Recientemente la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) inauguró una maestría en estudios de museos. Esta iniciativa es el resultado del trabajo arduo que viene realizando el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana (MMRD), en alianza con la alta casa de estudios y el Comité Nacional de República Dominicana del Consejo Internacional de Museos (ICOMDO). Movida por la curiosidad, me trasladé al Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, donde me recibió Luisa de Peña Díaz, directora y fundadora del proyecto, quien me fue guiando a través de las salas y las exposiciones. Esta museóloga y museógrafa confiesa que la realización de este proyecto ha sido desgastante y ha experimentado experiencias dolorosas. Sus padres, Luis de Peña Pichardo y Cristina Díaz Gautier, fueron parte de los movimientos que resistieron la dictadura trujillista y los represivos doce años de Balaguer. De hecho, su padre fue asesinado a manos de fuerzas militares. Sin embargo, a pesar del sudor, de la sangre y de las lágrimas derramados, ella reconoce que ha recibido grandes satisfacciones.
En la República Dominicana existen diferentes museos sobre historia, geografía y arte; sin embargo, el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana es el primer y único museo dedicado a la memoria de las víctimas del terrorismo de Estado. Su misión es cultivar las virtudes cívicas en la ciudadanía para evitar los abusos y la violencia por parte del Estado y los grupos de poder. Está compuesto de once salas. Por un lado, están las salas que remiten a la tiranía trujillista, a las expediciones que se formaron con el objetivo de derrocar el régimen, al asesinato de las hermanas Mirabal y a La 40 —el centro de tortura de la dictadura—; y, por el otro, están las salas que registran la primera invasión norteamericana, la Guerra de Abril y los represivos doce años de Balaguer. Además, el museo cuenta con una sala dedicada a exposiciones temporales, donde actualmente hay una exposición artística que hace referencia a la dictadura argentina y a los desaparecidos. Como señala Luisa de Peña Díaz, el museo busca rescatar y preservar la memoria histórica de los dominicanos mediante relatos, testimonios y manifestaciones artísticas. Y a través de la historia que cuenta, induce a reflexionar sobre nuestros deberes, nuestros derechos y nuestros valores democráticos. A continuación, presento la conversación que mantuve con Luisa de Peña, una hija de la resistencia que se mantiene resistiendo.
¿Por qué un museo de la resistencia?
El Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, más que un museo, es una herramienta educativa que enseña sobre el legado del pueblo dominicano a las presentes y futuras generaciones, a través del rescate de la memoria, la búsqueda de la verdad y la justicia. Es el testimonio de un pueblo decidido a ser libre. Ante las intenciones de las dictaduras de adoctrinar, manipular al pueblo e intentar borrar su memoria, existe un límite para el secuestro de la verdad, porque esta encuentra la forma de salir. Con el Museo de la Resistencia Dominicana queremos contrarrestar el intento de los gobiernos dictatoriales que pretenden borrar la existencia de quienes se oponen y resisten a sus ideales.
¿Cómo nace el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana?
Inicié el proyecto en 1996, en mi casa. Hace unos días estaba viendo entre mis recuerdos una antigua foto donde se me ve haciendo un adorno navideño. En aquellos años elaboraba adornos para vender, con el dinero que gané de aquella venta compré el primer escáner del museo, ¡cuánto tiempo ha pasado después de eso! Este es un proyecto con un dejo personal, ya que mi abuela y una tía abuela, quienes eran madres de algunos de los expedicionarios de Maimón y Estero Hondo, me pidieron que les hiciera un museo. En ese momento dirigía el Museo Faro a Colón. No les hice mucho caso, pero mi madre me llamó y me pidió que le prestara atención al pedido de mi abuela, porque aquella era una responsabilidad que todos los dominicanos libres tenemos por aquellos que dieron su vida por nuestra libertad. Allí comencé a meterme en el proyecto. Mi área eran las artes, pero comencé a especializarme en historia. Y se convirtió en un proyecto de vida
¿Qué le siguió a eso?
En 1999, el entonces presidente de la República Dominicana, doctor Leonel Fernández, decretó la creación del museo. Pero fue en el 2000, bajo el mandato del ingeniero Hipólito Mejía, que logramos consolidarlo. En aquel tiempo, el ministro de Cultura Tony Raful nos ofreció todo su apoyo y aprobó que se recolectarán fondos para la creación del museo. En el 2001 ocurrió algo importante: el Consejo Internacional de Museos (ICOM) estableció las diferencias que existen entre un museo de historia y uno memorial, colocando a los museos memoriales en una nueva categoría con características y misiones particulares; así que decidimos redefinir el concepto y fundarlo como un museo memorial. Desde el 2005 funcionamos como un museo virtual, y eso es muy importante porque la gente cree que para hacer un museo se necesita un espacio físico y una colección, y no es así. Un museo es una institución y como institución puede funcionar virtualmente. Fuimos pioneros en muchos aspectos. Ese mismo año el Grupo Vicini nos donó el terreno donde actualmente estamos ubicados. En el 2008 iniciamos con la restauración y construcción del local, paralelo al proceso de instalación del museo. ¡Aquello fue una locura! La comisión de revisión de textos corregía mientras los trabajadores daban los arreglos finales al establecimiento. Todo esto porque teníamos la premura de inaugurar el museo justo en el 50 aniversario del ajusticiamiento de Trujillo. Y así lo hicimos, 16 años después de haber pensado en el proyecto.
¿Quiénes le acompañaron en esta aventura?
¡Mucha gente! Por ejemplo, el profesor e historiador Franklin Franco elaboró los textos. Rosa Arvelo de Mesina, Francis Pou de García, Cristina Gautier de Pérez… constituían el comité de revisión de textos. Patricia Solano y Cira Taveras también se unieron al proyecto. Mi madre, mi abuela, mi tía abuela. Hemos recibido mucho apoyo de distintos sectores.
Hay muchas mujeres involucradas en el proyecto del museo. Me parece interesante que las mujeres están luchando por la preservación de la memoria de la resistencia dominicana… Sí, es algo que se repite en casi todos los museos memoriales que conozco. Mucha preponderancia de la mujer. Siempre he creído que las mujeres concebimos la vida de manera diferente a los hombres. El hombre es mucho más pragmático, material, va más a lo inmediato; en sociedades patriarcales como la nuestra, asume el rol de proveedor. En cambio, la mujer es el sostén del hogar y, por ende, el sostén de la sociedad. La madre es quien generalmente se sienta con los niños a estudiar en casa, quien guarda más recuerdos, quien asume un rol de educadora, y esto es lo que hacen los museos, educar.
¿La idea de un museo memorial se inspira en algún proyecto extranjero?
Hace muchos años visité el Museo Memorial del Holocausto Yad Vashem, en Jerusalén. Este museo nace como parte de la respuesta al holocausto nazi, bajo el lema: «Nunca más». La experiencia que viví en aquel museo cambió mi perspectiva como profesional y como persona. No solo cambió mi percepción sobre el Holocausto, sino sobre toda mi vida. Al llegar al país transformé el proyecto de un museo histórico a uno memorial.
¿El Museo Memorial de la Resistencia Dominicana tiene algún aval internacional? Hay varios organismos internacionales que agrupan museos y museos de memoria. Estamos afiliados a la Federación Internacional de Museos de Derechos Humanos, donde somos los representantes del Caribe; además, somos miembros y representantes de la región caribeña en la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia. Pero la principal institución que rige los museos y sus profesionales es el Consejo Internacional de Museos (ICOM), del cual somos miembros desde el año 2000. Fui presidenta del capítulo dominicano del ICOM.
Tengo entendido que es la primera dominicana en ostentar el cargo… ¡Sí! Alcanzar ese escaño ha sido muy importante para nosotros, y gracias a esto en la actualidad nuestro país está representado en el ICOM. Ahora soy miembro del Comité Permanente de Ética del ICOM, este es el principal comité, ya que traza los lineamientos éticos de los museos.
¿Cómo se sostiene el museo? Tenemos un financiamiento público-privado. Esto ha impulsado la competencia entre museos del país, y ha obligado a los museos a buscar la excelencia. Recibimos alrededor de 300 estudiantes diariamente, también vienen turistas. Tenemos un crecimiento de un 12% mensual. La gente no tiene idea de lo que ese crecimiento significa en un museo; cada vez estamos más sólidos.
¿Cuántas salas y exposiciones posee? Tenemos once salas que cuentan la represión de una dictadura histórica. Intentamos no hacer juicios de valor ni horrorizar; exponemos los hechos tal cual para que sea el visitante quien juzgue y forme su opinión. Claro, asumimos el punto de vista de la resistencia al relatar la historia. Cada sala pretende llenar de esperanza al visitante, porque la resistencia es esperanza de cambio. Hablamos de los antecedentes y lo que pasa después, porque creemos que no se debe extraer un hecho sin contextualizar y sin conocer sus consecuencias.
Aparte de las exposiciones permanentes, ¿qué otra clase de actividades se realizan para educar a la población?
Nosotros realizamos actividades todas las semanas. Nuestra intención es sacar el museo a la calle. Hacemos conciertos, cinefórum, tertulias con miembros de la resistencia poco conocidos, concursos de documentales y cortos cinematográficos, marchas y representaciones artísticas. Lo que queremos es despertar la conciencia y la resistencia; despertar la vocación innata del pueblo dominicano por la libertad y la democracia moderna.
¿Cómo reaccionan los visitantes luego de hacer el recorrido por el museo?
Desde la ventana de mi oficina puedo ver cómo reaccionan nuestros visitantes cuando concluyen el recorrido. Algunos lloran de tristeza e impotencia, otros se ven abrumados y otros consternados. A veces me detengo a mirar por la ventana para percatarme de las reacciones de los visitantes luego de hacer el recorrido por el museo completo. Otros reaccionan trayendo donaciones. Por esto hemos colocado un mural donde colgamos placas en memoria de víctimas de la tiranía trujillista y del gobierno represivo de Balaguer. Los donantes dedican sus donaciones a un ser querido desaparecido o asesinado durante estos períodos, o simplemente hacen una placa en honor a un miembro de la resistencia. De esta forma la donación se hace palpable, familiar y cercana.
Es increíble cómo a través de la historia narrada por el museo se percibe tanta impunidad… La impunidad es natural en nuestra sociedad, y es el mayor reto de la democracia. Aún no hemos superado el esquema patrón-esclavo, dictador-pueblo. Para ello, debe estar toda la sociedad involucrada. El mayor daño que se le ha hecho al pueblo dominicano estriba en la naturalidad de la impunidad. No poseemos conciencia ciudadana, no sabemos ejercer ciudadanía. La gente solo habla de derechos y obvia los deberes.
Es la mente maestra del museo, creadora y directora de este; pero también vivió las secuelas de la dictadura en carne propia, ya que sus padres fueron víctimas de esta. Su padre, Luis de Peña Pichardo, fue asesinado durante el período de los doce años de Balaguer y su madre, Cristina Díaz Gautier, fue una reconocida activista. ¿Cómo equilibra ambas realidades? Es fácil y difícil a la vez. Pero puedo hacer un balance entre nuestros miembros del museo que fueron víctimas de la dictadura —ya que comprendo su dolor, impotencia e indignación— y entre los profesionales que trabajan en el museo y que buscan hacer un trabajo con excelencia. Puedo ponerme en ambos zapatos y unir a los equipos. Pero cuando estoy desanimada, me siento a leer el libro de visitas con todas las opiniones que nuestros visitantes escriben allí. Sus palabras me llenan de ánimo. Hay que ver a los muchachos cuando entran y cuando salen del museo. Su actitud y sus palabras son alentadoras. Por eso trabajo con la esperanza de que, al recordar el pasado aplicándolo al presente, podamos construir como nación un mejor futuro.
¿Ha tenido que resistir el Museo de la Resistencia?
Esto me recuerda una anécdota que me ocurrió cuando era adolescente. En aquel entonces vino al país Víctor Alicinio Peña Rivera, jefe del Servicio de Inteligencia Militar trujillista [fue procesado por su participación en el crimen horrendo de las hermanas Mirabal], a la puesta en circulación de un libro suyo. Para ese entonces, el director de la Biblioteca Nacional era Tomás Báez Díaz, miembro de la resistencia y que fue parte del Movimiento del 30 de Mayo. Como director, Tomás no podía prohibir que se realizará la puesta en circulación desde la biblioteca, pero recuerdo que organizó una resistencia pacífica en contra del evento. Mi madre, quien había sido resistente a la tiranía trujillista, me llevó a la biblioteca. Allí había cientos de mujeres con sus hijos. Hicimos un círculo alrededor de la biblioteca, tomados de las manos y cargando velones. Cuando Alicinio llegó no podía pasarnos por arriba y el evento se canceló. Hay formas de resistir sin quebrantar la ley. Pero sí, hay que resistir, siempre hay que resistir, a cualquier cosa que sea injusta, no importa. Hay que resistirse a lo que está mal y lo que es injusto. No importa que el otro tenga toda la fuerza del mundo, no importa que el otro te aplaste. Resiste con toda la fuerza que tienes y haz todo lo que tienes que hacer. Nosotros ahora mismo en el museo lo estamos haciendo.
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