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Entrevista a Juan Casamayor «Todos los días se aprende a ser editor»

by Dulce María Ramos
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Aunque viene de una familia de médicos, Casamayor se dedicó a la literatura por vocación. De hecho, la imagen que tiene de su infancia es la de un pequeño niño lector. Así que, siguiendo su pasión humanística, Casamayor estudió Filología Hispánica en la Universidad de Zaragoza y después realizó un doctorado en literatura española del siglo XVIII. Su fantasía literaria, según confesó, era ser el editor de Julio Cortázar. En el año 1999 funda, junto con Encarnación Molina, Páginas de Espuma, sello independiente que se ha convertido en la editorial de referencia en el género del cuento en castellano. Afirma que «las editoriales independientes nos preocupamos por hacer ediciones más cuidadas, por mimar el libro». En el catálogo de Páginas de Espuma, el lector se encontrará con los principales escritores contemporáneos junto a clásicos de la literatura universal. Entre los primeros hay que resaltar a Samanta Schwebli, Guadalupe Nettel, Pilar Adón, Nuria Barrios, Clara Obligado, Andrés Neuman, Fernando Iwasaki, Juan Carlos Méndez Guédez, José Ovejero, Eloy Tizón, José Balza, Rodrigo Blanco Calderón y Jorge Volpi, entre otros. El año pasado, Casamayor fue homenajeado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con el Mérito Editorial, en reconocimiento a «su militancia, empeño y especialización en torno al cuento». En la actualidad, Páginas de Espuma se distribuye en España, Estados Unidos, Latinoamérica y el Caribe. También, junto con el Consejo Regulador de la D. O. Ribera del Duero, cada dos años concede el Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. Sus tres ediciones lo han convertido en el premio de referencia en el cuento en castellano. Asimismo, la editorial, junto con el Ayuntamiento de Málaga, convoca anualmente el Premio Málaga de Ensayo, que reconoce los mejores ensayos escritos en castellano. La siguiente entrevista fue realizada durante la Feria Internacional del libro de Bogotá (FILBO), donde Juan Casamayor fue invitado a presentar el catálogo de Páginas de Espuma. 

Pese a que con su editorial Páginas de Espuma, usted ha roto muchos prejuicios alrededor del cuento, siempre es un género que toca defender frente a la novela. Si estuviera aquí sentado un Borges o un Cortázar, a nadie se le ocurriría decir eso. Hace mucho tiempo que dejé de defender el cuento porque no lo necesitaba. El género en nuestro idioma es riquísimo en distintas geografías; de hecho, actualmente el cuento vive un momento extraordinario con una libertad creativa de propuestas y de experimentación literaria, debería ser la novela quien envidie realmente al cuento. Cuando empecé en los años noventa como editor de cuentos, había un sintagma: «El cuento no vende». Yo me pregunté: ¿Por qué no vende? ¿No vende por sí mismo o no vende por un lado comercial de la industria editorial que decidió no poner todos los instrumentos y herramientas que tiene para vender el cuento? Lo que ha demostrado Páginas de Espuma, veinte años después, es que si se trabajan los textos y se ponen en la mesa ciertas piezas para que los cuentos se vendan, los libros funcionan. En nuestro catálogo hay libros que se venden muy poco como en cualquier editorial, pero hay libros que venden mucho, tenemos el caso del libro Siete casas vacías, de Samanta Schweblin, que lleva doce ediciones. También tenemos autores que publican sus novelas con Planeta o Random, pero sus libros de cuentos los publican en Páginas de Espuma porque han visto que hay un trabajo editor en todos los campos: textual, promocional y comercial. Claro, no me engaño, la novela es el género predilecto del lector. Tampoco es verdad que el cuento no vende, ve el caso de Lucia Berlin en Alfaguara, posiblemente uno de los libros más vendidos el año pasado

Usted ha dicho en varias entrevistas que ha logrado la rentabilidad de su editorial. ¿Cómo hace una editorial independiente para sobrevivir tantos años y sortear los momentos coyunturales y de crisis? Es una editorial independiente, formada por cinco personas, que tiene una cartografía de distribución que va de Estados Unidos al Cono Sur, por supuesto España. Se ha armado un catálogo de dos orillas, y no solo geográficas, que es lo menos que me interesa, me gusta ser un editor fronterizo. Tenemos escritores de la línea clásica como Poe o Chéjov y luego está la línea contemporánea, esta última es la que más disfruto, porque me da la posibilidad de tener contacto con el autor, trabajar con su texto y, por ende, con su obra. A mí no me gusta ser editor de un libro, me gusta ser editor de una obra, ser testigo de cómo un autor evoluciona literariamente: ese es el gran premio para un editor literario. Y a lo largo de estos años se ha ido construyendo ese catálogo y la verdad sí, Páginas de Espuma es rentable.

 ¿Para usted qué significa la figura del editor? 

Ser editor es ser muchas cosas a la vez. Es una acumulación de pequeñas razones que justifican tu trabajo. Un editor debe ser un gran lector. Lo primero que espera un autor es que su manuscrito sea bien leído. El editor debe ser una persona comprometida; es una leyenda que los autores no quieran cambiar nada de sus obras, los autores quieren que su manuscrito sea objeto de diálogo, de debate, de argumentos. Cuando como editor das tus puntos de vista y pretenden enriquecer el texto, el gran beneficiado es el texto. Esa es la primera parte, la más bonita y la que más me gusta. Pero el autor no solo pide eso, no solo demanda un buen texto, demandan otros ejercicios que también debe hacer bien un editor: que el libro esté en las librerías, que llegue a los lectores.  

¿Y todos quieren vender y ser leídos?

Por supuesto, hasta el más reacio a entrar en una rueda de consumo, aquellos más comprometidos con su obra o con un pensamiento más literario. Les interesa mucho ver sus liquidaciones y cuántos autores se han acercado a su propuesta. Hoy se publican muchos libros, no solo toca hacer llegar los libros a las librerías, también que el lector se entere, de ahí la importancia de una labor promocional en los medios tradicionales y las redes sociales. Es un triángulo: catálogo de calidad y coherente, que ese catálogo pueda ser visto en librerías y a su vez que el lector se entere. Si se logra el equilibrio, una editorial tiene opciones de seguir adelante. Hay algo también de ludopatía en esto de ser editor, no hay recetas mágicas.

Quizá el editor debe tener un sexto sentido

El otro día estuve con Pablo, librero de la librería Tango de Bogotá, me dijo: «Anticiparse al gusto lector es el arte del librero». Yo me apropio de sus palabras porque quizá sea ese también el trabajo del editor. Publicar a Poe o Chéjov no es adelantarse al gusto lector, pero si te digo Valeria Correa Fiz, pues no la conoces. En Páginas de Espuma publicamos una vez al año el primer libro de alguien. En el caso de Valeria Correa Fiz, es una escritora argentina, llevamos tres ediciones con ella y ha entrado en esta línea de Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, Vera Giaconi; eso sí es anticiparse al gusto lector.

¿Cómo logró usted empezar a distribuir sus libros en España y después en Latinoamérica? 

Cuando creé Páginas de Espuma, antes de publicar el primer libro, procuré cerrar una distribución en España. Todos los días se aprende a ser un editor. Un editor ni es ni se hace, es un estar haciéndose siempre. Lo que sí tenía claro, porque venía del mundo editorial, era lograr una buena distribución. Recuerdo que tomé el catálogo de Tusquets y Anagrama y estudié quiénes distribuían estos sellos. Luego fui con mi proyecto a los distintos distribuidores y todos fueron aceptando a Páginas de Espuma. La editorial siempre tuvo una vocación literaria, nunca hicimos un estudio comercial o de mercado, yo publicaba cuentos y descubrí que había muchos escritores escribiendo en español y muchos eran de Latinoamérica y los publiqué, después descubrí que detrás de esos escritores también había lectores. Nuestro primer libro lo publicamos en el año 2000 y ya en el año 2003 empecé a viajar a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y en 2004 a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, desde entonces hasta la fecha he ido todos los años a ambas ferias. ¿Cómo se va formando una distribución más allá de tener un catálogo? Pues con honestidad en el trabajo, conociendo a tus distribuidores, las librerías y la realidad de los países. Cuando alguien me dice que quiere distribuir en Latinoamérica, es una visión muy paternalista desde España. Es distinto decir quiero publicar en Colombia, Venezuela o Chile, porque Latinoamérica es un continente con realidades muy distintas y España es solo un país. Teniendo en cuenta esa diversidad de países, también debe estar la capacidad de saber cómo debes distribuir.  

¿Y cuál es su visión del mercado editorial hoy?

En los últimos veinte años ha sido evidente la concentración de monopolios. Los editores grandes cada vez son más grandes, pero hay un fenómeno que no han podido evitar y es la biodiversidad de editoriales independientes que tienen un peso lector fundamental y eso se ve en las librerías. Las grandes editoriales tienen un trabajo muy horizontal, van a cualquier tipo de lector; en cambio, las pequeñas editoriales trabajan de una forma más quirúrgica, más incisiva, nos colamos por las fisuras. En una mesa redonda Claudio López de Lamadrid, director editorial de la División Literaria de Random House en español, admitió que ciertos libros y ciertos autores son mejor promocionados por sellos independientes que por ellos. Evidentemente, la presencia nuestra en medios se debe a un trabajo continuo de veinte años y porque conocemos bien a los interlocutores de muchos países; luego desde Páginas de Espuma hemos sido los dos editores que nos hemos encargado de la prensa. Creo que cuando habla el editor, hay otra forma de comunicar. En cuanto a ese inmenso océano de las redes sociales, este trabajo se hace con distintas aplicaciones y distintos contenidos, no nos preocupamos del número, preferimos tener seguidores que estén interesados en el trabajo y las actividades que hace la editorial.

¿Considera importante la presencia del editor y de las editoriales en las ferias?

Las ferias son núcleos decisivos, es un espacio que te permite reunirte con libreros, distribuidores. También son espacios donde conoces escritores, conoces futuros libros que irán enriqueciendo el catálogo de la editorial. Son una excusa perfecta para conocer el tejido real donde van a llegar tus libros. Son un trampolín perfecto para esta labor.

¿Y su posición frente al libro digital?

La lectura exige profundidad. Nosotros tenemos la mitad del catálogo digitalizado, las ventas están alrededor de un 3% y no vemos que crezca mucho. En cambio, el papel sigue teniendo una salud de hierro. No soy anti libro digital, pero es verdad que hemos asociado la lectura de la pantalla a un clic. Juan, el comercial, te diría que el libro digital es un canal de negocio más, pero que al día de hoy aún no es relevante para la editorial. 


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