Una somera exposición de las películas realizadas por directores dominicanos tanto en nuestro país como en el extranjero (usa), desde los más remotos comienzos hasta agosto de 2012, enumerando sus ventajas y desventajas, y, para terminar, unas breves conclusiones sobre estos films y, por supuesto, algunas recomendaciones sobre lo que alcanzamos, lo que nos falta y lo que se debe y puede hacer desde la Dirección General de Cine.
Para hablar sobre nuestro cine, nos parece, debemos comenzar por el principio, generalizando sobre lo que es el cine para muchas naciones en este mundo en que vivimos. El séptimo arte es tratado con seriedad y cuidado en esos países, porque es parte fundamental de su historia artística desde hace ya muchos años. Tiene importancia como objeto de comercio, por supuesto, pero, sobre todo, porque es una manifestación artística que se debe respetar y preservar. Por esa razón, en esos países existen organismos gubernamentales que se ocupan de la conservación del material filmado, no solamente de las cintas de ficción comerciales, sino de todo aquello que es parte de su discurrir histórico-artístico, como son los noticiarios, los documentales, los cortometrajes.
Las naciones que a esa tarea se abocan no son solo las del primer mundo, o sea, Estados Unidos, Inglaterra o Francia. No, aparte de las naciones con poder económico hay otros países que lo hacen: México, Argentina, Cuba y muchos otros que no vemos necesidad de detallar ahora. Por desgracia, no figura nuestro país en esa lista porque, como es sabido de todos, o de casi todos, el mayor empeño de los dirigentes que hemos tenido ha sido el de forrarse de pies a cabeza y no precisamente de películas.
Esa es la razón de que, cuando citamos los primeros pasos de nuestro cine, hemos de recordar películas que ningún dominicano vivo puede decir que ha visto: las obras de Francisco Arturo Palau, La leyenda de Nuestra Señora de la Altagracia, de 1923, y Las emboscadas de Cupido, de 1924, que se esfumaron en el tiempo porque a nadie jamás se le ocurrió la idea de conservarlas, y ese material de la época es muy perecedero. El primero de esos films, ambos cortos, tenía 20 minutos, contaba con un guión escrito por Palau y Bernardo Pichardo; y el segundo era de 22 minutos, con guión de Juan B. Alfonseca, y entre sus intérpretes figuraba la muy conocida Delia Weber, así como Pedro Troncoso Sánchez, quien figuraba en ambos. Los dos cortos fueron filmados en 35 milímetros, pero, repetimos, nadie con vida puede decir que los ha visto…, por lo menos que se sepa.
Argumentarán, tal vez, que tal hecho se debe a lo lejano de la fecha, al posterior surgimiento de la tiranía de Trujillo. Sin embargo, nuestra tesis del abandono del material artístico por parte de nuestros sucesivos gobiernos (y no nos referimos únicamente al cine: nuestro acervo sonoro es prácticamente inexistente) se muestra en todo su esplendor de dejadez muchos años después.
Una suerte similar corrió La silla (1963) con guión y dirección de Franklyn Domínguez. Este largometraje de 78 minutos es un drama de ficción que toma de la historia reciente para exponer en el monólogo brillante de Camilo Carrau lo que significó para nuestro pueblo la dictadura de Trujillo; la silla a la que se hace mención es la silla eléctrica en la que torturaban a los contrarios del tirano, y desde ella ese Luis González de la ficción grita su impotencia, su rabia, su furia y su desprecio contra quienes le torturan y quienes lo ordenan. Con fotografía de Peyi Guzmán, edición de Pericles Mejía y musicalizada por el mismo Carrau, es (fue) un documento rodado en 35 milímetros que debió engalanar la cinematografía dominicana por siempre. Pero, a pesar de su fecha reciente, fue arrinconada y se perdió debido al sulfato: nadie quiso gastar dinero en restaurarla cuando aún se podía, y hoy en día la juventud dominicana y las generaciones que vengan nunca podrán conocerla.
Las películas en la era actual, Un pasaje de ida (1988) dirigida por Agliberto Meléndez. Guión de Meléndez, Adelso Cass y Danilo Taveras
Con este film, que ha paseado el mundo en salas de diversos festivales, comienza de manera formal nuestro cine de ficción. Con brillante fotografía de Peyi Guzmán, música de Rafael Solano y edición de Pericles Mejía, esta historia que cuenta la cruenta realidad de nuestra masa empobrecida, el afán por salir a buscarse la vida en playas extranjeras, es una excelente muestra y, por suerte, sigue vigente. Aunque tuvo unos pocos problemas de edición que no se pudieron corregir por falta de voluntad sino de dinero, de todos modos es, hasta el día de hoy, nuestra película más laureada internacionalmente.
Tráfico de niños (1988), de Alfonso Rodríguez. Guión de Rodríguez y Reynaldo Disla Este drama editado por Rodríguez, con fotografía de Ángel Mirabal y música de Manuel Tejada, es un ensayo ingenuo y carente de experiencia formal de su autor, pero no deja de ser un buen intento de hacer cine serio y revelador del drama que implica el tráfico de menores.
Nueba Yol: por fin llegó Balbuena (1995). Guión y dirección de Ángel Muñiz
Si Un pasaje de ida marca el comienzo del cine moderno en nuestro país, este film de Muñiz es el que genera realmente la pasión por el cine que se vive en la actualidad. Porque esta comedia social que, al igual que la obra de Meléndez, refleja la lucha por la vida entre nuestras clases populares, siempre ansiando partir a cualquier lugar del mundo para tratar de burlar la pobreza, significó el estallido de la industria del cine. El estruendoso éxito comercial que tuvo fue tal que de Estados Unidos vinieron para saber qué era lo que sucedía con Nueba Yol, parte del cual se debió, como es natural, al personaje y su interpretación por Luisito Martí (tristemente fallecido) de ese Balbuena que era ya popular en la televisión. Con fotografía de Chris Norr, edición de Robinson Pérez y música de Peng Bian Sang, logró el milagro de que miles de dominicanos la vieran y que cientos de extranjeros lo hicieran también. Tal vez no pueda decirse que es una gran película, pero sí un significativo punto de arranque y una cinta que puede ser exhibida en cualquier parte sin avergonzarnos.
Para vivir o morir (1996). De Radel Villalona y José Romay
Lo único malo que se le puede achacar a Nueba Yol es que su tremendo éxito de público abrió el desmesurado apetito de quienes quieren ganar también mucho dinero pero sin poseer el talento que desplegaron Muñiz y Martí. Para vivir o morir fue un fracaso económico y un enorme, escandaloso, fracaso artístico. Por más esfuerzos que hizo su productor, Francisco Pollock, para insuflarle vida a este mamotreto haciendo dos remontajes (Jugada final y Basta ya), la peliculeja se hundió en el olvido, tanto que un actor extranjero que aparece en ella gritó, al verla en privado: «A mí tienen que sacarme de esta m…». La fotografía es de Peyi Guzmán.
Cuatro hombres y un ataúd (1996). Guión y dirección de Pericles Mejía
Este guión de Mejía mereció mejor suerte porque tenía puntos de interés y buenos detalles, pero la idea resbaló porque el director no pudo controlar a sus intérpretes, los comediantes Cuquín Victoria, Richard Douglas y el mexicano Carlos Yuti, que casi dan al traste con la idea original (conocida por nosotros antes del rodaje); el film, de todos modos, no es despreciable pero la idea de la despedida del amigo de parrandas con otra parranda debió ser actuada en verdad y no practicada literalmente por los integrantes del cuarteto. La música es de Amaury Sánchez y la fotografía de Julius Polonsky.
Nueba Yol 3: bajo la nueva ley (1997). Guión y dirección de Ángel Muñiz
Evidente: Muñiz se dejó vencer por la tentación que es propia de todos, incluso de los de Hollywood: como la primera Nueba Yol fue un éxito comercial rotundo, decidió reiterarlo, pero esta segunda parte de las andanzas de Balbuena por Estados Unidos, cuando comienza la aplicación de una nueva ley de migración más dura, sin que se pueda decir que es un descalabro, no alcanza ni el éxito comercial ni mucho menos la calidad de la original. La fotografía es de David Castillo y la música de Peng Bian Sang.
Buscando un sueño (1998). De Joseph Medina, Jaime Piña y David Castillo
Con guión original de Medina y Freddy Vargas, esta película vuelve al drama social con los dominicanos que viven en Washington Heights (Nueva York): dos amigos buscan sobrevivir, uno con su bodega, otro unido a una red de narcos. Con buena fotografía de David Castillo, música de David Bravo y Bob Held, más la adicional de Isidro Infante, cuenta la historia con cierta elegancia y certeza cinematográfica; lástima que su exhibición en nuestro país pasara sin pena ni gloria, porque no deja de ser un film interesante.
Víctimas del poder (1998). Guión y dirección de Jorge Lendeborg
Echamos de menos a Lendeborg porque su film es un buen intento de lograr un drama policial que denuncia la corrupción en las filas policiales mediante una investigación emprendida por una reportera sobre un violador que azota Santo Domingo. Con música de Roosevelt Martínez y fotografía de Humberto «Che» Castellanos, es un buen asomo al género y, sobre todo, una película que intenta ser honesta y de denuncia.
El círculo vicioso (1998). De Nelson Peña
Con guión de Peña y San Loco, este largometraje tiene fotografía de Peña, Arsenio Assin y Khamii Norwood, y música de Rafael Decena. Desde su estreno figura entre nuestros favoritos. Cuenta sobre una pandilla de delincuentes de dominicanos en Nueva York, sobre traiciones y muerte en un apretado esquema con una excelente fotografía y, sobre todo, con una edición que brilla por su elocuencia en la exposición de los detalles de la historia de violencia pero también de vida y costumbres dominicanas en Estados Unidos. No fue muy bien vista en la República Dominicana porque «exponía la delincuencia de los dominicanos»; como si en el exterior se pensara que todos somos ángeles. Sin duda, es de lo mejor de nuestro cine.
Éxito por intercambio (2003). Guión y dirección de Miguel Vázquez
Se suponía que este film era una comedia, pero, en realidad, viéndola más parecía comedia envuelta en un drama bobo. Eso del joven que llega del pueblo a la gran ciudad para triunfar y se ve envuelto en una red de ambiciones, de degradación moral y trapisondas puede sonar muy bien, pero es un tema mil veces abordado por el cine internacional y, por supuesto, mucho mejor llevado y actuado. Con fotografía de Ramón Suárez y música de Amaury Sánchez, aunque no alcanza la chabacanería de otras comedias más actuales, no posee altura ni dramática ni estética.
Perico ripiao (2003). De Ángel Muñiz
Con guión de Muñiz y Reynaldo Disla, fotografía de Peyi Guzmán y música de Peng Bian Sang, significa la recuperación de Muñiz como director y guionista luego de su tropezón con la secuela de Nueba Yol. Esta sí es una comedia, interesante, agradable, que enfoca mucho de la esencia de los dominicanos de clase popular y lo hace con buen tino y gracia peculiar. La historia de estos condenados a tres años durante los doce años de Balaguer que, por enredos burócratas, permanecen nada menos que una década en la cárcel y que logran escapar y recorren la campiña a ritmo de güira, tambor y acordeón, es de lo mejor dentro del género de comedia.
La cárcel de La Victoria (2004). Guión y dirección de José Enrique Pintor
Con fotografía de Claudio Chea, todo un experto, y música de Pachi Carrasco y Bartolomé Blaya, Pintor se sale de lo acostumbrado con este drama en el cual Alberto, español cuyo hijo muere en un asalto, concibe una venganza fuera de lo común: hacerse encerrar en la cárcel para tener a mano al asesino de su hijo y matarlo. Si bien esa idea es interesante y original, la desviación de ella hace el relato algo confuso y el final no muy convincente.
Negocios son negocios (2004). De Joppe de Barnardi
Guión de Federico Lariño, fotografía de Juan Hernández y música de Amaury Sánchez, este relato es tal vez demasiado ingenuo y rebuscado y, además, carece de precisión en la selección de actores para los personajes, lo cual da como resultado actuaciones desenfocadas y pobres; en términos generales, no es una mala película pero no cumple su cometido, es cine pobre en sentido general.
Los locos también piensan (2005). De Humberto «Che» Castellanos
El guión de este film, escrito por Luisito Martí y Robert Luis Martí, fue concebido para el lucimiento del fenecido humorista; la idea era repetir el tremendo éxito de Nueba Yol y el actor tenía material para lograrlo. Pero un maquillaje detestable hizo que los tres personajes interpretados por Martí dieran risa, pero no por la actuación sino por la pobreza de ese trabajo. Con fotografía de Mauro Devita y música de Peng Bian Sang, debió ser mejor, pudo ser mejor.
Andrea, la venganza de un espíritu (2005). De Roger y Franklyn Bencosme
Los Bencosme realizaron este film de «terror» e hicieron un notable esfuerzo para contarnos esta historia de seres extraños y fantasmagorías, logrando incluso cierta calidad en los efectos especiales, pero un guión muy pobre y unos diálogos más que falsos dieron por el suelo con el intento. La fotografía es de Franklyn Vázquez y la música de Bertico Sosa, Paul Casper y Rich Goyete.
La maldición del Padre Cardona (2005). Guión y dirección de Félix Germán
Una comedia que se desarrolla en Semana Santa en un pueblo de la montaña se convierte en un jeroglífico a ratos incomprensible por culpa de un guión demasiado extenso y de los cortes que se necesitaron luego para hacerla potable. Floja la historia, flojos los intérpretes. Fotografía de Peyi Guzmán y música de Manuel Tejada, Jandy Feliz y Luis Días.
Un macho de mujer (2006). Guión y dirección de Alfonso Rodríguez
Una historia algo destartalada de hechizos que hacen cambiar de papeles a esposa y esposo es la idea central de esta cinta que cuenta con una fotografía acertada de Eduardo Fierro y música de Gustavo Rodríguez; nada excepcional, no es una comedia como para levantarse a aclamar, pero, de todos modos, más o menos funciona. Se alarga más de la cuenta.
Lilís (2006). Guión y dirección de Jimmy Sierra
Para nosotros este film siempre será un enigma porque, siendo Sierra todo un intelectual y veterano de la televisión, nunca comprendimos lo que llamaba su «sistema» para con sus intérpretes, ni tampoco la increíble pobreza de su puesta en escena de un personaje histórico que tiene material para crear una buena historia. Musicalizada por Sierra, con fotografía de Elías Acosta.
Viajeros (2006). De Carlos Bidó
Otro intento de hacer cine social con los dominicanos que tratan de ingresar ilegalmente a Estados Unidos, pero con un guión de José Ramón Díaz tan flojo que casi da pena, y con una puesta en escena dolorosamente mala. Fotografía de Jaime Gómez y música de Ramón Orlando.
Código 666: la tragedia Llenas (2006). De Elías Acosta
Aprovechando un suceso trágico que había sacudido Santo Domingo, Ángel Lockward escribió un guión de mal gusto y repleto de necedades que ningún punto de contacto tenían con la realidad, en un film deficiente en su puesta en escena y flojo en todos los sentidos. Fotografía de Elías Acosta y música de Isaías Acosta.
El Sistema (2006). De Humberto Espinal
Una especie de thriller sobre un sicario que pertenece a un grupo de asesinos denominado Sistema y trata de salirse de este, por lo que sus ex compañeros pretenden eliminarlo. Espinal logró algunos buenos detalles con el uso de la imagen y el sonido, pero, en términos generales, es un trabajo pobre a pesar de que las actuaciones no son malas. Fotografía de Francis Adames y música de Luis Alberto Peña.
Sanky Panky (2007). Guión y dirección de José Enrique Pintor
A pesar de lo flojo de su guión, a pesar de la –para nosotros– desastrosa selección de los intérpretes principales, de las tantas comedias que han predominado en nuestro cine, esta es una de las más simpáticas. Elías Acosta en la fotografía y Pachy Carrasco en la música.
Yuniol (2007). De Alfonso Rodríguez
Luego de que Rodríguez obtemperara al extirpar un pegote que tenía como final esta cinta, y a pesar de que la historia es un cliché que ha sido llevado al cine docenas de veces, aun así podemos decir que este drama sobre nuestra gente es de lo más potable que encontramos en nuestro cine. Bien planteada, bien actuada, es una obra que puede exhibirse en cualquier parte sin avergonzarse. Eduardo Fierro en la fotografía, Gustavo Rodríguez en la música.
Operación Patakón (2007). De Tito Nekerman
Esto es, simple y sencillamente, un perfecto desastre. Guión de Kitxu Alonso, fotografía de Juan de la Cueva, música de Nekerman.
Mi novia está de madre (2007). De Archie López Con guión de Roberto Ángel Salcedo, es uno de los films dominicanos con personajes peor enfocados, con un manejo de la edición que da risa y una fotografía increíblemente floja. Para este director, las elipsis no existen. Fotografía de P. J. López, música de Amaury Sánchez.
El caballero de la medianoche (2008). Guión y dirección de Jimmy Sierra
Luego del batacazo de Lilís, Sierra ataca de nuevo con una historia tan destartalada y necia que cualquiera no la cree si se la cuentan: eso hay que verlo para creerlo. Ángel López en la fotografía, musicalizada por Sierra.
Play Ball (2008). De Alfonso Rodríguez
Trata sobre un pelotero novato cuya promisoria carrera en Grandes Ligas termina por su consumo de esteroides y tiene que venir a jugar a la liga dominicana. No es gran cosa, pero por lo menos tiene buenos detalles y unos cuantos personajes secundarios que funcionan. Fotografía de Eduardo Fierro, música de Gustavo Rodríguez y Derek Edwards.
Enigma (2008). De Robert Cornelio
Cornelio se adentra de cabeza en el terror y el suspenso, pero el resultado no es suspenso sino evidente incapacidad para hacer buen cine. Cinco guionistas: Cornelio, Soraya Mateo, Edward Cornelio, Rafael Sosa y René Bobea para tan floja historia. Fotografía de Samuel Vargas, música de Jalsen Santana.
60 millas al Este (2008). Guión y dirección de Jorge Lendeborg
Buen intento para crear un docudrama. Sin guión previo y sin actores profesionales, sin alcanzar excelencia, por lo menos nos da una impresión de realismo más acentuado que la fracasada Viajeros. Fotografía de Ariel Mota y Francisco Rodríguez, música de David Hernández.
De campamento (2008). Guión y dirección de José García
Otra comedia para olvidar, trata sobre un policía vigilante de un campamento para niños que debe atrapar a un narco que se hace pasar por instructor. Pobre puesta en escena, pobre como comedia. Fotografía de Domingo Ortega, música de José García.
Ladrones a domicilio (2009). Guión y dirección de Ángel Muñiz
Con fotografía de Francisco Adolfo Valdez y música de Pin Bencosme, aunque el argumento da más vueltas de la cuenta y ofrece detalles algo absurdos, de todos modos es elogiable este film por su acertada denuncia sobre la corrupción generalizada.
Al fin y al cabo (2008). De Alfonso Rodríguez
Con esta película comienza el reinado cinematográfico de Raymond Pozo y Miguel Céspedes en una comedia con un guión de Rodríguez y José Miguel Bonetti que tiene más agujeros que un colador y en cuya puesta en escena, como es ya común en nuestro cine, los actores no dan los personajes ni en lo físico ni en lo sicológico. Eduardo Fierro en la fotografía, música de Gustavo Rodríguez.
Santi Cló, la vaina de la Navidad (2008). De José Enrique Pintor
Guión de Pintor y Miguel Alcántara, es más adecuado para comedia, más verosímil; aunque su puesta en escena es algo rudimentaria, de todos modos resulta mucho más original por la creación de los personajes populares y las circunstancias que los envuelven y determinan. Fotografía de Elías Acosta, música de Pachy Carrasco.
Cristiano de la secreta (2009). De Archie López
Nosotros vimos en privado el film original, hecho en formato amateur, por José García. Cuando cayó en manos de Archie López y los guionistas Guillermo Pérez y Desiree Reyes deformaron la idea original de García, se esfumaron varios sabrosos gags y convirtieron la historia en un perfecto mazacote. Fotografía de Mauro de Vita, música de Alex Mansilla.
Megadiva (2009). Guión y dirección de Roberto A. Salcedo
Con fotografía de Jaime Gómez y música de Amaury Sánchez, puede decirse que este film tiene ciertos detalles que lo hacen un tanto diferente, pero de nuevo lo que falla es el guión, un tanto desmañado, y las actuaciones.
La soga (2010). De Josh Crook
El actor Manni Pérez, protagonista en este film, es también guionista, y puede decirse que desde ese punto de vista se nota la mejoría…, pero no demasiado. Una insistencia desmedida en los flash back, en especial en el simbólico sacrificio de un cerdo, deviene en elemento molesto que retarda y recarga la edición. Fotografía de Zeus Morand, música de Eva Wilson.
Trópico de sangre (2010). Guión y dirección de Juan Delancer
A este film le sucedió más o menos lo mismo que a La maldición del padre Cardona: un guión demasiado extenso dio como resultado una serie de cortes que echaron por tierra la edición normal y con ello la comprensión de la historia. Hay fallos evidentes en la selección de intérpretes, un Trujillo que no da el tipo, y en la atmósfera. Ricardo de Ángelis en la fotografía, música de Manuel Tejada.
Hermafrodita (2010). De Albert Xavier
Un intento serio en lo temático y una dirección más adecuada hacen de este film algo realmente diferente e interesante, nada despreciable. Buenas actuaciones, adecuada fotografía de Elías Acosta y música de Michael Lengies.
3 al rescate (2011). De Jorge Morillo y Luis Morillo
Es de apreciar la osadía de los hermanos Morillo: hacer un largometraje en dibujos animados y 3-D es algo insólito. Aparte de algunas incongruencias del guión, aunque lo del 3-D no es algo excelente, se ve como muchas de Hollywood «arregladas» para ese sistema, y es un agradable intento de incursionar en ese género.
Lotoman (2011). De Archie López
El guión de este film, obra de Martín Díaz Bello y Alejandro Andújar, cae en fallas similares a las de otros: las incongruencias son tan frecuentes como los diálogos malos, se nota la falta de ensayos en las actuaciones y los deslices en la edición son frecuentes. Fotografía de P. J. López, música de Alex Mansilla.
Jean Gentil (2011). Guión y dirección de Laura Amelia Guzmán e Israel Cardona
Sin lugar a dudas, este film significa un absoluto rompimiento con lo que se había estado haciendo hasta ese año. Aunque tal vez un tanto alargado en las secuencias del personaje central en la campiña, la idea de la comunión del hombre con la naturaleza y su fusión final con ella es estupenda. Bien actuada, mejor fotografiada por los mismos autores, y con música de Amadeo y Ramón Cordero.
La hija natural (2011). De Leticia Tonos
Otra película que nos hace concebir esperanzas con nuestro cine por el enfoque de un drama enraizado en nuestras vidas y costumbres. Bien realizado, bien interpretado, con excelente creación de personajes secundarios, buena fotografía de Sonnel Velázquez y música de Miguel Hiraldo, es de los pocos que se pueden exhibir en el exterior sin que pasemos vergüenza.
Víctimas de un prostíbulo (Pimp Bullies) (2011). De Alfonso Rodríguez
En cierta oportunidad, a manera de chanza, recomendamos a los «creadores» de este paquete que lo redujeran a mediometraje y lo vendieran como «soft porno». Reiteramos la petición, porque la historia que cuenta es tan absurda y disparatada que no se puede ni considerar. Guión de José Miguel Bonetti, fotografía de Eduardo Fierro, música de Gustavo Rodríguez.
Yo amo la bachata (I love bachata) (2011). Guión y dirección de Roberto Ángel Salcedo
Otra historia insípida, cargada de chistes malos, disparatada y que, para colmo, es prácticamente una ofensa para las mujeres de cualquier parte del mundo, pero en especial para las nuestras, a las cuales presenta como vacías, estúpidas y brutas. Con fotografía de Francis Adames y música de Amaury Sánchez, lo único a salvar es Manolo Ozuna. Cualquiera odia la bachata luego de verla.
Jaque mate (2012). De José María Cabral
Esta no podrá ser calificada como una excelente película, pero tiene varias ventajas evidentes: se sale de la tónica de comedia ligera y tonta y, además, es imposible negar que tiene una buena edición y que despierta la emoción del espectador. Apreciable guión de Cabral y César León López, fotografía de Herman Herrera y apreciables interpretaciones.
El rey de Najayo (2012). De Fernando Báez
Este «rey» también se sale de la corriente, pero el guión tambalea por imprecisiones, personajes sacados de la manga y detalles perfectamente inverosímiles. Las actuaciones no son malas, pero tampoco elogiables. El guión es obra de Báez y Franklyn Soto, peca de ingenuo por lo de la «regeneración» del asesino.
La lucha de Ana (2012). De Bladimir Abud Bien concebido el guión por Abud y Alfonso Suárez, esta historia se centra en la problemática social de la gente de los barrios marginales y posee fuerza y fluidez. Una buena fotografía y una actuación excelente de Cheddy García refuerzan este film, que es de los pocos que pueden exhibirse en otras países sin hacernos quedar mal.
Lío de faldas (2012). De Roger Bencosme
Roger Bencosme y Frankely Bencosme ya habían incursionado en el cine con Andrea, un film que tenía sus detalles, o sea, que daba un atisbo de esperanza, pero de buenas a primeras se van de bruces con una historieta despreciable, diálogos fatales y actuaciones deplorables. Insalvable absolutamente.
El hoyo del diablo (2012). De Francisco Disla
Siempre le agradeceremos a Disla decidirse por hacer cine de terror con detalles dominicanos, con buenos efectos especiales, pero le recordamos que dirigir y crear buenos efectos no es todo, que cuando se toca un tema que nos remite a 75 años atrás hay que recodar la ambientación de época, aparte de los diálogos y la creación de personajes.
Conclusiones
Luego de este enfoque de lo que hemos visto del cine dominicano, llegamos a muy necesarias conclusiones: precisamos galanes y actrices jóvenes para hacer comedias con buen sentido y cintas románticas; tenemos técnicos, pero los directores, salvo honrosas excepciones, quieren hacerlo todo y por esto desbarran. Con urgencia precisamos de personas con capacidad para escribir que se adiestren en las técnicas del guión. Vamos mejorando, pero continúa flotando en el aire la idea de que lo importante es hacer películas que den mucho dinero, y hacerlas con prisa centradas en asuntos que gusten a las mayorías populares. Nadie piensa que no deben hacerse comedias, pero es necesario, urgente, que esas comedias tengan algo de trascendencia para que, además de deleitar a las «masas», resulten potables para otros grupos y, sobre todo, para otras masas: las de otros países.
Esperamos que en la Dirección General de Cine respalden a nuestros cineastas, pero que haya una especie de «colador» para que se ayude a aquellos proyectos que posean más fundamento, mayor valor cinematográfico en todos los sentidos, porque desgraciadamente hay cosas que no se pueden apoyar.
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