El autor evalúa la enseñanza de la medicina en la República Dominicana, abordando sus aspectos históricos y hechos controversiales relativos a la práctica de la titulación falsa de dicha carrera ocurridos en decenios pasados.
La formación de médicos en nuestro país tiene sus antecedentes en la fundación de la primera universidad del Nuevo Mundo, la Universidad de Santo Tomás de Aquino, que estuvo graduando médicos hasta 1821, año en que fue cerrada por las tropas invasoras haitianas.
Durante la ocupación haitiana los estudiantes que querían estudiar medicina lo hacían de forma libre y presentaban sus exámenes ante el Juro Médico haitiano. Luego de la independencia, en julio de 1859, se restablece el Seminario Conciliar de Santo Domingo con cuatro facultades, entre ellas la de ciencias médicas.
Sin embargo, el estudio de la carrera de Medicina seguía siendo casi artesanal, y se daba el caso de clases impartidas en casas de particulares.
Debido a la situación política, la universidad nunca llegó a establecerse realmente. En 1866 el presidente José María Cabral crea el Instituto Profesional, que adquiere su madurez en 1882. Gracias a los esfuerzos de monseñor Meriño, el Instituto Profesional de Santo Domingo otorgaba el título de licenciado en Medicina y Cirugía a los estudiantes que habían completado una serie de cursos. Las prácticas eran mínimas y se hacían de forma voluntaria en el Hospital Militar de Santo Domingo. Más tarde, se inaugura el Instituto Profesional de Santiago, con un currículo similar. El 6 de noviembre de 1914, durante la presidencia provisional del Dr. Ramón Báez, reabre definitivamente la universidad, se dispone el cierre del Instituto Profesional y todos los profesores del Instituto pasan a la universidad. En 1928 se crea la Asociación Nacional de Estudiantes Universitarios, y en 1932 la Ley General de Estudios elimina el sistema de estudiantes libres. En ese momento los estudiantes recibían el título de licenciado en Medicina y Cirugía, con la posibilidad de realizar estudios adicionales para obtener el título de doctor en Medicina, siguiendo las líneas de la educación médica francesa. En 1945 se inaugura la nueva Facultad de Medicina, con instalaciones modernas, y se ambia el currículo para que todos los graduados reciban el grado de doctor en Medicina desde el inicio de la década de 1950 Tras la muerte de Trujillo se inicia un movimiento para solicitar la autonomía universitaria, que se consigue en diciembre de 1961. La Universidad de Santo Domingo pasa a llamarse Universidad Autónoma de Santo Domingo y se inicia un proceso de transformaciones políticas y educativas que la llevan en algunos momentos a situaciones de enfrentamientos internos y alteraciones del orden docente. La caída del régimen de Trujillo abre las puertas a la formación de centros de educación privados. En 1962 surge en Santiago la Universidad Católica Madre y Maestra como una iniciativa del Episcopado dominicano y empresarios de Santiago.
También en Santo Domingo, y en ese mismo tenor, los empresarios de la capital constituyen la Asociación Pro Educación y Cultura (APEC). En 1966, luego de la guerra civil y los movimientos políticos en la UASD, un grupo de profesores forma la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. En 1971 inicia sus actividades la Universidad Central del Este (UCE), en San Pedro de Macorís. La siguiente universidad en ofrecer la carrera de Medicina fue el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec). En 1976 ofrecía dicha carrera la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa). En 1978 lo hace la Universidad Católica Nordestana (UCNE) en San Francisco de Macorís. La Universidad Iberoamericana (Unibe) inicia la carrera de Medicina en 1983. En ese mismo año abre los estudios en el ramo la Universidad Católica Tecnológica del Cibao (Ucateci). En 1984 el Consejo Nacional de Educación Superior (Cones) publicó un anuncio con las universidades autorizadas a expedir títulos de educación superior. Este anuncio vino tras la denuncia de que algunas universidades ofrecían títulos que se catalogaron como falsos, lo que motivó una gran crisis internacional con los títulos otorgados por el Centro de Estudios Tecnológicos (Cetec) y el Centro de Investigaciones (Ucifas), así como la Universidad Mundial y la Universidad Eugenio María de Hostos (Unirehmos), que luego tuvieron la posibilidad de corregir algunas anomalías.
Desde el inicio de la década de 1980 se estaban recibiendo informaciones de facilidades para la obtención de títulos de Medicina en nuestro país. En 1984, luego de una investigación realizada en el estado de California, y según publicó el periodista Richard Lyons en The New York Times, salió a la luz que miles de títulos médicos de la República Dominicana eran falsos. En Estados Unidos se detuvo al señor Pedro de Mesones, quien alegadamente había recibido más de un millón y medio de dólares para ayudar a sus clientes a obtener títulos de médicos. Debido a las deficiencias institucionales de nuestro país y de otros países de nuestro entorno, se abrió la posibilidad de que personas con títulos de nivel técnico en salud pudieran convalidar las asignaturas y conseguir diplomas que las acreditaban como doctores en Medicina. Con habilidad, ese grupo de «buscones» conseguía llevar a una universidad dominicana documentos no siempre fidedignos que permitían, tras una convalidación poco profunda, o a la ligera, que una persona consiguiera su título de médico. El grave problema era que esos títulos no eran falsificaciones, sino que eran títulos otorgados por instituciones de educación superior de la República Dominicana. Veamos un ejemplo: un estudiante llegaba a la universidad X trayendo consigo sus notas de la carrera hasta ese momento, y lo depositaba en el departamento de admisiones, y unos días después, se le admitía para cursar el internado. Varios días después, ese estudiante traía una carta de un centro médico de Estados Unidos en que se le admitía al internado rotatorio, y la universidad le daba permiso. Al cabo de un año ese estudiante regresaba al país para graduarse de médico. Este caso ilustra cómo funcionaba en parte ese sistema.
Ninguna universidad puede recibir del propio estudiante una información tan sensible como un récord de notas, ni puede aceptar que un centro médico de cualquier parte del mundo otorgue entrada a sus estudiantes de internado sin supervisión. El estudiante que hemos descrito tiene un título dominicano tras haber estado, tal vez, dos semanas en nuestro país. Eso abrió la posibilidad a que personas deseosas de tener un título graciosamente lo pudieran obtener gracias a la intervención de todo tipo de oportunistas. A nuestro país y a otras escuelas de medicina de México y del Caribe, llegaban personas dispuestas a pagar miles de dólares por un título de médico. Según declaraciones de monseñor Agripino Núñez Collado, en 1982, «en nuestro país era más fácil abrir una universidad que poner una industria». El Dr. Julio Manuel Rodríguez Grullón, presidente de la Asociación Médica Dominicana de entonces, se quejaba de la baja formación de los médicos y del crecimiento desmesurado y desproporcionado de la cantidad de escuelas de medicina. Según la información mencionada, con la firma del periodista Santiago Estrella Veloz, en nuestro país había estudiantes de Afganistán, Estados Unidos, Gran Bretaña, Haití, India, Irán, Irak, Nigeria, Tailandia, Puerto Rico y Paquistán. La situación creada fue caótica para nuestra medicina y fue necesaria la intervención del presidente de la república, el Dr. Salvador Jorge Blanco, y del presidente del Consejo Nacional de Educación Superior, Dr. Luis Emilio Montalvo, para superar y reorganizar ese caos. Más adelante, el Cones se transformó́ en el Ministerio de Educación Superior y Ciencias, y al día de hoy es el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología.
El ciudadano peruano Pedro de Mesones fue arrestado y condenado a prisión en Estados Unidos por el montaje de la estructura de «facilidades» para la obtención de títulos irregulares. En 1984 fue despojado de la nacionalidad dominicana que le había sido concedida en la época de Trujillo. Luego de ese escándalo, en que solo dos médicos norteamericanos fueron suspendidos de los hospitales en que laboraban, poco se ha sabido sobre los miles de estudiantes que, tras cursar su carrera en estas universidades, pasaron los exámenes en Estados Unidos y han ejercido en ese país sin mayores contratiempos.
El proceso de consolidación, luego de la crisis en nuestra formación médica, trajo consigo una mejor oferta académica, con mayores controles y mayor calidad en la mayoría de los graduandos de nuestras universidades. Sin embargo, todavía no hemos llegado a una unificación de criterios ni de ofertas académicas. Según una evaluación realizada en el 2008 sobre Recursos Humanos en Salud, en la UASD la carrera de Medicina dura 6 años con una carga académica de 280 créditos. En la UNPHU dura 5.4 años y tiene una carga de 396 créditos; en la UCE dura 5.7 años con una carga de 384 créditos; en la PUCMM dura 5.4 años con una carga de 320 créditos; en el Intec, 5.3 años con una carga de 371 créditos; en Utesa se permanece 4.4 años con 410 créditos; en la Ucateci la duración es de 5.4 años con una carga académica de 385 créditos; y en Unibe la carrera dura 5 años con una carga académica de 374 créditos.
Un total de 4,966 médicos salieron de nuestras universidades en el período 1997-2007; la mayoría, de la UASD, que cuenta con el 45% de los matriculados en todo el país en Ciencias de la Salud. De igual forma, la UASD avala la gran mayoría de los programas de formación de especialistas en medicina. Los hospitales de Santiago tienen el aval de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Unibe avala los programas del Hospital de la Diabetes y en Medicina Familiar en el Hospital Dr. Marcelino Vélez, el Hospital Dr. Vinicio Calventi y la Plaza de la Salud. El Intec avala la residencia de Oftalmología del Hospital Elías Santana. La UCE avala los programas de Medicina Familiar en el Hospital Antonio Musa, de San Pedro de Macorís. Y la UCNE y la Ucateci avalan los programas en Medicina Familiar de San Francisco de Macorís y La Vega.
Como hemos visto, la enseñanza de la medicina en nuestro país ha ido creciendo y hoy, en el 2021, contamos con cerca de 20,000 estudiantes de medicina. En el 2015 pudimos evidenciar que el perfil de los graduandos de medicina en las diversas facultades difiere en muchos aspectos. Es preciso regular el número de estudiantes con que contamos y, desde luego, hacer esfuerzos para unificar el perfil de nuestros futuros profesionales de la salud, al tiempo que debemos requerir un mínimo nivel académico para ingresar a las facultades de medicina. En la actualidad las destrezas requeridas para este tiempo de telemedicina y nuevas tecnologías exigen de una urgente revisión de los pensum de nuestras universidades.
6 comentarios
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