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Léopold Sédar Senghor La négritude: sublimación de la africanidad y del universo

by Delia Blanco
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Podemos preguntarnos por qué un poeta que construyó el camino de la independencia de los países africanos es hoy celebrado justamente por su ex metrópoli colonizadora, reconociendo en su verbo y poema un conjunto de valores éticos, estéticos y conceptuales que ubican el continente africano en el corazón de la civilización universal. En los años treinta, París vivió un apasionamiento y una moda relacionada con la creación artística, musical y plástica que llegaba de África y de Estados Unidos y que acaparó el mundo de los intelectuales inspirándolos a través del jazz, el charlestón y la creación de revistas especializadas, entre ellas, la Revue Nègre, encarnada por Josephine Baker. El mundo occidental manifestaba un interés exótico, étnico, colonial, sin realmente despertarse e interesarse por los valores históricos, sociales y humanos de las diferentes naciones africanas.

Cuando Senghor se une a Césaire en el liceo Louis Le Grand es para reflexionar sobre la visión caricaturesca y pintoresca que los occidentales tenían de África, con el propósito de establecer el reconocimiento de los aportes de la sabiduría ancestral, así como la integración de los artistas, los escritores y los intelectuales africanos en la tribuna del pensamiento mundial. Tanto Césaire como Senghor encontraron referencias en sus hermanos afroamericanos. A partir de 1930, animan tertulias en las que hacen lecturas de documentos emancipadores como The Crisis y Opportunity, revistas afroamericanas que ponían en evidencia los poetas de la Negro Renaissance; éstos dieron nacimiento a un manifiesto que publican en el periódico The Nation el 23 de junio de 1926 en Harlem (New York) y que anticipa las reivindicaciones de los estudiantes negros de París. Dicho manifiesto declaró: 

“Nosotros, creadores de la nueva generación negra, queremos expresar nuestra personalidad, sin vergüenza ni miedo. Si esto complace a los blancos nos sentimos muy felices. Si esto no les gusta, no importa. Sabemos que somos hermosos y feos también. El tam-tam [tambor] llora y el tam-tam ríe.” Desde el concepto senghoriano, la négritude es también una ontología, es decir, una concepción del mundo que nace frente a un sentimiento de rebelión contra el colonialismo cultural. Pero Senghor insiste sobre el valor y el conocimiento de la filosofía negro-africana, y en 1937 precisa: “Ahí donde la razón discursiva, la razón visual del Blanco se detiene en las apariencias del objeto, la razón intuitiva del Negro va más allá de lo visible; va más allá de la señal para captar el sentir”. Muchos críticos, tanto africanos como occidentales, temieron esta declaración observando en ella tentaciones de prejuicios, en las que Occidente fuera la civilización de la razón, y África, la civilización de la desrazón o sinrazón… Se observaba en esta idea un análisis reductor y occidentalista que chocó en todos los frentes panafricanos, y que sólo se puede entender tomando en cuenta la formación cartesiana de Senghor, lograda en la Congregación de los Padres del Espíritu Santo en Senegal y después en la Escuela Nacional de París.

El poeta-presidente se hizo catedrático de gramática francesa, con especialidad en latín y griego. Siendo todavía Senegal colonia francesa, ejerció sus primeros años de profesor en Francia, donde llegó a ser diputado en la Asamblea Nacional, en representación de los países africanos que conforman las colonias; conoció los mecanismos y la formación de la sociedad francesa como un ciudadano francés hasta comprometerse en los rangos del Partido Socialista de esta nación, donde ejerció su verbo y su oratoria con admirable talento.

Cuando reivindica y construye la independencia de Senegal, el Gobierno francés la acepta con espíritu de negociación y de colaboración visionaria. Senghor fue un edificador de independencia con la estrategia del diálogo y de la paz, pues por encima de su formación occidental se forjó una fuerza interior heredada de Gandhi, quien añadió una referencia pacifista a su sabiduría y erudición. Entendemos entonces por qué los principios del humanismo sengoriano aparecen hoy en las celebraciones internacionales de la francofonía como una herencia que permite al mundo político y académico instrumentarse frente al nuevo milenio.

Hoy día, las universidades de Montreal, de Vancouver, de West Indies, de la Sorbonne, le rinden el mayor homenaje en sus seminarios y simposios para unificar un pensamiento, instrumento universal de investigación hacia un nuevo humanismo.

El hombre 

La vida y la obra del poeta Senghor destacan a un hombre que llevó muchas funciones y roles sociales y políticos, con su propia lógica y coherencia; que corrió el riesgo de ser aplaudido y seguido por muchos, pero también criticado y negado por otros, pues decidió mantenerse en equilibrio entre las dos culturas: la occidental y la africana, sirviendo de puente de intercambio, comunicación, cooperación y negociación, dirigido por su fina inteligencia y su sutileza de pensamiento y concertación. Un hombre llano, que nunca abandonó la razón al extremo de sus pasiones. Su pensamiento y su obra nacen de una filosofía abierta al diálogo constante y serio. Durante sus años de juventud estudiantil en la Escuela Normal Superior de la Rue d´Ulm, en París, tendrá por compañero y amigo de pupitre al poeta martiniqueño Aimé Césaire y al futuro presidente francés Georges Pompidou. De su encuentro con Césaire empieza a brotar la inspiración y la reflexión que en un futuro llevará a cabo el concepto de la négritude. En la boca del poeta, “la négritude” es el conjunto de valores de civilización del mundo negro, tal como se expresan en la vida y en las obras de “los negros”. Pero, en la extensión senghoriana, la négritude es la pertenencia a la civilización universal, es su reconocimiento en el desfile de las civilizaciones de las herencias del Rey Salomón y de la Reina de Saba.

Para el poeta e intelectual Senghor, la négritude es, ante todo, una voluntad de ser uno mismo o una misma, de revelarse a sí mismo, integrándose en el campo de las civilizaciones, en la civilización universal. Senghor tuvo una expresión en este sentido que dio la vuelta al continente africano; se trata de lo que él enunciaba como “la civilización del dar y recibir”. Desde este momento, entendemos la impulsión de valores morales e intelectuales complementarios, en simbiosis con el conjunto de la humanidad y contribuyendo a la construcción de un humanismo auténtico porque es totalmente humano, y totalmente humano –decía el poeta– porque está “formado por todos los aportes de todos los pueblos de todo el planeta”. Este combate se llevó a cabo asumiendo con carácter polémico y vehemente las reivindicaciones justas y necesarias del momento. “Teníamos que luchar primero con vigor […] frente a los prejuicios de algunos y a la cobardía de otros, teníamos que darle duro para lograr que se admitiera nuestra cultura en el banquete de lo Universal.” Esta era la condición “sine qua non” de la participación de Senghor en la edificación de un nuevo humanismo.

Esta lucha cultural, social y política, lanzada en 1956 en el Primer Congreso de los Artistas e Intelectuales Negros, se hacía más intensa por los momentos políticos que se vivían a través o en razón de las luchas de la descolonización.

El conciliador 

Muchos líderes africanos de los años cincuenta entendían que Senghor, en sus negociaciones con el mundo occidental, era demasiado conciliador con los colonizadores. Las críticas llegaron a ser tan radicales que algunos lo acusaron de cómplice del mundo occidental y en ocasiones extremas lo caricaturizaron como un negro blanco… Muchos políticos e intelectuales africanos anglófonos querían y pretendían llevar la conciencia panafricana a una ruptura radical con Occidente. La négritude ha sido un arma de combate ideológico contra el opresor y los valores impuestos por el Mundo Occidental, y es que la négritude, como concepto, nace del encuentro de tres hombres: Aimé Césaire (Martinica), Léopold Sédar Senghor (Senegal), y León Gontran Damas (Guyana Francesa). Dicha influencia fue canalizada en el periódico L´Étudiant Noir (El Estudiante Negro) en 1934, tal como lo escribe Césaire: “La négritude es el sencillo reconocimiento del hecho de ‘ser negro’, y la aceptación de este hecho, de nuestro destino de negro, de nuestra historia, de nuestra cultura”.

Para Césaire, toda su obra trata o es marcada por el “héroe negro”, así como temas del colonialismo, de la emancipación, de la revolución, de África y de la tiranía. Para Senghor, la négritude es la fuerza de la cultura negra en su proximidad con la naturaleza y con los antepasados, es su contribución a lo universal. Es una voz reivindicativa en el proceso de emancipación de la civilización universal… Imaginemos a estos dos estudiantes negros, interrogando “lo universal” en los medios parisinos de aquel entonces…; haciendo de la négritude una filosofía de reconocimiento y reconciliación del “ser humano negro”, humillado por la historia. Es por todo esto que afirmamos que el concepto de négritude consistió en romper finalmente las ideologías etnocéntricas, aspecto fundamental de lucha en el concepto senghor piano; aspecto que ponemos en la boca del poeta, pues Senghor, escritor y humanista, nunca rehusó ni renunció al amor profundo por la lengua francesa, siendo además gran conocedor de la cultura occidental y gran latinista.

Su poesía 

La poesía de Senghor se construye y edifica en lengua francesa, de resonancia académica. Este catedrático de gramática francesa supo dominar el francés como lengua de escritura, y ponerla al servicio de su creación poética, sin que le importara que se “desintegrara la sintaxis” y se estropearan palabras. La obra está recogida en tres poemarios que recordaremos de su corta biografía: Chants d´ombre (1945), primer poemario, exaltación de su infancia; Ethiopiques (1956), el más acabado y potente; y Élégies majeures (1981), síntesis de toda su obra.

La poesía de Senghor ofrece inagotables campos de investigación en el ritmo, en las imágenes, en la sintaxis, con fuertes recursos simbólicos. Utilizando el verbo y la palabra de la lengua de Victor Hugo y Mallarmé, Senghor se mantiene cerca de la mitología del pueblo dogon y de los bambara; como la mayoría de los pueblos negros africanos, los bambaras atribuyen al verbo una fuerza de origen divino. Para esto utiliza el francés, pues para ellos puede expresar la emoción negra. “Las palabras francesas brillan en mil fuegos, como diamantes. Cohetes que esclarecen nuestra noche”…

Sin embargo, su lengua poética se construye con palabras de origen africano. “Se trata de comprender que yo escribo primero para mi pueblo, y éste sabe que una kora no es un arpa; de igual manera, un balafòn no es un piano… Pero yo no trato de crear exotismo y mucho menos hermetismo.” El poeta pone al servicio de su poema un conjunto de unidades verbales que están más al servicio de la poética que de la significación o de lo que significa. Por ejemplo, crea palabras para soportar la imagen poética. El pensamiento negroafricano da una carga significativa a la imagen que sugiere analogías. Con la palabra “dang”: “Mi cabeza sobre tu seno caliente como un dang saliendo del fuego humeante”. La palabra “dang” sugiere aquí una atmósfera de calor afectivo, atado a su infancia, pues a los niños les encantaba comerse esa bolita de mijo muy apreciada por su color y su sabor. Esta alquimia de la consonancia silábica con la ambientación sensual del momento pertenece a una relación de la estética con la sensualidad que muchos identifican en la corriente de la expresión africana; creemos, sin embargo, que es ante todo una correspondencia puramente de búsqueda de efectos poéticos, también encontrados en las obras de Baudelaire, Mallarmé y Lorca; la diferencia está en los ingredientes de la resonancia: en el caso de Senghor, la musicalidad del efecto viene de los instrumentos musicales y visuales de su país natal sererè.

Todas estas etapas de la construcción del discurso senghoriano deben ser tomadas en consideración para entender que su universalidad es una síntesis con criterio humanista, que conforma una unidad hecha de los aportes de Carlos Marx, Jean Jaurès y Pierre Teilhard de Chardin. Tenemos en él un hombre que reflexionó ampliamente sobre la naturaleza de las diferencias que separan la cultura africana y europea, para concluir que ninguna puede pretender a la universalidad, pues la especificidad de una cultura está en acentuar los rasgos del ser humano y que esas culturas no son diferentes, son sencillamente complementarias. Esta simbiosis es lo que hoy día sigue siendo una propuesta de integración, mundialización y globalización del pensamiento humano; por ello, Senghor ha sido un gran visionario.


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Rastrear Celular abril 12, 2024 - 1:43 pm

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