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El fenómeno migratorio cubano: antecedentes, actualidad y perspectivas

by Jesús Arboleya Cervera
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Se analiza el fenómeno migratorio cubano desde sus orígenes hasta la actualidad, las razones que explican la excepcionalidad de la política migratoria de Estados Unidos hacia Cuba y las primeras reacciones del Gobierno y la sociedad cubana hacia este fenómeno, así como la evolución que ha tenido este proceso en ambos países y otras partes del mundo. Además, las causas endógenas que determinan el fenómeno migratorio cubano actual, sus consecuencias para la sociedad cubana, las políticas posibles y sus perspectivas respecto al futuro de la nación y las relaciones con Estados Unidos. 69 existe la percepción de que la emigración cubana hacia Estados Unidos comenzó a partir del triunfo revolucionario en enero de 1959. Sin embargo, desde finales del siglo XVIII el flujo migratorio hacia ese país fue significativo, hasta convertirse en el destino preferido de los migrantes cubanos.

En términos absolutos, fue la segunda inmigración más nutrida de América Latina en el territorio norteamericano, después de la mexicana, y la mayor proporcionalmente si la comparamos con la población del país. Antecedentes de los procesos migratorios en Cuba Durante el período colonial, los sectores más pudientes y algunos intelectuales criollos viajaban a Europa, especialmente España y Francia, para estudiar o hacer negocios. Pero una vez que Estados Unidos alcanzó su independencia, hacia ese país se movieron los flujos migratorios más importantes de Cuba. Desde 1820 pueden identificarse asentamientos más o menos significativos de criollos cubanos en Estados Unidos. En la década de 1870, esta cifra alcanzaba unas 12,000 personas.1 En Nueva York se concentraba el grueso de la élite criolla emigrada, pero en ese y otros lugares la mayoría eran trabajadores de diversas razas que emigraron atraídos por el fin de la Guerra de Secesión norteamericana, el inicio de la primera contienda independentista en Cuba y el traslado a Estados Unidos de una parte importante de la industria torcedora de tabaco cubano. La especialización y la alta concentración de la industria tabaquera dio lugar a la formación de comunidades de trabajadores cubanos en Cayo Hueso y Tampa, en la Florida, donde en 1890 residían más de 20,000.2 De hecho, estas ciudades se convirtieron en enclaves criollos perfectamente diferenciados, únicos de su tipo en el caso de latinoamericanos que no fuesen de origen mexicano.

Es bien conocido el papel desempeñado por la emigración en la labor independentista de José Martí y en la formación del Partido Revolucionario Cubano en 1892. Con el advenimiento de la República de Cuba en 1902, Estados Unidos continuó siendo el lugar preferido de residencia de una buena parte de la burguesía cubana y era bastante común que tanto esta clase como los sectores medios más pudientes enviaran a sus hijos a estudiar a esa nación y viajaran frecuentemente a ese país por razones personales, de negocios o en calidad de turistas, conviviendo con una masa de trabajadores que buscaban mejores oportunidades de empleo, según fuese la situación económica imperante y la política migratoria norteamericana en cada momento. Se calcula que en las primeras tres décadas republicanas más de 83,000 cubanos emigraron a ese país. La crisis económica de Estados Unidos en 1930 hizo descender el flujo durante algunos años, pero volvió a aumentar motivado por el incentivo de oportunidades generado por la Segunda Guerra Mundial y cerca de 100,000 también lo hicieron entre 1950 y 1958. Por lo que es posible calcular que, cuando triunfa la Revolución cubana, alrededor de 125,000 cubanos vivían en ese país.3 Hasta entonces eran recibidos y tratados como cualquier otro inmigrante de origen latinoamericano y el acto de emigrar no tenía ninguna connotación política ni para la sociedad cubana ni para la opinión pública internacional.

Estos factores son los que cambian de manera radical a partir de enero de 1959, cuando la emigración no solo aumenta su volumen, sino que asume una función política contra el nuevo régimen, lo que explica el tratamiento diferenciado y excepcional que le fue otorgado por el Gobierno de Estados Unidos y la reacción del Gobierno cubano frente al fenómeno migratorio. La emigración cubana a partir del 1.o de enero de 1959 Desde los primeros momentos, estimular la emigración procedente de Cuba quedó establecido como parte del proyecto norteamericano contra la Revolución cubana. Sus objetivos eran drenar al país del capital humano que requería la economía; crear en el exterior la base social y operativa de un movimiento contrarrevolucionario derrotado dentro del país, así como desprestigiar al nuevo régimen a escala internacional, sentando la matriz mediática de que la gente no emigra, sino que huía de Cuba. E 70 La política cubana nunca estuvo dirigida a prohibir la salida del país de las personas, sino a establecer acuerdos con Estados Unidos que garantizaran el orden de este proceso. No obstante, a la vez, se trató de desestimular la emigración mediante diversos recursos, incluso punitivos, y se promovió un rompimiento casi absoluto de los emigrados con la sociedad cubana. Dado el grado de polarización política existente, una actitud similar ocurrió en el otro bando, y el contacto con Cuba también devino un acto de traición a la «causa contrarrevolucionaria». Los primeros en emigrar fueron algunos personeros de la derrocada dictadura de Fulgencio Batista. Después, o al unísono, lo hicieron muchos que habían adoptado la ciudadanía norteamericana o tenían residencia permanente en ese país. Otros simplemente se aparecieron allí con visa de turista o sin ella, acogiéndose al asilo que pródigamente se les ofrecía.

Cuando, en enero de 1961, Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Cuba, hasta instituciones no gubernamentales, como la Iglesia católica, o ciudadanos privados vinculados a la CIA, estaban facultados para otorgar las llamadas visas waivers, concebidas para casos de extrema emergencia. A la oligarquía se le fue sumando el resto de los sectores más privilegiados del país, incluida buena parte del personal profesional y técnico mejor calificado, así como un determinado grupo de personas comprometidas con el antiguo régimen, que se vieron desplazadas de sus posiciones y estigmatizadas por sus vínculos con la dictadura. Su composición social reflejaba sus diferencias con la sociedad cubana. En 1960, menos del 7% de la comunidad de origen cubano en Estados Unidos era negra o mestiza y diez años después esta proporción descendió a 2.6%. En Cuba, esa proporción rondaba el 30% de la población.4 A finales de 1962, como resultado de la crisis de los misiles, cuando el mundo estuvo al borde de la guerra nuclear debido al problema cubano, el presidente Kennedy suspendió definitivamente los vuelos directos entre Estados Unidos y Cuba. En el país quedaron varadas miles de personas que esperaban emigrar, lo que, unido a la aceptación indiscriminada de los inmigrantes indocumentados cubanos, creó un incentivo tremendo a la emigración ilegal, la cual alcanzó en ese momento uno de los niveles más altos de todo el período revolucionario: cerca de 30,000 personas en apenas tres años.5 La expectativa de emigrar, con un máximo de garantías de ser recibido y tratado de manera preferencial en un país altamente desarrollado como Estados Unidos, constituyó, por sí misma, un elemento desestabilizador de la sociedad cubana. La emigración por vías ilegales incorporó, además, una faceta dramática al hecho migratorio, pródigamente explotada por la propaganda estadounidense. Ello determinó que el intento de salida ilegal fuese considerado un delito por la legislación cubana y se desplegará un amplio sistema de vigilancia para evitarlo. De resultas, mientras la lógica de los procesos migratorios establece el precedente de que son los países receptores los encargados de controlarlo, en el caso cubano ocurrió todo lo contrario.

Mientras el país receptor los recibía indiscriminadamente, el emisor era el encargado de establecer los controles migratorios. El objetivo de Estados Unidos era promover la idea de emigrar y, a la vez, reducir las posibilidades de hacerlo por vías legales, para así incentivar la opción ilegal, siempre y cuando su volumen pudiera ser controlado por Estados Unidos, para lo cual contaba con el interés de la parte cubana de evitar el caos resultante de una situación que podría, incluso, justificar acciones militares de ese país contra Cuba. Sin embargo, esta ecuación se ha visto alterada cuando el Gobierno cubano ha estado dispuesto a asumir los riesgos que implica autorizar las salidas ilegales En Cuba, la emigración fue definida como el «enemigo» 71 les, con tal de presionar a Estados Unidos respecto a esta política. Tal fue el caso de la apertura del puerto de Camarioca, en 1965, cuando en barcos contratados por sus familiares residentes en Estados Unidos emigraron unas 2,700 personas. A pesar de que el volumen no fue relevante, la posibilidad de que se creará un flujo incontrolado de cubanos hacia Estados Unidos instó al Gobierno de ese país a firmar lo que se dio en llamar Memorando de Entendimiento, en realidad, el primer acuerdo entre ambos países para organizar el proceso migratorio, un objetivo de la política cubana, que se debatía en los conflictos que entrañaba esta situación. Cerca de 380,000 personas emigraron en los ocho años que funcionó el compromiso, incluyendo unos 10,500 que continuaron haciéndolo por vías ilegales. El 90% de ellas tenían familiares en Estados Unidos, lo que refleja que el proceso de reunificación familiar resultó bastante completo, teniendo un impacto notable en la conformación demográfica de la comunidad emigrada cubana y su posterior relación con Cuba, toda vez que estas personas dejaron escasos vínculos afectivos en el país.6 En 1973, el presidente Nixon decidió finalizar el puente aéreo y suspender los acuerdos que le dieron origen, con lo cual retrotrae el problema migratorio entre los dos países al estado en que se encontraba en 1965.

En este momento, culminó el proceso de ingreso a Estados Unidos de unas 400,000 personas, en su mayoría de la clase media cubana, que, sumadas al primer grupo, completaron en 1980 una población cercana a 670,000 personas, dando origen a lo que hoy día se denomina el «exilio histórico». En Cuba, la emigración fue definida como el «enemigo» y rechazada por la mayoría de la población cubana, que los consideraba «vendepatrias» y «mercenarios» al servicio del imperialismo norteamericano. Mientras, en Estados Unidos eran tratados como «refugiados del régimen comunista», aunque la ley no los contemplaba como tales, y recibieron un trato preferencial, que incluyó la creación del Programa de Refugiados Cubanos (PRC), en febrero de 1961, el más amplio y costoso que jamás se haya aplicado en Estados Unidos a una masa de inmigrantes.7 Precisamente, para abaratar los costos de este programa y regularizar el estatus legal de los cubanos, la administración Johnson aprobó, en 1966, la Ley Letrero de mediados de los sesenta en el muelle de Key West 72 de Ajuste Cubano, destinada a facilitar el estatus de residente a todos aquellos que habían arribado al país después del primero de enero de 1959 y hubieran permanecido de manera ininterrumpida más de un año en él. Esta política no cambió ni siquiera cuando, en 1977, Jimmy Carter asumió la presidencia de Estados Unidos y se inició un proceso de acercamiento por parte de ambos gobiernos. Carter evitó involucrarse en la firma de un nuevo acuerdo migratorio con Cuba, pero autorizó las visitas de los norteamericanos, incluyendo a las personas de origen cubano que vivían en el país norteamericano. Cuba, por su parte, como resultado de lo que se llamó el «Diálogo con figuras representativas de la comunidad cubana en el exterior», liberó a más de 3,600 presos políticos, casi la totalidad de los existentes entonces, aceptó su traslado a Estados Unidos y autorizó las visitas de los emigrados al país.

A pesar de las amenazas y agresiones de los grupos terroristas, más de cien mil emigrados viajaron a Cuba en 1979, alrededor del 12% de la población de origen cubano de entonces. El humor cubano describió el proceso como «la conversión de los gusanos en mariposas» y el discurso oficial comenzó a tratarlos de manera más respetuosa, aunque buena parte de la población cubana rechazaba estos encuentros. Sin embargo, por diversas razones, las relaciones entre ambos gobiernos fueron deteriorándose y la propaganda oficial norteamericana continuaba alentando la emigración ilegal procedente de Cuba, con repercusiones dramáticas hacia lo interno y sus relaciones con otros países. Supera las posibilidades de este trabajo describir estas tensiones y sus expresiones populares, a veces excesivas y condenables, basta decir que, como consecuencia de las mismas, en abril de 1980 el Gobierno cubano decidió autorizar las salidas del país e irrumpió la llamada «oleada migratoria del Mariel», transformando los patrones migratorios cubanos hasta el momento y la política norteamericana al respecto.8 Los nuevos emigrados A diferencia de los emigrados anteriores, para quienes la Revolución no solo representó la pérdida de estatus, propiedades y privilegios, sino también la alteración del ámbito referencial político, ideológico y cultural en que se desenvuelven sus vidas dentro de la sociedad cubana, los «nuevos emigrados» ya no serán representativos de la vieja oligarquía cubana, ni gente de la clase media favorecida por el neocolonialismo, sino personas de origen humilde formadas dentro del proceso revolucionario. Por tanto, aunque no son ajenas a las exigencias impuestas por el enfrentamiento con Estados Unidos, las causas de esta nueva emigración ya no estaban referidas al pasado del país, sino que se habían incubado dentro del propio proceso revolucionario y responden a dinámicas relacionadas con las condiciones en que se había desarrollado el socialismo en Cuba. De resultas, cualquiera que fuesen sus diferencias con el sistema cubano, reflejarán otra historia, así como también será distinta la manera en que fueron recibidos por la sociedad norteamericana y su inserción dentro de la propia comunidad de inmigrantes cubanos. En los seis meses siguientes, burlando controles y amenazas del Gobierno norteamericano, cientos de embarcaciones contratadas por emigrados cubanos arribaron a Cuba, trasladando a Estados Unidos unas 125,000 personas, lo que constituyó la ola migratoria más grande de la historia cubana y probablemente de Estados Unidos, afectando incluso el balance demográfico de Cuba. Tanto el discurso oficial cubano, como la reacción popular, anatemizan a los emigrados del Mariel a niveles Los primeros en emigrar fueron algunos personeros de la derrocada dictadura de Fulgencio Batista 73 solo comparables con los primeros momentos y se extendió el calificativo de «escorias» para describirlos. Estados Unidos, por su parte, transformó el patrón con que hasta ese momento habían sido tratados los inmigrantes cubanos y los trataron como los boat people, procedentes de Haití.

No recibieron ninguno de los beneficios establecidos para los inmigrantes cubanos, muchos de ellos fueron considerados «excluibles» y recluidos en cárceles norteamericanas, y la prensa llegó a calificarlos como «representativos de la inmigración más despreciable de la historia de la nación».9 Los estereotipos de uno y otro lado no se sustentan en las investigaciones realizadas. En verdad, debido a las condiciones en que se produjo esta migración, dígase por medios relativamente seguros, sin restricciones cubanas ni capacidad de selección por parte de Estados Unidos, los marielitos constituyeron el grupo de emigrados más representativo de la sociedad cubana hasta el momento y el más diferenciado del resto de la emigración hasta entonces. En octubre de 1980, el Gobierno cubano decidió cancelar las salidas del país por el puerto de Mariel. Culmina así un proceso traumático para ambas sociedades cuyo balance político y social no había sido positivo para nadie, salvo para hacer evidente la necesidad de buscar un orden al problema migratorio cubano. Tal situación explica la aparente contradicción de que haya sido precisamente el gobierno de Ronald Reagan, enemigo acérrimo de la Revolución cubana, el que actuará en función de alcanzar algún tipo de entendimiento con el Gobierno cubano, lo cual se correspondía también con el interés de Cuba de evitar una escalada en el conflicto con Estados Unidos, ahora más propenso a desencadenar una agresión armada aprovechando cualquier excusa. En esta lógica, está la génesis de los acuerdos migratorios de 1984 entre los dos países. El Gobierno norteamericano asumió las negociaciones con el interés particular de resolver el problema de los declarados «excluibles», a los cuales se pretendía deportar a Cuba, así como frenar la posibilidad de «otro Mariel», y el Gobierno cubano aceptó estas condiciones a cambio del compromiso de Estados Unidos de admitir «hasta» 20,000 inmigrantes legales cubanos anualmente. Marines estadounidenses suben a un niño a un barco de refugiados a principios de los ochenta 74 No obstante, firmados en un clima de máxima tensión, los acuerdos sufrieron diversos inconvenientes, entre ellos la falta de voluntad del Gobierno norteamericano de cumplir con las visas previstas y mantener su política de estímulo a la emigración ilegal, un aspecto que no aceptaron contemplar en el Memorando de Entendimiento Aun así, en esta etapa las salidas ilegales no reportaron un incremento, pero esta situación cambió radicalmente cuando, como resultado del desmantelamiento del campo socialista europeo a principios de la década de 1990, irrumpió en Cuba la crisis económica más profunda de su historia y se dispararon de nuevo los volúmenes de salidas ilegales. La crisis económica es, por ende, el fenómeno que signa las particularidades de los cubanos que emigran a partir de ese momento. Por primera vez, el volumen de la emigración ilegal supera en mucho a la que ocurría por vías legales. A pesar del «síndrome del Mariel», la política norteamericana jugó nuevamente a la estimulación de la emigración ilegal como recurso desestabilizador de la sociedad cubana, confiada en que las restricciones impuestas por Cuba a estas salidas las mantendrían dentro de volúmenes manejables por Estados Unidos. La presión migratoria ilegal resultante de la crisis económica desembocó en desórdenes sociales en el verano de 1994, por lo que, el 12 de agosto de ese año, el Gobierno cubano decidió abstenerse de controlarlas y 36,000 personas se lanzaron al mar en embarcaciones rústicas, en la confianza en que serían rescatados por los guardacostas norteamericanos, como había ocurrido hasta ese momento, dando inicio a lo que se dio en llamar la «crisis de los balseros cubanos». Sin embargo, la administración Clinton anunció que impediría la entrada de los «balseros» al territorio de Estados Unidos, por lo que, siguiendo la experiencia aplicada a 21,000 haitianos allí concentrados, más de 30,000 fueron trasladados a bases militares en Guantánamo y Panamá, con lo cual se elimina la posibilidad de que fuesen considerados para el otorgamiento de asilo o recibieron los beneficios de la Ley de Ajuste Cubano. Entre las presiones convergentes de la extrema derecha de origen cubano, que exigía arreciar la política hacia Cuba, y buena parte de la opinión pública estadounidense, que se expresaba a favor de la búsqueda de una solución definitiva al problema, Clinton optó por una solución intermedia, que consistió en negociar un nuevo acuerdo migratorio con Cuba y, al mismo tiempo, establecer nuevas medidas punitivas contra el país, creando un clima que desembocó en la aprobación de la Ley Helms Burton, mediante la cual adquirieron categoría legal todas las medidas impuestas a Cuba y se establecía que sólo el Congreso podía eliminarlas o enmendarse, bajo la condición del derrocamiento del régimen cubano y el establecimiento de un gobierno que, bajo el control norteamericano, satisficiera las condiciones impuestas por Estados Unidos.

El nuevo convenio migratorio, que aún rige las relaciones migratorias entre los dos países, fue firmado el 9 de septiembre de 1994 y ampliado en mayo de 1995. Esta vez, Estados Unidos se comprometió a conceder «un mínimo» de 20,000 visas anuales, así como devolver a los emigrantes ilegales que fuesen capturados en alta mar y suspender la práctica de otorgar asilo automático a quienes lograron arribar por vías ilegales al territorio estadounidense. El Gobierno cubano, por su parte, se comprometió a recibir de vuelta a estas personas y no tomar medidas judiciales contra ellas, así como evitar las salidas ilegales por «medios pacíficos».10 Aunque, como vimos, el acuerdo de 1994 establece que el Gobierno de Estados Unidos descontinuará la práctica de conceder estatus de inmigrantes a aquellos que llegarán de manera La emigración ilegal supera en mucho a la que ocurría por vías legales 75 irregular a ese país, este compromiso fue unilateralmente descartado en 1999, estableciéndose la distinción de «pie seco/pie mojado» o lo que es lo mismo: los que fuesen interceptados en el mar serían devueltos a Cuba, pero los que lograran pisar suelo norteamericano serían acogidos como de costumbre. La consecuencia es el contrasentido de alentar que aquellos que no califican para la obtención de visas lo intenten ilegalmente y, por demás, se premia a los que logran burlar la vigilancia norteamericana. De cualquier manera, como resultado de estos acuerdos, la comunidad de origen cubano ya no es la misma que caracterizó al «exilio histórico». Se modificaron factores clave como la composición social de los inmigrantes y sus experiencias de vida previas, con sus consiguientes consecuencias culturales, políticas y económicas. Más importante aún, se transformó la visión de la sociedad cubana respecto al fenómeno migratorio y las relaciones con los emigrados, generando importantes transformaciones del discurso y la política oficial al respecto. Precisamente, las relaciones con Cuba marcan el punto de demarcación de las diferencias políticas entre el «exilio histórico» y los «nuevos emigrados», lo cual se expresa de muchas maneras, incluyendo el comportamiento electoral.

Ello reviste una importancia política estratégica para Cuba, toda vez que el rechazo a estos contactos, condición ándolos al derrocamiento del régimen cubano, ha sido una premisa del discurso contrarrevolucionario, a partir del cual se ha fraguado el mito de la supuesta excepcionalidad de la inmigración cubana y compulsado su cohesión bajo principios muy conservadores, lo cual ha influido en la integración de estas personas en la sociedad norteamericana, hasta dar forma a lo que se denomina como «comunidad cubanoamericana». Las características de la emigración cubana actual y sus implicaciones demográficas para Cuba El fenómeno migratorio repercute de manera integral en la sociedad cubana, así como en sus relaciones con el resto del mundo, lo que lo convierte en uno de los asuntos más complejos y relevantes de la situación nacional y el futuro del país. En los últimos quince años han emigrado de En 1980, a los que llegaron en los primeros barcos desde el puerto de Mariel se los alojó en la base aérea de Boca Chica, en Key West 76 Cuba entre 20,000 y 46,000 anualmente y todo indica que esta continuará siendo la tendencia, al menos hasta el 2030. Se trata de flujos migratorios de rostro preferentemente femenino, joven y de elevada calificación, si la comparamos con los estándares internacionales. El potencial migratorio de la población cubana ha sido calculado entre 781,000 y 826,000 salidas netas en este período. Entre otras consecuencias, esto tiene un impacto considerable en la composición demográfica cubana, ya que los pronósticos indican que en los próximos 20 años se producirá una reducción de la población y su envejecimiento relativo, siendo uno de los factores influyentes en esta dinámica la sostenida tendencia a la emigración y la escasa inmigración que se reporta en el país.11 En su mayor parte, el flujo migratorio cubano está dirigido hacia Estados Unidos, debido a su alto nivel de desarrollo.

Allí existe una política que los favorece, mayores oportunidades de inserción en el mercado laboral y redes sociales que facilitan su establecimiento en ese país, todo lo cual deviene un atractivo para la continuidad del proceso migratorio. No obstante, otros destinos también se diversifican y fortalecen, como resultado de la «calidad» del emigrante cubano y las facilidades que brinda la política migratoria cubana, lo que ha contribuido a un mayor grado de «circularidad» de estos flujos. Tendencias y perspectivas del siglo XXI Aunque favorecida por un entorno internacional que la trata de manera excepcional –especialmente en el caso de Estados Unidos–, la emigración constituye un fenómeno básicamente endógeno y endémico de la sociedad cubana. Desde el punto de vista económico, está condicionado por la contradicción existente entre el desarrollo de un alto capital humano y la existencia de un mercado laboral nacional que no está en condiciones de satisfacer plenamente sus expectativas, como consecuencia del nivel de desarrollo existente en el país. Bajo estas condiciones, la emigración responde a problemas estructurales de la economía y de cierta manera disminuye sus tensiones, aunque a su vez puede tener efectos dañinos para su desenvolvimiento, en tanto involucra a los sectores más productivos de la población. A ello se agregan problemas de naturaleza cultural, relacionados con las tendencias que imperan en el mundo. En la actualidad, los migrantes internacionales cubanos traspasan las fronteras no solo en busca de contextos sociopolíticos diferentes y mejoras económicas, sino que se suman otras expectativas de realización personal y proyectos de vida, que complejizan los factores motivacionales del fenómeno migratorio y obligan a la profundización de los estudios y acciones sobre esta problemática.12 Los migrantes más recientes responden a patrones migratorios y de inserción cada vez más cercanos al comportamiento migratorio regional y global, con una tendencia a los desplazamientos temporales, a la incorporación al mercado laboral en los sectores de los servicios, la construcción y el comercio, a la vez que está dirigido hacia las grandes ciudades, especialmente de Estados Unidos, pero también de Europa y otras regiones, incluida América Latina.

A partir de la puesta en vigor del Decreto Ley No. 302, modificativo de la Ley de Migración de 1976, prácticamente toda la emigración posterior a enero del 2013 asume un carácter «temporal», en la medida en no pierde sus derechos en el país y puede regresar cuando así lo desee si cumple con las normas establecidas al efecto, lo que se aviene a la práctica internacional respecto a los derechos de los migrantes. Resulta evidente el desarrollo del fenómeno del «transnacionalismo» de la emigración cubana, que se define por la interacción de los migrantes con el país receptor y el de origen. Se trata de una tendencia mundial que aparece evidenciada en el caso cubano por las crecientes visitas al país, el envío de remesas y los procesos directos e indirectos de inversión en la economía cubana, así como por necesidades culturales y filiales, debido a la estrecha relación de los nuevos migrantes con la sociedad cubana. En el caso de Estados Unidos, estas condiciones se trasladan a los descendientes, debido a las exigencias identitarias que impone la sociedad norteamericana a los diversos grupos nacionales y étnicos que allí conviven, sin integrarse plenamente. 77 Tendencias de la emigración cubana por regiones y países Tendencias de la emigración cubana por regiones Regiones Estimados América Latina 120,838 Europa 248,329 América del Norte 2,055,053 África Subsahariana 6,162 Asia y Oceanía 1,153 África Norte y Medio Oriente 505 Total 2,432,040 Según los registros de la Dirección de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior (DACCRE) del Ministerio de Relaciones Exteriores, al finalizar el primer trimestre del año 2016. Por otra parte, los diez países con mayor número de residentes cubanos (cierre: 31 de marzo del 2016) son: Tendencias de la emigración cubana por países Países Estimados 1 EUA 2,028,253* 2 España 74,025 3 Italia 36,877 4 Venezuela 33,050 5 Canadá 26,800 6 Alemania 21,000 7 México 18,488 8 Ecuador 16,955 9 Costa Rica 11,000 10 R. Dominicana 10,000 *(Incluye a los descendientes) Se ratifican Estados Unidos, España, Italia, Venezuela, Canadá, Alemania y México como los principales receptores de inmigrantes cubanos, mientras crecen en número e importancia otros destinos como Ecuador, Costa Rica y la República Dominicana, tendencia que al parecer se mantendrá en el mediano plazo.

En resumen, se reportan cubanos en 128 países y el 98% se concentra en 20 naciones, aunque Estados Unidos acumula cerca del 80% del total. Características de la emigración cubana en terceros países y sus implicaciones internacionales Aparte de los acuerdos con Estados Unidos, Cuba ha firmado Memorandos de Entendimiento respecto al tema migratorio con solo seis países (México, Bahamas, Islas Caimán, República Dominicana, Jamaica y Panamá), lo que indica que se requieren mayores esfuerzos diplomáticos para regular debidamente este fenómeno. No obstante, el asunto migratorio ha dejado de ser una fuente importante de fricciones con otros países, como ocurría en el pasado, e incluso ha sido bien recibida la intervención y las posiciones cubanas en acontecimientos que involucran a migrantes cubanos que abandonan el país legalmente pero utilizan rutas ilegales para llegar a Estados Unidos, como ha ocurrido recientemente en Centroamérica. Según estadísticas de la DACCRE, alrededor del 93% de los cubanos residentes en estos países está inscrito en los consulados y existen 156 asociaciones de cubanos, en 76 países, que apoyan las relaciones con Cuba y se mantienen de alguna manera vinculados al país. A ello se suma que, aunque nunca dejan de existir excepciones, las organizaciones contrarrevolucionarias prácticamente han desaparecido en los mismos, revirtiendo un proceso de internacionalización de la contrarrevolución externa, que tuvo una expresión bastante extendida hasta finales del pasado siglo. Las relaciones migratorias con Estados Unidos Según el Buró del Censo de los Estados Unidos, en ese país residen poco más de dos millones de personas de origen cubano. De ellos, el 70% vive en el estado de Florida. La mayoría, en el condado de MiamiDade y las regiones limítrofes a éste, y constituyen el grupo latino de mayor concentración demográfica del país. Del total de las personas de origen cubano, casi 1.2 millones (57%) nacieron en Cuba; el resto son nacidos en Estados Unidos de ascendencia cubana. El 47% de los nacidos en Cuba lleva más de 20 años viviendo en el país norteño. El tratamiento preferencial de que han sido objeto ha contribuido a la rapidez del proceso de 78 asentamiento e integración en esa sociedad, al éxito económico relativo si lo comparamos con otros inmigrantes latinoamericanos y a la desproporcionada influencia política alcanzada a escala local y nacional. Dentro de los acuerdos migratorios de 1994 se aprecia un adecuado cumplimiento de Estados Unidos respecto a las cifras estipuladas, y las reuniones periódicas entre los dos gobiernos, encaminadas a vigilar su implementación, marchan con normalidad y contribuyen al diálogo generado por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.

Por la parte cubana, los principales asuntos que hoy forman parte de la disputa son la continuidad de la aplicación de la Ley de Ajuste Cubano de 1966 y la interpretación de pie seco/pie mojado, dos temas política y jurídicamente muy complicados que están sujetos a posiciones encontradas dentro de la propia sociedad estadounidense. En su letra, la Ley de Ajuste se limita a otorgar facultades al fiscal general para establecer el estatus de residentes a los cubanos que hayan sido admitidos en Estados Unidos después del 1 de enero de 1959 y hayan permanecido físicamente en ese país por más de un año. Es cierto que, como ley, solo puede ser abolida o modificada por el Congreso, pero el fiscal general puede aplicarla según sus criterios y eso amplía las facultades ejecutivas en su aplicación. En tal sentido, no debiera ser un problema «migratorio» para Cuba, toda vez que está referida a personas que ya fueron aceptadas en ese país por otros procedimientos. Pero ha sido interpretada como la sombrilla política que justifica la «excepcionalidad» de los inmigrantes cubanos, estableciendo el precedente de que siempre deben ser aceptados y no pueden ser deportados. Más grave aún, al ser codificada dentro de la Ley Helms Burton y aprobada una enmienda que establece que solo puede ser revocada si cambia el régimen cubano, la hace violatoria de la soberanía cubana.

Paradójicamente, es una de las políticas migratorias más exitosas aplicadas por Estados Unidos, pero se contradice con las tendencias xenófobas del debate migratorio en ese país y ha devenido contraproducente para la extrema derecha cubanoamericana, toda vez que adelanta las posibilidades de participación política de los nuevos emigrados y la conducta de estos se contrapone a sus intereses y debilita la credibilidad de su discurso político. La política de pie seco/pie mojado constituye una orden ejecutiva que no tiene peso legal y parte de la interpretación de que deportar a un cubano que pise suelo norteamericano viola el espíritu de la Ley de Ajuste. Establece una excepción de la Ley de Reforma a la Inmigración Ilegal (IIRA) de 1996, se aplica solo a los cubanos, es violatoria de los Acuerdos Migratorios de 1994, aumenta el peligro de aventura migratoria irregular, estimula el tráfico de personas y es fuente de conflicto de Estados Unidos con otros países. Aunque el Gobierno norteamericano ha ratificado sus compromisos con estas prácticas, la principal conclusión que podemos sacar de estos argumentos es que todos los instrumentos de la política migratoria hacia Cuba, dígase la Ley de Ajuste Cubano, la política de pie seco/pie mojado, incluso los Acuerdos Migratorios de 1994, perdieron las razones que le dieron origen y hoy resultan disfuncionales a los intereses de Estados Unidos, por lo que más temprano que tarde tendrán que ser modificados, estableciendo un nuevo escenario en las relaciones migratorias entre los dos países. Letrero de Castro y Obama en La Habana 79 La evolución social de la emigración cubana y sus descendientes en Estados Unidos A partir de 1980 se aprecian cambios significativos en la estructura social de la comunidad cubanoamericana y sus actitudes políticas. Las razones están relacionadas con la creciente disminución por razones biológicas del llamado «exilio histórico», el arribo de los «nuevos emigrados» y la emergencia de las nuevas generaciones de descendientes de cubanos nacidos en ese país.

Estas transformaciones han repercutido de diversas maneras en las inclinaciones políticas de esta comunidad y han influido a favor del apoyo al restablecimiento de relaciones con Cuba, sobre todo en el caso de los más jóvenes, donde los indicadores son ampliamente mayoritarios.13 La extrema derecha cubanoamericana puede ser considerada la gran perdedora en la actual coyuntura. En primer lugar, porque ha dejado de ser funcional a los intereses predominantes del sistema político norteamericano, lo que se evidencia en su desfase respecto al consenso mayoritario y el surgimiento de contrapesos muy importantes, incluso dentro del Partido Republicano, lo cual les ha impedido articular una ofensiva decisiva contra la nueva política, aunque han logrado detener iniciativas positivas en el seno del Congreso. También les ha enajenado el apoyo de importantes grupos económicos cubanoamericanos y de otros sectores, así como ha tenido un impacto negativo en el electorado de este origen, inclinando la balanza de manera creciente a favor de sus contrarios, especialmente en el entorno de las elecciones presidenciales. Desde el punto de vista tendencial, esto reviste una importancia estratégica para el balance político en el seno de la comunidad cubanoamericana y para la propia influencia de la extrema derecha a escala nacional, toda vez que el tema de Cuba ha sido el elemento básico de cohesión de estos sectores y la base de su control sobre el resto de la comunidad, a partir de lo cual han tenido una presencia desproporcionada en el diseño y aplicación de la política hacia Cuba. La importancia para Cuba es que refleja el deterioro de las corrientes más hostiles hacia el país, lo que facilita el entorno en que tendrán que desarrollarse las Una familia cubana que llegó a Estados Unidos desde el puerto de Mariel almuerza en el muelle de Key West 80 relaciones con Estados Unidos, así como se fortalecen en el seno de la comunidad cubanoamericana aquellas que facilitan el vínculo de Cuba con la emigración, en condiciones más favorables para el desarrollo de la nación cubana. Conclusiones La emigración es un problema endémico de la sociedad cubana, lo que augura un saldo negativo en el futuro predecible, sobre todo porque los niveles de inmigración son muy escasos.

Aunque esto tiene efectos económicos y sociales negativos para el país, debido al peso que tienen en la misma los sectores más productivos, esto puede atenuarse mediante el incremento de la circularidad de este proceso, así como la «transnacionalidad» que se observa en las relaciones de los emigrados y sus descendientes con su país de origen. Desde el punto de vista político, este escenario se facilita en la medida en que la emigración ha dejado de ser la base social natural de la contrarrevolución, como fue concebida en sus orígenes, y la ampliación de los vínculos con Cuba plantea una nueva realidad, favorecida por el interés de la sociedad cubana de mantener vínculos con los emigrados. La propia experiencia cubana demuestra que la emigración no puede ser contenida mediante medidas restrictivas que tienen, a su vez, efectos políticos muy negativos hacia lo interno de la sociedad y las relaciones exteriores del país. La solución a la problemática hay que buscarla en la adopción de estrategias que potencien el desarrollo económico de la nación y faciliten que el vínculo con los emigrados contribuya también a este desarrollo.

La emigración está inevitablemente vinculada a ciertos negocios con Cuba, ya sea aquellos que se desprenden de su contacto directo con la sociedad cubana; el interés de grupos específicos de invertir en Cuba, así como su participación en los emprendimientos que realizan empresas extranjeras, a los que pueden aportar su conocimiento, afinidad cultural y sus vínculos con la sociedad cubana. En las actuales condiciones, la política cubana está en mejores condiciones que nunca para influir sobre la emigración cubana y vincularla en términos ventajosos a la vida del país, para lo cual se requiere de una visión nueva sobre esta problemática, que supere tanto los prejuicios establecidos como las falsas expectativas que desconocen la complejidad de este fenómeno.


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