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Identidades Híbridas

by Bernarda Jorge
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En el pasado, el sincretismo que se produjo en América Latina como producto del enfrentamiento entre las culturas del Nuevo y del Viejo Mundo, fue la fuente de su riqueza cultural, de sus múltiples expresiones y manifestaciones. Pero, en los tiempos actuales, ¿cómo debe entenderse la hibridación o fusión de estilos prohijada por la globalización?, ¿estamos ante un fenómeno similar o diferente?, ¿qué está pasando con las identidades locales ante los efectos perturbadores de estos impulsos globales? Muchas son las reflexiones que ha provocado el proceso de globalización. Desde la década pasada hasta los momentos presentes, un buen número de instituciones, de musicólogos y expertos de la comunicación, las ciencias sociales y la política cultural han otorgado un gran interés al estudio de sus efectos en la música. Este artículo quiere destacar y comentar varios aspectos del debate, con algunas referencias a experiencias regionales y locales.

Al compás de la globalización La música popular contemporánea está “tocando” en el compás que determina la globalización. En nuestros tiempos, crear música es sinónimo de mezclar, fusionar, reinventar códigos, salvar las barreras entre lo académico y lo popular. Parafraseando al investigador mejicano José Miguel Candela, en su artículo Música y globalización: “Hablar de música hoy es ocuparse de las mezclas”. La globalización es un concepto polisémico, ambiguo, equívoco y paradójico en sus raíces y efectos. Contradictorio en su retórica y sus consecuencias, no cabe duda de que ha aumentado las diferencias y las exclusiones en los procesos sociales, económicos y tecnológicos. Se han profundizado las desigualdades en el acceso a los repertorios culturales globalizados y locales (Gandarias). Son evidentes los peligros de un “pensamiento único”, la subordinación de mercados y de formas culturales. Lo cultural se ha tornado en campo de tensión donde se enfrentan el avance de la ‘mundialización’ y las identidades nacionales. Los conceptos tradicionales de identidad, pueblo y nación se encuentran seriamente amenazados por la integración electrónica y el mercado. En este punto, se tiende a recordar que el proceso de internacionalización no es nuevo, es un proceso de siglos. Junto a la transnacionalización de los procesos económicos y políticos, las modalidades del intercambio comercial fueron avanzando también a lo largo de diferentes periodos históricos acompañadas de cambios culturales y secuelas de interdependencia no recíproca, compulsiva y desequilibrada entre pueblos y territorios.

De la misma manera, la mezcla de estilos, las reinterpretaciones de las influencias, etcétera, no son fenómenos novedosos. La pureza no es precisamente la característica de los préstamos y las recomposiciones de elementos de culturas musicales afines han sido la constante en la trayectoria histórica de la música popular de América Latina y el Caribe. Así emergieron en un proceso de siglos nuestras músicas sincréticas. Sin embargo, los fenómenos contemporáneos son diferentes tanto en cantidad como en calidad por la revolución tecnológica expresada en el mundo de las computadoras, la autopista informática y la televisión satelital. La nota diferente Es en el sector de los medios masivos de comunicación, ‘mundializados’ a partir de los satélites, donde las repercusiones de la revolución tecnológica se manifiestan con mayor intensidad. Las nuevas tecnologías necesitan de una comunidad de elementos culturales compartidos, de identidades y códigos comunes (sistemas de significación, saberes, competencias, sentidos). A esos fines están destinados los productos culturales globales de todo tipo. El sector audiovisual (cine, televisión, video) es el apoyo fundamental de la mundialización cultural a nivel macrosocial. Los mass-media crean nuevos espacios, penetran o se apoderan de otros que tradicionalmente pertenecían a la familia, la educación, la lectura, la escucha de música, etcétera. Muchas tribunas internacionales no vacilan al condenar la naturaleza distráctil y de dudosa calidad de sus productos; la distorsión que hacen de la realidad de numerosos procesos que recogen y difunden; la tendencia a fomentar falsos valores y encaminar al consumismo. De las búsquedas de sistemas de signos globales, de la tensión entre lo global y lo local, de las asimetrías y pluralidades, del comportamiento de las identidades locales frente a las novedades que se le ofrecen, surgen nuevos significados y sentidos, se abren paso los productos culturales hijos de la hibridación. Los flujos migratorios impactan las prácticas culturales de los pueblos receptores y de los inmigrantes determinando que numerosas expresiones identitarias sobrevivan fuera de sus territorios originales, en muchos casos mezcladas o transformadas. Las culturas vienen y van Por definición las culturas son dinámicas: se conservan, transmiten y transforman. Las manifestaciones del campo artístico y literario, los modos de vida, las costumbres, los sistemas de valores, las tradiciones, las creencias y demás componentes de la cultura, evolucionan en función de su propia dinámica y de los intercambios e interacciones con otras culturas.

La cultura es cambiante por la interacción comunicativa que se produce hacia el interior de cualquier comunidad de vida, entendida como una comunidad de sentidos porque provee los instrumentos necesarios para que los seres humanos le otorguen sentido a su entorno Pensar la cultura con criterio de interacción facilita la comunicación intercultural: lleva a considerar sus diversas manifestaciones en su dinámica, descartando jerarquías, comprendiéndolas desde sí mismas, aceptando la pluriculturalidad, el mestizaje y la hibridación. “Hay que aceptar el hecho de que la realidad cultural es, en sus orígenes y en la actualidad, pluricultural” (Rodrigo). Defender lo que les es propio, pero también establecer vínculos y abrirse a otras realidades, es la paradoja existencial de las culturas. De ahí los procesos permanentes de contacto, comunicación e interacción entre las culturas del planeta. En el pasado, en toda la geografía latinoamericana y caribeña se produjo un intenso proceso de intercambios, préstamos y mezclas entre los diferentes grupos étnicos y culturales. Un “ir y venir” de modalidades expresivas de extraordinaria vitalidad y riqueza. En los foros internacionales se alerta permanentemente acerca de la amenaza que representa la globalización para las identidades culturales. Hablamos de identidad como aquello que distingue culturalmente a una persona, grupo social o nacional, que refleja un sentimiento, un reconocimiento colectivo en torno a unos determinados valores, usos y costumbres, creencias compartidas.

La identidad, como ha reconocido la Unesco, es “un pasado común, un presente vivido en conjunto que funda, a su vez, la posibilidad de un futuro común”. De acuerdo al organismo internacional, se configura fundamentalmente a partir de elementos históricos, étnicos, lingüísticos, políticos y psicológicos que constituyen el “núcleo viviente de una cultura”. Defender y preservar las identidades es uno de los grandes temas del discurso cultural contemporáneo y de los retos de la política y la acción cultural. Las innovaciones tecnológicas que impactan el crecimiento económico en su totalidad determinan los adelantos de todo tipo en el campo de la música, especialmente en la industria musical, su sector más dinámico y floreciente. En los procesos de producción y en los productos de la industria fonográfica las novedades e innovaciones se suceden a vertiginosa velocidad, provocando de manera inmediata y a largo plazo cambios trascendentales. Se ha visualizado que la irrupción de Internet en la distribución de la música puede llegar a “transformar la estructura del mercado, haciendo desaparecer las tiendas de música y cambiar radicalmente el formato en que se vende…”(Zuleta y Jaramillo). Pero ahí no se detienen los cambios. Tenemos un nuevo personaje: el productor, que sin ser compositor, ni intérprete, ni arreglista, toma las riendas del proceso creativo. Además de seleccionar el repertorio, los acompañantes orquestar la promoción, definir la imagen, etcétera, también se ocupará de la formación de “sus” artistas.

Al ritmo de la fusión 

Un número creciente de nuestros artistas bachateros y músicos de otros géneros han hecho de la fusión el principal de sus procedimientos o medios creativos. “He tomado algunos detalles de géneros como el country, el blues y el reggae…Además, he incluido algún merengue típico, pero a base de guitarra”, explicaba el bachatero dominicano Zacarías Ferreira en una entrevista. Destacaba además que en sus trabajos dominan las fusiones de merengues y de baladas pop. Por su parte, el líder del grupo Ilegales declaró recientemente que “los creadores criollos no pueden estar de espaldas a lo que acontece en el mercado” y que en su última producción ha recurrido al reggae, al merengue, al hip hop, a la cumbia, la bachata y la balada. En el ámbito regional, la cristalización de lo nuevo puede ilustrarse con los nombres de algunos músicos que han logrado popularizar su obrora y puestas al día de la canción socialora y puestas al día de la canción sociala sin dejarse avasallar por la música electrónica de baile.

Siguiendo a Diego Fischerman – músico, escritor y uno de los críticos musicales más importantes de América Latina-, en su artículo “El poder y la lengua”, se puede mencionar al brasileño Egberto Gismonti, músico que ha hecho estudios rigurosos en su país y también en París, que toca piano y guitarra, y tiene muchos años mezclando música europea sinfónica y dodecafónica, con la de Cartola, Nelso Cavaquinho y Villa-Lobos, con el jazz, el rock y con la computadora. Gismonti “lleva las características polirrítmicas del choro o el frevo hasta sus extremos, trabaja con una gran libertad elementos que pertenecen a las tradiciones populares brasileñas pero no las violenta. Incluso, en el ámbito de las escalas, se limita al tipo de melodías y de armonías que existen en esas músicas tradicionales”. Puede decirse entonces que, en la apuesta por la renovación, hay mucho más que fusiones y aires de jazz, aunque es justo decir que el jazz siempre ha sido uno de los mejores aliados en las oleadas innovadoras en el mundo de la música. Nuevas vías expresivas llegan también por la vía del performance a base de imágenes, música electrónica, acústica o sonidos vocales. Hay músicos que centran su interés en el sonido. Otros en las improvisaciones en la línea del jazz de vanguardia, la animación, la llamada poesía sonora y puestas al día de la canción socia

“!Qué triste suena la lluvia..!”

No es posible pasar por alto los puntos de contacto de las actuales corrientes renovadoras con la “nueva canción” que, como se recordará, fue uno de los frutos del movimiento Emilio Pérez, precursor del fusón (son y jazz). Carlos Santana fusiona el rock con ritmos latinos. 42 musical que en los años 70 estremeció los países industrializados y catapultó un ola mundial de conjuntos y artistas jóvenes, desembocando en España y América Latina en la llamada canción de autor o canción social, que resaltó las contradicciones del modelo social y la protesta de las masas. Por esos tiempos, como una suerte de réplica del fenómeno rock, habían comenzado a formarse en nuestro país los llamados conjuntos de la “nueva ola”. Algunos de sus miembros nutrieron los primeros grupos de la nueva canción que irrumpe a principios de la siguiente década. Los cantautores chilenos, argentinos, venezolanos y cubanos influyeron en el perfil de los grupos locales y en su repertorio, que llegó a incorporar elementos provenientes del jazz, el rock y el blues, pero también autóctonos; no sólo en cuanto al instrumental, sino también a ritmos y estructuras musicales, entre otros elementos. El mensaje de la nueva canción, aunque proyectado particularmente hacia la juventud, se dirigió a todos los sectores -protesta contra una sociedad desigual e injusta y contra los valores tradicionales- y estableció una ruptura en el panorama de la canción dominicana, al ir más allá de la temática romántica y sentimental de la canción-bolero y la balada-rock “suave y romántica” “(…) muy americanizada, pero más larga, más dimensional…”, como señalara en su momento el maestro Rafael Solano. Los festivales de Amucaba (1968-1972) fueron catalizadores de los nuevos talentos de la música popular y de un tipo de canción con vocación artística, sin el horizonte de la pista de baile, con mayor intensidad temática, elaboración musical y riqueza de los medios acompañantes.

La nueva canción fue la cúspide de ese período renovador y auspicioso de nuestra música popular en el contexto de un modelo social en el cual lo urbano adquiría mayor relevancia y la interpenetración cultural a nivel continental y universal ya sesgaba las intenciones y prácticas creativas y artísticas locales. Las preferencias por el rock de parte de la juventud musical se han mantenido a lo largo de los años. Existen alrededor de 20 bandas con más de cinco años de trabajo y más de 40 con menos de cinco, sin contar las inactivas o las que “el viento se llevó”. Los rockeros locales han organizando su segundo festival y algunos incursionan en otros países. Por los títulos de algunas producciones se observa que han incorporado un vocabulario agresivo y muy directo, entre otros elementos propios y simbólicos del rock internacional. Hoy muchos rockeros poseen una formación musical que les ayuda a desenvolverse en lo técnico y lo creativo con mayor pericia y que obviamente repercute en la calidad de sus producciones. Es interesante saber que son solidarios entre sí y conservan el gusto y el placer de tocar y cantar “por amor al arte”. 

CODA 

Muchas naciones están perturbadas ante los procesos que enfrentan de reconfiguración y renovación de sus códigos Tony Almont, líder de Toque Profundo, una de las principales bandas de rock dominicano. La base de las propuestas del famoso DJ Carl Cox son los ritmos tropicales. 43 culturales. Estos procesos también tocan a los contingentes humanos que la emigración económica o política, los conflictos bélicos o el turismo desplazan por doquier. La globalización ha colocado a la humanidad bajo el signo de las redefiniciones, del surgimiento de nuevos actores y liderazgos, de la reasunción de lo propio como reacción a las amenazas a las identidades locales. Los desafíos de la globalización tecno-cultural no pueden impedir que se aprovechen las oportunidades de los extraordinarios avances de la comunicación electrónica de que disponemos; de promover la integración de los principales agentes de los procesos de creación, interpretación, difusión, producción, formación musical, etcétera, para la toma de decisiones que impulsen el desarrollo equilibrado y armónico del sector; de las posibilidades de construcción de un pensamiento crítico que promueve el intercambio en ferias, festivales, encuentros y foros internacionales; los beneficios de las alianzas internacionales, intergubernamentales y civiles con relación a los bienes culturales. La convocatoria es a promover la creatividad cultural y artística, el respeto a la diversidad, la potencialidad de comunicación, de expresión y de integración de los actores sociales capaces de impulsar la recomposición social y cultural del mundo actual.

Bibliografía

Ander-Egg, Ezequiel, 1989. La Animación y los animadores, pautas de acciones y de formación. Narcea, S.A., Madrid. 1983. La Metodología y Práctica de la animación sociocultural. Publicación del Instituto de Ciencias Sociales Aplicadas, CAMPELL, S.A. Patiño Murcia/gráfica ciudad S.A., San Juan de Rivera, Alicante. Ganderias, Jon. La liberación de la globalización. García Canclini, Néstor. Globalizarnos o defender la identidad, Revista Nueva Sociedad, No. 163, Septiembre-Octubre 1999, pp.56-70. Martín Sánchez, Juan. Los nuevos límites de la identidad, Nueva Sociedad, No. 170, Noviembre-Diciembre 2000. Pérez de Cuellar, Javier y otros, Nuestra Diversidad Creativa. Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo. Ediciones UNESCO, París, 1996. Rodrigo, Miquel. La comunicación intercultural. www.Portal de la Comunicación UNESCO, Conferencia intergubernamental sobre políticas culturales para el desarrollo, Informe Final, Estocolmo, Suecia, 1998. Zuleta, Luis Alberto y Lino Jaramillo, 2003. Impacto del sector fonográfico en la economía colombiana. Convenio Andrés Bello, Bogotá, Colombia.


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