Revista GLOBAL

El reto de la televisión cultural iberoamericana

by José Manuel Pérez Tornero
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Si en algo está resultando enormemente eficaz la globalización, es en tejer y destejer nuevos territorios del imaginario y en modificar, así, las identidades individuales y colectivas. En esta eficacia el papel de la televisión es sustancial. En poco tiempo, y con intensidad, la televisión está alterando las mentalidades en todo el planeta, con independencia de diferencias de todo tipo: culturas, civilizaciones, tradiciones e identidades. Por paradójico y extraño que pueda parecer, un adolescente egipcio o africano puede sentirse, gracias a la televisión, un entusiasta seguidor del club de fútbol Barcelona o del Manchester United. Así, las camisetas futbolísticas europeas de segunda mano pueden convertirse –como de hecho ya sucede– en una de las mercancías más cotizadas en los mercadillos populares de media África.

O también puede que un joven escocés, canadiense, dominicano o español, vista el mismo pantalón suelto, sin correa, sin reparar que el origen de este gesto fue, en su día, el símbolo de libertad que algunos ex-presidiarios norteamericanos usaban al salir de la prisión. Como no sólo es posible, sino una realidad, que las telenovelas latinas –producidas en Miami, Colombia, Brasil o cualquier otro lugar de América– alcancen a más de 150 naciones de religiones, lenguas y culturas muy diferentes. O que los formatos de los reality-show de televisión se imiten y se reproduzcan a velocidades de vértigo en distintos continentes y latitudes culturales.

Todo ello no se daría sin televisión pero sobre las consecuencias finales de este tejer y destejer imaginarios de la televisión, la controversia está abierta. ¿Se implantará una identidad global homogeneizada y estandarizada para cualquier ciudadano del planeta? ¿Aparecerá una constelación de nuevas culturas e identidades hecha de hibridaciones y “retales” de las culturas tradicionales, como si se tratara de un puzzle complejo? ¿O surgirá, como reacción contraria a esta globalización cultural, un retorno a la exigencia de identidades separadas y diferenciadas y, en cierto modo, a un neo-fundamentalismo?

Desde el punto de vista sociológico y cultural, encontraremos respuestas para todos los gustos y condiciones. Para C. Baker la tensión entre homogenización y diversidad está abierta a favor de la primera. Para Alain Touraine, el mundo mediático global, pese a las tendencias hacia la homogenización, nos permitirá, en cambio, una suerte de bricolage cultural individual. Mientras, otros, como A. Appadurai, señalan y advierten sobre un rebrote de los fundamentalismos de todo tipo: étnicos, religiosos, nacionalistas, tribales, etc.

Sin embargo, más allá de las consecuencias finales, siempre inciertas y demasiado generales, una perspectiva adecuada en relación con el rol de la televisión global nos permite una descripción más precisa y concreta del nuevo paisaje televisivo-cultural.

La televisión como actor identitario

La reorganización del tejido de las mentalidades en las sociedades modernas ha encontrado, desde hace tiempo, en el medio televisivo un actor decidido. Incluso antes del proceso de profundización de la globalización.

Entre los años cincuenta y setenta, es decir, en sus inicios masivos, la televisión contribuyó a configurar, en casi todo el planeta, el universo cultural de la sociedad de consumo. Su función fue homogeneizadora y estandarizadora. Pero la cumplió, pese a ello, potenciando el universo imaginario específico de cada una de las tradiciones culturales estatales en que se inscribía. En la medida en que el medio se difundía sólo en los márgenes de las fronteras nacionales de un estado –a través de la tecnología de difusión terrestre y analógica– la televisión aceptó y potenció la identidad o identidades que ese mismo Estado le encargaba en cada caso –lo hiciera a través de la empresa pública o de la empresa privada; poco importaba–. Así, generalmente, adoptó la visión y la doctrina de la identidad nacional correspondiente. Los valores consumistas del momento sólo representaban una pátina superficial a esa doctrina de fondo acuñada por el Estado.

Si alguna salvedad hay que señalar en este fenómeno se relacionó siempre con la potencia o debilidad del Estado correspondiente. Cuanto más fuerte fuese el Estado –y, consecuentemente, su incidencia en la televisión– más se afirmaba la identidad oficial nacional, y cuanto más débil fuese éste, más se plegaba a los valores del consumismo.

La situación cambia a partir de la década de los ochenta. El “aligeramiento” de las tecnologías de producción y la explosión del uso de los satélites de difusión directa jugaron un papel decisivo a la hora de transformar el peso de los valores del Estado y de la nación. Por una parte, las nuevas posibilidades tecnológicas potenciaron la autonomía comunicativa local, dando paso a una subdivisión de las primigenias señales estatales de televisión. De aquí surgen las televisiones regionales o incluso las locales, todas ellas con alcance sobre conjuntos territoriales más reducidos que los límites del estado correspondiente.

Por otra parte, también el cambio tecnológico de la década de los ochenta contribuyó a acelerar la conformación y articulación de espacios audiovisuales transnacionales. Es el momento entonces de la aparición de las primeras cadenas internacionales de noticias, de las primeras apuestas temáticas satelitales y, sobre todo, de la pre-figuración de espacios culturales que iban mucho más allá de las fronteras de los Estados.

Las postrimerías del siglo XX y principios del XXI suponen ya la estructuración de un orden internacional televisivo con una articulación compleja y de un impacto considerable. Se ha avanzado en un doble sentido. Por un lado, la televisión y su discurso se ha ido declinando en local y regional, en conjuntos sub-estatales hasta alcanzar una multiplicidad y una diversidad considerables.

Por otro, el fenómeno de la televisión transnacional se ha reconfigurado y estabilizado, dando lugar a una nueva geografía televisiva. Si en la década de los setenta era posible escribir, como hacían Tapio Varis y Karl Nordestreng que la televisión circulaba en un solo sentido, hoy día puede hablarse de una compleja diversidad de flujos cambiantes que ha dado lugar a una nueva geografía televisiva.

Las principales características de esta nueva geografía televisiva global se reflejan esquemáticamente en los siguientes rasgos:

• Un predominio –aunque en declive lento– de la industria televisiva estadounidense basado en la presencia internacional de cadenas informativas (cnn, cBs, aBc), en el éxito de las cadenas de cine y música (Tcm, Disney, MusicTv, etc.) y el predominio de sus series y comedias vendidas a todo el mundo.
• Una creciente –aunque tímida– presencia internacional proveniente de Europa, liderada por las iniciativas de la BBc, pero secundadas por otras televisiones públicas (France 5, Tve, etc.) con alcance diversos: un canal de noticias de alcance europeo, Euronews, junto a diversas iniciativas de cadenas publicas, como la BBc News, el canal de noticias de Tve, y otras cadenas de programación generalista: Tv5 por Francia, Tve por España, y rai por Italia, entre otras).
• Una constante –aunque lenta– consolidación de espacios regionales y culturales. La transformación más significativa, en este sentido, es el creciente peso de las producciones y cadenas televisivas árabes. En este sentido, los egipcios dominan la industria de producción de ficción, pero cadenas como AlJazeera (Qatar) están demostrando un amplio potencial de expansión y de influencia en todo el mundo. La India y el enorme alcance de sus producciones es otro fenómeno digno de tomar en cuenta, al lado del enorme poder de la televisión estatal china que, por sus especiales características de macro-estado aún no se ha decidido a jugar del todo sus capacidades de transnacionalización. Latinoamérica presenta, por su parte, una industria televisiva emergente a escala planetaria, con un fenómeno que tiene dos caras: una progresiva integración televisiva de la región –vertebrada en torno a la internacionalización de grandes empresas como Televisa o el Grupo Cisneros– y, a la vez, una expansión creciente de sus producciones basada, fundamentalmente, en las telenovelas y en la música.

En esta nueva geografía –aún bastante superficial– se dan procesos más profundos y complejos que ponen en juego la correlación entre los diversos poderes –militar, económico y cultural– y la televisión. Procesos en los que la televisión es, al mismo tiempo, actor y agente pasivo.

Política, economía, cultura y televisión

Las nuevas cadenas –así como, en general, la transnacionalización de la industria televisiva– representan movimientos estratégicos decisivos y cruciales en el tejido de identidades, culturas y poderes. Una nueva y sutil trama está ligando el desarrollo del discurso y el medio televisivo a los movimientos económicos, sociales y políticos en el nuevo mundo globalizado.

Cadenas informativas tales como la cnn, BBc News, Euronews, Al-Jazeera y Telesur representan las apuestas de sus Estados por trasladar una determinada visión y una concreta estrategia a los asuntos internacionales.

El papel que la cnn ha jugado en relación con la política intervencionista de Estados Unidos en los últimos años, y, especialmente, después de la primera guerra de Iraq –pero también en Kosovo y en otros conflictos internacionales, así como en el tratamiento de la “Guerra contra el terror”– ha sido estudiado a fondo por diversos investigadores.6

El desarrollo de BBc News y el impulso de una cadena de noticias de alcance europeo –Euronews– son, en cierto modo, la respuesta de Europa al fuerte predominio norteamericano en la transmisión de noticias ejercido por la cnn. Y, en un mismo sentido, esta vez en territorio árabe, cabe situar a Al-Jazeera,7 que tras el conflicto político, religioso y cultural que se derivó del atentado a las torres gemelas de Nueva York, ha logrado éxito mostrando una visión desde “el otro lado”, sin complicidades con el terrorismo y con un cierto sentido “modernizador” en relación con los regímenes árabes tradicionales, especialmente de los países del Golfo.

En todos los casos, pues, se aprecia cómo una apuesta estratégica de televisión internacional consiste en organizar un flujo de información y noticias acorde con la estrategia e intereses de los Estados de los que depende. Este hecho queda corroborado al estudiar la posición de la cnn o la BBc en relación con los últimos conflictos bélicos en los que se han implicado Estados Unidos y Gran Bretaña; Euronews, en relación con la política de la Comisión Europea; o Al-Jazeera en relación con la posición de Qatar y algunos países del Golfo.

La cadena Telesur es también la consecuencia de la posición político-ideológica de Hugo Chávez y de sus “alianzas” con los gobiernos de Cuba, Argentina, Bolivia y Nicaragua, entre otros. En este sentido, sirve de refuerzo comunicativo a la ideología del neo-bolivarismo, sostenido por la posición clave que tienen –en períodos de escasez– los países productores de recursos energéticos (petróleo y gas, especialmente).

Más allá de las cadenas y cuando se trata de la circulación de la producción televisiva en el mundo, la relación entre política y televisión es menos clara. Sin embargo, el envite que significa guarda estrecha relación con el poder que es capaz de generar la industria cultural en un mundo globalizado mediáticamente.

En este sentido, el predominio de la industria televisiva norteamericana –basado especialmente en la producción de Hollywood, series de televisión y música– es evidente que: a) representa múltiples beneficios económicos, b) asegura la rápida difusión del desarrollo tecnológico norteamericano en el mundo –mostrando sus usos cotidianos–, y c) trabaja en beneficio de algunas marcas internacionales favoreciendo la constante acomodación de los públicos mundiales a los estándares del estilo consumista de vida. A ello hay que añadir la consolidación de un imaginario colectivo a escala planetaria con sus héroes, tópicos y visiones del mundo, que si bien no constituye en puridad una ideología concreta, sí que sirve de base a determinadas formulaciones ideológicas mientras excluye a otras.

En un mismo sentido, aunque a menor escala y con restricciones de difusión notables, actúa el flujo televisivo que se crea a partir de las telenovelas latinas, o de las series de ficción egipcias o el cine indio. Su difusión, su éxito y su distribución a escala mundial favorecen la extensión de universos concretos de valores –estilos y formas de vida cotidiana– que acaban influyendo en la mentalidad de sus públicos y en su visión del mundo. Aportan con ello su nota singular al lenguaje y al discurso de una televisión que, no obstante, conserva patrones y modelos muy influidos por el modo de hacer norteamericano.

En fin, todo ello revela las múltiples y sutiles tramas que se establecen entre posiciones políticas, económicas y culturales y la televisión internacional de nuestros días. Y pone en evidencia un hecho: para contar en el actual mundo globalizado, la articulación y la construcción de un espacio audiovisual y televisivo propio se convierte en una cuestión esencial. Sin hacerlo, no será posible adoptar un papel político y social de importancia.

América Latina y la televisión internacional América Latina, con su especial vinculación con algunos países europeos –es decir, Iberoamérica–, constituye una de las regiones del mundo en que el fenómeno de transnacionalización y globalización televisiva ha adquirido mayor dinamismo y potencialidad.

Los factores que han contribuido a ello son diversos y de importancia:

• En primer lugar, presenta una base cultural compartida que favorece las transnacionalización de la televisión: idioma común, el castellano –por otra parte, segundo idioma internacional del mundo–, con presencia decisiva en Brasil del portugués –además de una diversidad de lenguas indígenas, músicas, literatura, etc.–. Todo ello allana el camino para la circulación de los productos televisivos.

• En segundo lugar, se trata de una región con una población considerable. Más de 400 millones de personas –no hay que olvidar, por ejemplo, la alta presencia de hispanos en Estados Unidos–. Esto representa claramente una ventaja competitiva a la hora de desarrollar estrategias económicas en relación con la industria cultural y mediática.

• En tercer lugar, dispone de instituciones supranacionales que, pese a que no han llegado a consolidarse del todo, sí constituyen una base de partida considerable: diversas acciones políticas regionales, Pacto Andino, Mercosur, sica, oei, oea y la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, entre otras. En el seno de ellas han tenido lugar iniciativas relacionadas con la televisión.

• En cuarto lugar, la existencia de iniciativas de televisión transnacional apoyadas en la consolidación de grandes grupos televisivos del continente: Televisa, Grupo Cisneros, O Globo, etc. Estos grupos no sólo han conseguido asegurar la existencia de canales de alcance latinoamericano, sino que han consolidado un amplio mercado televisivo en Estados Unidos y participan activamente en la industria española de la televisión. Otras iniciativas impulsadas por los poderes públicos: Telesur, Asociación de Televisión Educativa Iberoamericana, diversas iniciativas de origen brasileño, etc. vienen a atestiguar que también el sector público se moviliza.

• Finalmente, aprovechando la fuerza y singularidad de sus contenidos y su particular estilo de producción, el espacio audiovisual latino ha conseguido notables éxitos de penetración internacional de su in dustria cultural especialmente en lo que se refiere a las telenovelas, la música y las cadenas musicales.

Todo ello asegura el potencial y la fuerza de la región en materia de televisión y puede ser el punto de partida para su consolidación como un actor significativo en un mundo globalizado.

Las barreras

Pero más allá de los factores que representan una potencialidad, es preciso identificar aquellos otros que representan un obstáculo. A saber:

• La debilidad de algunos sistemas televisivos estatales de la región: televisiones públicas inexistentes o muy debilitadas, marcos regulatorios muy indefinidos, escasa autonomía, y tímido desarrollo de la industria audiovisual. Esto crea desigualdades importantes en la región y merma fuerzas a la consolidación como espacio audiovisual efectivo.

• Escaso desarrollo de una demanda consolidada o, lo que es igual, debilidad de los públicos. América Latina, pese a la unidad cultural de base, se resiente de la ausencia de públicos grandes capaces de concitar la demanda de productos audiovisuales que revitalizarían la industria audiovisual. Eso sí, hemos de hacer excepción de las telenovelas, la música y los ingresos derivados de la exportación de los derechos futbolísticos. Están poco desarrollados, desde el punto de vista del público, el cine –que es esencial en la televisión–, las artes, los documentales, etc.

• La desarticulación de la producción local-regional. Una industria televisiva fuerte no se hace sólo con apuestas transnacionales, tiene que partir de la existencia de un tejido sólido de comunicación local y regional. Éste no se da todavía en América latina, lo que impide una implicación concreta entre los públicos y una televisión más cercana. Se dificulta con ello el aprovechamiento y la canalización de la creatividad, del talento y la innovación.

• Las enormes desigualdades, las bolsas de pobreza y la brecha digital de la región dificultan el progreso del espacio audiovisual. De ello se deriva la debilidad de la demanda que movilizaría a la industria de la publicidad, la dificultad de establecer circuitos de televisión de pago, y la marginación de una buena parte de la población de las nuevas tecnologías de difusión e interacción.

• La ausencia de una cultura de la cooperación y la coproducción en materia audiovisual. Si bien es cierto que recientemente se han dado casos de éxito (México, Brasil, Cono Sur, etc.), lo cierto es que tanto a nivel industrial como profesional este tipo de cultura escasea y no se reúnen habitualmente las capacidades y habilidades que permitirían un rápido desarrollo de la industria de la televisión.

En fin, todo ello genera enormes dificultades a lo que, sin duda, es un enorme potencial del espacio audiovisual iberoamericano.

Los retos y una nueva estrategia

Para conseguir superar estas barreras y de cara a fortalecer el espacio televisivo propio, las bazas que hay que jugar no son desconocidas y pasan por cuatro ejes esenciales:

a) Un apoyo político supranacional a la articulación audiovisual de la región.
b) La inversión de recursos humanos y económicos en la generación de una industria audiovisual autónoma que vincule la educación, la potenciación de una identidad compartida y el aumento de la presencia de la región en un mundo globalizado.
c) El fortalecimiento de las industrias televisivas de cada uno de los países a partir de un aprovechamiento intensivo de las nuevas oportunidades tecnológicas, buscando tanto la consolidación a nivel de estado como a nivel sub-estatal y local.
d) El aprovechamiento en materia de televisión de la posición estratégica de la región: cercana a Estados Unidos, estrechamente vinculada con Europa y África y abierta al Pacífico.

En lo político, el apoyo de los Estados y los gobiernos es esencial. A ellos correspondería marcar objetivos, estrategias y prioridades. De ellos depende que la televisión pueda articularse como un servicio público a la región, brindando servicios en materia de educación, extensión cultural y de acceso de la ciudadanía a la sociedad del conocimiento. De su acción también depende que la televisión se convierta en un instrumento de integración cívica, de participación y de lucha contra la pobreza y la exclusión.

En el mismo terreno político es bien claro que el crecimiento y el fortalecimiento de una televisión latinoamericana fortalecerán la integración política de la región, su integración económica y un mayor sentido de comunidad.

Por lo que se refiere a la inversión en recursos humanos y económicos, es preciso recordar que la comunicación y la televisión son uno de los pilares esenciales de la economía del conocimiento y que su capacidad de acelerar el desarrollo económico y de fortalecer la innovación es muy importante. Pero para ello se hace preciso aumentar la formación de los profesionales, mantenerla al día, actualizarla con las habilidades propias de la sociedad global del conocimiento y fomentar el que esta inversión fructifique y se multiplique rápidamente.

En un mismo sentido, hay que entender la necesidad de desarrollo de la industria estatal y local de televisión. Esto va a implicar un desarrollo tecnológico considerable y supondrá un catalizador para el desarrollo de las tecnologías del conocimiento.

A su vez, la integración de todos estos desarrollos aumentará las capacidades de actuación a escala internacional.

Finalmente, todo parece indicar que un desarrollo favorable de la industria televisiva en la región se beneficiará con las posibilidades comerciales y de inversión que supone una excelente conexión con la región europea, a partir de España y Portugal, además de Francia e Italia; con Estados Unidos, y con algunos países de África y Asia. Un flujo continuado de intercambios y una línea abierta de cooperación puede potenciar el crecimiento y el desarrollo.

Televisión educativo-cultural

Para hacer posible este enfoque de desarrollo del espacio geoestratégico de la televisión de América Latina, el desarrollo de la televisión educativo-cultural parece esencial. Sólo esta televisión puede permitir el acuerdo político entre los gobiernos para su desarrollo, a la vez que, sin interferencias en el mercado, favorece la consolidación de los actores privados empresariales.

Sólo este tipo de televisión que potencia los valores de desarrollo cultural y educativo, la diversidad y la independencia ideológica, puede contribuir a la lucha contra la exclusión mediante la difusión de la educación y el conocimiento, y puede ayudar al desarrollo de un sentimiento de comunidad por encima de cualquier diferencia.

También esta televisión, en la medida en que se acompaña de estrategias de promoción de la formación profesional, de la experimentación y de la potenciación de la creatividad y el talento, puede dar lugar al desarrollo de las fuerzas productivas en el universo de la televisión transnacional.

Sin lugar a duda, una apuesta decidida por la televisión educativa y cultural en América Latina puede ser el motor de la industria audiovisual del continente y hacer que éste pueda contar en el concierto global de Estados, pueblos y naciones.

Notas

Televisión, globalización e identidades culturales, Barcelona, Paidós.
Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy, Barcelona, Paidós, 2005.

Géographie de la colère: La violence à l’âge de la globalisation, Paris, Payot.
En América Latina, la asiTra (Asociación de Televisiones Regionales y Afines) representó durante tiempo este movimiento. En España, la forTa (Federación de Organismos de Televisión Autonómicas) cumplió la misma función.

Nordenstreng, Karl and Tapio Varis, Television Traffic: A One-Way Street?, Paris, unesco, Reports and Papers on Mass Communications, 1974.

Para ver una amplia discusión sobre el tema, cf. P. Robinson, The CNN Effect: The myth of news, foreign policy and intervention. New York, Routledge, 2002.

Cadena impulsada por el jeque de Qatar y organizada en torno al saber hacer de los británicos de la BBc que la orientaron en sus orígenes.

Mohammed El-Nawawy y Adel Iskandar, Al-Jazeera: How the Free Arab News Network Scooped the World and Changed the Middle East, Cambridge, Westview Press, 2002.

En este sentido, el caso de la música latina y su forma de organizarse se halla directamente influido por los estilos de acción de la industria norteamericana. Miami, centro internacional de esta producción, pese a la creciente presencia latina, no deja de ser una ciudad de Estados Unidos.

En concreto, el programa de televisión cultural y educativa Iberoamericana, la iniciativa de televisión cultural y educativa de la sica, entre otros.


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