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 Joaquín Balaguer en la política y la sociedad dominicana contemporánea

by Emelio Betances
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En este artículo, propongo desmitificar la figura de Balaguer colocando su carrera política en el contexto de la sociedad dominicana pasada y presente. ¿Fue el mago de la política dominicana, o fue su carrera un producto de la profunda crisis social y política que resultó tras el colapso de la dictadura de Trujillo y la posterior intervención militar estadounidense de 1965? ¿Fue realmente el padre de la democracia dominicana, como los políticos y los publicistas afirman, o era un modernizador autoritario a quien no le importaba mucho la gobernabilidad democrática? 73 A pesar de que tenía 95 años, la muerte de Joaquín Balaguer el 14 de julio de 2002, tomó a muchos dominicanos por sorpresa. Muchos pensaban que había logrado vencer las leyes de la naturaleza. Actor importante en la política dominicana desde los años veinte, colaborador cercano del dictador Rafael Trujillo durante treinta y un años, y presidente de la República siete veces, Balaguer estuvo involucrado en la política dominicana hasta el día de su muerte. Aun en los años que no fue presidente se las arregló para ocupar un lugar central en la vida política dominicana. Presidentes y políticos visitaban su casa regularmente para hacerle consultas. De hecho, participó activamente en el debate que condujo a la reciente revisión de la Constitución de la República.

Los dirigentes del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) habían solicitado al Congreso Nacional detener los debates hasta que su salud mejorará. En vísperas de su muerte, todavía estaba liderando la campaña por una enmienda constitucional para la reelección presidencial, medida que fue aprobada poco después. Balaguer fue una de las figuras más importantes de la vida política dominicana durante el siglo XX. Podemos colocarlo junto a Rafael Trujillo, que gobernó el país de 1930 a 1961; junto a Juan Bosch, que se convirtió en su némesis en la política dominicana durante los últimos cuarenta años, o junto a José Francisco Peña Gómez, que nunca llegó a la presidencia, pero que encabezó el mayor partido político de la historia de la nación y también se distinguió como el político negro más prominente de América Latina. Sin embargo, a diferencia de Bosch o Peña Gómez, Balaguer estaba siempre cerca del poder o en el poder. En sus memorias recuerda como Trujillo le pidió, en 1930, que se uniera a la campaña electoral (Balaguer, 1989: 64). Balaguer aceptó la propuesta de Trujillo y se convirtió en redactor de sus discursos. Estuvo en la nómina del Gobierno durante todo el período de la dictadura, ocupando, entre otros muchos, los puestos de embajador, secretario de Educación, secretario de Relaciones Exteriores, secretario general de la Presidencia y presidente de la República (Rodríguez de León, 1996). De hecho, estaba ocupando el cargo cuando Trujillo fue asesinado en 1961.

Marco conceptual general En El 18 brumario de Luis Bonaparte, Karl Marx (1998: 15) escribió: «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos». Al igual que Louis Bonaparte en Francia, Balaguer fue producto de un momento histórico concreto y, como tal, no podía escapar de su propia realidad histórica. Creció en una sociedad y cultura básicamente autoritarias, donde los dictadores sirvieron de modelo para los políticos y la ciudadanía en general. En este sentido, la República Dominicana refleja la realidad más amplia de América Latina. La tradición autoritaria pesa mucho sobre Balaguer y cualquier otro político dominicano. La historia dominicana es rica en una cultura autoritaria que impregna el tejido de la sociedad y de cuyo influjo nadie puede escapar. Como líder y gobernante, Balaguer surgió en un contexto social y bajo circunstancias históricas fuera de lo común. El país había sufrido el colapso de la dictadura de Trujillo, una guerra civil y una ocupación militar extranjera. La oligarquía local y la burguesía no pudieron llenar el vacío político y, con el apoyo de Estados A Los regímenes bonapartistas son efímeros, y el de Balaguer no fue la excepción 74 Unidos, Balaguer se convirtió en el gobernante autoritario indiscutible. Marx llamó a este fenómeno bonapartismo mientras Antonio Gramsci se refirió a él como cesarismo. Hal Draper (1997: 398409) resume el concepto de la siguiente manera: 1. Para preservar el poder social de la burguesía, debe romperse el orden político. 2. El Estado avanza hacia la autonomización en la medida en que una lucha de clases no resuelta equilibra el poder de las clases contendientes entre sí. 3. El Estado avanza hacia la autonomización en la medida en que no exista otra alternativa para evitar que la sociedad se deshaga en el conflicto. 4. El Estado autonómico establece las condiciones para la modernización de la sociedad cuando ninguna clase existente es capaz de llevar a cabo este imperativo bajo su poder político. Cuando se aplica a América Latina y el Caribe, el concepto de bonapartismo necesita ser modificado para explicar la complejidad de las coaliciones populistas. Quizás el factor adicional más importante a tomar en cuenta sea el imperialismo estadounidense, que desempeña un papel determinante en América Latina, ya sea apoyando u oponiéndose a cualquier proyecto político. Debemos mantener este factor en mente al examinar las circunstancias que producen coaliciones populistas. Pese a que las circunstancias históricas de América Latina eran obviamente diferentes de las de Francia en 1848, en ambas la crisis del régimen oligárquico burgués exigía una serie de compromisos dentro de la clase dominante para proteger los intereses más amplios del sistema político y económico. Este es el punto crucial del análisis de Marx sobre Luis Bonaparte.

Todos los grupos dominantes se ven obligados a reconocer que el Poder Ejecutivo del Estado necesita fortalecerse. Se les obliga básicamente a aceptar una legislación que no favorece siempre los intereses de determinados sectores de la oligarquía o la burguesía industrial. Sin embargo, el Ejecutivo ampliado implementa medidas que favorecen los intereses generales del capitalismo. La restauración de regímenes autoritarios a través del bonapartismo o los métodos cesaristas inhibe el desarrollo de la democracia liberal. El bonapartismo desarrolla la hegemonía por encima de las clases dominantes. Este fue el caso en México, Brasil y Argentina,y también en la República Dominicana, donde Balaguer se comportó como un líder que afirmaba estar por encima de los intereses de clase. Balaguer junto a Trujillo y dos representantes del clero 75 Balaguer, Trujillo y la Iglesia católica ¿Cómo se explica el surgimiento y el desarrollo del autoritarismo en América Latina y el Caribe? ¿Es intrínseco a la cultura latinoamericana heredada de España, Portugal y la Iglesia católica romana, o es un producto histórico de sociedades débilmente estructuradas y fragmentadas? Sostengo que mientras que la cultura juega un papel importante en la configuración de la orientación y de la conducta política, las estructuras sociales y económicas enmarcan las circunstancias en las que los individuos desarrollan sus vidas. América Latina y el Caribe del siglo XX han estado dirigidos por pequeñas élites que generalmente se sienten más cómodas con los europeos o los norteamericanos que con su propia gente. Para proteger su modo de vida confiaron en el ejército y la policía para controlar a la población y para asegurar que sus beneficios no se vieran comprometidos por los levantamientos populares. Estas circunstancias favorecieron el surgimiento de gobernantes autoritarios que aportan a la sociedad un cierto grado de cohesión que tiende a restablecer la confianza de la élite. La élite y los propios gobernantes autoritarios no sólo necesitaban intermediarios entre ellos y el pueblo, sino también entre la nación y el exterior. Aquí es donde los intelectuales van a jugar un papel importante. Recordemos que Trujillo se enteró de que Balaguer era un buen orador y poeta. Trajo a su grupo a Balaguer, el intelectual, como alguien que podría salvar la brecha entre él, un dictador en ascenso, y la población.

Trujillo continuó con la tradición latinoamericana y dominicana de utilizar intelectuales, especialmente poetas, para dar una apariencia culta a la relación entre gobernantes y gobernados. Se rodeó de los mejores intelectuales del país. Los invitó a reescribir la historia nacional y a asesorar sobre cuestiones económicas, políticas y sociales. Como en otras partes de América Latina, los intelectuales representaron a la nación o Trujillo como embajadores. Balaguer es un caso ejemplar de lo que Antonio Gramsci llamó «intelectual orgánico». Sin embargo, más que un intelectual orgánico que sirvió a la clase trabajadora, Balaguer sirvió a Trujillo y su clase política. En sus propias palabras, fue «un cortesano en la Era de Trujillo» (Balaguer, 1989). La Iglesia católica y el establishment intelectual fueron utilizados para consolidar una ideología seudonacionalista que justificara el régimen de Trujillo. Este se promovía como la figura que restablecería el orden. La Iglesia católica legitimó Balaguer conversando con Juan Bosch 76 el régimen y, a su vez, recibió enormes recursos financieros para llevar a cabo su misión evangelizadora. Por último, Trujillo recibió el apoyo de la élite empresarial, que, incapaz de competir con el dictador, tuvo que someterse a sus deseos. En resumen, los militares, los intelectuales, los clérigos y la élite empresarial se convirtieron en los factores clave que sostuvieron la dictadura. Balaguer se distinguió entre los intelectuales no por ser un buen escritor o el más inteligente entre ellos, sino por dar siempre la impresión de que no estaba interesado en lo material y no mostraba ninguna ambición de poder. Trujillo sabía que todos sus colaboradores amaban el dinero, pero Balaguer era diferente. Aparentemente, solo se ocupaba de sus libros. Además, era pariente cercano de la esposa de Trujillo en ese entonces (Bienvenida Ricardo); esta era una manera crucial de establecer la confianza en América Latina, y particularmente en la República Dominicana. Esta relación ciertamente pavimentó el terreno para que fuera aceptado como miembro del círculo íntimo de Trujillo. En alguna ocasión, Trujillo se quejaría de sus intereses artísticos cuando, a su regreso de España en 1935, dio una charla en un club de élite sobre «Sevilla, la Ciudad de la Gracia». El ministro de Educación, Ramón Emilio Jiménez, recibió una carta de Trujillo quejándose de que uno de los miembros del Gabinete había pasado su tiempo hablando de Sevilla y de otras cosas, en lugar de elogiar los grandes logros del Gobierno (Balaguer, 1989: 75). En general, Balaguer perteneció a la sombra del dictador; nunca pronunció una palabra que pudiese crear fricción política. Trujillo le confiaba temas políticos de gran sensibilidad. Por ejemplo, cuando la masacre de 1937 que costó la vida de entre 5,000 y 10,000 haitianos,Balaguer representó al dictador en las negociaciones que resolvieron esta espinosa situación internacional (Vega, 1988; Cuello, 1985). Sirvió como ministro de Relaciones Exteriores cuando el régimen negoció un concordato con el Vaticano en 1954. Este concordato enmarca las relaciones entre la Iglesia y el Estado, reconociendo al catolicismo como la religión oficial de la nación. El Estado también asumió la responsabilidad de proporcionar recursos financieros a la Iglesia. Este concordato sigue siendo vinculante hoy a pesar de la existencia de otras religiones en la sociedad dominicana.

El nivel de confianza de Trujillo en Balaguer alcanzó su punto máximo cuando Héctor B. Trujillo, hermano del dictador, renunció a la presidencia en 1960. Trujillo nombró a Balaguer presidente de la República, acto sancionado por el Congreso Nacional el 3 de agosto de 1960. La dictadura se desmoronaba y Trujillo se enfrentaba a problemas políticos tanto a nivel internacional como nacional. En el ámbito internacional el intento fallido de los agentes secretos de Trujillo de matar a Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela (quien dio asilo a los exiliados dominicanos), dio lugar a sanciones diplomáticas de la Organización de los Estados Americanos y al consiguiente aislamiento del país. En el ámbito nacional, hubo un gran descontento tras la masacre de una fuerza guerrillera que intentó aterrizar en el país el 14 de junio de 1959. La Iglesia católica publicó, el 21 de enero de 1960, una carta pastoral llena de críticas en la que prometía oraciones especiales para que «ninguno de los parientes de la Autoridad experimentaste alguna vez, en su existencia, sufrimientos como los que ahora afligen los corazones de tantos padres e hijos, de tantas madres y esposas dominicanas». (Conferencia del Episcopado Dominicano, 1955 1990: 43). Esta carta marcó un punto de inflexión en las relaciones Iglesia Estado. El régimen respondió con profanación de templos, arrestos de Se negó a hablar con el juez que investigó el asesinato de Orlando Martínez 77 seminaristas, deportación de sacerdotes y el acoso a dos obispos extranjeros. En medio de la crisis, se promovió la idea de un plebiscito pidiendo que la Iglesia otorgara a Trujillo el título de Benefactor de la Iglesia. Lo interesante sobre este episodio es que Balaguer jugó un papel clave mediando entre la jerarquía de la Iglesia y Trujillo.

Sirvió como intermediario entre Lino Zanini, el nuncio, y Trujillo (Sáez, 1999: 14; Vega, 1999: 94), lo que demuestra que el dictador confió en Balaguer hasta el final de su vida. Ramfis Trujillo, el hijo del dictador, también confiaba en Balaguer y estaba dispuesto a compartir el poder con él tras el asesinato del dictador el 30 de mayo de 1961. De hecho, Balaguer fue elegido por la familia para pronunciar el elogio a Trujillo, en el que una vez más demostró su lealtad al régimen. Su identificación con una de las dictaduras más crueles de América Latina y el Caribe no podía ir más lejos. La revolución y las repercusiones tras la muerte de Trujillo Tras la desaparición de Trujillo de la escena política, Balaguer comenzó a perseguir sus propios intereses políticos. Negoció hábilmente con Estados Unidos para la salida de los familiares de Trujillo. Sin embargo, pese a que quería permanecer en el poder, se vio forzado a aceptar la creación de un Gobierno provisional, que se denominó Consejo de Estado, el cual presidió. Intentó dirigirlo a su manera y se alió con sectores de las Fuerzas Armadas para derrocarlo, pero esta estrategia política fracasó y tuvo que refugiarse en la residencia del nuncio, desde donde abandonaría el país. El Consejo de Estado se reorganizó sin él a fin de prepararse para las elecciones de 1962. Juan Bosch, un escritor que había vivido en el exilio durante más de veinticuatro años, se presentó como candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y triunfó en las elecciones. La plataforma democrática de Bosch nunca fue aceptada por la élite local; incapaz de producir un líder nacional, intentó sin éxito presentarlo como comunista. Le hizo difícil la vida tan pronto asumió el cargo. Se alió con los grupos anticomunistas dentro del Ejército y la Iglesia para montar una campaña que culminó con un golpe de Estado contra Bosch el 25 de septiembre de 1963 (Bosch, 1964). El Triunvirato, nombre del régimen que sustituyó a Bosch, permitió la corrupción generalizada en todas las esferas de la Administración Pública. De nuevo, la élite socioeconómica local demostraba que era incapaz de dirigir un gobierno efectivo. Esto proporcionó la oportunidad a la oposición política dirigida por el PRD de organizar un golpe de Estado contra el Triunvirato y su líder Donald Reid Cabral. El PRD no gozaba del apoyo de todas las ramas de las Fuerzas Armadas, pero tenía suficiente influencia entre el cuerpo de oficiales jóvenes para derrocar a Reid Cabral. El 24 de abril de 1965 José Francisco Peña Gómez, portavoz del PRD, llamó por radio a los simpatizantes del partido a las calles para celebrar el golpe. Mientras esto sucedía, los militares se dividieron en dos grupos: los leales, que apoyan el statu quo, y los constitucionalistas, que querían restaurar la Constitución 78 de 1963 y a Bosch como presidente. El 28 de abril de 1965, el Gobierno de los Estados Unidos envió a sus marines para aplastar el levantamiento alegando que los comunistas lo controlaban. En un corto período de tiempo, los Estados Unidos enviaron 23,000 soldados al país.

La Revolución de Abril se convirtió en una guerra de resistencia contra los marines. Los Estados Unidos recibieron el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA) para dirigir la fuerza de ocupación y negociar un acuerdo de paz. Se llegó a un acuerdo en agosto de 1965 y se creó un Gobierno provisional. Era la responsabilidad de este Gobierno organizar elecciones libres mientras las fuerzas dirigidas por Estados Unidos ocupaban el país. Las elecciones se celebraron en 1966. Balaguer se presentó como candidato por el Partido Reformista (PR) contra Juan Bosch, por el PRD. Ganó por una amplia mayoría y poco después se convirtió en presidente, gobernando el país por los siguientes doce años (1966-1978). Fue elegido de nuevo en 1986 debido a las divisiones políticas en el PRD –en ese momento el partido gobernante– y reelegido en 1990 por razones similares (Gleijeses, 1978; Jimenes, 1977). El ascenso del gobernante populista y modernizador El caso de Balaguer es peculiar. Pese a que fue también producto de crisis políticas como otros líderes nacionalistas y populistas, tales como Lázaro Cárdenas, Juan D. Perón y Getulio Vargas, no contaba con una agenda nacionalista progresista. Al igual que estos líderes, Balaguer promovió la industrialización, la modernización y la urbanización, pero, a diferencia de ellos, su proyecto no incluía a las clases medias, trabajadoras y campesinas. Su proyecto fue limitado a las diferentes fracciones de la élite socioeconómica, militar y a la jerarquía de la Iglesia católica. En resumen, era un populista de derecha que quería imponer de forma pasiva una revolución capitalista modernizadora. Balaguer fue el hombre que la oligarquía dominicana y los Estados Unidos necesitaban para sacar al país de la crisis creada tras el ajusticia Balaguer concediendo una de sus habituales entrevistas 79 miento de Trujillo. Era un estadista con un conocimiento detallado del funcionamiento de la política dominicana. Lideraba el Partido Reformista (una organización proveniente del Partido Dominicano de Trujillo) y tenía conexiones políticas en el Ejército y la burocracia gubernamental. Además, su servicio a Trujillo garantiza su anticomunismo, lo que complacía a los Estados Unidos, la élite local y la Iglesia católica. Balaguer continuó aplicando las políticas dejadas en vigor por el Gobierno provisional que respaldan los Estados Unidos. Como gobernante bonapartista, procedió a imponer una semidictadura para proteger los intereses materiales de las agrupaciones modernizadoras de la élite dominante. En el contexto de la guerra fría, recibió apoyo económico y político de Estados Unidos para estos objetivos.

Amplió y fortaleció el poder del Ejecutivo, una característica clave del régimen bonapartista, para implementar políticas económicas que promovieron una clase media moderna y un fortalecimiento de la burguesía a pesar de la oposición de los grupos más atrasados dentro de la oligarquía dominicana. En un discurso pronunciado ante la Comisión Nacional de Desarrollo (CND), órgano consultivo del presidente, compuesto por líderes empresariales y ciudadanos prominentes, dijo: «Lo especial de este organismo [la CND] es que encarna a representantes de todos los intereses: banca, comercio, agricultura, ganado, etc., es decir, la llamada oligarquía, así como la clase obrera y los organismos dedicados a las empresas humanitarias o a las actividades puramente sociales. El Gobierno nacional tiene la oportunidad de aprender lo que piensan acerca de los problemas básicos relacionados con nuestro desarrollo y equilibrar seriamente sus puntos de vista. Lo importante es que el Gobierno asista a este debate abierto como simple espectador y […] se reserva el derecho soberano de tomar una decisión en el momento oportuno sin ningún tipo de coerción o interferencia extraña» (Balaguer, 1988). Tanto las clases dominantes como las dominadas estaban subordinadas a Balaguer como intermediario en el proceso de toma de decisiones políticas. El Ejecutivo se desarrolló como una entidad que afirmaba estar por encima de las clases sociales y fracciones de clases, y en este sentido, la persona de Balaguer tomó el lugar de los partidos políticos. Las clases dominantes tenían que confiar sus intereses a él, ya que afirmaba representar los «intereses de toda la sociedad» (Cassá, 1986; Lozano, 1985). En este sentido, Balaguer se compara con Perón, Cárdenas y Vargas, que concebían al Estado populista como una institución por encima de las divisiones de clases y las luchas sociales. Por otro lado, la marca de populismo de Balaguer contrastaba con el populismo nacionalista y progresista latinoamericano, debido a que la alianza política que lo llevó al poder dependía de los Estados Unidos. Las circunstancias sociales e históricas nacionales crearon las condiciones para que Balaguer surgiera como un gobernante populista de derecha, pero su éxito depende en gran medida de la presencia de los Estados Unidos en la política dominicana. La asistencia económica de los Estados Unidos ascendió a $133 millones cada año de 1967 a 1969, la mayor parte en forma de donaciones y préstamos a largo plazo administrados por la Agencia Internacional de Ayuda para el Desarrollo (USAID). Aunque dicha asistencia disminuyó de 1969 a 1973, en promedio todavía ascendía a $78 millones por año (Moya Pons, 1992: 542) y siguió siendo esencial para la supervivencia de Balaguer durante sus tres mandatos en el cargo. Le dio un grado de libertad en relación con la tradicional élite económica dominicana y lo convirtió en el intermediario clave entre los Estados Unidos, la élite nacional y el pueblo dominicano. Balaguer, aparentemente, solo se ocupaba de sus libros 80 El aumento de los precios internacionales de los productos de exportación dominicanos fue otro factor que contribuyó significativamente a que Balaguer restaurara exitosamente el Estado autoritario.

Estos productos incluían azúcar, cacao, café y minerales. El azúcar se vendía a precios récord (US $0,61/lb) a principios de los setenta. La subida de los precios en el mercado ayudó a Balaguer a cubrir el aumento de los precios del petróleo sin afectar sus políticas económicas y sociales. Estos programas incluían una política económica agresiva para promover la industrialización, desarrollar la industria de la construcción y una reforma agraria moderada. Balaguer utilizó la reforma agraria como una herramienta para penetrar en el campo y demostrar al campesinado que estaba de su lado. Viajaba en un helicóptero estatal al interior del país para inaugurar pequeños y grandes proyectos, como escuelas, carreteras, represas hidroeléctricas, iglesias católicas, hospitales y proyectos de la Organización para el Desarrollo de la Comunidad. Utilizando recursos públicos, y a diferencia de cualquier otro partido político, Balaguer logró desde los sesenta hasta los ochenta el respaldo del campesinado. A diferencia de los habitantes de Santo Domingo, que experimentaron la Revolución de 1965 y fueron conscientes de los acontecimientos políticos tras el derrocamiento de Trujillo, los campesinos estaban relativamente aislados y eran de tendencia conservadora, por lo que se hicieron rápidamente leales a un gobernante autoritario que enarboló el anticomunismo como bandera política. Ni la oposición socialdemócrata liderada por el PRD ni la izquierda fueron capaces de conseguir una cantidad significativa de seguidores en el campo. Balaguer utilizó los ingresos derivados del aumento de los precios de los productos de exportación dominicanos para financiar su maquinaria política en el entorno urbano. Lanzó un gran programa para ampliar las calles de Santo Domingo y Santiago, y construir nuevas vías para acelerar el tráfico. Junto con las empresas estatales –todos los ingenios azucareros y empresas propiedad de Trujillo fueron nacionalizados y el Estado se convirtió en un enorme administrador de bienes públicos–, la industria de la construcción creó nuevos puestos de trabajo, lo que ayudó en parte a calmar las protestas urbanas. A pesar de sus esfuerzos por obtener apoyo político en los entornos urbanos, Balaguer nunca pudo llegar a ser popular en la capital, poseedora de la mayor concentración de población de la nación. La ciudad capital fue el dominio político del PRD y de los diversos partidos políticos de izquierda.

El régimen populista de derecha de Balaguer comenzó a declinar a medida que el clima económico y político internacional cambió. Dos importantes acontecimientos determinaron el destino político de Balaguer en 1978: la dramática caída de los precios de los productos de exportación dominicanos en el mercado internacional después de 1976, y el hecho de que Balaguer dejará de ser útil en el contexto internacional. La caída de los precios del mercado dejó a Balaguer sin recursos financieros para su maquinaria política clientelista, y la elección de Jimmy Carter lo dejó sin el respaldo político de los Estados Unidos. Bosch abandonó el PRD en 1973 por razones políticas e ideológicas, y el nuevo liderazgo, entonces bajo José Francisco Peña Gómez, comenzó a cultivar una relación con el establishment liberal de Washington, la cual empezó a dar frutos cuando Jimmy Carter ganó las elecciones de 1976 y comenzó a aplicar una política exterior que fomentaba los derechos humanos. Estas condiciones no eran favorables para Balaguer, cuyo régimen era conocido por su aparato represivo. A pesar de que hizo uso de recursos estatales para mantenerse en el poder, no pudo obtener el apoyo del electorado. Tras la victoria del candidato del PRD Silvestre Era un hombre que no tenía amigos, sino colaboradores 81 Antonio Guzmán (Guzmán y Balaguer recibieron el 53% y el 41% de los votos, respectivamente, mientras que el 6% restante fue a otros partidos), Balaguer conservó el control del Senado a través de negociaciones políticas. Esto demuestra que el sector conservador que lo apoyó durante los doce años seguía siendo importante y sus intereses no podían ser fácilmente soslayados. Los regímenes bonapartistas son efímeros, y el de Balaguer no fue la excepción. El perfil del Estado dominicano cambió como resultado de políticas que llevaron a la expansión de la burguesía, de la clase media y de la clase obrera. La consecuencia imprevista de las políticas de Balaguer fue que la sociedad dominicana se hizo más plural y moderna. El dominicano de la burguesía ya no necesitaba un régimen populista de derecha y, por lo tanto, estaba dispuesto a apoyar a los demócratas liberales que dirigían el PRD. Los siguientes períodos de Balaguer (19861990, 19901994, 19941996) no tienen las características bonapartistas de los primeros doce años (19661978). La consolidación del PRD como un partido democrático moderno, la aparición del PLD como una organización política dominante y la inexistencia de una izquierda revolucionaria prepararon las condiciones para la consolidación de una democracia frágil pero estable. Balaguer: modernización y democracia Los regímenes bonapartistas o cesaristas promueven la modernización al costo de socavar la consolidación de la democracia. Llevan a cabo tareas que la élite gobernante no puede emprender a causa de debilidades económicas y Balaguer junto a José Francisco Peña Gómez 82 socialistas. Por ejemplo, bajo el liderazgo de Balaguer, se reconstruyó la red nacional de carreteras, se ampliaron las calles de las principales ciudades del país y se construyeron varios aeropuertos, grandes edificios de oficinas gubernamentales, represas hidroeléctricas, hospitales y planteles escolares. El desarrollo de estas instalaciones públicas dio lugar a una industria nacional de la construcción que continúa prosperando y que hoy en día sigue brindando servicios tanto para los sectores públicos como privados. Balaguer promovió la legislación que sentó las bases para el desarrollo del turismo y las zonas libres de exportación, los dos sectores más dinámicos de la economía actual. Los regímenes bonapartistas socavan el desarrollo de las instituciones democráticas. Balaguer es un caso ejemplar. Por ejemplo, ejerció control sobre el Congreso, el presupuesto nacional y las fuerzas de seguridad, y manipuló hábilmente el proceso político.

Una revisión sucinta de su manejo de la Junta Central Electoral de 1966 a 1978 puede servir para ilustrar mi tesis. En ese período de tiempo, ganó las elecciones generales usando recursos públicos y métodos autoritarios que impidieron la aparición de una oposición viable. Entre muchas otras estrategias para inhibir el desarrollo de la democracia, se sirvió de todos los medios disponibles para impedir la consolidación de una Junta Central Electoral sólida que pudiera implementar elecciones libres y justas. Vale la pena señalar que casi todas las elecciones que ganó estuvieron plagadas de acusaciones de fraude masivo. En 1966 se presentó y ganó mientras los Estados Unidos ocupaban el país militarmente. Estas elecciones fueron consideradas «elecciones de demostración» por un grupo de académicos estadounidenses (Herman & Brodhead, 1984). En 1970 fue candidato casi sin oposición porque el PRD retiró a su candidato presidencial afirmando que era imposible para sus seguidores hacer su trabajo debido a la represión del Gobierno. Una vez más, en 1974, el PRD retiró a su candidato presidencial por razones similares. En estas dos ocasiones, los partidos políticos de derecha, aparentemente con la aprobación de Balaguer, presentaron candidatos para legitimar las elecciones. En 1978, el PRD ganó las elecciones por mayoría, pero para asumir la presidencia tuvo que aceptar las condiciones de Balaguer, es decir, ceder cuatro provincias donde había ganado para que Balaguer pudiera controlar el Senado. En 1990, Balaguer se presentó y ganó por un pequeño margen contra Juan Bosch, candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana.

La Junta Central Electoral tardó dos meses en proclamar un ganador debido a acusaciones de fraude. De nuevo, en 1994, la propia Junta Central Electoral tuvo que admitir que había suficientes irregularidades para justificar el margen por el cual el candidato opositor José Francisco Peña Gómez fue derrotado. Esta situación obligó a Balaguer a aceptar un compromiso político que acortó su período en el cargo de cuatro a dos años (19941996). Este compromiso, conocido como «Pacto por la Democracia», llevó a la abolición de la reelección presidencial. También supuso la separación de las elecciones presidenciales de las legislativas y municipales. Balaguer se opuso a esta medida con vehemencia y luchó, hasta el final de su vida, para conseguir que la reelección del presidente fuera establecida en la Constitución de la República. Como se señaló anteriormente, la reelección se restableció poco después de su muerte. Balaguer no creía en el método democrático de gobierno. Era un hombre que no tenía amigos, sino colaboradores. Hablaba como un demócrata, pero, como señaló el embajador estadounidense John Bartlow Martin en sus memorias, no actuaba como tal (Martin, 1975). Su principal preocupación era estar en el poder independientemente de los medios necesarios para lograrlo. Nadie ha afirmado que Balaguer haya asesinado con sus propias manos, pero ciertamente alabó a las fuerzas de seguridad dominicanas cuando dispararon contra sus oponentes, que se manifestaban en la plaza principal de Santo Domingo tras la muerte de Trujillo. También fue cómplice de asesinatos políticos durante su función como presidente. Vale la pena recordar que la página 333 de sus memorias fue insertada en blanco. Esta página contiene la versión de Balaguer de los acontecimientos concernientes al asesinato de 83 Orlando Martínez, distinguido intelectual y periodista que fue asesinado en 1975. Balaguer publicó sus memorias en 1989 y ningún gobernante tuvo el coraje de llevarlo a los tribunales para revelar lo que sabía sobre la muerte de Martínez. La página 333 contiene el mensaje siguiente: «Está página se inserta en blanco. Durante muchos años permanecerá muda, pero hablará un día para que su voz sea recogida por la historia. Callada, como una tumba cuyo secreto a voces se levantará, acusador, cuando el tiempo permita levantar la losa bajo la cual permanece yacente la verdad. Su contenido se deja en manos de una persona amiga que, por razones de edad está supuesta a sobrevivirme y que ha sido encargada por mí de hacerlo público algunos años después de mi muerte» (Balaguer, 1989: 333). Esta página muestra la arrogancia de Balaguer y su falta de respeto por el Estado de derecho. Durante su vida, se negó a hablar con el juez que investigó el asesinato de Orlando Martínez, el cual se ofreció a acudir a su casa para interrogarlo. Ni el presidente Leonel Fernández (19962000) ni Hipólito Mejía (20002004) ni sus procuradores generales ejercieron presión política alguna para obligar a Balaguer a hacer una declaración sobre dicho asesinato. Al final, después de años de juicio, los asesinos de Martínez fueron juzgados y declarados culpables, pero recibieron penas relativamente leves. Esta situación demuestra obviamente que Balaguer era un poderoso político autoritario que, aun al final de su vida, se creía por encima de la ley. Lamentablemente, sus oponentes políticos le debían favores y, en consecuencia, no llevaron a cabo ninguna acción política que pudiera amenazar. Conclusiones El estudio de Balaguer y el curso de la política y la sociedad dominicanas muestran que si hacemos los ajustes necesarios para dar cuenta de la especificidad de la realidad política latinoamericana, el concepto de bonapartismo puede ser útil para explicar la aparición de coaliciones populistas nacionalistas/progresistas y coaliciones conservadoras de derecha. La incorporación del imperialismo norteamericano como factor es el reajuste conceptual más importante.

El imperialismo norteamericano es un factor clave, ora se oponga a un proyecto populista nacionalista, ora promueva un tipo de régimen bonapartista conservador como el de Balaguer. El bonapartismo de Balaguer, o populismo derechista, fue el resultado de un vacío político creado por la incapacidad de las élites dominicanas para afrontar el surgimiento de una sociedad pluralista. Esto proporcionó el escenario para que Balaguer emergiera en la política dominicana. Para los Estados Unidos, era el gobernante ideal que debía promoverse en sociedades que carecían de partidos políticos creíbles e instituciones gubernamentales sólidas. Por lo que Balaguer no fue ni «un instrumento del destino», como solía decir, ni el mago de la política dominicana. Al igual que Vargas, Cárdenas y Perón, fue el resultado de circunstancias sociales y políticas especiales, pero, a diferencia de ellos, fue un conservador que instaló un régimen que excluía a las clases trabajadoras, medias y campesinas del resto de la sociedad.


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