Revista GLOBAL

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América Latina Crece, Pero Menos

by José Luís Machinea
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El comportamiento actual de la región de América Latina y el Caribe está determinado en gran medida por un contexto internacional muy favorable. El crecimiento mundial motorizado principalmente por Estados Unidos y China ha originado una mayor demanda de productos básicos, mejorando los precios de los bienes basados en recursos naturales que exportan algunos países de la región. Asimismo, la gran cantidad de personas que han emigrado de la región, especialmente de México, Centroamérica y el Caribe, están enviando ingentes recursos bajo la forma de remesas a sus países de origen. A este contexto con rasgos estructurales se le agrega una coyuntura muy favorable en materia de liquidez que mejora las condiciones financieras de la región.

El gran interrogante es cómo aumentar la competitividad en el mediano plazo para mejorar la inserción internacional de la región mediante la exportación de bienes y servicios con un mayor valor agregado y, en especial, con mayor conocimiento incorporado. De esa forma, la región comenzaría a sentar las bases de un crecimiento sostenido y no tan dependiente de sus recursos naturales.

Evolución reciente 

El 2005 fue el tercer año consecutivo de crecimiento en América Latina y el Caribe: el producto regional creció a una tasa de 4.4%. Las economías que experimentaron las mayores tasas de crecimiento durante el año pasado fueron Panamá y Uruguay (6%), Perú (6.7%), Argentina (9.1%), Venezuela y la República Dominicana (9.3%). En un marco de crecimiento regional generalizado, se destaca la evolución de las economías de América del Sur y, en menor medida, de las economías del Caribe, cuyos niveles de actividad se han expandido más rápidamente que los de Centroamérica y México (ver gráfico 1). Esta fase expansiva ha permitido una recuperación del producto por habitante, indicador que en 2005 experimentó un crecimiento de 2,9% y que para el período 2003-2006 acumulará un aumento cercano al 10,5%. Aunque desde una perspectiva histórica, el período de crecimiento que atraviesa América Latina y el Caribe es un hecho positivo, debe tenerse en cuenta que la región está creciendo menos que otras regiones del mundo, especialmente respecto del resto de las economías en desarrollo, las que en el mismo trienio crecerán a una tasa de 5.7% (4,8% si se excluye a China, ver gráfico 2). Cabe mencionar que este hecho estuvo influido por el menor dinamismo observado en las dos economías más grandes de la región (México y Brasil). Al igual que en 2004, los países del Cono Sur y de la Comunidad Andina crecieron en 2005 a una tasa superior a la del conjunto de países en desarrollo, aunque la tasa de crecimiento de Centroamérica fue inferior. 

Características del ciclo 

La característica más distintiva de este período de crecimiento económico es que coincide con un superávit creciente en la cuenta corriente de la balanza de pagos, hecho que no tiene antecedentes en la historia económica de la región (véase el gráfico 3). Se estima que en el año 2005 el saldo de la cuenta corriente ha sido positivo y equivalente al 1,3% del pib, nivel aún mayor que los excedentes registrados en los dos años anteriores (0,9% en el 2004 y 0,5% en el 2003). Cabe mencionar que se aprecian importantes diferencias subregionales respecto al desempeño de la cuenta corriente de la balanza de pagos, ya que mientras en América del Sur el superávit representó el 3,0% del pib en 2005, las estimaciones para Centroamérica y México apuntan a un déficit equivalente al 1,8% del pib, mientras que en el Caribe, si se excluye a Trinidad y Tobago –exportador neto de petróleo– el déficit de la cuenta corriente superaría el 10%.

Los resultados obtenidos en cuenta corriente se explican fundamentalmente por la evolución de los términos del intercambio y las remesas de los emigrados. Los efectos del crecimiento mundial y de las variaciones en los mercados de bienes y servicios derivadas de la creciente participación de China, India y otras economías asiáticas se tradujeron en una significativa mejora de los términos del intercambio de los países de América del Sur (31% de aumento entre el promedio de los años noventa y el año 2005) y en menor medida de México (22% de aumento en el mismo período). En cambio, los países de América Central, importadores netos de petróleo y competidores de China en el mercado estadounidense de productos textiles, han sufrido un deterioro de los términos del intercambio (12% entre el promedio de los años noventa y el año 2005). Por su parte, México y las economías centroamericanas han recibido un gran volumen de remesas de trabajadores emigrados que, en algunos casos, representan más del 15% del pib. 

Otra característica relevante del ciclo expansivo que ayuda a explicar el superávit en cuenta corriente es que las exportaciones continúan siendo un elemento dinámico de la demanda. Aunque la tasa de expansión del volumen exportado del promedio regional se ubica alrededor del 8%, ritmo levemente superior al promedio mundial, varios países registraron incrementos que superan el 10% en el año 2005 (véase el gráfico 4). Con algunas excepciones, las mayores tasas de crecimiento se registran en América del Sur y las menores en México y Centroamérica. Los factores que explicarían estas diferencias son las disparidades observadas en la evolución de la competitividad y, tal como se mencionó, los distintos efectos que tiene para las diferentes subregiones la participación de China en los mercados internacionales. Además de las exportaciones, otro de los motores del crecimiento ha sido la inversión, que aumentó un 10% en el conjunto de la región, aunque con marcadas diferencias entre países (véase gráfico 5). Sin embargo, en casi toda la región la inversión –expresada como porcentaje del pib (ver gráfico 6)– sigue siendo muy baja e insuficiente para producir un crecimiento que permita resolver los persistentes problemas del mercado de trabajo y reducir en forma significativa la pobreza. 

Los gobiernos están aprovechando la actual coyuntura favorable para mejorar las cuentas públicas. Mientras los ingresos fiscales se elevan, impulsados por el aumento del nivel de actividad y el efecto de los altos precios de algunos de los productos básicos que la región exporta, la mayor disponibilidad de recursos no se ha traducido en aumentos significativos del gasto: esto es una diferencia importante con el comportamiento de este agregado macroeconómico durante los años noventa. Los excedentes que surgen del balance primario se están utilizando para reducir el endeudamiento público en forma más acelerada que los países desarrollados (que en rigor están intensificando su endeudamiento) y que las demás economías emergentes. Como resultado de estos manejos fiscales –más rigurosos y responsables que antaño– la región reduce su vulnerabilidad frente a shocks externos. 

Por otra parte, el mejoramiento de las condiciones en que se mueven las economías de la región está comenzando a influir favorablemente en los mercados de trabajo, puesto que el aumento del empleo atribuible a la sostenida expansión de las economías –que se suma a un menor dinamismo de la oferta de mano de obra, en cierta medida derivado de la menor incorporación de jóvenes al mercado de trabajo– ha hecho posible una reducción de la tasa de desempleo del 10,3% al 9,3%, en el marco de un incremento de la proporción de empleo formal en la región (véase el gráfico 7). Como cabría esperar, el mejor desempeño de los mercados de trabajo regionales ha comenzado a traducirse en un descenso de los índices de pobreza, que según las estimaciones en 2005 representarían poco más del 40% de la población, porcentaje que, aunque sigue siendo muy alto, representa una baja de casi cuatro puntos en comparación con 2003 (cepal 2005b). 

Como un aspecto adverso del ciclo económico reciente debe ser mencionado el impacto de los desastres naturales que han afectado a las economías de México, Centroamérica y el Caribe durante el bienio 2004-2005. La cepal ha estimado que el costo total de los daños producidos en 2004 por los fenómenos atmosféricos Iván, Frances y Jeanne asciende a los 6,059 millones de dólares. En el caso de República Dominicana, estas pérdidas alcanzan 296 millones de dólares y son consecuencia de la tormenta tropical Jeanne. Respecto a los desastres naturales ocurridos en 2005, la cepal estimó que los daños totalizaron los 2,222 millones. Estos desastres constituyen una amenaza permanente para el desarrollo económico y humano de estos países, especialmente para las pequeñas economías caribeñas y centroamericanas, y sus efectos tienen una persistencia de mediano y largo plazo sobre la inversión, el empleo y el crecimiento.

Perspectivas para 2006 

Para este año se espera que la economía mundial crezca a un ritmo de 3.3%, la misma tasa lograda durante 2005, de modo tal que la expectativa es un mantenimiento de la tasa de crecimiento global. 

En este contexto, se prevé que la región siga creciendo en 2006, aunque a una tasa menor a la de 2005. El crecimiento proyectado para la región es de un 4,2%, lo que supone un incremento de alrededor del 2,7% en el pib per cápita. Se espera que, al igual que en los últimos años, todos los países de la región crezcan, sin excepciones, y que la subregión de América del Sur y el Caribe tenga una expansión superior a la integrada por México y Centroamérica (véase gráfico 8). Dentro del conjunto de economías que crecerán por encima del promedio de América Latina y el Caribe destaca, una vez más, el caso de República Dominicana, cuya economía crecería un 5.5%.

La normalización de las tasas de crecimiento de algunos países –que venían expandiéndose a tasas muy altas luego de recuperarse de episodios de crisis por los que atravesaron a comienzos de la presente década– es el principal factor explicativo de la desaceleración prevista de la tasa de crecimiento de América Latina y el Caribe durante 2006. Asimismo, se prevé que la tasa de inflación se mantenga estable alrededor del 6%, nivel similar al registrado en 2005. Además, se esperan pocos cambios en las condiciones financieras que deberá afrontar la región, lo que hace pensar que se mantendrá la tendencia de un bajo riesgo país, el que está en sus mínimos históricos, con lo cual sería posible seguir mejorando los perfiles de deuda y, de tal manera, reducir la vulnerabilidad de la región. 

La previsión de un ritmo levemente superior al 4% para el presente año da lugar a dos comentarios. Por un lado, en un contexto de 14 elecciones presidenciales entre noviembre de 2005 y diciembre de 2006, no se espera que los cambios políticos tengan un impacto mayor en el ritmo de crecimiento de la región. Esta es una buena noticia porque implica que, a diferencia del pasado reciente, no se esperan grandes cambios macroeconómicos, lo que reduce la incertidumbre, elemento clave en cuanto a inversión. En este sentido, sería deseable que los países de la región aprovechen esta coyuntura de intensa actividad política para avanzar en la generación de consensos amplios para encarar algunas reformas indispensables para mejorar la gobernabilidad, tales como las relacionadas con el gasto social o la mencionada reforma de los sistemas tributarios. 

Por el otro lado, las tasas de crecimiento levemente superiores al 4% siguen siendo bajas, no sólo cuando se las compara con las tasas de crecimiento previstas para el resto del mundo en desarrollo, sino también cuando se las evalúa considerando las altas tasas de desempleo y los elevados niveles de pobreza que afectan a la región. La necesidad de aumentar la tasa de crecimiento de nuestras economías requiere un mayor incremento de la inversión, así como la aplicación de una estrategia de políticas orientada al realce de la calidad y del contenido de valor agregado interno de los productos de exportación. Esto, a su vez, plantea a los países de la región un importante desafío: sostener altos niveles de competitividad.

El desafío: aumentar la competitividad 

Las políticas cambiarias aplicadas por los países de la región han desempeñado un papel fundamental, tanto como causa de algunos episodios críticos registrados a fines de la década pasada y comienzos de la presente, como en el nuevo ciclo de recuperación de la tasa de crecimiento. En este sentido, ha comenzado a surgir cierta inquietud respecto del proceso de apreciación experimentado en los últimos meses por las monedas de casi todas las economías regionales. La favorable coyuntura regional, y en especial la mejora de los términos del intercambio y el aumento de las remesas, se ha traducido en un aumento de la oferta de divisas, la que ha generado presiones a la baja en los tipos de cambio reales de los mercados cambiarios de América Latina y el Caribe, en magnitudes que varían de un país a otro. 

Vale la pena señalar, sin embargo, que un análisis de más largo plazo permite observar que, a pesar de la apreciación observada últimamente, muchos de los países tienen tipos de cambios reales que superan a los de los años noventa, decenio que se caracterizó por grandes déficit de cuenta corriente. Desde esta perspectiva, el problema de la apreciación cambiaria parece afectar más al norte que al sur de la región (véase el gráfico 9). Más allá de esta diferenciación, la inquietud ante la posible profundización de las tendencias de las paridades cambiarias reales refleja la dificultad con que los gobiernos se enfrentan para mantener altos niveles de competitividad sin afectar los equilibrios macroeconómicos internos. La literatura económica se ha referido a este problema como el principio de la “trinidad imposible”: es decir, la imposibilidad de controlar el tipo de cambio real, tener independencia monetaria y estar integrado a los mercados financieros internacionales. La trinidad imposible fue evidente durante gran parte de los años noventa en la región, cuando una total apertura de la cuenta de capital generó una fuerte apreciación del tipo de cambio en la mayoría de los países. La cepal ha enfatizado que en ese contexto, un cierto control sobre los movimientos de capital permitiría un mayor control sobre el tipo de cambio sin tener que renunciar totalmente a la independencia monetaria. Asimismo, como los mercados internacionales de capitales no son perfectos existe, aún en el contexto de movilidad de capitales, cierto margen de maniobra para la autoridad monetaria. 

Independientemente de la eficacia de los instrumentos de política, el problema que enfrenta nuestra región es en cierto sentido distinto, dado que la expansión de la oferta de divisas obedece en gran parte al alza de los precios de algunos productos básicos que la región exporta o a las remesas de los trabajadores emigrados. Ambos factores pueden colocar al tipo de cambio real de equilibrio en un nivel inferior al necesario para que un amplio segmento del tejido productivo pueda competir exitosamente en los mercados internacionales (este problema es conocido en la literatura económica como “enfermedad holandesa”, término que hace referencia al problema cambiario que se produjo en Holanda a partir del descubrimiento de importantes yacimientos de gas). Por otra parte, en la medida en que, en el mejor de los casos, este problema responde sólo en parte a la integración a los mercados financieros internacionales, es menor el margen que tiene la política económica para adquirir mayores grados de libertad mediante la imposición de restricciones a la entrada de capitales. En este contexto, sin embargo, la posibilidad de defender el tipo de cambio aparece como más complicada, aunque siempre hay posibilidades de, al menos, demorar la apreciación, mediante distintas acciones de los bancos centrales. Por otro lado, teniendo en cuenta el relativamente bajo crecimiento de algunas economías de la región, pareciera que no sería elevado el costo en materia de inflación de una mayor expansión monetaria que permitiera un incremento del nivel de actividad económica superior al actual. El mayor crecimiento al aumentar las importaciones incrementaría a su vez la demanda de divisas. La factibilidad de esta estrategia, obviamente, dependerá de las condiciones de cada país y será menor cuanto mayores sean la tasa de expansión del pib y la tasa de inflación observadas. Se trata, en cierta forma, de una carrera contra el tiempo ya que, a mediano plazo, es posible elevar la competitividad mediante el aumento de la productividad o de la calidad de los bienes comerciables o de ambos. Si la productividad aumenta más rápido que los costos de producción calculados en moneda extranjera, existe la posibilidad de mantener un determinado nivel de competitividad aun si se produce una apreciación cambiaria. Sin embargo, para que aumente la productividad se requiere, además de inversión en equipos e infraestructura, un fuerte impulso a la capacitación de la mano de obra y a la innovación en todas sus dimensiones. 

En este sentido cabe destacar que, aunque como se señaló anteriormente, la formación de capital está aumentando en los últimos años a un ritmo más acelerado que la tasa de crecimiento del pib, este aumento es insuficiente si se lo considera desde la perspectiva de la necesidad de alcanzar niveles de competitividad más altos y sostenibles a lo largo del tiempo. Aumentar la inversión requiere, entre otras cosas, reducir la incertidumbre, para lo cual, además de respetar las reglas de juego, es necesaria una política macroeconómica orientada no sólo a controlar la tasa de inflación, sino también a reducir la volatilidad real, es decir, la volatilidad del pib. Esto requiere que tanto la política fiscal como la monetaria apunten a amortiguar las fluctuaciones originadas por el ciclo económico.

La otra alternativa para incrementar la competitividad de manera perdurable consiste en realzar la calidad o elevar el grado de elaboración de los productos. Como la cepal ha afirmado en varias publicaciones (por ejemplo cepal, 2004), para lograr este objetivo el necesario incremento de la inversión debe complementarse con una estrategia de desarrollo productivo centrada en la reducción de la heterogeneidad estructural característica de nuestras economías y en el estímulo de la incorporación de conocimiento en el proceso productivo a través de políticas de fomento de las actividades innovadoras. En algunos países de la región, la renta que generan los recursos naturales podría ser parcialmente derivada, a través del cobro de impuestos específicos, hacia el financiamiento de estas actividades.

La prolongación de las actuales condiciones favorables para nuestra región y su repercusión en cuanto a una sostenida presión de oferta en los mercados de cambio dificulta el sostenimiento de las paridades reales en niveles elevados. A la larga, si sigue vigente la favorable situación representada por la mejora de los términos del intercambio y las voluminosas remesas de los emigrados, es probable que la apreciación nominal o la mayor inflación estimulada por la presión de la demanda provoquen una caída del tipo de cambio real. La clave estaría entonces en aprovechar las condiciones que se dan actualmente, cuando es posible sostener un tipo de cambio real alto, para provocar cambios en las economías que permitan alcanzar niveles de competitividad sostenibles en el tiempo.


1 comment

Ezekiel Kuphal febrero 15, 2024 - 1:08 pm

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