Revista GLOBAL


«No se puede ser escritor sin amar el olor de un libro y su textura.»

Max N. Rippon es un poeta y novelista caribeño que nació en 1944 en la isla de Marigalante, perteneciente al archipiélago de Guadalupe. Su literatura está impregnada del Caribe y de la cultura criolla. Le Dernier Matin, su novela autobiográfica, evoca el corto período en que el joven Rippon planea abandonar la isla de Marigalante tras obtener una beca de estudios. El autor nos transmite con ternura, emoción e ironía la fiebre de los preparativos que afectan no solo a los padres, a la familia, sino a todo el vecindario. Esta historia de recuerdos de la adolescencia temprana de Max Rippon es sin duda un homenaje discreto y sincero a su entorno familiar, a su vecindario y a su isla. De igual manera, es un libro ideal para quien quiere aventurarse por vez primera en su obra.

Ha escrito otras dos novelas, Marie la Gracieuse y Six virgule trois. Pero, sobre todo, ha escrito poesía. Pawòl naïf, poemario de 1987, escrito en créole, no encontró editor y el autor tuvo que inventarse su propia editorial (Aïchi Editions) para poder publicarlo. No obstante, a esta altura su obra es muy valorada en el mundo francófono, donde suele incluirse en antologías y en los programas de lectura de las escuelas y universidades. Su libro más reciente es un poemario titulado Saccharhum, un homenaje a la caña de azúcar realizado a partir de las fotografías de Alain Darré.

Max Rippon estuvo recientemente en el país invitado por la Embajada de Francia. El Centro de Estudios de la Francofonía de Funglode aprovechó su presencia para invitarlo a un conversatorio en el Café Filo. Además de esa participación, el poeta de Marigalante también tuvo la generosidad y la buena disposición de responder preguntas para Global.

En su opinión, ¿qué papel cree que desempeña la infancia en la vida adulta?

La infancia es fundamental. La madre da la vida y mientras está viva, te mantiene, te aconseja y te orienta. Las acciones de la madre son similares a las de la hembra en los animales que educa y aseguran que se sigan las instrucciones. A lo largo de la infancia, este hecho nos define y más adelante decidimos mudarnos, recordando siempre los principios con que fuimos construidos. A veces guardamos algunos objetos que atestiguan ese pasado, el adulto recuerda su nido familiar. Y puede que no nos guste, pero es el que tenemos, así que no queda de otra que adaptarnos a nuestra vida de acuerdo con nuestras necesidades y nuestros valores.

¿Qué influencia tuvo su infancia en sus obras?

Mi infancia determinó quién soy hoy. Escribí una novela llamada Le Dernier Matin, inspirada en mi experiencia de niño. A los 11 años abandoné el nido familiar para ir al colegio de Pointà-Pitre y a esa edad comencé a vivir solo y a ser independiente. De mí dependía decidir si hacer mi tarea por la noche o no, levantarme temprano, comerme toda la mermelada en un día y luego no tener más para los próximos días, ensuciarme la ropa y cambiármela o no. En el internado debíamos resolver nuestros problemas nosotros mismos y aprendí mucho de esas experiencias, que me han servido mucho para mi desarrollo personal y mi trabajo como escritor.

Precisamente en esta novela usted describe su barrio, Lalé Pôyé (en Grand-Bourg), desde el punto de vista de un niño.

Así es, cuando eres pequeño la casa donde vives es muy grande, el espacio es inmenso, y luego, a medida que creces, el espacio va disminuyendo. De hecho, eres tú quien crece y finalmente tus brazos pueden tocar las paredes y empiezas a ver todo estrecho. Bueno, es una metáfora para decir que a medida que uno progresa se siente más cómodo con el entorno en el que vive y lo mira desde una distancia crítica. Así que, en mi caso, cuando tenía 11 años, atesoré lo que me rodeaba y me fui con eso bajo el brazo. En el bachillerato me guié de mis experiencias para darle la vuelta a la página, para leer lo que estaba escrito, para leer lo que no conocía; no sabía que tenía todo este conocimiento dentro de mí. Fue al pasar el tiempo, cuando tuve que hojear las páginas, cuando comprendí que este era finalmente el tesoro de mi niñez y que ahí era donde tenía toda la herencia necesaria, los valores y los compromisos de mi vida.

Algunos de sus poemas están escritos desde el punto de vista femenino, ¿por qué tomó esta decisión?

En literatura mi pluma es femenina, no puedo escribir un poema como hombre. Cuando escribo un poema soy una mujer y veo el mundo como una mujer, y al teclear la computadora tengo pechos que dan vida y leche. Soy un padre materno con mis hijos y, por lo tanto, mi mundo es femenino. Mi madre me crió sola, ya que mi padre vivía lejos, no estaba completamente ausente, pero tampoco completamente presente. Así que solo tenía a mi mamá y a mis cuatro tías que me criaron, una galaxia de mujeres a mi alrededor y todas mis acciones estaban condicionadas por ellas. Por ejemplo, aprendí a cocinar, a organizar, a prever… por supuesto que mi lado masculino y holgazán surge de tanto en tanto, es normal, pero esa pereza surge por elección. Sé coser, lavar, planchar, sé hacer todo lo que hacen las mujeres, ese es mi mundo porque crecí con cinco madres. Por eso fui tan malcriado: cuando mi madre preparaba un almuerzo y a mí no me gustaba, me levantaba y me iba a comer adonde cualquiera de mis tías.

Este es un fenómeno muy común en las islas del Caribe, las familias son grandes y los niños son criados por sus madres, abuelas y tías.

Sí, y eso es algo bueno.

Para cambiar un poco de tema, me gustaría saber si lee usted mucho en su tiempo libre. 

Un buen mecánico es alguien que tiene muchas herramientas, que a menudo practica la mecánica y que conoce bien su terreno. Esto es cierto también para un escritor, hay que tener una buena pluma, pero sobre todo las herramientas adecuadas. Y estas herramientas para nosotros no son llaves, alicates o martillos, sino el vocabulario. El vocabulario se adquiere al escuchar, al leer, al entrar constantemente en un fermento cultural para almacenar cosas. Sí, por supuesto que leo mucho, un escritor necesita ver lo que otros han escrito para posicionarse y encontrar su estilo. No se puede ser escritor sin amar el olor de un libro y su textura.

¿Cree que ha habido una evolución en la literatura caribeña, específicamente en el Caribe francófono?

Absolutamente, porque al principio no existía la literatura caribeña. Los escritores de allá contaban nuestra historia. Pero poco a poco nos fuimos liberando de eso y pusimos en duda lo que ellos decían de nosotros. Desde entonces hemos respondido. Por ejemplo, yo planteo que Cristóbal Colón es parcialmente responsable del genocidio en las islas, porque antes de su llegada los taínos estaban aquí sin preocupaciones. ¿Lo hizo directamente? Eso es lo de menos. Si viajamos en el tiempo, hacia el siglo XV, llega alguien (no descubre las islas porque ya habían sido descubiertas) que se topa con la gente que vive aquí y en vez de decir, «me voy a mezclar con ellos para conocerlos», los ve distintos, extraños, y decide que la religión practicada por ellos no es la correcta, decide bautizarlos, enseñarlos a leer y escribir. ¿Y cuál es el resultado? Las plantaciones de café, de algodón, de caña de azúcar. Trae la esclavitud… En fin, los escritores de allá y los escritores de aquí tenemos intereses distintos y, por lo tanto, nuestros escritos son muy diferentes. La literatura que escribimos cuenta nuestras historias desde nuestro punto de vista y hace que nuestras experiencias sean inmortales.

Usted como marigalantés posee una fuerte identidad, ¿puede hablarnos de la diferencia entre Marigalante y los otros territorios del archipiélago de Guadalupe?

Usted sabe que los negros que llegaron a este país fueron recogidos en los puertos africanos. Tal vez en la tribu de la que provienen mis antepasados existía un fuerte apego al territorio, un culto al terruño como lo más preciado. En cualquier caso, me han transmitido el hecho de que se debe estar orgulloso de su sangre y que yo debo apoyar, defender y proteger a mi país, a mi región y a mi Marigalante, que es un país dentro de un país. Primero me defino como un marigalantés y, al definirme a mí mismo, puedo dirigirme hacia los demás ya seguro de quien soy.

¿Es este el caso de todos en Marigalante? ¿Todos piensan así́?

Creo que sí. Hay una filiación, una fraternidad entre los marigalanteses. Aun si nos peleamos entre nosotros, este sentimiento persiste.

¿Así́ que realmente hay una diferencia entre Marigalante y el resto de Guadalupe?

Incluso pensamos que el nombre de Marigalante ya es extraordinario. Digo con orgullo: «Yo soy marigalantés» y este «yo» es un yo colectivo que abarca a todos. Creo que tenemos este sentimiento de orgullo. Hay que ser capaces de formar parte del mundo, tomar una parte y decir «es mía, yo me ocuparé de ella», y esto tanto en los buenos como en los malos tiempos.

¿Desea entonces que Guadalupe sea independiente?

Es parte de Francia, forma parte de los territorios de ultramar, pero sigue siendo Guadalupe. En un momento de la historia, Marigalante había obtenido su independencia y fuimos derrotados y lo entendimos. Hoy en día, ser independiente es un término anticuado. El Reino Unido ha intentado realizar un Brexit y se le hace difícil llevarlo a cabo. Por otro lado, lo que me parece importante es definir nuestras necesidades con relación a Francia y otros países, respetarnos mutuamente. Para volver a la pregunta, creo que se necesita tener una soberanía más asertiva, pero también es necesario detenerse a pensar si estamos dispuestos a luchar una guerra por esto y tener en cuenta que quienes lo hicieron antes que nosotros no lo lograron.

¿Quiénes influenciaron o inspiraron sus obras?

Los maestros de mi escuela, que solían preguntarme quien era. También mis vecinos, que me cedieron sus personalidades para ir construyendo la mía. Me alimento de todo lo que cruza mi camino. Cuando conozco una persona, aunque no nos hablemos, dicha persona nutre algo en mí y eso es lo que me lleva a expresarme como poeta. Cada contacto supone una gran influencia en mí.

¿Me puede contar cómo fundó su editorial Aïchi Éditions para la publicación de Pawòl Naïf?

Ese libro fue escrito en créole y en esa época, te estoy hablando de hace 30 o 40 años, el idioma se relacionaba con el movimiento de los independentistas o nacionalistas. Ahora bien, yo no formaba parte de ese movimiento, lo escribí en créole simplemente porque me lo habían aconsejado escritores con más experiencia que yo, como Aimé Césaire o Guy Tirolen. Me dijeron: «Eso es lo que hay que hacer», y por eso empecé a escribir textos en créole, pero no había ninguna editorial que los aceptara. Siempre me habían prevenido acerca de la edición de autor. Cuando tienes un manuscrito y lo presentas al editor, él decide si es bueno o no y luego lo imprime e invierte su dinero en él. Visitamos a un editor que de inmediato dijo que no estaba entusiasmado con esto de publicar en créole. Así que una amiga que ganaba mucho dinero me dio un cheque en blanco y me dijo: «Haz tu libro». Entonces se me presentó un problema porque la solución financiera y material para hacer mi libro estaba disponible, pero también tenía a Maryse Condé que me decía que no hiciera edición de autor. Así que decidimos crear una editorial oficial que publicara el libro y luego le regalé el libro al editor que se había negado a aceptarlo: «Es para ti, haz lo que quieras con él». Mi editorial era un edificio falso, pero no es tan malo crear un edificio falso para hacer algo verdadero e imperecedero.

¿Aún existe?

No, solo fue creada para publicar Pawòl Naïf. Le confié la estructura a alguien que se hizo cargo de ella y a veces me pregunto si deberíamos seguir publicando cosas. Pero bueno, mientras más avanzo en la literatura más requisitos me impongo, y se vuelve cada vez más difícil estar satisfecho con mi propio trabajo. No hay peor exigencia que la propia, se nos puede decir que el trabajo es bueno pero para uno no será así́ y ese aspecto es arduo de manejar.

He notado que muchas de sus obras están escritas tanto en francés como en créole, un fenómeno que también se puede observar en las obras de Maryse Condé. ¿Puede hablarme de esta elección?

En realidad, escribo en caribeño. Escribo en caribeño y a veces se traduce al inglés, al francés, al créole, al español. A veces escribo un poema como «Morriña», por ejemplo, fíjate que el título está en español y el poema está en inglés y luego ha sido traducido al español. Somos una cuenca, en el Caribe estamos como en el fondo de un valle aluvial, aguas que descienden y vienen con depósitos aluviales hasta el fondo del valle. El río en el fondo del valle recibe las rocas y las aplasta, las mueve hacia adelante, el movimiento resulta en gravas y luego se obtiene la arena de las playas. Esos somos nosotros, un trabajo constante, el resultado de una mezcla de elementos provenientes de todo el mundo.

¿Qué valor tiene para usted la francofonía y qué representa el hecho de escribir en francés?

La francofonía tiene el valor de ser un lugar, un espacio para la divulgación y el intercambio. Un marco en el que las influencias han llegado y pueden seguir llegando de la misma manera que los pájaros vienen a golpear la ventana, chocan contra ella, caen heridos o sencillamente entran. Sin importar el resultado, algo sucede, esto nos enriquece, ya sea porque hemos encontrado lo que queríamos o porque hemos entendido que lo que buscábamos no era necesario. Si la francofonía fuera una institución oficial que tratara de regular, controlar y dirigir el mundo, perdería su riqueza. Esto no es lo que veo, lo que veo es una fuerza que permite que los pensamientos se crucen y que las ideas entren en competencia. La mezcla de ideas es algo muy bueno que anima a la gente a abrirse al mundo, porque aprender una lengua, como el francés en nuestro caso, es también conocer toda una cultura porque no se puede hablar una lengua sin haberla experimentado. Estoy aquí por invitación de la Embajada de Francia y esto me permite tener un lugar de encuentro con personas diferentes a mí, para decir cosas en un espacio mixto; esto no sería posible sin la francofonía.

En su opinión, ¿qué debería hacerse para promover y dar a conocer mejor la literatura francófona en la República Dominicana y en la región del Caribe en su conjunto?

Para esto no queda más solución que la traducción. Las traducciones hacen que las obras viajen. Cuando escribes en un idioma, se queda en una red. Todos los idiomas tienen su red, el español tiene su red, el inglés tiene su red, el francés tiene una red más pequeña pero tiene una de todas formas, el chino y el ruso también tienen su red. Un lector debiera dirigirse hacia un editor y pedirle que traduzca un texto porque lo considera digno de ser conocido por otros que no tienen la ventaja de poder leerlo en su idioma original. Tenemos el deber de compartir los frutos de la imaginación de la misma manera que compartimos la música, la gastronomía y las opiniones. Porque, aunque sea una traducción, se plantan las semillas del interés por el francés, su aprendizaje y su cultura. Viajar ya lo hace, pero ahora la traducción debe ser capaz de hacernos pasar de un imaginario a otro.

¿Está trabajando en un nuevo proyecto?

Sí, siempre estoy trabajando. Estoy escribiendo una historia en la misma línea de Marie la Gracieuse que debería llamarse La Diablesse des Amours. También estoy trabajando en dos libros para jóvenes y escribiendo la secuela de Le Dernier Matin, donde hablo de este niño que recuerda su hogar, que ahora es el adulto que cada vez que se va a dormir evoca algo que hizo cuando tenía 12 años. Es un repaso del tiempo que he vivido y requiere mucho trabajo, pero como no tengo ninguna urgencia para producir algo, me tomo mi tiempo hasta estar satisfecho. La escritura se trata de producir cuando se quiere.


4 comentarios

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