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Oscar Torres de Soto fue el primer cineasta dominicano en burlar con su arte la censura internacional de la dictadura trujillista. Sus películas arrancaron la mordaza impuesta por el régimen a las obras creadas por dominicanos. Como en su tiempo era imposible producir y exhibir dentro del país películas contrarias al oficialismo, salió al mundo a realizarlas. Su obra mayor, lejos de los estrechos marcos insulares, fue apreciada por centenares de miles de personas. Por primera vez, un director dominicano era conocido y aplaudido como profesional. Y también fue el primero en recibir galardones en importantes certámenes europeos. La internacionalización del cine hecho por un director dominicano se escribe en dos momentos: antes y después de Oscar Torres. No hay espacio para otros significados ni para enmiendas a su plana. Desde que se encendieron las luces del cinematógrafo en Puerto Plata «un buen día de agosto de 1900» (según refiere José Luis Sáez en su libro Historia de un sueño importado, p. 10) hasta el estreno en Puerto Rico de Nenén de la Ruta Mora, las propuestas del cine dominicano (documentales, cortometrajes y largometrajes, tanto silentes como sonoros) no sintieron el vaivén de los mares. Su carrera en la dirección de docudramas innovadores para el cine nacional continuó de manera acelerada entre 1955 y 1961, año este en que obtiene su apabullante éxito mundial con Realengo 18. En ese período, según la información reunida, ningún otro cineasta dominicano alcanzó su altura internacional, ni dejó como legado un conjunto de obras respetadas, respetables y preservadas como material memorable en otros países.

Hijo de Antonio Torres Reyes (contador público nacido en San Sebastián, Puerto Rico) y Marieta de Soto Martínez (bibliotecaria y archivista, oriunda de San Pedro de Macorís, República Dominicana), Oscar Antonio Torres de Soto nació en el Hospital Provincial Pedro A. Pérez de la ciudad de Guantánamo, en el Oriente de Cuba, el 5 de noviembre 1931.1 Años atrás, su padre había sido contratado por los dueños de un ingenio local para llevar la contabilidad y la teneduría de libros, por lo que el matrimonio se estableció en aquella región cubana por varios años. Según escribió el propio Oscar al pie de una foto de su álbum familiar, su improvisado hogar fue en la comunidad de Pueblo Nuevo, muy cercana al ingenio donde su padre laboraba. En algunos pies de foto, Oscar Torres refería su infancia cubana con la ingenuidad propia de un niño, siempre con ingeniosos contrastes, chistes, referencias a su familia y a las circunstancias históricas del país que accidentalmente lo vio nacer. En sus primeros años guantanameros tuvo, junto con sus juguetes, el cariño y los cuidados de los padres y vecinos. Desde pequeño, se vislumbró su carácter extrovertido, con facilidad para hacer amigos y compartir con ellos juegos y actividades adecuadas para su edad. Fue un niño deseado familiarmente que gustaba de las travesuras propias de una imaginación precoz. En los pies de foto del referido álbum, Oscar se burlaba de sí mismo y mostraba un envidiable sentido del humor al incluir anécdotas relativas a otros personajes y chispazos sarcásticos para identificar reuniones y estampas familiares de sus primeros años cubanos. En el año 1937, cuando contaba seis años de edad, el contrato de don Antonio con los ingenios cubanos venció y, por esa causa, sucedió el traslado de su familia a Santo Domingo de manera definitiva.

En la capital dominicana, Oscar Torres creció, estudió y forjó su personalidad con luz propia. Fue un lector voraz y desde su primera juventud se vinculó a la resistencia antitrujillista, primero como simpatizante y luego como dirigente activo de una célula. Su educación básica la realizó en el Colegio Santa Teresita, mientras que la enseñanza media la recibió en la Escuela Normal Presidente Trujillo, ubicada detrás del play de La Normal (hoy llamada Juan Pablo Duarte). En el curso escolar 1947-1948 ingresó a la Universidad de Santo Domingo (hoy uasd) a estudiar la carrera de Derecho y en esa etapa se vinculó a la lucha revolucionaria. En Antinostalgia de una era, uno de sus grandes amigos, Virgilio Díaz Grullón, lo describe de esta forma: «Otro de los compañeros de la Juventud Democrática ya fallecido fue Oscar Torres de Soto. Siendo prácticamente un niño, visitaba frecuentemente la casa de sus parientes, los hermanos Martínez Bonilla, donde teníamos nuestro “cuartel general”.2 Aunque en aquel entonces Oscar no tuvo una participación activa dentro de la Juventud Democrática, con el tiempo llegó a desempeñar un papel de vital importancia en la etapa clandestina que se desarrolló a partir de la ilegalización de dicha organización. En esa época, dirigió el periódico Grito y lideró gran parte de las labores de concientización política y capacitación en las que se concentraron sus labores a partir de 1947».

Su compañero de célula clandestina, Víctor Manuel Tavárez Cabral (conocido cariñosamente como Vituco), ofrece un testimonio revelador que define la personalidad del joven Oscar cuando solo contaba 17 años de edad: «Lo conocí a través de los amigos de la clandestinidad. Oscar estaba estudiando Derecho en la Universidad de Santo Domingo (hoy uasd), carrera que abandonó en el tercer año, creo que con notas brillantes. Para entonces, él ya había viajado por el mundo porque su familia le procuraba recursos para esos fines. Nuestro trabajo en la clandestinidad era más bien de educación, reclutando gente, dando a leer libros importantes que teníamos en nuestra biblioteca. Imprimíamos muchas publicaciones y folletos de contenido social. Oscar trabajaba sin descanso. Escribía el periódico, tipiaba los libros, y una vez listos los materiales, los imprimía en una pequeña imprenta en el barrio de Santa Bárbara. Una vez impresos, se distribuían, sobre todo entre los estudiantes universitarios». Su coraje era inmenso. Según refiere el novelista dominicano Edwin Disla en su novela Manolo, Oscar fue quien reclutó para la Juventud Revolucionaria a Manolo Tavárez Justo y le entregó el primer ejemplar del Manifiesto comunista que Manolo leyó. Tavárez Cabral también relata las circunstancias en que Oscar le regaló un álbum con 24 discos del coro del Ejército Rojo que incluían, entre otros temas, el Himno de la Internacional Socialista, afirmando que no sabe cómo lo pasó por la aduana de Santo Domingo, corriendo el riesgo de encarcelamiento y tortura de ser descubierto con semejante material. Lamentablemente, esos discos se extraviaron o se destruyeron en una de las tantas mudanzas del testimoniante.

En 1947-1948, Trujillo simuló una apertura democrática y permitió que los grupos opositores se reunieran a la luz pública, debido a la presión a que fue sometido su régimen por parte de varios gobiernos en el ámbito internacional. Pero, en realidad, aquella medida era solamente un ardid para conocer la identidad de sus enemigos, sus estructuras conspirativas y la magnitud del daño que pudieran hacer a su desgobierno. Fue en esa época cuando se difundieron algunos movimientos izquierdistas. Esto facilitó las condiciones para que, en 1949, con solo 18 años de edad, Oscar quedara al frente de la célula Juventud Democrática. Todavía no era un perseguido político ni estaba fichado por los organismos de inteligencia. Su labor conspirativa se disfrazaba de múltiples maneras debido a su temprana formación intelectual. El primero de sus escritos en el periódico El Caribe, titulado «Un genio se equivoca», data del 17 de junio de 1948 y se incluye en la sección que mantenía doña María Ugarte bajo el título de «Colaboración escolar».3 Su presencia en los encuentros y tertulias culturales de su tiempo, sobre todo, en las celebradas en el Hotel Comercial de la calle El Conde, era casi referencial. A esas reuniones asistían jóvenes como él, muchos cercanos al mundo cultural junto a otros que ya habían adquirido cierto nivel profesional, como el violinista Jacinto Gimbernard.

En 1951 abandona definitivamente sus estudios de derecho porque su forma de concebir la justicia no se correspondía con la realidad del país en aquel momento. En marzo de ese año se convierte en el primer crítico moderno de cine en nuestro país, con su columna «Fábrica de sueños», la cual aparecía dos veces por semana y a veces tres, además de sus ya habituales trabajos especializados de crítica musical, teatro y artes visuales que venía publicando en ese mismo matutino desde 1948.4 Esa presencia literaria se ve interrumpida a finales de agosto. Pocas semanas después, viaja a Roma a realizar estudios de dirección de cine en la escuela más importante de Europa en aquel entonces. El hecho de ausentarse del país, además de permitirle cumplir su gran deseo de formarse como profesional en una escuela altamente reconocida a nivel mundial, pudo haber sido una nueva fachada para impedir que la tiranía trujillista lo apresara por sus acciones conspirativas. En septiembre de ese mismo año aparece publicada en el periódico El Caribe una crónica suya remitida como despacho de prensa desde el trasatlántico italiano Vulcania, que cubría la ruta de Nueva York a Roma, con escala en Portugal, donde confirmaba su dominicanidad en el párrafo final: «Sin fatigarme aún, quise continuar viendo buen cine a bordo de este trasatlántico italiano, pero aquí se empeñan en seguir brindándonos más mostrencos de Hollywood, en fin, ¿qué se le va a hacer? Solo esperar la llegada a Italia Y ya esta se acerca (el tiempo transcurre lenta y deliciosamente aquí). Mañana llegamos a Lisboa y el resto de la travesía es cosa de un minuto. Todavía oliendo a tierra dominicana y me comienza a asaltar la nostalgia, ese es el precio».

Oscar Torres arriba a la capital italiana en septiembre de 1951, cuando aún no había cumplido los veinte años de edad. Lleva en su equipaje una carta de recomendación dirigida a Emilio Rodríguez Demorizi, quien en aquel entonces hacía las funciones de embajador de la República Dominicana en Roma, en la que se le pedía interceder por Oscar y recomendarlo al Centro Experimental de Cinematografía. Ante tal prestigiosa recomendación, las autoridades académicas citan al joven aspirante para realizarle las correspondientes pruebas de admisión. Tras cumplir los requerimientos, es admitido para estudiar la especialidad de Dirección de Cine.

Por aquellos años, el Centro Experimental de Cinematografía de Roma, fundado por Mussolini en noviembre de 1935, era una de las mejores escuelas de cine a nivel mundial. Y fue, según la prensa nacional, «el primer dominicano que, inclinado a los estudios técnicos del cine, daba satisfacción a sus aspiraciones, ingresando en un centro de tanto renombre como el Cine-Cittá de Roma». Tuvo como profesores de práctica de cine a maestros del neorrealismo italiano como Victorio de Sica y Carlo Lizani. En 1953, y antes de su partida de Roma, Lizzani lo llevó como asistente a la filmación de su famosa película Crónica de los pobres amantes (1954), adaptación de una novela de Vasco Pratolini que tiene como telón de fondo el auge del fascismo en la Florencia de 1925. Con De Sica hizo prácticas de cine durante el rodaje del film Estación Termini, en el mismo año 1953. Algunos de sus compañeros de estudios eran jóvenes latinoamericanos como Fernando Birri, Jorge Alí Triana, Gabriel García Márquez, Néstor Almendros, Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa, entre otros. También figuraba entre ellos quien sería una figura cimera de la narrativa italiana del siglo xx: Italo Calvino. Oscar estaba convencido de su necesidad de regresar al Caribe y aplicar aquí todo lo que había aprendido en Italia.

Al salir de Roma, en algún momento de 1953, regresa a Santo Domingo, donde saluda a sus familiares y se reúne con sus compañeros de célula. Según testimonio de Tirso Mejía Ricart: «Por su madre Marietta supe que Oscar estuvo preso bajo el régimen de Trujillo hacia el 1954. No sé si fue torturado o no, ni cuánto tiempo permaneció en prisión. Solo tengo la referencia de que una vez puesto en libertad, se marchó a Puerto Rico, país de donde era originario su padre». Sobre esta posibilidad, apunta Virgilio Díaz Grullón en Antinostalgia de una Era: «En el curso de esos estudios viajó a Checoeslovaquia para participar en un congreso de jóvenes socialistas y esto le cerró las puertas del retorno a su patria porque los servicios de seguridad dominicanos detectaron esa participación».

El Oscar Torres que llega a Puerto Rico a finales de 1954 ya sabía usar la cámara y adaptar las técnicas de vanguardia para llevarlas a la gran pantalla, combinándolas con un sobresaliente nivel de creatividad. Trajo consigo ese aire vanguardista respirado en Roma para inyectarlo en proyectos culturales no destinados al simple entretenimiento. Regresó al trópico y de inmediato se insertó, con carácter de precursor, a la naciente producción independiente.

Pasó algún tiempo vagando en busca de trabajo. Se integró al equipo de fotorreporteros de los periódicos El imparcial y El Diario de San Juan. Ese oficio lo vincula de alguna forma a las jóvenes figuras de los movimientos de izquierda. Esto, unido a su formación socialista y a sus conocimientos de cine, lo acercan al movimiento intelectual de la época. El 30 de junio de 1955, recibe una carta del secretario de Educación, Mariano Villaronga, donde se le comunica que, a partir del primero de julio de ese año, y por un período indeterminado, ha sido admitido provisionalmente como estudiante de cinematografía (y en espera de la aprobación de su plaza como director de cine) en la División de Educación de la Comunidad adscrita al Departamento de Educación, con un salario anual de 2,700 dólares. La nueva plaza le exigía la encomienda de escribir guiones inspirados en los principios que crearon la DivEdCo y dirigirlos para el cine. Al siguiente año, 1954, se estrenan los primeros filmes educativos de esa entidad. En el libro Negociaciones culturales: Los intelectuales y el proyecto pedagógico del estado muñocista, de Catherine Marsh Kennerley, se lee: «Sobresale en esta línea la película a color Nenén de la Ruta Mora del recién iniciado director y guionista Oscar Torres. En esta primera película, Torres aborda la fiesta de Santiago, Apóstol de Loíza desde la perspectiva del personaje infantil, Nenén, y su juego con un vejigante. La cultura negra puertorriqueña entra en escena: la bomba, la plena y el carnaval “es para blancos, negros y mulatos”, indica la narración de la película». Disfraces y campesinos enmascarados (bailando, cantando y sacando ritmos autóctonos al cuero del tambor) presentan un espectáculo singular donde la música afro se combina con la bomba y el merengue. Una factura elegante, encabezada por una cámara atenta al pulso de la gente que viene y va dentro del contexto festivo, sirve para captar en unos minutos la espiritualidad de la gente sencilla que se divierte y eleva sus plegarias, externando emociones singulares.

El niño Nenén es el elemento que enlaza la historia con la realidad; el descubridor de aquel tesoro que el mundo desconoce porque su verdadera función es rastrear la elegancia de una comunidad que sabe expresar sus auténticos valores. Pocas veces el cine trató en forma de relato, combinando la voz de un narrador en off con los diálogos de algunos protagonistas, la alegría pueblerina a través de su culto folclórico mayor. Nenén de la Ruta Mora,5 además de un documento cinematográfico precursor, refleja el hondo sentir del ser humano y la expresión más legítima de su cultura. Esta película, además, tiene la importancia de ser la que inaugura la llamada «modalidad» del docudrama en el Caribe hispánico, técnica que Oscar Torres aprendió en sus estudios romanos y en la cual desarrolló todo su cine posterior, tanto en Puerto Rico como en Cuba. Después vinieron, casi de forma consecutiva, otras cintas como El yugo, Olas y arenas, Qué opina la mujer y Caminos del cooperativismo. Entre 1954 y 1958, Oscar Torres escribió y presentó varios guiones que no llegaron a filmarse y que se conservan en el Archivo General de Puerto Rico, tales como Los inconformes, Madre de todas las tierras: Quisqueya (s.f.), Río Grande de Loíza (1958), Strokes (apuntes de libreto, s.f.), Una producción fílmica (s.f.) y Violación (s.f.). En su segundo docudrama, El yugo,6 la denuncia social florece entre una cámara atenta a los contoneos costeros y un grupo de pueblerinos convertidos en actores gracias a la magia del cine. Como neorrealista, Torres despliega un trabajo excepcional en la dirección de actores no profesionales y en el manejo de la fotografía, esta vez auxiliado por Benji Doniger, con un esmerado esfuerzo en trascender las vistas panorámicas y los primeros planos como espacios de vanguardia.

El guion es tan naturalista que a veces hace olvidar que se está frente a un relato cinematográfico que intenta fundir lo imaginario con lo real, como una mezcla de sueños e ideales extraídos del alma de aquellos pescadores que no permiten que los intermediarios se enriquezcan con el producto de su trabajo. La organización comunitaria, los métodos de lucha contra los poderosos y la puesta en práctica del emprendurismo son los elementos éticos más sobresalientes en ese guion que Oscar Torres logra trasmitir a través de imágenes no convencionales que denotan su maestría. Tal vez sea, después de Realengo 18, la película suya que más influye en el desarrollo del cine caribeño. Olas y arenas7 es un breve homenaje, realizado con hondura, belleza y elegancia, a la compositora boricua Sylvia Rexach, que fue una notable y culta mujer cuya obra inspiró a más de una generación de escritores boricuas. Poesía, música y fotografía se esmeran en presentar al espectador el alma de un personaje a partir de sus sentimientos y reflexiones íntimas. El guion propone una mirada excelsa, depurada, movida entre los vaivenes de un trópico radiante de cotidianidad y los primeros planos de un personaje que encontró en ese entorno un motivo para apartar la vida de los enfoques tradicionales. Es un chispazo perfecto. Un homenaje a un ser humano intachable. Pero también es un homenaje a la mujer, a Puerto Rico, a la poesía y una manera de hacer cine rompiendo todos los esquemas comerciales impuestos en el mercado. El guion es de René Marqués y la música corre a cargo de la guitarra de Tuti Umpierre.

Caminos del cooperativismo, 8 filmado en blanco y negro, se realiza a partir de un reportaje a la Administración de Fomento Cooperativo y la Liga de Cooperativas de Puerto Rico. Con fotografía de Luis A. Maisonet, sonido de Héctor Moll y dirección de Marcos Betancourt. Oscar Torres concibió el guion a partir del discurso de un narrador omnisciente que, al estilo de una fábula, relata tres historias de dos hombres y una mujer esclavizados por los bajos salarios, los prestamistas y las pésimas condiciones de vida que por estas causas mantienen. Las historias se unifican cuando los protagonistas se integran al cooperativismo y de esa forma no solo salen de la miseria, sino que saldan sus deudas y mejoran su calidad de vida. El filme Qué opina la mujer, 9 con guion de René Marqués, fue dirigido por Torres a partir de una concepción cultural inspirada en sus conocimientos sobre el arte universal. Está dedicado a exaltar la figura femenina a partir del empleo de dibujos sobre la evolución del amor y la conquista masculina, para después cerrar el ciclo de esta presentación con la dependencia y esclavitud de la mujer.

El argumento sustenta que tanto hombres como mujeres pueden ser buenos amigos y magníficos camaradas, aunque en la vida real ocurre lo contrario porque en la cultura machista el sitio de la mujer está «entre el fogón y los barracones». Tres féminas emblemáticas en la historia de Puerto Rico de aquellos años –Inés Mendoza de Muñoz Marín, Margot Arce de Vásquez y Rebeca Colbert– demuestran el inmenso valor de la mujer en la vida puertorriqueña en esferas tan disímiles como el hogar, el deporte, la medicina y la educación. El narrador en off (José A. Torres Martinó), al final de la historia, concluye con el siguiente parlamento: «Nuestras madres, nuestras maestras hoy en todas las profesiones de Puerto Rico hay verdaderos valores femeninos. Nuestra generación y las posteriores se sentirán orgullosas de ellas». Ya para esa fecha, Torres había sido ascendido a editor de películas. Si bien la División de Educación de la Comunidad exigía a sus integrantes la realización de cortometrajes con fines educativos que tenían como finalidad cambiar las actitudes patriarcales de la sociedad puertorriqueña de ese período –empleando como actores a parroquianos comunitarios, con guiones basados en historias reales, para que así pudiesen identificarse más con el proyecto–, el cine de Oscar Torres dentro de esa institución rompió los esquemas trazados. La fotografía (Nenén de la Ruta Mora, El yugo), la lírica, la banda sonora y el empleo de técnicas de vanguardia para su época (Olas y arenas) le otorgaron un carácter de vanguardia al cine de ese entonces, lo que también incidió en muchos de los realizadores nucleados en aquel extraordinario proyecto de creatividad. Ese fue su aporte, y su grandeza. Y eso no era otra cosa que su línea de trabajo dentro de la modalidad del docudrama.

Notas: Este dato aparece registrado, de puño y letra de Oscar Torres, en el documento de Solicitud de Plazas para Nombramiento Directo del Departamento de Instrucción del Gobierno de Puerto Rico, con fecha 20 de abril de 1954. Es la única prueba hallada hasta la fecha sobre la constancia de su nacimiento, junto al testimonio de su tío Nelson de Soto Martínez. En 1931, la ciudad de Guantánamo pertenecía a la provincia cubana de Oriente. Al instaurarse en Cuba la nueva división político-administrativa en 1976, esa provincia se desintegró y se multiplicó en cinco: Santiago de Cuba, Granma, Las Tunas, Holguín y Guantánamo. En julio de 2015 se revisaron las actas de nacimiento de la nueva provincia de Guantánamo y en dicha búsqueda no apareció la de Oscar Torres. Algunas personas suponen que, en la nueva división, los registros de nacimiento correspondientes a los años 30 pasaron a otras jurisdicciones de las nuevas provincias orientales. «Cuartel general» se refería al lugar que servía de punto de encuentro y reunión para las actividades conspirativas contra el régimen de Rafael Leónidas Trujillo. «De una inquieta madurez intelectual, Oscar Antonio Torres busca en la lectura constante la satisfacción a su deseo de aprender. Mas siempre de las páginas de un libro surge la necesidad de leer otro; de los principios expuestos por un autor se desprende la curiosidad de conocer las opiniones de uno más. Y así va, en continuo peregrinar, de Dostoiewsky a Neruda; de Zola a García Lorca; de Cervantes a Ingenieros, sin detenerse nunca, sin saciarse jamás… Pese a su juventud, tiene 16 años, ha sabido fundir en molde propio, muy personal, la cultura adquirida y apenas los modelos marcan sus huellas en la producción original. Emprendedor y un poco visionario, elabora proyectos y planea trabajos.

La música ocupa sus ratos de ocio, cuando los estudios dejan paso a sus distracciones. Acaba de terminar el cuarto curso teórico de la escuela “Presidente Trujillo” y se propone iniciar en breve los estudios de Derecho». Este testimonio de Virgilio Díaz Grullón rectifica una afirmación de José Luis Sáez en su libro Historia de un sueño importado (Díaz Grullón, ob. cit., p. 64) a la hora de citar a las figuras que a finales de los años cuarenta ejercían la crítica de cine. Para Sáez, los tres críticos de cine más importantes del país en ese tiempo fueron, por ese orden, Manuel Valdeperes, José Manuel García Rodríguez y Oscar Torres (Sáez, ob. cit., p. 152). En una investigación realizada en el periódico El Caribe, entre 1948 y agosto de 1951, no apareció ninguna crítica de cine calzada con las firmas de Valdeperes y García Rodríguez. En esos años, Valdeperes se desempeñaba como redactor del periódico La Nación y autor de la columna «Pre-estrenos» de ese mismo diario (Sáez, p. 152). Y Torres comenzó a escribir su columna «Fábrica de sueños» en dicho diario el 9 de marzo de 1951, y se mantuvo en tal condición hasta el 25 de agosto de ese mismo año. Nenén de la Ruta Mora (Docudrama. Color. 24 minutos. Puerto Rico. 1955. Reparto: Myrna Casas y vecinos de Loíza Aldea). Es la historia de un niño (Nenén) habitante de una comunidad de humildes pescadores que un día se encuentra con el enigmático Cumbé, un diablo cojuelo rey de los cocolos que lo lleva a la fiesta de Santiago Apóstol de Loíza Aldea. Allí el menor descubrirá los bailes y cantos que reflejan la identidad y el sincretismo cultural de la región. El yugo.

Ficha técnica: País: Puerto Rico. Año: 1959. Duración: 42 minutos. B/N. Director: Oscar Torres. Guion: Pedro Juan Soto. Edición: Luciano Cavalieri. Foto: Benji Doniger. Sonido: Héctor Moll. Reparto: Héctor Pagán, María J. Correa, Israel Martínez, Isaac Alvina y otros vecinos del barrio Las Cabezas de Fajardo, de Puerto Rico. Música original de Héctor Campos Parsi, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, y motivos de danza a cargo de la Rondalla de Héctor Graciani. Sinopsis: Un grupo de humildes pescadores organiza su propia cooperativa para evitar que los intermediarios se enriquezcan con el resultado de su trabajo. 7 Olas y arenas (Dirección y guion: Oscar Torres. Género: Documental. Color.  minutos. 1956. DivEdCo. Puerto Rico). Caminos del cooperativismo (Dirección y guion: Oscar Torres. Género: Docudrama. 20 minutos. 1958. DivEdCo. Puerto Rico. B/N.). Qué opina la mujer (Dirección: Oscar Torres. Guion: René Marqués. Género: Docudrama. 17 min. B/N. 1959).


4 comments

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Szpiegowskie Telefonu abril 12, 2024 - 12:31 pm

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Norma abril 22, 2024 - 4:27 am

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Gabriela Atal mayo 1, 2024 - 2:09 pm

Buenas tardes, quisiera saber dónde se puede encontrar el cortometraje Olas y Arenas sobre Sylvia Rexach. Muchas gracias, saludos

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