GLOBAL N° 42 / Septiembre - Octubre, 2011
América Latina de vuelta a la agenda mundial.
Siglo XXI. Segunda década. Ante la mirada de todos, el mundo observa con aturdimiento, expectación y un asombro que recuerda las jornadas en París del 68, a los movimientos sociales alternativos –surgidos de manera espontánea de la febril esperanza de cambio– que instalan carpas y alzan sus voces de protesta. ¿Qué ha pasado? Entre cantos, protestas y proclamas, se escucha decir que el Estado recorta derechos e impone límites.
El mundo se quedó atónito con la llegada de una primavera inusitada que afloró en los ciudadanos de los países árabes –Egipto, Túnez, Libia, Sahara Occidental, Argelia, Yemen, Jordania y Siria–, quienes se levantaron exigiendo democracia y derrocando tiranos y regímenes que coartaban el desarrollo pleno de los derechos humanos.
Sin embargo, no podemos dejar de mirar hacia América Latina, la nuestra, la de otros, la de todos, y, por ende, construir una mirada regional. Un ver hacia adentro con pensamiento latinoamericano para avistar las desigualdades sociales y económicas, esas que corroen las relaciones entre gobernantes y gobernados, quebrando y restando credibilidad a la democracia participativa y representativa que vivimos con altibajos en América Latina, pese a los doscientos años de independencia del continente.
Sin dudas, aunque los mecanismos legítimos para acceder al poder están garantizados y son respetados por los partidos políticos y los organismos castrenses, los países latinoamericanos tienen una deuda social pendiente que deben saldar.
Un artículo de esta edición 42 de Global coloca en la agenda mundial el rol del Estado en los países latinoamericanos. El sociólogo Wilfredo Lozano establece los parámetros para que los estados de la región consoliden la democracia y redefinan los roles ante la globalización.
En esta edición también es abordada la diáspora. Este es un fenómeno que América Latina comparte con Medio Oriente, Europa y, por supuesto, con África. Gente que parte hacia las naciones que les prometen fraguar el sueño deseado, conservar sus vidas o –y ahora más que nunca– sostener a quienes se quedan.
La mirada que damos a la diáspora dominicana parte de la literatura, el extrañamiento y la lejanía. La existencia de hombres y mujeres transnacionales en el centro de la Gran Manzana se profundiza con el informe sobre la vida cotidiana de los dominicanos residentes en el Bronx y Manhattan: 636 inmigrantes dominicanos cohesionados por la esperanza del retorno revelan su diario vivir. Pero ese regreso, como el de los mexicanos, guatemaltecos, bolivianos, peruanos, a veces está limitado por la inestabilidad económica que no logra superar la región.