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Chicago Ciudad y Poesía

by Frank Baéz
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Puede decirse que la poesía en Chicago nace en 1912 con la publicación del primer número de la revista Poetry: A Magazine of Verse. ¿Qué ocurría en la literatura norteamericana de entonces? No mucho. Por no decir que no ocurría nada. Y no peco cuando digo esto, ya que incluso los mejores poetas y escritores norteamericanos se encontraban en Europa en una especie de exilio sentimental. La editora de la revista, la poeta Harriet Monroe, sabía eso y estaba religiosamente interesada en transformar el panorama literario y artístico del país, así como en difundir los trabajos de poetas vanguardistas europeos y de otras localidades del planeta. Entre las primeras cosas que hizo Monroe fue escribirle incansablemente a Ezra Pound, que era uno de esos poetas que se hallaban fuera. Se dice que las mejores cartas de Pound se encuentran entre la correspondencia que mantuvo con la editora y que la mayoría de éstas guardan una relación directa o indirecta con la revista Poetry.

Además de colaborar en sus poemas y ofrecerle sabios consejos, Pound se convirtió en el enlace o el relacionador público de los demás poetas que se agruparían durante el periodo de la Primer Guerra Mundial bajo el nombre de The Imagists y que publicaron con regularidad en la revista; entre ellos T. S. Eliot, que publicó por primera vez en la revista su memorable Love song of Alfred J. Prufrock. The Imagists fue un nombre acuñado por el crítico T. E. Hulme y por una serie de poetas, basado en uno de los postulados del movimiento que explicaba que la imagen debe prevalecer sobre las ideas y la retórica. Con el paso de los años, la revista se convertiría en el órgano de difusión de este importante movimiento literario: publicó sus manifiestos y los poemas de William Carlos Williams, Amy Lowell, Edgar Lee Master, Vachel Lindsday, Hilda Doolittle, Wallace Stevens, Marianne Moore y Robert Frost, además de trabajos de poetas de otras latitudes como el irlandés William Butler Yeats y el hindú Rabindranath Tagore. También poemas de Rupert Brooke (considerado por la crítica como el poeta más apuesto de todos los tiempos). Varios de los poemas de Carl Sandburg que posteriormente aparecerían en el volumen titulado Chicago, de 1916, también fueron publicados en la revista. Sandburg nació en un pueblito de Illinois llamado Galesburg y desde joven mantuvo una estrecha relación con Chicago, escribiendo continuamente sobre ella, principalmente textos acerca de la problemática social y poemas que pueden verse como profecías de lo que es la ciudad hoy y de lo que seguramente será mañana. La traducción que he hecho y que aparece abajo es del texto introductorio del libro Chicago. En este poema se describe la ciudad de una manera tan vasta y perfecta que pareciera que el poeta escribió desde un helicóptero. 

Chicago1 

Carnicero para el mundo, Fabricante de herramientas, Acumulador de trigo, Niño que juegas con rieles y repartes la mercancía de la nación, Tormentoso, erizado, problemático, Ciudad de los Enormes hombros, Me dicen que eres malvado y yo les creo, porque yo he visto tus mujeres maquilladas bajo las lámparas de gas seducir a los jóvenes granjeros. Y me dicen que eres terrible y yo respondo: sí, es cierto, yo he visto el hombre armado matar y salir libre a matar de nuevo. 

Y me dicen que eres brutal y mi repuesta es: en los rostros de mujeres y niños yo he visto las marcas del hambre cruel. 
Y después de responderles, entonces vuelvo nuevamente hacia esos quienes se burlan de ésta, mi ciudad, y les devuelvo su burla y les digo: 

Vengan y muéstrenme otra ciudad con la cabeza en alto cantando tan orgullosa de estar viva y ajada y de ser fuerte y hábil. 

Lanzando magnéticas maldiciones desde los empleos que se amontonan uno a uno, he ahí un alto y osado luchador viviendo sobre las ciudades pequeñas y blandas, Furioso como un perro salivando en espera de acción, hábil como un salvaje arrinconado contra la naturaleza, Sin cabeza, Palada tras palada, Destruyendo, Diseñando, Construyendo, destrozando, reconstruyendo, Bajo la humareda, polvo sobre su boca, riéndose con dientes blancos, Bajo la terrible carga del destino riéndose, como un muchacho se ríe, Riéndose hasta como se ríe un ignorante luchador que nunca ha perdido una batalla, Y alardeando y riéndose porque bajo su muñeca está el pulso, y bajo sus costillas el corazón de la gente, ¡Riéndose! Riéndose con la tormentosa, erizada, problemática risa de la juventud, medio desnudo, sudando, orgulloso de ser Carnicero para el mundo, Fabricante de herramientas, Acumulador de trigo, Niño que juega con rieles y reparte la mercancía de la nación.

En uno de los primeros editoriales de Poetry: A Magazine of Verse (junio, 1912) Harriet Monroe, quien murió en 1936 de un ataque cardíaco mientras subía las ruinas de Machu Picchu, escribió: “La política de puertas abiertas será llevada a cabo por esta revista. ¡Ojalá que los grandes poetas que estamos buscando nunca las encuentren cerradas, o con cerrojos, ante su vasto genio! Con este fin los editores esperan mantenerse alejados de cualquier alianza con clases o escuelas. Sus deseos son imprimir los mejores versos en inglés que se están escribiendo hoy día, no importa de dónde vengan, quién lo escriba, o bajo qué teoría artística están escritos. La revista promete que nunca limitará sus comentarios editoriales a un tipo de opinión”. 2 En los años 50 la revista fue dirigida por el poeta Karl Shapiro. Julio Cortázar se quejaba de que Shapiro era apenas conocido en los países de habla hispana y clamaba por alguien que se dignara traducir sus poemas. Hace unas semanas estaba leyendo Scratchings, a study of the making, que el poeta escribió como una especie de autobiografía y en el que recuerda, entre millares de cosas, su estadía en Chicago durante el periodo en que era editor de la revista y todas las vicisitudes que ese trabajo implicaba y que iban desde buscar nuevas oficinas a entablar alianzas estratégicas con millonarios capaces de subsidiar la revista. Shapiro consideraba Poetry: A Magazine of Verse (Poesía: Revista de Versos), como su favorito oxímoron, aunque después se hartaría y lo cambiaría por Poetry a pocos meses de instalarse como editor.

La revista Poetry continúa publicándose hoy en día y, aunque no mantiene su estatus vanguardista, se sigue considerando de suma importancia en los medios académicos y literarios internacionales. Meses atrás se realizó un encuentro de editoriales y revistas al que asistí y donde pude observar este clásico justo al lado de una revista casera de temática punk y de otras más editadas por entusiastas poetas. 

Como contraparte de la revista, a principios de los años 70 un grupo de poetas de la ciudad de Chicago fundó el Poetry Center. Allen Ginsberg y William Burroughs hicieron la primera lectura, que llenó completamente el auditorio del Museum of Contemporary Art y que dio a conocer la nueva organización que se encargaría en adelante de difundir las lecturas y promover eventos y concursos relacionados con la poesía y el arte en general. Durante los siguientes años, poetas de primera, segunda y tercera categoría visitarían el centro. 

Pero Ginsberg y Burroughs no son exclusivamente conocidos en Chicago por esto, sino también por hallarse involucrados en el movimiento Yippie, movimiento que sería acusado de esparcir el caos durante la convención demócrata celebrada en esa ciudad a mediados de 1968. El movimiento Yippie, cuyas siglas se refieren a una expresión de alegría y al mismo tiempo significan algo así como Partido Internacional de la Juventud, era liderado por Abbie Hoffman y Jerri Rubin. Hace unos días me topé con un libro de Abbie Hoffman en una librería. Su título era Roba este libro. La idea de los Yippies era presentar un festival de música, de poesía, de teatro y de protesta pacífica. Pero al alcalde de la ciudad, Richard Daley, el evento le parecía peligroso para la convención e impuso un veto y alertó a la policía para que inspeccionara todo el proceso. Sin embargo, a finales de agosto de 1968, estudiantes y activistas opuestos a la guerra de Vietnam empezaron a llegar a la ciudad. 

Yippies 

El 24 de agosto de 1968 empezaron las confrontaciones entre la policía y los yippies. En Lincoln Park, el poeta Allen Ginsberg había propuesto una forma diferente de protesta que consistía en entonar largos o-m. Caminaba entre la multitud, se acercaba hasta donde estaban los policías con escudos antimotines o se sentaba con las piernas cruzadas rodeado de los demás yippies sin dejar de repetir los o-m infinitos. Días previos a la manifestación había circulado un boletín que contenía lo siguiente: 

“Boletín de la contraseña mágica. Jujitsu físico. En caso de histeria, la mágica contraseña es o-m, al igual que o-h-m, que corta de un tajo las emergentes ilusiones. Pronunciar o-m desde la mitad del cuerpo, diafragma o plexo solar. Diez personas murmurando o-m pueden calmar a uno. Cientos de personas murmurando o-m pueden regular el metabolismo de miles. Mil cuerpos uniformados o desnudos vibrando en o-m pueden inmovilizar el centro de la ciudad de Chicago llena de temerosos humanos. Firmado Allen Ginsberg, Ed Sanders. El o-m será practicado en la playa durante las ceremonias del alba con Allen y Ed.”3 Sin embargo, en algún momento de la noche, se interrumpieron los o-m y empezaron los ataques. Motines. Bombas Lacrimógenas. Pedradas. Cristales de carros ajenos despedazados. El 25 de agosto se suponía que el festival debía empezar, pero solamente la banda MC5 tocó y no durante mucho tiempo, ya que la policía rodeaba el parque y lo observaba todo de una manera amenazante. En la noche, hubo un nuevo enfrentamiento entre la policía y los yippies. Se arrojaron bombas lacrimógenas. Se rompieron cristales de carros y ventanas. Golpearon a los yippies con macanas mientras, en alguna parte, uno de los organizadores gritaba con un megáfono: “Peleen contra los cerdos”. Al día siguiente ocurrió lo mismo, y el 27 de agosto una multitud de 4,000 personas se reunió en el Chicago Coliseum a escuchar a Allen Ginsberg, William Burroughs, Jean Genet, Timothy Leary, Arlo Guthrie, Norman Mailer y Phils Olch, entre otros. El 28 de agosto Abbie Hoffman fue arrestado.

Los disturbios continuaron por semanas, entre vandalismo y bombas lacrimógenas, pero a medida que los días pasaban los militantes yippies empezaron a retornar a casa. Durante el juicio realizado a Hoffman, Ginsberg asistió como testigo. Éstas fueron algunas de sus respuestas:4 “Yo fui con un montón de escritores al no cumpleaños del presidente Jhonson en el Coliseum.” “El escritor Francés, Jean Genet, poeta y novelista. El novelista americano, William Sedward Burroughs. El novelista Terry Souther, que escribió Doctor Strangelove. Y yo. Todos escritores.” “Había una gran multitud alineada en los alrededores del parque y otra más ligera afuera del parque, casi en la carretera, y había una enorme multitud moviéndose hacia el centro. Todos nosotros nos movíamos hacia el centro, y en el centro del parque había un grupo de ministros y rabinos que habían elevado una gran cruz de casi 10 pies de alto en el medio del círculo de gente que estaba sentada alrededor, quieta, escuchando a los ministros conducir la ceremonia.” “Todo el mundo estaba sentado alrededor de la cruz, que estaba en el centro de cientos de personas, personas alrededor del gran centro que se aproximaban a la cruz. Todo el mundo estaba cantando We shall Overcome y Onward Christian Soldiers, creo. Eran himnos ya viejos. Yo estaba sentado con mis amigos en un pequeño montículo entre la multitud que tenía la cruz en el centro. Y en el otro lado, había un montón de luces deslumbrantes elevándose cientos de pies más allá del terreno. El ministro levantó la cruz y la tomó hacia el borde de la multitud y la puso abajo y de cara a las luces deslumbrantes donde los policías estaban conglomerados. En otras palabras, ellos confrontaron a la policía con la cruz de Cristo”. “Después, no sé, pasó un corto periodo de tiempo, y hubo una explosión de humo y de bombas lacrimógenas alrededor de la cruz, y la cruz estaba envuelta con bombas lacrimógenas, y la gente que estaba cargando la cruz estaba cubierta por el humo de las bombas lacrimógenas que empezó lentamente a cubrir la multitud.” “Yo me volví y Burroughs dijo: ‘han bombardeado la cruz de Cristo’.” “Tomé la mano de Burroughs y tomé la mano de Terry Southern, y nos pusimos de espalda a la cruz que estaba cubierta con gas entre las luces deslumbrantes, las luces de la policía que estaban brillando a través de las bombas lacrimógenas en la cruz, y caminamos lentamente fuera del parque.” Por esa época comenzaría una tendencia que en los años 80 alcanzaría su clímax y que se pudo mantener hasta entrados los 90, aunque con el inicio del milenio empezaría a descender vertiginosamente y a convertirse en un vulgar negocio. Se trata de recitales de poesía en los bares de la parte oeste de Chicago que se denominaron luego, a medida que el evento empezaba a causar controversia, Slam Poetry. Mucha de esta poesía era escrita y leída por poetas que manejaban los autobuses de las escuelas, poetas con las uñas sucias, poetas plomeros, poetas de ascendencia africana y latinoamericana que trabajaban en las fábricas de Chicago y que de noche escribían con las botas puestas y sin quitarse los uniformes.

En los Slam Poetry una persona se subía a un escenario improvisado y empezaba a leer un poema gesticulando mientras las meseras pasaban con bandejas de cerveza, el humo de cigarrillo se alzaba de los ceniceros y el público que abarrotaba el bar dejaba de beber o seguía bebiendo, pero asentía, siempre asentía y seguía el ritmo de los versos taconeando con los zapatos como si se hallaran en estado de hipnosis. Entonces esta persona se iba a sentar y subía otra y luego otra y así hasta que daban las cinco de la mañana, en que había que declarar el ganador a través de aplausos y silbidos.

La máxima representante de los Slams Poetry es Patricia Smith, que se ha mantenido invicta y que, si no me equivoco, decidió retirarse y ahora se encuentra viviendo en Boston. En un poema llamado Palabras escribió: “Era divertido la forma en que las palabras volaban desde mis labios sin detenerse”.5 Ahora hablemos del poeta asesino. Hace pocos meses apareció en las primeras planas de los periódicos la noticia de un asesino al que desde hacía años el FBI venía rastreándole la pista y que se hallaba viviendo en Chicago con otra identidad y como poeta. Se trata de Norman A. Porter, quien había adoptado el pseudónimo de J. J. Jameson. La historia de Norman A. Porter, alias J. J. Jameson, alias el poeta asesino, recuerda un thriller de los años 50 o 70. A los 21 años Norman A. Porter decide asaltar una tienda. Antes de marcharse con todo el dinero, aniquila al joven dependiente disparándole a sangre fría en la cabeza. Al poco tiempo, la policía lo arresta. Mientras espera juicio, logra escapar junto a otro convicto y en el intermedio asesinan a un oficial de la policía. Nuevamente es atrapado y condenado por doble asesinato a cadena perpetua, pero en 1975 el entonces gobernador de Massachussets, Michael Dukakis, promulga una ley donde se le descarga de uno de los asesinatos. Durante los 26 años que dura en prisión, Porter lee a poetas como William Butler Yeats, escribe poesía, edita un periódico, estudia una carrera universitaria por correspondencia y colabora con una estación de radio. En 1985, al ser trasladado a una cárcel de mínima seguridad, Norman A. Porter huye, aunque esta vez sin asesinar a nadie. Lleva una vida de fugitivo. Se muda a Chicago donde empieza a relacionarse con los poetas de la ciudad y a formar parte de eventos en contra de la guerra, la violencia y la injusticia. Incluso se hace voluntario de una iglesia. Publica poemas en revistas y un volumen titulado Lady Rutherfurd’s Cauliflower. Se le conoce en el ambiente literario por su reputación de poeta maldito, de grosero, por golpear las mesas de los bares con un puño, desparramando las cervezas y voceando indiscriminadamente durante los recitales de poesía: “Lee de una vez por todas el maldito poema”. 

Cuenta historias en la que era soldado durante la guerra de Vietnam, de las vidas que salvó y los bombardeos que detuvo. Vive en apartamentos que no paga. Siempre anda sin dinero. Cuando la policía finalmente lo atrapa, no pone ningún tipo de resistencia y tranquilamente dice: “Fueron unos 20 años muy buenos”.

La poesía siempre está en movimiento. La poesía se transforma, se autodestruye y renace constantemente. Pudiéramos comparar los pésimos poemas a las edificaciones que se derriban para construir nuevos edificios y los buenos poemas a los edificios llamados a perdurar. Chicago es las Sears Towers, consideradas las más empinadas del planeta; y de los edificios diseñados por Louis Sullivan y Frank Lloyd Wright; del lago Michigan (que durante el invierno se congela y sus olas se quedan petrificadas dando la sensación de que contemplas una postal); de Oprah Winfrey y del Millenium Park a las seis de la tarde. Chicago es jazz, Al Capone, John Dillinger y Baby face Nelson. Pero también es el poeta asesino esposado y escoltado por dos policías. 

Chicago trata sobre las preocupaciones de la editora Harriet Monroe por cambiar el panorama literario de los Estados Unidos, del poeta plomero de rodillas que lee sus poemas entre sollozos en un bar mal iluminado. Trata de las descripciones industriales de los poemas de Carl Sandburg, de los Hare Krishna que cantó Allen Ginsberg cuando asistió de testigo a la corte de Chicago y de ahí a los versos que debe estar escribiendo una muchacha de 14 años, en este mismo instante, encerrada en su habitación. Esto último te lleva más alto que cualquier ascensor de cualquier edificio. Esto trasciende el Apocalipsis. Esto es lo que queda cuando cae el último edificio y Chicago se convierte en un recuerdo, en una parte de la mente, en un poema.


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