Revista GLOBAL

Entrevista a Junot Díaz

por Frank Baéz
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Usted será el primer premio Nóbel dominicano”, recuerdo que le dijo a Junot Díaz un admirador antes de marcharse a su mesa con su ejemplar dedicado de La breve y maravillosa vida de Óscar Wao. Aunque Díaz encontró esto exagerado y puso cara de asombro, creo que el admirador ofrecía un buen pronóstico. Muchos críticos y escritores le han considerado como uno de los escritores con mayor futuro, comparándolo en ocasiones con Philip Roth en sus inicios. Otros han declarado unánimemente que el evento literario del año en los Estados Unidos fue la publicación de La breve y maravillosa vida de Óscar Wao.

Con esta primera novela, publicada 10 años después de la colección de cuentos Drown (colección que se encuentra en su vigésimo cuarta edición), ha ganado importantes galardones en Estados Unidos, entre ellos el Pulitzer 2008, y ha recibido el espaldarazo tanto de la crítica como de lectores de todas partes del mundo. Hasta la fecha, la novela se ha traducido a 22 idiomas, los estudios de cine Miramax han comprado los derechos y en 2007 se convirtió en el libro más vendido en la librería virtual Amazon.

Sin embargo, a pesar de todo esto, a Junot le interesaba conocer la reacción del público dominicano ante su novela. Así que el jueves 28 de agosto, en un acto celebrado en el gran salón del Hotel Meliá, la editorial Alfaguara puso a circular en exclusiva para la República Dominicana una depurada traducción de su primera novela: La breve y maravillosa vida de Óscar Wao. Esta traducción, que el mismo Junot cataloga como extraordinaria, fue realizada por Achy Obejas y revisada tanto por el autor como por la editorial Alfaguara en Santo Domingo. Para dicho evento se realizó un conversatorio entre el autor y un servidor, conversatorio que se alargó luego de la actividad y que voy a presentar a continuación. Pero antes me gustaría resaltar algunas cosas sobre Junot Díaz.

Primero, su autenticidad y su personalidad explosiva. Quienes estuvieron la noche de la presentación del libro recuerdan cuánto se aplaudió, cuánto se rió, cuanto se gritó, ante cada una de sus ocurrencias. Junot Díaz firmó todos los libros y se tomó el tiempo de conversar y fotografiarse con cada uno de los presentes. Más tarde, sentados en una terraza de la Zona Colonial, admiradores y fanáticos seguían acercándosele, pidiéndole autógrafos y fotografiándose a su lado. A la mañana siguiente, casi todos los blogs y las cuentas de Facebook dominicanas amanecieron con fotos de sus propietarios junto al escritor dominicano.

Segundo, quiero resaltar su amistad y su humildad. Pienso en una entrevista que le hizo Ruth Herrera donde Díaz responde que si algo ha aprendido en estos años es a ser humilde. Esta característica la podemos apreciar en el trato y en la manera en que se dirige a los admiradores y a las personas que se le acercan en la calle. De igual manera, la podemos percibir en cada una de las respuestas que aparecen a continuación.

Según he leído, los orígenes de la breve y maravillosa vida de Óscar Wao se remontan a una epifanía que tuviste al tomar un libro de Óscar Wilde en un apartamento del DF. Enelaño99,amímedieronuna beca para México. Del DF me llamaba la atención la historia de Trotsky, del Che, de Fidel. Tenía un grupo de amigos mexicanos locos a los que les gustaba tomar. Una noche estábamos en una casa. Había dos mexicanos que se creían intelectuales. Cada vez que se tomaban dos o tres tragos hablaban de todos los libros en inglés que habían leído. Entonces uno de esos tipos me tenía casi preso en el sótano, hablándome de Óscar Wilde. Hablaba inglés peor de lo que yo hablo español. Cada vez que mencionaba el nombre de Óscar Wilde decía “mi escritor favorito es Óscar Wao”. Esa noche, cuando fui a mi apartamento, muerto de la risa, me tiré en la cama y como un relámpago vino esa idea de Óscar, de su mamá, Belicia, de su abuelo, Abelard, de su hermana, Lola, y de su dizque mejor amigo, Yunior, que es el narrador de la novela. Después de esa noche, estuve siete años trabajando esa idea.

Mientras Negocios (Drown) es un libro de tu vida, Óscar Wao es una obra que sale más bien de tu biblioteca. ¿Puedes establecer dónde está la diferencia entre Negocios y La breve y maravillosa vida de Óscar Wao? Yo arranqué Negocios de mi corazón. Lo que pasa es que cuando se quema esa materia prima tienes que buscar otras fuentes. Ya cuando escribí Negocios, me di cuenta que mi pobre familia no podía aguantar otro libro. Abusé de ellos completamente. Hay gente que tiene una familia tremenda, que tienen tíos y abuelos de los que puede sacar 25 novelas. Con el segundo libro yo quería jugar. Quería algo serio, pero al mismo tiempo que fuera un juego. Negocios es un libro que quiero mucho, pero es un libro que no puedo leer sin sentir dolor. Aunque en la novela hay muchas cosas difíciles, tenía que jugar, porque, si no, terminaba tirándome del puente.

Tus dos libros tratan de sagas familiares. Específicamente de familias inmigrantes. ¿Qué es lo que te atrae de este tipo de narración?

Es una situación difícil. Las familias son difíciles. Pero imagínate una familia que tiene que aguantar la inmigración. Todo lo que estudiaste en tu país no vale nada aquí. Estudiaste cinco años para ser doctor y, bueno, tienes que ponerte a lavar platos. Así cualquier familia explota. Me interesa porque a través del lente de la inmigración, uno puede ver el corazón de cada familia. En el proceso de inmigración las personas se ven como realmente son. Es una experiencia que mucha gente del planeta conoce, pero sobre la que mucha gente no quiere hablar.

En una entrevista que te hice anteriormente, te referías a que estabas barajando el epígrafe del libro entre el fragmento del poema de Walcott y uno de Pedro Mir. ¿Qué te atrae de la poesía de Pedro Mir?

Me fascina Pedro Mir. Pero la verdad es que no funcionaba para el principio de la novela. Mi familia, como buenos dominicanos, me criticaba y me decía “tú eres un vende patria”. Pero era que no funcionaba.

¿Pertenece La breve y maravillosa vida de Óscar Wao a la tradición del realismo mágico o a la tradición de la cienciaficción?

Pienso en la idea del libro de una manera sencilla, a partir de Todorov y su postulado de lo fantástico, lo extraño y lo maravilloso. No creo que este libro tenga relación con el realismo mágico. De hecho, creo que las cosas que ocurren en este libro, que son raras para mí, pertenecen más a la ciencia-ficción. Lo que resulta interesante para mí es que el libro es básicamente un test hecho a partir de las ideas de Todorov… la forma en que él divide los diferentes géneros al decir: cuando algo raro ocurre en una historia que no tiene explicación, donde hay una mangosta que habla, tienes que tomar la decisión de que si esa mangosta que habla es lo fantástico. Ahora, si la mangosta está hablando porque te han dado bastantes golpes en la cabeza y tú estás loco y la mangosta no está hablando verdaderamente, si eso es cierto, entonces se convierte en una historia de lo extraño. Pero, si en la historia hay realmente una mangosta que habla, entonces se convierte en una historia de lo maravilloso. Cuando pienso en el libro, veo que trata que cada lector encuentre lo fantástico y tome la decisión de si van a interpretar el libro como lo extraño, esto es, de que es un material raro pero que siempre tiene una explicación, o de que hay un material raro y que eso es algo válido. Así que en mi mente, el juego que me gusta jugar se asemeja al test de Litmus, dependiendo de tu decisión acerca de qué es el libro, el libro se transforma en eso. Al pensar en una mangosta que habla, tengo bien claro en mi mente que se trata de un ser de otro planeta.

¿Cuál es el origen de la mangosta en tu novela?

La mangosta no es más que una copia de un personaje de cienciaficción extraído de una novela llamada Flight to the Lonesome Place, escrita por este escritor americano que vivió en Puerto Rico varios años y que escribió esta novela sobre una dominicana, un puertorriqueño y un muchacho negro. En esta, hay un ser que se asemeja a una mangosta que habla. Por lo que la mangosta está extraída de esta novela. Ese personaje de esa niña fue el primer personaje dominicano que conocí en la literatura. Eso me fascinó. Estoy obsesionado con estas extrañas referencias.

En este tenor, ¿te puedes referir al hombre sin cara que aparece en ciertos pasajes de la novela?

No oculto el hecho de que mi cara siempre me ha atormentado. A nivel personal, mis familiares son bien parecidos. Yo era el único de mis hermanos que tenía el apodo de el feo. Así que siempre estuve interesado en la idea de que pasaba algo fundamentalmente erróneo con mi cara. Por lo que me fascinaban las personas con máscaras. Siempre quise estar oculto tras una máscara. Esa es una de las razones por las que me atrae este tipo de configuraciones faciales, la idea de personas con máscaras o sin cara. Creo que es realmente aterrador, al punto que una parte de mí piensa que más sencillo que ser el feo es ser una persona sin cara. Es una buena metáfora. Específicamente, uno de los lentes interpretativos de esta novela es Dune, donde ocurre una cosa muy interesante, que es que Dune habla de esta gente que tiene la capacidad de arrojar su percepción hacia delante y hacia atrás en el tiempo. Y lo que ocurre en Dune es que los malos, todos los malos telépatas y precognitivos, intentan resolver –esta es un pequeña porción del libro– quién es el mesías, y cada oportunidad que tienen para averiguarlo, algo los bloquea, por lo que la conclusión a la que llegan es que el mesías, al arribar al futuro, está arrojándose a sí mismo hacia el pasado para proteger su ser que no ha sido descubierto. Siempre he pensando que en el caso del hombre sin cara, una de las posibles interpretaciones es que se trata esencialmente de alguien de la familia que se arroja a sí mismo de vuelta en el tiempo para tratar de advertir y ayudar a la familia.

Nuevamente, Dune lo pone claro; el proyecto familiar es tan semejante al proyecto de la creación del mesías, el Kwisatz Haderach, donde el mesías en este caso es la persona que puede salvar a la familia del fukú. Así que al preguntarte quién es el hombre sin cara, también pregúntate quién es el mesías. Cada uno de los miembros de la familia tiene la oportunidad de ser el Kwisatz Haderach, y la novela lo pone bien claro; cuando Óscar envía su última carta, describe a Yunior como el Conde Fenring, y el Conde Fenring no es otra cosa que un mesías fallido. Es quien pudo haber sido el mesías, pero algo estaba mal, algo pasó en su código genético y casi estaba a punto de lograrlo; esto significa que Óscar, Lola, Beli y Abelard, todos tuvieron la oportunidad de ser el mesías, ser la persona que conecte todas las historias de la familia y rompa el fukú. La idea que tengo del libro es que hay alguien que lo hace y que se lanza a través del tiempo, porque tan pronto te conviertes en el mesías puedes romper el fukú, y también lanzarte atrás y adelante en el tiempo.

Esto es parte de la estructura de la novela, y la mayoría de las personas dicen que se trata de realismo mágico; pero yo digo que no, se trata de Dune. Así que creo que si la gente estuviera realmente interesada y trajera sus propios enfoques, que si en vez de simplificarlo todo diciendo “oh, esto es realismo mágico”, ellos dijeran “oye, hay algo escondido”, y lo escondido es esta obsesión que tengo con el género que conecta con nosotros, los dominicanos. Dune conecta con los dominicanos de una manera importante, porque somos los únicos que han sobrevivido a un programa de reproducción como el Bene Geserit. Tú sabes, ese que era denominado “esclavitud”. De eso se trata. No hay otro grupo en el mundo que puede decir eso.

Un amigo colombiano quería hacerte esta pregunta, ¿la inmortalidad de Dr. Manhattan es la evidente mortalidad de Óscar?

Piensa en Dr. Manhattan, que tras su accidente se transforma en una propiedad física. Una personificación de la física. Lo loco acerca de Óscar es que se convierte en el equivalente humano de una historia. Cuando Óscar era sólo un nerd, y no tenía poderes como nerd, no podía cambiar nada, no podía ser nadie; pero tras su muerte, en su familia, se transforma en una historia. Para su familia, se transforma en la versión narrativa del Dr. Manhattan. Lo fascinante es que el libro repite que para contrarrestar una historia de odio, para contrarrestar un fukú necesitas un zafa, y lo que es realmente interesante es que Óscar se transforma a sí mismo en una historia que está en pedazos, ya que cualquier historia que tenga valor debe unirse, pero siento que en algún sentido la muerte de Óscar le dio a la familia la oportunidad de unir las piezas. Es decir, que ahora alguien puede hacer lo necesario. Siempre he pensado que eso es lo maravilloso con respecto a Óscar. La gente siempre me pregunta por qué la vida de Óscar es maravillosa, y yo respondo preguntando cuántos de nosotros al morir pasaremos a ser la historia central de nuestras familias. No una historia negativa, como ¡ay!, ese tipo cayó preso, sino un ejemplo de bondad. En lo adelante, cada miembro de la familia va a explicar por qué Óscar hizo lo que hizo.

Podemos referirnos a los personajes de la novela. ¿Qué puedes decirme de Abelard?
Hay tantas familias dominicanas que, tiempo atrás, cuando sus abuelos, poseían mucha tierra y mucho dinero. Hay toda esa mitología de sobremesa de cómo muchas familias dominicanas cayeron. Pienso que Abelard fue una excelente representación de alguien que lo tenía todo y básicamente llega a ser destruido.

¿De Lola?

La mayor parte es autobiográfica. Yo tengo una hermana que huyó de la casa a los 15 años. Nunca retornó. En muchas ocasiones lo olvidamos, pero ser hija de una familia dominicana es quizás la peor cosa que uno puede ser. Estuve ahí con mi hermana; lo vi todo. Hubo un momento en que ella tomó la decisión, y no se lo contó a nadie. Un día no estaba más ahí. Y lo divertido es que, en ese momento, era la mejor decisión… uno no quiere decir que fue lo mejor, porque mi hermana sufrió mucho, pero de alguna forma ella se las arregló para escribirles a mis padres la mejor carta de despedida.

¿De Beli?

Hay un gran cuadro de madres dominicanas que dan todo a sus hijos, excepto cariño y apoyo emocional. Ellas mismas no han recibido nada. En su filosofía, lo que tienen que darle a un muchacho es comida, una casa, una buena escuela. Tenemos este estereotipo de que los caribeños somos cariñosos, pero nosotros tenemos mucha gente traumatizada que no andan por ahí siendo muy afectivos que digamos.

¿Puedes referirte a la relación entre Yunior y Óscar?
Lo que termina pasando es que el pariguayo –ese es el vigilante por excelencia en la Republica Dominicana– se cansa de ser el party watcher. O sea, Óscar se pasa la vida siendo el vigilante, mientras Yunior está viviendo. Lo fascinante es que terminan, luego de la muerte de Óscar, cambiando los papeles: quien termina siendo el vigilante o pariguayo es Yunior. Lo que Yunior jamás se imaginó es que iba a terminar escribiendo y describiendo todas esas vidas, que es lo que hacía Óscar. Y de alguna manera Yunior lo suplanta, por eso ese juego constante entre party watcher-watcher, el pariguayo y el vigilante, ese ir y venir, esa es una de las cosas que los conecta. Óscar nunca quiso ser el pariguayo, quería tomar parte; Yunior nunca quiso ser el pariguayo, pero al final termina siéndolo.

Arturo Victoriano te manda esta pregunta desde Ontario. ¿Por qué, si no hay duda alguna de la negritud de Óscar, los mitos que aparecen son en su mayoría taínos? Esto lo dice porque en la novela no hay un mito fundacional negro.

Ah, pero creo que están ahí. Tenemos a Liborio. Tenemos los misterios, los santos… Están ahí, es que la gente no quiere ver lo que ellos no quieren ver. Qué puede referirse más a nuestras raíces africanas que la discusión de la esclavitud. De alguna manera, la historia más profunda del libro es acerca de la esclavitud. Es sobre Belicia esclavizada, es sobre la maldición producida por el genocidio y la esclavitud. De nuevo siento que es una de esas cosas que dependen de tu punto de vista.

¿Más que hacer una película de La breve y maravillosa vida de Óscar Wao no preferirías que, por ejemplo, los hermanos Hernández la ilustraran e hicieran un comic?

Claro que sí. Pero son artistas. Ellos no trabajan con material ajeno. Lo que es malo, ya que en algún sitio de mi cabeza todas las partes históricas del libro fueron dibujadas por Beto, y todas las partes modernas por Jaime. Por cierto, Vértigo, una editorial de DC Comics, me invitó a escribir una novela gráfica. Si voy a hacer esto, me gustaría que el artista gráfico fuese un artista dominicano.

Al enterarte que Bob Dylan había sido uno de los galardonados con el Premio Pulitzer, dijiste que para La breve y maravillosa vida de Óscar Wao habías escrito un capítulo dedicado a algunas de sus canciones, pero que al final no lo incluiste en la novela. ¿Existe el texto?

Existía un capítulo completo, y no sólo era Bob Dylan, también estaba Sam Cook, Muhammad Ali y Malcom X. Era el capítulo de Belicia en los Estados Unidos. Era una locura. Sam Cook y Bob Dylan aportaban toda la música. Muhammad Ali y Malcom X aportaban, de alguna manera, toda la tragedia. Era una gran idea, pero no funcionó. Ni siquiera sé si fue tan grande. Quiero decir que fue una mejor idea que lo que logré trasladar al papel.

Además de Dune, citas en múltiples ocasiones textos y referencias del libro El señor de los anillos. ¿Influyó mucho en ti esa novela?

El señor de los anillos, como libro, juega mucho con el temor de una dictadura. Cuando yo era chiquito, tenía un padre militar y cada vez que él quería jodernos decía: “Si Trujillo estuviera vivo, los hubiera matado, pariguayos. En los tiempos de antes, comemierdas como ustedes estuvieran presos”. Yo no conocía nada de Trujillo. Lo que conocía entonces era El señor de los anillos. Así que en mi niñez, Trujillo y Sauron eran lo mismo. Esa fue mi metáfora. Utilicé esa metáfora para entender a Trujillo.

Casi al final de la novela, Lola le dice a Yunior: “Diez millones de trujillos, eso es lo que todos somos”. ¿Qué opinión tienes al respecto? ¿Cómo ves a la sociedad dominicana de hoy?

Todavía, como sociedad, estamos traumatizados por Trujillo. A veces yo me siento así, como ante una comunidad de diez millones de trujillos, especialmente cuando uno habla con un grupo de dominicanos y te dicen: “Bueno, a los haitianos los tenemos que matar a todos”. La gente te lo dice así mismo. Y luego se meten en la iglesia. Hay gente educada y que vive afuera y te dice: “Lo que pasa es que quieren juntar a Santo Domingo con Haití”. La cuestión es, ¿qué vamos a hacer, nosotros los dominicanos, al respecto?

Una de las referencias que más se repite en la novela es la de la famosa e infame página en blanco de Balaguer. Si pensamos un poco, en cierto momento, el crimen de Óscar nos recuerda al crimen aquel del periodista Orlando Martínez.
Somos parte de una sociedad medio enferma. Que Trujillo pueda decir voy a poner esta página en blanco…

Trujillo no, Balaguer.

Ah, es que los confundo a veces. Uno no sabe si reír o llorar. La idea de la página en blanco la quería robar de Balaguer y usarla como metáfora de la historia dominicana y del Caribe, ya que tenemos más vacíos que presencias. Por eso esa página me interesó tanto. También esa página llama al lector y le dice: “Llénala con algo”. A veces tenemos vacíos en nuestra historia que nadie quiere llenar. En este país, la historia es tan fuerte, tan dolorosa, que nadie quiere hablar de eso. Aquí, como en los Estados Unidos, hay una alergia contra la historia. Por eso presento la página en blanco como metáfora, como idea. Además, habla de cómo nosotros, de cómo los caribeños, que somos una página en blanco, debemos llenarla con algo bueno, de una manera honorífica.

¿Cuáles son tus influencias literarias, los escritores de los que más has aprendido?
Me encantan los libros de Haruki Murakami. La novela Sputnik, mi amor. Es uno de los mejores escritores del mundo. Me encanta el escritor de Martinica Patrick Chaimouseaux. Salman Rushdie, de Inglaterra. También un escritor desconocido norteamericano que me ayudó mucho con su obra: Samuel R Delany. Me parece que es el mejor escritor que escribe en inglés del mundo. Mejor que Tony Morrison y Cormac McCarthy. Hay un boricua que murió recientemente, Edgard Rivera, que escribió la novela Family Installments: Memoirs of Growing Up Hispanic. También hay una escritora japonesa de la que soy fanático, Natsuo Kirino, y que tiene una novela que en inglés se titula Out.

¿Qué ha significado ganar el premio Pulitzer y el respaldo que le han dado a tu novela el público y la crítica?

Hay gente que tiene un chin de éxito y este le dura tres años. Yo gané un Pulitzer y después de tres semanas me sentía como que había escrito una porquería. Por un lado te sientes orgulloso, pero por el otro lado, ni premios ni aplausos te ayudan a escribir. Ninguna de esas cosas te ayuda a escribir o te ayuda a convertirte en un ser humano mejor. A veces coqueteo con la idea de que esta novela está hecha a partir de tres millones de fracasos. Yo conozco muchos escritores jóvenes talentosos que no entienden que tú tienes que comerte los mocos para lograrlo. El mejor arte del mundo se crea a partir de los errores.

En los últimos tiempos, han sido galardonados con importantes premios una generación de escritores que escriben sobre los inmigrantes que viven en los Estados Unidos. Pensemos en gente como Edwidge Danticat, Aleksandar Hemon, Jeffrey Eugenides o Jhumpa Lahiri. ¿Piensas que el ámbito literario estadounidense se está abriendo a estas voces, a estas historias?

No Creo que la inmigración –inmigración como tema– la mencionan tan sólo para no tener que mencionarla de nuevo. De esa misma manera en que honran a los profesores un día para pasarse el resto del tiempo dándoles patadas en la cara. Eso es lo que siento. Me parece que a pesar del esfuerzo que estos tremendos escritores han realizado, y lo que pudiera parecer como un movimiento, te sorprenderías de cuán marginalizado se encuentra el tema de la inmigración: es un género más marginalizado que el género del terror.

¿Te entristeces cuando tus personajes mueren?

Bueno, las cosas que te rompen el corazón son muy distintas… a mí lo que me parte el corazón, y que nunca pude escribir o volver a leer sin llorar, es el momento en que Belicia está pensando en su niñez, cuando no sabía escribir o leer y trazaba unas líneas en la tierra y pensaba que si pudiera escribir, esas líneas serían su nombre. Es tan difícil tratar de explicar a la gente lo que fue crecer en un ambiente tan empobrecido donde ni siquiera podías escribir tu propio nombre. Para mí esa es la parte más triste. Eso me duele más que la muerte de los personajes.


3 comentarios

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