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Los posgrados en Medicina en la República Dominicana 

by Héctor Manuel Eusebio
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Las residencias médicas

Descripción panorámica sobre los programas de posgrado para especialistas en el área de la medicina (residencias médicas) desde sus inicios, su trayectoria y situación actual, con algunas recomendaciones para su adecuación a los nuevos tiempos. 

Las residencias médicas hospitalarias son un tipo de entrenamiento en servicio donde los jóvenes médicos desarrollan capacidades y competencias en determinadas ramas de la medicina mientras permanecen por un tiempo definido en los centros de salud, bajo la tutela de sus profesores y generalmente con aval universitario. Así se desarrollan las llamadas especialidades médicas. 

Como nos refiere Fernando Quijano-Pitman en su artículo «Origen y desarrollo de las residencias hospitalarias» (Gaceta Médica México, vol. 135), originalmente este sistema de enseñanza aprendizaje fue ideado e iniciado por el gran cirujano austríaco Teodoro Billroth, pionero de la cirugía, además de médico, intérprete, compositor y crítico musical. También fue pionero por las grandes contribuciones que hizo a la metodología de la enseñanza de la medicina, de la cirugía y de la enfermería. Billroth, profesor y jefe de cirugía en el Allgemeine Krakenhouse de Viena desarrolló su sistema de enseñanza durante la segunda mitad del siglo XIX. Aunque ya existían antecedentes de enseñanza hospitalaria, estos no contaban con el rigor de una residencia; son los casos de Inglaterra con el Surgical Registrar —médico de guardia para urgencias, sin conexión universitaria y bajo tutela de un jefe— y Francia, en el Hospital Saint Eloi —donde se instituyó el internado en el año 1732—. El sistema de residencias médicas fue iniciado en América por el gran cirujano norteamericano William Halstead, quien un tiempo después de haber estudiado en Viena implementó —a su regreso— el sistema Billroth con algunas modificaciones (primer programa de residentes de cirugía) en la Escuela Hospital John Hopkins, en Baltimore, de la que era profesor y jefe de cirugía. 

En Santo Domingo hubo una época en que los médicos dominicanos tuvieron a Francia como el país seleccionado para salir a completar estudios de medicina y realizar especialidades médicas. Como narra el Dr. Francisco Moscoso Puello en su obra Apuntes para la historia de la medicina de la Isla de Santo Domingo, «La medicina dominicana en el último cuarto del siglo XIX y en las primeras décadas del XX se inspiró́ en las enseñanzas de la Escuela de París, debido al número de dominicanos que se graduaron en aquella facultad. Este movimiento se inició́ con la llegada de los doctores Alejandro Llenas (primer médico dominicano graduado en París), Francisco Espaillat, Juan Francisco Alfonseca, Pedro M. Garrido y Francisco Henríquez y Carvajal». 

Fueron muchos los médicos que viajaron a Francia a completar sus estudios y, posteriormente, a especializarse en distintas áreas de la medicina. Algunos de estos médicos fueron Ramón Báez Machado, Salvador B. Gautier, Octavio del Pozo, Rodolfo Coiscou, Julio Arturo Grullón, Luis Felipe Montes de Oca, José Julio Lyon, Braulio Rafael Alardo, Rafael Mejías, Manuel María Morillo, José Román, Julio Piñeyro, Darío Contreras, Francisco Moscoso Puello, Heriberto Pieter, Andrea Evangelina Rodríguez, Heriberto Valdez, Ramón de Lara, Luis E. Aybar, Félix Goico, Manuel E. Perdomo, Fernando Defilló, Alejandro Capellán, Abel González, Antonio Elmúdesi, entre otros distinguidos y recordados galenos que prestigiaron la profesión. 

Al transcurrir el tiempo se fueron sumando muchos países que ofrecían la oportunidad para que nuestros nacionales pudieran especializarse. Entre los países más frecuentados estuvieron Estados Unidos de América, España, México, Argentina, Inglaterra y Canadá. En las décadas de 1930 a 1960, para viajar al extranjero a estudiar en una universidad había que contar con suficiente soporte económico y, probablemente, con la anuencia del Estado, ya que vivíamos en una férrea dictadura hasta 1961, lo cual limitaba la posibilidad de salir del país. 

Los programas de residencias médicas en la República Dominicana se iniciaron en los años 60 por iniciativa de los doctores Hugo Mendoza, en el Hospital Dr. Robert Reid Cabral, Guarocuya Batista del Villar, en el Hospital Dr. Francisco Moscoso Puello (Instituto Dominicano de Cardiología), y Huberto Bogaert, en el Instituto Dominicano de Dermatología, pioneros en esta materia. Para esa época la cátedra universitaria estaba débilmente ligada a estos programas, pero no tenían aval universitario. 

En el año 1975 se presentó́ una situación que contribuyó a la organización de estos programas. En ese año se convocó́ por primera vez a concurso público a los aspirantes a residencias médicas en varios hospitales del país. Asimismo, se impulsó́ el reconocimiento de algunas residencias por parte de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, continuando luego ese proceso con otras universidades. A medida que se fueron instaurando nuevos programas en diferentes hospitales, la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) continuó su participación otorgándoles el aval a algunos de estos. El 23 de octubre de 1976 es una fecha importante, ya que el honorable Consejo Técnico de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UASD acreditó a la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia como Hospital Docente Universitario mediante la resolución CM-76 -264. 

En el transcurso del tiempo todas las universidades fueron creando unidades de posgrado y oficinas para residencias médicas. Es importante resaltar que en nuestro país no hemos contado con un riguroso seguimiento ni con la permanente supervisión de las residencias médicas por parte de las universidades. Estos programas de estudios de posgrado se desarrollan en instituciones de salud (hospitales, institutos, clínicas) avalados por universidades, donde los médicos residentes aprenden los contenidos teóricos y prácticos de las especialidades médicas, bajo la tutela de los profesores, con un componente teórico-práctico y aprendizaje en servicio. La duración varía entre tres y siete años según las exigencias de la especialidad, y las llamadas subespecialidades o segunda especialidad tienen una duración de uno a tres años. Las especialidades con tres años o más son reconocidas con nivel de maestría por el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCyT). 

Nosotros hemos visitado 45 sedes hospitalarias donde se desarrollan programas de residencias médicas en todo el territorio nacional. En el país existen residencias médicas de muy alto nivel, incluyendo estudiantes internacionales —principalmente procedentes de Centroamérica— que han concluido sus especialidades localmente y son reconocidos por su excelente preparación y desempeño al regresar a sus respectivos países. No obstante, a pesar de los esfuerzos realizados por el Consejo Nacional de Residencias Médicas, debemos reconocer que muchas de las residencias presentan debilidades que ameritan atención urgente. 

Los programas de residencias médicas cuentan con el reconocimiento por parte del MESCyT, cuando tienen aval y los residentes ingresan a través de concurso. Son ofrecidos por varias universidades dominicanas: Universidad Autónoma de Santo Domingo, Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Universidad Pedro Henríquez Ureña, Universidad Central del Este, Universidad Iberoamericana, Instituto Tecnológico de Santo Domingo, Universidad Católica Nordestana, Universidad Católica del Cibao y Universidad Eugenio María de Hostos. 

Las instituciones del sector salud que ofrecen sus instalaciones y facilidades para el desarrollo de estos programas son: Ministerio de Salud Pública (MSP), Sanidad Militar de las Fuerzas Armadas, organismos no gubernamentales (ONG) e instituciones privadas. 

En el último llamado a concurso de la Dirección General de Residencias Médicas del Ministerio de Salud Pública, efectuado el 23 de abril del 2021, se ofertaron más de 60 plazas de especialidades médicas en 51 centros hospitalarios distribuidos en el territorio nacional. El incremento de estos programas ha permitido que muchos egresados ejerzan en lugares del país donde nunca habían existido especialistas, a pesar de que las ciudades más grandes e importantes son el objetivo principal de los graduados. Lamentablemente, se han presentado algunos momentos o acontecimientos que han frenado o disminuido el desarrollo de los programas de residencias en sentido general, como lo fue la gran conquista de los médicos en el 2016, cuando se pensionaron miles de galenos. Esta salida provocó que cientos de profesores de gran prestigio y experiencia se ausentaran de los centros hospitalarios, dando como resultado que la enseñanza especializada disminuyera en gran medida su calidad. 

Otro golpe importante asestado a la enseñanza médica de posgrado fue el ocasionado por la pandemia de la covid-19, ya que muchos hospitales se dedicaron a atender pacientes con la enfermedad y en la mayoría de los otros el personal de más de 60 años dejó de asistir, conllevando también en esta oportunidad la disminución de la enseñanza teórica y práctica, a pesar de los grandes esfuerzos realizados en el desarrollo de la enseñanza virtual. 

Es de vital importancia que todas las instituciones involucradas en estos programas de enseñanza aúnen esfuerzos hacia la corrección de las irregularidades que aún persisten y hacia la consolidación definitiva de los mismos. Es perentorio que esos programas sean adecuados a los tiempos que vivimos. 

Luego de identificar las principales debilidades de la mayoría de las residencias médicas, podemos ofrecer algunas recomendaciones que, de tomarse en cuenta, pudieran permitir a las instituciones responsables de la supervisión y ejecución de los programas de residencias iniciar un proceso de mejoría de estos posgrados de Medicina:

– Unificación de los años de duración para una misma especialidad.
– Unificación del nombre para la misma especialidad.
– Unificación de los prerrequisitos.
– Unificación de los contenidos de los planes de estudio.
– Revisión de los programas para contenidos por competencias.
– Mayor participación de las universidades en el desarrollo y cumplimiento de los planes de estudio y evaluaciones para promoción.
– Participación de las universidades en la selección de los profesores de las residencias y reconocimiento de estos como profesores de residencias médicas.
– Designación en cada institución hospitalaria de un gerente responsable de la investigación a tiempo completo, que no realice funciones clínicas hospitalarias.
– Disponer en cada institución de biblioteca física y virtual actualizada. 

– Revisar con las sociedades especializadas el mínimo de equipamiento y cohorte de pacientes y especialistas que debe tener una institución para poder desarrollar una residencia médica. 

– Obligatoriedad de inscripción de los residentes en las universidades en los primeros tres meses de iniciación del plan de estudios.
– Obligatoriedad de completar el tiempo de estudio descrito en el plan hasta el último día del año académico. 

– Definir acuerdos escritos interinstitucionales con los centros donde se realizan las rotaciones en el país y en el extranjero.
– Importantizar las autopsias en los planes de estudio que apliquen. 

– Aplicación estricta de las disposiciones existentes para traslado de residentes de un hospital a otro.
– Prohibir las graduaciones hospitalarias. Solo las universidades pueden realizar graduaciones. – Definir si a los programas deben ingresar residentes cada año para dar continuidad. 

– Definir si un residente puede repetir un año o debe ser apartado del programa si no es promovido. – Instaurar por lo menos una visita anual a las residencias médicas de un equipo integrado por representantes del Ministerio de Salud Pública (Dirección de Residencias Médicas), un representante de la universidad, un representante del MESCyT y un representante de la sociedad especializada en cada caso. 


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