En septiembre de 2015 una imagen conmocionó Internet: la del cuerpo de un niño de tres años, a orillas de una playa, con el rostro hundido en el agua. El nombre del niño era Aylan Kurdi. Se ahogó junto con su hermano (de cinco años), su madre y otra familia siria. La guerra que se inició en 2011 en Siria ha sido una amenaza para sus ciudadanos. Dentro, el conflicto armado aún se sostiene, han surgido distintos grupos bélicos que se enfrentan entre sí y contra el ejército estatal; además, ha potenciado las fuerzas del Estado Islámico y en general ha sido un tema de la agenda internacional en los planos civil y militar. Esto ha hecho que, según acnur, seis millones y medio de sirios se encuentren desplazados dentro del territorio del país y que cuatro millones y medio sean hoy refugiados en países vecinos y vivan en condiciones precarias. Pero entre los millones de desplazados y refugiados no se encuentran quienes mueren y desaparecen, que no forman parte de los registros internacionales.
La figura de refugiado se estableció en la Convención de Refugiados de 1951 de las Naciones Unidas para trabajar con la población europea que se había movilizado por el mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Según el documento, un refugiado es una persona que «debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país» (Organización de las Naciones Unidas, 1951). Esta definición permite la distinción entre la condición de refugio y la migración por intereses económicos, sociales o individuales. La diferencia radica en el temor que tiene una persona de ser perseguida, lo que implica que el Estado al cual pertenece no le brinda una protección que pueda asegurarle su vida e incluso puede que sea su propio gobierno el que genere la amenaza. Es ante tal desprotección estatal y abuso de poder gubernamental que se genera un soporte internacional.
Una persona tiene el derecho a presentarse ante una instancia gubernamental de otro país (puede ser una comisión de refugiados) o ante una institución internacional (el acnur, por ejemplo) para solicitar refugio, pero debe cumplir los requisitos para ser considerada como persona necesitada de protección internacional y no simplemente como migrante. Tras este trámite, el país puede darle refugio a la persona, aunque también existe la opción de reasentarla en un tercer país. Decisiones de este estilo tienen una gran carga diplomática y, por tanto, dependen de elementos sociales, económicos y políticos a nivel internacional.
Ser refugiado implica renunciar a la posibilidad de volver al país de origen mientras las condiciones que originaron la solicitud de refugio se mantengan. Un refugiado debe desprenderse de su identidad nacional, de sus costumbres culturales, de su idioma y también de su familia y amistades. Cuando la vida se ve amenazada de forma inminente, una persona no tiene la oportunidad de despedirse de sus seres allegados, ni de empacar para una mudanza, ni de hacer planes de traslado y viaje; por el contrario, las personas salen desesperadas, llevando consigo lo que tengan al alcance en el momento.
Una persona tiene el derecho a presentarse ante una instancia gubernamental de otro país (puede ser una comisión de refugiados) o ante una institución internacional (el acnur, por ejemplo) para solicitar refugio, pero debe cumplir los requisitos para ser considerada como persona necesitada de protección internacional y no simplemente como migrante. Tras este trámite, el país puede darle refugio a la persona, aunque también existe la opción de reasentarla en un tercer país. Decisiones de este estilo tienen una gran carga diplomática y, por tanto, dependen de elementos sociales, económicos y políticos a nivel internacional. La identidad de refugiado Ser refugiado implica renunciar a la posibilidad de volver al país de origen mientras las condiciones que originaron la solicitud de refugio se mantengan. Un refugiado debe desprenderse de su identidad nacional, de sus costumbres culturales, de su idioma y también de su familia y amistades. Cuando la vida se ve amenazada de forma inminente, una persona no tiene la oportunidad de despedirse de sus seres allegados, ni de empacar para una mudanza, ni de hacer planes de traslado y viaje; por el contrario, las personas salen desesperadas, llevando consigo lo que tengan al alcance en el momento. Esto hace que los viajes se hagan sin documentos de identidad o sin ningún tipo de visado. Generalmente se realizan de forma ilegal, con alguna red de trata inclusive, que, a fin de cuentas, se encarga de sacar a la persona del país sin responder por su seguridad durante el viaje, probablemente como polizón. Es entonces cuando la protección internacional adquiere relevancia, ya que, si los organismos migratorios no identifican a estas personas con necesidad de protección internacional, lo más probable es que sean devueltas al país en el cual su vida corre peligro, o también que la opción que les quede sea prolongar un viaje peligroso.
Así, la identidad del refugiado se encuentra marcada por la necesidad de protección. A diferencia de otro tipo de migrante, el refugiado se entrega a las autoridades internacionales en un primer momento, lo que luego implicará un proceso de socialización en el país en el cual vaya a residir. Pero el proceso es distinto si la movilización es de unos pocos individuos o si es masiva, como en el caso de Siria de los últimos años. Cuando la movilización ocurre debido a una guerra, la condición de refugiado puede darse de forma grupal. En los desplazamientos masivos el problema de la identidad ya no es solamente del refugiado, porque este puede estar en contacto con una subcomunidad, con su lenguaje, e incluso con un grupo familiar y de amigos. En estos casos, se crea un conflicto complicado a nivel internacional ya que el país que da cobijo a los refugiados lidia con un crecimiento poblacional para el que no está socioeconómicamente preparado, lo que puede generar rechazos entre sus ciudadanos.
En la última noche de diciembre de 2015 en la ciudad de Colonia (Alemania), se dieron de forma tumultuosa varios casos de abuso sexual y robo. Los perpetradores fueron identificados como hombres de apariencia árabe. Se reportaron casos similares en otras ciudades de Alemania e incluso en Suecia esa misma noche. Entre algunos de los detenidos por el sistema policial se encontraron refugiados sirios. Los medios de comunicación mantuvieron la noticia en silencio durante un tiempo, hasta que la policía de Colonia emitió un comunicado, que generó gran confusión en toda la población. Hay que tener en cuenta que la situación con respecto a las migraciones africanas y árabes en Europa se encuentra afectada por la crítica situación económica, lo que ha abonado el terreno para el fortalecimiento de posturas xenófobas contra las comunidades migrantes. Para hacer más desfavorable el panorama, se ha estigmatizado a las comunidades de refugiados árabes debido a los ataques terroristas que el Estado Islámico ha apoyado en los últimos años en Europa.
Ante los casos de abuso sexual y robo de fin de año de 2015 se plantea la posibilidad de que hayan sido organizados, pero no como parte de una mafia que delinque sino para generar un impacto comunicacional y social. El repudio de la población alemana fue tal que el gobierno de Angela Merkel anunció en enero de 2016 que los refugiados y solicitantes de refugio que estuvieran involucrados en delitos «graves» serían expulsados del país. Primero, según las normas internacionales, los refugiados no pueden ser devueltos a su país mientras el conflicto siga presente; segundo, deberán ser juzgados según las leyes del país que los acoge. De igual forma, más allá del ideal que manejan las organizaciones internacionales, cada Estado tiene la libertad de decidir cómo actuar, por lo cual el Gobierno alemán puede tomar la medida de expulsión mientras los refugiados no sean extraditados al lugar del conflicto. ¿Cómo podrían ser expulsados de Alemania los refugiados? En este caso, Alemania funciona como un país de reasentamiento, es decir, un destino posterior al lugar en el cual el refugiado solicitó el asilo. Pongamos ahora a Turquía (limítrofe con Siria) como país de procedencia; los centros de refugiados de Turquía han estado funcionando desde 2011 y actualmente cuentan con dos millones de refugiados. El Gobierno turco ha solicitado a Europa que acelere la aceptación de casos de reasentamiento y, además, le ha pedido apoyo económico ya que, desde que se desató la guerra en Siria, Turquía ha invertido millones de euros en los refugiados. Actualmente, los refugiados sirios no tienen oportunidades laborales ni de inclusión social en Turquía; de hecho, la playa en la cual fue fotografiado el cuerpo de Aylan Kurdi es turca, de donde él y su familia estaban intentando escapar ilegalmente en una embarcación. Porque, a pesar de estar huyendo de la situación deplorable generada por la guerra en Siria, buscaban también salir de la inhóspita posibilidad de acomodo en Turquía.
Otro país que se ha visto afectado por el exceso migratorio es Grecia, que actualmente tiene una situación económica crítica. De hecho, es tan grave que en julio de 2015 el gobierno populista que fue electo en enero del mismo año realizó un referéndum para que el pueblo pudiera decidir si las «medidas de rescate» propuestas por el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional eran aceptadas o rechazadas. El resultado electoral fue un rechazo del 60% de los electores a dichas medidas, pero el resultado políticoeconómico fue la complicación de las negociaciones entre el Gobierno griego y las instancias financieras, a tal punto que el ministro de Finanzas de Grecia terminó renunciando, como modo de protesta, por prever que el acuerdo que se estaba imponiendo no tomaba en consideración la negativa que había votado el electorado griego.
A este panorama se le agrega el hecho de que Grecia e Italia son los dos países por los que más solicitantes de refugio entran a Europa, y entre las medidas que la Unión Europea (ue) ha sugerido para aligerar el peso económico y social que esto implica, una de ellas ha sido el reasentamiento de refugiados en terceros países de la ue. Alemania ha sido uno de los países que mejor ha cumplido con su cuota de traslado de refugiados. Entonces, ¿sería Grecia uno de los países a los cuales se expulse a los refugiados de Alemania, o les tocará a los otros países de la Unión Europea el turno de agilizar la tramitación de solicitudes de reasentamiento? Y aún más, ¿cuál será la medida que tomarán los países que alberguen a los refugiados expulsados de Alemania por contar con antecedentes penales? Esta última pregunta es relevante para hablar de otra de las medidas que la Unión Europea ha propuesto a Grecia para lidiar con la masiva llegada de refugiados; esta posible solución es cerrar la entrada. Se plantea crear un muro que impida que los refugiados que llegan a Grecia puedan pasar a Macedonia y de ahí tener acceso al resto de Europa; al mismo tiempo existe la intención de volver más estrictas las revisiones fronterizas dentro de la ue y dar un apoyo económico a Grecia para la subvención de centros de refugiados.
Ahora bien, la ruta del desplazamiento masivo que va desde Siria hasta Alemania contempla primero a Turquía y luego a Grecia, pero ninguno de estos dos países cuenta con los medios para lograr la inclusión social ni con la posibilidad económica para establecer políticas públicas que se presenten como una opción duradera para los refugiados. De hecho, ni siquiera Alemania se plantea como una opción duradera para los refugiados. En una de sus alocuciones, la mandataria Angela Merkel abogó por que los refugiados vuelvan a su país cuando termine el conflicto. De este modo, las personas que están huyendo y dejando atrás su identidad, su país y todo lo que les es conocido no tienen asegurado un lugar estable ni siquiera en el país que les da protección. Las condiciones a las que están teniendo acceso son de tránsito restringido, de desempleo, de asistencialismo social y caridad en la mayoría de los casos.
Esto tendría dos consecuencias indirectas sobre los refugiados. Primera, que la Unión Europea abogue por el cierre de la migración masiva procedente de Siria y de otros países de Medio Oriente y África, en vez de generar un programa organizado que permitiría una visión inclusiva y no xenófoba respecto de la comunidad refugiada. Y segunda, que este cierre genere mayor desesperación por parte de quienes tienen la esperanza de ser reasentados en un tercer país (como es el caso de los refugiados que se encuentran en Turquía) por vía de la diplomacia internacional, lo que lleva a las personas a viajar en embarcaciones y otros medios que ponen su vida y la de sus familiares en peligro. Así sucedió a finales del mes de enero de 2016, cuando las autoridades de la Oficina Europea de Policía reportaron la desaparición de diez mil niños refugiados después de haber llegado a distintos países del continente. Se desconoce si alguna red de trata está implicada en las desapariciones, lo que se sabe es que los menores viajaban sin representantes y quedaron sin la supervisión de las autoridades.
Cuando llegan a los medios de comunicación casos como el de los diez mil niños desaparecidos que pueden haber sido víctimas de una red de trata, se genera una visión compasiva de la situación que viven las personas solicitantes de refugio, y los principios de los derechos humanos y el bien común pasan a la palestra de la opinión pública. Pero al mismo tiempo siguen existiendo movimientos antimigratorios que se organizan para agredir a refugiados (y extranjeros en general) como medio de protesta ante las decisiones de sus gobiernos de abrir centros de atención y de albergue. Estos grupos suelen alimentarse de un miedo infundado al terrorismo que se generaliza a toda una comunidad; se nutren también de una xenofobia hacia ciertos grupos migrantes y se aprovechan de la angustia que acarrean las crisis económicas en la población. En torno a la figura del refugiado hay una ambivalencia muy marcada entre tenerlo como una persona que necesita ayuda para recuperarse de los acontecimientos traumáticos vividos o verlo como un desconocido que puede ser un potencial peligro para la nación.
Ahora bien, ¿cuál es la amenaza que supone en realidad un refugiado? ¿Por qué encontramos presentes estos prejuicios en el mismo continente donde se generaron los conflictos que llevaron a la necesidad de legislar internacionalmente sobre la figura del refugiado? ¿Por qué temerle a la llegada masiva de extranjeros al país? Las reacciones ambivalentes pueden ser una mezcla entre la cicatriz traumática de las guerras pasadas, la inestabilidad del mundo actual, el miedo a guerras futuras y la búsqueda de la construcción de una sociedad solidaria. Lo que predomina siempre en la construcción de los prejuicios es el desconocimiento del otro: no abrirse a interactuar con sus costumbres ni a los cambios que la interculturalidad pueda producir en la propia sociedad. Cabe destacar que el prejuicio no está solamente en quien acoge al refugiado, sino que también está presente en la persona que llega, y que los prejuicios pueden ser valoraciones positivas o negativas. En este sentido, pensar que los refugiados son personas buenas o personas libres de la posibilidad de delinquir es despersonalizar a la persona y encasillarla en una categoría (la de refugiado) que no toma en consideración las experiencias, la cultura y la individualidad del refugiado. Y lo mismo sucede cuando se hace una valoración negativa generalizada, por ejemplo, pensar que un refugiado cometió un delito por pertenecer a una comunidad específica y hacer de esto un argumento político.
Lo que sí es un hecho real es que en Siria la guerra ha dejado ciudades devastadas, ha causado millones de muertos –de forma directa e indirecta– y ha generado el desplazamiento de millones de personas dentro y fuera del territorio sirio. Otro hecho es que la Segunda Guerra Mundial generó estragos similares en Europa y que, como consecuencia del horror, se crearon organizaciones internacionales para que velaran por las personas que no habían cometido actos de genocidio ni participado activamente de la violencia armada, para que pudieran contar con los beneficios que implica ser acogidos por un Estado, buscando evitar que hubiera apátridas dejados a la intemperie. Cuando hay que lidiar con personas no se puede dejar de lado que el hecho de ser víctima de terrorismo de Estado no exime a nadie de ser machista o de delinquir; la cuestión está en si el sistema judicial es proporcional y en cuáles serán las consecuencias políticas y económicas que un acontecimiento específico tendrá sobre toda una comunidad. Y, diciéndolo de otro modo, ¿no debería ser el sistema judicial y penitenciario una instancia más de inclusión social? La apertura a migraciones masivas requiere de organización, de inversión monetaria, de programas educativos (tanto para enseñar el idioma como para generar intercambios culturales) y de tiempo. Hay que tener en cuenta que aceptar e integrar a una comunidad nueva en un país implica cambios sustanciales en toda la sociedad, y estar dispuestos a que incluso la identidad nacional sea alterada.
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