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América Latina: una nueva ola en aguas turbulentas

by Dolores Gandulfo
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En los últimos años, América Latina ha comenzado a vivir cambios de gobierno de cara al pueblo. Los sucesivos triunfos de líderes identificados con el progresismo latinoamericano parecieran demostrar un nuevo equilibrio regional. 

Esta «nueva ola» de gobiernos que comenzó con la victoria de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en México durante el 2018, y siguió con las victorias de Laurentino Cortizo en Panamá y Alberto Fernández en Argentina, se vio temporalmente limitada por la llegada de la pandemia. Los liderazgos de México y Argentina a la hora de afrontar las secuelas en la región brindaron márgenes de cooperación regional importantes para la construcción de alianzas en un momento en que la diversidad ideológica era la mejor expresión de la composición de los bloques regionales. Los vestigios de un breve pero radical retorno del neoliberalismo siguieron (y siguen) presentes. Sin embargo, las victorias de Luis Arce en Bolivia (2020), Pedro Castillo en Perú, Gabriel Boric en Chile, Xiomara Castro en Honduras (todas en el 2021) y el flamante triunfo de Gustavo Petro en Colombia, quien se impuso holgadamente en las primarias del Pacto Histórico y consiguió más del 80% de los votos en las consultas de su partido, otorgan una sensación de retorno a los años en que la región sintetizó en una dirección.

Este resurgimiento de la ola progresista en la región, a pesar de las derrotas que se vivieron en Ecuador y Uruguay, constituye una tendencia en las economías más importantes de América Latina, con presidentes o futuros mandatarios identificados con la izquierda progresista: Brasil, Argentina, Chile, Colombia y México. Sin duda, la nueva era para la derecha regional llegó tras sucesivas derrotas de los gobiernos populares: la victoria de Mauricio Macri en Argentina en noviembre del 2015, los triunfos de Jair Bolsonaro en Brasil en el 2018 y también de Sebastián Piñera en Chile, el golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia y la derrota, luego de 15 años, del Frente Amplio en Uruguay en el 2019 con la llegada a la presidencia de Luis Lacalle Pou. Pero desde hace un par de años los gobiernos de izquierda, progresistas y populares volvieron a gobernar en la región. Recientemente entusiasman la asunción del emergente líder Gabriel Boric, en Chile, quien se impuso en la segunda vuelta en diciembre del 2021, y los posibles triunfos de Gustavo Petro en Colombia y Luiz Inácio «Lula» da Silva en Brasil.

México: la tercera es la vencida

La llegada de López Obrador a la presidencia de México inauguró el retorno de líderes progresistas en la región. Arribaba a la presidencia del país de habla hispana más grande del mundo, y vecino directo de la potencia americana, un político curtido como líder social izquierdista, con el 53.8% de los votos, convirtiéndose en el presidente con mayor respaldo de la historia de México. El triunfo de AMLO fue el primer síntoma de agotamiento del neoliberalismo como expresión mayoritaria en la región. El hartazgo y el enojo con el que se expresaron los ciudadanos en las elecciones presidenciales daban cuenta de la necesidad de cambio del sistema político mexicano. A los 64 años, el líder de Morena arribó a la jefatura del país azteca con la promesa de llevar a cabo transformaciones significativas en la sociedad, a la altura de la Independencia, la Reforma y la Revolución, en un contexto de escalada de violencia social y escándalos de corrupción que salpican a varios exmandatarios.

Con la llegada de la pandemia de la covid-19, y bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, México logró posicionarse como líder en la región obteniendo importantes avances de cooperación en materia política y sanitaria. El gobierno del presidente López Obrador obtuvo en enero del 2020 la Presidencia Pro Témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) por un año (extendido por un período más). Luego de un período de distanciamiento y parálisis de la CELAC, producto del surgimiento de gobiernos conservadores en el continente, México insistió en que se debía robustecer la institucionalidad del mecanismo y alcanzar nueva fortaleza en la unidad. La CELAC cobró importancia durante la pandemia. Las discusiones políticas pudieron contenerse y se logró avanzar en mesas de trabajo para fines concretos, como los retos sanitarios y económicos.

El pedido de acceso equitativo a las vacunas, medicamentos e insumos para combatir la pandemia fue un punto de permanente reclamo durante la grave crisis sanitaria global. En este sentido, la relación China-CELAC se transformó en acceso a insumos para enfrentar las consecuencias sanitarias de la pandemia, como también a vacunas para la población de los países del bloque. La necesidad de construir soberanía tecnológica y sanitaria regional para afrontar el impacto multidimensional de la pandemia llevó a una relación estrecha entre Argentina y México. Ejemplo de esto fue la alianza entre los dos países, junto con la Fundación Slim, para producir y envasar millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca, de la Universidad de Oxford; la promoción de vínculos entre científicos de la región detrás de los proyectos de vacuna y la donación de dosis a países miembros del bloque.

Argentina: el breve pero dañino impasse neoliberal

Con el 48% de los votos, Alberto Fernández se impuso en las elecciones presidenciales del 2019. Obtuvo ocho puntos porcentuales por encima de Mauricio Macri, quien fue el primer presidente desde el retorno de la democracia que no logró su reelección.

La herencia que dejó Mauricio Macri luego de su paso por la presidencia sigue generando altos impactos en la economía argentina. Desde su asunción, el valor del peso se derrumbó frente al dólar, llevó la deuda externa del país a niveles insostenibles, tomando el préstamo más grande de la historia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de nuestro país: 50,000 millones de dólares, de los cuales se desembolsaron 45 por incumplimientos del propio jefe de Estado. A esto se sumó un incremento notorio de la inflación durante su mandato y una repercusión directa en altos niveles de pobreza y desempleo.

En un contexto nacional abrumado por una crisis económica y social, Fernández llegaba a la presidencia del país con una alta imagen positiva y muchos desafíos por delante en materia económica. La llegada de la pandemia se produjo apenas tres meses después de haber asumido su mandato. Sus prioridades se volcaron en la salud de los argentinos y argentinas fortaleciendo el sistema de salud, y en cuidar el empleo, las pequeñas y medianas industrias y a los trabajadores de la economía informal con políticas como el ingreso familiar de emergencia (IFE) y la asistencia de emergencia al trabajo y la producción (ATP). En este contexto, Fernández buscó consolidar su liderazgo local y estrechar vínculos con socios regionales para afrontar la crisis multidimensional que atravesaba la región.

Las soluciones más urgentes para los países demandaban el incentivo para la recuperación económica sin desatender la lucha por el acceso igualitario a las vacunas y el fenómeno sin precedentes de la migración intrarregional. En este sentido, Fernández se fue consolidando como uno de los líderes progresistas más relevantes del nuevo escenario regional y buscó afianzar el vínculo con su par mexicano AMLO. Esta alianza resultó beneficiosa para afrontar las demandas sociales en un contexto regional convulsionado, y otorgó un respaldo significativo a los líderes progresistas de la región de cara a los comicios.

Bolivia: los pueblos siempre vencen

En noviembre del 2020, Luis Arce alcanzó la presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia con una victoria holgada en primera vuelta, logrando más del 55% de los votos de las bolivianas y los bolivianos en condiciones de votar. Su llegada se revaloriza cuando se la enmarca en el contexto de recuperación democrática que caracterizó ese proceso, luego de casi un año del gobierno de facto de Jeanine Áñez, en el que el pueblo boliviano se vio obligado a soportar la represión, el exilio y el retroceso de sus derechos, además de la crisis sanitaria y económica en el contexto de pandemia. Desde entonces, el gobierno de Arce ha procurado, por un lado, una gestión prudente de la pandemia, principalmente a través de la consecución de vacunas para la población, y por otro lado, la recuperación económica luego de la caída estrepitosa que sufrió casi la totalidad de las economías del mundo frente a la crisis sanitaria global causada por la covid-19.

La llegada del MAS a la presidencia de Bolivia ha sido clave para seguir apuntalando el proceso de victorias progresistas, que hasta ese entonces solo contemplaba a Argentina y México. La contundente victoria en las elecciones también dejó caer un velo de esperanza sobre el continente y la convicción de que los pueblos siempre vencen.

Perú: de la esperanza a la monotonía

En el período presidencial previo a la victoria de Pedro Castillo en Perú pasaron por la presidencia de la República cuatro mandatarios: Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra, Manuel Merino —quien presentó su renuncia a menos de una semana de haber asumido el cargo— y el legislador Francisco Sagasti, quien finalmente fue elegido por el Congreso como mandatario interino hasta las elecciones de abril del 2021. Como resultado de las elecciones, el escenario político en Perú se muestra fuertemente fragmentado, lo que se evidencia especialmente en un Congreso altamente atomizado.

A casi un año de la victoria en las elecciones, el panorama político demuestra que la problemática del país andino es estructural y no logra resolverse con procesos electorales. La esperanza que trajo Pedro Castillo con su llegada al poder quedó truncada al constatarse la vigencia de los conflictos políticos y las denuncias por incumplimiento del deber público, que se consolidan con el paso del tiempo y dificultan, aún hoy, el normal desempeño de la gestión gubernamental.

Desde que asumió la presidencia, se ha enfrentado a una desestabilización permanente que lo obligó a más de una treintena de cambios de ministros, en el marco de un Congreso donde es minoría, y que amenaza constantemente con destituirlo. Desde el comienzo de su gestión aún no ha podido abordara ninguna de sus promesas de campaña. A mediados de marzo se ha llevado a cabo un nuevo intento de destitución por parte del Congreso peruano, que admitió una nueva moción de vacancia contra el presidente con los votos de 76 diputados de un total de 130. Si bien Castillo asumió con un programa progresista, son evidentes las dificultades que presenta para implementarlo, aun con un fuerte apoyo de distintos jefes de Estado de la región.

Honduras: de la violencia a la reconciliación

La llegada de Xiomara Castro al poder puso fin a una hegemonía de doce años del Partido Nacional de Juan Orlando Hernández, además de convertirse en la primera presidenta de Honduras.

En medio de una gran crispación y polarización política, azotada por las secuelas de la pandemia, la criminalidad, el narcotráfico y el éxodo migratorio, las hondureñas y los hondureños tuvieron la oportunidad de elegir, el domingo 28 de noviembre del 2021, un nuevo proyecto de país liderado por Castro. Recordemos que el contexto social y político en el que se desarrolló el proceso electoral en Honduras se vio atravesado por una violencia política sin precedentes. Si bien los conflictos sociales en el país centroamericano tienen larga data, los niveles de violencia y el deterioro de los derechos humanos fueron en incremento a partir del 2009, año del golpe de Estado al expresidente Manuel Zelaya. Desde ese entonces el pueblo en resistencia consolidó una nueva fuerza política, el Partido Libertad y Refundación (LIBRE), que se presentó en las elecciones del 2013 y del 2017 logrando un triunfo contundente el año pasado y rompiendo así con el bipartidismo histórico.

Durante el proceso electoral del 2021 se reavivaron los temores de fraude y de escenarios de violencia y enfrentamientos, como lo sucedido en las elecciones del 2017. En aquella ocasión, 33 personas fallecieron en los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad nacional, luego del llamativo recuento de votos en que, tras un apagón de luz, Juan Orlando Hernández daba vuelta a la elección y conseguía una reelección prohibida expresamente por la Constitución nacional.

Desde el anuncio de las elecciones en septiembre del 2020, se documentaron al menos 63 casos de violencia política, entre los que se incluyen 29 asesinatos, 14 ataques, 12 agresiones, 7 amenazas y un secuestro. En su mayoría, las víctimas pertenecen a los tres partidos más importantes: el Partido Nacional (31 víctimas), el Partido Libertad y Refundación (20) y el Partido Liberal (12). La violencia política no puede desentenderse de la forma en la que los gobiernos llevan adelante sus gestiones. El autoritarismo a la hora de ejercer el poder político fue una variable transversal a todas las áreas de gobierno durante los doce años de gobierno del Partido Nacional: un mandato de Porfirio Lobo y dos de Juan Orlando Hernández.

Los avances del nuevo gobierno en materia social y económica resultan imprescindibles para disminuir los niveles de violencia política. En este sentido, las primeras propuestas de Xiomara Castro prometen un nuevo rumbo. La derogación de las leyes del Consejo de Seguridad y Defensa, Ley de las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (aprobadas durante el gobierno de Hernández), el llamado a una consulta popular para la conformación de una Asamblea Nacional Constituyente Originaria que redacte una nueva Constitución, el pedido de una auditoría internacional sobre la deuda interna y externa, la creación de la Comisión Internacional contra la Corrupción y la Impunidad, y la Policía Comunitaria son los primeros lineamientos de un gobierno que llega al poder con la prerrogativa de bajar los niveles de violencia mediante la inclusión, la creación de empleo, la participación política y social de la comunidad y el respeto a los derechos humanos.

Chile: del movimiento estudiantil a la Casa de la Moneda 

El ciclo de Boric inaugurado el pasado viernes 11 de marzo tiene particularidades dentro del campo progresista regional, no solo por el recambio generacional que da muestras de una nueva política, sino por el protagonismo de la paridad de género con un gabinete con mayoría de mujeres (14 de 24), un promedio de edad de 49 años y muchos independientes. Además del simbolismo que lo vincula claramente con un proceso sensible e inconcluso como el que emprendió el socialista y expresidente chileno Salvador Allende en la década del 70.

Recordemos que el liderazgo de Boric viene de un proceso de movilización social que se inició con las protestas estudiantiles del 2011 y que culminó con el «estallido social» del 2019 y luego con el posterior plebiscito del 2020, donde se avaló el proceso de reforma constitucional —vigente desde la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990)— que está en marcha. Al igual que Allende, y haciendo un paralelismo histórico, Boric llega a la presidencia con el apoyo de una coalición de partidos heterogénea y donde quizás su administración también atraviese momentos de tensiones y conflictos internos. Gabriel Boric asume la presidencia con 36 años, convertido en el presidente más joven de la región y de la historia de Chile, y es además uno de los gobernantes más jóvenes del mundo, detrás de Giacomo Simoncini, de 26 años, el capitán-regente de la isla de San Marino, en plena Italia, una república parlamentaria. La juventud del flamante presidente de Chile no es un dato menor, ya que surge de uno de los fenómenos más interesantes de la política chilena de los últimos años: la irrupción de las y los jóvenes en la agenda pública.

Durante el acto de asunción, Boric tuvo gestos claros sobre su mirada regional. Su llegada a la presidencia es para América Latina un gran impulso porque es un chileno que piensa en la región y sus declaraciones dan muestras de ello: «Es necesario e importante que América Latina vuelva a tener una voz en el mundo, que durante mucho tiempo la hemos ido perdiendo. Eso no depende por supuesto de una sola persona, nosotros vamos a aportar humildemente en esa dirección en la región».

Colombia: Petro y la promesa de una Colombia más humana

Los resultados electorales del domingo 13 de marzo pasado demuestran que por primera vez en Colombia la coalición de izquierda se ubica como una de las primeras fuerzas del Congreso de la República, tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, con una representación inédita en la historia reciente del país.

Estas elecciones son un termómetro de cara a la primera vuelta de las presidenciales, que se celebran el próximo 29 de mayo, donde el líder de izquierda Gustavo Petro dio muestras de su fortaleza al ganar con enorme ventaja la consulta del Pacto Histórico, en la que roza el 80% de las preferencias del pueblo de Colombia, con casi cuatro millones y medio de votos. Cabe recordar que Petro, quien en el 2018 perdió el balotaje frente al actual presidente Iván Duque, se perfila como el favorito electoral para vencer por primera vez a las fuerzas de derecha y centro en los comicios presidenciales, en un país empobrecido por la pandemia, con un desempleo que llega al 15% y azotado por el repunte de la violencia que siguió al Acuerdo de Paz con las extintas FARC y la inseguridad en las ciudades.

Las complejas votaciones del 13 de marzo transcurrieron bajo un despliegue militar y policial de 240,000 efectivos. En paralelo a las consultas presidenciales, las elecciones legislativas midieron el ánimo del electorado de cara a mayo, cuando se elija el sucesor de Duque, quien completará en agosto su mandato de cuatro años sin derecho a reelección.

Con una amplia representación de las fuerzas de derecha y los partidos tradicionales, el Congreso es actualmente la institución más desprestigiada de Colombia. Sin duda, el resultado electoral es un voto de castigo ante el mal desempeño de Duque, cuya impopularidad ronda el 70%. El resto de las fuerzas se disputan los primeros lugares, aunque se espera un Congreso sin mayoría.

Ahora la derecha colombiana ha comenzado a alinearse para enfrentar a Petro en su carrera a la presidencia. El candidato oficialista Óscar Iván Zuluaga renunció a su aspiración el día posterior a la elección para apoyar al exalcalde Federico Gutiérrez, luego del revés electoral del domingo. En tanto, el partido del expresidente Álvaro Uribe y del mandatario Iván Duque (Centro Democrático) desistió de competir con candidato propio. El desafío que tiene por delante el pueblo colombiano es vencer el miedo y apostar por un cambio.

Cambio de ciclo

Luego de la recuperación de las fuerzas conservadoras en el continente, estamos ante una segunda ola de gobiernos progresistas que se inició en México con Andrés Manuel López Obrador (AMLO), siguiendo por los países antes mencionados y probablemente se expanda a Colombia (con Gustavo Petro) y tal vez a Brasil (con Lula) en los próximos meses.

A este nuevo cambio de ciclo le tocan, a su vez, nuevos desafíos. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sostuvo en su último informe que durante el 2020 se produjo una pérdida del 6.8% en las economías de la región y un aumento del 4.4% de la pobreza. Un total de 214.7 millones de personas está en situación de calle, es decir: uno de cada tres latinoamericanos.

Los informes presentados por la CEPAL dan cuenta de las dificultades que deberán atravesar los gobiernos para reflotar los índices de crecimiento y mejorar la calidad de vida de la población en la región. Por ello, la consolidación de un nuevo frente regional resulta necesaria para articular programas de cooperación que busquen dar respuestas inmediatas a las principales demandas sociales. Las ilusiones de cambio, en una sociedad fuertemente castigada, son muchas y la principal tarea será administrar esas expectativas.


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