Es más rápido, dicen unos. Es más fácil y barato, dicen otros. Estos son algunos de los argumentos que han generado el debate sobre si los libros digitales llegarán a sustituir a los libros físicos o de papel. A pesar de esta polémica tan intensa planteada desde hace algunos años en los medios, y no obstante las ventajas de uno o las desventajas del otro, todavía los libros de papel encabezan las listas: seis de cada diez personas prefieren los libros físicos y solo el 16% de los jóvenes que lee en los dos formatos prefiere el digital. Esas preferencias, demostradas con estadísticas, han mantenido a la vanguardia el mercado del libro de papel.
Esta delantera es notoria en un pequeñito pueblo ubicado en el centro de Gales y a orillas del río Wye: Hay on Wye. Con alrededor de 1,900 habitantes, Hay on Wye posee alrededor de treinta librerías, casi todas con más de cuarenta años en el mercado. El lugar del mundo con más librerías, bibliotecas y estanterías al aire libre por kilómetro cuadrado, según datos comprobados.
Esta historia no solo es curiosa sino fortuita. Richard Booth, recién graduado de la Universidad de Oxford y heredero de una gran fortuna, compró en 1961 una antigua estación de gasolina para instalar la primera librería del pueblo. Con libros usados adquiridos en Europa llenó las estanterías de ese y otros locales del pequeño pueblo. Muy pronto, y a pesar de que los vecinos habían pronosticado su cierre, otros lo imitaron y con rapidez fueron proliferando esos espacios en la llamada «ciudad de los libros».
La permanente y activa presencia de libros en un pueblo tan pequeño trajo sus ventajas. A través de los años los encuentros literarios y las reuniones fueron multiplicándose, y Hay on Wye se transformó en un lugar donde las ideas literarias y filosóficas se adueñaban de las conversaciones. Fue en 1988 cuando Norman y Peter Florence decidieron reunir a poetas y novelistas del mundo para compartir sus historias y sus versos de una manera divertida y así crear una gran fiesta del pensamiento y la reflexión. Desde sus inicios, reconocidos escritores contemporáneos como John Updike, Arthur Miller, Zadie Smith, Alan Yentob, Salman Rushdie, Mario Vargas Llosa, Leonardo Padura, Laura Restrepo, Mircea Cartarescu, Ian McEwan, Paul Auster, J. M. Coetzee, entre muchos otros, han sido parte de este importante recorrido literario que ha revolucionado el mundo de las letras y las letras del mundo. El escritor nicaragüense Sergio Ramírez –que fue testigo, junto a Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez y Cristina Fuentes de la Roche, de la primera versión latinoamericana del Hay Festival celebrada en Cartagena de Indias, Colombia– reconoce el gran aporte que ha hecho este festival para «sacar la literatura al público, y hacer que los escritores den la cara en conversaciones atractivas y abiertas, con un formato novedoso, que empieza por eliminar las mesas del escenario y hacer que las pláticas sean más informales».
Con el tiempo el Hay Festival se convirtió en lo que Bill Clinton, durante su conferencia sobre resolución de conflictos y el lenguaje de la diplomacia en el festival del año 2001, llamó «el Woodstock del pensamiento». Hoy en día el pueblito recibe la visita anual de más de 500,000 turistas. Este fenómeno cultural extraordinario se ha ido extendiendo, desde el año 2006, a otros países como México, Colombia, España, Dinamarca, Chile, Perú, India, Líbano y Reino Unido, con más de 120 festivales que han congregado más de cuatro millones de visitantes. Norman y Peter Florence nunca pensaron que un encuentro casual entre amigos se convertiría en el espacio más importante para la discusión de la literatura, la tecnología, la política y las artes. En este festival de las ideas, decenas de escritores, políticos, periodistas e investigadores se manifiestan cada año, ofreciéndonos nuevas formas de imaginar el mundo, transformando el pensamiento y reflexionando sobre temas relevantes y polémicos.
Leonardo Padura, destacado escritor, periodista y guionista cubano, conocido por la serie de novelas policíacas que protagoniza el detective Mario Conde, fue uno de los invitados más esperados de la última versión del Hay Festival de Cartagena de Indias 2019. Padura, que además ganó el Premio Princesa de Asturias 2015, nos cuenta en una entrevista exclusiva que «ser una de las personalidades invitadas al Hay Festival es un reconocimiento al trabajo del creador». Una de las cosas que destaca Padura sobre este encuentro es el alto nivel de las conferencias y presentaciones, lo que lo convierte en un evento cada vez más concurrido al que acuden personas que van en busca de manifestaciones artísticas diversas para elevar su nivel intelectual, «porque en Cartagena tienes asegurado no solo el aprendizaje, sino que es un aprendizaje siempre divertido, motivador, reconfortante: tanto si eres invitado como si asistes como espectador»
En esta época, cuando la comunicación se exige virtual y por demás breve, el arte de la conversación es una de las herramientas más importantes para el intercambio de percepciones, juicios y razonamientos. Es la esencia en un mundo donde generalmente las opiniones y la falta de contenidos impiden la renovación de las ideas. Es la capacidad de usar la lengua y las palabras de manera efectiva para explicar nuestras diferencias con argumentos apropiados y análisis pertinentes. Y esto es justamente una de las cosas que plantean los organizadores del Hay Festival: la necesidad y la osadía de llevar otras voces y hacer planteamientos novedosos donde las tendencias no tengan cabida, donde los escritores y el público puedan volcarse en un ambiente enriquecido con libros, con nuevas historias, en un mundo donde la ficción y la realidad se conjuguen. Donde se converse y donde se escuche.
Las voces del Hay Festival
Entre esa multiplicidad y heterogeneidad de voces, tal vez una de las más desafiantes haya sido la de Joumana Haddad, que estuvo en el Festival Hay 2017 de Cartagena. Autora del libro Yo maté a Sherezade, poeta, ensayista y periodista comprometida con la defensa de las mujeres del mundo árabe, Haddad nació y ha vivido en el Líbano, un país difícil con múltiples conflictos religiosos a lo largo de su historia. Uno de los grandes problemas sociales no solo del Líbano, sino de otros países de la región a los que Haddad se refiere en su ensayo, es la desventaja, la desigualdad y los obstáculos que han tenido las mujeres frente a una sociedad completamente machista y patriarcal. Los hombres han llevado la antorcha no solo para reprimir moralmente, también para dominar social y jurídicamente a las mujeres. La protección a la individualidad y, en consecuencia, el rechazo a las tendencias que encasillan y homogeneizan es precisamente el arco de rebote que intenta evitar el control y la anulación de las personas mediante la misoginia, la poligamia o el sexismo.
Esta situación ha provocado una permanente lucha contra la violencia, la injusticia y la oscuridad que han vivido y sufrido las mujeres árabes, a pesar de la contradictoria relación entre liberalismo y fanatismo que prevalece en gran parte de ese país. El problema no es solo llevar el velo o el burka, es también la vulnerabilidad y la ignorancia. No es solo el combate contra el hiyab islámico, el burka suní o el chador chií, también es el miedo a vivir en la hipocresía y en la sombra.
Joumana Haddad ha logrado encontrar la forma de contribuir y actuar a favor de la verdad, la redención y la conquista de derechos a través de sus artículos, sus libros y su permanente e intensa lucha, por la que es conocida internacionalmente. Para ella escribir es una motivación; es sobrevivir en un medio que se encuentra en una eterna batalla con el poder o los poderes, y demostrar que «la mujer árabe puede ser auténtica, rebelde, independiente, moderna, abierta, poco convencional, muy bien educada y autosuficiente».
Vivir en el ostracismo, en el aislamiento, en el secreto, es vivir en la esclavitud y dependencia. Lo importante es enseñar e inducir a las mujeres, no solo a las del mundo árabe sino a todas las mujeres, a que se desnuden, se liberen y a la vez se reconozcan como seres humanos, no como objetos o pertenencias.
Bogotá 39
Dividir a los escritores en generaciones, ubicarlos dentro de una corriente o movimiento determinado, es una práctica común en el ámbito literario latinoamericano. Por eso hablamos del famoso boom latinoamericano, donde se congregaron —con sus afinidades y diferencias— bajo una misma sombrilla parte de los más destacados escritores latinoamericanos de la década del 60, como también, más recientemente, la generación de McOndo, en los 90, la cual plantea rupturas claras con el realismo mágico, prefiriendo describir la vida cotidiana y los ambientes urbanos. El Hay Festival en esto no se queda atrás. Hace diez años promovieron el movimiento Bogotá 39, donde se reconocía a 39 escritores menores de cuarenta años que no solo se destacaron en su oficio, sino que a través de su literatura crearon un vínculo generacional: las voces, los entornos, las similitudes narrativas y las analogías descriptivas. En esa importante lista se destacan, entre otros, los extraordinarios novelistas Jorge Volpi, de México, Juan Gabriel Vásquez, de Colombia, y Junot Díaz, de la República Dominicana.
El año pasado, por segunda vez, el Hay Festival le dio paso a una nueva generación de escritores, promoviendo una vez más el movimiento generacional Bogotá 39. Estos jóvenes escritores han sido los impulsores de las nuevas estrategias y estructuras narrativas que han creado rupturas en el lenguaje, el estilo y la forma de comunicación en esta primera parte del siglo XXI. Son múltiples las voces que muestran la gran variedad de intereses literarios en América Latina, con visiones distintas, muchas veces sobre un mismo tema, y con una manera particular de abordarlos. Estas nuevas promesas de la literatura de ficción, como el cubano Carlos Manuel Álvarez, la argentina Samanta Schweblin o la brasileña Mariana Torres, quienes se enfrentan a un mundo editorial cada vez más cerrado y exclusivo, han sido acogidos en este importante escenario que les sirve de plataforma y los consolida como referentes de la nueva narrativa latinoamericana.
Poesía y diversidad
El equilibrio y la armonía son parte del éxito de este gran festival en el que los escritores nos permiten imaginar sus distintos universos a través de diferentes formas narrativas como la novela, la novela gráfica, el periodismo, el ensayo o la poesía. Una de las actividades más esperadas en todas las versiones del festival es la Gala de la Poesía, un recital hermoso que utiliza los escenarios más diversos e inusuales de las ciudades donde se desarrolla. Uno de los que más recuerdo es el de la antigua ciudad de Segovia, en la comunidad de Castilla y León, en España. Allí, seis poetas del mundo y un mundo exótico de vegetación subyugaron a los asistentes del Hay Festival. La otra mitad del silencio se convirtió de repente en poesía cuando la voz del poeta nigeriano Ben Okri irrumpió para mezclarse con el sonido del agua que caía. Belief should rest on what we know. What we know rest on what we sow, fueron las primeras palabras dichas con la pasión y énfasis de ese escritor posmodernista del país más poblado de África. Sus poemas son historias que hablan de belleza y de dolor, que, claras como el agua, salen de la hondura del ser humano para convertirse en muchas voces que se levantan como peces en medio del océano para reclamar justicia, equidad, derechos y libertad. El escenario donde se realizó esta actividad fue el Romeral de San Marcos, un inmenso jardín ubicado en la ladera de un farallón marino del período cretácico que fue diseñado por el paisajista uruguayo y restaurador del Real Jardín Botánico de Madrid, Leandro Silva. En el ojo escondido de una de las cuevas, los asistentes fueron parte de esa hermosa travesía poética leyendo a clásicos como Idea Vilariño, Antonio Machado, García Lorca y el caribeño Derek Walcott. La cueva los guardó de la lluvia, y un poema de amor se transformó en la finalidad del alma. Así dicen los versos de Carlos Aganzo, poeta español y director del diario El Norte de Castilla, el más antiguo de España:
Recuerdo tu ausencia como un dolor de manos; una oración que dice: «La finalidad del alma es el deseo». Y después, el silencio.
El eco multiplicó el deseo y multiplicó el silencio. Redobló las palabras entre risas e historias contadas en versos. Así surgió la poesía, entre distintas voces y gritos del mundo, entre diversas lenguas amarradas a la vida, entre estanques de peces rojos, de agua cristalina.
Fiesta de libros
Así es el Hay Festival en cada una de sus distintas versiones que recorren el mundo: una fiesta de libros donde escritores, editores y pensadores son convocados a compartir ideas, fomentar el diálogo y provocar debates. A través de él los escritores tienen la posibilidad de mantener un vínculo íntimo con la gente, con argumentos claros y precisos pero acompañados de la belleza del arte. Impulsar el respeto, tratar de cambiar la sociedad desde la palabra, desde la formación y la enseñanza, ya son algunas de sus conquistas. Siempre hay que hacer algo distinto y constructivo. En la República Dominicana actualmente hay un gran interés por las actividades literarias; tanto jóvenes como adultos están cada vez más inclinados a asistir a talleres y clubes de lectura, y la tendencia, de manera general, es buscar actividades que enriquezcan la imaginación y ayuden a reflexionar. Realizar una versión del Hay Festival en la República Dominicana sería una conquista que sugeriría un gran e importante desafío: la apuesta por la educación y la lectura. Dejarnos inspirar por afamados escritores con obras relevantes sería el comienzo para el nuevo florecimiento de nuestra literatura. El arte, la cultura y la formación son la base del crecimiento de las naciones.
Convirtamos nuestros espacios públicos en lugares donde la literatura nos atrape, nos inmovilice y nos sorprenda. Comprometámonos con el desarrollo y la transformación de nuestro país para que seamos, como Hay on Wye, una «ciudad del libro» y hagamos de la lectura una fiesta.
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