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Especulación, alimentos y petróleo en la economía de casino

by Leonel Fernández
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Hay un aspecto esencial que los analistas y los medios internacionales de comunicación han casi ignorado o le han prestado poca atención, y, sin embargo, ha desempeñado un papel crucial en el crecimiento de los precios de los alimentos y del petróleo: la especulación, uno de los factores de mayor incidencia en el actual sistema financiero internacional. Aunque en los ultimos meses ha habido una tendencia a la baja, a mediados de 2008 cerca de sesenta países de distintas regiones del mundo se vieron estremecidos por protestas sociales desencadenadas debido al espectacular alza de los precios de los alimentos y del petróleo.

Lugares como Bangladesh, Haití, Egipto, Filipinas y África Occidental, para sólo mencionar algunos, fueron sometidos a fuertes tensiones sociales y a manifestaciones de violencia, por parte de multitudes airadas que reclamaban con energía su derecho a una vida más digna y justa.

Como resultado de ese incremento de precios de los productos básicos de la canasta familiar, se estima que cerca de 150 millones de personas más, añadidos a los 900 millones que ya existen, padecerán hambre en el mundo. Esa es una tragedia indescriptible. Eso genera angustia, ansiedad y desesperanza en las personas y en los pueblos, y contribuye a ir incubando un estado de insatisfacción general que tiende a convertirse en una amenaza a la paz social y a la estabilidad política de las naciones.

Para apreciar en toda su magnitud el impacto del alza de los precios de los alimentos, es preciso señalar que, de 2006 a 2008, el precio del arroz se incrementó en un 127%; el trigo, en un 136%; el maíz, en un 125%; la soja, en un 107%, y la leche, en más de un 80%. Asimismo, la carne vacuna subió en más de un 60%, el pollo, por encima de un 50%, y, de igual manera, los huevos y el aceite de cocina.

Al intentar explicar las causas que han motivado esta crisis del sector agrícola, la generalidad de los analistas suele indicar que la misma se debe a un conjunto de factores, entre los cuales se encuentran los siguientes:

1. La ocurrencia de sequías no estacionales en países productores de granos.
2. El alza del precio del petróleo, que ocasiona un aumento del precio de los fertilizantes, pesticidas y del transporte de productos a los mercados.
3. La utilización de cultivos alimenticios para la producción de biocombustibles, especialmente de etanol derivado de maíz.
4. Una demanda progresiva de una dieta más variada, fundamentalmente de carne, en los segmentos crecientes de clase media en Asia.
5. Una disminución de los niveles de almacenamiento de productos.
6. La continuidad de una política de subsidios a la producción y exportación de productos agropecuarios en los países desarrollados.
7. Factores relacionados con el cambio climático.
8. Variaciones de la composición demográfica en distintas partes del mundo.

No vamos a disputar la veracidad de cada uno de los aspectos previamente mencionados como elementos causales del incremento del precio de los alimentos. Es cierto que ha habido un aumento de la demanda de alimentos a nivel mundial, al tiempo que ha habido una oferta limitada o restringida. También es cierto que elementos vinculados a factores de producción, almacenamiento, distribución y comercialización de productos también han contribuido al surgimiento del aumento de precios.

No obstante, hay un aspecto esencial que los analistas y los medios internacionales de comunicación prácticamente han ignorado o le han prestado poca atención, y, sin embargo, resulta que ha desempeñado un papel crucial en el crecimiento de los precios de los alimentos.

Se trata de la especulación, uno de los factores de mayor incidencia en el sistema financiero internacional actual, el cual, conforme al criterio de prestigiosos expertos y destacados académicos, ha incidido entre un 30 y un 40% en el precio de los productos alimenticios.

Pero al igual que los alimentos, el petróleo también ha experimentado impresionantes incrementos de precios durante el transcurso de este año. Esos incrementos, al igual que los alimentos, ocasionaron diversas protestas en distintas partes del mundo, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo.

Además de los consumidores, también fueron severamente afectados por el alza de los precios de los combustibles la industria aeronáutica, la industria automotriz, la industria turística y hotelera, el sistema de transporte y el comercio. Ahora bien, al exponerse las razones por las cuales el petróleo subió de precios en más de un 100% en los mercados internacionales hasta llegar a cotizarse a 147 dólares el barril en el mes de julio de 2008, el factor de la especulación no figura tampoco entre los elementos tomados en consideración por la sabiduría convencional para explicar las razones de dicha alza de precios.

Generalmente, de idéntica forma que en el caso de los alimentos, se alega que el precio del petróleo se ha incrementado debido a un aumento de la demanda; a una restricción de la oferta; a una falta de inversión en nuevas refinerías; a la disminución del valor del dólar y a tensiones geopolíticas en el Medio Oriente y en África. Aunque también cada uno de esos factores contribuye a explicar la situación, resulta que se trata de una explicación parcial, ya que deja de lado al factor que tal vez más importancia e incidencia ha tenido en el alza de los precios, que es la especulación, como hemos señalado.

El origen

Tal como la hemos conocido hasta ahora, la especulación, sobre todo en los mercados futuros de materias primas o commodities, tuvo su origen moderno en los Estados Unidos a mediados del siglo xix entre productores y consumidores de productos agrícolas, y, desde entonces, se la ha considerado como un mecanismo legal y normal de funcionamiento de los mercados. Por ejemplo, un comprador, temiendo que pueda ocurrir un alza de precios de la mercancía, procura fijar ese precio al momento de realizar una compra a futuro, con la intención de no ser afectado al momento de recibir el producto.

De igual manera, un vendedor aspira a no ser perjudicado por variaciones de la tasa de cambio, de las tasas de interés o cualquier otra fluctuación financiera, y, por consiguiente, intenta también protegerse mediante mecanismos o instrumentos financieros de mercado. Esas transacciones resultan claras. En esos mercados, alguien que tiene un producto lo coloca en el mercado de futuro para fines de entrega, y alguien, a su vez, compra ese producto, para recibirlo en un plazo convenido entre las partes.

Esa es la forma tradicional en que los contratos a futuro han operado en los mercados financieros internacionales, y han tenido, como resultado, que proporcionar seguridad y certidumbre respecto de la volatilidad de precios, tanto a productores como a consumidores.

Pero lo que ha ocurrido ahora, sin embargo, es distinto. Ahora, en este mundo moderno de la economía de casino, alguien vende un producto que no tiene, a un comprador que, a su vez, no espera recibir el producto que ha comprado. Eso resulta verdaderamente extraño y podríamos decir que hasta misterioso, y, sin embargo, es la manera dominante en que los mercados de futuro de materias primas o commodities han estado operando desde hace algunos años.

Una transformación

Lo que ha acontecido es una verdadera transformación. En lugar de transacciones con productos físicos, tangibles, como había sido la tradición, ahora la forma predominante de realización de operaciones es mediante la compra y venta de papeles.

En otras palabras, el mercado de intercambio de mercancías físicas al que estábamos acostumbrados se ha transformado en un mercado de intercambio de activos financieros, y es ese cambio radical en la naturaleza de ese tipo de operaciones lo que ha determinado que la especulación, ahora en su nueva modalidad, esté ejerciendo un papel determinante en el alza y volatilidad de los precios de los alimentos, del petróleo y de cualquier otra materia prima.

La ley

La ley norteamericana de intercambio de mercancías o Commodity Exchange Act de 1936 establece en uno de sus acápites que “la excesiva especulación de mercancías en virtud de contratos de venta para su entrega futura provoca fluctuaciones repentinas o cambios no razonables de su precio”, razón por la cual dicha legislación creó una comisión, llamada Commodity Futures Trade Commission (cftc), encargada de vigilar que los precios de los mercados a futuro obedecieran a la ley de la oferta y la demanda.

Pero ocurrió que en el año 2000, el Congreso estadounidense aprobó una nueva ley, denominada Commodity Futures Modernization Act, en virtud de la cual se estableció la desregulación o la exención de someter al control de la cftc sus operaciones a futuro realizadas por vía electrónica, o como también se les llama, transacciones over-the-counter.

Más aún, de conformidad con un informe publicado por el Government Accountability Office (gao) de los Estados Unidos, de octubre de 2007, en el que se expresaban inquietudes con relación al papel de la comisión reguladora del mercado futuro de materias primas, la Commodities Future Trading Commission (cftc) decía lo que sigue: “Las transacciones en estos mercados, específicamente los mercados electrónicos comerciales y los mercados over-the-counter (otc), son menos transparentes que las transacciones de los mercados tradicionales de futuro, y no hay suficientes datos disponibles debido a que esos mercados no están regulados”.

Esa desregulación provocó un incremento espectacular en el volumen de transacciones de petróleo en los mercados internacionales, hasta el punto de que de 2003 a 2008 las operaciones de futuro sobre petróleo han pasado de 714,000 a 3 millones de contratos. Esto representa un incremento de 425% en mercados de futuro de petróleo en tan sólo cinco años.

De 2003 a 2008, el índice de especulación en los mercados de futuro de materias primas ha crecido, a su vez, en 1,900 por ciento, al pasar de 13 billones de dólares a 260 billones.

La explicación que atribuye, entre otros factores, el aumento de la demanda en China para considerar el alza del precio del petróleo, no toma en consideración el hecho de que la demanda anual de petróleo por parte de China ha subido en los últimos años de 1.88 billones a 2.8 billones de barriles, esto es, un aumento de 920 millones de barriles. Durante el mismo período, la demanda por vía de especulación de los futuros de petróleo ha experimentado un aumento de 848 millones de barriles, es decir, una cantidad casi equivalente al incremento de la demanda de China.

De igual manera, durante los últimos cinco años se han adquirido en los mercados de futuro, por vía de especulación financiera, cerca de dos billones de bushels de maíz, equivalentes a 15.27 del porcentaje de producción anual de maíz de los Estados Unidos, que es la cantidad que se dedica a la producción de etanol.

Por consiguiente, no ha sido la producción de etanol derivado de maíz lo que ha determinado el alza del precio de ese producto, como generalmente se ha sostenido en la opinión pública internacional. Antes de declararse en quiebra, la firma Lehman Brothers había considerado que el precio del crudo de petróleo sube 1.5% por cada 100 millones de dólares invertidos en la nueva modalidad especulativa sobre las materias primas.

Conforme a la estimación de Lehman Brothers, el incremento de 1,900 por ciento en el índice de especulación de materias primas había inflado, de manera artificial –sólo como consecuencia de la especulación– el precio del crudo de petróleo en aproximadamente 37 dólares por barril.

En junio del año pasado, el señor Fadel Gheit, director gerente y analista de petróleo senior de la compañía Oppenheimer, en unas vistas públicas ante la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos, declaró lo que sigue: “Creo firmemente que el actual precio del petróleo por encima de 135 dólares el barril está inflado. Considero que basado en los fundamentos de oferta y demanda, los precios del crudo de petróleo no deberían pasar de 60 dólares el barril”.

Por su parte, en una audiencia previa llevada a cabo ante el Comité Judicial del Senado de los Estados Unidos, en fecha 21 de mayo de 2008, el señor John Hofmeister, presidente de la conocida empresa petrolera Shell, sostuvo que el precio del crudo de petróleo había sido inflado, indicando que “en realidad debería estar entre 35 y 65 dólares el barril”.

Pero aún antes, en 2005, Lee R. Raymond, presidente y director general de Exxon Mobile, había dicho: “Estamos en una situación en la que los fundamentos de la oferta y la demanda no tienen incidencia en la determinación de los precios”. Y hasta Abdalla al-Badri, secretario general de la opep, sostuvo en diciembre de 2007, a través de diferentes medios de prensa, lo que sigue: “El mercado no está controlado por la oferta y la demanda… está totalmente controlado por especuladores que consideran al petróleo como un activo financiero”.

Lo que todo esto significa, simplemente, es que al transformarse el petróleo en los mercados de futuro, así como cualquier otra materia prima, de un producto físico a un activo financiero, su precio de mercado queda establecido por su valor especulativo más que por su valor real como mercancía.

Eso nunca había ocurrido en la historia del sistema financiero internacional. Nunca antes se había considerado que los mercados de futuro, los cuales habían surgido, como hemos dicho, para proteger a vendedores y compradores de los riesgos de fluctuaciones de precios, terminaran convirtiéndose en todo lo contrario, es decir, en mecanismos generadores de alteración de precios, y, por consiguiente, de promotores de incertidumbre, volatilidad y turbulencia.

Inversionistas institucionales

La especulación en los mercados de futuro, realizada en forma de activo financiero, ha dado lugar al nacimiento de los llamados inversionistas institucionales, entre los cuales figuran los fondos de pensiones, compañías de seguros, fondos patrimoniales de universidades, fondos soberanos de riqueza, bancos de inversiones y fondos de protección o hedge funds.

Esos inversionistas institucionales se ven representados a través de firmas de bancos de inversiones como son, entre otros, Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Morgan Stanley, Merryl Lynch, y hasta hace poco, por Bear Sterns y Lehman Brothers.

Esas instituciones financieras, a su vez, realizan transacciones con los 25 productos diferentes que conforman el mercado futuro de materias primas; y ha sido el aumento del flujo constante de sus inversiones en activos financieros lo que ha hecho que dicho mercado sea ahora más vulnerable a las alzas y volatilidad de precios que en la época en que sólo los productores y consumidores de las materias primas participaban en las operaciones de contratos a futuro.

El daño que la especulación financiera suscita en el desempeño de la economía global, así como el impacto que produce en las economías de las naciones, sean ricas o pobres, es inmenso, incalculable.

Como resultado de sus operaciones, las economías de las naciones se ven afectadas con déficit fiscales, presiones inflacionarias, pérdida de empleos, déficit de cuenta corriente y de balanza de pagos, alza de tasas de interés y devaluación de sus monedas.

Todo eso se traduce en sufrimiento inmenso para los ciudadanos, los cuales ven evaporarse sus ingresos, debilitarse su poder de compra, desaparecer sus ahorros, disminuir su calidad de vida y desvanecerse sus esperanzas.

Los gobiernos, por su parte, resultan víctimas de la impotencia, del desaliento y de la falta de recursos y de poder para enfrentar con eficacia los retos que genera esta nueva situación, la cual podría provocar serias amenazas a la estabilidad económica y a la gobernabilidad democrática.

Las mismas condiciones

Lo preocupante es que las condiciones que hicieron posible el aumento del precio del petróleo y de los alimentos, por vía de la más abominable forma de especulación, no han desaparecido, y, por lo tanto, estamos a expensas de que en un futuro no muy lejano vuelva a repetirse.

Los factores que han dado lugar al surgimiento de una especulación financiera en los mercados de futuro de materias primas son los mismos que han motivado la crisis inmobiliaria e hipotecaria de los Estados Unidos, que, a su vez, ha sido la causa determinante de la actual crisis crediticia, financiera y económica que afecta al mundo.

Esos factores se refieren a una determinada filosofía económica que postula la plena liberalización y desregulación de los mercados, la cual, desde la década de los ochenta, ha sido la corriente de pensamiento dominante. Según esa filosofía, surgida en un contexto de revolución tecnológica de las comunicaciones, se diseñaron y pusieron en práctica diversos instrumentos financieros novedosos y de gran complejidad técnica.

Entre esos instrumentos se encuentran todos los denominados títulos–valor, como, por ejemplo, los equities, collateral debt obligation (cdo), collateralized mortgage obligation (cmo), credit derivatives, asset–backed mortgages y credit default swaps (cds), para sólo citar algunos.

Estos instrumentos pudieron ser colocados en los mercados financieros debido a un cambio sustancial de la legislación financiera de Estados Unidos. En efecto, conforme a la ley sobre bancos de 1933, elaborada en la época de la Gran Depresión durante el gobierno de Franklin Delano Roosevelt, conocida como la Glass-Steagall Act, había una separación clara entre bancos comerciales y bancos de inversión, estando los primeros bajo la supervisión de la Reserva Federal.

Esa situación cambió más de seis décadas después, en 1999, cuando se aprobó la GrammLeach-Bliley Act, que autorizó a cualquier tipo de institución financiera operar al mismo tiempo como banco comercial, como firma de valores o compañía de seguros.

Como consecuencia, los activos de las instituciones de depósito, como son los bancos, han estado en un proceso de declive durante los últimos cincuenta años. En 1957, los bancos comerciales disponían del 57% de los activos del sistema financiero. El año pasado, en 2007, ese porcentaje declinó a un 24%. Mientras tanto, instrumentos financieros como los fondos mutualistas y los fondos de pensiones han estado creciendo de manera notable.

Pero los proyectos de un crecimiento sostenible, sin tropiezos, de esos instrumentos financieros, tuvieron un primer choque con la realidad en el año 1993, cuando el condado Orange de California tuvo que iniciar un proceso de quiebra al perder 1.5 billones de dólares en transacciones hechas sobre derivados.

Posteriormente, en 1998, la firma financiera Long Term Capital Management tuvo que ser rescatada por un consorcio de bancos y fondos de inversiones, a solicitud de la Reserva Federal, luego también de haber incurrido en grandes pérdidas por transacciones sobre derivados.

Repercusiones internacionales

Ahora, el mundo ha despertado ante la noticia de una crisis hipotecaria e inmobiliaria que ha dado origen a una crisis financiera y a una recesión mundial. En principio, no se podía entender claramente cómo una crisis del sector inmobiliario de los Estados Unidos podría tener repercusiones en el sistema financiero internacional.

Lo que se ha podido comprobar es que fruto de la misma falta de regulación, los bancos de inversiones, los bancos comerciales y otras instituciones financieras empezaron a conceder créditos para fines de adquisición de viviendas a clientes que normalmente no habrían sido solventes para tales solicitudes.

Eso dio lugar a la creación de un mercado inmobiliario denominado subprime, que actualmente representa un 20% de la totalidad de un mercado equivalente a 13 trillones de dólares. Lo novedoso de la situación fue que las hipotecas que servían de garantías a esos préstamos fueron empaquetadas y transferidas a otras firmas financieras mediante un mecanismo conocido como titularización (securitisation).

A través de la titularización, las hipotecas basura originadas en Estados Unidos se expandieron a Europa y otras regiones del mundo, con lo cual contaminaron el sistema internacional con un virus financiero ocasionado por los activos tóxicos de las hipotecas basura.

Para intentar encarar la nueva situación planteada en el sistema financiero mundial, el De partamento del Tesoro presentó y el Congreso norteamericano aprobó un plan de rescate de 700,000 millones de dólares con la finalidad de evitar la caída de nuevas instituciones financieras.

Con anterioridad a la elaboración de ese plan de rescate, sin embargo, la Reserva Federal de los Estados Unidos ya había aportado 300,000 millones de dólares a los mercados de capitales, tratando de contener la hemorragia económica que se estaba desatando. A la fecha, pues, con aportes de los contribuyentes, el flujo de recursos que ha ido en auxilio de Wall Street se eleva a la cifra de un trillón de dólares.

Asimismo, el Banco Central Europeo y los Gobiernos de distintas naciones de Europa han procedido a colocar recursos también en el sistema financiero, con la finalidad de generar confianza en los mercados y evitar el colapso de bancos e instituciones financieras en general. A pesar de ello, el crecimiento de la economía mundial ha disminuido, el valor de las acciones de las empresas no logra repuntar y el índice de confianza de los consumidores se encuentra en su nivel más bajo de la última década.

El gran interrogante

¿A qué se debe que los mercados financieros, a pesar de tantos recursos invertidos para tratar de recuperar la confianza y reactivar su funcionamiento, todavía no han logrado reactivarse?

Ese es el gran interrogante que en estos momentos flota sobre todo el ambiente económico mundial e inquieta a economistas, gobiernos, empresarios y trabajadores, y a pesar de que tal vez no tengamos la respuesta adecuada, hay un hecho que resulta insoslayable, y es la generalizada desconfianza que existe en un sistema que hasta ahora sólo ha funcionado sobre la base de su capacidad para autorregularse.

La falta de confianza en la autorregulación del sistema proviene del hecho de que ya también se sabe que los propios organismos calificadores de riesgo eran parte de un mecanismo que procuraba minimizar la amenaza de unos riesgos que hoy tienen a toda la humanidad en una situación de zozobra e intranquilidad.

En la falta de confianza está también el hecho de que hay actualmente una amenaza latente con relación al comportamiento de otro activo financiero: los credit default swaps (cds), los cuales tienen un valor de mercado de 63 trillones de dólares, cifra que equivale al pib mundial.

No quisiéramos imaginar, ni siquiera remotamente, que ese pudiera ser el origen de una nueva crisis financiera o la prolongación de la actual, pero en todo caso lo que sí cabe indicar es que la causa que contribuyó a fomentar el alza de los precios del petróleo y de los alimentos es la misma que motivó a impulsar la crisis hipotecaria, financiera y económica que actualmente se esparce sobre el planeta.

Esa causa ha sido la falta de un mayor control del Estado sobre ese conjunto de operaciones y transacciones financieras que se ha demostrado tienen una incidencia directa y determinante en la estabilidad de las naciones y la prosperidad de los pueblos.

Para evitar la repetición de futuras alzas de precios en los productos básicos comercializados en los mercados internacionales es preciso elaborar una nueva legislación que prohíba la utilización de activos financieros en la contratación de compra y venta de productos a futuro, o que establezca un margen mayor a las primas que se pagan por la suscripción de dichos contratos.

Por demás, en lo que se refiere al sistema financiero, es más que evidente la necesidad de diseñar y poner en ejecución un nuevo orden financiero mundial, post-Bretton Woods, que sea más justo, más equitativo, más incluyente y más solidario.

Ese nuevo orden financiero mundial, como todo un nuevo orden mundial, tiene que ser elaborado, como recientemente dijese el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el nicaragüense Miguel d ́Escotto Brockman, no por el G-7, ni el G-9, ni el G-20, sino por el G-192, que comprende a todas las naciones, ricas y pobres, que comparten un mismo destino sobre la faz de la Tierra.


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