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Rulfo y sus demonios

by Jesús Rito
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En México celebran los 100 años del nacimiento del autor de Pedro Páramo, la novela mexicana más reconocida y traducida. El nombre «Juan Rulfo», ahora como marca registrada, sigue siendo polémico. Se puede decir que los demonios que hostigaron desde su origen hasta la muerte al autor de El llano en llamas aún lo persiguen. A continuación, una vida hecha de mitos, poesía y realidad. Durante este 2017 se celebran 100 años del nacimiento del escritor mexicano Juan Rulfo y su nombre ha estado rodeado de homenajes en distintas latitudes, desatinos, controversias y un sinfín de comentarios. Como si fuera un escritor de vanguardia, aún activo, luchando por mantenerse vigente, pese a que solo publicó dos libros, eso sí, muy representativos para la escena de la literatura universal.

En 1953 se publica el libro de cuentos El llano en llamas y dos años después su novela de alrededor de 160 páginas Pedro Páramo, ambas en el Fondo de Cultura Económica. Después de ello, en 1980 el guión de cine El gallo de oro. Aquello bastó para que el autor mexicano se consolida en el mundo de las letras y fuese emulado, imitado, elogiado y respetado. Más bien cercano, por su escasa producción pero con una trascendencia precisa, a escritores como Arthur Rimbaud (Temporada en el Infierno, 1873, e Iluminaciones, 1874), Harper Lee (Matar a un ruiseñor, 1960) o Constantino Kavafis. De igual manera, la obra del mexicano ha sido reconocida y valorada por grandes autores que lo ubican en un lugar especial dentro de la literatura. Jorge Luis Borges, por ejemplo, lo pone en su lista de libros privilegiados: «Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de la literatura». En ese mismo tenor, el escritor colombiano Gabriel García Márquez manifestó lo siguiente en una entrevista con Waldemar Dante, aparecida en la revista Vogue en 1981: «El conocimiento de la obra de Juan Rulfo me dio el camino que buscaba para mis propios libros. Siempre vuelvo a leerlo completo, y siempre vuelvo a ser víctima inocente del mismo asombro de la primera vez. No son más de 300 páginas, pero son casi tantas y creo tan perdurables como las que conocemos de Sófocles. Así es mi admiración por Rulfo […]». Además, hoy en día también los más jóvenes lo celebran y leen.

Buscan las nuevas ediciones en las librerías. Hacen foros y mesas de estudio, simposios y congresos en universidades. El autor de «Macario» sigue más vivo que nunca; en este 2017, a propósito de su centenario, las revistas más importantes de México le han dedicado números especiales y un sinfín de análisis y estudios dedicados a la obra y a la vida del autor jalisciense, quien desde temprana edad fue perseguido por un sinfín de demonios. Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno nació el 16 de mayo de 1917, y desde temprano estuvo rodeado de almas en pena y encantadores, al igual que don Quijote. El sino trágico de su vida se debe en parte a un conflicto político religioso conocido como la Guerra Cristera. Su padre fue asesinado, así como algunos familiares, y debido a esto tienen que mudarse de su natal Sayula. Tiempo después fallece su madre y parece que, de ahí, el autor de «No oyes ladrar a los perros», toma como motivo principal para su obra y su vida las desgracias y todas aquellas escenas de desconsuelo, nostalgia y tristeza. La Guerra Cristera duró de 1926 a 1929 y tuvo como escenario Jalisco y estados vecinos. Fue un conflicto entre la Iglesia y el Estado donde se prohibió el culto público fuera de los recintos, a la vez que el Estado decidiría el número de iglesias y de sacerdotes que habría; y como lo menciona el mismo Juan Rulfo en una entrevista con Joaquín Soler Serrano, realizada en 1977 en el programa A fondo de TVE: «Esta rebelión tiene un origen más bien matriarcal. El fenómeno curioso fue que las mujeres fueron quienes hicieron la Revolución cristera. Porque el decirle a un hermano, a un esposo o a un hijo “no eres hombre si no te vas pelear por Dios, por la causa de Dios”, pues era una ofensa muy grande, ¿no? Entonces se levantaron todos en armas». D Siempre dijo que estaba escribiendo un libro llamado La Cordillera 14 A Rulfo la guerra lo marcó, y esto se puede percibir en el recurrente tema de la ausencia paterna o materna, como motivo principal de los cuentos «Diles que no me maten», «Macario», y la novela Pedro Páramo; todo ello analizado infinidad de veces por críticos de la obra rulfiana.

La guerra, como muchos temas más, pasó por el imaginario de este autor, que extrañamente después de dos libros, decidió descontinuar su labor literaria y asumir un silencio. Después de 30 años de no escribir, lo más difícil fue superar las oleadas de una misma pregunta: «¿Cuándo publicaré nuevamente?». Aunque este silencio literario no impidió que recibiera premios y reconocimientos: Premio Xavier Villaurrutia en 1956 por Pedro Páramo; Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en 1970; en 1976 fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, tomó posesión de la silla XXXV; y en 1983 recibió el Premio Príncipe de Asturias, de España. El escritor guatemalteco Augusto Monterroso, amigo suyo, escribe la fábula «El zorro» simulando la vida del autor mexicano, como el animalillo astuto que logra trascender, a pesar de que los demás esperan que fracase, ya que, publicando sólo dos libros, logró los elogios de sus allegados. Parodiando al autor de «Luvina» y «Diles que no me maten», Monterroso describe su silencio como una estrategia muy efectiva. Siempre dijo que estaba escribiendo un libro llamado La Cordillera, que con el paso del tiempo se convirtió en un enigma, debido a que nunca se encontró documento alguno, según planteó el crítico Emmanuel Carballo en entrevista con Leopoldo Lezama para la revista Viento en Vela: «–¿Nunca supo por qué La Cordillera no llegó a ser otra obra? –Él mintió para seguir como escritor en activo. –No había tal novela… –Nunca. Cuando abrieron sus cajones después de muerto no había tal novela.» Mientras trabajaba en el Instituto Nacional Indigenista, Rulfo se encargó de coordinar un gran acervo antropológico. De manera póstuma se publicaron algunos libros que muestran su acervo fotográfico y las cartas de amor dirigidas a su esposa, con el título de Aire de las colinas: cartas a Clara (Editorial Sudamericana, 2000). Beatriz Espejo escribió en la revista Viento en Vela: «Su vida activa como escritor duró unos 15 años, de 1940 a 1955, sin incluir su desempeño como guionista. Más tarde dejó que los demás se ocuparán de él». Por tal silencio recibió críticas, entre ellas, la del nobel Octavio Paz, con el que llegó a tener algunas discrepancias, quien dijo que Rulfo solo vivía del «cuento». Salvador Elizondo, en una entrevista publicada por el periódico La Jornada en junio de 2006, realizada por Roberto Bonilla, comentó: «Yo creo que estaba en el Centro Mexicano de Escritores por tener algo que hacer, porque realmente no hacía nada. […] No sé por qué Rulfo dejó de escribir. Yo creo que, entre otras cosas, ya no escribió porque había agotado lo que tenía que decir».

En otro artículo de Viento en Vela, Antonio Alatorre narra una anécdota interesante. En una ocasión fue invitado a una reunión con intelectuales de Jalisco y el candidato a la presidencia de la República del Partido Revolucionario Institucional (PRI), con la idea de «exponer» y «escuchar» opiniones sobre la cultura y el arte en México; cosa extraña fue encontrarse en ese «coloquio» entre «una numerosa comitiva, y en ella, entre guaruras y achichincles» a Juan Rulfo. «Sentí una punzada en el diafragma [comenta Antonio Alatorre]. ¡Y qué cara la de Juan, cara de mucho sufrimiento! De enorme cansancio. […] Rulfo a la derecha del candidato». Terminada la cena, se acerca a saludar a Rulfo y este le dice: «¡Ay Antonio! ¡Si supieras qué cansa El autor de «Macario» sigue más vivo que nunca 15 do estoy, qué desesperado…!». Antonio Alatorre le replica: «¿Y por qué soportas esto? Aprende de [ Juan José] Arreola, que vive aquí y fue invitado, pero no vino». Y Rulfo le contesta: ¡Yo no puedo hacer como Arreola! Estoy atrapado, Antonio. ¿Cómo quieres que me zafe?». Esa fue la última vez que Antonio Alatorre habló con el autor. En el artículo concluye diciendo: «Sentí mucha tristeza, mucha lástima. ¡El autor de esa joya que es Pedro Páramo arrastrado así, para adornar o ennoblecer con su presencia el abyecto circo priísta! ¡Qué doloroso!». Los demonios que hostigan al autor de «Macario» parece ser que nunca lo abandonaron. En dicho cuento alcanza a escribir pasajes como este: «yo estoy repleto por dentro de demonios, y tiene que sacarme esos chamucos del cuerpo confesándose por mí. Todos los días. Todas las tardes de todos los días. Por toda la vida ella me hará ese favor. Eso dice Felipa. Por eso yo la quiero tanto […]». Y en Pedro Páramo, a modo del cacique protagonista, el autor jalisciense escribió: «Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre». Y así lo hizo. A pesar de su silencio y de su muerte, un sinfín de murmullos aún lo persiguen. No solo se trata de su sino trágico, también de una reciente controversia alrededor de su nombre registrado. «Juan Rulfo», marca registrada La familia de Rulfo ha utilizado el nombre del autor como «marca registrada». Generalmente los herederos tienen los derechos de la obra para su usufructo, pero en esta ocasión parecen haber ido un poco más allá. El caso lo comentó Vicente Gutiérrez en su nota «Familia blinda a su Rulfo», publicada en el periódico El Economista: «Todo comenzó en el 2005, cuando Víctor Jiménez, director de la Fundación “Juan Rulfo”, mostró su molestia contra los organizadores del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo” por palabras de Tomás Segovia (ganador del premio de ese año) que ellos interpretaron como “disminuir la obra” de Rulfo». Todo esto llevó a que la segunda feria del libro más importante, después de la de Frankfurt, Alemania, decidiera retirarse de la controversia y quitar el nombre a su premio. Registraron el nombre «Juan Rulfo» en el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial Recepción en honor de Juan Rulfo (1967): él al centro, a su izquierda Manuel Formoso y Daniel Gallegos; a su derecha, Lilia Ramos 16 (IMPI) como una marca comercial, lo que puede ser válido, pero el problema surge cuando muchos escritores, investigadores e iniciativas culturales dudan en mencionar, o hacer estudios e investigaciones, por temor a ser cuestionados por la familia y la Fundación. Actualmente, los herederos tienen más de nueve marcas registradas. «Nadie puede utilizar la imagen de una persona para lucrar sin su consentimiento», declararon. Hoy en día, algunas revistas y publicaciones tienen que incluir la siguiente leyenda para poder utilizar el nombre en sus páginas: «El nombre de Juan Rulfo es utilizado en esta publicación sin fines de lucro». Precisamente, en vísperas del centenario del escritor mexicano, en 2016, la familia Rulfo marcó claramente su estrategia para celebrarlo. Y no quería homenajes gubernamentales ni nada similar.

Durante este año, surgieron otros demonios más para la historia rulfiana, ya que Víctor Jiménez canceló la participación en la Fiesta del Libro y la Rosa 2017 organizada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Dicha actividad tenía contemplado celebrar al autor de Pedro Páramo; a través de un comunicado anunció lo siguiente: «Hago de su conocimiento que canceló definitivamente mi participación en la Feria del Libro de la UNAM (sic) y le ruego suspender la presencia de cualquier material con imágenes y el nombre (sic) de Juan Rulfo que tuviesen previsto desplegar en el recinto, en pequeño, mediano o gran formato». Difusión Cultural de la UNAM comentó que esta decisión «es su desacuerdo por la presentación, durante la Fiesta, del libro Había mucho humo, mucha niebla o no sé qué (Literatura Random House, 2016), exploración sobre la obra literaria de Juan Rulfo, de la escritora Cristina Rivera Garza». A partir de este momento salieron notas en los medios nacionales con estos encabezados: «La UNAM se queda sin Juan Rulfo»; «Fundación Juan Rulfo deja Fiesta del Libro de la UNAM»; «Fundación Juan Rulfo prohíbe a la UNAM usar la imagen del escritor»; entre muchas otras. La controversia con Cristina Rivera Garza (1964) surge a partir de algunas anotaciones en su libro. Algo que para Alejandro Toledo, ensayista, narrador y periodista mexicano, resultan ser agravios o errores, en referencia a la vida de Rulfo, y esto lo describe en su artículo «Había mucha Rivera Garza o Juan Rulfo o no sé qué» publicado en la revista Nexos: «Tira algunos jabs que no dan en el blanco. En el primero incluso oculta el guante al hacer la denuncia de un modo indirecto y con recursos melodramáticos; es cuando la autora se apersona en San Juan Luvina, Oaxaca (sitio lejano a la geografía rulfiana, con la sola coincidencia del nombre de unos de los relatos de El llano en llamas), y encuentra a una mujer, Felipa Reynalda Bautista Jiménez, quien así reacciona al oír el nombre del escritor: “Claro que lo conocía. Era ese señor que había dicho muchas mentiras del lugar donde ella vivía, ¿no era así?” (p. 17). Buscar a Rulfo en Luvina, Oaxaca, y no en el cuento «Luvina», de El llano en llamas, ya implica una confusión entre el mapa y el libro, como si el GPS de Rivera Garza se hubiera desprogramado». Además de esto, menciona que Cristina Rivera cuestiona de una manera superficial los distintos lugares en los que trabajó Rulfo, entre ellos, algunas instituciones gubernamentales y el Centro Mexicano de Escritores, que se ha llegado a mencionar que era subsidiado por los Estados Unidos para contrarrestar la ideología comunista de la época.

A su vez, Rivera Garza, en una Carta a los lectores, responde a las acusaciones referidas a su libro de la siguiente manera: «más que un libro sobre Rulfo –lo he dicho ya varias veces en presentaciones y entrevistas– es un libro que, moviéndose alrededor o a través de Rulfo, invita al lector a tocar el territorio de un país en vilo. […] confíen en sí mismos: abran esa puerta, sí, y entren en el libro. Lean, cotejen, comparen, A Rulfo la guerra lo marcó 17 contrasten, regresen, subrayen, anoten, debatan –si fuera de su interés–, disienten –si ese fuera el caso–». El tema del nombre de un escritor como punto neurálgico del asunto es atípico. Ahora existen los detractores y los que respaldan la postura de la Fundación encabezada por los herederos. Algo muy simple, pero a la vez complejo, ya que la brevísima obra de este autor será la que realmente continúe influyendo en los jóvenes lectores, a pesar de que se insista en que las voces que deambulan en la novela Pedro Páramo y los cuentos de El llano en llamas pertenecen a un México del pasado. México en la obra de Rulfo Rulfo es el autor más difundido en México. Millones de ejemplares de sus libros han sido parte de las lecturas obligatorias de la instrucción básica en las escuelas. Quizás el interés por su obra se deba a que logró retratar a toda la sociedad mexicana. «Luvina», cuento clave de la obra rulfiana, narra la experiencia de un maestro rural que es enviado al pueblo de San Juan Luvina (nombre de origen zapoteco, que significa: Lulú  «Raíz»; ViiNaa  «Miseria»), una población que se encuentra en el estado de Oaxaca y tiene, como muchas comunidades del país, grandes dificultades sociales y un problema latente de migración, como dice el mismo autor, y no solo refiriéndose a esta comunidad en específico. (Este año, ahí se realizó una actividad literaria para celebrar el centenario de Juan Rulfo, a partir de la inauguración de su primera biblioteca pública, ya que no contaban con ella). Rulfo no sólo describe a un México rural e indígena, también pinta un México muy actual, que vive de las remesas de los migrantes en Estados Unidos, como en el cuento «Paso del norte», donde el sueño americano es el leitmotiv de la historia; o el culto a la Virgen de Guadalupe, que se manifiesta en la narración «Talpa», la cual retrata el sacrificio de un enfermo que asiste devotamente a la celebración de la Virgen, y en su intento por recuperarse, muere.

Historias de fe y esperanza, muy comunes del pueblo mexicano. Así también, los malos repartos de tierra después de la Revolución mexicana se muestran en «Nos han dado la tierra» y los cacicazgos, que tienen una vigencia extraordinaria, como la misma obra de Rulfo. Partidos que siguen gobernando estados después de más de 85 años. Gobernantes que hurtan los recursos estatales y, a pesar de ello, siguen siendo respetados y con una fuerte influencia en la población. Pedro Páramo se ve reflejado en las nuevas caras de narcotraficantes, Juan Rulfo en su juventud 18 que controlan y mantienen a muchas poblaciones –rurales y urbanas–, que sobreviven o viven a expensas del comercio de estupefacientes en el norte con la Unión Americana, y en el sur con el cultivo de marihuana y amapola. Juan Rulfo no solamente describe a un México de su tiempo, sino a un lugar marcado por el desamparo, la pobreza y el abuso. Un lugar como muchos otros, al que no le queda más que resguardarse bajo el manto de sus historias, sus narraciones y su poesía. Susana San Juan y la poesía El originario de Sayula falleció el 7 de enero de 1986. A 31 años de su muerte y cien de su nacimiento, sus dos libros continúan leyéndolo, analizándolo e interpretándose. Contemporáneos de Rulfo, como el poeta español Juan Luis Panero y el diseñador peruano Víctor Escalante, comentaron que, en múltiples ocasiones, este llegó a decirles que le hubiera gustado ser poeta, pero que ya se había hecho famoso con su narrativa. Aunque siempre tuvo interés por el género, y lo muestra el hecho de que su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, el 25 de septiembre de 1980, lo dedicara a la obra del poeta José Gorostiza. Porque en la obra de Rulfo hay poesía por donde quiera que se la vea. Susana San Juan es el personaje poético de Pedro Páramo. Refiriéndose a ella, escribe en la novela en cuestión: «¿Sabías, Fulgor, que ésa es la mujer más hermosa que se ha dado sobre la tierra? Llegué a creer que la había perdido para siempre.

Pero ahora no tengo ganas de volverla a perder. ¿Tú me entiendes, Fulgor?». En esas páginas la mujer es el motivo principal, la esencia, el fin último. Susana San Juan, la mujer que motivó la ambición de Pedro Páramo y que con su pérdida conduciría a Comala a la destrucción total; un lugar solo habitado por almas que van y vienen, que no descansan nunca. Susana es el motivo para que un hombre como Pedro decida ser quien fue a partir del amor, tal vez la ilusión o la esperanza de algo intangible: «Volví yo. Volvería siempre. El mar moja mis tobillos y se va; moja mis rodillas, mis muslos: rodea mi cintura con su brazo suave, da vuelta sobre mis senos; se abraza de mi cuello; aprieta mis hombros. Entonces me hundo en él, entera. Me entrego a él en su fuerte batir, en su suave poseer, sin dejar un pedazo». Pero ella no regresó, su alma estaba en otra parte, lejos de Comala, del lugar donde todos eran hijos de Pedro Páramo: «Este mundo, que lo aprieta a uno por todos lados, que va vaciando puños de nuestro polvo aquí y allá, deshaciéndonos en pedazos como si rociara la tierra con nuestra sangre. ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué se nos ha podrido el alma? Tu madre decía que cuando menos nos queda la caridad de Dios. Y tú la niegas, Susana. ¿Por qué me niegas a mí como tu padre? ¿Estás loca?». Y Rulfo, al igual que Pedro Páramo, la esperaba. Porque si un día ella regresaba, tal vez terminaría de escribir La Cordillera, u otros textos.

Pero no fue así. «Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tenerlo todo. No solamente algo, sino todo lo que se pudiera conseguir de modo que no nos quedara ningún deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti». Puntualmente pasaron treinta años y Rulfo no volvió a publicar: «Susana –dijo. Luego cerró los ojos–. Yo te pedí que regresaras…». Y así terminaron los días del autor mexicano, que con dos libros entró a la escena del canon literario; que aún sigue causando polémica, con su obra, con su vida y su silencio: «Pensó en Susana San Juan. Pensó en la muchachita con la que acababa de dormir apenas un rato. Aquel pequeño cuerpo azorado y tembloroso que parecía iba a echar fuera su corazón por la boca. “Puñadito de carne”, le dijo. Y se había abrazado a ella tratando de convertirla en la carne de Susana San Juan. Una mujer que no era de este mundo». 


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