Un enfoque sobre el análisis del desarrollo de las bibliotecas y la bibliotecología en el país a partir de fuentes extranjeras, que rescata trabajos poco conocidos en la República Dominicana, entre 1939 y 1987, génesis de todo el desarrollo posterior. Diversos han sido los estudios realizados por profesionales dominicanos, publicados en el país o fuera del país, que recogen la evolución de las bibliotecas y la bibliotecología en la República Dominicana a lo largo del siglo XX.
Entre ellos tenemos los trabajos de George Lockward,1 Luis Florén Lozano en materia de normativa, Marisol Florén Romero,4 Elida Jiménez y otros, Alejandro Paulino Ramos 8 enfocado en la Biblioteca de la Universidad de Santo Domingo y Maria Núñez de Taveras. 9 Estos trabajos relevan datos sobre la historia y evolución de las instituciones, aportando información sobre el tamaño de las colecciones y los servicios ofrecidos por tipos de bibliotecas, públicas o privadas, escolares y especializadas, académicas o infantiles, la Biblioteca Nacional y los archivos nacionales. Aportan al conocimiento de la formación de los recursos humanos, las asociaciones profesionales, el control bibliográfico y la producción editorial, la normativa y la organización administrativa y técnica de las unidades; analizan factores económicos, políticos o sociales de este desarrollo, e identifican aquellos profesionales que de una u otra manera han contribuido a este desarrollo.
Este artículo intenta enfocar el análisis del desarrollo de las bibliotecas y la bibliotecología en el país a partir de fuentes extranjeras, rescatando trabajos poco conocidos en la República Dominicana o por lo menos no citados en las fuentes nacionales y que presentan una visión desde fuera de este desarrollo. Estos trabajos documentan por sí solos la visita al país de distintos profesionales extranjeros, visitas que perseguían objetivos distintos y aportaban percepciones y datos sobre el acontecer bibliotecario en un momento específico de la historia de la República Dominicana, de 1939 a 1987, génesis de todo el desarrollo posterior. En la primera mitad del siglo xx encontramos los trabajos de los bibliotecarios norteamericanos Arthur E. Gropp, Annita Melville Ker10 y del bibliotecario cubano Fermín Peraza Sarausa.11 Gropp y Ker cubren la República Dominicana de 1939 a 1942, para la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Año tras año van observando y describiendo el creciente dinamismo que en materia de bibliotecas y servicios de información vivía el país. Destacan tres eventos que marcan hitos en este desarrollo.
El primero se registra en la Biblioteca de la Universidad de Santo Domingo. De manera recurrente, en cada informe siguen el desarrollo de la biblioteca de la universidad e informan sobre el crecimiento de sus colecciones, servicios, instalaciones físicas, estructura administrativa y de personal, y las orientaciones en la organización técnica bajo la dirección de Luis Florén Lozano. Utilizan como indicadores el tamaño de las colecciones, el crecimiento anual de las mismas y su uso, observados a partir de las estadísticas de circulación de materiales y usuarios. La biblioteca había sido transferida del recinto de la universidad a un local cercano con tres salones generales, un salón para las publicaciones periódicas y otro para los periódicos. Contaba con un director, una secretaria, cuatro asistentes y dos encuadernadores; un total de ocho personas operaban los servicios. En 1939 se registra una colección de 8,000 volúmenes, una circulación de 8,775 libros y 5,000 lectores al año. Tres años después, la colección se había triplicado: se estimaba en 24,000 volúmenes, se atendían 13,321 lectores y circulaban 17,669 obras al año. Se había expandido al segundo piso del local donde estaba alojada, y su personal se incrementó a 12. Se iniciaban las actividades bibliográficas con la publicación del boletín de la biblioteca Biblión, dando a conocer periódicamente las nuevas adquisiciones, compilando y publicando bibliografías en distintas materias en una sección denominada “Notas de la Biblioteca” en los Anales de la Universidad, montando exposiciones de libros de manera individual o junto con otras instituciones (por ejemplo, dos exposiciones dedicadas a México y Brasil con la Librería Dominicana).
En 1942 se firma un convenio entre los gobiernos de la República Dominicana y Estados Unidos para el intercambio de publicaciones oficiales entre los dos países, y se designa a la Biblioteca de la Universidad de Santo Domingo y al Instituto Smithsonian, en representación de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, como responsables de su ejecución. El segundo evento consiste en el desarrollo de políticas oficiales para el establecimiento de bibliotecas escolares y públicas a escala nacional. De un lado, la Secretaría de Estado de Justicia, Educación Pública y Bellas Artes fundaba en 1939 la Biblioteca Escolar Pública, que debía funcionar en la Escuela Normal de Varones; y en 1940 ponía en vigor su reglamento, legislando sobre su organización, servicios, el fondo bibliográfico y la administración. De otro lado, la celebración en 1941 del Primer Congreso Municipal, entre cuyos resultados está la resolución mediante la cual se recomienda la creación de bibliotecas municipales en todo el país. Cuentan de la existencia de bibliotecas en las siguientes ciudades: en Santo Domingo; en San Cristóbal; en Baní, la Biblioteca Pública Padre Billini; en Azua; en Barahona; en San Pedro de Macorís, la Biblioteca Pública Hermanos Deligne; en Hato Mayor; en San Francisco de Macorís, la Biblioteca Pública Hijos de la Trinitaria; en Imbert, la Biblioteca de la Junta Comunal del Partido Dominicano y la Biblioteca del Club Recreativo; en Valverde, la Biblioteca El Esfuerzo; en Dajabón; en El Cercado, la Biblioteca de la Escuela Grad, Caonabo; en Montecristi, la Biblioteca de la Unión Montecristeña, y en Duvergé la Biblioteca de la Junta Comunal del Partido Dominicano.
El tercer evento consiste en registrar el funcionamiento de otros tipos de bibliotecas, como en la Oficina de Estadística, primera mención de una biblioteca especializada en la República Dominicana; una biblioteca en la Casa de España, y la Biblioteca Infantil Ranfis, primera biblioteca infantil del país. De ninguna de las tres presentan datos sobre tamaño, características de sus colecciones y de sus servicios u organización. Se tiene evidencia de la importancia que debió haber tenido la biblioteca de la Casa de España a juzgar por sus colecciones, que aún se conservan, que representaban la historia, el arte y literatura de España.
Un recorrido
Bajo el título de Bibliotecas, Archivo y Museo de la República Dominicana (1941), Fermín Peraza Sarausa y Alfredo del Valle, bibliotecario y archivero cubanos respectivamente, aprovechando su asistencia a la II Reunión Interamericana y del Caribe de la Sociedad Colombista Panamericana, que se celebraba en la República Dominicana en mayo de 1940, hacen un recorrido por algunas de las bibliotecas del país y el Archivo General de la Nación y publican sendos artículos que aparecen simultáneamente en ediciones del Anuario Bibliográfico Cubano (1941), y en Mensajes de la Corporación de Bibliotecarios y Archiveros y Conservadores de Museos del Caribe (1941). Peraza, quien escribe el artículo sobre las bibliotecas, al igual que Gropp y Ker, describe en primer lugar el trabajo que se estaba desarrollando en la Biblioteca de la Universidad de Santo Domingo. Ubica la biblioteca en la calle Pellerano Alfau en una casa colonial frente a la universidad, y detalla la organización de la colección en secciones: la sección dominicana, que cubría todas las publicaciones nacionales, periódicos, revistas, tesis, libros; el departamento de intercambio para el canje interno y externo de publicaciones; la hemeroteca; la sala de revistas, y la sección de literatura contemporánea.
El autor continúa su recorrido con la Biblioteca Presidente Trujillo (Biblioteca Municipal de Santo Domingo), resaltándola como la más importante de las bibliotecas públicas que existen en la capital, instalada desde 1925 en la capilla de la Tercera Orden Dominica, y afirma que para ese momento “contaba con 5,288 volúmenes, que pudimos apreciar personalmente en nuestra visita, 560 obras de autores nacionales, 5 colecciones de revistas empastadas, y una sala dedicada exclusivamente a los libros de texto, con 596 volúmenes y 6 grandes mapas”.
En su visita a Santiago, mencionan brevemente las bibliotecas de las sociedades culturales Alianza Cibaeña (1884) y Amantes de la Luz, pero no aportan mayores datos sobre sus colecciones o su organización, servicios y uso. De especial interés es la referencia a la Biblioteca de la Secretaría De Estado de Relaciones Exteriores (serex), una de las más antiguas y valiosas bibliotecas especializadas del país, que se inicia en un salón del Palacio Nacional, en la calle Colón. Dirigida por Alfredo Matilla, español republicano, poseía una colección especializada en Derecho Internacional que debía servir tanto a la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores como a un Seminario de Derecho Internacional que funcionaba anexo a la biblioteca bajo la administración de la Universidad de Santo Domingo.
Segunda mitad del siglo Veinticinco años después, ya en la segunda mitad del siglo xx, concluido el periodo de la dictadura de Trujillo y durante los años siguientes de transición, encontramos otros trabajos que reseñan las actividades de las bibliotecas y la bibliotecología en el país. Entre ellos están los de Enid Baa y Ligia Espinal de Hoetink,12 Eugene Moushey13 y Bárbara Foster.14 Baa y Hoetink hacen una extensa investigación sobre las bibliotecas y las actividades bibliográficas en la República Dominicana como ponencia para el Seminario para la Adquisición de Materiales Latinoamericanos (salalm), asociación que agrupa a los bibliotecarios de las universidades norteamericanas especializados en América Latina.
Este trabajo tiene especial interés por el momento histórico que vivía la República Dominicana en la etapa de transición después del ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo y para entender el contexto en el que se desenvuelven las unidades de información. Los autores realizan visitas de observación, entrevistas y cuestionarios a bibliotecarios. En su informe registran los títulos de las bibliografías publicadas, los nombres y direcciones de editores e imprentas, informan sobre los periódicos que sobrevivieron a la dictadura, solamente cuatro de los 17 que se publicaban, e incluyen la información bibliográfica sobre las publicaciones periódicas más importantes. No incluyen datos sobre librerías o aspectos del comercio del libro y producción editorial, que constituyen componentes esenciales en la adquisición de materiales latinoamericanos. Les sorprende el número de bibliotecas, ya sean públicas o de instituciones, que operan en todo el país. Registran y listan la cantidad, los nombres de las instituciones y ciudades donde se encuentran: nueve bibliotecas gubernamentales, 17 de instituciones privadas, 30 bibliotecas municipales, 15 circulantes, 3 bibliotecas ambulantes, 20 escolares y una biblioteca privada, la biblioteca de Don Emilio Rodríguez Demorizi. Estos expertos transcriben en extenso el texto del Reglamento de la Biblioteca Municipal aprobado en 1963.
A través de todo el trabajo se manifiesta la preocupación por el número y la formación académica de los bibliotecarios, encontrando que hay escasez de profesionales; así mismo, diferencian a los profesionales entrenados en la Universidad de Santo Domingo, como fueron Próspero Mella Chavier, Rosa Elena Despradel, Rosa Nelly Abreu, María Ortiz y Sucre Rodríguez, y los que comenzaban a formarse en la Escuela Interamericana de Bibliotecología, en Medellín, Colombia. Este primer grupo de profesionales dirigía las más importantes bibliotecas del país, la Biblioteca de la Universidad de Santo Domingo (uasd), la de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores (serex), la del Banco Central y la Biblioteca Lincoln del Servicio de Información de los Estados Unidos de América, manteniendo el crecimiento de sus colecciones, su organización técnica y servicios.
La biblioteca de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores seguía siendo notable por el tamaño, contenido de sus colecciones y organización a cargo de Rosa Nelly Abreu, y era depositaria de las publicaciones de los organismos internacionales, en especial de las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos. Tenía cerca de 20,000 documentos y 2,700 volúmenes de obras de referencia. Comienza a destacarse igualmente la Biblioteca del Banco Central –con 2,200 volúmenes y 300 publicaciones periódicas–, especializada en economía y finanzas, probablemente vinculada al Departamento de Investigaciones Económicas del Banco y al grupo de jóvenes economistas dominicanos que en los años anteriores habían realizado su postgrado en universidades del exterior.
Para 1964 ya se había fundado la Universidad Católica Madre y Maestra en Santiago, pero el trabajo sólo se refiere a la de Santo Domingo y su visita a esta biblioteca se produce en medio de movimientos estudiantiles debido a la efervescencia política y social que el país vivía. La colección tenía 158,719 volúmenes de libros; 666,892 volúmenes de revistas sin encuadernar; 4,553 mapas; 4,281 fotografías; 559 partituras musicales, y otros materiales audiovisuales. El tamaño de su colección la colocaba muy por encima de todas las otras bibliotecas del país. En ese momento, en la dirección de la biblioteca se encontraba Próspero Mella Chavier, asistido por Rosa Elena Despradel.
El trabajo refiere el deterioro por el uso y la obsolescencia de los materiales de la Biblioteca Municipal de Santo Domingo, reflejo del olvido en que caen las bibliotecas públicas y municipales en la segunda mitad del siglo xx, y en cuanto a bibliotecas escolares el sistema de bibliobuses de la Secretaría de Educación se mantenía con 10 bibliobuses, colecciones de 1,200 volúmenes por cada bibliobús, equipados con materiales audiovisuales y proyectores. Un técnico en audiovisuales y un profesional voluntario acompañaban cada bibliobús.
Enciclopedias
Varias de las enciclopedias de la Bibliotecología y Ciencias de la Información contienen artículos sobre el desarrollo de los servicios bibliotecarios en la República Dominicana, escritos por Eugene Moushey (1972), Marisol Florén (1980, 1987, 1993), y Gastón Litton y Richard Krzys15 (1986), ya sea de manera particular –enfocados sobre el país– o dentro del contexto del análisis del panorama de la bibliotecología en América Latina. Sólo nos referiremos al trabajo del primero.
Moushey viene al país siete años después de Enid Baa. Observa que fuera de la ciudad de Santo Domingo las colecciones del interior del país son pequeñas y en general cerradas. Los estantes no están abiertos al público y los materiales deben ser solicitados a un empleado. Expresa que “el concepto de préstamo para la casa no existe en el sistema bibliotecario de la República Dominicana”. El énfasis de las colecciones está en las humanidades y en los libros de texto. Afirma que las bibliotecas escolares son casi inexistentes y donde existen colecciones éstas son viejas, no están catalogadas y contienen pocos volúmenes.
El tema más importante del momento es la creación de la Biblioteca Nacional y la aprobación de una nueva Ley de Depósito Legal, que designa a la Biblioteca Nacional como única depositaria de la producción bibliográfica nacional, concluyendo la función que hasta ese momento había ejercido la Biblioteca de la Universidad de Santo Domingo. La biblioteca estaba en plena construcción y los planos reflejaban los servicios que debía brindar.
Por último, Bárbara Foster (1987), bibliotecaria del Untar College de Nueva York, en un viaje a Santo Domingo describe las instalaciones, colecciones, servicios y personal de cuatro bibliotecas: la Biblioteca Nacional y las bibliotecas Enrique Apolinar Henríquez y Piloto Infantil de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos y Círculo de Bibliofilia, respectivamente. Foster observa que las bibliotecas del país utilizaban el Sistema de Clasificación Decimal de Dewey para la organización y ubicación de los materiales en la estantería y tarjeteros para el acceso a las colecciones, pero no menciona otros instrumentos como son las reglas de catalogación y los tesauros para la descripción y análisis temático de los materiales, o las diferencias que pudieran existir con la práctica en los procesos técnicos de las bibliotecas norteamericanas. Todavía no hay indicios de actividades encaminadas a la automatización de los servicios en el país. Como novedoso se menciona un servicio de diseminación selectiva de información a través de la reproducción de las tablas de contenido de publicaciones periódicas emprendido por la Biblioteca Lincoln para investigadores dominicanos. A la autora le llama la atención que las unidades de información sean utilizadas en su mayoría por estudiantes de colegio y que, aunque en las ciudades del interior las sociedades culturales tratan de llenar el vacío de bibliotecas públicas y escolares, no pueden sustituir una organización en gran escala. Foster percibe que la inestabilidad política y económica que ha vivido el país a lo largo de su historia de alguna manera se manifiesta en el desarrollo de los sistemas bibliotecarios y que el reto para los profesionales estaría en sobrepasar años de negligencia y llevar los servicios a los más altos estándares.
Conclusión
Se percibe a través de las fuentes los esfuerzos realizados por diversos sectores e instituciones a lo largo de nuestra historia para crear y mantener bibliotecas y servicios de información en el país en todas las esferas. El gobierno central con la Biblioteca Nacional, bibliotecas públicas, escolares y especializadas; el gobierno municipal con las bibliotecas de los ayuntamientos; las instituciones gubernamentales descentralizadas con bibliotecas especializadas como la del Banco Central; las instituciones culturales con la Biblioteca de la Sociedad Literaria Amantes de la Luz en Santiago o la Biblioteca Enrique Apolinar Henríquez de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos; las instituciones académicas con bibliotecas como la de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y más adelante las bibliotecas de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (pucmm), la Biblioteca de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (unphu), la Biblioteca de la Universidad Central del Este (uce), la Biblioteca de la Universidad Iberoamericana (unibe), entre otras. También se percibe que este desarrollo no ha sido ni uniforme ni continuo. Se establecen políticas, se inician proyectos, se desarrollan y no se sostienen en el tiempo, para retomarlos años más tarde y comenzar un nuevo ciclo, siempre con la esperanza de que todos los recursos invertidos tengan no solamente permanencia en el tiempo sino que crezcan y se reproduzcan. La excepción a esta regla han sido las bibliotecas académicas que surgen a partir de la segunda mitad del siglo xx, pero que por el periodo que cubren las fuentes foráneas analizadas en este artículo no alcanzan a registrar este desarrollo. Algunas de ellas no solamente han tenido permanencia sino que han dado el salto cualitativo de los ficheros en tarjetas a la sociedad de la información y el conocimiento. ¿Cuáles son las características de estas instituciones que hacen posible la consolidación y evolución de sus unidades de información, por encima de condiciones históricas, políticas o sociales? ¿Cuáles son los factores que han hecho posible la continuidad y crecimiento de los servicios?
Hay dos elementos que emergen en las fuentes analizadas:
1) El conocimiento especializado que se requiere para el manejo de la información. Las bibliotecas que más se destacan tienen vinculación con profesionales formados al más alto nivel.
2) El interés por una nueva profesión, que surge del trabajo que se desarrolló en la Universidad de Santo Domingo, cuyo objetivo es el acceso, organización, diseminación y uso de la información y la profesionalización de las distintas funciones dentro de las unidades de información, que trajo como consecuencia el incremento en el número y tipo de bibliotecas en todo el país.
Y tendría que añadir un tercer elemento que tiene que ver con las instituciones mismas en las que se desarrollan las unidades de información, y es la valoración que se da al conocimiento para el logro de los objetivos de la institución. Las fuentes extranjeras analizadas aportan una perspectiva distinta y datos nuevos que enriquecen nuestro entendimiento de este desarrollo y nos permiten reflexionar desde otro punto de vista sobre el acontecer del desarrollo de las bibliotecas y la bibliotecología en el país.
Notas
1 Lockward, George, Las bibliotecas en la República Dominicana, Santo Domingo, apec, 1962. 2 Florén Lozano, Luís y Mella Chavier, Prospero. Legislación Bibliotecaria de América Latina: República Dominicana. Santo Domingo, Biblioteca Nacional, 1979. Reproduce el texto del Acuerdo Bilateral entre la República Dominicana y Estados Unidos para el Intercambio de Publicaciones Oficiales. 3 Lo consideramos dentro de los profesionales dominicanos por su rol en el desarrollo de las bibliotecas y la bibliotecología en el país. 4 Florén Romero, Marisol y Mella Chavier, Prospero. “La Bibliografía en la República Dominicana”, En: final Report and Working Papers of the Twenty Fourth Seminar on the Acquisition of Latin American Library Materials, June 17 22, 1979 Madison, Wisconsin, Salalm Secretariat, 1980. 5 Florén, Marisol. “Dominican Republic”. En: ALA World Encyclopedia of Library and Information Services, Chicago, American Library Association, 1980. 6 Florén, Marisol. “Dominican Republic”. En: World Encyclopedia of Library and Information Services, 3.ra ed., Chicago, American Library Association, 1993. Reproduce el texto del artículo correspondiente a la 2.da edición (1987). 7 Jiménez, Elida, Gómez de Pérez, Maritza, Méndez, Ana Marina, Reseña del Desarrollo Histórico de la Bibliotecología en Santo Domingo, Santo Domingo, Biblioteca Nacional, 1987. 8 Paulino Ramos, Alejandro, Historia de la Primera Biblioteca Universitaria de Santo Domingo, Santo Domingo, Editora Universitaria, 1997. 9 http://www.pucmmsti.edu.do/biblioteca/noticias/notidesarrollo130306. htm. Desarrollo de la Biblioteca en la República Dominicana, Núñez de Taveras, Dulce Maria (2004) 10 Libraries: Notes on Library Events and Trends (Library of Congress, 1939 ) 11 Peraza Sarausa, Fermín, “Bibliotecas de la República Dominicana”, en Mensajes de la Corporación de Bibliotecarios, Archiveros y Conservadores de Museos del Caribe (La Habana), 1941, 1 (febrero – marzo) 12 Baa, Enid M. y Espinal de Hoetink, Ligia. “Library and Bibliographic Activities in the Dominican Republic”. En: Seminar on the Acquisition of Latin American Library Materials, 9th. June 25 27, 1964. Washington, Pan American Union, 1965. 13 Eugene W. Moushey, “Libraries in the Dominican Republic”, En: Encyclopedia of Library and Information Science, v. 7, New York, Marcel Dekker, 1972, 293 296. 14 Foster, Barbara. “Libraries in the Shadow of History: The Dominican Republic”, International Library Review, 1987, 19 (n. 2), 105 111. 15 Litton, Gastón y Krzys, Richard. “Latin American Librarianship: An Area Study”, In: Encyclopedia of Library and Information Science, v. 40, New York, Marcel Dekker, 1986.
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