Estados Unidos y el mundo experimentan la peor crisis y recesión económica en muchas décadas. Barack Obama toma las riendas de un nuevo gobierno en medio de grandes retos y problemas muy complejos. Toma las riendas con los mismos desafíos que el presidente Roosevelt las tomó en 1933. La crisis económica que comenzó en Estados Unidos durante el primer trimes-tre de 2008 se agudizó profundamente cuando el 16 de septiembre el Gobierno dejó quebrar por falta de apoyo oficial el tradicional banco de inversión neoyorkino Lehman Brothers. Esa política creó pánico en una comunidad bursátil y financiera contaminada por los préstamos hipotecarios malos, llamados subprimes, el exceso de deudas de las empresas y de apalancamiento de instituciones bancarias y por el uso indebido de instrumentos financieros y los derivados y hasta hechos fraudulentos realizados por los altos ejecutivos de las finanzas.
Ellos abusaron de la libertad corporativa y de la desregulación normativa con muy poca ética y algunos traspasaron los límites de lo legal. Desde septiembre en adelante la crisis del sector bancario e inmobiliario se generalizó gravemente y forzó un cambio de política monetaria y fiscal.
La explosión de la crisis generó un proceso de quiebras de bancos e instituciones financieras que ha sacudido los cimientos de la economía norteamericana y también de los países europeos. La avaricia y el sueño del pelotazo rápido, en un régimen desregulado, abrieron las puertas a todo tipo de operaciones poco ortodoxas –y algunas fraudulentas– con poquísimas garantías para los inversionistas y de carteras de préstamos hipotecarios de dudosos cobros. Esta crisis bancaria y la política de rescate ejecutada sellaron el final de la era del laissez faire, impulsada por el neoliberalismo conservador implementado por el presidente Reagan y los ideólogos republicanos de los ochenta, que continuó después con los dos Busch. Se acababa así una época de desbordamientos financieros y de falta de normas y regulaciones por parte del Gobierno.
Con un cambio radical de filosofía política y de criterios económicos, el Gobierno de Estados Unidos y el Sistema de Reserva Federal (fed) respondieron con un ambicioso plan de acciones públicas que rompía todos los esquemas neoliberales de no intervención del Estado. Se impuso la realidad sobre los dogmas de mercado libre desregulado creado en las reformas conservadoras del presidente Reagan. El Gobierno norteamericano, como parte del rescate, adquirió y respaldó los poderosos organismos de créditos hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac; Merrill Lynch fue absorbida por Bank of America y Bear Stearns por Morgan Stanley; por su parte, Washington Mutual recibió un rescate y se fusionó y numerosas entidades financieras casi se fueron a la quiebra o fueron absorbidas por otras. El mapa bancario cambió radicalmente en dos meses. Lo inexplicable había sucedido. El sistema había fallado y se había autodestruido por sus excesos y por malas prácticas corporativas y personales. Se creó la peor crisis desde la Gran Depresión de 1929. El pánico se apoderó de los mercados y del pueblo estadounidense y a la vez la crisis bancaria se extendió por toda Europa y Japón.
El Gobierno del presidente Bush, seguidor del neoliberalismo, tuvo que cambiar su manera de pensar y se vio obligado a tomar el control de la situación e intervino con masivas ayudas de más de 100 billones a la aseguradora aig. Mientras, pre sentó al Congreso un plan de salvamento y estabilización bancaria de más de US$ 700 billones para prestar fondos públicos como rescate y para invertir en acciones de entida des que perdían solvencia cada día en las bolsas de valores. El plan de salvamento sometido en medio de la campaña electoral presidencial fue aprobado en el Congreso por todos los partidos. Tanto demócratas como republicanos aprobaron la ley de rescate del sector bancario como una necesidad nacional, pedida por los ciudadanos y los empresarios. El objetivo era mantener los bancos abiertos y solventes y ampliar la liquidez crediticia, para frenar la desconfianza y el pánico y detener la caída hacia una recesión más profunda de la economía.
El secretario del Tesoro, Henry Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, actuaron de forma rápida y heterodoxa. La Reserva Federal prestó con líneas especiales de swaps a los bancos nacionales y extranjeros y al Banco Central Europeo. Se calcula que las inyecciones han sido del orden de US$ 3 trillones de dólares. Al entrar Estados Unidos en una recesión y por la falta de confianza del consumidor, surgió de forma concomitante la grave crisis de la industria automotriz de Detroit, que pide US$ 40 billones para mantenerse operando. El sector dejó de vender el 40% de su producción. Un problema realmente serio desde el punto de vista económico y social. Como consecuencia de la crisis bancaria, inmobiliaria y de la industria automotriz el desempleo en Estados Unidos aumentó drásticamente hasta el 7.2%, dejando sin empleo a 2.8 millones de trabajadores solamente en 2008, creando así fuertes presiones sociales y políticas. Existe la convicción de que el desempleo aumentará en 2009, hasta que comience a recuperarse la economía y los bancos presten más dinero a los negocios e industrias.
Recesiones en cadena
La crisis bancaria e inmobiliaria norteamericana se convirtió en crisis económica mundial, al producirse una compleja serie de recesiones económicas en cadena en Estados Unidos, Inglaterra, Japón, España, los países de la Zona Euro; hasta Canadá e Irlanda han caído en recesiones formales, inflación, alto desempleo y crisis de confianza. La recesión se ha convertido en un fenómeno mundial, afectando a los países desarrollados y en vías de desarrollo.
El Fondo Monetario Internacional (fmi) proyecta que el crecimiento del pib de los países de G-8 será casi cero y todos tienen déficit fiscales de más de un 3% del pib. Estados Unidos, por su parte, tendrá un déficit fiscal de más de 8% del pib para 2008, el mayor desde la Segunda Guerra Mundial. Esta ha sido y es la primera gran crisis y recesión globalizada de tal magnitud desde la Gran Depresión. Varios bancos de Europa también han quebrado y otros han sido fusionados con los bancos más fuertes. La crisis inmobiliaria de España ha sido profunda y dramática, creando una crisis económica con grave aumento del desempleo, al 11%. En Alemania, bancos y grandes industrias han perdido la mitad de su valor en las bolsas de valores y su economía también ha entrado en recesión.
Tras la reciente toma de poder del presidente Barack Obama, Estados Unidos y el mundo experimentan su peor crisis y recesión económica generalizada. Un enorme desafío para el nuevo presidente y su excelente equipo económico. Obama toma la administración en medio de grandes retos y problemas muy complejos. Deberá actuar como un inspirador de confianza y optimismo. Hasta ahora ha demostrado tener el talante y el liderazgo para lograrlo. Se advierte que creará como un nuevo new deal, como el del Franklin D. Roosevelt en 1933, con gran atención a la conservación de empleos y mejora de la seguridad social y los planes médicos. Curiosamente, Obama tiene los mismos desafíos que el presidente Roosevelt de recuperar tanto la moral y el optimismo del pueblo norteamericano, como de sacar a la economía, con medidas audaces y prácticas, de la grave recesión y alto desempleo que experimenta. Indudablemente es un reto de excepción.
Los desafíos y urgencias de Obama en los primeros 100 días son similares a los que tuvo el presidente Roosevelt cuando tomó posesión de la Presidencia el 4 de marzo de 1933, en medio de la Gran Depresión, con cierres bancarios generalizados, caída abrupta del pib y un 40% de desempleo en la nación. Un momento histórico de singular crisis que amenazaba el mismo sistema democrático y la fe en su sistema económico. Barack Obama enfrenta una crisis nacional similar, acompañada de graves problemas políticos y militares internacionales, con la intervención norteamericana en la guerra en Iraq y Afganistán y la amenaza del radicalismo árabe.
La política exterior y la diplomacia norteamericana también se espera que sufran serios cambios de filosofía y visión con la presidencia de Obama y el equipo demócrata. Obama ha prometido cambiar la imagen de su país en el mundo y redefinir sus objetivos globales. Pero su reto inmediato es revertir la recesión, rehabilitar al sector financiero y recuperar el empleo.
A principios de enero, el presidente electo Obama explicó al Congreso y al país que su Gobierno estimulará la economía con un paquete de US$ 900 billones o más, mediante recortes de impuestos personales por un monto de US$ 300 billones y US$ 600 billones en inversiones en infraestructura, gastos en salud y educación y en el sistema de seguridad social. Estas mismas medidas, con diferentes montos, se comienzan a aplicar en toda Europa en forma individual por país. También tiene a su disposición más de US$ 400 billones pendientes de uso de la Ley de Salvamento.
El nuevo líder utilizará armas monetarias de reducción drástica de las tasas de interés, como realizó en diciembre la Reserva Federal, que las colocó en casi cero por ciento, y las medidas de estímulos fiscales e inversiones en infraestructura y reducción de impuestos a la clase media y de bajos ingresos, que presentó al Congreso, siguiendo el modelo keynesiano. Esta nueva política económica significa un gran cambio respecto a la aplicada por los republicanos. Algunos economistas, como Stiglitz y Krugman, consideran que el plan de estímulo de Obama es bueno pero insuficiente y que debe poner más énfasis en inversiones públicas. Prefieren un plan de cerca de US$ 1.2 trillones.
Por otro lado, además de enfrentar la grave recesión que sacude a su país, Obama y el grupo demócrata tienen el compromiso de avanzar e implementar su nueva agenda económica y social. El presidente electo propone resucitar la idea del sueño americano, con una política social de reformas en el sistema de salud y ampliación de la seguridad social y médica para abarcar a toda la población en varios años. El estadista criticó durante la campaña electoral el hecho de que casi el 40% de la población carece de seguro médico y que la seguridad social debe ampliarse y mejorar para los envejecientes y los jóvenes marginados de zonas urbanas.
Su filosofía es la de definir un nuevo pacto social y ampliar el rol del Gobierno para que sea más solidario y promueva el progreso económico con mayor equidad social. Obama y los nuevos demócratas buscan rescatar el viejo pensamiento económico y social que Roosevelt creó con su filosofía y programa del new deal. Pensadores políticos y economistas liberales han creado el marco conceptual de esta nueva política para los Estados Unidos. El reciente libro La conciencia de un liberal, del economista premio Nóbel Paul Krugman, expone con claridad esta nueva filosofía política.
En la agenda de Obama y los demócratas está realizar un conjunto de reformas institucionales y legislativas, en un compromiso con la reforma y una vuelta a la creación de un cuerpo de normas más estrictas y regulaciones para el sistema bancario y la bolsa de valores. Este grupo desea evitar una repetición de los excesos cometidos en esta crisis. La Comisión de Valores (sec) será reformada para ampliar sus poderes de supervisión de todas las instituciones y tipos de fondos de inversiones que manejen dinero y depósitos del público.
También se debaten reformas al mismo sistema federal y su misión y funciones, para actualizar sus objetivos y administración. El sistema de seguridad social y el programa médico Medicare será reformado y ampliado al tiempo que se revisarán los actuales programas para producir ahorros y evitar el despilfarro. Igualmente, el gobierno de Obama tendrá que decidir qué hacer con Fannie Mae y Freddie Mac, que controlan el mercado secundario de hipotecas de las viviendas, si dejarlas semiprivadas, estatales, o mixtas. El Banco Federal de la Vivienda será objeto de reformas y cambios legislativos, para reconvertirlo como institución más eficiente y segura.
Una nueva etapa
No cabe duda de que con el ascenso de Barack Obama a la Presidencia comienza una nueva etapa o ciclo de la política norteamericana. Su visión de reformas es fresca y esperanzadora para un pueblo que ha visto su estabilidad y progreso sacudido por una inesperada crisis económica. Su lema ha sido crear esperanza y confianza en la renovación del ideario económico y social de la nación. Se le reconoce como un hombre pragmático rodeado de experimentados economistas y funcionarios de la época de Bill Clinton. Obama tendrá la facilidad de conectarse bien con los líderes de la Unión Europea, como Sarkozy, Brown, Merkel, Zapatero y otros. Deberá dirigir y coordinar un nuevo sistema monetario internacional, con nuevas reglas y normas propias de la época y en la coordinación conjunta de planes de estímulos y medidas económicas y monetarias. El presidente Obama convocaría una cumbre presidencial, con el G-8 y el G-20 como mínimo, para rediseñar la política económica que saque a Estados Unidos y el mundo de la recesión y frustración existente. Se espera un cambio favorable de la diplomacia de un gobierno de Obama y de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, hacia Europa en una redefinición de sus alianzas, objetivos y equilibrio.
La política exterior hacia otras regiones es de esperar que experimente algunos cambios, quizás no muy profundos en su sustancia, aunque sí en forma y estilo. Obama tendrá igual una sensibilidad especial hacia los graves problemas humanitarios y políticos del continente africano, de donde es su padre. Hacia América Latina tendrá una visión más comprometida con el progreso y el mejoramiento social y más tolerante con el pluralismo de la región, pero no se esperan cambios profundos en este sentido. Hacia Iraq, Afganistán y el mundo árabe, el flamante presidente definirá un nuevo curso de acción, tal como esbozó en la campaña. Está comprometido con sacar las tropas norteamericanas en un plazo relativamente corto pero firme y escalonado, y dirigir la lucha contra el terrorismo en Afganistán.
No obstante, me parece que por los dos primeros años, la atención principal del nuevo gobernante será implementar la agenda local de reformas y recuperación económica y creación de empleos. Sus problemas y objetivos a corto plazo son nacionales, son internos, de tipo económico y social, y en determinadas regiones del mundo en el campo del terrorismo, el tráfico de drogas y la seguridad nacional. Los desafíos de Obama son inmensos y amplios, así como sus oportunidades.
Creemos que Estados Unidos tiene una enorme capacidad de reciclarse y renovarse. Su avanzada democracia, cada vez más plural, y las ideas de una nueva generación son sinónimo de cambios y de reformas. Barack Obama representa un nuevo liderazgo en la potencia más grande del mundo. Es de esperar que Obama y su equipo logren despertar a la nación y reorientar su política y su destino en un mundo más complejo y multipolar. Los planes económicos presentados al país para salir de la recesión representan un nuevo modelo y paradigma. Ahora tendrá que dirigir, con prudencia y liderazgo, a la clase política y la empresarial, pues algunos sectores le tendrán miedo al cambio de filosofía y el alcance y magnitud de las medidas. Pero a la vez hay analistas políticos y economistas que estiman que su plan es todavía limitado.
Los norteamericanos y el mundo esperan con grandes expectativas mucho de Obama y su nueva administración, y quizás esto será un problema para él en el futuro. Expectativas grandes, frente a problemas agudos a corto plazo. Tiene por eso que manejar con tacto a los republicanos en el Congreso, para conseguir la aprobación de sus medidas económicas y su agenda de cambios institucionales y también deberá mantener la alianza con las distintas tendencias del mismo partido demócrata. Con nuevos y grandes retos y problemas, lo cierto es que Barack Obama se ha convertido por el momento en un portador del cambio y de esperanza. Su mayor desafío es cumplir con los anhelos y deseos de sus ciudadanos y lo que el mundo espera de él y su gobierno. Todo indica que los objetivos y programas tienen el suficiente consenso pata triunfar.
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