Revista GLOBAL

Habaneras en el tiempo

by Liuba María Hevia
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La habanera surgió en Cuba en el siglo XIX y es, a juicio de varios autores, un viaje de ida y vuelta entre España y su colonia. Considerada por el compositor, pianista y escritor Emilio Grenet como el más universal de los géneros musicales cubanos, el gran compositor francés George Bizet compuso su conocida habanera, aria de la primera parte de su célebre ópera Carmen. La gran artista cubana Liuba María Hevia escribe para Global este breve paseo por una música que ella considera «un espacio sagrado» y que representa una época que, probablemente, ya va dando paso a otros ritmos y otras vivencialidades musicales, pero que sigue viva en el corazón y en la historia musical de la isla antillana.

La habanera es un estilo dentro de la cancionística cubana que se da a conocer a partir de la segunda mitad del siglo XIX, aunque pudo existir, según los estudiosos del género, desde mucho antes. Nace en La Habana —¿dónde si no?—, aunque hunde sus raíces en Europa, principalmente en la contradanza francesa e inglesa; de ahí deriva en la contradanza y la danza habanera, llamada de ese modo después de su acriollamiento por negros, blancos y mestizos.

Desde finales del siglo XVIII, los bailes de figuras nos llegaron por distintas vías, una de ellas a través de las tonadillas escénicas españolas. En Cuba se le insertó una célula rítmica africana, conga; y se dice que también tuvo sus canales a través de Nueva Orleans, Nueva Inglaterra y de los inmigrantes llegados a Cuba después de la Revolución de Haití, de donde vinieron los franceses con sus esclavos y sus ritmos de tango o tango congo.

Aún hoy hay controversias entre musicólogos con respecto a los elementos que la conforman, sobre todo por sus orígenes históricos; particularmente, defiendo el viaje de ida y vuelta de la habanera. Una de las controversias destaca la influencia afrocubana en su esquema fundamental, que aparece en su acompañamiento y en el canto, en este último con mayor libertad de expresión. Se sabe de la existencia de unos negros no esclavos que llegaron a Cuba procedentes de España y que poseían amplios conocimientos de música y otras artes. Se cree que fueron estos negros, asentados en los puertos y vinculados a la exitosa industria naval, los padres del género habanera. Aquellos africanos transculturados (ya cubanos) asumieron la cultura española e hicieron uso de esa mezcla para crear un tipo de música diferente, ya desde el siglo XVIII. De ese grupo emerge la figura de Aponte, por ejemplo. Pero también surge la clave, los vitrales, la vitola o anilla del cigarro y hasta el uso de la palabra «botar», para tirar algo, por la expresión de «botar los barcos al mar»

Fuentes históricas aseguran que primero fue una danza y luego se cantó. Comparto la tesis de que las habaneras «son fruto de fusión cultural generada en la isla de Cuba con influencia de diferentes culturas (autóctona amerindia, española, africana, francesa e inglesa) que se remontan desde el siglo XVI hasta la actualidad».

Según el diccionario de la RAE, la habanera es «natural de La Habana (Cuba). Baile de origen cubano en compás de dos por cuatro y movimiento lento». Esta definición en sí misma ya es aclaratoria de sus inicios. Así, hasta que entra la letra y con ella la canción, tal como la conocemos en la actualidad. Sus compases lentos marcan un ritmo incisivo que evoca el color y el aroma y hasta el sabor de la capital caribeña.

La habanera se transmitía por tradición oral. La primera que aparece editada en Cuba fue publicada en el diario La Prensa en 1942 con el título «El amor en el baile», y según la musicóloga Zoila Lapique resultó un acontecimiento histórico-musical, ya que era la primera vez que el esquema se definía como habanera y se alejaba de las contradanzas que existían hasta ese momento, también denominadas contradanzas cubanas. El regreso de los emigrantes españoles a su país de origen fue determinante en la expansión de este estilo. Dice Lapique: «Y si ahora, siglos después, queremos hacer un recuento de las características del género, nos encontramos con que, naturalmente, no se nos presenta como un todo uniforme, sino como un conjunto donde hay sobre todo diversidad temática. Llegó desde Cuba a España, en primer lugar, a los puertos de mar; porque navegó en barco y ancló donde primero tocó tierra. Existe un mapa donde se marcan los puntos de esa arribada: Galicia, Asturias, Cantabria, Cataluña, el Levante y Canarias. Esa es la ruta de la habanera en España. Las primeras habaneras llegaron a la Península Ibérica en la memoria y en el gusto de un grupo de regresados de la Guerra de Cuba y al llegar a España se extendió el gusto por ellas y se convirtió en tradición que enraizó en diferentes pueblos y ciudades españolas».

En 1892 se produjo el «primer gran best-seller mundial de la música latinoamericana», la habanera «Tú», como afirmó Alejo Carpentier. La obra, del compositor Eduardo Sánchez Fuentes, con letra de Fernán Sánchez, fue publicada en 1894.

El hecho de que las canciones con aquel ritmo vinieran de La Habana fue decisivo para que se las llamara habaneras. Este hecho supone una ida y vuelta de elementos culturales cuyos portadores, cubanos y, especialmente, españoles, han permitido preservar el género durante tantos años.

Las habaneras del siglo XIX en Cuba llegan hoy por un exhaustivo trabajo de investigación realizado por los musicólogos María Teresa Linares y Argeliers León. Una de las más antiguas, considerada la primera canción patriótica en Cuba, se conoció como «La presa». Fue muy divulgada y su letra cuenta la historia de un niño de ocho años que le canta al conde de Balmaseda, jefe militar de las tropas españolas en Cuba, en la que pide clemencia por su madre presa, quien ha ayudado a huir a unos cubanos que conspiraban contra la corona.

La presa
(Habanera anónima)

La presa enferma que gime y llora,
hoy de sus hijos ya separada,
templan sus manos, arpa sagrada
pidiendo al cielo triste morir.
Yo soy el hijo de esa que gime,
ave que llora triste cantando.
A tu palacio vengo implorando
me des la aurora de mi existir.
Quiera el Eterno que mi plegaria
tu noble pecho, conde, taladre,
si me devuelves mi buena madre
dentro del pecho te haré un altar.

Por esa misma vía, apelando a la tradición oral, se conoció «El expatriado», también de temática patriótica; la cantaban los presos mientras eran trasladados a las cárceles de la isla.

El expatriado
(Habanera anónima)

En una triste y oscura bartolina
lo vi encerrado y me saludó
me llevan, dijo,
con rumbo a Chafarinas
o a las desiertas playas de Fernando Poo.
Si ves a mi madre
que al muelle no vaya
porque es muy triste
me vea partir.
Y si sucumbo del África en las playas
tan solo en ella, tan solo en ella pensaré al morir.

También se hizo popular en el siglo XIX la habanera de ingenio, más asociada a la naturaleza, el campo, más bucólica en general, un estilo que luego devino en la guaracha.

Dos ejemplos elocuentes son:

Yo soy guajira
(Habanera anónima)

Yo soy guajira, nací en Melena
Liuba María Hevia
en el ingenio del Curugey.
Tengo quince años, me llamo Elena,
soy dulce y buena como el mamey.
Me despiertan la tojosas,
me levanto al salir el sol
y voy a cortar las rosas
que alegre guardo para mi amor.
A misa del pueblo voy
montadita en mi alazán
y todos dicen que soy
la más hermosa del manigual.

La hamaca
(Habanera anónima)

Tengo mi hamaca tendida
en la orillita del mar
y mi caballo ensillado
debajo del platanal.
Trinos me da el monte
brisas me da el mar,
¡oh! bello sinsonte,
¡qué dulce es amar!
¡qué bella es la vida!
Meciendo se va
cual se mece mi hamaca tendida
de aquí para allá,
de allá para acá.

Desde mediados del siglo XIX pequeños grupos cantaban en La Habana canciones, eran dúos de voces y guitarras que amenizaban los intermedios de las puestas teatrales; otras veces se cantaban en tertulias familiares o para dar serenatas ante las rejas de una ventana.

La habanera fue durante un largo tiempo un género de tradición oral, quizás por ello se hizo fuerte en España, por la nostalgia de los que regresaban luego de haber participado de la vida cubana. Sus familiares apreciaron esas habaneras y las creadas posteriormente, mientras que en la Cuba de esa época se consolidaban el bolero y la guajira, géneros que convivieron con la habanera pero alcanzaron mayor popularidad.

Muchas de las habaneras compuestas en el siglo XX perdieron su ritmo original debido a que la trova tradicional las hizo suyas. Un ejemplo es «Veinte años», con música de María Teresa Vera y letra de Guillermina Aramburu, que se canta como bolero. Otra habanera famosa que hoy se expresa como bolero es «La rosa roja», del compositor Óscar Hernández. Igual pasó con la habanera compuesta por Miguel Matamoros, «Mariposita de primavera».

Me parece interesante incluir un párrafo de la musicóloga española Teresa Pérez Daniel, con cuyo enfoque coincido en algunos aspectos, sin alejarme de mi criterio de que se trata de un viaje de ida y vuelta. «El ritmo de habanera o tango es un género musical cuya simbiosis se debe a los distintos procesos de sedimentación musicales, con préstamos entre lo popular y lo culto, por movimientos e intercambios circulares de ida y retorno que desembocan en la cristalización de géneros. Dicho patrón sería uno de esos ejemplos, fundamentado, entre otros motivos, en el auge económico y social acontecido en Cuba a lo largo de los siglos XVIII y XIX, por el florecimiento de la industria azucarera y tabaquera, la confluencia de emigraciones: de los colonos franceses que huyen del movimiento revolucionario de Haití, la revolución industrial de Inglaterra y la revolución francesa y norteamericana. Los ritmos de habanera y tango son dos procesos paralelos de lo que musicalmente es lo mismo; quizá se identifique al tango por su carácter más lascivo, alegre, picaresco… y a la habanera por su romanticismo, añoranza, sensualidad».

Las habaneras consolidaron su desarrollo y expansión hacia mediados del siglo XIX, se las reconoció en el extranjero con distintos nombres: tango, tango americano, canción americana. El nombre de habanera deriva del reconocimiento de su procedencia.

La habanera fue incorporada con éxito en la música lírica y recibida por muchos autores cubanos que realizaron obras de temas, personajes y música nacionales. Aparecieron las habaneras de Valenzuela («La mulata Rosa»), Ignacio Cervantes («El submarino»), Manuel Pérez de la Presa («Los saltimbanquis»), José Marín Varona («El hijo del Camagüey»), y en el siglo XX Ernesto Lecuona («La Plaza de la Catedral»). Además, Jorge Anckermann compuso la habanera «Flor del Yumurí». El compositor cubano que mayor cantidad de habaneras creó fue Eduardo Sánchez de Fuentes, quien, como ya apunté, trascendió las fronteras de Cuba con la más popular de las habaneras cubanas que se conocen, «Tú», compuesta en 1892.

En Cuba,
la isla hermosa del ardiente sol,
bajo su cielo azul,
adorable trigueña,
de todas las flores
la reina eres tú.
La palma,
que en los bosques se mueve gentil,
tu sueño arrulló
y un beso de la brisa
al morir de la tarde
te despertó.

Fuego sagrado guarda tu corazón
el claro cielo su alegría te dio.
Y en tus miradas ha confundido Dios
de tus ojos la noche y la luz,
de los rayos del Sol.
Dulce es la caña, pero más lo es tu voz
que la amargura quita del corazón.

Y al contemplarte suspira mi laúd
bendiciéndote, hermosa sin par,
porque Cuba eres tú.

En 1995, la musicóloga María Teresa Linares me propuso grabar una monografía sobre las habaneras, que titulamos Habaneras en el tiempo, en la que se dieron a conocer habaneras del siglo XIX que nunca habían sido grabadas y se incluyeron otras del siglo XX, como el hermoso tema «En el claro de la luna», de Silvio Rodríguez.

En el claro de la luna

En el claro de la luna
donde quiero ir a jugar
duerme la reina fortuna
que tendrá que madrugar.

Mi guardiana de la suerte
sueña cercada de flor,
que me salvas de la muerte
con fortuna en el amor.
Sueña talismán querido,
sueña mi abeja y su edad
sueña y si lo he merecido
sueña mi felicidad.

Sueña caballo cerrero
suéñame viento de sur,
sueña un tiempo de aguaceros
en el valle de la luz.
Sueña lo que hago y no digo
sueña en plena libertad,
sueña que hay días en que vivo,
sueña lo que hay que callar.
Entre las luces más bellas
duerme intranquilo mi amor,
porque en su sueño de estrella
mi paso en tierra es dolor.
Mas si yo pudiera serle
miel de abeja en vez de sal
A qué tentarle la suerte,
qué valiera su soñar.
Suéñeme, pues, cataclismo
sueñe golpe largo y sed,
sueñe todos los abismos
que de otra vida no sé.
Sueña lo que hago y no digo
sueña en plena libertad
sueña que hay días en que vivo
sueña lo que hay que callar.
Sueña la talla del día,
del día del que fui y del que soy,
que el de mañana, alma mía
lo tengo soñado hoy.

Posteriormente, se realizó una nueva edición con el nombre de Ángel y habanera, que abarcó algunas obras nuevas e introdujo, entre otras mías, la que da título al disco, premiada por el Museo Nacional de la Música.

Ángel y habanera

Vuela desde el Caribe
un verso ángel colibrí,
una corriente incontenible.
Vuela hasta una ceiba,
posa en mi techo ese mirar
y se abalanza hasta llenarme el pecho.
Vuela desde el Caribe
un verso ángel colibrí,
una corriente incontenible.
Su beso vuela con la tarde
y su intensa luz me quema,
el recuerdo es esa sombra que arde,
mas vibra en el candor de esta habanera.
El mapa se esfumó y la tarde
ha venido a compartir mi espera,
la guitarra vuela como el ángel
que vibra en el candor de esta habanera.

Ambos discos transitan por el frágil universo de la habanera en el que se pretendió articular tradición y modernidad. Constituyen las únicas antologías que, al día de hoy, existen en Cuba sobre el género.

Para mí, la habanera es un espacio sagrado. Es la primera música cubana que se internacionaliza y logra influir en muchas de las músicas de toda América. Su ritmo fascinante y poder de sugestión alcanzaron en la etapa colonial cotas insospechadas. Se caracteriza por su fuerte melodismo expresivo de ambiente criollo, unido al cadencioso balance de su ritmo de vivos movimientos. Los estribillos, a veces tristes, con esa mezcla de alegría y melancolía, le otorgan elegancia y un suave y dulce lirismo. Es cantable y bailable; ese baile de figuras se relaciona con la tonadilla escénica española. Sus ritmos de tango o tango congo dejaron una profunda huella en el desarrollo de la música folclórica y popular.

Se han sucedido muchos géneros en Cuba después de la habanera y, quizás por esa velocidad con la que se ha ido moviendo la música, no se preservan como debieran. Pero yo creo que la habanera siempre pervivirá, quizás porque creo en las cosas que fluyen en el arte, en la inspiración, en las musas y en las señales. Lo importante es recordar de dónde somos y por qué estamos aquí. Para mí siempre ha sido una fiesta cantar habaneras. Es un honor, un privilegio y, además, una responsabilidad que tengo de por vida con el género, con María Teresa Linares y con la música cubana.


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