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Cambio climático y su impacto en el Caribe

by Rafael Méndez Tejeda
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En este artículo se presenta una breve descripción del origen del calentamiento del planeta tomando como punto de partida, en primer lugar, una visión geológica y, en segundo lugar, enfocándose en la influencia astronómica sobre el clima de la tierra. Finalmente, se realiza una discusión sobre los impactos (económicos y sociales) del fenómeno del cambio climático en el Caribe. 57 Para entender el influjo de nuestro planeta en el calentamiento global, abordaremos el tema desde dos puntos de vista. Primero lo haremos desde una visión geológica. En este caso, sabemos que la edad de nuestro planeta es aproximadamente de 4700 millones de años. Al comienzo, la Tierra era una masa en fusión de la que se desprendía una enorme cantidad de gases tóxicos.

Entonces no era posible la vida tal y como la conocemos hoy en día. Con el tiempo, las capas exteriores empezaron a solidificarse, pero el calor, procedente del interior, las fundía de nuevo. Finalmente, la temperatura bajó lo suficiente como para permitir la formación de una corteza terrestre estable. Al principio no existía la atmósfera, y la Tierra recibía muchos impactos de meteoritos. La actividad volcánica era intensa, lo que producía que grandes masas de lava salieran al exterior para luego enfriarse y finalmente solidificarse (Uriarte Cantolla, 2004). Esta actividad de los volcanes generó una gran cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) de origen natural, tales como dióxido de carbono, metano, vapor de agua, sulfatos, entre otros, cuya fuente proviene generalmente del centro de la Tierra, es decir, que tenían P un origen volcánico. Así se forman las capas superficiales de la corteza y la atmósfera de nuestro planeta; de estas erupciones, también se libera oxígeno e hidrógeno, que más adelante generará vapor de agua. Al ascender por la atmósfera los vapores se condensan y dan origen a las primeras gotas de lluvia. Al cabo del tiempo, con la corteza más fría, el agua de las precipitaciones se pudo mantener líquida en las zonas más profundas de la corteza, formando mares y océanos, es decir, la hidrosfera. El segundo punto de vista desde donde debemos partir para entender la evolución de la Tierra es la influencia que tiene la astronomía sobre la vida.

Si observamos los planetas, veremos que están divididos en dos grupos, los cuatro más cercanos al Sol (Mercurio, Venus Tierra y Marte) se llaman planetas térreos, debido a su similitud geológica con la Tierra. Estos planetas tienen una mayor masa sólida, mientras que los demás, que se encuentran después de Marte, son en general de origen más gaseoso (Júpiter, Saturno, Neptuno, Urano y Plutón). Al analizar los planetas térreos, observaremos que Mercurio prácticamente no tiene atmósfera debido a su cercanía al Sol. Mientras que Venus tiene una atmósfera gruesa y está compuesta de dióxido de carbono en un 96% (CO2 ), que lleva a que su temperatura promedio sea muy alta (aproximadamente 420 °C), Marte tiene una atmósfera muy delgada y fría, donde la presencia de CO2 es mínima y su temperatura media es de aproximadamente 50 °C. Sin embargo, nuestro planeta, el tercero de nuestro sistema solar, tiene apenas un 3% de CO2 y una temperatura media de 15 °C (Pollack HN, 1998).

Esto es un indicador importante de que el CO2 es un gas extremadamente fundamental en la temperatura media de los planetas. En la actualidad, se han sobrepasado los límites de contaminación. El Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) dio la alerta mundial sobre el problema que enfrentamos al llegar a 360 ppm (partes por millón de CO2 en la atmósfera). Hoy en día en La Parguera, un lugar aislado sin desarrollo industrial importante de Puerto Rico, se ha reportado que hay 404 ppm. La atmósfera de la Tierra La atmósfera de la Tierra está compuesta por una gran variedad de gases. Los más abundantes son el nitrógeno (78%) y el oxígeno (21%).

Nuestra atmósfera recibe la radiación del Sol en longitud de onda corta. Ahora bien, durante el proceso de enfriamiento terrestre, conocido como albedo, la Tierra irradia (se enfría) en longitud de ondas largas, pero, debido a la alta presencia de gases de efecto invernadero (GEI) de origen antrópico, la atmósfera impide la salida de esta radiación, es decir, retiene la radiación, acumulando grandes En la actualidad, se han sobrepasado los límites de contaminación 58 cantidades de calor tanto en la atmósfera como en los océanos y generando el conocido fenómeno de efecto invernadero.

Los GEI pueden tener dos orígenes: natural (generado por volcanes, pantanos, evaporación de los cuerpos de agua, etcétera) o antropogénico (generado por los seres humanos). Si no existieran los gases de invernadero de origen natural, el planeta sería 30 °C más frío de lo que es ahora.

En esas condiciones, probablemente la vida nunca hubiera podido desarrollarse. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en Marte. El aporte de los seres humanos al efecto invernadero, desde su llegada a la Tierra, había aumentado la temperatura del planeta aproximadamente en 3 °C hasta el siglo pasado. Sin embargo, solo en el último siglo esta aumentó 0.75 °C, lo que representa un incremento alarmante en tan poco tiempo. Dicho calentamiento ha acelerado los llamados fenómenos climáticos extremos (FCE). El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) lo define como un episodio, suceso o evento meteorológico que es raro o poco frecuente, según su distribución estadística. En la actualidad, la humanidad está experimentando una serie de fenómenos climáticos extremos (huracanes, tormentas, lluvias intensas, nevadas, olas de calor y de frío, sequías, entre otros) que ocurren en un mundo diferente del que conocieron nuestros abuelos. La temperatura media de la atmósfera ha aumentado 0.75 °C en menos de un siglo. Los océanos también se están calentando y el hielo polar se está derritiendo a un ritmo acelerado, al igual que muchos glaciares. Las inundaciones producidas por las abundantes lluvias, la nieve intensa, los incendios forestales y los deslizamientos de tierra se han vuelto más frecuentes y los períodos secos son cada vez más prolongados.

El aumento de estos fenómenos climáticos está afectando grandemente la flora y la fauna de todo el planeta y muy severamente a la región tropical. Es importante señalar que, al aumentar las temperaturas de los océanos y mares tropicales, se produce una mayor evaporación, lo que genera una mayor cantidad de nubosidad que, al ser distribuida por la circulación atmosférica en toda la primera capa de la atmósfera (troposfera), producirá en los trópicos lluvias de mucha intensidad, pero de corta duración, mientras que en las altas latitudes se precipitó en forma de nieve, causando frentes fríos y grandes nevadas. Por eso, los inviernos tenderán a ser más intensos y los veranos cada vez más cálidos, de acuerdo con los pronósticos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Por ejemplo, en Estados Unidos se están registrando récords de temperaturas máximas con una frecuencia de más del doble que los de temperaturas mínimas y se han observado patrones similares en todo el planeta. En el año 1950, la relación entre días de calor y días de frío era de un día de calor por cada 1.09 días de frío. Ya en el año 2000 la relación ha cambiado totalmente y se reporta que por cada día de frío tenemos 2.04 días de calor (Meehl et al., 2009). Esta tendencia aumentaría si el análisis se extiende al 2014. De acuerdo con la OMM, desde que se tienen registros históricos (1880) de temperaturas medidas con instrumentos, los 10 años más cálidos corresponden al siglo XXI, siendo el 2016 el año más cálido de ese registro. Esta organización, después de haber reunido los principales conjuntos de datos mundiales, observó que la diferencia de temperatura entre los años más cálidos era tan solo de varias centésimas de grado, o sea, menor que el margen de incertidumbre. Las temperaturas medias mundiales del aire sobre la superficie terrestre y la superficie del mar en el 2014 fueron superiores en 0.57 °C a la media a largo plazo de 14 °C del período de referencia 19611990.

Hace más de 20 años que los pronósticos climáticos vienen planteando diversos escenarios sobre el clima del planeta, pero todos han coincidido en que los fenómenos extremos van a aumentar en frecuencia e intensidad, por lo que es inminente la preparación para lo que vendrá. Por otro lado, se han producido anomalías climáticas Los inviernos tenderán a ser más intensos y los veranos cada vez más cálidos 59 estacionales en numerosas partes del mundo, tales como la Niña o el Niño (Caviedes 2001), aunque resulta difícil atribuir explícitamente la causa de un fenómeno meteorológico extremo al fenómeno (el Niño o la Niña) sin tener en cuenta la influencia de otros factores. Actualmente, se están llevando a cabo nuevas investigaciones para establecer de manera concluyente si el cambio climático provocará episodios más frecuentes e intensos que el Niño y la Niña. Algunos investigadores han descubierto que en las últimas dos décadas la frecuencia y la intensidad de estos fenómenos se ha incrementado en comparación con las primeras décadas del siglo XXI. De acuerdo a sus hallazgos, la relación entre la intensidad de estos fenómenos extremos es sólida. Se estima que los océanos han absorbido alrededor de 20 veces más calor que la atmósfera durante el último medio siglo, provocando temperaturas más altas en aguas superficiales y profundas. El tener una temperatura de los océanos más alta es sinónimo de mayor combustible para la formación de ciclones tropicales de mayor intensidad. James E. Hansen y Makiko Sako sostienen la hipótesis de que existe una relación positiva entre la intensidad de los ciclones tropicales y la temperatura superficial de los océanos. Efectos en el Caribe Cuando estudiamos los impactos del cambio climático es preciso señalar que los fenómenos climáticos extremos causarán enormes daños en la economía del Caribe. En los últimos años, hemos perdido cientos de miles de metros de playa y costa debido a la erosión costera, generada por los sistemas ciclónicos y los frentes fríos. Todo esto ha afectado el turismo, la pesca y los ecosistemas marinos en general. De igual forma, la agricultura y la ganadería se han visto perjudicadas por las sequías y las precipitaciones intensas que causan grandes inundaciones. En el caso de la sequía, esto contribuye a un aumento de los incendios forestales (Méndez Tejeda y otros, 2016), olas de calor y sus efectos en la salud (Méndez Lázaro y otros, 2015 y 2016), y a la pérdida de cientos de hectáreas de terrenos anualmente. El área de la salud también se ha visto impactada debido a que algunas especies de insectos, en especial los mosquitos, que transmiten enfermedades tales como el dengue, el zika, el chikunguña, etc. (Sharp 2013) están haciendo de las islas su hábitat. Por otro lado, la presencia del polvo 60 del Sahara (Prospero y MayorBracero, 2013) y el aumento de los hongos y esporas afectan a la salud grandemente. Los estudios realizados para la tendencia de temperaturas en el Caribe demuestran que la temperatura de 1950 al 2015 ha aumentado aproximadamente en 2.43 °C (Peterson, 2002; Jury, 2015; Jone et al., 2015; Méndez Tejeda, 2017). En el caso de Puerto Rico, Méndez y Tejeda reportan que el número de noches cálidas (temperatura mayor de 32 °C) ha aumentado desde la década de 1950 hasta el 2010; por cada día cálido en 1950 se tenía 1.79 día frío (temperatura menor de 15 °C), y ya para el 2010 por cada día frío se tienen 3.18 días cálidos, es decir, aproximadamente el doble. Para la región, el aumento de la temperatura máxima es de 0.024 °C/año, mientras que la temperatura mínima es de 0.252 °C/año, lo que nos indica que esta tiene una mayor tendencia al aumento que la temperatura máxima, lo que es un indicador de la retención de calor que se está dando en la atmósfera de la Tierra. Estas tendencias de las temperaturas tendrán serias consecuencias económicas y sociales en el Caribe, ya que la zona de temperatura de confort para el turismo es de 24° C a 26° C (Lise y Tol, 2002). Esta zona de confort se está perdiendo en el Caribe y se está trasladando a latitudes medias, lo que implicaría una disminución de la cantidad de turistas que seleccionan el Caribe como destino. Aun cuando no es posible cuantificar todas las consecuencias de este fenómeno climático, la actitud más sensata debe ser la de prevenir. El IPCC, organismo que evalúa el impacto del fenómeno en cuestión, aconseja, en primer lugar, educar a la ciudadanía para que haga un uso más eficiente de la energía. También recomienda utilizar energías renovables, reducir, reciclar y reutilizar, lo cual produciría una disminución del consumo de combustibles fósiles y, por lo tanto, de nuestro aporte de CO2 a la atmósfera. Todo esto con el propósito de prevenir y mitigar el impacto. La reforestación es vital para aumentar los medios naturales de eliminación del GEI. En cualquier caso, lo importante es ser conscientes de cómo, en muchas ocasiones, nuestras acciones individuales influyen tanto sobre la atmósfera como sobre la vida del planeta. Los modelos climáticos regionales prevén un aumento acelerado del nivel del mar y un clima más cálido, seco y variable, con episodios más frecuentes de sequía y tormentas intensas.

Se espera que patrones de lluvias inciertos y cambiantes agraven la problemática actual de escasez de agua y erosión del suelo. Recientemente, el Caribe experimentó sequías severas seguidas de lluvias extremas que impactaron notablemente la agricultura y la ganadería. Asimismo, cambios climáticos en otras regiones del mundo (tales como el Niño/Niña, frentes fríos, etcétera) podrían afectar la provisión de alimentos y la seguridad alimentaria en el Caribe. Estos factores globales y locales influyen en las decisiones de uso y manejo de las tierras agrícolas y forestales. Por ello, los desafíos para los gobiernos y sus ciudadanos en el Caribe respecto al cambio climático y sus efectos deben tomar en cuenta los fenómenos extremos (lluvias intensas, sequías, huracanes, incendios forestales, aumento de las enfermedades producidas por insectos, entre otros), los problemas con los recursos hídricos (manejo del recurso de agua, impacto agrícola, seguridad alimentaria) y el aumento del nivel del mar y cambio en la acidez de los océanos (erosión costera, acidez de arrecifes, disminución de la pesca, impacto en el turismo).


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