Revista GLOBAL

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¿Es el terrorismo predominantemente antioccidental?

by Randolfo Rijo Gómez
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La yihad como ideología en contra de los principios democráticos occidentales es un tema recurrente tanto en la prensa como entre los académicos especializados en terrorismo. De igual modo, es repetido constantemente por presidentes y líderes mundiales que le han declarado la guerra al terrorismo internacional. Sin embargo, es preciso ver cuánto de esto es verdadero o falso. Solo a partir de los hechos es posible establecer si el terrorismo actual es predominante antioccidental. Y son estos hechos los que nos ayudarán a determinar si las medidas tomadas por los Estados para combatir el terrorismo son suficientes; si necesitamos un mayor esfuerzo por parte de los líderes occidentales para detener este flagelo, o si, por el contrario, estas medidas son desproporcionadas respecto de la amenaza, ya que si comprendemos la real magnitud de esta última seremos capaces de evaluar qué cantidad de libertades debemos estar dispuestos a sacrificar en la guerra contra el terrorismo.

En la actualidad no existe consenso político universal en torno a qué debe ser considerado un acto de terrorismo, lo que imposibilita una definición legal de terrorista que sea aceptada globalmente. Para algunos, un terrorista puede ser un héroe o un luchador por la libertad. Para otros, simplemente un criminal. Por ello, todo depende de la percepción política de quien hace la valoración. Pero existe cierto nivel de consenso respecto a que el terrorismo es un instrumento por medio del cual actores no estatales o estatales intentan lograr un objetivo político, sirviéndose del miedo, del terror, de la fuerza no legítima, de la violencia indiscriminada y de las amenazas físicas o psicológicas. El terrorismo no es algo nuevo, podríamos seguir sus pasos a través de la historia hasta tiempos inmemorables, pero modernamente está ligado al desarrollo de los medios de comunicación y al acceso que tienen los terroristas para difundir su mensaje de terror a una audiencia más amplia con el fin de lograr los objetivos que estos se plantean.

En el año 2004, David Rapoport, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad de California y experto en el área, estableció que el terrorismo moderno se puede dividir en cuatro grandes olas, cada una de ellas con características particulares, diferentes simpatizantes y formas específicas de operar. Pese a que Rapoport sostiene que estas olas tienen un período de estabilidad y vigencia de tres o cuatro décadas, muchas de ellas todavía sobreviven, unas con más vigencias que otras. Las divide así: la ola del terrorismo anarquista, la cual se inicia en la década de 1880; la ola del terrorismo anticolonial de la década de 1920, caracterizada por los movimientos separatistas y guerras de liberación nacional frente a sus metrópolis; la ola del terrorismo rojo, vinculado a los movimientos de izquierdas que tuvieron su mayor apogeo en la década de 1960 dentro del marco de la guerra fría; y por último, la ola del terrorismo religioso, que, de acuerdo con David Rapoport, comenzó en el año 1979 y continúa hasta nuestros días, caracterizada por movimientos políticos vinculados al fundamentalismo islámico. De aquí se desprende que la percepción de la amenaza terrorista cambia con el tiempo, que no es estática y que está íntimamente relacionada con el período y la vigencia de estas olas que, a su vez, se alimentan de la cobertura mediática. Si mi padre a finales de los años 60 hubiera visto un titular en el periódico que dijera «Ataque terrorista», sin haber leído los detalles, el titular le hubiera sugerido que el ataque fue un secuestro de un vuelo comercial que buscaba atraer la atención mundial y extorsionar a algún gobierno.

De igual modo, habría pensado que los actores eran milicianos de algún movimiento de izquierda ligados a algún país comunista. En la actualidad, cuando leemos en la prensa un titular sobre una amenaza o un ataque terrorista, imaginamos, sin conocer realmente los detalles de la información, que se trata de algún tipo de ataque suicida perpetrado por un fundamentalista musulmán y que el medio utilizado para realizar este ataque fue un artefacto explosivo. La percepción de la amenaza terrorista internacional proviene básicamente de este tipo de organizaciones terroristas. Boko Haram y el Estado Islámico son los grupos terroristas más mortíferos del mundo, con 6,644 víctimas atribuidas a Boko Haram en Nigeria y 6,073 muertes atribuidas al Estado Islámico en Siria, Irak y la zona del Levante mediterráneo. Según el Centro Nacional de los Estados Unidos contra el Terrorismo, los ataques armados y la utilización de artefactos explosivos constituyeron cerca del 80% de todos los ataques terroristas en el año 2011. No obstante, los ataques suicidas fueron solo el 2.7% y provocaron únicamente el 21% de las víctimas fatales de todos los actos terroristas, siendo los artefactos explosivos improvisados el arma más usada. Por otro lado, los «lobos solitarios», es decir, individuos que realizan ataques sin el apoyo de una organización o grupo, son la principal fuente de actos terroristas en Occidente. El 70% de las víctimas de terrorismo en 2006 en Occidente fueron a manos de estos perpetradores, los cuales no tienen relación directa con el mando responsable de las organizaciones terroristas, aunque persiguen los mismos objetivos e ideologías.

El análisis de los objetivos de estos actos terroristas pudiera resultar un poco confuso, tomando en cuenta que a veces no está claro lo que el terrorista demanda y otras el uso de la violencia parecería ser el instrumento y el fin. A través de la clasificación de los objetivos del terrorismo entendemos cómo buscan lograr sus objetivos, establecer la medida de su efectividad y su relación con la amenaza. Con este fin dividimos el objetivo general del terrorismo en tres objetivos fundamentales: tácticos, operacionales y estratégicos. Los objetivos tácticos son aquellos relacionados directamente con el ataque real en el terreno, cuya eficacia, en la oleada actual de terrorismo, viene medida por el nivel de destrucción y cantidad de víctimas mortales perseguidas y conseguidas. Lamentablemente los terroristas actuales son muy eficientes en lograr con éxito este objetivo. En 2014, según el informe del Instituto para la Economía y la Paz: «Índice global de terrorismo», podemos ver que la actividad terrorista estuvo altamente concentrada en términos de territorio. El 78% de las muertes relacionadas con estos actos se presentó en solo cinco países no occidentales: Irak, Nigeria, Afganistán, Pakistán y Siria. Sin embargo, el 93% de los 162 países muestreados sufrieron por lo menos un acto terrorista en su territorio en el mismo año. Según el mencionado informe, la mayoría de las muertes de esta oleada de terrorismo en los últimos 15 años no ocurrió en el Oeste, incluyendo los ataques del 11 de septiembre. Las muertes relacionadas con actos de terror en Occidente representaron el 2.6% de todas las causadas por el terrorismo, y si excluimos los ataques del 11 de septiembre, alcanzan solo el 0.5%.

En el año 2013 murieron como consecuencia del terrorismo 18,111 personas. En 2014 se produjo un aumento considerable puesto que se registraron 32,658 víctimas, en su mayoría relacionadas con actos de terrorismo religioso asociado a fundamentalistas islámicos, siendo Irak el país donde se registró la mayor cantidad de víctimas mortales, la penosa cantidad de 9,929 personas. En 2012 el Centro Nacional de los Estados Unidos contra el Terrorismo, en el «Informe anual por países sobre terrorismo», estableció que los musulmanes sufrieron entre el 82 y el 97% de las muertes relacionadas con el terrorismo entre los años 2005 y 2010. Otra perspectiva de la misma situación sería observar lo que establece el «Informe sobre la situación y las tendencias del terrorismo en la ue» en 2013. Solo la mitad de las víctimas de terrorismo estuvieron relacionadas con ataques terroristas vinculados al fundamentalismo musulmán. De un total de 219 ataques, 125 en Francia y 54 en España estuvieron relacionados con grupos terroristas separatistas y hubo solo seis en todo el territorio de la Comunidad Europea ligados al terrorismo religioso. El objetivo operacional está vinculado a la cobertura mediática de estos actos, es decir, a la forma en que los ataques de estas organizaciones logran llevar su mensaje de terror a su audiencia.

Aquí lamentablemente los terroristas también han resultado ser exitosos, ya que han sabido servirse de la espectacularidad que producen la destrucción y las pérdidas humanas. La efectividad de este objetivo está vinculado al derecho que tiene la prensa a informar y al derecho que tienen los ciudadanos de recibir información veraz y oportuna, además del valor de mercado que tiene este tipo de noticias para los medios. Si aceptamos como válido que entre los elementos que constituyen el concepto de terrorismo está el de que es un instrumento para lograr un fin político, el cual se consagra como el objetivo estratégico de las organizaciones terroristas, debemos observar el nivel de éxito que tienen. Max Abrahms, en su artículo «¿Por qué el terrorismo no funciona?», analizó el éxito estratégico de 28 organizaciones que se encuentran en la lista de organizaciones terroristas de los Estados Unidos y descubrió que solo el 7% de estas había logrado su objetivo político. También encontró un patrón en las estadísticas que indicaba que este éxito estaba relacionado negativamente con el éxito de los objetivos tácticos de las organizaciones, es decir, que en la medida en que lograban un mayor nivel de destrucción y bajas civiles en sus atentados, eran menos eficaces en la obtención de sus objetivos políticos.

El discurso de las dos organizaciones terroristas más mortíferas del mundo, Boko Haram y el Estado Islámico, contiene elementos de carácter antioccidental, incluso el mismo nombre de «Boko Haram» se ha traducido como «la occidentalización es un pecado». Aunque su discurso es claramente antioccidental, el planteamiento de sus objetivos estratégicos es muchas veces difuso y muy cambiante, lo cual entorpece su éxito. En el caso del Estado Islámico, se pudiera interpretar que ha podido lograr parcialmente su objetivo estratégico, tomando en cuenta que este sería la creación de un califato en la zona de Irak, Siria y el Levante. Con la ocupación y control de una importante zona territorial y de ciudades y poblaciones en su área de influencia, se pudiera decir que esta organización terrorista ha logrado un relativo éxito al alcanzar su objetivo estratégico con la creación de un proto-Estado. En este caso sería importante aclarar que, aunque el autoproclamado Estado Islámico está reconocido globalmente como una organización terrorista, es más que esto, y el éxito que ha tenido en su zona de influencia ha estado relacionado con su capacidad militar heredada del antiguo gobierno de Saddam Hussein en Irak y no con el éxito en alcanzar los objetivos tácticos de la organización terrorista.

El discurso de los terroristas musulmanes es evidentemente antioccidental, y es a su vez el que logra mayor cobertura internacional de la prensa occidental debido al nivel de internacionalización de sus atentados. Según el Centro Nacional de Contraterrorismo de los Estados Unidos, en el hemisferio occidental la organización terrorista que registra la mayor cantidad de ataques terroristas es las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (farc) con 480 atentados en 2011, una organización de ideología marxista-leninista, con un discurso revolucionario nacionalista. La forma de combatir el terrorismo, debido a la naturaleza misma del fenómeno, es a través de medidas preventivas que intenten contener el éxito de los objetivos tácticos de estas organizaciones, frustrando los ataques en su fase de planeamiento, pero para esto se debe tomar en cuenta cualquier tipo de amenaza y neutralizarla antes de su posible ejecución. Muchas veces los Estados toman medidas que atentan contra el ejercicio de los derechos humanos en busca de la prevención de los ataques. Como reconoce el «Informe sobre terrorismo y derechos humanos» de la Comisión Interamericana, del 22 de octubre de 2002, estas medidas se dan en detrimento de una gran variedad de derechos fundamentales. Entre los que podrían verse afectados, están los derechos a la privacidad, a la libertad de expresión, a la libertad de asociación y reunión, a la libertad de religión y a profesar una fe. También podríamos observar como los Estados no escatiman medidas que buscan la posible neutralización de la amenaza, no solo limitando el ejercicio de ciertos derechos humanos y aumentando el rango de control y vigilancia del Estado frente a sus ciudadanos. Es importante establecer que los Estados deben abstenerse de limitar el goce de los derechos humanos o de los derechos que no hayan sido suspendidos por motivo de la declaración legítima de un Estado en emergencia. Limitar el ejercicio de los derechos humanos no debe ser parte de las iniciativas para combatir el terrorismo si tomamos en cuenta que estas medidas pueden ser tomadas en tiempos de paz; el Estado es el principal garante de los derechos humanos, y en caso de implementar medidas antiterroristas en el marco de un conflicto armado, debe, además de respetar el núcleo duro de los derechos humanos, respetar todas las garantías establecidas dentro del régimen de derecho internacional humanitario. Si tomamos en cuenta el discurso, la retórica y la persecución de los objetivos estratégicos, la amenaza del terrorismo fundamentalista islámico es real. Sin embargo, los hechos y los datos que registran el lugar donde se realizan los ataques, su cantidad y quiénes los realizan, el número y los tipos de víctimas, pudieran resultar contradictorios con la percepción de la amenaza que se tiene en Occidente en relación con la ola de terrorismo religioso vinculado al fundamentalismo islámico.

Esta percepción de la amenaza tiene dos elementos a tomar en cuenta: por un lado, el alto nivel de eficacia que tienen estos grupos terroristas en lograr su objetivo operacional, vinculado a la cobertura internacional mediática que reciben estos ataques cuando son perpetrados en Occidente, y por otro, el discurso de estos grupos terroristas, el cual es la expresión retórica del objetivo estratégico de estas organizaciones. Es importante recalcar que la mayoría de los países más azotados por el terrorismo no están en Occidente, y que los actos terroristas que se dan en los países occidentales no están en su gran mayoría vinculados al terrorismo religioso relacionado con el fundamentalismo islámico. Existen varios tipos de terrorismo en la actualidad, pero el terrorismo cuyo discurso es antioccidental es el que tiene su origen en el Medio Oriente, específicamente de manos del fundamentalismo islámico, cuya retórica y objetivo estratégico es eminentemente antioccidental. A pesar de esto, las víctimas de sus objetivos tácticos son, en su vasta mayoría, musulmanes. Por otro lado, tanto los gobiernos occidentales que le han declarado la guerra al terrorismo como los líderes de las organizaciones terroristas difunden la idea, justificada o no, de que existe un yihadismo antioccidental, logrando con esto el cumplimiento de su objetivo operacional de una manera exitosa. Para determinar si la oleada de terrorismo actual es predominantemente antioccidental, debemos evaluar bajo nuestros criterios propios qué tiene mayor peso, el costo de las vidas humanas occidentales o la retórica del nivel estratégico de estos terroristas, la cual es evidentemente antioccidental.

En la actualidad no existe consenso político universal en torno a qué debe ser considerado un acto de terrorismo, lo que imposibilita una definición legal de terrorista que sea aceptada globalmente. Para algunos, un terrorista puede ser un héroe o un luchador por la libertad. Para otros, simplemente un criminal. Por ello, todo depende de la percepción política de quien hace la valoración. Pero existe cierto nivel de consenso respecto a que el terrorismo es un instrumento por medio del cual actores no estatales o estatales intentan lograr un objetivo político, sirviéndose del miedo, del terror, de la fuerza no legítima, de la violencia indiscriminada y de las amenazas físicas o psicológicas. El terrorismo no es algo nuevo, podríamos seguir sus pasos a través de la historia hasta tiempos inmemorables, pero modernamente está ligado al desarrollo de los medios de comunicación y al acceso que tienen los terroristas para difundir su mensaje de terror a una audiencia más amplia con el fin de lograr los objetivos que estos se plantean.

En el año 2004, David Rapoport, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad de California y experto en el área, estableció que el terrorismo moderno se puede dividir en cuatro grandes olas, cada una de ellas con características particulares, diferentes simpatizantes y formas específicas de operar. Pese a que Rapoport sostiene que estas olas tienen un período de estabilidad y vigencia de tres o cuatro décadas, muchas de ellas todavía sobreviven, unas con más vigencias que otras. Las divide así: la ola del terrorismo anarquista, la cual se inicia en la década de 1880; la ola del terrorismo anticolonial de la década de 1920, caracterizada por los movimientos separatistas y guerras de liberación nacional frente a sus metrópolis; la ola del terrorismo rojo, vinculado a los movimientos de izquierdas que tuvieron su mayor apogeo en la década de 1960 dentro del marco de la guerra fría; y por último, la ola del terrorismo religioso, que, de acuerdo con David Rapoport, comenzó en el año 1979 y continúa hasta nuestros días, caracterizada por movimientos políticos vinculados al fundamentalismo islámico. De aquí se desprende que la percepción de la amenaza terrorista cambia con el tiempo, que no es estática y que está íntimamente relacionada con el período y la vigencia de estas olas que, a su vez, se alimentan de la cobertura mediática. Si mi padre a finales de los años 60 hubiera visto un titular en el periódico que dijera «Ataque terrorista», sin haber leído los detalles, el titular le hubiera sugerido que el ataque fue un secuestro de un vuelo comercial que buscaba atraer la atención mundial y extorsionar a algún gobierno. De igual modo, habría pensado que los actores eran milicianos de algún movimiento de izquierda ligados a algún país comunista.

En la actualidad, cuando leemos en la prensa un titular sobre una amenaza o un ataque terrorista, imaginamos, sin conocer realmente los detalles de la información, que se trata de algún tipo de ataque suicida perpetrado por un fundamentalista musulmán y que el medio utilizado para realizar este ataque fue un artefacto explosivo. La percepción de la amenaza terrorista internacional proviene básicamente de este tipo de organizaciones terroristas. Boko Haram y el Estado Islámico son los grupos terroristas más mortíferos del mundo, con 6,644 víctimas atribuidas a Boko Haram en Nigeria y 6,073 muertes atribuidas al Estado Islámico en Siria, Irak y la zona del Levante mediterráneo. Según el Centro Nacional de los Estados Unidos contra el Terrorismo, los ataques armados y la utilización de artefactos explosivos constituyeron cerca del 80% de todos los ataques terroristas en el año 2011. No obstante, los ataques suicidas fueron solo el 2.7% y provocaron únicamente el 21% de las víctimas fatales de todos los actos terroristas, siendo los artefactos explosivos improvisados el arma más usada. Por otro lado, los «lobos solitarios», es decir, individuos que realizan ataques sin el apoyo de una organización o grupo, son la principal fuente de actos terroristas en Occidente. El 70% de las víctimas de terrorismo en 2006 en Occidente fueron a manos de estos perpetradores, los cuales no tienen relación directa con el mando responsable de las organizaciones terroristas, aunque persiguen los mismos objetivos e ideologías.

El análisis de los objetivos de estos actos terroristas pudiera resultar un poco confuso, tomando en cuenta que a veces no está claro lo que el terrorista demanda y otras el uso de la violencia parecería ser el instrumento y el fin. A través de la clasificación de los objetivos del terrorismo entendemos cómo buscan lograr sus objetivos, establecer la medida de su efectividad y su relación con la amenaza. Con este fin dividimos el objetivo general del terrorismo en tres objetivos fundamentales: tácticos, operacionales y estratégicos. Los objetivos tácticos son aquellos relacionados directamente con el ataque real en el terreno, cuya eficacia, en la oleada actual de terrorismo, viene medida por el nivel de destrucción y cantidad de víctimas mortales perseguidas y conseguidas. Lamentablemente los terroristas actuales son muy eficientes en lograr con éxito este objetivo. En 2014, según el informe del Instituto para la Economía y la Paz: «Índice global de terrorismo», podemos ver que la actividad terrorista estuvo altamente concentrada en términos de territorio. El 78% de las muertes relacionadas con estos actos se presentó en solo cinco países no occidentales: Irak, Nigeria, Afganistán, Pakistán y Siria. Sin embargo, el 93% de los 162 países muestreados sufrieron por lo menos un acto terrorista en su territorio en el mismo año. Según el mencionado informe, la mayoría de las muertes de esta oleada de terrorismo en los últimos 15 años no ocurrió en el Oeste, incluyendo los ataques del 11 de septiembre. Las muertes relacionadas con actos de terror en Occidente representaron el 2.6% de todas las causadas por el terrorismo, y si excluimos los ataques del 11 de septiembre, alcanzan solo el 0.5%.

En el año 2013 murieron como consecuencia del terrorismo 18,111 personas. En 2014 se produjo un aumento considerable puesto que se registraron 32,658 víctimas, en su mayoría relacionadas con actos de terrorismo religioso asociado a fundamentalistas islámicos, siendo Irak el país donde se registró la mayor cantidad de víctimas mortales, la penosa cantidad de 9,929 personas. En 2012 el Centro Nacional de los Estados Unidos contra el Terrorismo, en el «Informe anual por países sobre terrorismo», estableció que los musulmanes sufrieron entre el 82 y el 97% de las muertes relacionadas con el terrorismo entre los años 2005 y 2010. Otra perspectiva de la misma situación sería observar lo que establece el «Informe sobre la situación y las tendencias del terrorismo en la ue» en 2013. Solo la mitad de las víctimas de terrorismo estuvieron relacionadas con ataques terroristas vinculados al fundamentalismo musulmán. De un total de 219 ataques, 125 en Francia y 54 en España estuvieron relacionados con grupos terroristas separatistas y hubo solo seis en todo el territorio de la Comunidad Europea ligados al terrorismo religioso. El objetivo operacional está vinculado a la cobertura mediática de estos actos, es decir, a la forma en que los ataques de estas organizaciones logran llevar su mensaje de terror a su audiencia. Aquí lamentablemente los terroristas también han resultado ser exitosos, ya que han sabido servirse de la espectacularidad que producen la destrucción y las pérdidas humanas. La efectividad de este objetivo está vinculado al derecho que tiene la prensa a informar y al derecho que tienen los ciudadanos de recibir información veraz y oportuna, además del valor de mercado que tiene este tipo de noticias para los medios. Si aceptamos como válido que entre los elementos que constituyen el concepto de terrorismo está el de que es un instrumento para lograr un fin político, el cual se consagra como el objetivo estratégico de las organizaciones terroristas, debemos observar el nivel de éxito que tienen. Max Abrahms, en su artículo «¿Por qué el terrorismo no funciona?», analizó el éxito estratégico de 28 organizaciones que se encuentran en la lista de organizaciones terroristas de los Estados Unidos y descubrió que solo el 7% de estas había logrado su objetivo político. También encontró un patrón en las estadísticas que indicaba que este éxito estaba relacionado negativamente con el éxito de los objetivos tácticos de las organizaciones, es decir, que en la medida en que lograban un mayor nivel de destrucción y bajas civiles en sus atentados, eran menos eficaces en la obtención de sus objetivos políticos.

El discurso de las dos organizaciones terroristas más mortíferas del mundo, Boko Haram y el Estado Islámico, contiene elementos de carácter antioccidental, incluso el mismo nombre de «Boko Haram» se ha traducido como «la occidentalización es un pecado». Aunque su discurso es claramente antioccidental, el planteamiento de sus objetivos estratégicos es muchas veces difuso y muy cambiante, lo cual entorpece su éxito. En el caso del Estado Islámico, se pudiera interpretar que ha podido lograr parcialmente su objetivo estratégico, tomando en cuenta que este sería la creación de un califato en la zona de Irak, Siria y el Levante. Con la ocupación y control de una importante zona territorial y de ciudades y poblaciones en su área de influencia, se pudiera decir que esta organización terrorista ha logrado un relativo éxito al alcanzar su objetivo estratégico con la creación de un proto-Estado. En este caso sería importante aclarar que, aunque el autoproclamado Estado Islámico está reconocido globalmente como una organización terrorista, es más que esto, y el éxito que ha tenido en su zona de influencia ha estado relacionado con su capacidad militar heredada del antiguo gobierno de Saddam Hussein en Irak y no con el éxito en alcanzar los objetivos tácticos de la organización terrorista. El discurso de los terroristas musulmanes es evidentemente antioccidental, y es a su vez el que logra mayor cobertura internacional de la prensa occidental debido al nivel de internacionalización de sus atentados.

Según el Centro Nacional de Contraterrorismo de los Estados Unidos, en el hemisferio occidental la organización terrorista que registra la mayor cantidad de ataques terroristas es las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (farc) con 480 atentados en 2011, una organización de ideología marxista-leninista, con un discurso revolucionario nacionalista. La forma de combatir el terrorismo, debido a la naturaleza misma del fenómeno, es a través de medidas preventivas que intenten contener el éxito de los objetivos tácticos de estas organizaciones, frustrando los ataques en su fase de planeamiento, pero para esto se debe tomar en cuenta cualquier tipo de amenaza y neutralizarla antes de su posible ejecución. Muchas veces los Estados toman medidas que atentan contra el ejercicio de los derechos humanos en busca de la prevención de los ataques. Como reconoce el «Informe sobre terrorismo y derechos humanos» de la Comisión Interamericana, del 22 de octubre de 2002, estas medidas se dan en detrimento de una gran variedad de derechos fundamentales. Entre los que podrían verse afectados, están los derechos a la privacidad, a la libertad de expresión, a la libertad de asociación y reunión, a la libertad de religión y a profesar una fe.

También podríamos observar como los Estados no escatiman medidas que buscan la posible neutralización de la amenaza, no solo limitando el ejercicio de ciertos derechos humanos y aumentando el rango de control y vigilancia del Estado frente a sus ciudadanos. Es importante establecer que los Estados deben abstenerse de limitar el goce de los derechos humanos o de los derechos que no hayan sido suspendidos por motivo de la declaración legítima de un Estado en emergencia. Limitar el ejercicio de los derechos humanos no debe ser parte de las iniciativas para combatir el terrorismo si tomamos en cuenta que estas medidas pueden ser tomadas en tiempos de paz; el Estado es el principal garante de los derechos humanos, y en caso de implementar medidas antiterroristas en el marco de un conflicto armado, debe, además de respetar el núcleo duro de los derechos humanos, respetar todas las garantías establecidas dentro del régimen de derecho internacional humanitario. Si tomamos en cuenta el discurso, la retórica y la persecución de los objetivos estratégicos, la amenaza del terrorismo fundamentalista islámico es real. Sin embargo, los hechos y los datos que registran el lugar donde se realizan los ataques, su cantidad y quiénes los realizan, el número y los tipos de víctimas, pudieran resultar contradictorios con la percepción de la amenaza que se tiene en Occidente en relación con la ola de terrorismo religioso vinculado al fundamentalismo islámico. Esta percepción de la amenaza tiene dos elementos a tomar en cuenta: por un lado, el alto nivel de eficacia que tienen estos grupos terroristas en lograr su objetivo operacional, vinculado a la cobertura internacional mediática que reciben estos ataques cuando son perpetrados en Occidente, y por otro, el discurso de estos grupos terroristas, el cual es la expresión retórica del objetivo estratégico de estas organizaciones.

Es importante recalcar que la mayoría de los países más azotados por el terrorismo no están en Occidente, y que los actos terroristas que se dan en los países occidentales no están en su gran mayoría vinculados al terrorismo religioso relacionado con el fundamentalismo islámico. Existen varios tipos de terrorismo en la actualidad, pero el terrorismo cuyo discurso es antioccidental es el que tiene su origen en el Medio Oriente, específicamente de manos del fundamentalismo islámico, cuya retórica y objetivo estratégico es eminentemente antioccidental. A pesar de esto, las víctimas de sus objetivos tácticos son, en su vasta mayoría, musulmanes. Por otro lado, tanto los gobiernos occidentales que le han declarado la guerra al terrorismo como los líderes de las organizaciones terroristas difunden la idea, justificada o no, de que existe un yihadismo antioccidental, logrando con esto el cumplimiento de su objetivo operacional de una manera exitosa. Para determinar si la oleada de terrorismo actual es predominantemente antioccidental, debemos evaluar bajo nuestros criterios propios qué tiene mayor peso, el costo de las vidas humanas occidentales o la retórica del nivel estratégico de estos terroristas, la cual es evidentemente antioccidental.


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