Un hombre abre los ojos en un hospital. Acaba de despertar de un coma que lo ha tenido fuera de servicio durante un tiempo indefinido, provocado por un desafortunado intercambio de disparos. Cuando logra con el mayor de los esfuerzos levantarse y caminar, no le toma mucho darse cuenta de que el mundo, tal como lo conocía, se fue de manera literal al infierno. La civilización está destruida, en las calles reina la desolación, y si tal paisaje no fuese lo suficientemente desalentador, cuantiosas hordas de muertos que han regresado a la vida sin explicación alguna lo persiguen para tratar de comérselo. De ahí en adelante, la misión de este hombre consistirá en escapar como pueda de los nuevos depredadores, encontrar a su familia y, por encima de todo, sobrevivir. De tal manera arranca The Walking Dead, un cómic en blanco y negro lanzado al mercado en 2003 por el escritor Robert Kirkman y el artista Tony Moore.
A él suele responsabilizarse en cierta medida del renacer del subgénero de zombis entre el gusto popular. Aunque otros le otorgan el honor a la película 28 Days Later, estrenada en los cines un año antes, con la que los cómics guardan una relación más cercana que la que los propios creadores quisieran admitir a veces. En dicha cinta, al igual que en el cómic, el personaje principal regresa de un coma en una cama solitaria de un hospital, para ver que el mundo ha sido tomado por seres de carácter muy extraño que le persiguen para darle una mordida. «Fue una completa coincidencia», admitió Kirkman en una entrevista para Entertainment Weekly hace unos años. «Vi 28 Days Later después que el primer ejemplar de The Walking Dead se publicara. Ese primer cómic se lanzó en octubre de 2003 y la película se estrenó en los Estados Unidos en junio de 2003 […] De manera que tomé una decisión –de la cual me arrepiento ahora–, la de decir: ¿Saben qué? Es tan diferente desde el prólogo del coma en adelante que seguramente nadie se dará cuenta. Estaba equivocado». Coincidencias y críticas de plagio aparte, nada evitó que el cómic de The Walking Dead resultara un éxito masivo, que en 2010 recibiera el Premio Eisner como Mejor Serie Continua en el San Diego Comic-Con International y que siga publicándose de manera mensual e ininterrumpida.
La gran mordida en la pantalla chica
El año 2010 trajo consigo no solamente al mencionado Eisner, sino el verdadero motivo por el que este texto ha sido redactado. La cadena estadounidense amc, responsable de series televisivas del calibre de Breaking Bad, anunció en enero de ese año la creación de una adaptación en formato de serie de las historias de The Walking Dead, específicamente del primer volumen, Days gone bye, para comenzar a filmar en mayo de 2010. El responsable de escribir y dirigir el proyecto sería el cineasta Frank Darabont, conocido por cintas como The Shawshank Redemption y The Green Mile, lo que despertó la expectativa de los seguidores y fans del cómic, quienes esperaban un detallado tratamiento de carácter cinematográfico. El propio Robert Kirkman también se unió al proyecto en calidad de escritor y consultor. Para interpretar al personaje principal de Rick Grimes, mejor conocido en este texto como el pobre diablo que se despierta asustado e ignorante en un hospital y termina convirtiéndose sin quererlo en el líder de la cuadrilla de sobrevivientes, fue seleccionado el actor británico Andrew Lincoln. El resto del reparto lo componen Melissa McBride, Michael Rooker, Laurie Holden y Jon Bernthal, entre otros. La primera temporada de apenas seis episodios de The Walking Dead se estrenó en octubre de 2010, atrayendo a casi seis millones de ansiosos espectadores.
Rápidos en montarse en la ola del éxito, amc ordenó de inmediato una segunda temporada con el doble de episodios para estrenarse al año siguiente (cuyo rating también dobló proporcionalmente), tendencia que se mantiene invariable ahora a la espera de la sexta, que se inicia el próximo octubre. Desde el primer momento en que la adaptación televisiva pisó tierra, estaba claro que la intención era tomar los personajes y las historias del cómic original y navegar la a veces traicionera marea que representa el ser fiel a la fuente, a sabiendas del riesgo que conlleva la opinión de los más acérrimos fans del cómic. Kirkman, que tuvo una participación más activa en la serie a partir de su segundo año, tras la salida de Darabont, sabe que el éxito de cualquier buena adaptación es el balance entre las expectativas de quienes esperan ver en pantalla hilos argumentales que leyeron en las páginas y la necesidad de crear un material televisivo intrigante, aun si esto implica tomarse libertades a la hora de contar dichas historias, en especial si hay una audiencia completamente nueva y virgen en lo relativo al material. «Hay cosas que suceden en el cómic que necesariamente deben ser colocadas en el programa, o no le haríamos justicia al cómic», dice Kirkman. «Pero tal vez hay otras que movemos de sitio, y le agregamos personajes diferentes a la mezcla. Hacemos en el camino pequeños ajustes para volverlo más irresistible a esa audiencia que ya conoce la fuente original».
En ese sentido es importante destacar el mayor aporte que The Walking Dead le ha hecho a la narrativa de los zombis, y que es la espina dorsal que tanto Kirkman como su staff de escritores tratan de mantener en los cómics lo mismo que en la serie: la exploración de larga duración de un mundo preso en un apocalipsis zombi, pero donde 78 estos no tienen el protagonismo de la historia, sino que son más bien una parte del decorado, por así decirlo. En esto, The Walking Dead es heredera del modelo legado por el maestro del género George Romero, el cual consiste en usar los muertos vivientes y sus presas como una metáfora de las circunstancias sociales que se viven en el momento, ya sean el racismo (como se puede apreciar en su clásico del 68 Night of the Living Dead), el materialismo descarado de finales de los setenta y la enorme resaca humanitaria que representaron los años ochenta. La principal ventaja que The Walking Dead tiene en comparación con sus influencias está en su formato y duración. Por más crítica social que cineastas como Romero quisiesen incluir en sus cintas, el modelo de historias de zombis seguía siendo simplón y se trataba básicamente de cómo en una película de menos de dos horas un reducido grupo de sobrevivientes confinados en un lugar cerrado intentan diezmar a los muertos vivientes que tratan de comérselos.
Con la excepción del planteamiento argumental de que los humanos mismos eran un enemigo mucho más peligroso que los muertos comecarne de afuera, en su profundidad temática el subgénero de zombis no distaba mucho de ser un slasher cualquiera: violento y vacío. Con su aparición, The Walking Dead logra profundizar más las relaciones entre los personajes a lo largo de varios episodios televisivos. Los zombis no son la principal amenaza en este mundo posapocalíptico, sino la creciente pérdida de moralidad en un estado anárquico, despiadado y salvaje. Para bien o para mal, ninguno de los personajes son ahora los mismos que eran cuando la civilización empezó a descalabrarse hace seis temporadas, pensando –irónicamente– que pronto volvería a levantarse. Aun siendo tal profundidad dramática para muchos su mayor fortaleza, también es la fuente de críticas más recurrente para otros, que anhelan en las historias más violencia, más intestinos derramados y menos melodrama. El mencionado George Romero ha sido citado en varios medios por decir que la serie es «un culebrón con un zombi ocasional». Viniendo de un maestro del género, se trata de críticas mayores.
Telenovela zombi
La primera temporada, transmitida desde octubre hasta diciembre de 2010, y de apenas seis episodios, sigue al mencionado Rick Grimes, sheriff de un pequeño condado en Georgia que se despierta en un hospital y llega rápidamente a la conclusión de que algo bastante horrible ha ocurrido en la ciudad (y posiblemente en el país completo) y que las cosas no volverán a ser como antes, al menos en el futuro inmediato. Tras un peligroso periplo logra localizar a su esposa e hijo en un campamento de sobrevivientes comandado por su antiguo compañero en la policía y mejor amigo, Shane Walsh, quien resulta estar viviendo un affaire con la esposa del amigo que creía muerto. Mientras tratan de guardar las apariencias en dicho triángulo amoroso, intentan llegar a la ciudad de Atlanta y al Centro de Control y Prevención de Enfermedades, con la esperanza de que es el único lugar en medio de la hecatombe con algún tipo de respuestas y protección. Spoilers aparte, y es sano asumirlo dado que de lo contrario no hubiese pasado de este primer año, las cosas al llegar al Centro no son como originalmente las habían pensado; todo lo contrario, de hecho. Cuando el mundo se acaba, se acaba en serio. El Centro no tiene ningún tipo de solución contra la plaga y al final termina autodestruyéndose en una estrategia derrotista, con los héroes conduciendo fuera de la ciudad, escapando del desastre. La ciudad de Atlanta para ellos ya no representa la más mínima esperanza. Como se mencionó anteriormente, casi seis millones de espectadores sintonizaron la serie, pidiendo al final más. Además del favor del público, el programa fue nominado como Mejor Serie Dramática en los Golden Globes y obtuvo un galardón en la categoría de Maquillaje en los Emmy. En la segunda temporada, con 13 episodios que se pasaron desde octubre de 2011 hasta marzo de 2012, nuestro grupo de personajes enfila su camino hacia Fort Benning, en la frontera con Alabama, buscando refugio y comida. Desgraciados sucesos ocasionan que abandonen la carretera para internarse en los espesos campos del Sur estadounidense, hasta llegar a la granja de un veterinario de nombre Hershell Greene (un soberbio Scott Wilson que se convertirá con el tiempo en el eje moral del grupo).
La idílica seguridad del rancho se ve empañada no solo por la constante amenaza de «los caminantes», como les llaman a los muertos vivientes, merodeando por los alrededores de la propiedad, sino por la creciente tensión interna en el grupo, a lo que hay que sumar el conocimiento de Rick del romance de su esposa Lori con su excompañero, y el que ella está embarazada, con todas las dudas y temores que provoca un hecho como ese en circunstancias como las que viven: ¿Vale la pena traer una criatura a un mundo en colapso? Y dado el choque de opiniones y quiebre de confianza que reina en los personajes, ¿en quién puede confiarse y en quién no? ¿Es correcto apegarse a una moralidad en vías rápidas de extinción? Junto a los dramas ocurridos frente a las cámaras, este nuevo set de episodios se vio plagado a su manera por rumores de discusiones presupuestarias tras bambalinas, lo que ocasionó la salida a mitad de año del encargado del programa Frank Darabont, cuyo lugar ocupó el productor Glen Mazzara. El ajuste económico limitó también la mayoría de las locaciones a los confines de la granja Greene, hecho que produjo, junto al énfasis novelero del triángulo amoroso de los protagonistas, cierto dejo de aburrimiento entre los televidentes que, como ya se dijo, esperaban más dientes y mordidas del programa. Dichas situaciones, sin embargo, no fueron obstáculo para que el programa ganara de nuevo como Mejor Serie Dramática en la 38 Edición de los Saturn Awards y arrasara en Maquillaje en los Emmy, por segundo año consecutivo. De igual manera, el rating subió en más de un milló.
La tercera temporada, de octubre de 2012 hasta marzo de 2013, en la que el número de capítulos aumentó hasta 16, encuentra al reducido grupo de sobrevivientes escapando de una granja Greene en llamas y refugiándose en una prisión abandonada. A la vez, nuevos e importantes personajes se introdujeron en esta ocasión, y prestando atención a las quejas del año anterior, se dejaron atrás los inconvenientes de costos y locaciones para dividir la acción entre Rick y sus compañeros en su intento de hacer de la cárcel un lugar habitable, y el no distante pueblo de Woodbury, donde otro grupo de sobrevivientes, al mando de un misterioso personaje que se hace llamar el Gobernador, han establecido una comunidad aparentemente idílica y a salvo de los horrores que acechan tras las barreras que protegen el poblado. Pero tras la fachada de lo idílico siempre se oculta una motivación siniestra, y la serie en su tercera temporada juega con la ironía de la cárcel como refugio de gente noble y la ciudad limpia y ordenada como cueva de hipócritas. La confrontación entre ambos bandos no se hace esperar, con el Gobernador, correctamente interpretado por un David Morrisey sintonizando sus frecuencias de personaje cínico y malvado, que encarna la destrucción moral del mundo que estos personajes habitan, y que sirve de contrapeso al liderazgo de Rick.
Este último ya no es la persona que era hace un año en la granja, evolucionando a una figura de padre dictador que no acepta democracias bajo su mando. Aprendiendo de sus errores pasados, muchos de ellos pagados con vidas humanas, el antiguo sheriff de Georgia refuerza aún más su gris armadura moral para mantener a salvo, por el medio que considere necesario, tanto a su grupo como a su bebé recién nacido dentro de los muros de la cárcel. La pesada carga de la responsabilidad comenzará a resquebrajarlo, lo que se hará notar en sus confusas acciones. Como era ya tradición, la avalancha de premios para The Walking Dead no se hizo esperar, al igual que su crecimiento en teleaudiencia. Para cuando salió el último episodio de la temporada, Welcome to the tombs, en marzo de 2013, 12.42 millones de espectadores provocaban una sonrisa de satisfacción y confianza en los ejecutivos de la amc. El cuarto año siguió con su calendario habitual, empezó en octubre de 2013 y concluyó en marzo del año siguiente. Esta temporada cuenta con la presencia en producción de Scott Gimple como show runner, en el lugar de Glen Mazzara. También frente a las cámaras se fueron agregando caras nuevas, en especial las de personajes bastante conocidos del cómic y esperados por los fans, adaptados a su vez con distintos niveles de fidelidad.
En este sentido, es importante destacar la contribución de Scott Gimple: la manera en que los conflictos personales de cada uno de los protagonistas se profundizan y repercuten en el resto del reparto, esta vez más balanceado étnicamente. Los riesgos para estos son mayores, y al haber más personas representando a minorías, los comentarios raciales y sociales adquieren más peso. Las historias en esta ocasión se basan en la fuga de la prisión luego de un ataque de algunos residentes de Woodbury bajo el mando de un Gobernador que creían fallecido durante una confrontación el año anterior (se dijo también que los vivos eran peores enemigos que los muertos, ¿no?) y la dispersión del grupo de protagonistas tras esta batalla. Algunos vagan entre los montes (como el favorito de los fans, Daryl, interpretado por Norman Reedus), otros llegan a un abandonado vecindario suburbano en donde tratan de curar sus heridas y mantenerse a salvo de ladrones y aprovechados, entre los que están Rick y su hijo Carl, que se lamentan de la pérdida de la pequeña Judith en el ataque, sin saber que está a salvo al cuidado de otro grupo de sobrevivientes. Después de conseguir una mejor forma física, cada bando por separado toma la carretera principal en busca de un lugar alejado de peligros, para encontrarse con una comunidad fortificada que ofrece asilo a los sobrevivientes, con el sugerente nombre de Terminus. Al final de la temporada, una desagradable coincidencia pondrá a prueba su fortaleza como grupo. En esta ocasión, los números de audiencia subieron hasta un promedio de 13.30 millones de espectadores, y algunos de los actores, en especial la ya nombrada Melissa McBride, en el papel de Carol (de ella hay que mencionar que es quien ha sufrido la evolución más radical con su personaje: de esposa maltratada y muerta de miedo que perdió tanto a su esposo abusador como a su pequeña hija a manos de los zombis, a literalmente la versión femenina de Rambo en el grupo, esa que siempre termina por hacer el trabajo sucio necesario para seguir adelante), consiguieron nominaciones por su trabajo.
La quinta temporada, finalizada en marzo de este año, trajo consigo los mejores ratings de toda la historia del programa, así como las mejores críticas, elevando a niveles estratosféricos las expectativas para cuando la sexta abra de nuevo el próximo 12 de octubre. En este quinto año, el grupo liderado por Rick ya no es la cuadrilla de gente dispuesta pero asustada que era cuando los conocimos. Ahora son una afinada y bien engrasada máquina letal. Han adquirido experiencia en sus andanzas por el sur de los Estados Unidos y no pierden tiempo ante una posible amenaza; sus vivencias colectivas los han vuelto desconfiados, cínicos y sobreprotectores. Estos nuevos 16 episodios giran en torno a las consecuencias de su llegada y eventual salida de Terminus, y la alianza con un sacerdote rural que responde al nombre de Gabriel (Seth Gilliam), quien vive encerrado en su pequeña iglesia de madera, sumido en una crisis espiritual debido a su incapacidad de lidiar con la horrenda brutalidad desatada a su alrededor. Junto al cura, y tras una desafortunada visita de vuelta a Atlanta (que a estas alturas es casi un territorio baldío desprovisto de toda esperanza, como lo es también Washington), el grupo arriba a otro refugio fortificado, la Zona Segura de Alejandría, una ciudad habitada por un reducido número de sobrevivientes que trata de hacer la vista gorda sobre lo que sucede fuera. En una simbólica vuelta al principio de su odisea, Rick es nombrado alguacil de la comunidad por la encargada de la misma (Tovah Feldshuh, la excongresista que maneja el statu quo de la ciudad) y hasta recibe un uniforme, dándose su primera rasurada en años para el recién estrenado trabajo. Sin embargo, tanto dentro de Alejandría como fuera de ella, las amenazas (zombis y humanas, estas últimas mucho más ambiguas que las anteriores) siguen agolpándose hasta alcanzar un clímax incómodo para todos los involucrados. Y corte a continuará… Sintonicen en octubre.
Lo posterior
Al preguntársele sobre qué depara el futuro tanto a la serie como a sus desgraciados personajes, Robert Kirkman deja asomar un sorprendente optimismo, dado lo oscuro del material. «La veo de principio a fin como una historia muy esperanzadora», explica. «Espero que cuando terminen puedan decir [del problema zombi] menos mal que nos hicimos cargo de ellos». Dada la popularidad in crescendo del programa, y la insistencia de la cadena amc de continuar mientras la tendencia se mantenga, puede que el final de la plaga de los muertos vivientes no esté aún en el horizonte cercano. En agosto de este año, se estrenará el spin-off o la serie compañera, Fear the Walking Dead, también producida y escrita por Kirkman, que trata sobre el origen mismo del problema, con un grupo de personajes completamente diferentes (entre ellos uno interpretado nada menos que por Rubén Blades), esta vez localizados en Los Ángeles. Kirkman afirma que en lo que a cómics se refiere, dejará de escribirlos el día que se lo encuentre aburrido. Es de suponer que la misma filosofía se extienda por igual a la serie de televisión y sepan detenerse cuando reconozcan los síntomas de desgaste, aunque sus productores afirman que lo tienen todo planeado hasta la duodécima temporada. En ese caso, solo hay que esperar que el síndrome del aburrimiento no lo sufra el público antes que ellos. Mucho peor que el canibalismo de los muertos en pantalla, a largo plazo nada es tan destructivo como una audiencia zombificada. De mala manera, claro está.
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