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Tamara: una visión cinematográfica del transgénero

by Dulce María Ramos
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En las últimas décadas, el cine latinoamericano ha desarrollado temas relacionados con la comunidad LGTBI en muchísimas producciones, quizá la más emblemática y recordada por el público sea el film cubano Fresa y chocolate (1993), de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío; sin embargo, los documentales y largometrajes de ficción que abordan la temática transgénero han tenido un significativo repunte, especialmente en los últimos meses con los estrenos de La señorita María: la falda de la montaña (2017), del cineasta colombiano Rubén Mendoza, Tamara (2016), de la directora venezolana Elia K. Schneider, y Una mujer fantástica (2017), de Sebastián Leilo, que representará a Chile en los premios Oscar y Goya. En el caso del cine venezolano, es notable el interés de los realizadores en la temática transgénero, basta revisar los documentales Pasarelas libertadoras (2004), de Argelia Bravo, Yo indocumentada (2011), de Andrea Baranenko, y el largometraje de ficción Cheila: una casa pa´maita (2010), de Eduardo Barberena.

Una mujer presa en el cuerpo de un hombre

En la película Tamara, la trama argumental gira alrededor de Teo Almanza (Luis Fernández), un exitoso abogado, casado, padre de dos hijos, pero que a punto de llegar a los cuarenta años no puede ignorar su pasado y el deseo latente de convertirse en la mujer que siempre ha querido ser. Así Teo empieza una larga lucha con su familia, con la sociedad y con él mismo hasta convertirse en Tamara. El espectador, a través de las conversaciones de Teo con su psiquiatra, verá la transformación física, emocional y psíquica de este personaje; se adentrará en lo difícil que es para un ser humano vivir en un cuerpo que no le pertenece, que no está acorde a como se siente mentalmente. 

A lo largo de su peregrinaje, Teo será acompañado por cinco mujeres que de alguna manera determinarán el universo femenino de lo que será Tamara: la madre (Mimí Lazo), su primera pareja y madre de sus hijos (Karina Velásquez), su segunda pareja (Prakriti Maduro), quien vivirá su proceso de transición de hombre a mujer, la psiquiatra (Julie Restrifo) y su colega (Carlota Sosa), quien se opondrá a la presencia de Teo en el recinto universitario cuando inicia su transformación. 

Sobre ello, el crítico cinematográfico Alfonso Molina señaló: «En rigor, el film no trató de contar la historia del abogado y profesor universitario Tomás Adrián en su proceso de convertirse en Tamara Adrián, hoy primera diputada transgénero de América Latina –elegida democráticamente en Venezuela el 6 de diciembre de 2015– y tenaz defensora de los derechos humanos. Schneider no realizó un documental. Pudo haberlo hecho sin problemas, pero optó por la comprensión de la realidad a través de la ficción. El guion del uruguayo Fernando Butazzoni y de la propia directora se edifica linealmente, con algunos flashbacks referenciales, para observar y comprender el proceso de transformación de Teo Almanza hacia su nueva identidad como Tamara Almanza». El crítico destaca la actuación de Fernández y de todo el reparto, además el logro de la historia en tocar un tema tan delicado como las diferencias que existen entre la identidad sexual y la identidad de género.  

Elia K. Schneider, directora y guionista del film, se ha caracterizado durante su trayectoria cinematográfica por los temas sociales: Huelepega (1999), film que denuncia la problemática de los niños de la calle, y Punto y raya (2005), producción protagonizada por Edgar Ramírez donde se aborda los conflictos fronterizos entre Colombia y Venezuela. En el caso de Tamara, es gracias a su hijo –el también cineasta Joel Novoa– que conoce la historia de la abogada Tamara Adrián y se empieza a interesar por su historia. «No es la vida de Tamara Adrián –afirmó la cineasta–, es un sincretismo y está inspirada en varias vidas de personas transgéneros de Venezuela, Estados Unidos, Latinoamérica y Europa a las que entrevisté. La película está inspirada en hechos reales y cada detalle fue investigado y abordado de forma muy seria.» Este aspecto también fue destacado por Tamara Adrián cuando en varias oportunidades le han preguntado; el film es un sincretismo entre su vida y la ficción, no es autobiográfico.

Si algo caracteriza a Tamara, es que muestra a la comunidad transgénero que siempre ha sido un grupo minoritario excluido, limitado al mundo de la prostitución, sin posibilidades de estudios y despojados de todos sus derechos humanos. Es una película cuyo público, sin importar su tendencia sexual, no quedará indiferente a una realidad que se aprecia en la sociedad latinoamericana y que en muchas ocasiones ignoramos: «En Venezuela vivimos un clima de sectarismo de intolerancia –prosiguió Schneider sobre el trasfondo social de este drama–, de prejuicios, exclusión social y económica, si piensas y actúas con criterios propios es un delito. Tenemos un Gobierno homofóbico, transfóbico, machista, que estigmatiza, persigue y castiga a cualquier minoría que disiente de su plan autoritario. Siempre relacioné el tema de las personas transgénero con el de otras minorías que son sometidas a un proceso de estigmatización y exclusión social. Creo que entender el dolor que genera esta discriminación, y la fuerza que hay que tener para superarla, es inimaginable. Eso lo relaciono con mi lado judío, hija de sobrevivientes del holocausto, cuyos padres también pasaron por experiencias discriminatorias y abusivas».

Si bien Tamara no fue censurada en Venezuela, tomando en consideración que está inspirada en la vida de una diputada opositora al Gobierno, durante su estreno grupos religiosos cuestionaron la producción por las redes sociales y algunas universidades católicas impidieron que sus estudiantes realizaran cualquier tipo de actividad o cine-foro sobre la película. La otra polémica surgida fue ante la comisión que eligió la película que representaría a Venezuela en los premios Oscar: Tamara fue derrotada por El Inca, de Ignacio Castillo, una biopic sobre el boxeador Edwin Valero. A pesar de su exitoso recorrido en festivales, aún se desconoce por qué Tamara fue ignorada, quizá detrás de esto existan presiones políticas.

Luis Fernández: un actor cisgénero 

Catalogado en Venezuela como uno de los actores más importantes de su generación, Luis Fernández asumió el compromiso de asumir en cuerpo y alma un personaje como Tamara. El actor, que estudió arquitectura y nunca la ejerció, está actualmente radicado en Los Ángeles, donde recientemente participó en la película Humanpersons de Frank Spano y en la serie Dinastía de Netflix. A lo largo de su carrera Fernández pasó por el teatro, la televisión y el cine, donde se destacan sus actuaciones en los films Desnudos con naranjas, de Luis Alberto Lamata, Francisco de Miranda y Reverón, de Diego Risquez, y Espejos, de César Manzano. 

En Tamara, el cinéfilo podrá observar cómo Fernández logra que el personaje de Teo se despoje de sus atributos masculinos para asumir su nuevo cuerpo, la mujer que lleva dentro de sí: «A veces un actor trans es ideal para un personaje transgénero –explicó Fernández–, otras veces el papel exige un actor cisgénero para darle la dimensión necesaria a la historia. En Tamara, particularmente, la mayor parte de la película retrata el viaje interno de una mujer atrapada en un cuerpo de hombre. Evidentemente, entonces mi cuerpo viril era necesario para la historia y el trabajo de construcción fue interno. La dirección de Elia Schneider fue crucial para lograr que la gente vislumbrara tras la mirada a la mujer que clama por existir. Ese, y no la transformación externa, fue el verdadero reto de la creación de Tamara, hacerlo desde adentro y no desde el maquillaje y los tacones. De ese modo, una vez llegado el momento de la película en el que el personaje transforma su exterior, ese tránsito se siente orgánico, creíble y necesario».

Por Tamara, el actor venezolano ha sido reconocido en el Festival de Cine Latino e Ibérico de la Universidad de Yale LIFFY (Nueva York), el Festival Internacional de Milán MIFF (Italia) y el Festival Fine Arts (República Dominicana). Schneider, que también es directora de actores, ha reconocido en varias oportunidades que trabajar con Fernández fue una experiencia extraordinaria, por ser un actor que se entregó en cuerpo y alma a su personaje: «La transformación de Luis Fernández de hombre a mujer es impecable –dijo Schenider–. No creo que nadie lo hubiera hecho mejor. Su entrega fue absoluta, su foco, disciplina, su empatía, con el tema. Estoy muy contenta con su trabajo. Además, es muy receptivo, jamás tuve que repetir una toma. Es el actor con el que mejor he trabajado y me gustaría trabajar con él en otros proyectos. Nacer como mujer en un cuerpo de hombre, entender lo mal que se puede sentir una persona en esas circunstancias y su deseo de romper con esas cadenas y salir de su propia prisión no es tarea fácil para ningún actor. Luis lo entendió desde el primer día que nos reunimos».

De hecho, para muchos críticos la actuación de Fernández en este film es la mejor de su carrera. Sobre el trabajo actoral de Fernández, el periodista y crítico de cine Juan Antonio González escribió: «Elia Schneider realiza una puesta en escena serena, lo suficientemente distanciada como para no caer en dramatismos insustanciales. El foco de su atención está en la interioridad de su protagonista, a quien coloca en no pocas ocasiones ante el espejo; valga decir, ante el auto-reconocimiento, la aceptación propia. Y para ello cuenta con un actor valiente como Luis Fernández, quien sabe dosificar los matices de la suplantación de Tomás [Teo] por Tamara. La honestidad de su actuación se traduce en un inmenso respeto por la persona que está encarnando.

Un respeto, eso sí, alejado por completo de la condescendencia, de cualquier atisbo de complacencia, lo que hace de Tamara un filme descarnado, pero sin estridencias ni exotismos morbosos». Tamara ha tenido un largo recorrido por festivales internacionales, su estreno mundial fue en el International Film Festival of Goa IFFI (India), donde fue incluida en la lista de las mejores películas; además ganó cuatro premios Leonardo Da Vinci del Festival Internacional de Milán MIFF. También fue premiada como Mejor Película en los festivales de Santa Bárbara SBIFF, Cine Latino e Ibérico de la Universidad de Yale LIFFY, Cine Independiente e Iberoamericano Indie Pasión. Además, fue considerada una de las mejores películas en el Out Festival Los Ángeles y distinguida por la Secretaría General Iberoamericana, SEGIB, por su guion y temática. Pertenece a lo que se ha considerado la segunda época dorada del buen cine venezolano realizado en la última década, películas que han tenido buena acogida no solo del público nacional sino también internacional; vale mencionar algunos títulos: Hermano (2010), de Marcel Rasquin, Azul y no tan rosa (2012), de Miguel Ferrari, Piedra, papel o tijera (2012), de Hernán Jabes, Pelo malo (2013), de Mariana Rondón, La distancia más larga (2013), de Claudia Pinto, Desde allá (2015), de Lorenzo Vigas, El Amparo (2016), de Rober Calzadilla, y La familia (2017), de Gustavo Rondón. A pesar del éxito de esta película, el cine venezolano espera sortear la grave crisis económica y política que últimamente azota al país. La base del talento de dicha industria cinematográfica está radicada en Los Ángeles, Argentina y México. Por lo tanto, el futuro del cine venezolano presenta un panorama incierto.


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