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El director y jefe de operaciones del Centro Cultural y Teatro Silver, del American Film Institute de Estados Unidos, afirma que todo país debería tener una organización que premie la excelencia en el mundo del cine porque contribuye con el desarrollo cultural y con que haya un libre intercambio de ideas. 

Sobre un mueble de su despacho hay una foto que corrobora lo primero que uno piensa cuando ve a Murray Horwitz, director y jefe de operaciones del afi Silver, uno de los centros más destacados que la entidad tiene en los Estados Unidos. “Se parece a Groucho Marx”. La pose y apariencia de la foto permiten entrever cierta admiración del directivo del American Film Institute (afi, www.afi.com) por el personaje cinematográfico. Conforme pasan los minutos, su dinamismo y sentido del humor confirman una manera de ser que denota una vinculación necesaria con el trabajo que realiza.

En su despacho del Teatro y Centro Cultural Silver, centro del afi del que es director y jefe de operaciones, se anima cuando la pregunta toca el lado humano de su trabajo. Se le percibe entusiasta de lo que hace y creyente en la fuerza que tienen los medios audiovisuales para provocar cambios positivos en la gente. La institución para la que trabaja se encarga de formar a los “hacedores de películas”, de conservar el patrimonio fílmico de Estados Unidos, de exhibir el resultado de muchas horas de rodaje y grabación, y de premiar y celebrar la excelencia en un mundo que se presume de ficción, pero que es tan real como la vida misma.

¿Estudiar en el afi garantiza el éxito en el trabajo?

Nada es garantía de éxito en este negocio. El afi tampoco lo garantiza. Sin embargo, lo que nos distingue de otros es que el conservatorio nuestro (centro de formación ubicado en Los Ángeles) no es como una universidad. Nos gusta trabajar con gente vinculada a la industria. Por ejemplo, una directora de casting que quiere hacer producción o ser directora. Trabajamos con personas que quieren dedicarse a la escritura de guiones, a la dirección de arte, a la dirección, a la fotografía. Puede ser gente que haya estado en la universidad o gente que no la haya pisado.

¿Hay una historia en este mundo del cine y la televisión antes y después del afi?

Ciertamente, en el área de la conservación no hay duda de que sí han cambiado las cosas. También en el tema del apoyo a la formación. Hemos sido una diferencia en ambas facetas. Y ha sido importante porque la gente se ha dado cuenta de la labor de conservación que hacemos y le ha dado importancia. El catálogo del afi ha marcado una diferencia. Es posiblemente el más grande del mundo. En materia de educación, no puedo decir que el afi fuera la primera escuela que gradúa cineastas, no lo puedo asegurar, pero la industria reconoce a nuestro conservatorio como uno de los principales. Tiene mucho prestigio. En materia de exhibición, ha tenido gran incidencia en llevar a la gente productos de directores del pasado, y de otras culturas. El Festival de Cine Latinoamericano es un buen ejemplo. Ya tiene 16 ediciones y el pasado año tuvimos una película dominicana por primera vez en nuestra historia: La maldición del padre Cardona. Zoé Saldaña estuvo para presentarla. También el director. Es una manera de dar a conocer y de crear conciencia en Estados Unidos sobre la cultura de América.

Tienen también cine chino, iraní, africano. ¿Eso contribuye a que los americanos conozcan y entiendan las culturas y a las personas de otros lugares? ¿Cree que eso está funcionando?

Siempre he dicho que tratamos de usar la tradicional fuerza del cine para unir a la gente. Las películas han servido para eso, y para construir en este país una especie de moneda de cultura común. Desde hace unos años, por el marketing y otros factores, y eso no me suena muy bien, hay una tendencia a la segmentación de públicos y habrá películas que no me lleguen porque no están pensadas para mi segmento de población. Hay filmes para personas que hablan español, para mujeres… Una vez me hablaron de la música de una película y no sabía a qué se referían. Cuando comencé a preguntar, me dijeron que no iba a saberlo porque esa música era de una película afroamericana, lo que escapaba a mi perfil. Yo sé de filmes de Spike Lee o de otros afroamericanos, era lo que se hacía antes y lo veíamos. Ahora eso ha cambiado y, en lugar de que el cine una a la gente, también la separa en cierta manera. Sin embargo, ello también ha provocado que conozcamos más otras culturas. Yo ahora sé más de otros lugares que antes. Por ejemplo, posiblemente las únicas imágenes que he visto de la gente común que vive en la República Dominicana son por la película del padre Cardona. Y ésa es la habilidad que, en el fondo, siempre tiene el cine de hacer que la gente entienda otras culturas y de unión. Posiblemente, el afi ha tenido mucho que ver en eso. Junto a proyectos como el que tenemos con las escuelas públicas o la serie de las 100 mejores películas. Esto hace que el público eleve su nivel de consideración del cine como un arte. Y hace que la gente hable sobre el cine y sus aportes

En septiembre de 1989, durante la gala del 25 aniversario, el ex presidente Bush dijo que el afi había “tenido un impacto inmenso en la mentalidad y el alma de Estados Unidos”.

En el nivel más básico, los programas de televisión del afi han sido de una audiencia muy alta. ¿Y quién le hubiera rendido tributo a John Ford o a Bette Davis? O el caso de Elizabeth Taylor. Ha estado en las revistas de chismes, se ha dicho que no ha trabajado mucho últimamente, etcétera, etcétera, etcétera… Espera un segundo: Elizabeth Taylor es una de las principales actrices de Estados Unidos, independientemente de lo que pienses por lo que sale en el National Enquirer, y conservar su labor y su figura es importante.

Nuestro catálogo y la labor de conservación fílmica y televisiva que hacemos están teniendo impacto en las diferentes generaciones, incluso en los niveles más superficiales. Por ejemplo, la Serie afi de los 100 años. Habrá sido todo lo controvertida que se quiera, pero hemos puesto a Estados Unidos a debatir sobre cine, sobre actores, sobre actrices, sobre el sentido de las películas… Eso antes podía parecer algo sin sentido, pasado de moda. ¿Sentido, significado, en las películas? ¿De que estás hablando? Pero si la gente se da cuenta de que influye en la vida de las personas. Hace un tiempo quizá se hablaba de John Ford tres minutos en un telecast. Ahora ves documentales de dos horas que repasan la vida y trabajo de Harrison Ford, por ejemplo… Estados Unidos se ha dado cuenta de que esto es importante.

¿Y qué me dice del impacto económico de lo que hacen? 

La industria del cine ha contribuido económicamente al desarrollo de Estados Unidos de manera muy importante y cuando ves los directores de cine… Cada estudio tiene gente que ha pasado por el afi. En nuestro Consejo están Steven Spielberg, Kathleen Kennedy… Time Warner, la Motion Picture Association tienen un asiento en el Consejo.

Y esa gente se sienta alrededor de una mesa en el afi para hablar de temas como la piratería, la libertad de expresión. Éste es una especie de lugar neutral al que todos pueden acudir, desde instituciones académicas hasta grandes estudios. Pero, además de eso, cuanto más capaz seas de premiar la excelencia, mejor es para el desarrollo de la industria y también para su lado comercial. Ayudamos a fijar estándares de calidad, nos centramos en diferenciar lo que es bueno de lo que no.

¿Es posible un afi en otro lugar que no sea Estados Unidos o un país desarrollado, en un país pequeño?

Hasta donde yo sé hay una industria del cine en la República Dominicana, o al menos actividad. Hablan de formación profesional para los cineastas del futuro, de formación en medios de comunicación. Creo que es bueno, para tener estándares de calidad, intentar que exista una organización que se pueda centrar en reconocer y premiar la excelencia. La gente necesita premiar lo excelente y, en ese sentido, creo que todo país debería tener algo así que lo haga en el mundo del cine. Contribuye con el desarrollo cultural, a que veamos lo que ocurre en el mundo, y a que haya un libre intercambio de ideas.

¿El cine puede ayudar a luchar contra la pobreza en los países en desarrollo?

Interesante. La respuesta es sí. En nuestra conferencia internacional sobre cine documental, en una de las sesiones plenarias, hubo una ponencia del Banco Mundial. La gente estaba asustada, sorprendida, pero en esa sala gente de países desarrollados y en vías de desarrollo dijo que ya estaba bien y que había que reconocer que el cine y la televisión pueden hacer mucho por cambiar la conciencia de la gente sobre las circunstancias. Las películas hablan de la vida. Crash (dirigida por Paul Haggis y ganadora de tres Oscars, incluido el de mejor película), por ejemplo, habla de racismo, de tráfico de personas, de migraciones, y ganó en los premios de la Academia. Si hace un tiempo nos decían eso, hubiéramos pensado que era una cosa de locos. El mensaje llega a las personas. Y no creo que esto se deba a un cambio, a algo de estos tiempos. Creo que eso siempre ha estado ahí, en la vida de las personas. Los filmes tienen mensaje. Incluso los musicales. Hay gente que se queda en lo bonito que es, en lo linda que es tal o cual canción. Pero Oklahoma (Rouben Mamoulian, 1943, con la composición de Richard Rodgers y letras de Oscar Hammerstein II), uno de los grandes musicales de la historia, es sobre la naturaleza humana. Casablanca habla de la guerra, de la integridad pública y personal. Y de eso siempre se ha dado cuenta la gente.

Ustedes tienen un programa educativo en las escuelas a partir del cine. ¿De qué se trata?

El programa se llama K-12 y lo desarrolla nuestro Screen Education Center. Capacitamos a los profesores en el vocabulario del cine para que luego puedan hablar con sus alumnos sobre ello. Lo usan como una herramienta pedagógica y se ha visto que aumenta el nivel de los niños en matemáticas, participación escolar, en su capacidad de leer. Tener una cámara en las manos les da un compromiso diferente. El 89% de la gente recibe su información a través de una pantalla y, en este siglo, las consecuencias de no entender de edición, de estructuras, etcétera, puede ser un problema. Hablamos de alfabetización mediática. No se trata solo de hacerlos consumidores de productos de pantalla, sino de que entiendan lo que hay detrás de todo eso. No hay nadie en una universidad hoy en día que no haya vivido con una pantalla.


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