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Chile: nuevo destino de la diáspora dominicana

by Frank Báez Evertsz
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Entre los años 2005 y 2015 un número creciente de dominicanos ha emigrado a Chile, con lo que esta nación ha pasado a ser el destino alternativo más reciente de la migración dominicana. Los migrantes dominicanos conforman apenas una reducida fracción de la inmigración total en Chile, aunque constituyen uno de los nuevos colectivos y de los de mayor dinamismo. La emergente comunidad dominicana tiene un predominio de las mujeres, se concentra en alto grado en la región metropolitana de Santiago de Chile y sobre todo se incorpora a nichos ocupacionales del sector servicios. En la breve trayectoria de la dinámica migratoria se distingue una fase de rápida expansión (2005-2012) seguida de una fase de descenso (2013-2014) en la migración en situación regular, de modo que el curso migratorio futuro habrá de dilucidar si Chile se convertirá de rumbo ensayado a destino cuantitativamente importante de la diáspora dominicana.

Los emigrantes dominicanos han ensayado recurrentemente la búsqueda de nuevos destinos, alternativos a la mayoritaria expansión migratoria hacia Estados Unidos, sobre todo a partir de la gran oleada del período 1985-1995. Entonces se inició el auge emigratorio laboral a España, Italia y otros países de Europa, la expansión migratoria hacia diversas islas del Caribe, Panamá y, más tarde, a la Argentina. La actual migración dominicana a Chile constituye el más reciente episodio del proceso de diversificación de destinos de la diáspora dominicana. 

Hasta hace pocos años la presencia dominicana en Chile se restringía a un reducido grupo, compuesto sobre todo de profesionales, técnicos y estudiantes, como atestiguan los censos de población chilenos. El censo de 1970 registró 80 personas nacidas en la República Dominicana; el de 1982, apenas 78; el de 1992, 126, y el del 2002, 281 personas; además, en ese último año el censo dominicano determinó que 625 chilenos vivían en el país. A partir del segundo quinquenio de la primera década del presente siglo, en cambio, ha acontecido un dinámico proceso de asentamientos que ha ido forjando una vigorosa y laboriosa comunidad de dominicanos radicados en Chile, la cual ya ha empezado a ser visibilizada en sus diversas expresiones laborales y socioculturales como uno de los más recientes flujos inmigratorios hacia esa nación, dentro del proceso de cambio como país de acogida de inmigrantes.  

La transformación migratoria chilena

Chile ha experimentado una importante transformación migratoria en el contexto de los cambios sociopolíticos de la transición desde la dictadura militar hasta la consolidación democrática y el dinamismo de la economía chilena. Durante la segunda mitad del pasado siglo mantuvo una baja y declinante inmigración, reduciéndose en un 20% el volumen de población extranjera registrada entre 1960 y 1982, al pasar de 104,800 a 83,800 en esos años, y caer la proporción de inmigrantes en la población de 1.4% a 0.7%. El asentamiento de chilenos en el exterior fue constante, sobre todo en las décadas de 1970 y 1980, estimándose en 489,000 la diáspora chilena en 1990,1 equivalente al 3.7% de la población del país y 4.6 veces mayor que el volumen de inmigrantes radicados en el mismo, de modo que entonces cabría definir a Chile más bien como un país de emigración. 

La situación empezó a variar en la década de 1990 al recibir Chile un importante influjo inmigratorio de alrededor de 90,000 inmigrantes, según la variación intercensal, el cual fue considerado por el CELADE como la inmigración «más voluminosa que haya recibido Chile en su historia reciente, si bien su incidencia relativa es pequeña (apenas equivale al 1% de la población del país)».2 Durante los años transcurridos del siglo XXI la inmigración ha continuado en progresivo aumento. En efecto, aunque el censo del 2012 fue cuestionado y sus resultados no se divulgaron, los estimados elaborados por el Departamento de Extranjería y Migración (DEM) sitúan el volumen de inmigrantes en 305,000 para el 2010 y en 410,000 para el 2014.3

En términos relativos, como proporción de la población, la inmigración es aún relativamente baja, del orden del 2.3%. De otra parte, el monto de los chilenos radicados en el exterior se estima que era de 612,000 en el 2015, es decir, un 1.5 mayor que el volumen de inmigrantes, lo que indica que las brechas entre población emigrada y población inmigrante se han ido reduciendo, como un reflejo de que los flujos de emigrantes chilenos han tendido a ser más reducidos que los flujos de inmigrantes hacia ese país. En las últimas décadas, como es ampliamente reconocido, Chile ha vivido una transformación migratoria que marca la transición de país de emigración a país de inmigración, recorriendo el ciclo aún en marcha transitado por algunos países, entre los cuales España constituye el referente más cercano.

La mayoría de la inmigración actual procede de los países de América del Sur, el 75% del total de inmigrantes, y sobre todo de los países limítrofes con Chile: Perú (31.7%), Argentina (16.3%) y Bolivia (8.8%). Los inmigrantes dominicanos constituyen una muy reducida fracción del total, aunque su incremento relativo es notorio, al partir de bajos niveles absolutos en los años previos a la expansión. 

Cifras de la inmigración dominicana 

La migración dominicana hacia Chile se ha activado condicionada por la situación de relativo estancamiento de la migración a España y otros países de Europa a partir de la crisis del 2008, favorecida por la exención de visado de entrada a Chile e impulsada por la existencia de nichos laborales de inserción y las redes migratorias trasnacionales.  

Resulta difícil señalar montos aceptables sobre la presencia dominicana actual en Chile ya que, como se señaló, los resultados del censo del 2012 no fueron divulgados y en los estimados del DEM solo se identifican las diez comunidades cuantitativamente principales, mientras que todos los demás colectivos se incluyen en el renglón «otros». No obstante, es posible obtener una aproximación a la dinámica y cuantía de la inmigración dominicana en situación regular a partir de los datos sobre los permisos de residencia otorgados.

De acuerdo a las reglamentaciones chilenas vigentes,4 además de las visas de turismo existen los permisos o visados de residencia temporal y definitiva. La residencia temporal comporta tres modalidades: sujeta a contrato, temporaria y de estudiantes. La residencia sujeta a contrato se otorga con fines laborales, con la acreditación de un contrato de trabajo con un empleador determinado y tiene vigencia de hasta dos años, prorrogable. La residencia temporaria se concede por diversos motivos (vínculos con chilenos, profesionales y técnicos, inversionistas y otros) y tiene una vigencia de un año, con una sola renovación. El permiso de permanencia definitiva permite la radicación indefinidamente y la dedicación a cualquier actividad lícita. El titular de un permiso de residencia sujeto a contrato puede solicitar la permanencia definitiva al cumplir dos años de residencia y un año en el caso de un titular de permiso temporario. Los dominicanos obtienen mayoritariamente residencia sujeta a contrato (alrededor del 72% de los que accedieron a residencia temporal para el período 2008-2013). 

Puede observarse en el gráfico 2 que el número de residentes temporales dominicanos (total de residentes bajo contrato, temporarios y estudiantes) empezó a crecer lentamente entre el 2005 y el 2009, y a partir del siguiente año su incremento fue notable, hasta alcanzar su pico en el 2012; mientras que el número de dominicanos con permanencia definitiva solo aumentó de forma significativa a partir de ese último año y de modo notable en el 2014, al llegar a 1,067. Los datos disponibles para el 2013 y el 2014 revelan, en contraste, un fuerte descenso en las cifras de residentes temporales, del orden del 41.7% respecto al 2012. Una parte importante de este descenso obedeció a la dinámica de acceso a la residencia definitiva por parte de personas que antes tenían residencia temporal, conforme a lo señalado. No obstante, los montos que resultan de las sumas de residentes temporales y definitivos para esos años muestran un reducción apreciable respecto al 2012, lo que estaría indicando dos situaciones.  

Primero, el flujo de entrada registrada y regular de dominicanos declinó en esos años, marcando una reorientación de la tendencia expansiva mostrada hasta entonces. Así, de acuerdo a las estadísticas compiladas por el Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR), con las que hemos  Primero, el flujo de entrada registrada y regular de dominicanos declinó en esos años, marcando una reorientación de la tendencia expansiva mostrada hasta entonces. Así, de acuerdo a las estadísticas compiladas por el Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR), con las que hemos elaborado el gráfico 3, el monto de turistas dominicanos que entraron a Chile experimentó una fuerte caída entre el 2012 y el 2014, un descenso del orden del 56.3%. Puede apreciarse también en el gráfico una tendencia a la recuperación durante el 2015, aunque el monto se sitúa en niveles anteriores al 2009. El descenso del flujo de entradas de dominicanos con fines «turísticos» se asocia directamente con la imposición de parte de Chile del requisito de visado, que entró en vigor el 1 de septiembre del 2012. Debe señalarse que la imposición del visado para los nacionales dominicanos se ha hecho general en los países del Cono Sur, ya que el requisito de visado por parte de Argentina entró en vigor un mes antes, en agosto de ese año,5 y por parte de Uruguay en julio del 2014.6 

En segundo lugar, podría establecerse que tendieron a fortalecerse los patrones de irregularidad, tanto por vía de las entradas clandestinas no registradas como por la caída en la irregularidad de una parte de los inmigrantes, por no poder renovar los permisos temporales.7 Así, se hicieron más frecuentes las noticias sobre la migración clandestina de dominicanos, y de otra parte, el número de infractores dominicanos por cuestiones migratorias subió de 474 en el 2013 a 813 en el 2014. En general, se reconoce que el mecanismo del visado de entrada tiene incidencia, a través de sus requisitos, en la dinámica de los flujos y en su composición, en esto último por vía de la selectividad de perfiles socioeconómicos que impone; pero también puede, de modo indirecto y no intencionado, fortalecer las redes del tráfico de migrantes y la migración clandestina y tornar más elevados sus costos y riesgos. Ambos efectos se han hecho evidentes en la migración dominicana a Chile en esta fase y aún es temprano para determinar su incidencia de conjunto en la dinámica migratoria hacia ese país.8

Con respecto al volumen de dominicanos radicados en Chile, es posible, al menos, establecer un estimado mínimo de la población regular a partir de las cifras presentadas, considerando para un año determinado el conjunto de residentes temporales y el total acumulado desde el 2003 de residentes definitivos. En el gráfico 4, en el  que se presentan esos estimados para 2010-2014, puede observarse que en los últimos años con cifras disponibles el volumen se sitúa en alrededor de 5,000 personas. Para el 2015 cabría esperar un aumento en el número, si se considera el repunte de las entradas y las tendencias previas de acceso a la residencia definitiva, lo que en una simple proyección lineal situaría el número estimado en alrededor de 6,000.  

Se trata, en todo caso, del total estimado de migrantes en situación regular, y no de la presencia total de dominicanos; y aun aquel monto podría ser considerado un estimado mínimo, pues no incluye migrantes con residencia definitiva anterior al año considerado, a naturalizados chilenos y a portadores de permisos bajo contrato vigentes que no tenían que renovar en el año dado.

Sobre la presencia total de dominicanos, regulares e irregulares, es arriesgado establecer cifras. Los inmigrantes, como suele suceder, tienden a sobrevalorar el volumen del propio colectivo. En mis entrevistas hablaban de 20,000, 25,000 y hasta de 30,000. Los parámetros examinados antes inclinarían a cifras más modestas. El registro de inmigrantes que se lleva en el área consular de la Embajada dominicana en Chile ascendía a poco más de 7,000 personas en abril del 2015, pero en el mismo se registran solo los que acuden a la sede y desean hacerlo, pues la inscripción es de carácter voluntario. Pablo Maríñez, embajador dominicano en Chile y destacado profesional de las ciencias sociales, estima que el total de inmigrantes dominicanos en Chile puede situarse entre 10,000 y 15,000 mil.9 El rango inferior del estimado me parece más apropiado como aproximación a dicho volumen, equivalente al 2.5% del total de inmigrantes en Chile, al 0.7% del total de la emigración dominicana en todos los destinos y a alrededor del 2.8% de la emigración dominicana en los otros destinos alternativos.10

Rasgos de la inmigración dominicana  

Debido a la emergencia reciente de la inmigración dominicana en Chile, no resulta extraña, aparte de noticias y reportajes, la ausencia de estudios sistemáticos sobre esta comunidad de migrantes.11 En lo que sigue, solo pretendo ilustrar brevemente algunos rasgos básicos del colectivo, basándome en las estadísticas del DEM y las entrevistas que hice a varios inmigrantes dominicanos.12

Como en otros contextos, las mujeres predominan en la migración dominicana a Chile, representando el 70.2% de los migrantes, al considerar las cifras agregadas de permisos de residencia entre 2011-2013 –lo que revela un índice de feminización más alto que el correspondiente al total de inmigrantes en ese país, de alrededor del 53%–, aunque se aprecia un ligero aumento de la participación relativa de migrantes hombres, que subió del 26.5% al 30.9% en esos años.

Cerca del 80% de los migrantes dominicanos se concentran en la región metropolitana de Santiago de Chile, si bien se encuentran pequeños contingentes de dominicanas y dominicanos en todas las regiones de esa nación. Entre ellas, se registran asentamientos de relativa importancia de dominicanos en Magallanes (el 4.1% de los migrantes dominicanos), Coquimbo (3.6%), Antofagasta (3.3%), Valparaíso (3.1%) y Atacama (1.5%).

En el área de Santiago de Chile, en cambio, los patrones de asentamiento de los migrantes parecen ser más diversificados. Al preguntar a las personas entrevistadas sobre el lugar donde suelen vivir los dominicanos, señalaban diversas comunas, entre ellas Renca, Estación Central, Cerro Navia y Recoleta. Existen varios restaurantes y establecimientos de servicios de dominicanos, como peluquerías y talleres de mecánica; y pude conocer a una persona que se dedica a la comercialización de algunos productos dominicanos, muy demandados por los migrantes. La situación, no obstante, dista mucho de remitir a la emergencia, por lo menos aún, de un enclave étnico de contornos definidos, a la manera ilustrada en la literatura general de las migraciones y de la migración dominicana en particular.

Respecto a la procedencia local en la República Dominicana, los indicios parecen apuntar hacia cierta diversificación. Los entrevistados señalan que la mayoría procede de Santo Domingo San Cristóbal y de la región norte del país. De los entrevistados, tres procedían de San Cristóbal (Hato Damas y Cambita), dos de Santo Domingo (Distrito Nacional y Santo Domingo Este), uno de Mao y otra de Santiago Rodríguez. Excepto uno, los entrevistados llegaron a Chile antes de la imposición de la visa de turismo, llevan residiendo en el país entre tres y siete años y ya disponen de residencia definitiva. Mientras que el otro llegó a principios del 2014, «por atrás», como dicen refiriéndose a los que entran de modo clandestino por la frontera norte.

Se reconoce que solo una fracción de los migrantes se desempeña laboralmente en la construcción, la industria y como profesionales y técnicos, mientras que la mayoría está incorporada a las diversas actividades del sector servicios, sobre todo al servicio doméstico, que ha sido el nicho laboral más importante para las dominicanas. La expansión económica chilena y la elevada tasa de participación femenina en el mercado laboral generan una amplia demanda de trabajadoras domésticas, entre los sectores medios y altos, una parte importante de la cual es cubierta por migrantes, sobre todo peruanas y bolivianas.  

La modalidad de trabajadoras contratadas para vivir en el hogar los días de la jornada se designa «puertas adentro», mientras que la expresión «puertas afuera» alude a la situación de aquellas que asisten en un horario determinado de lunes a viernes o por días. Los salarios fluctúan entre el equivalente a unos 700 dólares al mes en la primera modalidad y 500 y 600 dólares en la segunda. Se trata de un sector bastante regulado en el que existen diversas agencias, tanto de carácter empresarial como asociaciones sin fines de lucro, que ofrecen el servicio de intermediación.

De las mujeres entrevistadas, tres se desempeñaban como trabajadoras del hogar. Elsa consiguió su trabajo por medio de una asociación de intermediación de carácter religioso, a poco tiempo de llegar, en el 2010; desde entonces permanece con la misma familia –ambos profesionales con dos niños– bajo la modalidad de «puertas adentro» y señala que la tratan muy bien. Su esposo ha ido a Chile de visita en dos ocasiones y están haciendo los trámites para su residencia. Por esa misma época llegó Josefina, que tenía a una prima y una cuñada residiendo en el país, quienes la ayudaron a instalarse. Trabaja bajo la modalidad de «puertas afuera», también para la misma familia desde que llegó. Más que la reunificación familiar, su interés primordial ahora es ayudar a terminar la vivienda que construyen en su natal Cambita; envía cada mes entre 10,000 y 12,000 pesos «de los de allá», dice, para significar que se trata de pesos dominicanos. El trabajo del hogar es duro y complejo en el nivel de relaciones interpersonales que involucra, aspectos que resalta Elisa en su relato. Señala que si bien el salario es alrededor de tres veces mayor que el dominicano deben hacerlo todo en la gestión del hogar: limpiar, lavar, preparar los alimentos y cuidar a los niños. Sobre el trato recibido, dice: «es humillante, no digo que todos, pero humillan mucho a los extranjeros». 

De las otras mujeres entrevistadas, Grecia trabaja de camarera en un restaurante y Sonia en una cafetería. El salario de base diario, señala Grecia, es equivalente a unos 17 dólares, aparte de las propinas, lo que marca la diferencia, aunque agrega que «la vida aquí es muy cara, todo está más caro ahora». Sonia, la que más tiempo  tiene en Chile, pues arribó a principios del 2008, cuenta que se desempeñó primero como trabajadora del hogar pero que ya tiene varios años trabajando como camarera, gana más y se siente con más independencia.

Germán tiene una peluquería en el sector de Estación Central, en la que trabaja con su socio chileno. Procedente del Distrito Nacional, donde trabajaba en una clínica, al llegar a Chile laboró en una peluquería y luego, con esfuerzos y préstamos ya pagados, pudo montar la suya. El joven saca su celular y me muestra con orgullo fotos de la peluquería y de los estilos de los cortes que realizan. «Me ha ido bien, se gana bien» dice, y casi sin interrupción comienza a detallar los costos en que incurre por la vivienda en que vive, junto a su esposa y su hija nacida en Chile, no muy lejos del sitio de trabajo: alquiler, gastos comunes del lugar, luz, agua y otros. Isidro ha realizado varios trabajos de ocasión, precarios, dada su situación de irregularidad; trabajó en construcción y ahora lo hace en un restaurante, en el área de cocina. En su provincia natal, Valverde, era tractorista y trabajó para la bananera Plantación del Norte. 

De las políticas de migración

Ante los cambios inmigratorios que ha experimentado Chile como país de acogida, se han ido propiciando reformas necesarias para la adecuada gestión de las migraciones, aunque quizás no con la celeridad y alcances que dichos procesos ameritarían. En 1998, durante el gobierno de Eduardo Frei, se realizó un proceso de regularización de inmigrantes denominado amnistía provisoria, que benefició a unos 22,000, principalmente de Bolivia (16,764) y de Perú (2,116). Diez años después, en el 2007, se abrió otro proceso de regularización durante el primer gobierno de Michelle Bachelet, al que podían acceder inmigrantes irregulares de países determinados, que habían ingresado antes de octubre del 2007. Entonces se regularizaron 46,000 inmigrantes, la mayoría en esa ocasión de Perú (32,406), seguido por Bolivia (6,028), mediante el otorgamiento de una visa temporaria de un año, pudiendo solicitar la renovación de acuerdo a las normas vigentes. En la resolución que dispuso la regularización (resolución exenta No. 36339) se incluyó a los nacionales de la República Dominicana dentro de los calificados para acceder a esta, por lo que se beneficiaron de este proceso 150 inmigrantes dominicanos.13

Desde hace varios años las asociaciones de migrantes, organizaciones no gubernamentales y entidades académicas y de investigación han propugnado una nueva regularización inmigratoria y reformas legislativas e institucionales. Dado que, como se señaló, en los últimos años ha tendido a incrementarse la irregularidad migratoria entre la comunidad dominicana, de efectuarse un nuevo proceso de regularización podría beneficiar de modo apreciable a nuestros compatriotas. Sectores importantes de Chile, no obstante, se oponen a la continuidad de lo que entienden un ciclo de regularizaciones «cada diez años». De otra parte, las autoridades gubernamentales otorgan mayor prioridad al avance en cambios relativos a la gestión pública de las migraciones, entre ellos la reforma de la normativa vigente, que a un nuevo proceso de regularización. 

La renovación de la reglamentación vigente es una de las reformas pendientes en materia migratoria, ya que la ley de extranjería y su reglamento datan de la época de la dictadura militar y requieren de adaptaciones a las nuevas realidades. La presidenta Bachelet, en su instructivo presidencial número 5, del 6 de noviembre del 2015, propuso un marco operativo de referencia para efectuar adelantos hacia el establecimiento de un sistema nacional de migración, fortalecer la institucionalidad de la gestión migratoria y avanzar en la actualización de la legislación vigente, señalando que la misma «no incorpora las lógicas de inclusión, la dimensión de derechos y la cooperación». Un aspecto de la normativa vigente que ha generado permanentes críticas tiene que ver con la visa sujeta a contrato, a la que con mayor frecuencia tienen que acceder las dominicanas y dominicanos. En la medida en que esta supedita a los trabajadores a la persona de un empleador, puede generar diversas vulneraciones de derechos y es una fuente estructural de los ciclos de irregularidad migratoria.14

Los cambios legislativos que están por concretarse podrían contribuir a remediar situaciones de este tipo, así como también –sobre todo en el caso de que el cambio legislativo no se acompañe de un nuevo proceso de regularización– a abrir cauces normativos viables para evitar o aminorar las recaídas recurrentes en la irregularidad migratoria y su incremento. En este último sentido cabe señalar, a modo de indicación comparada, que algunos procesos de reforma de la legislación migratoria, si bien han modernizado la normativa en diversas e importantes dimensiones de la gestión de las migraciones, han tornado la nueva legislación más restrictiva que la anterior en lo relativo a la lógica de inclusión social de los inmigrantes basada en una permanencia estable regular –y en esto la reforma dominicana de la ley de migración y su reglamento ofrecen un penoso ejemplo singular–.

Se considera que la reglamentación chilena vigente, independientemente de las prácticas institucionales, garantiza el acceso flexible y rápido de los migrantes a la permanencia definitiva. Como se ha visto en este trabajo, los migrantes dominicanos han empezado en los últimos años a acceder a la permanencia en número apreciable. La normativa establece –como se señala en ocasiones de forma crítica– cierta obligatoriedad para la permanencia de largo plazo (artículo 31, para el caso de los inmigrantes con visado temporario); pero es de esperar que con la reforma de la ley, que parece inminente, no se establezcan limitaciones de consideración a la permanencia de largo plazo, acentuando una política migratoria que otorgue primacía al modelo de las migraciones temporarias.

En definitiva, la patria de Pablo Neruda y Salvador Allende se ha convertido en los últimos ocho o diez años en uno de los destinos migratorios más recientes y dinámicos de los dominicanos, quienes han conformado allí una comunidad activa y emprendedora, aunque su volumen es aún reducido. Informes de las autoridades y reportes de la opinión pública chilena han destacado hasta ahora la rápida expansión relativa de la migración dominicana, pero poco se advierte sobre el cambio en su ritmo acontecido en los últimos tres años. ¿Se encuentra la migración dominicana hacia Chile ante la encrucijada de la continuidad del ritmo declinante, la desaceleración hacia el estancamiento, o bien la reactivación migratoria? Mi impresión es que la migración dominicana seguirá en ciclo expansivo, aunque a ritmo más atenuado y enfrentando mayores restricciones que en la fase inicial; pero quizás la respuesta más sensata, y en todo caso genérica, sería que el curso migratorio futuro dependerá de diversos factores –incluidas las políticas chilenas de migración– y podrá ser verificado en los próximos años.  

Notas 

1 La estimación de la emigración chilena en 1990, y más adelante en el texto, para 2015, se ha tomado de United Nations, DESA, PD: «Trends in international migrant stock: migrants by destination and origin» (database, stock/rev.2015). 

2 CELADE, «Observatorio demográfico: migración internacional», Santiago de Chile, 2006, p. 22. 

3 DEM, «Migración en Chile: 2005-2014», p. 21. En el Informe Anual del DEM (2010), se estimaba el volumen de la inmigración en el 2009 en 352,344, de modo que en el informe citado en el texto se revisó a la baja el anterior estimado. 

4 Decreto ley 1,094, que establece Normas sobre Extranjeros en Chile, promulgado en fecha 14-7-1975, y decreto 597, que crea el Reglamento de Extranjería, promulgado en fecha 14-6-1984. 

5 Argentina incluyó a la República Dominicana entre los países que requieren visa de turismo por medio de la resolución No. 23 del 19 de junio del 2012 del Ministerio del Interior y Transporte, bajo la motivación de que nacionales de ese país entraban como turistas, desempeñaban trabajos remunerados y excedían los plazos de estadía otorgados. En enero del 2013 se inició la implementación del «régimen especial de regularización migratoria para dominicanos» (ordenado por la disposición No.1/13 de la Dirección Nacional de Migración –DNM–), que beneficiaba a los dominicanos solicitantes radicados antes de agosto del 2012, bajo requisitos dados, con una residencia temporaria de un año, prorrogable y con posibilidad de cambio de categoría migratoria, de acuerdo a la normativa vigente. El plazo para las solicitudes fue de seis meses y se efectuaron 2,100 trámites de dominicanos, según consta en la memoria del 2013 de la DNM. 

6 Es poco conocido en nuestro país que se ha generado una muy reciente expansión migratoria dominicana hacia Uruguay a partir del 2012, al parecer como reorientación subregional de flujos condicionada por las imposiciones de visado en Argentina y Chile. Escasos dominicanos residían en Uruguay hasta entonces: el censo del 2011 apenas registró 50 nacionales dominicanos (el anterior de 1996 registró 57) y las estadísticas de entradas y salidas que ofrece la Dirección Nacional de Migración de ese país muestran saldos mínimos, y a veces negativos, en el movimiento de dominicanos entre el 2005 y el 2011. En el año 2012 el saldo neto positivo fue de 147 y en el 2013 de 768 dominicanos; en el 2014 entraron 2,889, pudiendo estimarse el saldo (en el portal de la DNM no se ofrece la cifra de las salidas de ese año) en 1,187, con lo que se tendría una radicación neta total de 2,102 dominicanos entre los años 2012 y 2014. La súbita emergencia de la presencia de dominicanos generó alarma en las autoridades y opinión pública uruguayas, lo que es probable que sirviera de base motivacional de la subsecuente eliminación de la exención de visado. 

7 Otro factor que pudo tener incidencia es que el número total de permisos de residencia bajo contrato otorgados –a los que más acceden los dominicanos– se mantuvo estancado en 2013-2014, en contraste con los años anteriores, Ver DEM, ob. cit. p. 32. 

8 Debe señalarse que la expansión migratoria dominicana no justificaría, por lo menos de modo exclusivo, la decisión chilena de imponer el visado de entrada, ya que otros colectivos han mostrado expansiones más o menos semejantes, y frecuentemente se cita a colombianos y haitianos a este respecto. La migración haitiana a Chile inició su expansión después del terremoto del 2010 que devastó Haití. De acuerdo con las estadísticas del SERNATUR, en ese año entraron a Chile 820 turistas haitianos, cifra que subió a 1,215 en el 2012 y a 4,087 en el 2014; en el 2015 se registró un flujo de entrada extraordinario de turistas haitianos que totalizó 13,112 personas, cantidad superior a todas las entradas acumuladas de dominicanos durante 2012-2015. 

9 Maríñez señala, de otra parte, el aumento en la afluencia de dominicanos a la embajada en años recientes: en la actualidad acuden entre 30 y 40 por día, mientras que antes la asistencia era de alrededor de 10 por día. Acuden para tramitar la renovación de pasaportes, la obtención de certificados de antecedentes penales, realizar certificaciones y legalizaciones diversas y procurar información y asesoramiento de diferentes tipos (Entrevista, 14-4-2015). Agradezco al Dr. Pablo Maríñez y a Claudia Blonda, Ninotchka Torres y Paola Reyes por las informaciones y orientaciones sobre el sistema migratorio chileno y la migración dominicana en ese país. 

10 La emigración dominicana total (nacidos en la República Dominicana y residentes en otros países) en el 2015 se estima en 1,405,900, y de ese total, alrededor de 385,100 los residentes en destinos alternativos. 

11 Hasta ahora solo he encontrado un estudio que trata sobre el colectivo dominicano en Chile, conjuntamente con el colombiano y haitiano. Es el siguiente: Valenzuela Jeldes, P., Riveros Quinteros, K., y otros: «Integración laboral de los inmigrantes haitianos, dominicanos y colombianos en Santiago de Chile», Revista Antropologías del Sur, n.o 2, 2014. La filial chilena de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), a solicitud de la Embajada dominicana en Chile, tiene planeado efectuar un estudio sobre la migración dominicana; tuve la oportunidad de reunirme con técnicos de esa entidad que me informaron sobre los alcances y metodología de la investigación planeada, que se realizará en coordinación con la Universidad de Chile. 

12 Durante mi corta estadía en Santiago de Chile conversé con varios dominicanos sobre cuestiones relativas a la migración. Pude entrevistar, además, de modo más sistemático a siete inmigrantes de los que acudían al área consular de la embajada, cinco mujeres y dos hombres; los nombres que cito en el texto son ficticios, en atención a la confidencialidad individual. 

13 Las cifras de los totales de regularizados en 1998 y 2007-2008 y de los dos principales colectivos de inmigrantes beneficiados han sido tomadas de Adriana Alfonso, La experiencia de los países suramericanos en materia de regularización migratoria, OIM, Buenos Aires, 2013, pp. 50- 51. El número de dominicanos regularizados en 2007- 2008 aparece en el cuadro detallado que ofrece Algacir Munhak, «Juventud y migración: realidad y perspectivas», revista Migrantes, n.o 66, INCAMI, septiembre del 2008, p. 7. 

14 Ver a este respecto, Ricardo Jiménez y Carolina Huatay, «Informe Chile», en P. Gainza, (ed.), Políticas migratorias e integración en América del Sur, CDHIC, Sao Paulo, 2013, p. 175 y ss.


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