Rafael Alburquerque
Esta nueva obra del doctor Leonel Fernández, Ideas en conflicto, que hoy se presenta en esta ciudad de Santiago de los Caballeros, merece ser calificada con el apelativo de excepcional. Su autor nos transporta al Olimpo, en donde reside Zeus con los demás dioses, y allí Clío, la musa de la historia, convoca a dos personajes históricos a un diálogo cuyo desarrollo nos permitirá, gracias a la pluma del doctor Fernández, conocer las vidas paralelas de sus protagonistas y los avatares de un pueblo indómito y sufrido en todo el devenir de su historia, con énfasis en lo sucedido bajo la dictadura de Trujillo, la inauguración de la democracia en 1961, el golpe de Estado de 1963 y el alzamiento en armas de 1965, con la consiguiente intervención norteamericana.
Escrito en un lenguaje llano y directo, con la maestría del profesor que apasiona a sus alumnos, el doctor Fernández nos revela el curioso paralelismo de estos dos juanes que se cruzan en la historia. Juan, el americano, John Bartlow Martin, embajador de los Estados Unidos, y el profesor Juan Bosch, presidente de la República Dominicana. Ambos surgieron de medios rurales y se superaron; los dos ambicionaron ser escritores y esperaban no dedicarse a la política, pero las circunstancias los llevaron a ella; uno y otro se cruzaron en Santo Domingo en el año de 1937, el primero al llegar al país y el segundo al salir para un exilio de veinticuatro años; entrambos retornaron a Santo Domingo en 1961, el norteamericano para ser embajador y el dominicano para iniciar una campaña que lo llevaría a la presidencia el 27 de febrero de 1963; ya en el país John y Juan llegaron a conocerse, a relacionarse, a amistarse a tal extremo que el criollo consideró al extranjero como un dominicano más defensor de su Gobierno; y, ¡oh, ironías del destino!, Bartlow Martin y Bosch terminarían sus vidas enemistados, cuando este pudo comprobar que aquel reprobaba su conducta como gobernante, le fingía y enviaba informes desfavorables a sus superiores. De haberlos conocido Plutarco, los hubiera incluido en sus Vidas paralelas.
Encerrar el diálogo de estos dos personajes históricos en el tiempo en que interactuaron, esto es, desde que llegaron a Santo Domingo en 1961 hasta que se encontraron por última vez en Puerto Rico en 1965, hubiera podido resultar muy limitado y tal vez difícil de comprender para aquellos lectores que no vivieron los acontecimientos de esa época; esta convicción condujo al autor a enrumbar el diálogo por derroteros mucho más amplios, a situarlo en un contexto general en el cual se muestra la República Dominicana de entonces, su desarrollo, sus fuerzas productivas, su composición social, su pasado, su herencia sangrienta, su vida bajo la dictadura de Trujillo, su atraso político al producirse el ajusticiamiento del tirano; sus poderes fácticos al reiniciarse la democracia y, sobre todo, los sinsabores que afectaban al Caribe, frontera imperial, sujeto a una guerra a muerte entre el capitalismo y el comunismo, con las angustias y temores abrigados en el seno del imperio y en la oligarquía nacional de que una nueva Cuba surgiera en la República Dominicana.
Para lograr esta visión, el autor tuvo necesariamente que recurrir a un número impresionante de textos; no solo a Overtaken by Events del embajador Martin y a Crisis de la democracia de América en la República Dominicana del profesor Juan Bosch. Basta abrir el libro que hoy se pone en manos del público santiaguero para percatarse de la vasta bibliografía que manejó el doctor Leonel Fernández: libros, artículos y discursos de Juan Bosch; volúmenes de Bartlow Martin; informes desclasificados del Departamento de Estado; ejemplares de autores extranjeros y nacionales. Ahora bien, mucho más admirable que consultar este vasto número de publicaciones es el talento que se ha tenido para concatenarlas, para extraer de ellas los párrafos que harían posible la fluidez del diálogo, de modo que respondieran al momento que se narraba, para que no fueran percibidas por el lector como simples citas sino como un vivo e interesante intercambio de ideas. Solo un autor con inteligencia y fina pluma podía alcanzar este éxito, y Leonel Fernández lo ha conseguido, lo que me ha llevado a decir en el inicio de estas palabras que estamos ante una obra excepcional. Felicitaciones a usted, doctor Leonel Fernández. No hay duda de que Atenea, la de ojos de lechuza, como la describía Homero, la hija predilecta de Zeus, la diosa de la sabiduría, lo ha acompañado furtivamente en el tiempo que le tomó escribir estos catorce cantos, como lo hizo con Odiseo al agudizar su mente para que pudiera regresar a Ítaca al cabo de diez años de destierro, y como lo seguirá haciendo con usted, que ya ha demostrado ser su consejera para guiarlo con éxito en la travesía del desierto.
Franklin Almeyda Rancier
Le decía al presidente Fernández que, ciertamente, este trabajo a nosotros nos ha impresionado. Es una entrega excepcional, como decía el doctor Alburquerque. Ha sido, sin duda, una enorme investigación y muy laboriosa para poder establecer un diálogo en torno a los hechos del proceso político-histórico dominicano. Y más, de dos personajes que, como John Bartlow Martin y Juan Bosch, jugaron un rol sumamente importante, cada uno en su papel, en el proceso pos-Trujillo.
Me llama la atención, en primer lugar, el capítulo primero de este trabajo. Es una biografía bien lograda de los dos personajes en apenas 23 páginas. Lograr eso es un esfuerzo grande. Sé que el que lea este libro va a compartir conmigo esta opinión.
Ahí se revela lo que ha sido un buen trabajo de investigación con método científico, con un estilo nada complicado; y, además, llevándonos, como dijo el doctor Alburquerque, al Olimpo, a sentir que conversamos entre los dioses. Desde mi punto de vista, el segundo capítulo, «Herencia sangrienta», es donde se desata este libro. Lo que ha hecho en el primero es poner en contexto a los dos personajes. Y seguidamente se va al inicio de la conquista y colonización; para el diálogo entre ambos personajes, tal como es recurrente, el autor usa los artículos, comentarios y libros de los dos protagonistas. Ofrece las explicaciones sobre la conquista y colonización con los mejores argumentos. Es oportuno recordar que ese proceso lo origina la necesidad de los talleres manufactureros europeos de materia prima para aumentar su producción. Esos talleres descansaban sobre telares movidos por tracción muscular, humana o animal. Con la colonización, pasado el primer siglo, fueron recibiendo tanto volumen de materia prima que en Inglaterra se aplicó el vapor para mover las máquinas de hilar y otros medios. Desde la mitad del siglo XVII, estos medios productivos se fueron expandiendo y la generación de riquezas fue aumentando, de tal manera que para el siglo XVIII se desató la revolución industrial. Aquella revolución industrial fue base esencial para la acumulación originaria del sistema capitalista. El aumento productivo requería cada vez más insumos, y el continente se convirtió en el lugar más propicio para ese abastecimiento. Sin embargo, ese aumento productivo requirió un mayor consumo, por lo que hubo que convertir a la población esclava en hombres libres para que al vender su fuerza de trabajo se convirtieran en consumidores.
Como un contrasentido, fue en Inglaterra donde se inició la corriente de pensamiento que propugnaba por la abolición de la esclavitud, pero fue de las últimas metrópolis en propiciarla en sus colonias. Es que Inglaterra era el país más demandante de materia prima. Una de las explicaciones más destacadas de la independencia de las 13 colonias norteamericanas radica en esa demanda; la independencia fue acompañada con el compromiso de suministrar su materia prima a Inglaterra. Es por esto que Estados Unidos fue la nación que se tomó más tiempo para abolir la esclavitud. A su vez, la Revolución francesa tiene sus raíces en esa revolución industrial; y le correspondió el rol de liquidar el Antiguo Régimen, el régimen feudal que predominaba en Europa, no en América, para dar paso al Nuevo Régimen. ¿Cuál era el Nuevo Régimen? Las relaciones capitalistas de producción, que desataron todo un movimiento mundial de gran importancia.
La independencia de las 13 colonias norteamericanas tenía que ver con el aprovechamiento de las materias primas. Por eso Inglaterra le permite con cierta facilidad a las 13 colonias su independencia y establece aquel acuerdo para que las materias primas pasaran exclusivamente a Inglaterra. Sin embargo, Francia, que era el gendarme militar del momento, se ocupó de liquidar el viejo régimen. Y lo hizo con toda la fuerza militar de que se podía disponer en ese momento. De esa expresión militar surgió una figura importantísima: Napoleón Bonaparte, que encabezó y lideró aquel proceso.
Napoleón Bonaparte en un momento perdió el rumbo republicano y se declaró emperador, decepcionando a aquellos que entendían que no había que volver a la monarquía, que la monarquía era la expresión del viejo régimen, que el propósito era formar la república. El primero que presenta una protesta que trasciende históricamente fue Beethoven, el gran compositor clásico, que llega hasta nuestra época. Estos acontecimientos explican el surgimiento, como si estuvieran encadenadas, de independencias sucesivas en la primera mitad del siglo XIX en el mayor número de naciones americanas.
¿Qué buscaban los independentistas de América, incluyendo los trinitarios encabezados por Juan Pablo Duarte? Construir las bases para el desarrollo en democracia. Pero las bases capitalistas no estaban creadas, se trataba de condiciones de vida de un capitalismo tardío. De ahí que las fuerzas sociales existentes no se correspondían con esos propósitos de organizar un Estado soberano e independiente, por lo que no pudieron plasmar sus objetivos.
A los criollos, descendientes de etnias cruzadas, les correspondió el rol de inspirar la lucha independentista. En toda América, como en nuestro país, luego de proclamar los Estados soberanos, surgieron las luchas entre sectores sociales, entre productores de tabaco y hateros. El autor sitúa el contexto histórico llevando el discurso de ambos dialogantes para demostrar que no hubo momentos para lograr desarrollo en democracia, sino que las bases productivas fueron buscadas en dictadura. El autor destaca el papel jugado por Ulises Heureaux (Lilís), quien muy posteriormente a la guerra restauradora, finalizando el siglo XIX, instala un régimen dictatorial, habiendo sido una figura de las filas liberales del general Gregorio Luperón.
Lilís dejó atrás a los sectores liberales que le acompañaban. Se apoyó en los que se dedicaban a la intermediación; estableció un régimen de fuerza, el cual pasa a ser descrito en estos capítulos del libro. Un régimen de fuerza que luego se reproduce con el régimen de Trujillo. Bosch centró la lucha política en las diferencias sociales, no en la confrontación con el resto de los trujillistas salientes. En este sentido, planteó de manera muy marcada que la lucha no era antitrujillismo versus trujillismo; sino hijos de machepa versus tutumpotes. Esas dos expresiones están hoy recogidas por la Real Academia Española de la Lengua, definidas así: tutumpote: «mandamás»; hijo de machepa: «hijo de pobre».
Precisamente, el autor concentra en los capítulos centrales de esta entrega el tiempo transcurrido desde la caída de la dictadura de Trujillo hasta los años posteriores a la segunda intervención militar norteamericana en el país. Desde este momento los dialogantes pasan a ser actores principales del proceso. Utilizando textos de uno y de otro, en esta obra se describen y caracterizan los acontecimientos.
Hoy aún está en juego, al igual que cuando fue elegido presidente el profesor Bosch, la diferencia entre dictadura y democracia, el desarrollo y la vigencia de la libertad, la soberanía y la independencia.
El Dr. Leonel Fernández, autor de este interesante diálogo, ha sido la figura responsable de encabezar los Gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), organización fundada por Juan Bosch para crear en democracia las riquezas y propiciar el crecimiento económico sostenido requerido para el bienestar del pueblo dominicano. Así como en ese proceso, por encima de todo, defendió la libertad, debo asegurar que, en gran medida, lo que hoy encarna Leonel Fernández es la lucha por la libertad.
Escrito en un lenguaje llano y directo, con la maestría del profesor que apasiona a sus alumnos, el doctor Fernández nos revela el curioso paralelismo de estos dos juanes que se cruzan en la historia. Juan, el americano, John Bartlow Martin, embajador de los Estados Unidos, y el profesor Juan Bosch, presidente de la República Dominicana. Ambos surgieron de medios rurales y se superaron; los dos ambicionaron ser escritores y esperaban no dedicarse a la política, pero las circunstancias los llevaron a ella; uno y otro se cruzaron en Santo Domingo en el año de 1937, el primero al llegar al país y el segundo al salir para un exilio de veinticuatro años; entrambos retornaron a Santo Domingo en 1961, el norteamericano para ser embajador y el dominicano para iniciar una campaña que lo llevaría a la presidencia el 27 de febrero de 1963; ya en el país John y Juan llegaron a conocerse, a relacionarse, a amistarse a tal extremo que el criollo consideró al extranjero como un dominicano más defensor de su Gobierno; y, ¡oh, ironías del destino!, Bartlow Martin y Bosch terminarían sus vidas enemistados, cuando este pudo comprobar que aquel reprobaba su conducta como gobernante, le fingía y enviaba informes desfavorables a sus superiores. De haberlos conocido Plutarco, los hubiera incluido en sus Vidas paralelas.
Encerrar el diálogo de estos dos personajes históricos en el tiempo en que interactuaron, esto es, desde que llegaron a Santo Domingo en 1961 hasta que se encontraron por última vez en Puerto Rico en 1965, hubiera podido resultar muy limitado y tal vez difícil de comprender para aquellos lectores que no vivieron los acontecimientos de esa época; esta convicción condujo al autor a enrumbar el diálogo por derroteros mucho más amplios, a situarlo en un contexto general en el cual se muestra la República Dominicana de entonces, su desarrollo, sus fuerzas productivas, su composición social, su pasado, su herencia sangrienta, su vida bajo la dictadura de Trujillo, su atraso político al producirse el ajusticiamiento del tirano; sus poderes fácticos al reiniciarse la democracia y, sobre todo, los sinsabores que afectaban al Caribe, frontera imperial, sujeto a una guerra a muerte entre el capitalismo y el comunismo, con las angustias y temores abrigados en el seno del imperio y en la oligarquía nacional de que una nueva Cuba surgiera en la República Dominicana.
Para lograr esta visión, el autor tuvo necesariamente que recurrir a un número impresionante de textos; no solo a Overtaken by Events del embajador Martin y a Crisis de la democracia de América en la República Dominicana del profesor Juan Bosch. Basta abrir el libro que hoy se pone en manos del público santiaguero para percatarse de la vasta bibliografía que manejó el doctor Leonel Fernández: libros, artículos y discursos de Juan Bosch; volúmenes de Bartlow Martin; informes desclasificados del Departamento de Estado; ejemplares de autores extranjeros y nacionales. Ahora bien, mucho más admirable que consultar este vasto número de publicaciones es el talento que se ha tenido para concatenarlas, para extraer de ellas los párrafos que harían posible la fluidez del diálogo, de modo que respondieran al momento que se narraba, para que no fueran percibidas por el lector como simples citas sino como un vivo e interesante intercambio de ideas. Solo un autor con inteligencia y fina pluma podía alcanzar este éxito, y Leonel Fernández lo ha conseguido, lo que me ha llevado a decir en el inicio de estas palabras que estamos ante una obra excepcional. Felicitaciones a usted, doctor Leonel Fernández. No hay duda de que Atenea, la de ojos de lechuza, como la describía Homero, la hija predilecta de Zeus, la diosa de la sabiduría, lo ha acompañado furtivamente en el tiempo que le tomó escribir estos catorce cantos, como lo hizo con Odiseo al agudizar su mente para que pudiera regresar a Ítaca al cabo de diez años de destierro, y como lo seguirá haciendo con usted, que ya ha demostrado ser su consejera para guiarlo con éxito en la travesía del desierto.
Franklin Almeyda Rancier
Le decía al presidente Fernández que, ciertamente, este trabajo a nosotros nos ha impresionado. Es una entrega excepcional, como decía el doctor Alburquerque. Ha sido, sin duda, una enorme investigación y muy laboriosa para poder establecer un diálogo en torno a los hechos del proceso político-histórico dominicano. Y más, de dos personajes que, como John Bartlow Martin y Juan Bosch, jugaron un rol sumamente importante, cada uno en su papel, en el proceso pos-Trujillo.
Me llama la atención, en primer lugar, el capítulo primero de este trabajo. Es una biografía bien lograda de los dos personajes en apenas 23 páginas. Lograr eso es un esfuerzo grande. Sé que el que lea este libro va a compartir conmigo esta opinión.
Ahí se revela lo que ha sido un buen trabajo de investigación con método científico, con un estilo nada complicado; y, además, llevándonos, como dijo el doctor Alburquerque, al Olimpo, a sentir que conversamos entre los dioses. Desde mi punto de vista, el segundo capítulo, «Herencia sangrienta», es donde se desata este libro. Lo que ha hecho en el primero es poner en contexto a los dos personajes. Y seguidamente se va al inicio de la conquista y colonización; para el diálogo entre ambos personajes, tal como es recurrente, el autor usa los artículos, comentarios y libros de los dos protagonistas. Ofrece las explicaciones sobre la conquista y colonización con los mejores argumentos. Es oportuno recordar que ese proceso lo origina la necesidad de los talleres manufactureros europeos de materia prima para aumentar su producción. Esos talleres descansaban sobre telares movidos por tracción muscular, humana o animal. Con la colonización, pasado el primer siglo, fueron recibiendo tanto volumen de materia prima que en Inglaterra se aplicó el vapor para mover las máquinas de hilar y otros medios. Desde la mitad del siglo XVII, estos medios productivos se fueron expandiendo y la generación de riquezas fue aumentando, de tal manera que para el siglo XVIII se desató la revolución industrial. Aquella revolución industrial fue base esencial para la acumulación originaria del sistema capitalista. El aumento productivo requería cada vez más insumos, y el continente se convirtió en el lugar más propicio para ese abastecimiento. Sin embargo, ese aumento productivo requirió un mayor consumo, por lo que hubo que convertir a la población esclava en hombres libres para que al vender su fuerza de trabajo se convirtieran en consumidores. Como un contrasentido, fue en Inglaterra donde se inició la corriente de pensamiento que propugnaba por la abolición de la esclavitud, pero fue de las últimas metrópolis en propiciarla en sus colonias. Es que Inglaterra era el país más demandante de materia prima. Una de las explicaciones más destacadas de la independencia de las 13 colonias norteamericanas radica en esa demanda; la independencia fue acompañada con el compromiso de suministrar su materia prima a Inglaterra. Es por esto que Estados Unidos fue la nación que se tomó más tiempo para abolir la esclavitud. A su vez, la Revolución francesa tiene sus raíces en esa revolución industrial; y le correspondió el rol de liquidar el Antiguo Régimen, el régimen feudal que predominaba en Europa, no en América, para dar paso al Nuevo Régimen. ¿Cuál era el Nuevo Régimen? Las relaciones capitalistas de producción, que desataron todo un movimiento mundial de gran importancia.
La independencia de las 13 colonias norteamericanas tenía que ver con el aprovechamiento de las materias primas. Por eso Inglaterra le permite con cierta facilidad a las 13 colonias su independencia y establece aquel acuerdo para que las materias primas pasaran exclusivamente a Inglaterra. Sin embargo, Francia, que era el gendarme militar del momento, se ocupó de liquidar el viejo régimen. Y lo hizo con toda la fuerza militar de que se podía disponer en ese momento. De esa expresión militar surgió una figura importantísima: Napoleón Bonaparte, que encabezó y lideró aquel proceso.
Napoleón Bonaparte en un momento perdió el rumbo republicano y se declaró emperador, decepcionando a aquellos que entendían que no había que volver a la monarquía, que la monarquía era la expresión del viejo régimen, que el propósito era formar la república. El primero que presenta una protesta que trasciende históricamente fue Beethoven, el gran compositor clásico, que llega hasta nuestra época. Estos acontecimientos explican el surgimiento, como si estuvieran encadenadas, de independencias sucesivas en la primera mitad del siglo XIX en el mayor número de naciones americanas.
¿Qué buscaban los independentistas de América, incluyendo los trinitarios encabezados por Juan Pablo Duarte? Construir las bases para el desarrollo en democracia. Pero las bases capitalistas no estaban creadas, se trataba de condiciones de vida de un capitalismo tardío. De ahí que las fuerzas sociales existentes no se correspondían con esos propósitos de organizar un Estado soberano e independiente, por lo que no pudieron plasmar sus objetivos.
A los criollos, descendientes de etnias cruzadas, les correspondió el rol de inspirar la lucha independentista. En toda América, como en nuestro país, luego de proclamar los Estados soberanos, surgieron las luchas entre sectores sociales, entre productores de tabaco y hateros. El autor sitúa el contexto histórico llevando el discurso de ambos dialogantes para demostrar que no hubo momentos para lograr desarrollo en democracia, sino que las bases productivas fueron buscadas en dictadura. El autor destaca el papel jugado por Ulises Heureaux (Lilís), quien muy posteriormente a la guerra restauradora, finalizando el siglo XIX, instala un régimen dictatorial, habiendo sido una figura de las filas liberales del general Gregorio Luperón.
Lilís dejó atrás a los sectores liberales que le acompañaban. Se apoyó en los que se dedicaban a la intermediación; estableció un régimen de fuerza, el cual pasa a ser descrito en estos capítulos del libro. Un régimen de fuerza que luego se reproduce con el régimen de Trujillo. Bosch centró la lucha política en las diferencias sociales, no en la confrontación con el resto de los trujillistas salientes. En este sentido, planteó de manera muy marcada que la lucha no era antitrujillismo versus trujillismo; sino hijos de machepa versus tutumpotes. Esas dos expresiones están hoy recogidas por la Real Academia Española de la Lengua, definidas así: tutumpote: «mandamás»; hijo de machepa: «hijo de pobre».
Precisamente, el autor concentra en los capítulos centrales de esta entrega el tiempo transcurrido desde la caída de la dictadura de Trujillo hasta los años posteriores a la segunda intervención militar norteamericana en el país. Desde este momento los dialogantes pasan a ser actores principales del proceso. Utilizando textos de uno y de otro, en esta obra se describen y caracterizan los acontecimientos.
Hoy aún está en juego, al igual que cuando fue elegido presidente el profesor Bosch, la diferencia entre dictadura y democracia, el desarrollo y la vigencia de la libertad, la soberanía y la independencia.
El Dr. Leonel Fernández, autor de este interesante diálogo, ha sido la figura responsable de encabezar los Gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), organización fundada por Juan Bosch para crear en democracia las riquezas y propiciar el crecimiento económico sostenido requerido para el bienestar del pueblo dominicano. Así como en ese proceso, por encima de todo, defendió la libertad, debo asegurar que, en gran medida, lo que hoy encarna Leonel Fernández es la lucha por la libertad.
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