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Costas dominicanas: Uso sostenible o muerte

by Rubén E. Torres
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Las costas dominicanas están consideradas por millones de visitantes como las más hermosas de la región. El turismo de nuestro país, en gran parte, depende de costas limpias, aguas cristalinas y arenas blancas, condiciones que son tomadas en cuenta por los turistas al elegir su destino. El uso de los recursos para satisfacer esta demanda ha causado un deterioro abrupto de los ecosistemas costeros y marinos, hasta el punto de usar y desechar las áreas hábiles para desarrollo hasta agotarlas, queriendo aprovechar ahora espacios una vez preservados para el bienestar de nuestro futuro como isla. Esto se conoce comúnmente como uso o manejo no sostenible de los recursos naturales. Esta tendencia de desarrollo no sostenible tiene impactos fácilmente observables para cualquier ciudadano o visitante:

• Descargas de aguas tratadas o no provenientes del alcantarillado o campos de golf.
• Descargas de desperdicios sólidos por las escorrentías.
• Destrucción de hábitat para el desarrollo costero.
• Cambios de circulación de aguas costeras por intervenciones poco estudiadas.
• Salinización de aguas subterráneas por exceso de extracción para consumo humano.
• Remoción de la vegetación costera y sumergida para el paisajismo.
• Modificación de las dunas para realización de actividades deportivas.
• Extracción de arena de playas vírgenes.
• Sobrepesca para cumplir con una demanda siempre creciente de mariscos.

Estos impactos son evidentes en muchos lugares de nuestra isla. No hace mucho tiempo, el destino por excelencia era la zona de Puerto Plata, con niveles importantes en el mercado internacional en los años setenta y ochenta, décadas en las cuales se observó un cambio de una oferta turística basada grandemente en los aspectos culturales de nuestra historia a otra de disfrute casi exclusivo de la costa (la playa). También vimos el desarrollo y posterior deterioro de la zona de Juan Dolio y Guayacanes, en donde actualmente, y a causa de la muerte del arrecife que una vez protegía esta costa, sus playas han perdido gran parte de la arena una vez abundante.

Ahora vemos como la zona Este florece y se desarrolla a unos niveles nunca vistos en nuestro país; sin embargo, estudios puntuales y a mediano plazo indican un deterioro alarmante de los arrecifes de esta área y pronostican una pérdida sustancial de las playas arenosas como en el caso anterior.

Todo esto hace que los próximos desarrollos vean nuestro único rincón costero intacto, la zona suroeste, como el próximo gran destino turístico, sin aprender de los ejemplos tan claramente descritos anteriormente y sin observar declaraciones tan importantes como las de la unesco, que reconoce la zona de Bahía de las Águilas como Reserva de la Biosfera.

Un mundo desconocido 

Y es que nuestra condición de isla relativamente pequeña hace que la mayor parte del territorio pueda ser catalogado como zona costera, dominada por un mundo hasta ahora poco conocido, incluso por nosotros mismos: el mar. Esta condición se remonta a miles de años atrás, con un origen volcánico submarino estrechamente relacionado a los fenómenos tectónicos de la región, en donde una vez formada la isla se dieron asociaciones de miles de especies que se han ido adaptando unas a otras. Este desarrollo de diferentes especies, cada una ocupando un nicho ecológico especializado, llega a formar diferentes ecosistemas, cada uno con características y funciones distintas pero de gran importancia para el medio ambiente y el bienestar de las poblaciones que habitan estos ecosistemas, así como los terrestres.

Los ecosistemas costeros y marinos de nuestra isla son el hábitat de más de 1,500 especies marinas distribuidas a lo largo de 1,668 kilómetros de costas de La Española e islas adyacentes: 141 lagunas costeras, 19 estuarios, 17 regione arrecifales, más de 20 áreas con ecosistemas de manglares, 192 playas de arena y 25 áreas de dunas. Varios organismos marinos, principalmente corales y algas calcáreas que tienen la capacidad de producir material calizo usando la sal disuelta en el agua de mar, han dado origen al suelo calizo que se encuentra en gran parte de nuestra isla, y son de mucha importancia para la industria de la construcción. Esto puede ser comprobado observando los fósiles de origen marino que comúnmente se encuentran en las zonas de construcción actuales, incluso tierra adentro lejos de la costa.

Este material calizo de tanta importancia también lo vemos depositado en nuestras costas en forma de hermosas playas de arena blanca, las cuales son el principal motivo de la alta concurrencia de turistas antes mencionada. Aparte de su atractivo estético, las playas representan un ecosistema costero muy dinámico y de alta complejidad. En constante movimiento por las olas y mareas, las arenas vienen y van de un lado a otro sin que podamos incluso percibirlo. Una de las formaciones de arena mas importantes de las playas es la duna cubierta de vegetación, una zona donde se deposita o almacena la arena y que soporta los grandes movimientos que se dan diariamente. Sin la duna, la arena sencillamente se va y no vuelve.

También en la costa encontramos los manglares, que se caracterizan por la presencia de cuatro especies de plantas con la particularidad de que resisten la exposición a la sal del mar. Las mismas ocupan espacios bien determinados en la zona costera: primero el mangle blanco o botón, luego el gris, el negro y finalmente el rojo, con sus peculiares raíces en forma de zancos que entran al agua.

Todos avanzan en conjunto, colonizando territorio marino, atrapando y consolidando sedimentos sueltos, extendiendo la costa mar adentro. Los manglares, con sus elaboradas formas, son el refugio perfecto para miles de individuos juveniles de casi todas las especies costeras y marinas; también sirven de amortiguamiento contra las marejadas y tormentas e incluso lo destructores maremotos, como se observó en las islas Surin en Tailandia durante el maremoto de diciembre de 2004 (gracias a la protección de los manglares de la costa, las pérdidas de propiedad y vidas humanas fueron mínimas en relación a la devastaciones observadas en otras costas que habían sido desarrolladas).

Otros ecosistemas

Aunque no podamos ver claramente debajo de la superficie del mar, en los fondos marinos se desarrollan también otros ecosistemas de importancia vital para el desarrollo de la vida sobre la isla. Después de la playa o el manglar, nos encontramos con las praderas de hierbas marinas, comúnmente catalogadas por los bañistas como zonas indeseables. Estos ecosistemas sirven de refugio a miles de individuos juveniles, que van pasando en transición desde las raíces del mangle rojo a las hierbas marinas y luego al arrecife. Al igual que los manglares, las raíces de las hierbas marinas tienen una gran importancia para la costa, ya que estabilizan las arenas y evitan la pérdida de las mismas con las corrientes y el oleaje.

Más allá de las praderas de hierbas marinas encontramos los majestuosos arrecifes de coral. En términos ecológicos, los arrecifes son comparados con los bosques húmedos tropicales: son el segundo ecosistema con mayor biodiversidad del planeta y son fuente de alimento de entre 30 y 40 millones de personas por año. Sirven de rompeolas natural, protegiendo las playas contra la erosión y el oleaje, y sirven de refugio para miles de otras especies marinas. A través de estudios científicos se ha podido calcular que los arrecifes de coral sirven de refugio a más de 4,000 especies de peces, 700 especies de coral y miles de otras formas de vida, llegando a un estimación de más de un millón de especies que tienen asociación directa con ellos. 

Muchas de estas especies asociadas nos sirven de sustento diario, como importante fuente de proteínas. También tienen mucha importancia en el balance del dióxido de carbono en los océanos, del cual absorben grandes cantidades permitiendo que miles de otras especies, incluyendo los humanos, puedan sobrevivir en el planeta. En términos económicos, el programa ambiental de las Naciones Unidas estima que el valor agregado por servicios provisto por los arrecifes de coral está entre 100,000 y 600,000 dólares por kilómetro cuadrado por año. El costo de su manejo sostenible a través de la protección de áreas es de solamente 775 dólares por kilómetro cuadrado por año. En servicios específicos, el costo de instalación de un rompeolas artificial se estima en 10 millones de dólares el kilómetro cuadrado, y el costo de la restauración de playas se ha calculado en 125,000 dólares por año.

El arrecife de coral tiene muchas particularidades importantes, mayormente gracias a los corales, organismos que atrapan carbonato de calcio del agua salada y lo convierten en su esqueleto, el cual asemeja rocas que, con sus complicadas formas, van creando una dimensión tridimensional y una arquitectura majestuosa y en total armonía. Muchas veces catalogados como metrópolis submarinas, los arrecifes de coral son el hábitat de miles de especies que proveen su función para con los demás, aumentando así el desarrollo del ecosistema.

Junto a los manglares y praderas de hierbas marinas, los arrecifes de coral son componentes importantes para las áreas costeras tropicales, debido a la gran variedad de las funciones ecológicas y económicas antes mencionadas. Dentro de las funciones más importantes podemos mencionar la protección de las costas de la erosión (particularmente las playas); también proveen un hábitat a una gran variedad de especies y son una fuente primaria de alimento para las comunidades cercanas. Los arrecifes de coral son fundamentales en la protección de las playas, y por lo tanto del turismo en la República Dominicana.

Falta de entendimiento

Hasta estos momentos se ha recopilado una gran cantidad de información sobre los factores que afectan los ecosistemas costeros y marinos. Sin embargo, nos encontramos muy lejos de entender a cabalidad la multitud de procesos que ocurren en estos ecosistemas y cómo interactúan para producir lo que vemos hoy en día. Esta falta de entendimiento sobre los numerosos procesos de los arrecifes tiene como consecuencia un mal manejo de los recursos, hasta el punto de que no tenemos una idea clara del daño que representan las actividades humanas.

Esta naturaleza compleja ha hecho que la explotación de los recursos tenga consecuencias que van en perjuicio nuestro, creando un desbalance en lo que una vez funcionó en armonía. Con este desequilibrio en el ecosistema, vienen la reducción del alimento, la erosión de nuestras playas, las inundaciones, la pérdida de estética del ambiente… y con esto perdemos la capacidad de ofrecer servicios intrínsecos de una isla tropical, de destino turístico, de país.


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