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Cervantes como personaje de ficción

by Luis Beiro Álvarez
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El cine de ficción inspirado en la vida de Cervantes no es abundante ni ejemplar. A diferencia de los filmes hechos a partir su obra literaria mayor, el Quijote, las cintas que abarcan la vida o episodios de la vida del Manco de Lepanto no son conmovedoras ni muestran técnicas destacables. El cine ha presentado al Padre de la Lengua Española como un literato de trayectoria singular, aventurero, soldado de mil batallas, prisionero de piratas, exiliado, hereje y recaudador de impuestos. Todo lo contrario, sucede con su obra inmortal, el Quijote, cuyo personaje ha seducido e inspirado a infinidad de directores a lo largo y ancho del mundo desde los mismos inicios del cine.

De 1898 data una breve escena muda en blanco y negro, producida por la Gaumont, donde aparece el Caballero de la Triste Figura. Ya en 1903, dicha compañía gala (también en blanco y negro) financió el corto de seis minutos Aventuras de don Quijote de la Mancha, dirigido a cuatro manos por Ferdinand Zecca y Lucien Nonguet. En 1908, la cinematografía española produjo sus dos primeras películas que tienen al caballero andante como protagonista. Son El curioso impertinente y Don Quijote, ambas de Narciso Cuyás. En 1909, George Meliés estrenó en París otro de sus valiosos cortometrajes mudos en blanco y negro: Don Chisciotte. A partir de esa fecha, llueven los cortos y documentales sobre este personaje hasta la llegada, en 1933, del primer largometraje de ficción (73 minutos), un musical dirigido por el francés Georg Wilhem Pabst y realizado al mismo tiempo en dos versiones, una en francés y otra en inglés. En ambos proyectos, el papel del Quijote corrió a cargo de Feodor Chaliapin.

Esta pieza fue el detonante para que importantes directores de los cinco continentes, pertenecientes a las más diversas cinematografías, se hayan inspirado en sus aventuras para llevarlas a la gran pantalla. Sidney Lumet, Orson Welles, Jose María Forqué y Manuel Gutiérrez Aragón son algunos de los realizadores que adaptaron la novela cervantina. Actores como Peter O´Toole, Fernando Fernán Gómez, Alec Guinness, Fernando Rey y Robert Duvall han encarnado al Quijote. Sin embargo, de las cintas inspiradas en la vida del autor de la novela, existen muy pocas referencias. Los guiones sobre la vida de Cervantes no abundan. Las causas pueden atribuirse a la inmensidad de su mítico personaje, el cual supera la figura de su «inventor». Pero también incide la poca atención que a lo largo de la historia le ha ofrecido la crítica española a su obra, y el olvido de que ha sido objeto por parte de los medios de difusión y las autoridades de la patria que lo vio nacer.

Uno de los juicios más prominentes pronunciado en España a favor de Cervantes corrió a cargo del gran poeta Luis Cernuda. El autor de La realidad y el deseo no vaciló en afirmar que «los hombres sencillos siempre lo quisieron, mientras que muchos grandes literatos lo envidiaron». En el colofón de la novela de Bruno Frank, Un hombre llamado Cervantes (1934), recientemente reeditada en Madrid en ocasión del cuarto centenario de la muerte del escritor español, se recoge un fragmento de la referida valoración: «[…] lo rico y variado de su expresión vital, la amplitud y generosidad de su inteligencia, libre como pocas inteligencias españolas lo han sido en este mundo». El escritor español Félix de Azua, desde nuestra contemporaneidad, va mucho más allá. En un artículo de El País, del pasado primero de marzo, refiere la poca importancia concedida a los artistas a lo largo de la historia: «Lo de rendir homenaje a los artistas es cosa reciente. Antaño solo se celebraba la vida (mejor, la muerte) de reyes, nobles, guerreros y santos. No verán ustedes estatuas de pintores o músicos antes del siglo XIX. Creo que el primer lugar que celebró haber tenido de ciudadano a un artista fue Núremberg, en 1828, cuando la población se vistió de Durero. No había una sola obra del artista en la ciudad, pero la gente se disfrazó con ropa que pretendía ser del siglo XV… En España lo del Quijote tardó en llegar hasta el 98, pero ¿ha llegado? Es verdad que hay rotondas con un patético Quijote de hierro oxidado en medio de plantas muertas […]». La escasísima filmografía inspirada en su figura evidencia la falta de interés en ahondar en la cultura del pueblo español. Posiblemente, un argumento taquillero justifique tal ignorancia. Pero hay algo peor. Los sectores instalados en el poder político a lo largo de la historia española, además de mostrar indiferencia hacia Cervantes, no lo han visto con buenos ojos.

Fue un latinoamericano quien asumió su defensa. Jorge Luis Borges, en su ensayo La supersticiosa ética del lector (Casa de las Américas, 1981, p. 104), asegura que la capacidad indigente de nuestras letras, su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una «distraída lectura de atenciones parciales». Al poner el caso de Miguel de Cervantes como autor del Quijote, Borges aduce que «la crítica española, ante la probada excelencia de esa novela no ha querido pensar que su mayor (y tal vez único irrecusable) valor fuera el psicológico… En verdad, basta revisar unos párrafos del Quijote para sentir que Cervantes no era un estilista… y que le interesaban demasiado los destinos del Quijote y Sancho para dejarse distraer por su propia voz». «Quevedo –sigue apuntando Borges– versifica en broma su muerte, sin acordarse de él». Escritores latinoamericanos también «acabaron» con Cervantes. Leopoldo Lugones apunta que «el estilo es la debilidad de Cervantes, y los estragos causados por su influencia, han sido graves» (El imperio jesuítico, p. 59). Y Grossac asegura que una buena parte de la mitad del Quijote es de forma por demás floja y desaliñada, lo cual justifica lo del «humilde idioma que los rivales de Cervantes le achacaban» (Crítica literaria, p. 41.) Con su habitual sabiduría, Borges atribuye en el referido ensayo similares inexactitudes de estilo a la prosa de Dostoievski, Montaigne, Butler y hasta el propio Flaubert: «Prosa de sobremesa, prosa conversada y no declamada es la de Cervantes y otra no le hace falta». Estas reflexiones borgianas pueden sustentar una tesis en honor a la memoria de Cervantes, y fustigar el poco caso que ha merecido en este centenario. Mientras los ingleses (políticos, literatos, críticos, cineastas) atesoran la figura de Shakespeare, sus similares españoles han hecho todo lo contrario con Cervantes: lo han limitado a un simple autor de novelas de caballerías, a un espadachín, a un soldado aventurero «crucificado» por la Inquisición y perdido entre cantinas y amores. De ahí que su filmografía se haya limitado a dos simples películas «troyanas».

El primer largometraje de ficción donde se recrearon ciertos episodios de su vida fue rodado en 1967 por el director norteamericano Vincent Sherman1 bajo el título de Cervantes, cinta que hoy día es difícil de conseguir. Tal vez los mayores méritos de la obra no solo se deben a algunos nombres del reparto como Gina Lollobrigida, José Ferrer, Fernando Rey, Louis Jordain y Francisco Rabal, sino a que se trata de un producto elaborado con cierta dignidad, destinado al entretenimiento. Corresponde al actor alemán Horst Buchholz2 el honor de haber encarnado por primera vez en el cine la figura de Cervantes como personaje de ficción. Antes de protagonizar Cervantes, de Vicent Sherman, Horts Buschholz era un actor proveniente del teatro que había desarrollado una carrera cinematográfica con altas y bajas. Mereció aplausos bajo la dirección de su compatriota Helmut Kautner en el filme alemán Himmel ohne Sterne, que obtuvo el premio a la mejor película en el Festival de Cannes de ese año. Buschholz, que había nacido en Berlín en 1933, tuvo otra actuación muy recordada en el filme Un, dos, tres de Billy Wilder, realizado en 1961. Algunos directores se apoyaron en la intensidad de su rostro y en las dimensiones de su musculatura física para entregarle papeles protagónicos ligeros, tal como ocurrió en la película Cervantes. En el caso de Vincent Sherman, fue aclamado por su habilidad para poner en escena cualquier tipo de guión y convertirlo en éxito de taquilla. Esta destreza le permitió involucrarse siempre en la dirección de cintas de gran presupuesto donde reunía nombres sonoros. Este reclutamiento de luminarias está presente en Cervantes, cinta repleta de encumbrados como Gina Lollobrigida y Marisa Paredes, entre otras. En resumidas cuentas, Sherman no fue un cineasta del montón, pero tampoco un portento. Su voluntad cinematográfica no supo estar a la altura de un resultado profesional. La novela en que se basó, Un hombre llamado Cervantes (1934), fue escrita por Bruno Frank, un dramaturgo judío-alemán graduado de Filosofía y Derecho en Múnich y emigrado a los Estados Unidos, donde se reunió con su amigo Thomas Mann. La novela incluye algunos datos de la primera juventud del personaje, que lo presentaban ante el lector norteamericano como un trotamundos en busca de amores y aventuras, siempre visto desde una perspectiva de ficción.

En el 2007, la directora Inés París3 rodó la comedia Miguel y William, considerada como «ver gonzante» para unos y «ligera y voluble» para otros. El filme, protagonizado por Elena Anaya, contó también en el reparto con el trabajo de Juan Luis Galiardo como Cervantes, Will Kemp en el rol de William Shakespeare, y otras figuras como Josep María Pou, Geraldine Chaplin, Malena Alterio, Miriam Giovanelli y José Luis Torrijo. La sinopsis describe la historia de Leonor de Vibero, una joven de naturaleza rebelde y aficionada al teatro que debe regresar a Castilla para contraer matrimonio con un duque viudo. En Londres deja a un amante desolado, William Shakespeare. En España conoce a Miguel de Cervantes, antiguo soldado y escritor que ha perdido la fe en su talento. Su capacidad de seducción y su entusiasmo hacen posible que Cervantes escriba una comedia para celebrar su matrimonio con el duque. Pero, de repente, llega Shakespeare, decidido a impedir su casamiento. Leonor encuentra propicia la ocasión para unir el talento de ambos autores y obtener una obra única. Cervantes aportará hondura y sabiduría; Shakespeare, el dominio de los recursos teatrales y el humor. En un momento la estrategia de la joven se descubre, y ambos personajes, frente a frente, se verán envueltos en situaciones fuera de lo común. Este filme obtuvo los premios de la Audiencia y del Jurado de un festival de cine menor dentro del contexto del Séptimo Arte: el de Comedias de Peñíscola.

La película, en sí, no se inspira en la vida de Miguel de Cervantes, sino en un supuesto encuentro fortuito entre dos genios de las letras guiados por la mano de una hermosa mujer. La película puede considerarse una especie de divertimento con algún que otro momento de humor que la audiencia supo y sabrá agradecer. Su mayor inconveniente son sus excesos y reiteraciones gratuitas, localismos demasiado evidentes y una realización técnica no acorde con el nivel alcanzado por el cine español en esa época. Juan Luis Galiardo (Cádiz, 1940 – Madrid, 2012) fue el primer actor de la historia del cine en interpretar tanto a Miguel de Cervantes como a don Quijote de la Mancha. A Cervantes lo encarnó en la cinta Miguel y William (2007), mientras que al Quijote lo interpretó –dirigido por Manuel Gutiérrez Aragón– en El caballero Don Quijote (2002). Además de encarnar a Cervantes y al Quijote, Galiardo dio vida (en el cine) a otro clásico de la literatura española, el Lazarillo de Tormes (Fernando Fernán Gómez y José Luis García, 2000).

Documentales y cortometrajes han tratado con un poco más de respeto la impronta cervantina, casi siempre a partir de testimonios de intelectuales y figuras del ámbito cultural que exponen sobre su vida y su obra basándose en estudios e investigaciones históricas. Como pieza de ficción, Televisión Española estrenó la miniserie Cervantes (1981, 540 minutos), producida por Alfonso Ungría, con guión de Daniel Sueiro, Isaac Montero, Manuel Matji y Eugenio Martín. En esta ocasión, la responsabilidad de encarnar al escritor recayó en el actor Julián Mateos. El resto del reparto estuvo integrado por Paco Rabal, Marisa Paredes, Carmen Maura, Imanol Arias, José María Muñoz, Julieta Serrano, María Luisa Ponte, Manuel Aleixandre, Manuel Zarzo y José María Pou. La musicalización estuvo a cargo de Antonio García Abril, y la puesta en escena contó con el asesoramiento del Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela. La sinopsis retrata a Miguel de Cervantes que languidece enfermo, en su casa de Madrid, al cuidado de su sobrina Constanza. Un admirador de su obra emprende la tarea de elaborar para el rey un escrito donde se narren los hechos y méritos de su vida, a fin de conseguir algún honor que aliente los últimos días del escritor. La miniserie, dividida en nueve episodios, logra una adecuada escenografía y una reconstrucción de la época bastante acertada, no solo en escenarios, vestuario, maquillaje y utilería, sino también en ideas, diálogos y costumbres. Este fue el último trabajo protagónico (al menos, en el campo del cine y la televisión) de Julián Mateos.

Es evidente que este actor era demasiado mayor para encarnar al Cervantes joven, y demasiado joven para interpretar al Cervantes viejo, pero, pese a esas dificultades, consigue una caracterización aceptable. Alfonso Ungría saca provecho de todos los medios a su disposición: localizaciones, elenco, fotografía, diseño de producción. La cámara no puede obviar un estilo barroco que por momentos diseña planos excesivamente protagónicos que le restan fuerza a la historia. El escaso presupuesto con que fue realizada esta miniserie dio lugar a soluciones curiosas y originales, como la narración de la batalla de Lepanto por un archivero y su ayudante. De esta película se desprende la tristeza de un escritor inmortal que, en vida, solo recibió chanzas y menosprecio, pero al que la posteridad le deparó el sitial más alto del idioma español. Con esa tristeza se inicia y termina la miniserie. Finaliza trágicamente con el plano de la destrucción de la lápida de Cervantes, dando así a entender la pérdida de sus restos. Algo que desearon todos sus enemigos, tanto literarios como políticos y clericales. No sabían ellos que esos restos quedaban esparcidos en la memoria de una lengua y de la humanidad.

Notas

Vincent Sherman, de padres judíos, nació en Georgia (Estados Unidos) en 1906 y falleció en California a los 100 años. Fue aclamado por su habilidad de poner en escena cualquier tipo de guión y convertirlo en éxito de taquilla. El Cervantes de Sherman fue una coproducción entre España, Francia e Italia –con guión de Enrico Bomba, David Karp, Enrique Llovet y el propio autor de la novela, Bruno Frank– inspirada en la juventud del Manco de Lepanto (Alcalá de Henares, 1547- Madrid, 1616.) 2 Horst Werner Buchholz (1933-2003) fue un actor alemán al que se le recuerda por su actuación en la película Los siete magníficos o en la serie española Réquiem por Granada. Trabajó en más de sesenta películas durante su carrera entre 1952 y 2002. Uno de sus últimos éxitos sucedió en el filme de Roberto Benigni La vida es bella, que mereció el premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa. 3 Inés París (Madrid, 1963) se licenció en Filosofía con especialidad en Estética y Teoría del Arte, y se destacó como escritora de guiones de televisión y cine. Dirigió sus dos primeras películas junto a Daniela Fejerman. Su primera dirección en solitario ocurre con Miguel y William, para la que también escribió el guión original.


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