Revista GLOBAL


Según el informe Las perspectivas de la economía mundial 2006, publicado por el Banco Mundial, cerca de 200 millones de personas viven en países distintos a su país natal y las remesas que envían a su nación de origen llegaron a los 232,000 millones de dólares en 2005, de los cuales 167,000 millones fueron remitidos a países en desarrollo. Se cree que los flujos reales de remesas, si se cuentan aquellas realizadas a través de los canales informales, fueron de 250.000 millones de dólares en 2005. Esta cantidad ahora duplica la ayuda total para el desarrollo y constituye la fuente más grande de divisas para algunos países.

Hoy, más de 25 millones de emigrantes latinoamericanos y caribeños forman parte de una enorme y creciente diáspora mundial. De éstos, alrededor de 22 millones se encuentran en las economías desarrolladas de América del Norte, Europa y Japón, mientras que entre 3 y 5 millones trabajan en países limítrofes de América Latina y el Caribe. Por ejemplo, ahora existe una importante concentración de bolivianos en Argentina, nicaragüenses en Costa Rica, guatemaltecos en México, haitianos en la República Dominicana, colombianos en Venezuela y peruanos en Chile. De estos movimientos de personas se derivan los flujos financieros asociados a las remesas, que hoy día han adquirido una importancia creciente en la economía mundial y en la región de América Latina en particular.

En la última década, las remesas en América Latina y el Caribe han tenido un crecimiento espectacular de un 220%, al pasar de 13,400 millones de dólares en 1995 a 42,400 millones en 2005. De acuerdo con un estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (bid), esta cifra supera la suma de toda la inversión extranjera directa en la región. Sin embargo, estos totales corresponden únicamente a las remesas de dinero y no incluyen las transferencias periódicas de bienes, como computadoras y electrodomésticos, que también pueden utilizarse como bienes de inversión, particularmente en la microempresa.

Dentro de la región, México encabeza la lista de países receptores de remesas con más de 18,000 millones de dólares, en el año 2005, cifra equivalente al 37% del total de las remesas. El segundo puesto lo ocupa Colombia, seguido de Brasil, Guatemala y El Salvador. La República Dominicana se sitúa en el sexto lugar de la lista con un 5% del total de las remesas.

En cuanto a la participación de las remesas en el Producto Interno Bruto (pib), se observa que mientras en 1995 las de América Latina y el Caribe representaron el 0.7% del pib regional, en el año 2005 este porcentaje aumentó a 2.5%. Para la República Dominicana, la participación en el pib se ha incrementado en un por centaje mayor al pasar de un 4.5% registrado en 1990 a 9% en 2005.

Efectos 

Los efectos de las remesas sobre el crecimiento económico y el bienestar de la población han sido indudablemente positivos. De hecho, el ingreso nacional bruto disponible, que corresponde a la sumatoria del producto interno bruto, la ganancia o pérdida por términos de intercambio, el pago neto al resto del mundo de utilidades de empresas que operan dentro del país, los intereses por concepto de deuda externa y las transferencias netas corrientes recibidas del resto del mundo –que incluyen las remesas de emigrantes y donaciones netas–, ha mostrado tasas de crecimiento mayores del pib en los países de América Central y, particularmente, en El Salvador, donde el fenómeno de las remesas es de más larga data.

Sin duda, el efecto macroeconómico más evidente de las remesas tiene que ver con su impacto sobre las cuentas externas. Las remesas han permitido a los países receptores sostener un nivel de importaciones y de déficit en sus balanzas comerciales muy superiores a los que se hubiesen registrado sin ellas. En gran medida, las remesas han ido a financiar aumentos en las importaciones de consumo. Asimismo, en algunos países de la región, las exportaciones tienen que haber sido impactadas adversamente, por los efectos de las remesas sobre el tipo de cambio real. La pérdida de competitividad asociada a la apreciación cambiaria real iría a contracorriente con el esfuerzo exportador de los países. Uno de los efectos económicos de las remesas que pasa por la apreciación cambiaria es el cambio en los patrones de ventajas comparativas. Antes de los aumentos vertiginosos de las remesas de los últimos cinco a 10 años, la región parecía ir encaminada a su transformación productiva desde la especialización en recursos naturales (azúcar, café y banano, entre otros) hacia otra basada en las manufacturas livianas, en las cuales las ventajas competitivas están relacionadas con el bajo costo de la mano de obra no calificada. Esto ahora parece ser menos seguro, ya que los costos de la mano de obra han aumentado fuertemente. En El Salvador, que desde 2001 no tiene tipo de cambio nominal debido a que adoptó el dólar de Estados Unidos como su moneda oficial, el impacto de la apreciación cambiaria real sobre los salarios reales es directo. En otros países, estos efectos se dan fundamentalmente a través del mercado cambiario.

Las remesas se han vuelto fundamentales para la supervivencia de millones de familias y la salud de muchas economías nacionales. Constituyen, además, una fuente crítica de apoyo para alrededor de 20 millones de familias de América Latina y el Caribe y, a menudo, representan, en promedio, la mitad o más del ingreso del hogar. Sin embargo, dependiendo del perfil de la población receptora, su impacto en la reducción de la pobreza varía de país a país. Por ejemplo, en la República Dominicana los hogares más ricos reciben el 34% del total de las remesas, mientras el 20% de los hogares más pobres captura el 17%. El impacto de las remesas en la reducción de la pobreza se ha estimado entre un 3 a un 5%. Respecto al impacto en la distribución del ingreso, los estudios más recientes en el país coinciden en indicar un bajo efecto de las remesas en la distribución del ingreso.

El grueso de las remesas –entre 80% y 85%– se utiliza para cubrir necesidades básicas como alimentación, vivienda y servicios. Para millones de estas familias, muchas de las cuales viven con unos pocos miles de dólares al año, las remesas regulares y el envío periódico de bienes influyen de manera notable en su nivel de vida.

Zonas rurales 

A diferencia de la ayuda exterior, las remesas van directamente a las familias en lugares donde la asistencia para el desarrollo no llega con facilidad, como las zonas rurales alejadas. Las remesas también dan muestra de una importante permanencia, en parte porque contribuyen a la supervivencia de la familia en el país de origen. Mientras que las inversiones extranjeras directas y otros flujos de capital han fluctuado según los ciclos del mercado, las remesas han aumentado incluso durante períodos de recesión económica. Por ejemplo, los flujos de remesas a América Latina y el Caribe siguieron aumentando durante la contracción de la economía estadounidense de 2001-2002.

Además del impacto directo que tienen en los ingresos actuales de las familias, las remesas influyen mucho en el desarrollo por otra razón: se las utiliza también para financiar inversiones futuras. Las familias las usan para pagar la matrícula escolar de sus hijos en el país de origen, con lo cual invierten en “capital humano” para la generación siguiente. En diferentes estudios realizados en el país se ha documentado que las remesas están asociadas a menor trabajo infantil, mayor asistencia escolar y menor probabilidad de deserción escolar. Algunas remesas se destinan a bienes de inversión, como herramientas, o constituyen una fuente de capital de operación para pequeñas empresas. En una muestra, al menos 40% del capital inicial de pequeñas empresas en Jamaica se financió con remesas. La agenda pendiente en el tema de migración, remesas y desarrollo en la región es amplia. Para seguir avanzando en dicha agenda, hay que incidir, en particular, en los siguientes aspectos.

Primero, cómo seguir mejorando el flujo de las remesas hacia la región a través de mecanismos innovadores para la reducción de los costos de las transferencias y la promoción del ahorro mediante más y mejores productos financieros para incentivar dichos flujos. La dispersión en el costo es amplia en la región y una gran cantidad de recursos se quedan en manos de los intermediarios, sin llegar a los receptores y a sus comunidades. Por su parte, los productos financieros son limitados. Existen algunas experiencias innovadoras al respecto. Por ejemplo, la reciente reforma de la seguridad social en el país, que introdujo el sistema de capitalización plena e individual o lo que se llama cuentas de ahorro en el área provisional, establece que tienen derecho a afiliarse a la seguridad social los ciudadanos dominicanos residentes en el exterior. Este mecanismo representa una excelente ventana para el retiro de miles de emigrantes cuyos sueños están cifrados en sus tierras de origen.

El segundo tema de agenda, y no menos importante, es el aspecto de la limitada información sobre los flujos migratorios, de remesas y el uso que le dan los hogares. Representa un gran desafío para nuestros sistemas estadísticos darle mayor atención a la migración y las remesas a fin de entender los nexos entre migración, remesas y desarrollo y el impacto en nuestras economías y comunidades.

Un tercer elemento de la agenda pendiente tiene que ver con el reforzamiento de los vínculos entre las remesas y las microfinanzas. Tradicionalmente se ha identificado el sector de las microempresas como el mayor receptor potencial del beneficio que implican los flujos financieros derivados de las remesas. Las experiencias son limitadas y todavía hacen falta mayores análisis y debates al respecto. El Fondo Multilateral de Inversiones del Banco Interamericano de Desarrollo representa un caso de estudio en este sentido. El cuarto tema de la agenda es cómo fortalecer el sentido de comunidad de los emigrantes y mejorar sus nexos con las comunidades de origen. La sostenibilidad de los flujos financieros derivados de las remesas depende, en gran parte, del mantenimiento de los sólidos nexos sociales entre emigrantes y sus familias y comunidades de origen. El hecho de que la composición y el volumen de la emigración, así como el perfil sociodemográfico de los emigrantes, estén cambiando representa un reto que se deberá tomar en cuenta. Adicionalmente, el impulso de las reformas migratorias en los países desarrollados en los últimos años está frenando la posibilidad de aumentar los flujos migratorios en la región. De hecho, la integración de los mercados laborales parecería representar un mito, a pesar de la profundización de la apertura en la región.

Un quinto aspecto de la agenda pendiente, y que consideramos crucial, es el del desarrollo institucional. En nuestros países todavía hay serias deficiencias en el área institucional. Cualquier política para mejorar el impacto de las remesas en el desarrollo pasa necesariamente por fortalecer las instituciones. Mejorar el respeto a las leyes y a la propiedad privada, mayor transparencia y combate de la corrupción, más y mejor regulación y continuidad de las políticas públicas. Son muchos los casos de emigrantes que han sido víctimas de fraudes, lo que le ha afectado sus inversiones y posibilidades futuras de reinserción en las comunidades de origen. 

Para terminar, consideramos que la migración y las remesas hoy deben convertirse en un tema central de la agenda pública en la región, por lo que existe una necesidad de visualizar el tema y su impacto en el desarrollo. La inclusión del tema en las agendas públicas, en particular, en los objetivos de desarrollo de los países de la región, es crucial para impulsar las acciones que coadyuven a mejorar el impacto de las remesas en el bienestar de la población, a la vez que se asegure su sostenibilidad en el mediano y largo plazo. Las políticas de apoyo al emigrante y el estímulo del ahorro para mejorar los flujos financieros derivados de las remesas y su impacto en el desarrollo de nuestros países implicarán mayor coordinación e integralidad de dichas políticas.


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