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Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota: la otra cara del rock argentino

by Leandro Paredes
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Reseña de la mítica banda de rock argentina que durante los años ochenta y noventa constituyó un auténtico fenómeno social en su país y que llegó a rivalizar duramente con otro ícono del género como lo fue Soda Stereo. A más de quince años de su separación daremos a conocer sus orígenes marginales, su idiosincrasia, su estilo musical, la tragedia que cruzó su historia y otros aspectos de una auténtica leyenda viviente. 5 para el público dominicano amante de lo que se ha dado en llamar «rock en español», la banda argentina Soda Stereo y su líder, el recordado Gustavo Cerati, no solamente constituyen una referencia obligada, sino que también encarnan, para buena parte, uno de los puntos más altos dentro del género. Lo que muy pocos saben es que durante sus años de apogeo en su país de origen coexistió con otra banda que probablemente no haya trascendido lo suficiente en el plano internacional y que representó su contracara, una especie de némesis musical que a través de una propuesta marcadamente disímil llevó sin proponérselo a dividir las aguas, enfrentando a una gran parte de la juventud de los años ochenta y noventa, y que hasta el día de hoy representa un hito indeleble en el imaginario popular.

El siguiente artículo tratará sobre Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, una banda tan original como su nombre, repasará su historia, indagará acerca de su estética y su filosofía e intentará descifrar los motivos de una rivalidad que llegó a una repulsión mutua rayana en el odio. El origen La banda comenzó a gestarse hacia la segunda mitad de la década de los 70 –cuando al país ya lo gobernaba una dictadura genocida– en La Plata, una ciudad que por sus universidades, su marcado componente juvenil y por cierta tradición representaría un foco de resistencia durante aquellos años de plomo. Los pilares sobre los que se apoyaría el proyecto eran tres: Carlos Solari –quien en el futuro será conocido como el Indio Solari– en voz y a cargo de las letras; Eduardo Beilinson –más adelante rebautizado como Skay– en guitarra y responsable de la composición musical; y la Negra Poly, esposa de Beilinson, como manager, sostén y líder en las sombras. Si bien con los años se consolidaron como una de las bandas de rock más importantes del país, en sus inicios se trataba más bien de un colectivo cultural sin nombre ni integrantes fijos en los que confluyen el teatro, las artes plásticas y la música. En aquellas épocas en que todas las manifestaciones artísticas estaban bajo la lupa y se hacía riesgoso expresarse con libertad, los ámbitos donde este tipo de actividades se llevaban a cabo destacan por su marginalidad, y aunque no se aludiera frontalmente a la política, el clima contestatario se sentía en el ambiente. Los métodos de difusión destacaban por su precariedad; el boca a boca constituía la principal estrategia de publicidad para aquellos primeros shows en los que solían aparecer payasos, actores, coreografías, monologuistas y otras atracciones. El estrambótico nombre ostenta un divertido origen que se relaciona directamente con esto.

Durante aquellas presentaciones podía verse a un costado del escenario a un hombre vestido de sultán rodeado de odaliscas que lo apantallaba. En un momento dado se ponía de pie y procedía a repartir entre el público unos buñuelos de ricota elaborados por él mismo con la receta aparecida en una revista de la época y que firmaba una tal Patricia Rey. Ya una vez adoptado como nombre definitivo, Patricio Rey pasó a convertirse en el personaje central del grupo, cuyos integrantes declararon en los espectáculos no ser más que meras marionetas movidas por él. El nombre no dejó de provocar confusiones ya que muchos de los espectadores llegaban a creer que Patricio Rey era el nombre del cantante y Los Redonditos de Ricota el de la banda de músicos; sin embargo el malentendido, lejos de causar malestares, no hacía más que acrecentar el carácter enigmático de la banda. El tsunami Con el final de la década y luego de moverse casi exclusivamente en ambientes underground, deciden dejar en suspenso por un tiempo las presentaciones. Volverán hacia 1981 con una propuesta más centrada en lo musical, aunque sin perder la esencia del proyecto, grabando algunas demos que logran difundir en algunas emisoras de Buenos Aires y ofreciendo conciertos donde apelaban al mismo método de promoción. Será en 1985, tras ocho años de formada la banda, cuando lancen su primer disco de larga duración. Gulp! Fue grabado en un estudio independiente, financiado por ellos mismos y distribuido por la Negra Poly. Si bien ya eran tiempos de democracia, el disco no consiguió escapar a la censura puesto que la P 6 última pista titulada Criminal mambo recibió una prohibición por parte del Comité Federal de Radiodifusión. En cuanto al disco físico, también se presentaba como un producto artesanal. El arte de tapa estuvo a cargo del artista plástico Rocambole –quien se encargaría en lo adelante de las portadas y las ilustraciones interiores de todos los discos publicados por la banda–, que, mediante rodillos, tinta de grabado, pegamentos de colores y un trabajo de serigrafía, elaboró un total de 7,000 copias hechas a mano con el mero objetivo de causar un mayor impacto en el gran público. Por tratarse de un disco debut la recepción resultó buena y la crítica de los medios especializados fue favorable. El periodista Jorge Boimvaser, quien años más tarde se encargaría de escribir la biografía de la banda, definió el trabajo como «un tsunami de imágenes». «El riff identificando el comienzo de esa Bestia pop que enciende en sueños la vigilia aún hoy me moviliza el alma como nunca antes», declarará Boimvaser años más tarde. Precisamente La bestia pop será el tema de mayor éxito dentro del disco y se transformaría en uno de los himnos del grupo.

A la potencia del riff inicial se le sumaba la incorporación de un pasaje del tema de Lawrence de Arabia en saxofón y una letra ambigua y cautivante que la dotaba de misterio y que hizo proliferar un sinfín de interpretaciones dispares. El mismo Solari se encargaría de disipar las dudas aclarando que no hablaban de otra cosa que del peligro de las drogas duras para una cultura que se nutrió de las denominaciones de las culturas oficiales hasta padecer la falta de una revelación que le indique con certeza qué es lo bueno y qué lo malo. Al año siguiente lanzan su segunda producción discográfica: Oktubre. Para la gran mayoría se trata del disco más emblemático de Los Redondos. Para los «ricoteros», del indiscutible. Un disco básicamente político. Por ejemplo, el título Oktubre con k y una b invertida que remite al cirílico. La portada, mucho más concreta que la anterior, presenta una muchedumbre de rostros enajenados enarbolando banderas rojas, una imagen de tintes revolucionarios que remite sin rodeos a la Unión Soviética –sí, todavía existía la URSS–. Pero la gráfica también contenía reminiscencias de los Desocupados de Antonio Berni y entonces en ese octubre rojo quizás se colase algo de un octubre vernáculo –el 17 de octubre es la fecha más significativa en la liturgia peronista–. Las ambigüedades serán siempre un rasgo distintivo en Los Redondos. En cuanto a lo musical, a diferencia del disco precedente, donde se apreciaba una atmósfera más festiva con un ritmo marcadamente rock n 7 rolero, este resulta un poco más oscuro, opresivo, en el que se aprecian influencias de la música New Wave y del post punk inglés. Los temas aparecen intercalados por las explosiones iniciales, truenos de una tormenta lejana y las sirenas de Chernóbil. Los títulos comienzan a revelarse más sugestivos: Preso en mi ciudad, Divina TV Führer, Canción para naufragios, Ya nadie va a escuchar tu remera son algunas de las nueve canciones. Las letras se mantendrán ambiguas y crípticas, aunque con frases poéticas y punzantes que parecen inconexas, pero que dan en el blanco, algo así como los golpes de esos boxeadores que arrojan pocos puñetazos pero que cuando asestan uno resultan demoledores. El «tsunami de imágenes» de su debut discográfico no se atempera en el segundo disco, sino que crece como una avalancha, solo que esta vez las imágenes por momentos resultan funambulescas como las de las pesadillas o las alucinaciones. Ji ji ji, el tema preferido para la masa ricotera, que remite a la onomatopeya de una risa maliciosa, es el ejemplo más claro. Oktubre no hace otra cosa que confirmar a Los Redondos como una de las bandas más importantes dentro de la escena musical argentina. Después vendrán sus siguientes discos: Un baión para el ojo idiota (1988) y ¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado… (1989), en donde la temática y el estilo seguirán acentuándose por el mismo camino, abandonarán los pubs y otros reductos pequeños, pasarán de tocar para mil personas a hacerlo para cuatro mil y el final de la década esta vez los encontrará en la cresta de la ola. No obstante, se mantendrán fieles a las premisas originales de evitar los grandes sellos discográficos, no aparecer en televisión y conceder la menor cantidad de entrevistas posibles. Tal vez para no marearse en el vértigo del éxito.

Tal vez para no perder la pureza de su esencia. La tragedia Hacia 1991 un hecho policial que causará conmoción en el seno de la sociedad va a cambiar para siempre la historia del grupo y de sus seguidores. Horas antes de un concierto, un joven de 17 años de edad que se dirigía al estadio fue detenido por la policía para averiguación de antecedentes, práctica muy común por esos días en el país, y llevado a una comisaría de la cual no saldría sino hasta la mañana siguiente para ser trasladado a un hospital. Con sus últimos esfuerzos alcanza a decir a los médicos que había sido golpeado por la policía. Se le diagnosticó traumatismo craneano y muere cinco días más tarde. Los estudios que le realizaron posteriormente revelaron una golpiza brutal con objetos contundentes en la totalidad de su cuerpo. Su nombre, Walter Bulacio, quedaría marcado a fuego. Si bien no sería ni el primero ni el último caso de brutalidad policial y abuso de poder en tiempos de democracia, el suceso despertó el clamor popular y la indignación ante la impunidad, pues después de innumerables batallas burocráticas en las que el Estado no ofreció respuestas, es recién a finales del año 2013 cuando la causa llega a un epílogo caricaturesco: el comisario a cargo de la detención fue condenado a tres años de prisión en suspenso, sentencia que a efectos reales quedó sin aplicación efectiva. Lo cierto es que a partir de aquel hecho desgraciado las actuaciones en vivo de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota ya no volverían a ser iguales. La policía de Buenos Aires se convertirá en el blanco del descontento del público. Las letras de las canciones, de una atmósfera cada vez más angustiosa, con una crítica muy ácida a la sociedad occidental de aquellos días de finales de la guerra fría y una mirada muy poco alentadora sobre el futuro inmediato, contribuyeron a que, ante la inevitable cercanía entre una multitud de jóvenes disconformes y las autoridades Sus letras describen a la perfección la generación de los ochenta 8 encargadas de velar por la seguridad de los ciudadanos, en cada show reinará un clima tenso y violento, de inminente desastre. Aunque la banda se encargará de evitar cualquier tipo de controversias guardando un absoluto silencio sobre lo sucedido, los ánimos nunca lograron atemperarse. Si bien algunos piensan que dicha actitud de mutismo ante un hecho de tal magnitud obedecía a un deseo de no instrumentalizar la tragedia en pos de intereses propios, otros no dejaron de criticarla como un acto de indolencia, sobre todo los familiares de las víctimas a quienes se les rechazó el pedido de subir al escenario para emitir unas palabras y pedir ayuda cuando la causa se hallaba empantanada. Algunos creen o quieren creer que la canción Juguetes perdidos lanzada cinco años después del infausto episodio está dedicada a Walter Bulacio y que parece tratar sobre el paso de la juventud a la adultez y la pérdida de las ideologías y valores característicos de los años mozos; lo cierto es que en algunas presentaciones en vivo fue dedicada a los «ricoteros que ya no están con nosotros».

El clima de locura de los conciertos fue creciendo al ritmo del sensacionalismo con que eran vistos por los medios de comunicación. Ante su cercanía, psicólogos, pedagogos y otros sabios desfilaban por televisión aconsejando a los padres de hijos adolescentes prohibirles la asistencia a los mismos y alejarlos de aquel tipo de música. La sucesión de disturbios hizo que la estigmatización resultara inevitable. En 1994, luego de que alrededor de treinta personas resultaron heridas y unas sesenta detenidas, la banda decide dejar de tocar en Buenos Aires para presentarse en localidades alejadas de los grandes centros urbanos a fines de evitar desmanes. Dicha estrategia se evidenciaría poco eficaz y quizás hasta contraproducente. Hacia 1996 los viajes de sus fanáticos, ya convertidos en una tribu enfervorizada, pasan a transformarse en auténticos rituales similares, según el periodista especializado en rock Alfredo Rosso, al fenómeno de Grateful Dead en Estados Unidos. Las ciudades colapsan ante afluencias masivas, se vuelven a producir numerosas detenciones y ante las cancelaciones en dos provincias por falta de seguridad estallan las sublevaciones. En 1998 cerca de trescientos jóvenes quisieron ingresar a un show sin entrada y se enfrentaron con la policía. Los incidentes terminaron con treinta heridos y otros tantos detenidos. Ya de regreso en Buenos Aires y ante 60,000 almas, se produjeron desmanes dentro y fuera del campo, y el choque frontal entre los fanáticos y la policía derivó en decenas de heridos, algunos por balas de goma, y varios detenidos por robo, disturbios y posesión de estupefacientes. La escalada de violencia parecía no tener punto de retorno. Última etapa En 1996 editan Luzbelito, un disco que en principio debía ser una recopilación de temas inéditos de la primera época –solo quedan dos canciones–, pero que terminó siendo el último clásico. Un disco conceptual que gira en torno a un personaje imaginario hijo del Diablo (Luzbel) y que de alguna manera constituye una metáfora del fin del siglo y del período nefasto que ya se empezaba a vivir en Argentina. Solari explicó el concepto del disco de esta manera: «Luzbelito es un espejo dramático. Luzbelito está encarnado en ese lugar donde aquellos que son bien pudientes no van a poder dominar». El éxito del disco es total. Los sucesivos disturbios en los conciertos, lejos de hacer mella en la convocatoria, parecen acrecentar el atractivo de un público incontenible. El escándalo y la estigmatización periodística resultan una publicidad mil veces más efectiva que las promociones convencionales. A dos años de la publicación de Quienes los conocieron coinciden en que se trata de personas campechanas, cultas e introvertidas 9 Luzbelito, en un show realizado en el estadio del Racing Club, a muy pocos kilómetros del centro de Buenos Aires, convocan la friolera de 120,000 espectadores. 120,000 almas vibrando en éxtasis ante sus canciones. Luego vendría la etapa experimental de los discos Último bondi a Finisterre y Momo Sampler, en los que por insistencia de Solari se incluirían sonidos electrónicos, con loops y samples que los llevaron a relegar un poco el sonido rocanrolero que los caracterizaba, aunque sin perder la esencia de su sonido tradicional. Los discos tuvieron en general una buena acogida, pero, aunque fueron aceptados y respetados por sus seguidores ontológicos, casi nadie los incluye entre sus favoritos.

A comienzos del nuevo milenio surgen los roces y las diferencias entre Solari y el dúo Beilinson y Poly, conflictos que se mantuvieron en secreto hasta la explosión de las redes sociales y su propensión a las indiscreciones y el chisme. A esto se suman las dificultades cada vez más frecuentes para tocar en vivo con los incidentes y las prohibiciones que seguían sucediéndose y quizás también el cansancio de tantos años en el ruedo. Hasta que a finales de 2001 toman la decisión de separarse sin siquiera brindar un último show de despedida y dejando un vacío que hasta el día de hoy parece imposible de ocupar. Filosofía Ya mencionamos su postura de no editar en las grandes discográficas. La Negra Poly lo explicaba de la siguiente manera: «Si un productor quiere ocuparse de Patricio Rey en grabaciones, o en lo que sea, está invirtiendo una cantidad. Y para resarcirse de lo que invirtió deberá vender a Patricio Rey de alguna manera que no tiene absolutamente nada que ver con lo que Patricio Rey quiere hacer». También hablamos de su reticencia a las apariciones televisivas y a las ruedas de prensa. Aquí podemos apelar a la naturaleza de sus integrantes: quienes los conocieron coinciden en que se trata de personas campechanas, cultas e introvertidas.

Generalmente se alude a Solari como un tipo raro, muy preparado intelectualmente, cultor de los beatniks, hermético, que sale muy poco de su casa y con el que se puede hablar de cualquier tema pero que sabe marcar distancias. Sobre las letras ya tenemos un pantallazo bastante esclarecedor. La atmósfera opresiva sobre un paisaje urbano surcado por la inconformidad y la desesperación. El fin de la dictadura militar y el inicio de una mucho más compleja donde el tirano ya no usa botas y uniforme. El fin de la guerra fría, la muerte de las ideologías antes de Fukuyama. El vacío de la sociedad de consumo 10 y la amenaza de las drogas. Todo esto expresado de manera enigmática, simbólica, por momentos confusa e inconexa, pero con la violencia de un cross a la mandíbula. Un grito de resistencia antisistema. El comunicador Bobby Flores dijo una vez que sus letras describen a la perfección la generación de los ochenta, que se había criado en dictadura, que pasó de la euforia de la vuelta de la democracia a su casi inmediato fracaso político y económico, que vio desaparecer a muchos de sus amigos por causas ideológicas, pero también a manos de ese mal de fin de siglo que fue el sida. Una generación que se hizo vieja en diez años y cuyo mensaje fue recogido y hecho propio por la generación sucesiva. Quizás radique allí el mayor de sus logros. Son muchas las letras a las que podríamos hacer referencia para introducirnos en el tsunami de imágenes, pero nos quedaremos con dos ejemplos para graficar. Dos clásicos: el primero, bien politizado, que alude a los sobrevivientes de una dictadura atroz y las secuelas que dejó en ellos, de cómo el miedo ensordeció y encegueció a toda una generación; el otro, más de corte existencialista y cierto aire beatnik, capaz de tocar las fibras sensibles de una juventud a la deriva. Todo lo demás está por ahí esperando ser escuchado. Vencedores vencidos Y ahora tiro yo porque me toca / en este tiempo de plumaje blanco. / De un mudo con tu voz, / de un ciego como yo. / Vencedores vencidos. / Te has fugado. Me hago humo. Den la alarma. / Ensayo general para la farsa actual. / Teatro antidisturbios. Se rompe loca mi anatomía / con el humor de los sobrevivientes. / De un mudo con tu voz, de un ciego como yo. / Vencedores vencidos. / Leyendo diarios en un baño turco. / Empañando ray bans, mascando un hueso. / Tu perro, un perro cruel / con la costumbre de / no contentarse con los restos. / Ovejero que descansa en manto negro. / Ensayo general para la farsa actual. / Teatro antidisturbios. En este rollo de monos de polvo / hemos perdido el rastro unos minutos. / Un par de monos más, / unos terrícolas. / Vencedores vencidos. / Buena suerte y más que suerte sin alarma. / Me voy corriendo a ver que escribe en mi pared / la tribu de mi calle. Buena suerte y más que suerte sin alarma. / Me voy corriendo a ver que escribe en mi pared / la tribu de tu calle. Un ángel para tu soledad Ya sufriste cosas mejores que estas / y vas a andar esta ruta, hoy, cuando anochezca. / Tu esqueleto te trajo hasta aquí / con un cuerpo hambriento, veloz. / Y aquí, ¡gracias a dios! / uno no cree en lo que oye. / Ángel de la soledad / y de la desolación, / preso de tu ilusión vas a bailar, / a bailar… bailar. Es tan simple así (no podés elegir) / claro que no siempre, ¿ves? resulta bien. / Atado con doble cordel (el de simular) / no querés girar maniatado, querés faulear… / y arremolinar. Medís tu acrobacia y saltás. / Tu secreto es: la suerte del principiante / no puede fallar Alguna vez, quizá, se te va la mano / y las llamas en pena invaden tu cuerpo / y caés en manos del ángel de la soledad / y él, ¡gracias a Dios! / tampoco cree en lo que oye. / Ángel de la soledad / y de la desolación / preso de tu ilusión vas a bailar, / a bailar… bailar. Por mis penas bailá / y por tu soledad. Redondos vs Soda Con todo lo ya expuesto, probablemente no resulte tan difícil adivinar el motivo de la rivalidad entre los Redondos y Soda Stereo.

Por un lado, tenemos a los marginales que no se dejaban ver por los medios, que encarnaban la esencia rockera y su impronta del «sucio y desprolijo», cuyo mensaje iba a lo profundo, que se presentaban a tocar en mangas de camisa con un cantante que en tiempos de cabellos batidos exhibía una pelada oficinesca y que arrastraba un público de origen barrial. En el otro rincón, tenemos a una banda que irrumpió con una propuesta mucho más frívola, divertida, con peinados y maquillaje bien estudiados y vestimentas caras a la última moda, que cultivó un sonido pop más a tono con las nuevas tendencias, que aprovechó al máximo el marketing para dar a conocer su producto dentro 11 y fuera del país y que convocaba en su mayoría a jóvenes de clase media hacia arriba. Aquí contamos con los elementos suficientes para crear una antinomia. El resto fue fomentado por los vivillos que buscaron sacar provecho comercial al crear dos bandos disímiles y por las respectivas fanaticadas que terminaron por aceptarlo. Pero, para llegar a una mayor comprensión al respecto, conviene destacar que nos hallamos ante uno de los rasgos fundamentales de la sociedad argentina, que a lo largo de su historia se vio cruzada por rivalidades acérrimas. Unitarios y federales, conservadores y radicales, peronistas y antiperonistas. Y no solamente políticas, claro, ya que el clásico futbolístico River Boca alcanza tales niveles de tensión pasional que llegó a convertirse en uno de los atractivos turísticos más importantes del país. Para muchos, tales dicotomías no son más que una cuestión de clase, de ricos y pobres, de acomodados y desclasados. Para otros, el tema es un poco más complejo y obedece a una suerte de naturaleza violenta instalada en la sociedad, lo que el escritor Leopoldo Marechal describió como el «olor a bronca misterioso y temible que la nariz de ningún porteño deja de olfatear en el aire y que nos emborracha como una pólvora».

Con esa violencia metida adentro, pareciera que nos resulta imposible ser uno sin la necesidad de odiar a otro cuya oposición nos defina. Quizás esto nos ayude a entender por qué en los conciertos de estas bandas se entonaron cánticos en los que se llegaba hasta a desearles la muerte a sus integrantes. Curiosamente lo que deja aún más en ridículo esta dicotomía es que los líderes de ambos grupos jamás promovieron dicha hostilidad. Cerati, quien reconocía no encontrar nada interesante en la música de Los Redondos, declaró una vez que no lograba entender que mientras él tocaba en el escenario parte de su público cantará contra el Indio y agregó: «Algunos absurdos hasta leían una rivalidad entre dos Argentinas. Yo no me lo tomé muy a pecho hasta que me di cuenta de que estaban pidiendo por mi muerte […] Si uno vende esa cantidad de discos, los que los compran no pueden ser todos chetos o extranjerizantes». Por su parte, Solari llegó a manifestar en más de una oportunidad que le gustaban varias canciones de Soda Stereo y que seguramente tenía muchas más cosas en común con Cerati que con el carnicero de la esquina.

A su muerte le dedicó unas sentidas palabras: «Los verdaderos artistas, estoy convencido, conocen la muerte antes de morir. No se dejan llevar ni un minuto antes ni uno después de reconciliarse con la vida. Dicen por allí que al morir nos es dado conocer el secreto de la música en nuestro primer llanto al nacer. En cuanto a lo que me toca, me has hecho disfrutar de tu dulce voz y de tus espléndidos juegos con las guitarras. Tu etapa solista fue sólida y aventurera y es lo que más me gusta de lo que nos has dejado. Bueno, a comenzar de nuevo en tierra incógnita. Mi aplauso para vos».


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