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Mohamed Yunus: “Condonar la deuda externa de los países subdesarrollados trae consigo más complicaciones”

por Kenny Cabrera
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Algunos dicen que es un visionario, otros un revolucionario capitalista y hay quien dice que es un genio; pero los que trabajan codo a codo con él en el Banco Grameen, así como los 6.7 millones de prestatarios del banco bengalí prefieren llamarlo simplemente “profesor Yunus, nuestro ángel”. Él mismo se define en su autobiografía como “el banquero de los pobres”. Lo cierto es que al llegar ante la persona de Mohamed Yunus, inventor del fenómeno de los microcréditos (préstamos sin aval para desfavorecidos), nos encontramos con un hombre de trato afable, sereno, sin la prepotencia de la solemnidad de quien acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz, pero que irradia inteligencia y creatividad en sus respuestas. Tenemos que esperar tres horas para que nos reciba en su despacho, ubicado en el cuarto nivel de una torre de 21 pisos en el centro de Dhaka, Bangladesh, y que carece de aire acondicionado en un país donde los niveles de calor y humedad pueden llevar a cualquiera a la locura sin retorno. 

Pero no es para menos. Todos quieren hablar con él, todos quieren saber ahora cómo funciona el fenómeno de los microcréditos, inventado por Yunus hace ya más de 30 años, como si se tratara de un milagro surgido de la nada. Pero el premio Nobel, un hombre que ante todo defiende sus ideas subversivas con los pies en la tierra, como la propuesta de las empresas sociales (negocios sostenibles sin beneficio), es consciente que está en un momento de fama internacional, el cual tiene que “aprovechar” por el bien de su programa financiero

Después de recibir varios medios durante todo el día, como la televisión Al Yasira, y a los miembros de la Fundación por la Justicia y Fundación Latino Grameen, nos recibe con aspecto cansado, pero sus ojos, sus gestos y el tono de sus palabras se inyectan de entusiasmo a lo largo de la entrevista, cuando penetramos en el terreno de su programa. Se nota que el banco, la familia Grameen, como él suele llamarle, no es tan sólo un trabajo, sino una forma de vida. Yunus vive en la torre, al igual que otros funcionarios del banco. Y a pesar de su apretada agenda nos concede 20 minutos de entrevista, que terminan en una hora. Definitivamente este hombre es pura disciplina y trabajo. En el momento de este encuentro se preparaba para ir a recoger el Premio Nobel a Oslo, acompañado de una comitiva que sumaba un total de 78 personas.

¿Qué significa haber recibido el Premio Nobel de la Paz? 

Es un acontecimiento importante, sobre todo porque ahora toda la atención pública está sobre nosotros. Antes teníamos que gritar para que nos escucharan, ahora la gente está pendiente de qué es lo que hacemos, quieren escuchar qué tenemos que decir, qué vamos a hacer; lo cual es una gran responsabilidad que tenemos que aprovechar.

Viaja con una comitiva de 77 personas… ¿Es un tanto exhibicionista?

El Premio Nobel está dividido en dos partes iguales, una parte dirigida a mi persona y la otra mitad para el Grameen Bank. Cuando la comisión del Nobel me pidió que representara al banco en la ceremonia, respondí que sí era un premio para el banco son los propietarios del banco, sus socios, quienes tenían que recogerlo. Pero somos siete millones de socios; lo que hicimos es que las representantes elegidas por las propias beneficiarias, que son nueve miembros de los 13 que integran el Consejo de Dirección, iban conmigo a Oslo a la celebración, junto con otros oficiales y miembros del banco.

¿Qué ha cambiado en estos 30 años? 

Muchas cosas. Al principio eran sólo unos pocos cientos de prestatarios. Hoy día es un grupo de siete millones de personas que en la actualidad tienen un préstamo del Grameen Bank dentro de Bangladesh. Y si sumas todos los lugares del mundo donde hemos llegado, serían más de 100 millones de familias beneficiarias en diferentes países.

¿Los microcréditos podrían ayudar a erradicar la pobreza?

Los microcréditos representan una herramienta importante en ese proceso porque proveen dinero directamente a las manos de la gente y generan empleo e ingresos. Si puedes garantizar ingresos, ése es el primer paso para salir de la pobreza y el fenómeno de los microcréditos hace eso. Pero se necesita prestar atención a otros renglones como son el área de la salud, la educación, la información tecnológica, entre otros valores.

Su proyecto empezó con dos grandes retos: prestar a los pobres y a las mujeres. ¿Por qué tanta atención por las mujeres? 

Una de las razones es porque era muy crítico con la banca convencional. Me parecía injusto que los pobres y las mujeres no tuvieran posibilidad de ser sus clientes. Ni siquiera un 1% de sus prestatarios eran mujeres. Así que al inicio de nuestro programa nos aseguramos que la mitad de nuestras beneficiarias lo fueran. Después de un tiempo empecé a darme cuenta de que el dinero que ellas administraban beneficia más a la familia, entonces decidimos centrarnos más en ellas. Hoy en día son el 97% del total de prestatarios del banco.

¿De dónde recibió presiones más fuertes contra su proyecto: de la banca convencional, de los prestamistas usureros o de los imanes?

 El primer problema fue con los hombres, que no querían que nosotros les dejáramos dinero a las mujeres. Esta situación generó un verdadero conflicto dentro de la misma familia y dentro de la comunidad, que se transformó en una oposición religiosa. Si le hubiéramos dejado dinero sólo a los hombres no creo que los fundamentalistas se hubieran molestado o tenido una actitud hostil contra nosotros. Los bancos también se opusieron a nuestro banco, porque nuestra manera de hacer negocio es muy crítica con la manera del sistema financiero que ellos utilizan; los usureros de las zonas rurales no nos apoyaron porque estábamos quitándoles sus negocios. Los políticos también estaban insatisfechos con nosotros.

¿Los políticos? Tengo entendido que un 6% del banco pertenece al Estado.

Sí. Pero mira, la extrema derecha pensaba que nuestro programa era una especie de movimiento comunista que estábamos organizando con la gente pobre. La extrema izquierda, la izquierda radical, decía que era una conspiración capitalista para detener la revolución socialista de la nación, porque si pones el dinero en las manos de los pobres éstos no se revelarán contra el poder. Todo el mundo tenía sus dudas, unos más radicales que otros, pero en general tuvimos una actitud muy negativa de todos los sectores. Tuvimos que trabajar muy duro para poder funcionar y hacer llegar nuestro programa financiero a la gente pobre y particularmente a las mujeres pobres. Y lo hicimos.

¿Sintió alguna vez que su vida corría peligro? 

No de manera literal ni directamente como algo personal, pero nuestro equipo recibió muchas amenazas. A veces sufrieron violencia física, les lanzaban piedras o quemaban nuestras oficinas. En Bangladesh esa clase de violencia no es rara, es común entre nosotros, por lo tanto no es algo de lo que te puedas asustar demasiado, lo tomas como parte de tu vida.

¿Cómo se crea un banco de confianza en un país en suspenso constante, según el informe de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional? 

Es cierto que los niveles de corrupción en Bangladesh son muy elevados, pero están limitados a un número muy reducido de personas. Bangladesh tiene 145 millones de habitantes, probablemente ni siquiera son 10,000 los que están involucrados en esa corrupción. Generalmente, la gente común del país tiende a ser honesta. Un ejemplo es nuestro caso. Nosotros estamos haciendo negocios con gente extremadamente pobre que tiende a ser honesta.

Así lo afirman sus números; el porcentaje de incumplimiento ha sido inferior al 1.5%.

El pago no está directamente relacionado con la honestidad, sino por un interés personal. Es bueno para el prestatario pagar el préstamo porque así mantiene las puertas del banco abiertas; si no paga, entonces las puertas se cerrarán. Pero, además, el programa de microcréditos ha sido diseñado de manera que facilite las devoluciones; hacemos un seguimiento del uso que se hace del dinero de manera que genere ingresos suficientes para reembolsar la deuda contraída.

De 27 dólares al desembolso de 60 millones mensuales, ¿qué le diría a los que no creyeron en sus clientes? 

Bueno, podrán ver que no sólo ha funcionado en Bangladesh, sino en muchos otros países también. Ahora la banca nos está mirando. No obstante, nuestro programa no es el tipo de negocios que ellos quieren hacer; no creo que sea un problema de cómo recuperar el dinero prestado sino, probablemente, de si ellos [la banca tradicional] pueden ganar la cantidad de dinero que hacen con su sistema financiero convencional.

Pero usted defiende la idea de negocio sin pérdidas… 

Sostenible significa que cubra los costos. Pero la banca quiere maximizar sus beneficios, no sólo ser sostenible. Lo que defiendo es que la banca no debe buscar maximizar las ganancias sino maximizar los beneficios de las personas, impulsando su crecimiento. Una vez que hayan salido de la pobreza, entonces se puede hablar de buscar beneficios económicos, no creo que eso sea un pecado. Lo que les recomendaría es que se involucren en esta dinámica a través de los negocios sociales para ayudar a las personas a salir de la pobreza.

Usted lo que propone es revolucionar la banca comercial. 

Pienso que sí, y creo que el Premio Nobel de la Paz que acabamos de recibir es uno de los factores que va a contribuir a ello. De alguna u otra forma el fenómeno de los microcréditos se tiene que convertir en el negocio principal del sistema bancario, no en algo paralelo, en un agregado. La banca no puede permanecer en su estado actual, definitivamente pasará por un cambio que incluya a todo tipo de personas en sus servicios financieros, de manera que nadie sea rechazado.

Una de sus propuestas: reducir la pobreza en 2015 a la mitad, suena a utopía a estas alturas. 

Bueno, es algo que puede hacerse realidad en cosas muy concretas. En Bangladesh estamos en camino de hacerlo posible para el año 2015.

¿En Bangladesh? 

La pobreza en Bangladesh se redujo en un promedio de 1% por año en la década pasada, es decir un 10% en los años noventa. Durante los primeros cinco años de la década actual, la hemos reducido en una media de un 2% por año, otro 10% más. Si seguimos a ese ritmo podremos alcanzar las Metas del Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas (mdg) de reducir la pobreza a la mitad para 2015… vamos por buen camino. La pregunta es si se puede mantener este ritmo a la velocidad que nos movemos en la actualidad. Mi esperanza es que podamos sorprender al mundo y alcanzar los objetivos antes de 2015.

¿Por qué piensa que este es el momento?

Eliminar la pobreza era un tema que estaba fuera de la atención pública, pero el nuevo milenio trajo consigo una manera más organizada y cercana de descripción de la pobreza que en los años noventa. El problema es que a pesar de la declaración del mdg, el atentado del 11 de septiembre distrajo la atención sobre la pobreza hacia la guerra de Irak. Ahora sólo se habla de la guerra contra Irak, de la guerra contra el terrorismo y el tema de la pobreza y del mdg se ha descarrillado totalmente. Cerca de 530 mil millones de dólares se ha gastado sólo Estados Unidos en la guerra contra Irak, sin contar el dinero que han gastado las demás naciones que también han participado en este conflicto. Esos recursos deberían estar destinados a la reducción de la pobreza.

A pesar de sus propuestas sociales contra la pobreza, se muestra contrario a la condonación de la deuda externa de los países subdesarrollados…

Lo que defiendo es que la condonación por sí sola no resuelve el problema del subdesarrollo, más bien cancelar la deuda trae consigo más complicaciones. Cuando se cancela la deuda el país no está pagando, entonces ¿hacia dónde se está destinando el dinero con el que deberían pagar? Pienso que para cancelar la deuda debe hacerse una proposición más elaborada. Por ejemplo, que ese dinero se reembolse para ser utilizado en beneficio de la nación, invirtiéndolo en un fondo de pobreza, en un programa de microcréditos. De esa manera el dinero que se conmuta se invierte en la gente pobre y se asegura que no se destinará en asuntos como en el ejército, en un proyecto arquitectónico de lujo o un centro internacional de convenciones innecesario, que sólo sirve para glorificación personal de un líder político.

¿Cuál es su opinión sobre el libre comercio? 

Soy un fuerte defensor del libre comercio. Pienso que es la mejor solución porque cualquier control del Estado sólo dificultará el intercambio en vez de facilitar. Eso sí, recomendamos una corrección dentro del libre mercado: que deberíamos también incluir las empresas sociales porque cualquier cosa que el Gobierno, el Estado, pueda o quiera hacer puede hacerse a través de las empresas sociales.

¿Pero cree que las reglas actuales del libre mercado son justas para que los terceros países puedan competir en él?

La única solución que veo es crear esos negocios sociales de los que hablo, porque el proceso de globalización se ha convertido en que las grandes compañías de los países fuertes se comen a las pequeñas compañías de los países débiles. Estamos creando una colonización financiera. Una nueva forma de colonización. La globalización es como una autopista global de 100 carriles y sólo los grandes camiones de los países importantes como España, Estados Unidos, Alemania o Francia son los que están ocupando los 100 carriles. Al rickshaw bengalí [carruaje-taxi para dos personas tirado por una bicicleta] no le queda sitio. Hoy día necesitamos unas reglas de tráfico que protejan los carriles de los rickshaws bengalíes o vehículos más lentos. Y una vez que tienes las reglas de tráfico necesitas una policía de tráfico, una autoridad de tráfico, sin una autoridad y sin una policía las reglas no tendrían ninguna utilidad porque nadie las seguiría. 

¿En qué consisten los empresarios sociales? 

Se trata de una empresa sin pérdidas, sin dividendos, a eso es que llamamos empresa social. Mientras más empresas sociales seamos capaces de crear, mejor mundo tendremos, porque estás invirtiendo en problemas sociales, como la salud, la higiene, la pobreza, la calidad del agua, la degradación medioambiental, la polución, todo estos problemas pueden ser atendidos por empresas sociales… Una vez expandido este concepto puedes lograr resolver los principales problemas de las personas y de paso del mundo. Estoy promoviendo esta idea, de forma que podamos impulsar la creación de este tipo de empresas como concepto mundial.

Si volviera a empezar, ¿qué no haría? 

Seguramente haría todo de la misma manera si las reacciones fueran las mismas. Quizás algo que cambiaría es no recibir dinero del extranjero. Al principio nos ofrecieron dinero de donaciones y lo aceptamos. Ahora miro hacia el pasado y me doy cuenta que no era necesario, porque de esa manera enviamos un mensaje equivocado al mundo de que el banco Grameen o el programa de microcréditos necesitaba asistencia internacional. No necesitábamos ayuda internacional, si hubiéramos mostrado que podíamos generar y manejarnos con nuestros propios recursos habriamos enviado un mensaje más fuerte. No obstante, agradecemos a esas personas y organizaciones que nos ayudaron en su momento. 

Se rumorea que está interesado en involucrarse directamente en política. 

No, no directamente. Ocasionalmente suelo hablar de política, sobre todo porque la situación política actual de nuestro país es muy enfrentada. Así que hago comentarios al respecto pero no de una manera formal, no como militante o político, sino como ciudadano.

¿Qué siente al estar considerado como una de las personas más influyentes del mundo? Es muy excitante –responde entre risas–, porque puedes llegar a una audiencia mucho mayor y tener un mayor impacto sobre ellas. La gente te presta más atención. Esta celebridad, su importancia, es lo que puedes cambiar; que la gente te escuche y se replantee las cosas.


3 comentarios

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