Luego de largas décadas en la agenda bailadora de millares de dominicanos, fundamentalmente de la clase media y sus variantes, el son sigue una ruta firme, con una existencia que sobrevive a todas las pasiones musicales en boga. Bailada, disfrutada y sentida en lugares específicos, fundamentalmente de Santo Domingo y de Santiago de los Caballeros, el son es una cultura danzaria que sigue su curso frente a todas las tempestades. Basta asistir cada domingo a las presentaciones de Bonyé frente a las Ruinas de San Francisco, en plena Ciudad Colonial, o ir a Santiago a El Son de Keka, sitios que ya constituyen atracciones turísticas de primer nivel. El autor construye un relato auténtico de la vida y los avatares del son en la República Dominicana, sin dejar de aceptar la deuda con el son habanero, con la música cubana, donde todo comenzó.
En algunos lugares de la República Dominicana, la cultura sonera se niega a desaparecer, mostrándose fiel a una tradición que incluye una simbología muy local al tiempo que abraza esos rasgos que, en sus inicios, se diseminaron por el Caribe.
Es un estilo de vida que muestra a hombres y mujeres trabajadores que van drenando en medio del ocio, donde el baile es el protagonista con el que intentan mantener la tradición y ciertas costumbres, incluso en la forma de vestir. A veces, un día a la semana es suficiente, todo va a depender de sus ocupaciones o de su poder adquisitivo.
Agrupaciones musicales y colectivos de parejas de bailadores, espacios fijos donde encontrarse y promotores que van fluyendo entre medios de comunicación forman un engranaje sólido que se ha resistido a ser arrollado por el mainstream y despliega focos de alto valor.
Lo cierto es que la música y el baile del son tienen acento dominicano, atributos que se han mantenido a lo largo del tiempo. Es una expresión urbana que, en ocasiones, se ha apoyado en el fenómeno de la salsa en los barrios —cuento aparte— por aquello de ser una de las músicas esenciales en la conformación del estilo musical que, desde Nueva York, se difundió por América Latina y el mundo. No obstante, existe una sonoridad autónoma y un modo de bailar muy particular.
«El son de la Ma Teodora», un teoría del origen
Hablar de orígenes en las Antillas es labor espinosa si se trata de la música, que ha experimentado un «ir y venir» que ha generado un alto sentido de apropiación en todas las islas y en cualquier rincón de la península; más aún cuando resaltan mezclas de razas en una dualidad de existencia o carencia de identidad, y en los diferentes lugares existen elementos rítmicos y melódicos comunes; y, además, cuando se toman en cuenta los géneros musicales como el resultado de procesos sociales.
El paso del tiempo nos arroja un panorama que ha develado una región poderosa en cuanto a toques y cantos, y puentes que los van llevando de un lugar a otro, deteniéndose para servirse de lo encontrado. Es el caso del son, expresión cuyo anclaje ha generado debate en cuanto a su origen.
Es de amplio conocimiento la versión del origen dominicano del son, que señala a Teodora Ginés —que trabajaba en la fabricación de instrumentos musicales— y a su hermana Micaela como las responsables de llevarlo a Santiago de Cuba. Se dice que estas dos mujeres, esclavas libertas oriundas de Santiago de los Caballeros, llegaron con la composición «El son de la Ma Teodora», que data de 1562.
Con el tiempo, se ha podido demostrar que la referida teoría tiene mucho de historia oral, poco o nada comprobable. Mito o realidad, la misma avala una conexión entre Cuba y la isla Hispaniola. No obstante, existe una temprana presencia del son en el territorio dominicano. Por supuesto, nada que ver con el referido tránsito de músicas durante el siglo XVI, tiempo en que solo se entendía el son como tonada y no como un género musical. El son, como expresión musical, es asunto de finales del siglo XIX y principios del XX, tiempo en que se gesta, nace e inicia su desarrollo; indiscutiblemente, su nacionalidad es cubana.
Entre Piro Valerio y el Trío Matamoros
En su construcción, el son fue tomando matices que le dieron diversidad. Se puede hablar de un complejo musical del cual se desprenden variantes asociadas a la rumba, la guaracha y el bolero, entre otras. En la sociedad dominicana de principios del siglo XX imperaba más una suerte de trova inclinada al bolero son, sin dejar de lado la fusión con la guaracha, y, más adelante, la llegada del son montuno.
En la década de 1920 los dominicanos les abrieron los brazos a figuras cubanas cuyas influencias fueron determinantes. Pero también existía una representación de intérpretes y compositores locales que fueron levantando una manera dominicana de interpretarlo. De Cuba, llegaba la popularidad del Trío Matamoros (Miguel Matamoros, Siro Rodríguez y Rafael Cueto) durante el segundo lustro y la década siguiente, tanto que en 1930 vino al país para agotar una serie de presentaciones. De su estadía se cuentan varias historias, como las que señalan sus vivencias tras el paso del ciclón San Zenón, el 3 de noviembre de ese año. En medio del desastre, de estrellas de la música pasaron a ser voluntarios de la Cruz Roja: Miguel, que había trabajado como chofer de un acaudalado en Santiago de Cuba, se ofreció a conducir una ambulancia, mientras que Siro y Cueto trabajaron como camilleros. En Cuba se decía que los integrantes del Trío habían muerto. Pero, un día inesperado por todos, se les vio bajar de un avión que llegó a La Habana. Tiempo después, las anécdotas fueron contadas y apostilladas con la composición «El Trío y el ciclón»: «cada vez que me acuerdo del ciclón / se me enferma el corazón».
Lo contado es muestra fehaciente de un paso que dejó huellas. Aquella canción se conoció más allá del Caribe y tuvo gran repercusión entre agrupaciones dominicanas que la interpretaban. También resalta que, durante su estadía en la capital dominicana, Miguel escribió una de las canciones más icónicas del repertorio del Trío y una de las más representativas del cancionero cubano del siglo XX: «Lágrimas negras». En medio de versiones que develan cómo sucedió, resalta en la historia del son como un hallazgo imponente.
Miguel, Siro y Cueto volvieron a Santo Domingo a realizar presentaciones menos ambiciosas en la década de los 40. El Trío se había convertido en el Conjunto Matamoros, enganchándose en el auge de un nuevo formato musical implantado por el Conjunto de Arsenio Rodríguez, en el que intervienen dos trompetas, una sección de percusión con congas y un bongó que se alterna con cencerro, piano, bajo y, opcionalmente, instrumentos de cuerdas como guitarra o tres. Sin embargo, la huella del Trío trascendió el tiempo gracias al contacto de la sociedad dominicana con emisoras radiodifusoras de Cuba que, por la radio de onda corta, escuchaban sus grabaciones.
A la marca de Miguel Matamoros, se sumó la obra de Piro Valerio con incuestionable acierto. Fue la primera gran figura dominicana del son si se toma en cuenta su labor de intérprete y, sobre todo, su rol de autor. En 1928, este santiaguero formó el Sexteto Santiago, con el cual dio vida a muchas de sus creaciones. Más trascendental fue su rol de compositor. De su ingenio son «Brisas de la tarde», «Los andullos», «Los mangos» (también conocido como «Menéame los mangos») y «La mulatona». Estos temas han generado una popularidad casi atemporal, resultado de grabaciones realizadas en diferentes épocas. Entre algunos ejemplos, «La mulatona» marcó un hito al ser la primera grabación realizada por intérpretes dominicanos. El 18 de diciembre de 1929 a las 10 de la mañana, en Nueva York, se inició el proceso de registro, en el que participaron el cantante y guitarrista Bienvenido Troncoso y los cantantes Eduardo Brito y Luis María Chita Jiménez.
En 1963, esta canción fue grabada por Ramón Gallardo y su combo, en la voz de Rafelito Martínez. También está versión fue incluida en el mosaico titulado «Homenaje a Piro» del álbum En son de felicidad (1982), de Víctor Víctor y Francis Santana, donde además aparecen «Menéame los mangos» y «Los andullos». En esta producción también aparece «Brisas de la tarde» cantada por Víctor Víctor.
Otra versión de «La mulatona» fue publicada en álbum homónimo de Los Hijos del Rey (1977), adaptación al merengue inspirada en la versión de la agrupación de Ramón Gallardo. También, en su producción Son, raíces y razones (1996), el grupo Maniel presenta un mosaico que incluye «Brisas de la tarde» y «La mulatona».
Los Compadres, Los Ahijados y los albores de una sonoridad
La música del oriente cubano tiene mucha similitud con la realizada en nuestra isla, tanto en Haití como en la República Dominicana. De ahí que, desde su formación en 1949, el dúo Los Compadres haya tenido una constante aceptación. La radio, así como las velloneras, fueron el gran resorte y hoy, en todo el territorio dominicano, no se concibe un ambiente sonero sin que en su repertorio estén presentes «Baja y tapa la olla», «Venga guano», «Cañero No. 15» o «La rumba del yarey», entre otras interpretaciones valoradas por varias generaciones.
Aquella afinidad obedece, entre otros factores, a ese ADN merenguero que habita en cada dominicano, manifestado en un ritmo acelerado, elemento esencial en el son del dúo Los Compadres, donde también está presente el espíritu de la guaracha, palpable en el repique del bongó y en la forma de abordar el bajo.
En su primera etapa, los líderes fueron Lorenzo Hierriezuelo (conocido como Compay Primo) y Francisco Repilado (Compay Segundo); pero el verdadero fenómeno de popularidad se da a partir de 1955, cuando Repilado es sustituido por Reynaldo Hierrezuelo, conocido en su faceta de solista como Rey Caney. En esta segunda vida, la agrupación afianza su estilo musical, inclinado a complacer al bailador, y en sus letras aborda una temática humorística que, aunque siempre estuvo presente, con el tiempo se hizo más común.
La impronta del dúo Los Compadres fue vital en la conformación de un estilo muy dominicano de interpretar el son, sobre todo en la capital dominicana, sus periferias y algunos puntos del litoral sur del país. Inspirado en Los Compadres, llegó Cuco Valoy y, con su hermano menor Martín, formó el dúo Los Ahijados. A pesar de ser oriundos de Manoguayabo, sector de tradición sonera perteneciente al hoy municipio de Santo Domingo Oeste, los hermanos Valoy se inclinaron por el bolero de guitarras que tanto auge cobró en toda América Latina a partir del segundo lustro de los 50. A decir de Cuco, la decisión de convertirse en un grupo sonero se dio posteriormente, tras tener contacto con la música del dúo Los Compadres. Al escuchar a los músicos cubanos, Cuco le dijo a su hermano: «Mire, Martín, cambié. Vamos a tocar son cubano. Tenemos que reforzar la guitarra esa que compramos en la feria de Trujillo para ponerle doble cuerda».
El nombre de Los Ahijados nació en el programa Buscando Estrellas, de la emisora La Voz Dominicana. Luego de interpretar el tema «Huellas del pasado», de Los Compadres, el locutor, sorprendido por el parecido, comentó: «Si Cuba tiene a Los Compadres, por lo menos nosotros tenemos a Los Ahijados».2 A partir de entonces adoptaron aquel nombre, el cual hacía justicia a la influencia que los artistas cubanos habían ejercido en la propuesta de Cuco y su hermano.
La influencia de la radio, las grabaciones y las presentaciones caló en todo país y en algunas plazas del extranjero, sobre todo cuando Mateo San Martín, propietario del sello discográfico Kubaney, adquirió las cintas de grabación de Los Ahijados realizadas entre 1961 y 1964. Estas pertenecían a Atala Blandino, propietaria del estudio El Salón Mozart, quien ayudó a Cuco a insertarse en el negocio de la industria discográfica.
El dúo Los Ahijados se convirtió en referente del son en la República Dominicana. Del dúo Los Compadres tomaron el estilo musical, el cual matizaron al integrar el guayo y, posteriormente, la güira dominicana, en sustitución de las maracas y el güiro cubano, que pudo surgir de la incursión del merengue a su repertorio. También tomaron la parte humorística en las letras, a las que sumaron la temática del desamor desgarrador con la que Cuco y Martín ya habían experimentado en la faceta de boleristas.
Su fama se afianzó cuando su nombre se ligó al sentimiento nacional que desató la revolución de abril de 1965 al grabar el tema «Página gloriosa», una guajira cubana escrita por Cuco que se inicia con un emotivo grito de guerra: «Mientras haya hombres machos y patriotas, habrá patria…».
Aquel sonido tuvo un tercer exponente. Con fuerte influencia de los anteriores y más carga humorística, aparecieron Los Neutrales, cuyo pico de popularidad fue entre finales de los 60 y durante los 70. Para explicar el nombre, su líder, Pablo Mendoza, siempre decía que «no son Compadres ni Ahijados, sino Neutrales».
Décadas de los 70 y 80
Quizás por motivación o imposición del mercado, a mediados de los años 70, Cuco decidió guardar el concepto de Los Ahijados para dar paso a Los Virtuosos, un combo en el que se dedicaba a cantar y a dirigir, mientras que Martín tocaba el bajo, su hijo Ramón Orlando tocaba el piano y llegaban otras figuras. La intención primaria era entrar en la competencia protagonizada por Johnny Ventura y su Combo Show, y Wilfrido Vargas y sus Beduinos. La llegada de Los Virtuosos coincidió con el mayor boom del movimiento de la salsa. Desde una perspectiva sonora salsera, Cuco presentó un son montuno que convirtió su agrupación en una de las más populares en Centro y Sudamérica.
Lo mismo sucedió con Cheché Abréu, digno representante de Manoguayabo, que durante los 60, bajo el influjo de su patria chica, formó parte de una agrupación formada en 1961 de nombre Sexteto Manoguayabo. Tras pasar por diferentes etapas de su vida, en los 70 formó la agrupación Cheché Abréu y sus Colosos, con la que se encaminó hacia el éxito; y aunque sus mayores aplausos nacieron a partir de sus merengues, nunca dejó de lado el son montuno, con el cual se destacó en escenarios internacionales y mantuvo una alta valoración en la población sonera dominicana.
Mientras Cuco y Cheché se adaptaban a los tiempos, entre la salsa y el merengue, una oleada de músicos continuaba tallando una manera muy dominicana de tocar el son desde Villa Mella, Haina, Manoguayabo, Bayona y Baní, entre otras comunidades, así como en el barrio Villa Consuelo de Santo Domingo. Entre ellos, están el mismo Pablo Mendoza (director y segunda guitarra), Pablo Heredia (percusionista y segunda voz), Juan Heredia (tresista y cantante), Gaudalupe Heredia (cantante), Marcos Ozuna (tresista), Eloi Tejeda Manyulo (director, tresista y prolífico compositor), Pipí Peña (tresista) y Fefén (tresista). En ese contexto, agrupaciones como Los Maco Peje, de Haina, y el Sexteto Peravia, de Baní, se afianzaron a través de presentaciones en vivo.
Tinta aparte merece el Sexteto Enriquillo, del trompetista Manolo Minaya, una agrupación que, por más de dos décadas, se mantuvo en el gusto de los bailadores. En medio de la creciente tendencia hacia un sonido dominicano, la agrupación de Minaya se diferenciaba por tocar al mejor estilo de La Habana. Su popularidad lo llevó a grabar con el sello discográfico Quisqueya Records, propiedad del cantante Joseíto Mateo. El Sexteto Enriquillo lanzó dos producciones en 1974, la primera titulada «A bailar habanero con el Sexteto Enriquillo de Manolo Minaya», en la que presenta ocho sones y dos merengues, de los cuales «Bambaraquití» fue la punta de lanza que disparó las ventas. En el segundo, acompañaron a Joseíto Mateo en el elepé 10 sones habaneros y un millón de recuerdos, donde el llamado Rey del Merengue interpretó piezas de autores cubanos, dominicanos y puertorriqueños.
En los primeros años 80, se publicaron dos álbumes que hoy son considerados de culto. En 1981 salió al mercado Guillo Carías presenta Los Soneros de Borojol, un trabajo en el que el multinstrumentista Guillo Carías entra al estudio de grabación con su trompeta junto a una agrupación del barrio Borojol, perteneciente al sector de Villa Francisca, en Santo Domingo, que en un tiempo mantuvo una fuerte tradición sonera. Con este trabajo, Guillo registró una esencia que hoy ya no existe. De hecho, en los tiempos en que se grabó, la modernidad que simbolizaba el baile de la salsa la estaba consumiendo.
Como parte de una estrategia de mercadeo, la marca de ron Barceló produjo y divulgó en 1982 En son de felicidad, donde el cantautor Víctor Víctor y el cantante Francis Santana unieron sus voces para conformar un repertorio de sones bajo la dirección musical de Jorge Taveras. Es una verdadera obra de arte cuyo contenido se divide entre composiciones cubanas y dominicanas de diferentes épocas, además de un tema inédito que fue el título del álbum. En la grabación de ambos álbumes coincidieron músicos de la tradición sonera y académicos. Fueron intentos por mantener la esencia del son y reflejaban la atracción de la clase media por esta música y su baile.
Un trabajo similar emprendió el grupo Maniel durante la década siguiente, pero con mayores resultados, dado que el grupo liderado por el flautista y saxofonista César Namnum ha sido ejemplo de constancia desde sus primeras apariciones hasta la fecha y se ha mantenido entre las agrupaciones más populares, con el son como bandera y abordando otras expresiones musicales del Caribe, así como fusiones con el jazz.
En los 80 y primeros 90, en formato de combo, y aunque menos apegado a la estructura de la salsa, el trompetista Ismenio Chávez, de alta reputación por haber pasado por las más importantes orquestas dominicanas, formó La Sonora Sonera. Esta formación llenó un vacío en medio del apabullante auge del merengue y la llegada de la salsa romántica. El nivel de calidad expuesto la llevó a la televisión, vitrina principal de esos años.
Son de Villa Mella
Villa Mella es una sección del hoy municipio de Santo Domingo Norte donde se mantienen inalterables rasgos de la tradición. Es un espacio social donde el son tiene vida propia, donde ha tomado la forma más auténtica, con características musicalmente únicas que lo han convertido en una marca local.
En cuanto al baile, la incidencia de su población afrodescendiente está presente en el desempeño de colectivos que siempre actúan y se mueven de un lado a otro, impregnando el sentido de hermandad de las cofradías. Esta y otras prácticas no son exclusivas de esta localidad, aunque allí han resaltado y desde allí han inspirado a otros colectivos.
Hoy se habla de una expresión genuina. Un universo con centros de baile como La Vieja Habana, que desde los 70 la ha motorizado, o El Monumento del Son —recordado con nostalgia—, que, aunque ubicado en Sabana Perdida, significó una extensión de la referida pasión y causó furor entre nativos y turistas durante los 90.
Villa Mella ha tenido sus protagonistas del son, héroes que van desde fabricantes de instrumentos como Jesús Cundengo Minier, músicos como el cuatrista Pedro Pascual Coco, conocido como Juancitón, y el multinstrumentista Julián Jaques, hasta representantes icónicos como Bartolo del Rosario Chalas (Bartolito), que, con su grupo Bartolito y Los Bravos del Son, se convirtió en máximo representante de lo que hoy se denomina son villamellero.
Es necesario mencionar a Sonia Cabral, la más alta representación de la mujer sonera de Villa Mella. Junto a Bartolito, se inició en los 70 con la Orquesta Anacrusa, cuyo repertorio se basaba en sones y merengues. En 1990 se reencuentra con Bartolito e ingresa a su agrupación Los Bravos del Son, que ya tenía cuatro años. En el año 2000, el 6 de noviembre, debutó con su agrupación Sonia Cabral y Los Científicos del Son en El Monumento del Son y, desde entonces, ha llevado la antorcha como agrupación líder de Villa Mella, con proyección a nivel nacional y alta popularidad entre las comunidades dominicanas en el extranjero que gustan del son.
Al día de hoy
No hay cabida para mezquindades. Es una tradición sonera poderosa que va de la mano con el pueblo, de nacionalidad dominicana, que, desde la radio hasta las redes sociales, ha encontrado eco y se ha convertido en un espectáculo en eventos de animación sociocultural o en esporádicas reuniones que pretenden dar rienda suelta al gozo.
El dominicano es merenguero y bachatero, salsero, roquero y dembowcero. Se autodefine de acuerdo a su gusto musical y cómo lo aborda. Vive en un espectro conformado por lo tradicional, lo popular y lo académico que incluye al son, que ha trascendido el tiempo y las barreras sociales y tiene arraigo gracias a la determinación de la gente que lo ha hecho parte de sí.
Agrupaciones dominicanas vigentes
• Sonia Cabral y Los Científicos del Son / Villa Mella
• Los Hermanos Heredia / Villa Mella
• Fidel Conga y su Grupo / Villa Mella
• Los Amigos del Son / Manoguayabo
• Bombillo y Los Nuevos Soneros de Haina / Haina
• Nuevo Son / Distrito Nacional
• Grupo Maniel / Distrito Nacional
• Grupo Bonyé / Distrito Nacional
• Grupo Esencia / Distrito Nacional
• Joshy Melo & SonAndo / Distrito Nacional
• Chichí Tres y Son Dominicano / Herrera, Santo Domingo Oeste
• Son Santiaguero / Santiago de los Caballeros
• Son del Cibao / Santiago de los Caballeros
• Luis Sosa y Su Grupo / Santiago de los Caballeros
• Raphy Elegant y Su Grupo / Santiago de los Caballeros
• Papá Conga y Su Grupo / Santiago de los Caballeros
• Marino Peña y Su Grupo / Santiago de los Caballeros
• Eli Rivera y La Perla Sonera / Nueva York
• Sexteto Quisqueya / Nueva York
• Ismenio Chávez y La Sonora Sonera / Nueva York
• Son del Bronx / Nueva York
Colectivos de bailadores activos
• Club Nacional de Soneros / Santo Domingo
• Las Coristas del Son / Santo Domingo
• Los que Controlan / Santo Domingo
• Amigos del Son / Santo Domingo
• Los Sonbonyeros / Santo Domingo
• Legión de Bailadores / Santo Domingo
• Tours Boncheros RD / Santo Domingo
• Soneros de Herrera / Santo Domingo Oeste
• Soneros de Santiago / Santiago de los Caballeros
• Soneros Peña Gómez / Santiago de los Caballeros
• Los Habaneros / Villa Mella
• Club Social Los Habaneros / Villa Mella
• Grupo de bailadores de Ramón Nina / Nueva York
• Grupo de bailadores de El Sonerito / Nueva York
Espacios para bailar son en República Dominicana
• Secreto Musical / Villa Consuelo, Santo Domingo, D.N.
• Plaza Topo Point / lunes, Villa María, Santo Domingo, D.N.
• Grupo Bonyé / los domingos en las Ruinas de San Francisco, Santo Domingo, D.N.
• El Sartén / Ciudad Colonial, Santo Domingo, D.N.
• Lungomare Bar & Lounge, Hotel Sheraton / sábados, Santo Domingo, D.N.
• Club Arroyo Hondo / domingos, Santo Domingo, D.N.
• Club Naco / fechas esporádicas, Santo Domingo, D.N.
• Chencha, Espacio Abierto / viernes, Santo Domingo Este
• El Tíbiri Tábara / Los Mina, Santo Domingo Este
• Plaza Cheché / sábados, Santo Domingo Este
• Local de Nito Gómez / Andrés, Boca Chica
• La Vieja Habana / Villa Mella
• El Súper Elis / El Mamey, Villa Mella
• La Playita de Nigua / lunes y domingos, San Cristóbal
• El Son de Keka / domingos, Los Pepines, Santiago de los Caballeros
• Kiua / sábados, barrio Baracoa, Santiago de los Caballeros
• Espacio abierto Calle 2 esquina Calle 5, barrio Camboya / sábados, Santiago de los Caballeros
• Papito´s Bar / sábados, Los Jardines, Santiago de los Caballeros
• Club Deportivo Dominicana / Nueva York
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