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La independencia de América Latina en la obra de Juan Bosch

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Al profesor Juan Bosch no le fue posible sustraerse al influjo del tema de las guerras de independencia latinoamericanas. Durante su vida escribió sus preocupaciones por los problemas políticos latinoamericanos, que planteaba a partir de su posición antiimperialista y su inclinación personal a relacionar la política y la historia. El profundo interés por explicar y divulgar la extraordinaria importancia de las luchas de los pueblos latinoamericanos y caribeños por su independencia frente al dominio colonial condujo a Bosch a dedicar algunos de sus textos a este tema. Muestra de ello son dos libros Bolívar y la guerra social y De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe, frontera imperial.

El  año constituyente un momento esencial en el proceso de independencia de america latina y el caribe. Ya sea habia producido la revolucion haitiana, pero el inicio del ciclo emancipadode las colonias hispanoamericanas se relaciona de manera directa con la invasion napoleonica a la peninsula iberica y la firme lucha del pueblo español conttra los oscupantes franceses.

Corresponde, en el marco del país donde nació, recordar el centenario del nacimiento del dominicano Juan Bosch, escritor que ha dejado un importante número de obras entre cuentos, ensayos y artículos, que mantienen plena vigencia. Su dedicación a la política lo llevó a vivir parte de ella en la emigración, donde se mantuvo profundamente comprometido con su patria y su pueblo. En la emigración y durante su estancia en países hermanos como Cuba, Venezuela, Costa Rica, Chile y Puerto Rico, escribió varias de sus obras exponentes de su vocación de historiador y sociólogo.

Profundamente influido por el tiempo que le tocó vivir y aún más, en el tiempo en que desarrolló su vida profesional y su amplia carrera política, a Bosch no le fue posible sustraerse al influjo del tema de las guerras de independencia latinoamericanas. Durante su vida no abandonó sus preocupaciones por los problemas políticos latinoamericanos, que planteaba a partir de su posición antiimperialista y su inclinación personal a relacionar la política y la historia. Su particular visión de la historia se relaciona también con el interés en el significado de la emancipación de los pueblos latinoamericanos y caribeños en la conformación de nuestras patrias y naciones.

El profundo interés por explicar y divulgar la extraordinaria importancia de las luchas de los pueblos latinoamericanos y caribeños por su independencia frente al dominio colonial condujo a Bosch a dedicar algunos de sus textos a este tema. Muestra de ello son dos libros: Bolívar y la guerra social y De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe, frontera imperial.

No son obras dedicadas a la historia de su país, al cual, como se sabe, amó y dedicó sus fuerzas de intelectual aun en los largos años de exilio. Tampoco son obras escritas con el propósito de polemizar. En estos dos textos, Bosch se proponia objetivos amplios, de vocacion lationamericanista, y al mismo tiempo, muy precisos: abordar las luchas sociales en el contexto historicodel caribe, aproximarse al estudio y sistematización de las manifestaciones de las luchas políticas que se desencadenaron entre 1808 y 1825, pero con un carácter más divulgativo y político.

Ciertamente, en lo que se refiere al tema de la independencia, su atención se concentra en Haití y en Venezuela, por las características radicales que tuvieron las luchas sociales en ambos lugares. Es una selección justa, pues fue allí donde la violencia de los más humildes contra los poderosos no dejó espacio a negociaciones entre los diversos sectores y clases sociales.

Concede una gran importancia histórica al año 1808 y a los sucesos que impulsaron el inicio de la “revolución que convirtió en repúblicas a las colonias españolas en América” y por eso afirma que en España y sus dominios, el siglo xix “nació en 1808”.

Y es que, verdaderamente, los sucesos de Bayona en mayo de 1808 determinaron que se creara el vacío político y administrativo que interrumpió el funcionamiento del imperio y, como muy bien escribe Bosch, fue entonces que “sobrevino la conmoción revolucionaria que trastornó el orden antiguo y dio nacimiento al orden nuevo”. Sin embargo, a pesar de que Bosch conoce y expone la relación entre factores externos e internos, afirma que “los acontecimientos que se desarrollaron en España a partir de esa hora pertenecen a la historia de España, no a la de América, pues España y América tomaron cursos diferentes en esa encrucijada histórica”.

Las luchas sociales

Bolívar y la guerra social es, en primer lugar, un libro dedicado al tema de las luchas sociales, que siempre lo apasionó como escritor y político; pero en este caso se acerca al estudio del fenómeno en Venezuela, la patria de Bolívar. Aunque Bosch explica que este libro fue escrito en el exilio puertorriqueño, “sin tener a mano las obras necesarias para ampliar a sus últimas posibilidades la tesis que en él se expone”, hace gala de la interpretación histórica, no de simples hechos aislados, sino del proceso en sí mismo. Las notas habían sido meticulosamente escritas y conservadas desde su exilio venezolano, desde donde se compenetró más con la figura de Bolívar y se detuvo en la importancia que tuvieron las fuerzas de esclavos, peones y mestizos de esa región suramericana en las luchas de América toda. Bosch se había propuesto entonces escribir una biografía del Libertador.

La concepción en la cual descansa la estructura de Bolívar y la guerra social es, sin duda, la de un historiador contemporáneo y crítico. Por eso desde el principio determina su análisis y establece que “los hijos de América conocemos cuatro tipos de guerra: las coloniales, las de independencia, las internacionales y las civiles”. Comparte el criterio de otros autores en cuanto a que las guerras americanas se gestaron desde el siglo de oro americano –siglo XVIII– hasta la independencia, que él define como “rotura de los vínculos”, y que todo ello forma parte de un complejo proceso histórico político, es la idea rectora en este libro, para detenerse en Venezuela, que es el centro de su interés en este caso.

Ello le permite enlazar de forma lógica los acontecimientos latinoamericanos en el contexto de la historia universal. De igual manera, inscribe las guerras de independencia en un marco amplio: las relaciones coloniales, los cambios promovidos por la metrópoli a finales del siglo xviii, las luchas contra el orden establecido y codificado por la monarquía.

Enmarca las luchas por la independencia de América Latina en el contexto del desarrollo del capitalismo a nivel mundial. Resalta la participación decisiva de la colonización para el desarrollo del capitalismo a escala mundial: “Las riquezas americanas habían tenido una participación notable en el desarrollo de la sociedad europea y por tanto habían contribuido en mucho a la formación de ese fenómeno social de fuerza arrolladora llamado capitalismo”.11 Así explica cómo las guerras europeas afectaron siempre a las colonias americanas. Igualmente suscribe el criterio de que en las últimas décadas del siglo xviii las medidas de tipo liberal que adoptaron los borbones en España afectaron a América y avanza más cuando afirma que las rebeliones que provocaron algunas de ellas contribuyeron a “crear el espíritu de nacionalidad de nuestros pueblos”.

Bosch apunta con exactitud que muchas veces las guerras provocaban cambios de soberanía, como sucedió con la ocupación de La Habana por los ingleses en 1762 y con las particiones de territorios coloniales entre potencias enfrentadas. Sin embargo, el escritor dominicano destaca que al calor de las guerras en las cuales se enfrentaban las metrópolis europeas en los territorios americanos fue ascendiendo el sentido de pertenencia, el sentido de ser “criollo” y “americano”, así como el amor a la “Patria Chica”, a partir del cual se formaría la conciencia “nacional” que estuvo en la base de la formación de nuestras naciones. Todo ello en medio de conflictos y luchas contra el orden colonial, mucho antes de 1808.

Bosch concede una extraordinaria importancia histórica a los sucesos del año 1808, que impulsaron el inicio de la revolución y considera que fue la revolución que “convirtió en repúblicas a las colonias españolas en América”. De ahí que afirme que en España y sus dominios el siglo xix comenzó en ese año. Y señala muy acertadamente que los sucesos de Bayona, en mayo de ese año, determinaron que se creara el vacío político y administrativo que interrumpió el funcionamiento del imperio y fue entonces que “sobrevino la conmoción revolucionaria que trastornó el orden antiguo y dio nacimiento al orden nuevo”.

Al mismo tiempo, defiende la idea de que los acontecimientos que se desarrollaron en España a partir de esa hora pertenecen a la historia de España, no a la de América, pues “España y América tomaron cursos diferentes en esa encrucijada histórica”. Por eso encuadra su explicación en los antecedentes de la lucha que deviene social y suscribe el enfoque histórico del proceso cuando menciona los primeros levantamientos contra la situación creada en 1808, que en un primer momento identificara las lealtades de las colonias al monarca español, para luego radicalizarse y pasar a la fase independentista. Hoy existe un consenso historiográfico en cuanto a la determinación de que la ruptura de los lazos coloniales no había sido un proyecto patriótico concebido desde antes en las colonias españolas. La reacción inicial de los criollos contra la ocupación francesa de España no se orientaba a la formación de repúblicas independientes, que resultó de la ausencia de reformas que no aceptó promover la metrópoli.

Aunque los primeros intentos juntistas tuvieron por escenario a Nueva España, La Habana y Caracas, en el propio 1808, en estas dos últimas capitales el movimiento no resultó exitoso frente a la resistencia de las autoridades tradicionales y peninsulares, que fueron confirmadas por la recién creada Junta Central metropolitana. Ello se derivó de la radicalización de las acciones de un grupo importante de aquellos que fueron sus protagonistas, cuando a la par de las luchas se transformaron los mismos ideales y programas. Es por eso que en muchos lugares los objetivos políticos por los cuales se levantaron en armas en los primeros momentos, en 1808, resultaron superados por la presión de los sectores sociales mas radicales y activos en las campañas militares en las fases posteriores a 1810.

Consciente de la complejidad del problema histórico e historiográfico, Bosch apunta que es muy difícil hacer una clasificación de conjunto porque “algunas se definieron desde el primer momento como luchas para lograr la independencia, otras comenzaron como movimientos defensivos contra la agresión napoleónica, otras se iniciaron como guerras civiles, en alguno o algunos de los variados matices que presentan las contiendas civiles”. Sin embargo, advierte que dado que esas guerras se distinguen en la historia de cada país porque terminaron produciendo el establecimiento de un nuevo Estado, y por eso se conocen como guerras de independencia.

La expresión más alta de las guerras sociales, la más compleja, de acuerdo al criterio de Bosch, es Haití, pues allí a fines del siglo xviii y principios del xix tuvo todas esas características: “Guerra social, de esclavos contra amos; guerra racial, de negros contra blancos; guerra de independencia, de haitianos contra franceses; guerra colonial defensiva, de haitianos contra ingleses; y guerra civil entre facciones caudillistas…”.

Bosch afirma que de las guerras de independencia, la que más ha atraído la atención, no sólo de los historiadores, sino de escritores, poetas y pintores, a juicio de Bosch, es la de Venezuela: “La presencia de Simón Bolívar a la cabeza de la legión americana; otra es la participación, en la fila de los libertadores, de figuras militares tan atractivas como el mariscal Sucre y el general Páez –para mencionar sólo dos de la legión de jefes que tomaron parte en la guerra–; otra es el amplio escenario en que se libró la larga campaña militar y otra es el fruto que dio: cinco repúblicas libres por acción directa y varias más por acción indirecta”.

Convencido de la obra del prócer nacido en Venezuela, admira al Libertador y, así, comienza por presentar la situación allí en los primeros momentos y especifica que en Venezuela “lo que comenzó siendo en 1810 una declaración de autonomía de la provincia de Venezuela y se convirtió en julio de 1811 en declaración de independencia y en el establecimiento de un estado federal”, para pasar en 1812 a “guerra social que fue creciendo en intensidad, en crueldad y en capacidad destructora”. En ello radica lo que él llama “la razón oculta” de la vasta acción libertadora de Bolívar. Bosch insiste en destacar el contenido social de las luchas en Venezuela y entra en el capítulo que más le interesa: lo que él denomina “la guerra social venezolana”, entre 1812 y 1814, en el marco de la lucha por la independencia. Determina que los acontecimientos que se sucedieron en esos casi tres años en este país tuvieron resultados inmediatos y tardíos.

En el primer caso, explica, significó la destrucción física de la nobleza criolla, los mantuanos, que proclamaron la independencia. Los segundos resultaron los más inesperados, pues fueron los mismos hombres que aniquilaron a los independentistas de Venezuela los que hicieron, bajo el mando de Bolívar, la independencia en ese país y en varios más. Así argumenta la relación entre la revolución política y la revolución social que se desarrolló en las colonias americanas, pero destacando la violencia precipitada que tuvo lugar en la propia patria de Bolívar.

En este sentido, resulta original y coherente con los documentos utilizados por él, su tesis de que “fue el miedo de Bolívar a que la guerra social venezolana se reprodujera en Venezuela lo que le llevó hasta el Potosí y lo que le hubiera llevado, de permitirlo la situación política internacional, hasta Cuba y Puerto Rico”. Y sigue afirmando: “Bolívar libertó media América porque les buscó ocupación en lugares lejanos a los hombres que podían resucitar en Venezuela la guerra social; esto es, convirtió en libertadores de Nueva Granada, de Ecuador, Perú y Bolivia a los llaneros de Boves y Morales, y faltó poco para que los llevara a las islas españolas del Mar Caribe, por miedo a que hicieran de nuevo lo que ya habían hecho una vez”.

Es conocida la violencia extrema que habían desatado el asturiano José Tomás Boves y el canario Francisco Tomás Morales, cuyas acciones se apoyaron en el odio ancestral a los mantuanos. Verdaderamente, la lucha en Venezuela pasó por las complejidades de la I República, o “mantuana”, carente de éxito debido esencialmente a la ausencia de un programa social. Es que en Venezuela en una primera etapa los realistas pudieron manipular a los sectores más humildes contra la aristocracia criolla, a quien se identificaba como la clase opresora, debido a lo cual fue posible el fracaso de la I República.

En la II República, la presencia de Bolívar no pudo evitar la acción de los españoles, que manipularon la guerra social y contribuyeron a que se manifestaran fuertes rasgos de anarquía, la terrible amenaza de la sublevación de esclavos y llaneros cuyos odios fueron atizados por Boves, el “antibolívar”, como Bosch lo califica. “Bolívar pensaba y actuaba en términos de sociedad, por eso su lucha se dirigía a la creación de un Estado”; mientras “Boves sentía y actuaba en términos de masa y esa masa se hallaba en guerra contra la sociedad de la cual había sido parte”.

Y es que en el criterio de Bosch, la destrucción del mantuanismo fue la vía utilizada para lograr la igualdad social entre los hombres, para profundizar el cambio social, diríamos hoy. Así, la dimensión de Bolívar –como el Libertador de Venezuela y de América– la estudia Bosch, al afirmar: “Entregado a su idea de un Estado nacional creado en lucha contra España… para él el enemigo estaba constituido por la representación oficial de España, sin importar el nombre que llevase”. Logró por eso “convertir a la masa del ejército, pasar este a las filas republicanas, comandarla y realizar la obra que había soñado, porque esa masa se integró en la sociedad nueva”

De la fuerza del Libertador, continúa más adelante: “Bolívar se movía, organizaba, combatía y vencía sólo merced a la monstruosa energía que desplegaba… arrastraba a jefes, soldados y ciudadanos a la lucha y a la muerte, con la fuerza de un huracán histórico al que nada podía oponerse”. En la original interpretación de este aspecto radica, a mi juicio, el aporte a los criterios historiográficos más conocidos en torno a la extensión de la guerra y las propias campañas militares. Consciente del liderazgo de Bolívar, resalta su origen y el amor por su patria chica, que siempre lo caracterizaría y por eso Bosch afirma: “El amor a Caracas mantenía en Bolívar el miedo a la guerra social”. Es ese digno sentimiento el que se evidencia en estos fragmentos que ha seleccionado Bosch de una carta al General Páez que data de 1825:

“Por Caracas he servido al Perú; por Caracas he servido a Venezuela; por Caracas he servido a Colombia; por Caracas he servido a Bolivia; por Caracas he servido al Nuevo Mundo y a la libertad, pues debía destruir a todos sus enemigos para que pudiera ser dichosa: mi primer deber es hacia ese suelo que ha compuesto mi cuerpo y mi alma de sus propios elementos, y en calidad de hijo debo dar mi vida y mi alma misma por mi madre”.

Pero Bosch intenta ir más lejos en su valoración de la acción libertadora de Bolívar; por eso se refiere de manera particular en este libro –lo que no hará en el otro– al proyecto de liberar a Cuba y Puerto Rico. Pero los máximos anhelos del Libertador están presentes en América Latina, como había apuntado Nuestro José Martí, al decir que “Bolívar tiene que hacer en América todavía”.30 Como es conocido, en el Congreso de Panamá quedaron sin solucionarse, aunque propuestos, los planes de enviar fuerzas conjuntas por la independencia de Cuba y Puerto Rico, que son ideas que datan en realidad de la Carta de Jamaica,31 pero que Bosch relaciona con los esfuerzos del Libertador en lo relativo a evitar el desborde social y la anarquía que tuvieron lugar en los terribles años de 1813 y 1814 en Venezuela.

El componente racial, específicamente la superioridad numérica de la población esclava en Cuba, le hace pensar en la posibilidad de que la lucha sea semejante en violencia a la lucha de los esclavos en Haití. De hecho, la relación entre el proceso de Saint Domingue con el del resto de América Latina está determinada por la profunda y compleja influencia que tuvo la Revolución haitiana en las colonias hispanoamericanas, sobre todo en las del Caribe. Ciertamente fue el motor impulsor de la revolución y de la radicalización de la independencia. Al mismo tiempo, constituía un freno a ella. Esta especie de doble impacto se debe a que en muchos de los lugares donde la lucha alcanzó desbordes sociales, incluso en lugares donde las proyecciones socioeconómicas eran similares a Saint Domingue, la influencia de la Revolución haitiana era ejercida directamente sobre la masa de esclavos, con lo cual se aceleraba el malestar en las plantaciones y se sentaban las bases de la sublevación.

En Venezuela, los mantuanos se atemorizaban ante la posibilidad de que tuviera lugar un proceso de participación esclava como había tenido lugar en Saint Domingue y los propios esclavos se sentían tentados a levantarse contra los amos. Así ocurrió durante el periodo de las dos primeras repúblicas (1811-1814). Los sectores realistas, por su parte, utilizaban la referencia como amenaza a los plantadores durante la primera república de Venezuela (1811-1812). De manera que el peligro de una rebelión negra fue un común denominador durante esa etapa en las colonias del Caribe. Así Bosch, cuando cita fragmentos de cartas escritas por Bolívar, lo hace sobre la base de una selección que privilegia concretamente la situación existente en Cuba, donde predominaba la población de negros esclavos sobre los propietarios blancos.

Acerca de las dotes políticas del Libertador también escribe Bosch como “inclinación de Bolívar a pasar de la amenaza con fines políticos a la acción con otros fines si la amenaza no surte efecto…”. Y muestra que desde 1824 aquel había escrito que “le parecía bien que el gobierno de Colombia… intimase a la España que si en tanto tiempo no reconocía la independencia de Colombia y hacía la paz, esta mismas tropas irían inmediatamente a La Habana y Puerto Rico”.

Maniobra política

Y concluye con la idea de que Bolívar sólo pensaba entonces en amenazar a España, no era una disposición real de hacerlo, sino una maniobra política. Al mismo tiempo advierte que sería capaz de enviar a Sucre y a Páez con fuerzas militares suficientes hacia ambas islas, pero no es su intención inicial, incluso según parece, conociendo de los anhelos de cubanos que, desde el continente, aspiraban a la independencia de Cuba. Cita a Bolívar cuando reitera la referencia a Cuba: “La Habana independiente nos daría mucho que hacer…” y dice que tenía las mismas razones políticas para no devolver a Venezuela las tropas venezolanas, que las que tenía para no libertar a Cuba: el número de esclavos negros en La Habana, de lanzarse contra los españoles podrían hacer de la isla “una nueva Haití”.

Sin embargo, en el criterio de Bolívar, con Puerto Rico no ocurriría lo mismo y hacia allí se preparó para enviar soldados en 1827. En este país la proporción de esclavos no era tan alta como en Cuba y, según él, no había peligro de que se desatara una guerra social. Con estas palabras, Bosch define el carácter radical que tomó la lucha de clases en Venezuela, hasta que Bolívar logra someter el caudillismo extremo en 1816 y la desorganización de sus hombres de armas y, dice Bosch “dar a la guerra que él quería hacer el sentido nacional que había tratado de darle, en vano desde 1813”.34 Es interesante su interpretación del sentir del prócer venezolano porque toma a Venezuela para explicar las profundas contradicciones de clase que hicieron que fuese tan particularmente sangrienta la lucha allí y de ahí proyecta a Bolívar como caraqueño y venezolano ante todo el conflicto de los criollos por la independencia.

Su perspectiva histórica es más integral en el que es, sin dudas, su libro más conocido, De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe, frontera imperial (reeditado varias veces en diferentes países).35 Escrito poco tiempo después de Bolívar y la guerra social en Venezuela, en este vuelve al tema de la independencia, a Venezuela y al Libertador. Aquí demuestra en toda su plenitud su original interpretación de la historia de los países caribeños, a partir de un enfoque de la historia universal, en el cual la lucha entre los imperios evidencia el interés de estos por apoderarse de las riquezas de los pueblos.

Son dos los procesos en los cuales concentra la atención Bosch en este. “Había en el Caribe dos puntos en los cuales se iniciarían las luchas de los territorios españoles por su independencia; uno, la Capitanía General de Venezuela, y el otro, el virreinato de Nueva Granada”. En esta obra se pone de manifiesto su comprensión de la historia latinoamericana en el contexto de los procesos mundiales, aunque ciertamente es la historia de los pueblos del Caribe. En relación con las crecientes apetencias de los imperios coloniales, lo que constituye el centro de su interés.

Así, para explicar el proceso de independencia de Haití, en particular la sublevación de los esclavos, establece primero los antecedentes, entre los cuales caracteriza la situación explosiva desde el siglo xviii y dice que las rebeliones negras que precedieron a la haitiana eran “expresiones inequívocas de una lucha de clases… de carácter muy violento que se hacía más compleja debido a la serie de circunstancias que diferenciaban social, económica, física y culturalmente a los adversarios”.

Pero Bosch no se refiere a Haití, sino que muestra la sucesión de levantamientos de negros esclavos en las islas del Caribe a todo lo largo del siglo xviii contra los amos blancos. Precisamente entre ellos aparece el que califica como el caso más interesante de las rebeliones de negros del siglo xviii el de los cimarrones del Bahoruco, ese lugar montañoso situado en el sur de la frontera entre las colonias española y francesa de la isla de Santo Domingo, cuyo levantamiento logró extenderse desde 1702 hasta 1785.

En ese explosivo contexto, la Revolución Francesa llegó a conmover el escenario en las colonias: dice Bosch que “sacudió el orden en las colonias de Francia en el Caribe en sus propias raíces y alcanzó los caracteres de un terremoto social de proporciones gigantescas”.

El enfoque histórico profundiza también en la explicación de la situación social existente en las colonias caribeñas y caracteriza la composición social con respecto a la de las metrópolis europeas. Es aquí donde explica ampliamente el contenido social y la dinámica de la Revolución en Haití. Bosch argumenta que durante un tiempo, esta “se limitaría a ser una lucha de apariencia racial, una lucha entre blancos y mulatos que se hallaban en niveles económicos iguales o muy parecidos, pero diferentes en status sociales y políticos; luego pasaría a ser una guerra social, de esclavos contra amos, y a la vez racial, porque los esclavos eran negros y los amos eran blancos y mulatos, y en esa etapa sería al mismo tiempo una guerra contra la intervención de es-pañoles e ingleses, pero, sobre todo, contra estos últimos que ocuparon durante años varios puntos del país y, por último, sería una guerra de independencia, de colonia contra una metrópoli, o, lo que es lo mismo, de haitianos contra franceses, agudizada en esa etapa por sus aspectos de guerra social”.

En el texto amplía los orígenes de las juntas americanas, explica que el pueblo español estaba en armas y sin embargo no había ninguna autoridad central que dirigiera la lucha. Por ese motivo, de acuerdo con Bosch, al llegar al Caribe las noticias de lo que estaba ocurriendo, los pueblos españoles de la región imitaron lo que estaba haciéndose en la metrópoli y cada uno formó también su junta… pero seguidamente precisa que en virtud de las características diferentes acá en el Caribe las juntas estuvieron “desde el primer momento formados por las personas de más rango, lo que significa que pertenecían al grupo dominante de cada lugar…”.40 Así, define el carácter de clase en la fase inicial, que no era efectivamente todavía una lucha por independizarse del dominio colonial. Se refiere a la dirección del movimiento juntista por los elementos más conservadores de la sociedad.

De esa forma, al llegar la orden del Consejo de Indias para que se reconociera a José Bonaparte como rey de España a La Guaira, la aristocracia de Caracas –los mantuanos– se lanzó a la calle y encabezó lo que él califica como “una serie de manifestaciones y se vivió un día de extrema pasión monárquica”, porque entre la burguesía francesa, tan radical, y los reyes borbónicos, que “no perseguían a la nobleza, ni la despojaban de sus bienes, los mantuanos de Caracas preferían al rey Borbón”.

Efectivamente, el origen, los intereses y las aspiraciones de la aristocracia venezolana, en particular, situaban la cuestión en términos de lealtad. Pero así mismo sucedía con los criollos que se beneficiaban por doquier de los beneficios de las leyes metropolitanas en el resto de América hispana; no podían entonces dejar de defender a Fernando VII.

Con un sentido analítico y comparativo, Bosch destaca que sería en Santo Domingo donde la reacción de los grupos dominantes fue más inmediata frente a los acontecimientos de 1808 en España. Y es que en Santo Domingo estaban los “hateros”, grandes latifundistas esclavistas, que “continuaban siendo españoles en su corazón”. Ello sucedía, entre otras razones, porque el Gobierno español respetó siempre de manera absoluta sus propiedades en tierras, sus derechos de amos de esclavos y el lugar que ocupaban en la jerarquía social. En los últimos años habían padecido los rigores del general Jean Louis Ferrand, representante del Gobierno francés. Con los españoles habían estado a salvo sus privilegios, propiedades de tierras, sus derechos de amos de esclavos y su importancia social. De manera que las conspiraciones contra Francia allí ya se habían iniciado desde antes, así que cobraron fuerza en 1808.

En Venezuela, el inicio de las luchas fue inmediato “porque allí las contradicciones entre las clases sociales eran más violentas” y puede decirse que, incluso aparentemente, las posiciones políticas en un inicio parecían tener un carácter contradictorio. Este aspecto lo explica Bosch cuando señala que aunque los mantuanos conformaban la minoría, aspiraban al poder político para consolidar sus privilegios a toda costa ante a la amenaza burguesa que provenía de los franceses. Por eso se apuraron a formar la junta en Caracas y de esa forma evitar que otro sector se les adelantara, para lo cual en noviembre de 1808 redactaron un manifiesto de acuerdo a lo que solicitaba la Junta Central de Sevilla.

La acción tempestuosa del batallón de pardos, ante el cual los mantuanos no podían presentar una fuerza militar, frenó la acción de los mantuanos y resultaron apresados aquellos que habían firmado el manifiesto, con lo cual desde el inicio ya se anunciaba la gravedad de los conflictos que se iba a producir entre ambos sectores, como muy certeramente apunta Bosch. Y explica que la burguesía francesa era entonces una clase progresista, de hecho “la más avanzada del mundo y los mantuanos temían a esa burguesía tanto como un banquero norteamericano del año 1965 podía temer a Fidel Castro”, con lo cual demuestra una vez más que su interés por la política lo lleva a la historia y viceversa.

Por otro lado, contrasta con los sucesos que tuvieron lugar en Santa Fe de Bogotá, capital de Nueva Granada. Allí los acontecimientos de la península llegarían a conocerse más tarde; como bien apunta Bosch, en el año 1808 se proclamó el apoyo a Fernando VII, sin derramamiento de sangre. Sólo en 1810 se crearía la junta de Cartagena y otras en territorio neogranadino, todas leales a España.

Napoleón en Madrid

De manera directa, el autor dominicano apunta que la entrada de Napoleón en Madrid, en diciembre de 1808, marcó el cambio desfavorable para el pueblo español. Se decretó que las posesiones españolas de América eran parte del reino y, por tanto, debían enviar delegados, todo lo cual decidió en Caracas que los mantuanos presos fuesen liberados, al tiempo que se extendían las juntas criollas frente a las imposiciones de los españoles.

Pero, precisa él, que a diferencia de lo que sucedía en Bogotá, “en Caracas los mantuanos manipularon al pueblo y lo usaron como instrumento de presión sobre el representante español, Emparán; en Bogotá, los jefes de las tropas se negaron a disparar contra el pueblo o se unieron a él de manera espontánea”.45 Y observa que “la marcha de los acontecimientos tenía el ritmo loco de los torrentes en días de grandes lluvias”, con lo cual “la crisis española entraba en su fase aguda en los territorios del Caribe”.

Bosch no distingue etapas de la independencia, pues no constituye un objetivo trazado por él, pero se infiere de sus valoraciones de los cambios que se producen a lo largo del proceso. Resultan muy ricos los pasajes dedicados al lugar que ocupa Bolívar en las luchas por la independencia de Venezuela. Destaca a Bolívar como lo identificamos los latinoamericanos de hoy: el Libertador, pero hace un paréntesis importante para reiterar lo que ya había escrito en Bolívar y la guerra social, en cuanto a definirlo como quien “trató de darle sentido de lucha por la independencia a la guerra social”.

Es muy crítico al referirse al año 1813, cuando analiza que, aunque el prócer logró disponer de un ejército suficiente y leal, que había dado pruebas repetidas de su capacidad para triunfar, para alcanzar la victoria, en el contexto de la guerra se había llegado al momento en el cual era ya imprescindible arrinconar a Boves, por lo que representaban las tropas de este llanero, quien contaba el ejército realista más fiero: miles de llaneros y de hombres que procedían del pueblo, que lo habían buscado para “ganar posiciones, bienes, ascensos” al decir de Bosch. Por eso mismo no se detenían ante nada y lograron convertirse en el mayor castigo para las tropas independentistas.

Insiste en estudiar esos años intermedios, de 1813 y 1814, los más complicados y crueles en la guerra en tierras venezolanas. Principalmente en el año de 1814 la guerra llegó a un punto en que parecía que la independencia se perdía en Venezuela y Nueva Granada. Precisamente a partir de ese momento, es cuando Bolívar empieza a transitar el camino hacia la organización militar y traza una estrategia que incluía el factor social como base de las operaciones militares en el continente, asegura la conversión del proceso violento hacia la independencia desde Venezuela y Nueva Granada hasta el Perú.

La idea central en esta parte del libro es justamente que la independencia es “un momento de la historia del Caribe que está lleno de lecciones para todos los pueblos del mundo”.48 Así, cuando en el año 1816 Bolívar se concentra en reorganizar la lucha desde Haití, estaba consciente de que “había dejado encendida una hoguera que ya nadie podría apagar”. En Haití, como se conoce, Bolívar quedó impresionado, pues él entonces era uno de los muchísimos criollos que, perseguidos por las fuerzas realistas, había sido recibido en la república negra que había abolido la esclavitud. Presidida entonces por Petion, esta era la única sociedad de hombres libres en el Caribe y en América Latina. La estancia en Haití influyó poderosamente en el pensamiento de Bolívar y, por tanto, en su dirección durante la siguiente etapa de lucha.

Aunque, según el criterio del dominicano, Bolívar todavía era un “mantuano” que creía que sólo el poder militar decidiría la lucha en Venezuela; pero en este libro Bosch resaltó las características tan particulares que asumió la participación social allí. Por ello, va presentando una exposición bastante detallada de los sucesivos avances y retrocesos en territorio venezolano y neogranadino y, en general, durante los años de 1816 hasta fines de 1823, resaltando las extraordinarias cualidades de estratega y táctico del prócer, cuando advierte que apenas se refiere a “los episodios principales, entre los cuales los más importantes fueron ejecutados por Bolívar”.

Bosch dedica un espacio importante a la victoria de Bolívar en Boyacá (7 de agosto de 1819) y la ubica justamente por su importancia en la campaña militar, en tanto abrió a los patriotas el camino a Bogotá. Escribe que ya entonces Bolívar “había aprendido… que en las guerras de liberación cuenta más el respaldo del pueblo que el poder de las armas”. Continúa la misma idea cuando afirma que en agosto de 1819, como en enero de 1959, el pueblo de Nueva Granada y el pueblo de Cuba representaban la fuerza real de Bolívar y de Guevara”. Así, Bosch logra otra de sus referencias puntuales fieles a la contemporaneidad caribeña, al referirse a la entrada del Che Guevara a La Habana 140 años después, contando con el apoyo del pueblo de la capital cubana, aun cuando en los cuarteles se encontraban miles de soldados de la tiranía.

La importancia de la victoria en la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821, es resaltada acertadamente como el momento en que “el poder militar realista quedaría prácticamente deshecho en Colombia, por lo menos como fuerza capaz de representar un peligro mortal para el país”, y termina afirmando que aunque “Colombia había nacido en Angostura un año antes de la batalla de Carabobo… su vida quedó asegurada en esa batalla…” Enseguida destaca la importancia política del hecho cuando dice: “Después de Carabobo, España no trataría de recuperar su poder en el Caribe”.

En lo que se refiere a la independencia de América Central y Santo Domingo es categórico: “En los movimientos de independencia de Venezuela y Nueva Granada participaron grandes núcleos de pueblo, más en el primero que en el segundo, debido a que en aquel se injertó una guerra social que, de manera directa e indirecta afectó a todo el mundo; pero en los de América Central y Santo Domingo no sucedió nada parecido. En estos actuaron sólo las minorías latifundistas y un grupo compuesto por funcionarios civiles y religiosos, profesionales y algún que otro comerciante”.

Pero, como bien apunta Bosch, los sectores centroamericanos que menciona no tenían vínculos, ni estaban interesados en atraer al pueblo, a las mayorías. De ahí que las minorías, las élites interesadas en mantener sus privilegios históricos trazaran una estrategia conservadora, que les garantizaba, en sentido general, retrasar el avance de las luchas por la independencia.

Conclusiones

Ambas obras, escritas con una diferencia de pocos años entre sí, evidencian el interés del escritor dominicano en el tema de la independencia latinoamericana. En ellas, a la manera apasionada de este importante escritor dominicano, se profundizan aspectos de la historia del Caribe, atendiendo sobre todo al factor social, a las luchas de las mayorías insertas en las campañas militares y deja clara su posición: son los pueblos los que protagonizan la historia que se escribe en el transcurso de la gesta independentista en el ciclo de 1808 a 1825.

El significado del año 1808 en la historia de nuestros pueblos, en la historia de la formación de nuestras naciones, a partir de lo cual se radicalizó gradualmente el levantamiento contra la ocupación napoleónica del trono español, es colocado en lugar especial en la obra de Bosch. La capacidad de interpretar los hechos y procesos históricos en el contexto de la historia mundial, en relación estrecha con las contradicciones y las rivalidades de los imperios que se impusieron en el Caribe, pero también en el continente, hacen de estos libros fuentes valiosas para entender la contemporaneidad.

Este texto fue presentado en el coloquio internacional “Repensar la Independencia desde el Caribe en el Bicentenario de la Revolución Española, 1808-2008”, organizado por la Academia Dominicana de la Historia, Funglode, la Cátedra Juan Bosch, el Departamento de Historia de la Universidad de La Habana y la Universidad Autónoma de Santo Domingo.


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