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 Facebook y la metáfora de la amistad

by Israel Márquez
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Este artículo analiza el significado de la amistad en la era actual a partir de la red social Facebook y su uso estratégico de este concepto. La idea detrás de Facebook es ayudarnos a hacer nuevas amistades a través de una interfaz de usuario que transforma automáticamente nuestra lista de contactos en «amigos». Sin embargo, el tratamiento que le da Facebook representa un modelo simplista que reduce la verdadera diversidad y complejidad de este tipo de relación interpersonal. 25 A la gente le gusta tener amigos, y es algo lógico. Los amigos son una parte importante en la construcción de la identidad personal y en nuestro estar en el mundo.

Para Aristóteles, la amistad es algo muy necesario para la vida, pues sin amigos nadie desearía vivir, aunque tuviera todos los demás bienes. Los amigos nos hacen la vida más agradable y llevadera. Con ellos compartimos experiencias, charlamos de nuestros problemas, nos ayudamos mutuamente, etc. Los buenos amigos, como suele decirse, siempre están ahí, dispuestos a ayudarnos y apoyarnos en los momentos más difíciles. Aunque nuestro amigo esté lejos y no sepamos exactamente dónde se encuentra, estamos con él en una «convivencia simbólica», como decía Ortega y Gasset: «nuestra alma parece dilatarse fabulosamente, salvar las distancias, y esté donde esté, nos sentimos en una esencial reunión con él. Es algo de lo que se expresa cuando, en una hora difícil, decimos a alguien: Cuente usted conmigo –yo estoy a su lado–; es decir, su causa es la mía, yo me adhiero a su persona y ser» (Ortega y Gasset, 2009: 64). Es por eso que el amigo ha sido percibido tradicionalmente como «otro yo», como un «otro sí mismo», o incluso como una «mitad del alma». «Siempre tuve la impresión de que mi alma y la suya [la del amigo] eran un alma sola en dos cuerpos», escribió Ovidio. La amistad es uno de los conceptos centrales sobre el que se asientan y articulan las modernas redes sociales digitales. Esta nueva era de la comunicación en línea, en la que la idea de «amistad» empieza a jugar un papel fundamental en las relaciones mediadas digitalmente, se abre con servicios creados durante la década de 1990 como Classmates o Sixdegrees, los cuales permiA tían a los usuarios crear perfiles personalizados y entablar amistad con otros usuarios. A estos servicios pioneros les siguieron otros servicios basados igualmente en la idea de amistad como Friends Reunited, Friendster o MySpace, pero la llegada de Facebook eclipsó estos y otros servicios digitales hasta el punto de convertirse en la principal plataforma para hacer (y acumular) amigos en Internet. Todo en Facebook está pensado y construido en torno a la idea de hacer amigos, cuantos más mejor. En esta red social, al menos formalmente, toda mi red de contactos es definida en términos de amistad, todos los contactos que tengo son mis «amigos». Da igual si ese contacto es un amigo real, un conocido, un compañero de trabajo, una persona que hemos conocido una noche y nos ha enviado una solicitud de amistad, nuestro hermano, nuestra madre, nuestro padre o cualquier otro familiar. Todos pasan a ser definidos indistintamente como «amigos». Pero ¿por qué este énfasis en convertirnos a todos en amigos? En su libro sobre la historia de Facebook, David Kirkpatrick (2011: 373) recoge una cita de Mark Zuckerberg donde admite que la palabra «amigo» resultaba útil para que la gente «superará toda una serie de obstáculos». Y lo más importante, añade Kirkpatrick, es que «los acostumbró a compartir mucha información sobre ellos mismos: al fin y al cabo, solo la verían los amigos». Es decir, al definir a todos como «amigos», según la visión de Zuckerberg, se compartirán más cosas, más datos, más información, que es el objetivo final de la compañía.

Puede verse en el pensamiento de Zuckerberg un uso estratégico de la amistad como metáfora, entendiendo que la esencia de la metáfora es entender y experimentar una cosa en términos de otra (Lakoff y Johnson, 2004). El pensamiento metafórico es muy útil cuando no conocemos bien un nuevo fenómeno. Por ejemplo, cuando apareció la idea de la Realidad Virtual, los investigadores recurrieron a metáforas acuáticas («zambullirse», «sumergirse», «inmersión», etc.) para explicar la idea de que la Realidad Todo en Facebook está pensando y construido en torno a la idea de hacer amigos 26 Virtual nos introduciría en otro ambiente (virtual), como hacemos cuando nos «sumergimos» en un ambiente acuático. En el caso de Facebook, para facilitar la comprensión de su filosofía del compartir y de su interfaz de usuario, Zuckerberg recurrió a la metáfora de la amistad y a la palabra «amigo» para que la gente se familiariza rápidamente con ella y «superará toda una serie de obstáculos», entre ellos el de publicar y compartir información privada en la red. En Facebook, como decíamos, toda mi red de contactos está definida en términos de amistad, todos los contactos que tengo son mis «amigos». Por tanto, puedo decir, publicar y compartir cosas privadas, tal y como haría con mis amigos, generando con ello una «forma de pensamiento» que asumimos como natural y que tiene su origen en ese uso metafórico de la amistad y en la idea de que compartir cosas en Facebook es como compartir cosas con nuestros verdaderos amigos, por muy íntimas y personales que sean. Y es que, como decía Jean Baudrillard (2002: 10), las metáforas tienen el poder de hacer que una idea crezca y se convierta en algo más que ella misma, en «una «forma de pensamiento», pues el lenguaje piensa, nos piensa y piensa por nosotros tanto, por lo menos, como nosotros pensamos a través de él». Para favorecer este proceso de publicar y compartir cosas privadas entre «amigos», Zuckerberg también se preocupó de hacer de Facebook un espacio eminentemente «positivo» en el que, al menos estructuralmente, no hay posibilidad de conflicto, desacuerdo o enemistad.

El ejemplo paradigmático de esto es la decisión de la compañía de incorporar únicamente la opción de like o «me gusta», evitando la negatividad del «no me gusta». Pero lo mismo ocurre en el caso de la amistad, ya que al etiquetarnos a todos como «amigos» la compañía elimina la imagen negativa del enemigo como alguien opuesto y contrario a nuestros gustos e intereses; y esto a pesar de que, como han recordado varios autores, la figura del enemigo es necesaria para la construcción y el desarrollo de la identidad personal. Así, para Carl Schmitt, el enemigo es alguien existencialmente distinto y extraño, pero su presencia y violencia es constructora de identidad, ya que confiere firmeza y estabilidad al yo (Schmitt, 2005; véase también Han, 2016). Y mucho antes que Schmitt, Plutarco advertía ya de la necesidad de contar con enemigos que nos digan las verdades, pues los amigos no las dicen realmente o las enmascaran como pueden con el fin de no herirnos: «Y, puesto que ahora la amistad es de voz débil, cuando hay Señal en la entrada principal de Facebook HQ 27 bla con franqueza, y su lisonja es locuaz y su amonestación muda, se debe oír la verdad de boca de los enemigos. Pues, así como Telefo, al no encontrar un médico conveniente, ofreció su herida a la lanza enemiga, del mismo modo es necesario que los que carecen de una persona amiga que les amoneste soporten la palabra del enemigo que los odia» (Plutarco, 2002: 38). Es en este sentido que decimos que Facebook está construido fundamentalmente como un espacio de positividad, puesto que en él no hay conflicto, no hay negatividad, no hay enemigos (por lo que la identidad no se construye nunca de forma completa). Como señala el colectivo Ippolita: «Los amigos de Facebook, al menos formalmente, son individuos que comparten el amor por las mismas cosas. Nos gusta esto […] Participaremos en este evento. Somos iguales, por eso estamos tan juntitos y nos intercambiamos posts, mensajes, fotos, “regalos”, juguetes, poke.

Los intercambios sociales se regulan siguiendo el principio de lo idéntico. La dialéctica es imposible, el conflicto está estructuralmente prohibido, la evolución (cruce, intercambio y selección de diferencias) queda bloqueada. Estamos entre nosotros porque nos reconocemos en la misma identidad; fuera, las conductas anómalas, la diversidad, no existen, no nos conciernen en absoluto» (Ippolita, 2012: 2728). En un espacio de esas características, donde el conflicto queda estructuralmente prohibido a través de la metáfora de la amistad y la supresión formal del enemigo, lo positivo es la opción por defecto. Al juntarse amistades con gustos e intereses similares a los nuestros, nuestros perfiles de Facebook constituyen espacios de positividad libres de conflictos y formas negativas, libres de enemigos. Este espacio positivo fomenta el intercambio continuo de imágenes, mensajes e información entre «amigos», lo que se traduce en datos y beneficios para la compañía norteamericana. A través de la metáfora de la amistad, Facebook oculta una ideología capitalista que trata a los «amigos» como mercancía, números y estadísticas con los que poder comercializar. Como ha recordado el escritor Douglas Rushkoff (2013), Facebook es en realidad una red antisocial que «no existe para ayudarnos a hacer amigos, sino para convertir nuestra red de contactos, marcas preferidas y actividades (nuestros “gráficos sociales”) en dinero para otros». La metáfora de la amistad le sirvió a la compañía para que la gente, citando de nuevo a Zuckerberg, «supera toda una serie de obstáculos», y los acostumbrara a Mark Zuckerberg, fundador, presidente y director ejecutivo de Facebook 28 compartir mucha información sobre ellos mismos, puesto que solo la verían sus «amigos». La amistad, por tanto, no funciona aquí como una forma desinteresada de conectarnos digitalmente con otros usuarios, sino más bien como una estrategia retórica que busca animar a la gente a publicar y compartir información sobre su vida personal como lo haría con sus amigos reales y así generar más y más datos para la compañía. Todo ello en un espacio digital pensado y construido como un «espacio positivo» en el que no existen los enemigos, los conflictos y los «no me gusta», es decir, la negatividad.

En definitiva, a partir de la metáfora de la amistad la red social Facebook ha conseguido crear una poderosa interfaz de usuario que está en el centro de muchas de las relaciones sociales contemporáneas. Desde el punto de vista de la compañía, «todos somos amigos», sin importar que el supuesto «amigo» sea en realidad un amigo real, un conocido, un familiar, un antiguo compañero del colegio, una persona que conocimos una noche de fiesta, etc. A partir de todo ello, Facebook presenta un modelo simplista de la amistad que reduce la verdadera diversidad y complejidad de este tipo de relación humana, uno de los más más difíciles de representar, definir y precisar, porque, como recuerda el filósofo italiano Giorgio Agamben (2015: 45): «¿Qué es la amistad sino una proximidad tal que no es posible hacerse de ella ni una representación ni un concepto? Reconocer a alguien como un amigo significa no poder reconocerlo como “algo”. No se puede decir “amigo”, como se dice “blanco”, “italiano”, “cálido”: la amistad no es una propiedad o una cualidad de un sujeto». Y esto es precisamente lo que hace Facebook: reconocernos a todos como «amigos»


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