros. La economía de las pieles a partir de ganado salvaje tuvo gran importancia y, en el caso del Santo Domingo español, fue la actividad económica más importante durante casi dos siglos. Siempre, en todos los casos, el control o estímulo de la producción de todos estos renglones respondía a los intereses metropolitanos, pero en la historia del Caribe la resistencia de sus pobladores blancos, mulatos o negros también fue una constante, y esto se expresó en el contrabando y el cimarronaje, es decir, en la resistencia frente a las órdenes procedentes de Europa y en actuar en función de los intereses de los habitantes caribeños.
Doblegar a la metrópolis
Los dos grandes sucesos políticos que recoge Moya Pons y que marcaron la voluntad de los caribeños de doblegar los intereses de la metrópolis fueron la independencia de Haití en 1804 y la restauración de la independencia dominicana en 1865. La independencia cubana, en cambio, fue mediatizada por la intervención militar norteamericana, y la soberanía de Puerto Rico, como todos sabemos, fue sepultada por la ocupación norteamericana que dura hasta el presente.
La Historia del Caribe claramente se centra en los procesos económicos, productivos y demográficos, sin ahondar en los procesos políticos y sociales a los que Bosch otorga tanta importancia. En tal sentido, son dos obras complementarias en cuanto integran ángulos diversos y necesarios para entender la historia y el presente del Caribe. Incluso el mismo Bosch indica al comienzo de su obra que aún faltaba hacer una geografía económica del Caribe, lo que en gran medida considero que cumplió Moya Pons con su libro casi cuatro décadas después.
La obra de Moya Pons concluye con un epílogo sumamente interesante, donde en pocas páginas hace un esfuerzo interpretativo de la historia del Caribe en torno al modelo de plantación. Este autor incluso hace notar que la continuidad de ese modelo de producción en torno al azúcar se proyecta hasta en el caso de la revolución cubana de 1959 y explica en gran medida el estancamiento económico de dicho modelo socialista debido al monocultivo del azúcar. Es decir, lo que Bosch percibe como una gran ruptura en el orden político, Moya Pons lo interpreta económicamente como la continuidad del modelo caribeño de dependencia de la producción de azúcar.
En el comienzo del siglo xxi la evolución del Caribe anuncia nuevas realidades, pero sigue mostrando la fuerza de tendencias provenientes de sus cinco siglos de historia. Dos ejemplos curiosos: si la crisis energética de los derivados del petróleo no encuentra sustitutos novedosos, todo señala que la caña de azúcar será de nuevo sembrada en grandes extensiones del Caribe para producir etanol; con los nuevos modelos de acuerdo de liberación arancelaria y apertura comercial, todo indica que las antiguas potencias europeas y Estados Unidos determinen, y determinarán, en gran medida el futuro económico del Caribe en función de sus necesidades de consumo y ocio.
Gracias a las obras de Bosch y Moya Pons podemos comprender mejor el presente de nuestra región caribeña y su futuro inmediato, percibiendo con mayor claridad los cambios económicos y políticos reales que han ocurrido en los últimos años y distinguiéndolos de los cambios aparentes que son únicamente un disfraz de la continuación de los procesos esenciales que el Caribe vive desde hace 500 años.