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El conocimiento científico: ¿un objeto de lujo?

by Ana María Cetto
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Cuando el profesor Salam habla de Física Teórica, recordemos que ésta es el Rolls Royce de la ciencia. Lo que los países en desarrollo requieren son carretas de mulas.” Tal es la respuesta que recibió Abdus Salam al plantear por primera vez la creación de un centro internacional para posgraduados en Física Teórica, bajo los auspicios del Organismo Internacional de Energía Atómica, en 1960.1 Lejos de dejarse llevar por la descalificación y el escepticismo de los representantes de la ciencia del Norte, logró que varios países –en su mayoría del Sur– apoyaran la creación del Centro Internacional de Física Teórica (ictp), con el propósito de contribuir a resolver uno de los problemas más frustrantes de muchos físicos de los países en desarrollo: el de su aislamiento de otros colegas y de la generación de nuevas ideas. Salam dirigió las actividades del ictp durante casi treinta años a partir de su fundación, hasta lograr que se convirtiera en lo que es hoy: una institución del más alto nivel y un foro permanente de contactos y colaboraciones entre físicos de todas las latitudes. 

De origen paquistaní, Salam vivió desde joven los contrastes y tensiones entre Norte y Sur. Desde joven optó por seguir una carrera científica que resultaría singularmente fructífera. Después de lograr la unificación de las interacciones débiles y electromagnéticas, trabajo por el que recibió el premio Nobel de Física en 1979 (junto con S. Weinberg y S. Glashow), continuó trabajando en la unificación de la fuerza electrodébil con la fuerte (o nuclear), hacia la llamada “gran unificación”. Bajo el principio de unificación de los débiles con los fuertes, Salam formó en 1983 la Academia de Ciencias del Tercer Mundo (twas), reconocida por el prestigio de sus miembros y por los valiosos programas de apoyo a científicos de los países más pobres. 

Unos años después creó la Red de Organizaciones Científicas del Tercer Mundo (twnso), que aglutina academias y organismos nacionales de ciencia y tecnología, con el objetivo de delinear políticas unificadas de desarrollo de la ciencia en los países del Sur. No satisfecho con lo anterior, promovió también la creación en 1992 de la Organización del Tercer Mundo para la Mujer en la Ciencia (twows), la cual ha crecido hasta reunir a más de cuatro mil científicas de todos los rincones del planeta. Abdus Salam actuó impulsado por la firme convicción de que la construcción de una capacidad propia en lo científico y lo tecnológico es un requisito indispensable para que los países del Sur logren desarrollarse y así participar en la definición y concreción del destino de la humanidad entera. Era consciente también de la necesidad de persuadir a los líderes políticos, a los organismos internacionales, y a los propios miembros de la comunidad científica. Además de fundar las instituciones mencionadas, elaboró un discurso novedoso de política científica que ejerció una influencia importante en diversas esferas de la ciencia internacional.

Evolución de la ciencia y la tecnología: algunos indicadores En los últimos veinte años, el panorama mundial ha cambiado significativamente en varios aspectos centrales. Uno es el surgimiento de la multipolaridad y la consecuente difuminación de la división casi dicotómica entre el “primer mundo” y el “tercer mundo” (con los países socialistas en un mundo aparte), o entre países “desarrollados” y “subdesarrollados”. Se ha transformado el mapa geopolítico y se han diversificado los ritmos y niveles de desarrollo económico. Mundialmente, el índice de desarrollo humano (idh) del conjunto de países ha ido en aumento en las últimas décadas2 (figura 1). Sin embargo, como lo ilustra la gráfica de la figura 1, la brecha entre unos países y otros sigue en aumento. El avance del neoliberalismo ha venido claramente aparejado con una profundización de la pobreza y la incertidumbre.

En este período, dos de las organizaciones creadas por Salam han cambiado de nombre, para reflejar su adaptación a la nueva situación mundial. No se habla ya (vergonzantemente) de países subdesarrollados o del “tercer mundo”, sino (a veces eufemísticamente) de países en desarrollo. ¿Han perdido con ello vigencia los preceptos que dieron origen a estas organizaciones? ¿Es que la construcción de una capacidad propia en lo científico y lo tecnológico se ha logrado en todos los países?, ¿O, por el contrario, esta capacidad endógena ha dejado de ser requisito indispensable para el desarrollo nacional?, ¿Es que los países que permanecen en la parte inferior de la gráfica (líneas rojas) pueden darse el lujo de seguir proveyendo materia prima al resto del mundo, al tiempo que los avances científico-tecnológicos se seguirán dando en los más avanzados? Uno de los fenómenos distintivos de nuestra época es la emergencia de naciones que han acelerado su desarrollo, en buena medida gracias al uso del conocimiento para desarrollar la economía. 

En palabras de la Unesco, “el logro de un crecimiento basado en la utilización intensiva de conocimientos ya no es una exclusiva de las naciones altamente desarrolladas”.4 Estos países emergentes, así como los de industrialización reciente o creciente (figura 2), han apostado por la ciencia y la tecnología, han invertido sus recursos de manera sistemática para crear una infraestructura tecnológica vinculada a un sector industrial endógeno y cuyo desarrollo está basado en el uso del conocimiento científico. La región asiática es sin duda la que más se ha beneficiado de esta tendencia, como se aprecia en la figura 2, y es también la que ha realizado un mayor esfuerzo de inversión en i+d, que creció en un 150% (medida en paridad de poder de compra) en la década de 1999 a 2008. En cambio, el crecimiento más lento de América Latina (figura 3) ha venido acompañado de un crecimiento también más lento de la inversión en i+d, que durante el mismo periodo fue, en términos globales, de 90%. 

Esta cifra podría antojarse como un signo relativamente positivo, si no fuera porque el punto de partida que se usa como referencia es muy bajo: la inversión en i+d en la región sigue siendo precaria, como puede apreciarse de la figura 4. Por lo demás, la distribución por país de esta inversión es muy desigual: Brasil representa bastante más de la mitad del gasto de toda la región, y es el único país que invirtió en 2008 más del 1% de su pib en investigación y desarrollo. Junto con Argentina y México, estos tres países representan el 87% del total del gasto (figura 5); el resto de los países no supera el esfuerzo realizado por México –país que, por cierto, invirtió sólo el 0.38% del pib en 2008, muy por debajo de la media latinoamericana de 0.63%–. 

Estas cifras contrastan fuertemente con el 4.86 % del pib invertido por Israel en ese año. Los gastos de inversión en i+d son los indicadores de insumo por excelencia. Si se comparan en cambio los recursos humanos en ciencia y tecnología por región, se observa que la región asiática es por mucho la que cuenta hoy en día con un mayor porcentaje de investigadores, casi la mitad del total mundial (figura 6). Esta cifra ha acusado un notable crecimiento en los años recientes. América Latina, por su parte, contribuye con un escaso 3.5%, distribuido internamente de manera muy desigual, como puede apreciarse en la figura 7: Brasil concentra cerca de la mitad de los investigadores, y únicamente tres países concentran más del 80 % del total de la región.

Publicaciones en ciencia y tecnología.

Ahora bien, ¿qué podemos decir de los productos generados con estas capacidades científico-tecnológicas?  Un dato que se considera internacionalmente como indicador de producto por excelencia son las publicaciones de ciencia y tecnología recogidas por las bases de datos internacionales. La participación de América Latina y el Caribe en las principales bases de datos ha sido tradicionalmente baja. Aunque en los últimos diez años ha aumentado visiblemente, apenas logra superar el 3% del total.6 Las estadísticas del 2008 arrojan cifras que van del 2.0% al 8.0%, según la base de datos específica. ¿Acaso reflejan estas cifras todo lo que se produce en nuestros países? Ahora sabemos que no es así: la producción en ciencia y tecnología, medida a través de las publicaciones, es mucho más vasta de lo que recogen dichas bases de datos. Este ha sido uno de los principales objetivos de Latindex: reunir una información más completa sobre las publicaciones científicas de la región, y dar a conocer esta información al mundo entero. La gráfica de la figura 8 muestra un primer resultado del trabajo realizado por Latindex desde 1997: en Iberoamérica existen al menos 19,700 revistas de carácter académico (más de 17,000 activas), todas registradas en el directorio. Pero la revista académica (científica, en el sentido amplio del término) vale no sólo como producto terminado, sino como vehículo o medio de producción. Por ello conviene detenerse a analizar el significado de estas publicaciones. Cada uno de los títulos incluidos en el directorio representa un esfuerzo especial, tanto de las instituciones editoras como de personas en lo individual. Es común que detrás de una revista haya una inversión sostenida en recursos por parte de una universidad, una academia o asociación científica, o algún otro organismo, la mayoría de las veces público. Pero también las revistas descansan sobre una buena dosis de esfuerzo personal de quienes se entregan, voluntariamente en muchos casos, y a veces en cuerpo y alma, a las labores de edición. Ante esta situación, cabe preguntarse qué es lo que motiva a estas instituciones y personas a crear (y sostener) una revista. Entre dichas motivaciones y razones pueden encontrarse: 

• La existencia de producción original suficientemente importante. 
• La intención de mejorar esta producción.
• Las dificultades de acceder a la literatura internacional. 
• La intención de ofrecer acceso libre al conocimiento.
• La voluntad de mayor autonomía para la correspondiente comunidad (local, nacional o bien regional) de científicos.
• La necesidad de dar visibilidad internacional al trabajo realizado.
• La voluntad de contar con un medio propio para la comunicación científica.
• El uso de la revista como promotor e indicador de la actividad científica.
• Como mecanismo de capacitación de árbitros, autores y editores.
• Como medio de autoevaluación y definición de patrones de calidad.
• Como vehículo del español científico.
• Como testimonio documental de nuestra creación intelectual.
• Como un vehículo e instrumento para la enseñanza científica.
• Como medio de promoción de un área o disciplina de trabajo.
• Como un instrumento de política científica.

A estas razones, que no siempre se hacen explícitas en la definición de la revista, pueden sumarse otras, que reflejan más bien intereses personales o de grupo (y tampoco se hacen explícitas). Este comportamiento no es exclusivo del medio latinoamericano: desde siempre, y en todo el mundo, la creación de una revista ha obedecido a motivos específicos, muchos de ellos lo suficientemente fuertes y válidos como para continuar publicándola durante siglos.

Las revistas pioneras, fundadas en el siglo xvii en Inglaterra y Francia, tenían como objetivo no sólo comunicar los descubrimientos de los científicos de estos dos países, sino también asegurar la primacía de dichos descubrimientos y su registro en los anales de la historia. Está claro que en estos 350 años los motivos para crear una revista científica se han diversificado. También los medios de publicación y difusión se han transformado, la naturaleza de las revistas ha evolucionado, pero todo esto no ha hecho más que confirmar la importancia de las mismas portancia de las mismas. Sin embargo, es un hecho que entre nuestros mejores científicos existe también una preferencia por publicar en revistas producidas en Estados Unidos o Europa y recogidas por los índices “de corriente principal” como los mencionados anteriormente, relegando con ello a un segundo término (si acaso) las producidas en nuestros propios países. También este comportamiento obedece a motivaciones: el trabajo tiene entonces mayor visibilidad entre las instituciones que pueden pagar los altos costos de suscripción a dichas revistas (costos tan elevados que convierten a estas revistas prácticamente en objetos de lujo para el resto de las instituciones) e incrementa su probabilidad de ser leído (y citado) por los colegas de dichas instituciones. 

Los órganos evaluadores asignan consecuentemente un mayor peso a dichos trabajos. Esta práctica contribuye a prolongar el predominio de una ciencia que, por razones históricas, obedece a una temática determinada internacionalmente y sigue las pautas establecidas en los países hegemónicos, independientemente de su pertinencia local. A ello se suma la moda reciente de los rankings de universidades, que las lleva a ejercer una presión sobre sus investigadores para publicar en las llamadas “revistas indexadas” (o sea, las recogidas por los grandes índices internacionales, las producidas en los países avanzados). 

¿Estamos acaso ante la disyuntiva de producir revistas locales o regionales y publicar en ellas, aunque no compitan con las anteriores en prestigio y circulación, o bien cerrar nuestras revistas y tratar de publicar sólo en las revistas producidas en los países del Norte? De ninguna manera, no se trata de alternativas excluyentes. Nuestra estrategia debe pasar por el apoyo a nuestros propios medios de producción, teniendo en mente el conjunto de razones enumeradas anteriormente, sin pretender que por ello se deje de publicar en los medios internacionales. Inevitablemente tiene que ser una estrategia combinada, que tome en cuenta las necesidades, capacidades y prioridades específicas de cada disciplina y de cada país, así como los diversos roles que una determinada revista está destinada a desempeñar.

A este respecto existen bellos ejemplos de revistas que fueron fundadas por colegas en nuestros países, con la intención y el compromiso de convertirlas en instrumento de desarrollo y promoción de una disciplina o área de trabajo. Cabe mencionar el caso de Acta Physiologica Latinoamericana, 7 creada en 1950 por un destacado grupo de especialistas de la región para dar a conocer su producción, intercambiar los resultados de sus investigaciones entre ellos mismos y con los colegas de otros países, y contribuir con ello al adelanto de las ciencias fisiológicas. A los pocos años de su fundación, la revista alcanzó un éxito importante; llegó a recibir solicitudes de suscripción de todas partes y logró con ello el autofinanciamiento. Unos cuantos fisiólogos de primer nivel, mayoritariamente latinoamericanos, enviaban regularmente sus trabajos originales a la revista: sin embargo, no fueron la mayoría, ni lograron sostenerla indefinidamente, de manera que la revista cesó, lamentablemente, en 1971.

Unas cuantas revistas latinoamericanas han tenido más éxito porque encontraron un nicho, porque gozaron de apoyo continuado de alguna institución, y porque han sabido adaptarse a la evolución de la disciplina, al contexto local o regional en el que se desenvuelven, a las nuevas normas y prácticas de publicación y a los cambios tecnológicos que afectan la producción y difusión del conocimiento. En cada caso, hay que preguntarse si los objetivos de la revista se cumplen y se mantienen vigentes. ¿Atienden una necesidad local, o están más bien orientadas a un público internacional? ¿Son valoradas por nuestra comunidad? ¿Quiénes son sus usuarios, y qué uso se hace de sus contenidos? 

Es importante asegurar en la medida de lo posible el futuro de estas revistas, así como de los nuevos títulos que se creen. Esto, con el objetivo no sólo de comunicarnos con nuestros pares, sino también de contribuir a la formación científica de los jóvenes y a la cultura y conciencia científica de los sectores más amplios de la población. Así las revistas ayudarán a romper el círculo vicioso de un sistema científico arcaico y subordinado en el que en buena medida se encuentran aún la mayoría de nuestros países.

Como bien lo ha expresado la ministra de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, “en un país sin conciencia ni cultura científica no hay producción de conocimiento y esa producción termina siendo importada de naciones más desarrolladas”.8 Pero no basta con generar nuestro propio conocimiento si no queremos que se convierta en objeto de lujo debemos darlo a conocer, difundirlo y emplearlo, ponerlo a buen uso, lo que significa aprender a explotarlo para nuestros fines, porque solo así se mejora la vida en general y nuestros países avanzan en todos los sectores.

A manera de conclusión, permítaseme retomar el gran sueño unificador de Abdus Salam, por el que trabajó arduamente tanto en la física como fuera de ella. Una cantidad considerable de recursos y esfuerzos se han invertido en los laboratorios y grupos de investigación para desarrollar las teorías de la gran unificación; empero, hasta la fecha no hay prueba experimental alguna de que la naturaleza esté correctamente descrita por cualquiera de estas teorías. Mientras tanto, sin embargo, se publican cientos de artículos al año (en revistas de “alto impacto”) con propuestas descabelladas bajo la cobija de las supercuerdas. Se requiere aún de un trabajo serio para encontrar la vía correcta hacia la gran unificación.

Nota: Artículo basado en la conferencia dictada por la autora en Funglode, Santo Domingo, el 22 de septiembre de 2011.

Notas

1 Cetto, Ana María: “Abdus Salam y la ciencia del Sur”. La Jornada, México, 2 de diciembre de 1996.
2 Para dar cuenta de la multiplicidad de factores que intervienen en el desarrollo de los países se ha introducido el llamado índice de desarrollo humano, IDH que incluye un conjunto de indicadores no económicos. Cabe aquí hacer un comentario sobre el idh. Un buen número de los países que, según las gráficas de las figuras 1-3, tienen un crecimiento sostenido durante las últimas décadas, atraviesan situaciones críticas en áreas básicas como la salud, la educación, la alimentación, la economía, el empleo, la vivienda, el medio ambiente, las desigualdades internas o la seguridad y estabilidad social. Esto sugiere que el idh es una abstracción poco representativa de ciertas realidades (o que las oculta).
3 pnud: Informe sobre Desarrollo Humano, Nueva York, 2011.
4 Unesco: Informe Mundial sobre la Ciencia, París, 2010.
5 ricyt: El estado de la ciencia, Buenos Aires, 2010.
6 En cambio, durante el período en cuestión el número de patentes solicitadas por residentes en los países de América Latina y el Caribe se mantuvo constante y muy por debajo del número de patentes solicitadas por no residentes.
7 Vessuri, Hebe: “Una estrategia de publicación científica para la fisiología latinoamericana: Acta Physiologica Latinoamericana, 1950-1971”. Interciencia 1989, 14 (1), p. 9. 8 Melo de Cardona, Ligia Amada: “Plan Estratégico 2008-2018”. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, República Dominicana, 2008.


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