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Mi reino, ¿es de este mundo?

by Víctor Hugo Pérez Gallo
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Las noticias se han sucedido con una rapidez inusitada, como si todos quisieran recuperar el tiempo perdido: Cuba sacada de la lista de países terroristas; apertura de la Embajada de Estados Unidos en La Habana; el Congreso norteamericano arrinconado por los poderosos lobbys de las macrocorporaciones agrícolas y ganaderas, a las que se están sumando en los últimos tiempos empresas tecnológicas y petroleras que piden la derogación de las leyes del embargo económico; el presidente norteamericano Obama admitiendo en la onu que en estos tiempos no tiene justificación el embargo, y acto seguido teniendo una reunión amena con el general presidente Raúl Castro. En su Antología de lo fantástico (1951) Roger Caillois conceptualiza que lo fantástico es una aceptación por parte del lector de una narrativa sobrenatural insertada en nuestro mundo, una narrativa alucinante que va contaminando la realidad hasta el punto de no distinguirse dónde comienza lo ficticio y dónde lo racional.

Y de repente a los cubanos les parece estar viviendo una de esas historias ucrónicas (o distópicas, ¿por qué no?) donde ocurre una gramática de lo imposible, donde se desarrollan hechos que deconstruyen discursos cimentados durante muchos años sobre la desviación ideológica y el miedo al enemigo. Pero ese oponente ha abierto una embajada en La Habana y oprime la mano del presidente cubano con alegría. Todo parece muy fantástico, o surrealista. Pero es cierto, los titulares del orbe lo repiten una y otra vez hasta el cansancio: Cuba y Estados Unidos retoman relaciones. Lo que L no repiten es que la poderosa mano de la Iglesia católica ha estado detrás de todo el proceso, y con ella su cabeza infalible: el papa Francisco, el primer papa latinoamericano en la historia de la Iglesia.

Francisco, Cuba y el becerro de oro 

He tenido la oportunidad de estar presente en las visitas anteriores de los papas a Cuba. Pude ver a Juan Pablo II en Santiago de Cuba, a Benedicto XVI en La Habana y a Francisco en Holguín. Tres papas diferentes. Tres visitas polisémicas. Juan Pablo II, un hombre conservador y de derechas, cómplice de la caída del llamado socialismo real e incondicional del sindicato polaco Solidaridad y de Lech Wałęsa. Benedicto XVI, un teólogo brillante, ambivalente muchas veces en su dirección de la política exterior del Vaticano y crítico del ingreso de Turquía en la Unión Europea, defendiendo los orígenes cristianos de la vieja Europa. Y ahora Francisco. Debo decir que existe una relación entre esas tres visitas a una pequeña isla del Caribe donde abunda el sincretismo de las religiones afrocubanas y el catolicismo, donde la población se autodenomina «mayormente católica» y existe un gobierno socialista. Ahora bien, el papa Francisco ha venido a Cuba con la aureola de ser uno de los artífices del acercamiento de Cuba a los Estados Unidos, por eso las expectativas del pueblo cubano han sido inmensas, y su mensaje de amor y de confraternidad ha llegado a todos los cubanos. Sus discursos han tenido un trasfondo de convivencia pacífica, tolerancia, religiosidad y política. Su palabra viene precedida por los profundos enjuiciamientos holísticos hechos en Bolivia al sistema capitalista, declarando que «se están produciendo daños tal vez irreversibles en el ecosistema, se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje […]

Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo que Basilio de Cesárea llamaba “el estiércol del diablo”. La ambición desenfrenada de dinero, ese es el estiércol del diablo». Este discurso apocalíptico viene de un hombre sencillo, un hombre que está más cercano a las masas, pese a que esto molesta a la curia más conservadora y a cierta rama del catolicismo a la que le importuna un papa «demasiado progresista» al que incomodan los casos de corrupción y de pedofilia en la Iglesia. No se precisa ser un doctor en teología o haberse leído De Spiritu Sancto para percatarnos de que la mención a Basilio de Cesárea no es fortuita. Basilio, uno de los cuatro padres de la Iglesia ortodoxa y doctor y santo de la Iglesia católica, ayudó a los pobres y combatió las tendencias internas de la Iglesia que a mediano plazo podrían llevar a su destrucción. Y precisamente esta es una de las actitudes asumidas por el papa Francisco y que incomoda a tantos.

Este es el hombre que llegó a Cuba con un discurso de paz y de amor, el hombre que tuve la oportunidad de escuchar durante la homilía descubano es un pueblo profundamente religioso; incluso durante los primeros años del triunfo de la Revolución, cuando hubo profundas discordancias entre la Iglesia católica y la dirección revolucionaria, los fieles no dejaron de ir a la iglesia, o de tener en sus casas una Virgen de la Caridad del Cobre o un San Lázaro, el Omolú, el Babalú Ayé de los santeros (o de practicar palo monte, vodú o espiritismo de cordón). Y es que evidentemente 500 años de tradición católica no se borran por decreto. Y esto, unido a la corriente de humildad que precede al papa Francisco, ha hecho de esta visita uno de los acontecimientos más grandes de los últimos tiempos (y me atrevería a afirmar que de los últimos cien años) y ya inscrito en el imaginario cotidiano de los cubanos. El pueblo cubano espera una mejoría económica y social con la reanudación de las relaciones con el vecino del norte. Es curioso que, en las representaciones colectivas simbólicas de muchos cubanos, la década del cincuenta en Cuba se recuerde como una época de alegría y de desarrollo, incluyendo a muchos cubanos que no la vivieron, y que a su vez la relacionan con una nueva época por venir, de la que consideran portavoz al papa. Un portavoz de las buenas nuevas, de la tolerancia, de la concordia, de un Jesús acaso más humano, acaso más cercano al Jesús original. arrollada en Holguín. Y debo decir que mi emoción, aunque soy panteísta, no debe de haber sido menor que la del emperador Antonino Pío escuchando el sermón de San Justino en el año 155. El pueblo 

De Cuba ha ido a Estados Unidos, y el mensaje está claro: su viaje es un puente entre dos sistemas diferentes pero que pueden hacer muchas cosas juntos, lo importante es el empeño común, tal como lo ha demostrado la presencia de médicos cubanos luchando contra el ébola junto a soldados norteamericanos; o la lucha en conjunto contra el tráfico de drogas, que tiene una de sus principales vías en el mar Caribe. Pero, además, está el apoyo implícito del papa a Obama, en contra de los elementos más conservadores de su Administración, que se oponen a muchas de las medidas que toma en cuanto a migración y al mismo caso de Cuba. El papa ha dicho en Holguín que no hay que temer a ser considerado políticamente incorrecto. ¿Será que invita a Obama y a Raúl a saltarse las normas por el bien de sus pueblos? No obstante, es evidente que fue cauto para hablar de libertades democráticas o sobre el cierre de la base naval de Guantánamo. Francisco ha sido muy cuidadoso con estos temas para no irritar a las partes, prefiriendo el cambio paulatino ya que cuando se «supere la resistencia al cambio, todo lo que debe de ser cambiado lo será». Los cubanoamericanos de Miami que están en contra del gobierno socialista cubano se han quedado con deseos de escuchar las condenas del papa a la Revolución, y muchos lo han catalogado de «marxista», lo que es una estupidez soberana, ya que Francisco es todo lo contrario de un «marxista» convencido, aunque condene el sistema actual del capitalismo (entiéndase que condena un tipo de capitalismo) como devorador de los recursos naturales y destructor de la Madre Tierra. Al leer su discurso en la onu, se diría que se está escuchando a un chamán o a un antiguo sacerdote inca, más cercanos a la Tierra que a nuestras mentalidades occidentales de consumo. Francisco dijo: «Las nefastas consecuencias de un irresponsable desgobierno de la economía mundial, guiado solo por la ambición de lucro y del poder, deben ser un llamado a una severa reflexión sobre el hombre».

Lo que nos llama la atención en sus discursos es el olvido de Dios por parte del Hombre, siguiendo a un becerro de oro, y a una racionalidad que toma fuerzas en la modernidad; un hombre que a su vez consume insostenible y desastrosamente los recursos naturales. Este papa es, digamos, «original». Critica el consumo de los recursos naturales y se viste con una sencillez que resulta sobrecogedora si se compara con los papas anteriores. Vive en la sala de huéspedes del Vaticano y no en la residencia papal. Lo que resulta contradictorio, dado que la Iglesia es una de las mayores propietarias de inmuebles del mundo y el Banco Vaticano es llamado eufemísticamente «Instituto para las Obras de Religión». ¿Se estará ya desarrollando dentro de la curia romana una lucha sin precedentes entre papistas y conservadores? Lo cierto es que en su visita a Estados Unidos no condenó a los curas que habían abusado de infantes, no habló del aborto, ni siquiera mencionó la posibilidad de aceptar mujeres en el sacerdocio romano, y sí habló de los matrimonios homosexuales como «extraños a la identidad de los pueblos, y en último término irresponsables».

Pero la explicación de esta postura está en tradiciones y rituales que han permanecido incólumes dentro de la Iglesia católica por varias centurias y que no se pueden cambiar de un día a otro, y es algo que el Papa comprende muy bien, pues aunque muchos cambios y gestiones están en sus manos, otros escapan a ella, y aunque quisiera efectuarlos no podría. Tal vez eso entraña una familiaridad con Obama, que está La narrativa de las acciones del papa Francisco es la del cambio, pero sobre todo del cambio de mentalidades. Él sabe que el cambio es el elemento humano más difícil de transformar, y que las personas somos reacias a este. Sus discursos están llenos de fe en la espera de una vida mejor, aunque no en el reino de los cielos, sino aquí en la tierra donde el orín y la herrumbre corrompen nuestros cuerpos y nuestras ambiciones materiales, pero también donde desarrollamos nuestras vidas, llenas de alegrías y de tristezas. Precisamente es por ello que tuvo y tiene una conexión directa con el pueblo cubano, donde cristianos y no cristianos oramos por él, por sus ideas progresistas y por el bien que aún puede hacer en el mundo. Han pasado varias semanas desde que se marchó de Cuba, pero cada gesto suyo es tema de conversación en los humildes hogares cubanos, llenos de carencias y de esperanzas. 

Conclusión 

San Francisco de Asís en Egipto quiso convertir a los mahometanos al cristianismo. ¿Se habrá propuesto el papa Francisco convertir a los capitalistas en dóciles ovejas que compartan su capital?, ¿logrará cambios en la curia?, ¿tratará de provocar cambios en los gobiernos de Cuba y de Estados Unidos? Aunque esta última interrogante ya es un hecho: el deshielo de las relaciones entre ambos países está ocurriendo, y es, como el agua primaveral de los ríos rusos, indetenible. Existe la posibilidad de que el próximo presidente estadounidense quiera detenerlo, aunque sea un craso error político, pero este hecho es prácticamente imposible, y no por un sentimiento súbitamente humanitario de dicho gobierno, sino gracias a los poderosos intereses mercantilistas de las trasnacionales norteamericanas, que ven con ojos codiciosos un mercado virgen de prácticamente 11 millones de consumidores ansiosos de productos nuevos, compañías para las que el embargo económico es una traba. Y el papa Francisco, aun con sus diatribas anticapitalistas y proambientales, está logrando el cambio y, contradictoriamente, abriendo el mercado cubano al mundo capitalista. Nada ha cambiado en Cuba. El papa se ha marchado y las carencias económicas, la inflación, las migraciones con destino a Estados Unidos a través de Centroamérica se mantienen. Los cubanos han reaccionado de forma favorable a la visita de su santidad, es innegable, pero el regreso al mundo real, a la vida cotidiana, ha sido desagradable para la mayoría de los que fueron a las homilías, porque solo con la fe, desgraciadamente, no se compran alimentos, que se encarecen más cada día; con ritos alegóricos a un pobre hombre crucificado en Judea no se adquieren zapatos ni productos de primera necesidad (aunque debo decir que las actividades de corte asistencialista de las Iglesias en Cuba en muchas ocasiones han ayudado a mejorar la calidad de vida de los cubanos); con el consumo de la hostia y el vino no han bajado los precios de la telefonía móvil ni ha mejorado el acceso a Internet (aunque se han abierto zonas públicas wifi a un precio excesivo para el bolsillo del cubano de a pie); ni el rito bautismal ha sido capaz de llenar las expectativas de vida del cubano común. En fin, que la mejora anhelada por muchos que veían la visita del papa como el primer paso, no se ha dado. Solo han escuchado promesas de futuro, y las promesas, promesas son.

La Tragedia cuando se repite se convierte en Comedia, habría que ver si la realidad ha cambiado cuando retorne el próximo papa al archipiélago antillano. Siempre recuerdo cuando, citado en el Evangelio de San Juan, Poncio Pilatos le pregunta a Jesús si es el rey de los judíos, y el Mesías responde: «Ese nombre me das». Y acto seguido le dice: «Mi reino no es de este mundo». Han pasado más de dos mil años, ¿habrá evolucionado el heredero de san Pedro para considerar que este también es su reino y sobre esta base hay que ir transformándolo? Si es así, esperemos que sea para bien.


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