Revista GLOBAL

El mestizaje arqueológico precolombino

por Marcio Veloz Maggiolo
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Cuando hablamos del Caribe actual, nos referimos sin ambages al proceso de mestizaje que se produce desde el momento mismo en que Europa se hace fuerte en sus posesiones y aporta, digamos, parte de su cultura y lengua, en mezcla informal con las sociedades originarias. Las raíces lingüísticas africanas son un elemento clave en esta mestización; el surgimiento de lenguas criollas o creoles, una muestra de que el mestizaje, vivo, apunta hacia una creatividad permanente. Las expresiones, producto de esta creatividad, se manifiestan en una personalidad definida en identidades locales que determinan las manifestaciones del modo de vida de las comunidades dentro de un contexto capitalista creciente. Pero siempre me he hecho la pregunta de si antes de la presencia europea, o sea, en las sociedades originarias del Caribe, hubo realmente mestizaje, mezcla, si usamos el concepto en la vía moderna en la que mestizo es mezcla, y no sólo un referente al concepto racial como tal. Hay pocas vías para confirmar este mestizaje inicial, y una de ellas es la arqueológica. Las pruebas de radiocarbono obtenidas en el área del Caribe, y principalmente en las islas, apuntan hacia el dato de que ya en el 4000 antes de Cristo, navegantes de zonas costeras centro y sudamericanas se habían asentado en las islas.

El proceso de navegación tendría que ver con las características del llamado “óptimo climático”, fenómeno que comenzó a producirse hacia el 5000 ó 6000 antes de Cristo, con un derretimiento de los hielos polares y, por lo tanto, un ascenso mundial de las aguas marinas. Hacia esa época algunos territorios continentales, como por ejemplo la isla de Trinidad, quedan convertidos en islas, y las costas continentales son en parte cubiertas, inundando posiblemente zonas de habitación costera, obligando a los habitantes de la misma a buscar otros espacios productivos. Para mí es el momento clave de las migraciones más tempranas que conocemos en el arco antillano. Desde la costa de América Central, navegantes pertenecientes a bandas recolectoras y pescadoras se desplazan hacia el arco antillano en vez de hacerlo hacia la zona interiorana. Eso parece ocurrir con navegantes cuyos artefactos están presentes en Belice, antigua Honduras Británica; los sitios de Levisa, en el oriente de Cuba; Ile á Vache, y el sur de Haití, y en el occidente de la República Dominicana y Puerto Rico. Estas culturas basan su modo de vida en la pesca, le recolección y posiblemente la cacería de iguanas, peces de alta mar y un tipo de desdentado –parecido a un oso– cuyo nombre científico es Parocnus serus, localizado en varios puntos del país y usado como alimento en la Cordillera Central, en el sitio de Cercadillas, Constanza, donde el profesor Roberto Cassá localizó sus restos, los que fueron analizados con fecha de unos 800 años antes de Cristo, revelando que era un tipo de fauna cordillerana común cuando habitaban los recolectores en la isla, mucho antes de que llegaran las primeras ocupaciones agrícolas, las que arribarían solo en el 500 antes de Cristo, o sea, 3,500 años después de estas primeras ocupaciones tempranas.

Estos primeros pobladores representan una tecnología del uso de la piedra diferente de culturas del mismo rango, como la que llegó desde Venezuela muy poco tiempo después, quizás hacia el 3500 antes de Cristo. Los objetos de los grupos procedentes de Centroamérica son cuchillos, puntas, navajas, algunas manos para moler y lascas de pedernal que revelan la persistencia de una antigua tradición del uso de la piedra lascada tan vieja como la humanidad. Por haberse encontrado por vez primera en Barrera-Mordán, provincia de Azua, llamamos mordanoides o barreroides a estos grupos, los cuales, durante largos siglos, vivieron muy cerca de las minas donde estaba su materia prima, el sílex. La segunda oleada de recolectores parece provenir de la isla de Trinidad, la que ya hacia el 5000 antes de Cristo había dejado de formar parte del mapa de Venezuela. Se trata de recolectores con un modo de vida más afinado. Pesca de alta mar, recolección marina, recolección terrestre donde predominaban las raíces y tubérculos. Según Sanoja y Vargas, hacia esta época pudo haber asomos de formas agrícolas en la desembocadura del río Orinoco.

El sitio de Banwari-Trace, en el sur de la isla de Trinidad, fue trabajado por un equipo dominicano constituido por Elpidio Ortega, Plinio Pina Peña, Renato Rímoli y quien firma este artículo, en el año 1971. Un enterramiento humano, colocado en forma acuclillada –como en el caso de los posteriores grupos con conocimiento de la agricultura–, nos da la pauta de que había en ese momento, y en el caso de la isla, una relación con posibles agricultores muy tempranos. La fecha para Banwari-Trace es de unos 6,000 a 6,500 años antes de Cristo. Los artefactos hechos en rocas de río con mucha pulimentación son manos de mortero de diversas formas, cuencos de concha para beber, morteros para machacar, anzuelos de huesos de peces, pesas para redes, siendo, por tanto, un “ajuar” bien diferenciado del que presentaban los mordanoides de la isla de Santo Domingo. A estos habitantes de Trinidad llamamos “banwaroides”, puesto que el sitio de Banwari-Trace es lo que llamamos el sitio cabecera. Aparte de estos pobladores muy tempranos, tenemos migraciones venezolanas hasta el 2000 antes de Cristo. Estos recolectores se mezclaron con los ya existentes banwaroides y barreroides, como es el caso de pescadores de los sitios de Cubagua y Manicuare, documentados por Cruxent y Rouse en sus estudios.

Durante estas primeras oleadas de recolectores vale señalar que en la isla de Santo Domingo, objeto de este artículo, los grupos respetaron los espacios que escogieron, evitando posiblemente una interacción. Sin considerar la fronterización como un proceso prehistórico, ni de orden social preciso, podríamos afirmar que, desde su llegada, los banwaroides se ubicaron en el occidente de la isla, estableciendo su ciclo recolectivo desde las costas a la cordillera. Los grupos banwaroides, con un sistema de subsistencia diferente, ocuparon el este de la isla, y fundamentalmente la zona de manglares, donde la ocupación tenía una enorme importancia con la explotación de animales de este ecosistema, como eran la jutía, las aves del manglar y sus huevos, las especies del manglar mismo como cangrejos, camarones, jaibas, peces juveniles y grandes y el posible uso de la planta guáyiga, endémica de la zona y que puede ser usada luego de asadas sus “raíces”, que no son otra cosa que una prolongación del tallo de la planta hacia debajo del terreno.

Mestizaje instrumental 

Los dos modelos persistieron, y es sólo hacia el 2000 antes de Cristo cuando comienza a aparecer la aceptación de artefactos de una cultura en la otra. Poco a poco, y hacia el 1500 antes de Cristo, se evidencia un cambio notable en los patrones alimenticios de ambas culturas, cuando en las costas de la península de Barahona, según lo han mostrado Elpidio Ortega y José Guerrero, los barreroides deciden aprovechar los recursos del manglar que habían sido importantes para los grupos banwaroides en el este, donde esta cultura aprovechó al máximo los mismos, ocupando, además, cavernas como la entrada de la llamada Cueva de las Maravillas, hoy modificada y desposeída de su valor original en aras del turismo y la visión de aficionados a la arqueología. Este aprovechamiento de recursos hace posible que ambas etnias inicien una especie de contacto que cada vez se convierte en una relación más estrecha. A partir del siglo x antes de Cristo, sitios del este de la isla como Hoyo de Toro, El Porvenir y otros, comienzan a utilizar muchos de los objetos de sílex confeccionados por los barreroides. No se trata, como en el caso de los sitios antes mencionados, de objetos creados en los sitios banwaroides. Estos artefactos son producto de gente que conoce la técnica de la fragmentación del sílex, y las puntas, raspadores y navajas en los sitios banwaroides apuntan hacia una mezcla de tradiciones que no sólo se daría en el simple instrumental, sino en la necesidad de entrenamiento y conocimiento que necesita el que va a usar por vez primera formas instrumentales desconocidas. Por otra parte, en algunos lugares donde la mezcla de las tradiciones es evidente, como en la zona de Fort Liberté, en Haití, la relación es a la inversa, como acontece en el sitio Couri, donde al parecer los elementos banwaroides están influyendo los barreroides, en mezcla que parece consolidarse ya desde el siglo ix al iv antes de Cristo. Desde el punto de vista arqueológico –habría que hacer los estudios genéticos– se está produciendo un mestizaje cultural importante. Nada tendría de novedoso que al usar los recursos de la genética moderna y de los análisis mitocondriales encontráramos las diferencias biológicas y las mezclas de este tipo.

Nuevas migraciones. 

Los caimitoides Durante los momentos finales de ese proceso de mezcla arqueológica y cultural que se advierte cuando banwaroides y barreroides intercambian experiencias e instrumentos, una migración que no tiene relación con la agricultura, sino con la recolección como lo es la llamada caimitoide ocupa gran parte del oriente de Cuba y la costa sur de Santo Domingo, en el sitio denominado Bayahibe. La sorpresiva migración viene acompañada del conocimiento de la alfarería, pero no del cultivo. Son grupos recolectores que ya en el 1500 antes de Cristo estuvieron en la costa sur de la isla, como acontece con tres fechas de radiocarbono en Bayahibe. Estos grupos aceptan las tecnologías banwaroides hacia el 500 antes de Cristo, y desarrollan un intercambio importante que incluye los artefactos de los grupos anteriores, produciéndose, a nuestro juicio, un gran mestizaje arqueológico. Las muestras están presentes en sitios dominicanos como El Caimito, cerca de la provincia de San Pedro de Macorís, Musié Pedro, en la provincia de La Altagracia, cerca de Boca de Yuma, y en otros lugares. Entre el 500 antes de Cristo y la era cristiana, los grupos “caimitoides” asimilan los instrumentos productivos de las viejas etnias anteriores en un horizonte cultural que abarca numerosos sitios del oriente de Cuba, lo que indica que se trata de una oleada de migrantes de gran importancia.

El posible origen podría ser el norte de Colombia o parte de Centroamérica, según suponen Clifford Evans y Betty Meggers, ambos investigadores de Smithsonian Institution. Hacia esa misma época, sin embargo, culturas agricultoras oriundas de la cuenca del río Orinoco, en Venezuela, comienzan a migrar, y son portadoras de importantes formas de explotación del medio ambiente. Las evidencias de las mezclas iniciales de estos grupos agricultores –los que ya en la costa venezolana habían iniciado un proceso de mezcla perfectamente visible en los motivos de su alfarería– se revelan en la organización de sus sitios y en la temática decorativa ya señalada. Varios autores señalan que las culturas de Barrancas y Saladero, en la cuenca alta del Orinoco, al llegar a las zonas costeras pasaron ya hibridadas a las Antillas hacia el 500 antes de Cristo, creando, desde el punto de vista estilístico, las formas que muchos autores llaman el estilo “saladoide insular”, relacionado con el sitio Saladero, pero igualmente con el estilo de Barrancas, ambos continentales. Las posteriores culturas isleñas irán demostrando que, aunque muchas de las decoraciones son similares, el cambio en sus modelos de ocupación se refiere a formas de mestizaje cultural cada vez mayores. De modo que estas culturas originarias agrícolas, precedentes de la llamada cultura taína, son anteriores a las llamadas “ostionoides”, en Puerto Rico, y en la isla de Santo Domingo a las llamadas “meillacoides”, de posible origen Macorís, a las ciuguayas, y a grupos que, mezclados, adoptaron formas culturales como la monticulación agrícola en Puerto Rico y Santo Domingo, modelo productivo nuevo que parece tener su origen en el norte de Colombia y que ya los pobladores de Puerto Rico adoptan en el siglo viii, y las culturas precolombinas de la isla de Santo Domingo hacia el siglo ix, como es el caso de los macorijes del sitio El Carril, en la provincia de Valverde, República Dominicana.

Conclusiones

La apretada síntesis que hacemos en este breve trabajo es una base importante para detallar con más precisión el proceso de mezclas culturales presentes en el área antillana y en la isla de Santo Domingo. Hemos querido sólo señalar que en el caso de las culturas precolombinas el mestizaje cultural tiene que ver en mucho con expresiones de la vida cotidiana, y que los artefactos y formas de explotación del medio influyen notablemente en la manera en que la gente se mezcla y presta sus experiencias. Todavía a la llegada del conquistador en 1492, algunas de las formas de explotación del medio están presentes en las sociedades agrícolas que ocuparon la isla 3,500 años después de la llegada de los recolectores. Trabajar sobre este tema en combinación con los expertos en adn y en estudios mitocondriales podría ayudarnos a saber la relación entre el hombre y la cultura mestiza del Caribe precolombino.

Bibliografía 

Cruxent, J.M. y Rouse Irving. An archelogical chronology of Venezuela, Unión Panamericana, Washington, 1959. Galllaghan, Richard. Mainland origins of the preceramic cultures in the Greater Antilles, Doctoral dis. University of Calgary, 1990. Moore, Clark. “Investigations on preceramic sites, ile á Vache, Haiti”. Florida Anthropologist, 35, (4) 186- 189. 1982. Rouse, Irving. The taínos. Rise and decline of the people who greeted Columbus, Yale University Press. New Haven London, 1992. Veloz Maggiolo, Marcio. Panorama histórico del Caribe precolombino, Banco Central de la República Dominicana, 1992. — La isla de Santo Domingo antes de Colón, Banco Central de la República Dominicana, 1993. — y Bernardo Vega. “The antillean preceramic, a new approximation”. Journal of the New World Archeology, University of California, 1992.


2 comentarios

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